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10.- Los Ancianos

Al día siguiente desperté temprano para poder ver los primeros rayos del sol entrar por mi ventana, el aroma de mis nuevos aposentos era agradable, una combinación de madera, naturaleza y vino.

-¿General?- dijo una mujer tocando mi puerta.

Mi cuerpo aún se sentía pesado y realmente no tenía ganas de levantarme, todo estaba en silencio como si todos aun dormían de la fiesta de ayer pero esa mujer, venia solo a molestarme a mí.

-General.

-Entra ya- le grité mientras me rascaba la cabeza.

-General, la Princesa requiere que lo acompañe al pueblo.

-¿Al pueblo?- dije sorprendido- bien, ordenaré algunos soldados.

-No General, ella solicita que usted personalmente vaya con ella.

-Bien- dije mirándola- me prepararé- ella bajo su rostro y dio media vuelta- oye, espera.

-¿Si General?

-¿Cómo puedo llamar a mis doncellas para que me preparen un baño?

-Yo les informaré, usualmente después de una fiesta los soldados no se levantan al alba, pero a medida que ellas sepan de su despertar, estarán paradas detrás de la puerta, esperándolo.

-Entiendo, gracias.

¿Al pueblo? ¿Qué querrá ir a hacer allí?, acaso ¿No podía decirle a sus soldados personales? Mujeres.

Al poco tiempo estuvimos en la entrada del Castillo esperando su llegada, ella iría en un tipo de carruaje abierto para su resguardo y detrás de esta sus soldados trajeron una carreta tirada por dos caballos llenos de alimentos.

-¿Alimentos?- pregunté.

-Si General, la Princesa, los entrega en el puerto, la gente la estará esperando- dijo Marcus cargando una malla de papas.

-¿Ella misma, los entrega?- preguntó Cathal sorprendido.

-Sí, la princesa tampoco es tan mala- rio Marcus.

-Kurok, quedas a cargo del entrenamiento junto con Luca?

-Si General, tenga una buena ida y un buen regreso.

-Gracias hombre- dije dando unas palmadas en su hombro.

-General, ¿Estamos listos?- preguntó ella acercándose con sus doncellas.

-Princesa- bajamos nuestro rostro- estamos listos, usted díganos.

-Vamos entonces- dijo estirando su mano y rápidamente le sostuve para ayudar a su ascenso.

-Muy gentil- dijo sonriendo.

Partimos por la calle que iba al Norte, de ahí rodearíamos completamente el Reino siguiendo la calle principal hasta el puerto.

-¿Hace esto muy seguido?- preguntó Cathal.

-Sí, el pueblo se acostumbra- rio- pero, después de una luna entonces voy al puerto los siguientes días de esa luna

-Entiendo, usted me sorprende- dijo el ubicándose al lado de la princesa y la miraba desde abajo

+Cathal, no te hagas el simpático- le dije mientras que el grupo partía, 6 soldados 2 comandantes, 2 soldados personales y las doncellas.

-General por favor, yo soy simpático- dijo mientras me miraba del otro lado.

-Lo es General- rio ella.

-¿Cómo te trata el pueblo Princesa? Pregunto si debo preocuparme de usted.

-He tenido altercados pero muy pocas veces, solo cuídame con eso estaré tranquila- dijo dulcemente.

Si pudiera enrojecer mi cara cada vez que ella me solicitaba algo diciéndolo tan personalmente, seria siempre el hazme reír.

-Quédese tranquila- dije bajando mi rostro y camine hacia atrás.

**********************************

-¿Por qué no le pide que vaya a su lado?- pregunto en voz baja una de mis doncellas

-Está haciendo su trabajo.

-Pero hay bastantes soldados.

-Sí, pero no quiero interrumpirlo.

Los aldeanos comenzaban a salir de sus casas a saludarme, también habían algunos que se mantenían en sus ventanas agitando un pañuelo mientras sonreirán, solo les regalaba una sonrisa, pocos se acercaban al camino, ellos esta vez mantenían una cierta distancia, entonces comprendí que aún estaba el miedo hacia estos soldados.

Leo se veía serio, observando los alrededores pero estaba tranquilo, caminando al último como si vigilara los movimientos de sus soldados.

-¡Princesa!- gritó un hombre con un sobre en su mano que corriendo llego cerca de nosotros, tenía un pantalón medio amarillo junto con algo de suciedad, una polera amarrado con unas cintas en el cuello y un chalequin abierto más una boina en su cabeza.

Lands al ver que el hombre corría hacia mí, lo detuvo bruscamente botándolo al suelo y el hombre se quejó al caer mientras nos miraba asustado.

-¡Alto!- gritó un soldado, miré atrás y Leo había levantado su manos. Todo se detuvo.

-Lands- dijo caminando a el- ten más cuidado- estaba un poco enojado, y le habló entre dientes.

Era un aspecto que no conocía de Leo, este volteo a ver al hombre y extendió su mano sonriéndole amablemente.

-Me disculpo enormemente por las acciones de mi soldado, el aún está aprendiendo de nosotros.

-¿Eres...- dijo titubeando- ...el General?- dijo dándole la mano, estaba tan sorprendido de Leo, miró a su alrededor y los soldados bajaron sus rostros con excepción de Lands y Marcus. Una señal de respeto y de disculpas asumiendo todos la responsabilidad de tal actuar.

-Si buen hombre, mi nombre es Leo- dijo poniéndolo de pie- Realmente lo siento- bajó su cabeza.

-No, no te preocupes, no debí acercarme de esa forma.

-Dime ¿Que deseas con tanta prisa hablar con la Princesa? Ella tiene asuntos importantes que hacer.

-Lose, yo solo deseaba entregarle esto- dijo mostrando el sobre mientras lo limpiaba.

-No te preocupes yo se lo entregaré.

-Muchas gracias, General.

Diciendo esto, todos volvieron a caminar, Lands solo aguardo silencio y no me miró por un leve tiempo. Leo no tardó en llegar a mi lado y estirando su brazo me entregó el sobre.

-Gracias General- pero él no contestó, solo bajó su rostro como recibiendo mi gratitud y volvió a caminar acercándose a Lands.

-Lands.

-Lo siento General, no era mi intención.

-Tranquilo, no estoy enojado.

Podía escucharlos, podía miradle, un asesino sin escrúpulos hoy me había demostrado su lado amable y bueno. No podía estar más que sorprendida y alegre por lo que solo aguarde silencio mientras escuchaba

-Solo una cosa, este es tu pueblo, es tu gente, no solo protegerás a la familia real o a los ricos, sino a estos también. La clase media, la clase baja, sin ellos no hay Reino.

-Pero General, él venía prepotente.

-No Lands, debes aprender a leer el lenguaje corporal y el lenguaje expresivo de las personas- dijo haciendo un circulo en su rostro- cada uno de los habitantes de aquí pueden que te teman o te amen y eso solo lo ves en los ojos, junto con sus expresiones.

-¿Expresiones?

-No veas lo que hacen sus pies, ni sus manos, ve sus rostros, ¿Por qué crees que ninguno de mis hombres actuó?

-Porque no era un peligro.

-Exacto, ese hombre venía con una inquietud, estaba nervioso, desesperado, pero no arrugaba su frente y tampoco apretaba sus labios, la mayoría fruncen el ceño.

-De verdad, lo lamento General, ahora entiendo.

-Te falta mucho que aprender Lands.

-Si General.

En el puerto ya la gente me esperaba, Cretos tenía mucha pobreza, la mayoría de su gente vivía aquí, gente humilde, gente muy amable que desde temprano hacían fila desde el puerto en el que siempre me ponía hasta la calle principal. Llegamos a los pocos minutos y gracias a los soldados comenzamos a entregar un saco de levadura, un saco de verduras, frutas, ceda de 10 metros y tres mantas polares además de 2 vasijas con leche a cada familia. Pronto el miedo comenzó a alejarse, gracias a mi presencia las personas cambiaban las expresiones de su rostro y aceptaban las cosa que los soldados le entregaban.

-La verdad es que si la esperaban- dijo Leo acercándose del lado izquierdo.

-Sí, desde muy temprano la gente me espera. En el invierno es igual pero entregamos más pieles y leña.

-Usted, no es la princesa que conocí.

-¿Te he sorprendido?

-Sí.

-Tú también me has sorprendido, por fin conozco al General siendo más humano.

El sonrió al escucharme, estaba parado con sus brazos cruzados pero no me dirigía la vista, atento a las personas.

-Debo admitir que es agradable.

-¿Qué cosa?, ¿Hacer buenas acciones?

-Ver feliz a las personas, Tioma esta tan encerrado de Liastian que esto no lo había visto como algo tan natural.

-Pero estas aquí ahora ¿No?, espero que me puedas acompañar en la siguiente luna.

-Si usted me lo permite- dijo y subió la mirada a mí sonriendo.

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No tardamos mucho en terminar, la princesa se veía contenta, alegre, sus ojos brillaban cuando hablaba con las personas y su sonrisa nunca se esfumaba, era una buena mujer, una buena Princesa.

-Leo- dijo Thiao acercándose a mí.

-Dime ¿Qué ocurre?

-Los ancianos te están esperando en la entrada.

-Oh, cierto, cierto, pensé que vendrían más tarde.

-Si haces la reunión, avísame si quieres que te llevemos algo de comer, es tarde y no has comido nada.

-No te preocupes, comeré cuando pueda.

Al llegar a las puertas del Castillo, un montón de ancianos esperaban en la entrada, unos se habían sentado en el suelo, otros se echaban viento con sus sombreros hechos de paja y murmuraban entre ellos.

-Princesa- dije deteniéndome- fue un placer para mi servirle, lamento que me tenga que retirar.

-Ve General, tienes otras cosas que hacer no te quitaré más tiempo.

-Muchas gracias, Princesa, con permiso.

-¿Quieres que te acompañe?

-No Cathal, quiero que envíes a Anuk, tengo una carta para Liastian en mis aposentos, esta con el sello listo para ser enviada.

-Bien, ¿Cuándo te dará respuesta el Rey sobre lo que solicitaste?

-En el transcurso de la semana, hay que esperar.

A medida que me fui acercando al grupo que me esperaba, estos rápidamente se pusieron de pie y me observaron, algunos apretaban sus labios y los mojaban constantemente y con sus manos mientras se sacaban los sombreros.

-General.

-Señores, ¿Son todos?

-Sí General.

-Bien, acompáñenme- dije caminando al interior del Castillo.

Subimos tranquilamente por las escaleras y entre murmullos nos hicimos paso hasta el salón de guerra, mi salón personal. Al entrar les pedí que se sentaran alrededor de la gran mesa y los miré, eran unos campesinos que alguna vez habían vestido de soldados.

-¿Hablo yo primero o los escucho a ustedes?

-Usted- dijo uno de ellos.

-Bien, entonces comenzaré. Como verán les he pedido dejar el cargo de soldados viendo su deteriorado cuerpo por la edad y además por los años que no son poca cosa ante el servicio del Reino-;dije mientras sacaba un manta llena de pergaminos y los dejé en la mesa- busquen el suyo por favor y manténgalos con ustedes- ellos obedecieron rápidamente encontrando sus nombres en ellos- los he revisado uno por uno y deseo que todos tengan la mayor gratitud del Reino ante vosotros. El Reino les dará a cada luna harina, trigo, leña, cosas básicas para que ustedes y su familia puedan vivir. Los emblemas de oro (era el dinero de allí) se repartirán junto con estas provisiones de acuerdo a los años de servicio que han cumplido, por eso necesito de sus pergaminos.

-General, ¿Esto se ha hablado con el Rey?

-Sí, tengo eso ya hablado con él, ahora, necesito saber- dije sacando una hoja y una pluma- ¿Cuáles son sus requerimientos, alguna medicina, algo para su hogar? Los escucho ahora.

Ellos se miraron extrañados, podía ver en sus caras lo incomprendidas que eran mis palabras, pero a la vez tan entendibles, tan simples que no podían creer.

-Yo- dijo uno levantando la mano tímidamente- yo necesito un techo.

-Sí, yo también.

-Mi comedor es un desastre.

-El techo se vino abajo.

-No he tenido los recursos para arreglarlo.

-Una mula podría ser.

-Madera para arreglar.

-Esperen, esperen- dije alzando la voz- ¿De qué están hablando?, por favor hablen de a uno.

-Mi General, antes que llegaras, nos topamos con mucho viento en las noches, mucho de nuestros techos fueron levantados y estamos hoy en día viviendo solo con telas para cubrirnos del sol.

-Es muy común que en esa fecha comenzaran los vientos, pero nunca pensamos que iban a ser tan fuertes

-Mi hija se ha enfermado mucho este año a causa de eso, si usted pudiera darnos madera para arreglar nuestros hogares, creo que estaríamos muy agradecidos.

No podía creer lo que me pedían, algo tan necesario, ¿Pedirlo a estas alturas?, ¿Por qué el Rey aún no se encargaba de esto?. Ya había pasado casi dos lunas y estos hombres estaban viviendo en decadencia, ¿Serán hogares cerca del puerto?

Ellos guardaron silencio y me miraron atentamente esperando alguna respuesta de mí, yo solo los miré un poco aturdido. Entonces solo me levanté del asiento y me acerque a la ventana.

¿Cómo poderlos ayudar? Si les entregaba madera ¿Tendrán la suficiente fuerza para poder hacer algo con sus manos y arreglar sus hogares?, ¿Cuántos hombres vivirían con ellos? Entre hijos, nietos, yernos, ¿Habrá manos para ayudar?, y si tan solo, yo y mis hombres.

-Deseo- dije dándome la vuelta a mirarlos- deseo ver sus hogares.

-¿Ahora?- preguntaron y se miraron mientras murmuraban.

-Sí, por favor muéstrenmelo.

-Acompáñenos entonces- dijo uno y todos comenzaron a levantarse.

-Por los dioses.

Íbamos saliendo del Castillo mientras que Luca y Marlen aparecían por el portal del Norte.

-General- dijeron bajando sus rostros.

-¿Desea que lo acompañemos?- preguntó Marlen.

-¿Están en receso?

-Sí, los jóvenes aun recuperándose detrás- rio Luca.

-Bien, si no tienen nada que hacer entonces vamos- dije y caminamos a la parte inferior del pueblo

Mis hombres habían tenido la misma reacción mía al contarle la situación en la que los soldados que habían dedicados sus vidas a servir al Reino, vivian en hogares sin techo y con pocos recursos. Fue un poco más impactante al llegar y ver realmente como vivian o más bien sobrevivían

Llegamos a la primera casa de uno de estos hombres, él humildemente tocó la puerta saliendo de ella una señora de edad que rápidamente se asustó al vernos y en su reacción tomo las manos del hombre.

-Tranquila querida, ellos vienen a ver la casa.

-¿Este es tu hogar?- dije acercándome.

-No nos hagas daño- dijo la mujer mientras aguardaba detrás de su marido.

-Querida, tranquila, tranquila.

-Marlen, Luca.

-Sí General- dijeron bajando sus cabezas.

Fue entonces que despojándose de la armadura más pesada, ambos se echaron atrás y corriendo subieron por el muro de la fachada de la casa, sosteniéndose en una viga subieron al techo

-La gente aún no se acostumbra a tu presencia General- dijo uno de los hombres que aguardaban a un lado de la calle.

-No.

Desde las ventanas de los hogares nos miraban algunas personas, otras por otro lado aguardaban desde el otro extremo de la calle, poco a poco comenzaron a reunirse más y más.

-¿Cómo se ve ahí arriba?- pregunté mirando al techo.

-Faltara bastante madera, hay mucho que hacer aquí- dijo Marlen asomándose.

-¿Cuánto demorarías?

-General- dijo el anciano sorprendido- por favor, lo que usted está haciendo ya es bastante a lo que recibíamos antes, no debes preocuparte por mi hogar, con la madera será suficiente.

Lo miré un momento un poco sorprendido, ¿Por qué se negaba tanto en recibir la ayuda?, el hombre solo mojó sus labios y corrió al vista por la incomodidad que yo le hice producir, fue entonces que sonreí.

-A ver soldado- dije caminando a el- dos cosas o te ayudamos y te damos todos los recursos que mencioné hoy, o no aceptas y ves tu como sacar ingresos para sobrevivir, decide- dije y sentí caer a mis hombres detrás de mí.

-Yo- dijo este hombre pero su esposa se adelantó

-Sí, si aceptamos su ayuda.

-Mujer- dijo él.

-No querido- volteó a mirarlo- aceptémoslo estamos muy viejos para estas cosas, podemos estar tranquilos si nuestro hogar queda en perfecto estado- su esposo solo asintió con la cabeza entonces ella volteo a mirarme y temerosa se acercó a mí- No eres como todos cuentan General.

-¿Marlen?

-Tres horas.

-¿Tres horas?, ¿Contando el corte de madera?

-No, solo en hacer un techo nuevo.

-Bien- dije pensando en si realmente íbamos a poder cubrir todo y ¿Si demoráramos más de la cuenta?- soldados- me di media vuelta y miré a los demás ancianos- ¿Sus hogares están en las mismas condiciones?

-Sí, General, aunque hay algunas que están peor.

-Bien, saquen todo lo que puedan hoy, mañana partimos aquí primero, al alba- dije bajando mi cabeza y me puse en marcha.

-¿Esto...- dijo una mujer que era vecina del soldado, yo solo me detuve sin mirarla- esto lo haces para limpiar tu conciencia?

-Halley- dijo su padre tomándola de los brazos.

Marlen y Luca se pusieron a reír mientras volteaban a verla y voltee yo. Era una hermosa dama con cabellos rojizos, pecas en su rostro, piel blanca, y buenos atributos.

-¿Tu nombre?- dije mirándola.

-¿Eso que importa?

-Señor, por favor- dijo su padre poniéndose delante de su hija- perdone la lengua de mi hija, la castigaré lo juro.

-Déjala- le ordené mientras me acercaba- ella ya es una mujer, no necesita de ti.

-Señor, ella parece mayor pero solo tiene 16 años.

-¿Sangra?- pregunté mirándolo y él se sorprendió abriendo sus ojos y boca- entonces ya es una mujer.

-No te la lleves.

-No hombre, no soy ese tipo de persona. En cuanto a ti- subí mi mirada y la observé. Era una chica muy hermosa pero desafiante- señorita "que importa", le diré que mis acciones jamás me han hecho arrepentirme, asique cualquier decisión que yo tomo no doy un paso atrás.

-¿Entonces, por qué haces esto?

-Porque- dije acercándome aún más a ella, hasta pude sentir s respirar en mi cuello por su baja altura- este es ahora mi pueblo y cuido lo que es mío- ella no hizo más nada que mirarme y sonriente voltee a mirar a la gente- cambiaré la forma en que miran al ejército. Lo que he hecho solo es el comienzo.

Esa misma noche, comenzamos a movernos para poder estar listos para el alba del día siguiente.

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-Lands- lo llamé mientras baja las escaleras, ¿Dónde está Marcus?

-El, él está aún recuperándose.

-¿Recuperándose?

-Del entrenamiento Princesa- dijo Cathal que iba más atrás junto con Lands.

Fue entonces que voltee y vi lo tortuoso que era para Lands bajar una simple escalera.

-¿Tú también?

-Princesa lo siento.

-No, no te preocupes, pero ya sabes, para la otra confía en lo que dice el General- reí- hablando de él, supe que hoy irían al pueblo, ¿Sabes algo Cathal?

-Si Princesa, irán a ayudar a los soldados viejos.

-¿Y los entrenamientos?

-Dejaron un receso de dos días así, personas como Lands estarán en mejor condiciones -

-¿Por qué no vas tu Cathal?

-Iré después del desayuno.

-Puedes ir ahora, no hay problema solo iré a ver a mi padre.

-Está bien Princesa iré entonces, si usted desea salir dejare a unos hombres en el portal, vaya con ellos.

-Gracias, Lands, vete también, descansa y recupérate.

-Princesa yo.

-No, solo anda.

-Con su permiso- dijo bajando su rostro y marcho lentamente.

No había visto a Leo desde que me había acompañado al pueblo y tenía tanta curiosidad de saber que era lo que hacía, seguramente mi padre debía saber.

-Princesa- dijeron los guardias de sus aposentos y abrieron la puerta anunciando mi llegada.

-¿Padre?- entré pero él no estaba, a un lado de la ventana solo estaba Fadila apoyando sus codos en el borde de esta.

-¿Qué haces?

-¿Qué haces tú aquí?

-Buscaba a mi padre, ¿Por qué estás tan sonriente?

Ella estaba más alegre de lo normal, y reía incluso sola, ¿Se habrá vuelto loca? Digo, ¿más loca?

-Ven a ver- dijo moviendo sus manos y entregándome un catalejo de madera y cuero- han estado toda la mañana ahí- míralos, míralos- dijo emocionada.

Obedecí, puse el catalejo en mi ojo derecho y observe.

-¿Qué quieres que mire?

-Arriba, arriba de los techos, por el puerto.

-¿Por el puerto?

A lo lejos, los pude ver, había muchos hombres en el lugar, muchos de ellos se encontraban trabajando en los techos de las casas, martillando clavos, subiendo maderas, poniendo tejas entre otras cosas. Estaban solo con el pantalón, las botas y habían descubierto su torso que brillaba por la transpiración de muchos.

-Han estado ahí toda la mañana.

-Sí, ya lo habías dicho.

-¿No te parece genial?, Despertar con esta hermosa vista es dicha de los dioses.

-¿Thion lo ordenó?

-No, Leo está a cargo de ellos, supe que en la noche comenzaron con el corte de madera, al principio no eran mucho, los 5 Comandantes y Leo pero a medida que ha ido pasando la mañana, más soldados se les han unido.

Leo estaba en la primera casa, lo busque por todos los tejados, hasta que lo encontré junto con Kurok, trabajando juntos. No había visto el cuerpo de este hombre, de ninguno debo decir y era realmente asombroso, hermoso a la vez. Tenían pectorales firmes y sus músculos se marcaban en sus estómagos, la mayoría de ellos eran así, menos Leo. Él estando sentado, podía verle esos músculos de los que menciono, pero cuando se ponía de pie no tenía esa marcación que todos tenían en especial Kurok, un cuerpo más que trabajado. De todas formas, Leo se veía magnifico, su brazo temblaba con cada martillazo y su rostro completamente concentrado, saltaría la locura entre todas las mujeres de allí.

-Ten- dije entregándole el artefacto- iré por mi Padre, aprovecha lo que ves.

-Tu deberías hacer lo mismo- dijo sentándose en una silla con el instrumento en su ojo.

Salí de los aposentos de mi padre y me sentía extraña, tenía tanto calor, mi respirar era bastante agitado y mis manos temblaban con ese cosquilleo en mi estómago, sin duda este hombre me ponía tan deseosa.

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-¿Todo bien por ahí?- dijo Cathal.

-Llegaste- dijo Kurok que subía una de las tablas- ven sube a ayudarnos.

-Estas chistoso- rió Cathal mirándonos desde abajo.

-Cathal, tráenos agua.

Hacia tanto calor, íbamos ya terminando con la casa y habíamos demorado menos de lo pensado, pero los hogares no disminuían, sino que, aumentaban, necesitaba a Cathal.

-Hey- dije bajando.

-Tenga soldado- dijo la anciana ofreciéndome un cuero lleno de agua.

-No debería preocuparse.

-General, has venido muy temprano y no has descansado, debería detenerse y comer algo aunque sea.

-Gracias por el agua- dije recibiéndola mientras que Cathal se acercaba a mí.

-Hombre, estás todo mojado- dijo al verme bien- date un tiempo.

-No, no hace falta, más tarde descansaré.

-Está bien, dime que necesitas.

-Una lista- dije recobrando el aliento después de beber- una lista para saber que falta, cuantos hogares, si falta madera, tejas, barro.

-Bien, no te preocupes yo me encargare de esto.

-Vamos Leo, no tenemos toda la mañana- dijo Kurok desde arriba.

-Bien- dije agarrando uno de los extremos de la madera.

A cada minuto los jueces del Reino nos observaban y hablaban de nosotros. Las personas se quedaban horas mirándonos, y poco a poco, su actitud comenzaba a cambiar. En el transcurso del día llegaron frutas, bebidas, pollo, vino y más agua que eran donados por los mismos pueblerinos. Cathal por otro lado junto a otros soldados que fueron llegando, levantaron un campamento cerca de la orilla del puerto, mesas, sillas y tablas de madera con telas para uno que otro soldado que iba a descansar, manteniendo así todo en sombra para alivio de nosotros.

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Leo estaba agotado, se veía en sus ojos y en sus constantes miradas al cielo. El sol pronto comenzaría a ponerse en las montañas y estos no habían parado. Bajaban de los techos y se echaban a sus hombros tablas de madera, hombros con raspones y rojos por el peso, luego uno subía mientras que el otro acomodaba la madera casi verticalmente en el mismo hombro, con ayuda de otros dos soldados la subían. Un entrenamiento más que duro y constante incluso para los comandantes.

El trabajo terminó siendo por grupo. Leo y Kurok solo le quedaban una casa que entablar de ahí solo faltarían las tejas. Kurok fue el primero en subirse.

-Esta, está bastante mala.

-Sí.

-¿Ya es la última?- preguntó Kurok

-Sí, pero...-grite mirándolos.

-Pero ¿Qué Cathal?- preguntó Leo mientras me miraba sentado en la orilla del tejado.

-Se han unido bastantes casas más.

-¿Cuántas más y de quiénes son?

-De los soldados que antes ya se habían ido del ejercito.

-¿Qué?- preguntó sorprendido Leo.

-¿Y cuándo me ibas a informar de eso?

-Pensé que si te decía, no lo harías.

-Claro que lo haría pero me tomaría las cosas con más calma, sabiendo que no haríamos esto en solo dos días.

-Bien, para la otra te avisaré- reí.

Mi alegría no duró mucho cuando sentimos un gran ruido como un golpe y el polvo saliendo de la misma casa que estaban cubriéndonos a todos.

-¡Kurok!- gritó Leo.

-Hey, Kurok- grité mientras tocia por el polvo.

-Hey hombre- sentí la voz de Eiric a lo lejos- ¿Qué ocurrió ahí?

Alce mi mirada al Norte y lo vi junto a Luca puestos de pie arriba de una de las casas que estaba al término de una de las calles. Todos los soldados hicieron lo mismo, puestos de pie y esperando alguna respuesta. Leo bajo tan de prisa entrando al hogar que lo perdí de vista en tan solo segundos.

-¿Están bien?- dijo llegando uno de los ancianos- ¿Qué paso?

-¿Todo bien?- grite mientras sacudía mi mano para dispersar el polvo, llevé mi manga a mi boca y entré.

-Kurok- sentía la voz de Leo.

-Me golpee la cabeza.

-Está bien, tranquilo, no te levantes aun.

-No vi ese agujero.

-Ya tranquilo, no pienses en eso ahora.

-Leo- la luz del sol entro por el techo y entre polvo vi la silueta de estos hombres.

Kurok aún estaba acostado entre madera y tejas y Leo a su lado.

-Cathal, llama a Marlen, necesito que me ayude, no lo puedo solo.

-Espera Leo, puedo caminar.

-¿Enserio?

-Sí, solo estoy un poco mareado.

-Vamos Leo, llevémoslo a una de las camas que tengo ahí.

-Kurok, quédate quieto, tu cabeza está sangrando.

-Llamare a Eiric- dije saliendo pero antes de llegar a la puerta, Eiric y Luca habían llegado.

-¿Qué paso?- dijo seriamente.

-Kurok piso mal y el techo se vino abajo- dije mientras entrabamos.

Eiric al verlo se arrodilló a su lado y lo observó mientras le hacia una que otra pregunta.

-¿Cómo estas amigo?

-No eres mi amigo ¿Qué crees?- contestó este frunciendo el ceño.

-¿Puedes ver bien?, ¿Me ves?

-Sí, imbécil, no estoy ciego.

-Está bien, estas bien- rio Eiric- déjame ver tu cabeza.

Leo se levantó lentamente y Eiric se puso en el lugar donde estaba

-Que estoy bien te digo.

-Sí, lo estas, es una herida superficial, te limpiaré y vendaré afuera ¿Bien?

-Bueno, bueno, ayúdame a pararme- dijo estirando los brazos.

-Te ayudo- dijo Luca acercándose junto con Leo

-Con cuidado, lento, lento- dijo Eiric mientras que los otros dos pasaban los brazos de este hombre sobre sus hombros.

-Les traeré agua, vayan a las camas de la sombra.

-Si Cathal, lo llevaremos ahí.

-Leo, debes descansar- dijo Kurok mientras caminaban hacia afuera.

-Si hombre.

-He Cathal- me llamó mientras sacaba su brazo de los hombros de Leo- haz que este hombre descanse, no queremos que otro caiga.

Leo solo guardo silencio, sabía que era cierto y que atesoraría recostarse un momento pero era terco, no aguantaba ver a sus soldados realizando tareas mientras el descansaba.

-Ya escuchaste, no me obligues a golpearte para que duermas.

-Si Cathal- contestó dándome unas palmas en el hombro- llama a Thiao, descansaré.

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-¿Qué hace un hombre como tu durmiendo en la intemperie?

-¿Está dormido?

-Sí, se ve profundamente dormido

Había ido al puerto junto con mis doncellas más Lands y Marcus que se negaron a dejarme ir con otros soldados. Ellos me dieron el espacio suficiente y aguardaron mientras yo me encontraba con esta hermosa escena. Un edificio tapaba el sol proyectando una gran sombra a la calle del puerto, y en un lado, acostado sobre una tela Leo dormía sin ninguna preocupación. Tenía sus brazos arriba apoyando su cabeza en sus manos, y no había rastro de más soldados a su lado, solo uno que otro en una espacie de carpas al fondo.

Me acerqué a su lado y pude contemplarlo detenidamente. Sus pestañas no eran tan largas, su piel como siempre se veía lisa y suave, su pectoral desnudo sin bello alguno, en sus hombros podían verse las marcas rojas y un poco moradas de su arduo trabajo. Además que aun llevaba en su brazo la venda de la herida de la otra vez. Su pantalón negro abrochado por una correa y tenía otra correa que abrazaba su muslo izquierdo donde sobresalía una hermosa empuñadura de un halcón. Miré a mi alrededor por un tiempo pero no había persona que lo protegiera, ¿Cómo podía estar tan relajado en un lugar como este?, me resultaba extraño, los 7 siempre estaban juntos a donde iban, alguien debe estar observándolo desde algún lugar, pero ¿Dónde?.
Por más que miraba solo veía casas, personas caminando por la calle, otras asomadas a la ventana y ¿Si no?, ¿Y si este hombre solo vino y se acostó sin avisar a nadie? Voltee a mirarlo nuevamente, sentía como mi corazón intranquilo latía y como mis mejillas se sonrojaban.

-Por los dioses qué bello es este hombre- me dije mientras me hincaba para mirarlo de cerca, no podía evitar mojar mis labios y llevar mis dedos a ellos. Se veía tan pacifico, tranquilo, tan vulnerable. ¿Quién pensaría que esta persona ha traído tanto terror al pueblo?, ¿Habrá ganado ya el amor de Cretos? Y ¿Por qué este hombre no tiene los abdominales más marcados como los demás? O sea, era bastante atractivo como era hoy en día, se podía ver sus músculos, la línea que bajaba del pectoral hacia un poco más arriba de su estómago, y sus brazos, sus brazos firmes anchos.
Por los dioses, no necesitaba estar más preparado que los demás, así, así estaba bien, ni siquiera sé lo que estoy pensando y porque lo pienso.

-¿Princesa?

-¡Cathal!- dije asombrada y no sé cómo llegue a levantarme y alejarme rápidamente de Leo.

-Tranquila, no quise asustarla.

-¿Me estabas observando?

-Venía a ver como estaba uno de nuestros comandantes, se hirió la cabeza cuando estaban trabajando.

-¿Se cayó del techo?

-Sí, pero habían una mesa debajo que en parte amortiguo su caída, está descansando ahí- dijo apuntando a una mesa al fondo y pude ver a su hombre dormido con una venda rodeando su rosto.

-Válgame los dioses, menos mal no le ocurrió algo mayor.

-Sí, tuvo suerte, pero igual Kurok es duro para que le pase algo así- rio.

-¿Por qué no estás en los techos como los demás? -/

-Oh Princesa, sé que se va a reír pero con valor le diré- dijo mirando el cielo- yo, le temo a las alturas.

-¿A las alturas?, pero Cathal- debía estar acostumbrado a que la gente se ría de él, pues yo también reí- ¿Cómo puedes tenerle miedo?

-Lose, lose Princesa, soy un soldado que le teme a las alturas, pero si me ordenaran subir a la cima de una colina, lo haría.

-Eres gracioso Cathal, me simpatizas.

-Usted se ríe mucho de mí, estoy cómodo con su presencia- dijo y reímos.

Era tan fácil conversar con este hombre, era como un hermano pequeño, alguien donde podía ver una amistad fuerte y duradera, divertido, sincero, tenía como una inocencia casual como los niños pequeños pero a veces era bastante sabio que me impresionaba cualquier cosa que saliera de su boca.

-Oye Cathal.

-¿Si Princesa?

-¿Por qué el General es tan descuidado donde elegir el lugar para dormir?

-¿Descuidado?- dijo mientras lo miraba- Leo no había parado de trabajar, incluso ni siquiera ha comido y solo vino a descansar, pero no está solo si es lo que cree- lo sabía.

-¿Dónde?

-¿Dónde qué?

-¿Dónde está el hombre que lo está vigilando ahora?- Cathal al escucharme se puso a reír tapando su boca con su brazo- usted es muy astuta, busque, mire bien.

-Ya lo he hecho, pero solo veo casas y personas.

-Piense, ¿Quién lo podría vigilar a esta distancia?, él está a la deriva, en el medio de la nada y quien lo cuide, debería ser alguien...

-Thiao- dije mirándolo y supe enseguida que sí era él, gracias a la sonrisa que me regalo- él es el único que podría protegerlo a larga distancia.

-Sí, princesa, sabiendo eso, ¿Dónde podría estar?

-Dímelo tú.

-Mire- dijo y saco un poco su espada y la movió un poco haciendo un destello por la luz del sol, tan pronto hizo eso, al inicio de una calle en la oscuridad de una sombra volvió a salir un destello.

-Fabuloso- sonreí- ¿Entonces Leo duerme en donde él le dé la gana?

-Si princesa, siempre ha sido así.

-Oye Cathal, venía a veros pero además de eso, supe que están gestionando recursos para mantener a los soldados más antiguos y retirados ¿No es cierto?

-Si Princesa, en eso estamos.

-Bien, ¿Esto lo hace Leo porque ahora esta es su gente?

-Sí, usted estuvo cuando Lands...

-Sí- le interrumpí- entiendo y me agrada su postura, por lo que debo suponer que les interesará mi solicitud.

El me miró atentamente sabía que era un tema serio para ellos por lo que su sonrisa se esfumo rápidamente de su rostro.

-Deseo que Leo pueda persuadir a mi padre, la suma de emblemas de oro que se les da a los soldados es bastante baja, son 8.

-¿Por cada persona miembro de su familia?

-No.

-¡¿Por familia?!

-Sí, es bastante poco.

-Por los dioses, ¿Qué está pensando Thion ante esto?, ¿Cómo puede ser así con la gente que dio años por el Reino?- dijo hablando solo. Luego me miró asustado- lo lamento- bajo su cabeza- no debí hablar tan descuidadamente del Rey.

-Bien, infórmale al General cuando despierte- sonreí.




Próximo Capítulo 11.-Empatía.

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