🧚♂️🧚♂️CAPITULO VIII SANGRE PLATA🧚♂️🧚♂️
Mientras sigo perdida en mis pensamientos y buscando los por que, Golban me entrega a su líder con nerviosismo y duda, ya que teme pueda ser el hada equivocada, y no quiere terminar asesinado por ese enorme escorpión.
Me percato de sus emociones. El viejo no mira a su líder y mantiene sus ojos rojos al suelo, con una respiración intranquila que transmite el grave peligro que representa el estar frente a Rovar.
No pienso, no soy capaz de actuar de forma consciente con tanta perdida y muerte. Temerariamente salto al vacío, aprovechando la duda y temor de quien me sujeta y trato de escapar. Sin embargo para este entonces, ya tengo la visión completa del sitio, y estoy consciente de que seis escorpiones se encuentran en el mismo lugar; una misión de escape imposible.
Rovar al ver mi osadía, empieza a abrirse paso aventado y destruyendo todo. Despeja el camino a su alrededor sin importarle lo demás, al mismo tiempo, su exterior sufre una metamorfosis y soy testigo de la drástica transformación en su ser. Ese enorme monstruo terrorífico de aguijones, toma la forma de un hombre, uno con un par de metros de alto y dos extremidades llamadas piernas. No puedo describir mi impresión. Pensé mantendría esa piel negra y facciones duras con ese desprecio a la vida, pero me he llevado una tremenda sorpresa al ver la quietud desinteresada en su rostro. Ahora recuerdo haber visto hace mil años esa cara, cuando un forastero caminaba por los limites de Terra llamando mi atención, debido a esa mirada pacífica y tranquila. Sin embargo en ese entonces no imaginé que se tratara de el líder legendario Escorpión; yo creí que era un elfo, o un vampiro viajero perdido en los límites de Terra.
La forma humana de Rovar es impactante. Ya que es poseedor de una piel blanca como luz de luna con brillo sobrenatural, al igual que la que poseía la Reina Avalón. Además es dueño de unas pupilas plateadas, iguales a las de la Reina Hada, y tiene un "eso", que lo hace divino; no sé cómo explicarlo. Su composición física es marcada, dejando clara su fuerza. De cabellos negros azulados al hombro, algo revueltos, pero esto lo hace ver aún mas llamativo. Llámenme loca, pero no parece alguien terrenal.
¿Estas características de Rovar y la Reina Avalón serán características de los líderes de cada reino? ¿Entonces el Señor Dragón, el Señor Elfo, la Reina Harpía, el Señor Vampiro y La Reina Sirena también compartirán estos atributos?
Basta de reflexiones. Estoy en una situación de vida o muerte y no puedo perderme así en estos pensamientos absurdos.
Rovar toma un tamaño que le permite moverse en lugares que el cuerpo de insecto enorme no le permitía. Se mueve tan rápido, que solo puedo sentir la ráfaga de viento inicial y después, solo sé que me ha arrinconado.
No me puedo mover, su presencia me aplasta y me falta el aire. Su tranquilo rostro me observa y entonces hace lo mismo que todos aquellos con los que me he topado; me huele, acerca su rostro y me lame sin poder preverlo.
—Te cambiaron el exterior —analiza mi sabor y mi ser—, pero a mí no me pueden engañar con transformaciones baratas. Los Gudirs se hubieran esmerado más para ocultarte, Hela—. Dirige sus palabras como si ya nos conociéramos.
—¿Hela? —preguntó confusa.
Creo que este escorpión me confunde. Su percepción debe haberse roto al pasar los años y por ello cree que soy esa tal Hela.
—¡Mi nombre no es Hela! —grito tan fuerte como mi valor me deja—. ¡Mi nombre es Dunkel! — inmediatamente tapo mi boca con mis manos al entender que acabo de cometer un grave error.
—¡Qué graciosa! —exclama divertido Rovar—. Como dije, a mi un espejismo no me engaña, y si tú, pretendes hacerme creer que eres una estúpida hada enana, primero piensa que es lo que te pasará si me haces enojar. —Señala hacia las mesas donde mueren las hadas—. Yo sé quien eres, sé distinguir a mis iguales a pesar del tiempo. En tus venas corre la misma sangre plata que corre en mi; así que deja de comportarte como alguien simplón de este maldito planeta y hablemos seriamente.
Contrario a lo que creo, Rovar no está para dañarme ahora mismo. Me trata como su igual, sin entender por que. Me mira esperando le de una señal de que realmente entiendo de lo que habla.
—Dolunay... —sigue observándome para ver mi reacción—. ¿Ese es tu hogar, no?
En verdad no sé de qué habla, estoy confundida, extrañada y pérdida de contexto.
—¡Vamos! —exclama algo fastidiado al fin—. No te haré daño si tú me das lo que busco. Solo entrégame la forma de volver a mi mundo. La llave de las puertas Mukova para poder cobrar mi venganza, es todo. —Extiende su brazo esperando le de algo.
Desconcierto es lo que invade mi ser, no tengo la menor idea de lo que quiere, o cree que soy. Así que Rovar al ver mi confusión, pierde la paciencia, me apresa entre sus manos y me estruja con fuerza comprimiendo mis huesos.
—¡Haaaaaaa! —grito.
—¡No estoy para juegos, Hela Dolunay! —exclama furioso—. ¡No imaginas cuanto tiempo esperé esta oportunidad!, la bruja de Avalón te escondió tan bien, que no supe que te encontrabas en sus tierras, pero... —sonríe maliciosamente—, quien quiera que fuera que inició eso en el bosque, le agradezco, solo así pude saber donde estabas y mírate aquí.
Ya no sé que es peor, si sentir alivio al saber que los escorpiones no tuvieron nada que ver con el incendio de Terra, o saber que algo peor inició todo, causando la tragedia.
—Señor, —interrumpe en el momento adecuado Golban— muerta no nos servirá esa hada. —Trata de hacerle entender el motivo de mi presencia—. Le hemos buscado por siglos, y ahora que la tenemos aquí para usted, no debe salirse de control.
Rovar deja de apretar, entiende lo que significa matarme, ya que estaría en el punto inicial de no tener nada. Me duele todo, puedo asegurar que tengo varias cosas rotas en mi. Ese hombre de cabellos negriazules de nuevo vuelve a ser aquel pacífico, me sujeta de mis brazos que alza sobre mi cabeza, me observa, me mira la espalda y ya sé que busca; mis alas.
—¿Dónde están tus alas? —pregunta confuso cuando me gira para todos lados—. ¿No te las han cortado verdad? —sus palabras son amenazantes—. Por que de lo contrario ya no nos servirás, Hela Dolunay. —Su tono me preocupa.
Me gira de todas las maneras posibles, buscando tener una perspectiva mejor en la cual pueda notar mis alas. Golpea mi piel, pensando que esto las hará salir de su escondite, quiero creer que solo finge no saber que nosotras, las hadas, hacemos aparecer y desaparecer nuestras alas con nuestras emociones; si me sigue tratando de esta forma obviamente no se desplegarán. Sin embargo realmente veo que desconoce esta parte, y la rabia interior que siente por no encontrar mis membranas transparentosas, hace que me aviente a una pequeña jaula cercana que posiblemente perteneció a un roedor y me encierra.
—Demos un paseo. —Agarra la jaula que me contiene y salimos a donde se encuentra la urbe de escorpiones.
Todos aquellos brutos desalmados perciben la presencia de su líder, se callan, dejan de hacer lo que hacían y prestan atención a la dirección de las puertas de roca amarillas. Algunos se ven sorprendidos al ver a Rovar con su forma humana. Otros se ven extrañados, y muchos otros se miran entre sí como preguntándose quién es ese sujeto; esto último me sorprende, pues la mayoría de la ciudadela parece no saber que se trata de Rovar, pero sienten que es él.
Rovar tiene una perspectiva amplia de su reino, mira de derecha a izquierda estudiando su entorno. Los escorpiones esperan atentos, seguramente quieren escuchar un gran discurso bélico que los emocione. Sin embargo Rovar se toma su tiempo, escucha los cuchicheos y fija su mirada en la lejanía con un gesto para nada pacífico. Arquea su ceja derecha, hace una mueca de disgusto y lo siguientes es, que una gran mancha negra pinta las paredes de ese lugar dejando perplejos a todos.
—¿Alguien más se cree con el derecho de juzgar mi apariencia? —pregunta el escorpión mandamás.
Es cuando entiendo lo que pasó en el fondo de aquel lugar. Los Escorpiones estaban tan confundidos con el sujeto que no se parecía a ellos, que no sabían que se trataba de su propio líder, y seguramente comenzaron a cuestionar el comportamiento de los demás ante ese "humano". Entiendo entonces que Rovar no había mostrado esta apariencia en siglos, por lo que los escorpiones más jóvenes no lo conocen así.
—¡Discúlpelos señor! —de nuevo Golban interviene— hace tanto que no muestra su verdadera apariencia, que muchos de nosotros no lo conocemos así. —Lo señala completo.
Rovar da un vistazo completo de nuevo. Su ritmo cardíaco baja y se tranquiliza.
—Pensé que bebiendo la sangre de Avalón, tendría el control para cambiar a voluntad mi apariencia, —dirige su discurso hacia mi—, puedo cambiar a mi firma guardiana, pero mi poder no regresa aún, —¿por qué me explica?—. Sin embargo mi ser reaccionó a la cercanía de ti, Hela Dolunay, regresándome mi forma y poder original. —Sube la jaula a la altura de su rostro—, gracias. Pero entenderás que con esto no te puedo dejar ir.
¡Maldita sea! ¡Jamás me dejará ser libre!
La tensa escena, inesperadamente es interrumpida por un escorpión del mismo tipo negruzco de aquellos que cuidaban los aposentos de Rovar. Entra desde aquella puerta con el arco en grabados Daemur y Lumikha donde Golban y Godrin me introdujeron a su hogar.
Rovar solo mira el movimiento en el camino principal y no dice nada. El silencio en el sitio se vuelve aturdidor.
—¡Señor! —toda la urbe de hombres escorpión voltea a verlo—, le hemos traído un festín, venga a la superficie.
El alboroto de nuevo se produce. Una algarabía de felicidad y júbilo hay en todos los escorpiones de la ciudadela, después de esta invitación a la superficie. Rovar cruza entre todos sus adeptos sin soltar mi jaula, y es seguido por los demás escorpiones que pelean por un lugar detrás de su líder.
Esta vez, no vamos por el camino de escaleras que lleva a aquel salón que cuenta su trágico castigo. Al llegar al arco de símbolos, con su mano comienza a ordenar los mismos en un diferente lugar y un enorme espejo se abre mostrando el exterior.
—¿Sorprendida? —me pregunta cuando sus ojos plata me contemplan— tu poseerás la habilidad de nacimiento, pero los Gadyen de nivel superior poseemos el conocimiento.
《¿Gadyens?》
No sé que es un Gadyen, pero Rovar me dice lo que él, la Reina Avalón, y los demás líderes son; eso explica por qué nadie se les compara en poder y habilidad.
Atravesamos el portal y el bosque que vi en mi vuelo cuando salí de aquellas cavernas, ahora lo tengo rodeándome. Alzo mi vista buscando aquella montaña donde muchos aún quedaron encerrados, pero lo único que observo es la cordillera de Eldur; el límite entre Mijatnerin y Vatra.
《¿Habré imaginado las cavernas amarillosas?》. Dudo de mi orientación por un segundo.
Sin embargo, mi atención regresa al bosque, cuando un grupo de humanos aterrados son acorralados por dos escorpiones negros de menor tamaño de lo que es Rovar. Humanos perdidos que atravesaron las Mukovas que aparecen inesperadamente en todos lados, de esta forma, curiosos atravesaron a Revas sin saber que no es un lugar seguro para ellos.
Las Mukovas, son puertas que abren mundos, mundos que pueden pertenecer a un mismo universo, o pertenecer a otras dimensiones. Esto hace que las Mukovas sean peligrosas, ya que si no sabes a donde vas a ir a parar, al cruzar una de ellas, corres el riesgo de morir de una manera horrible; pobres humanos, no tienen probabilidad de salir vivos de aquí.
Rovar, se abre paso hasta acercarse al círculo de humanos aterrados. Como dije, su apariencia es bella en esa forma humana, por lo que sus presas reflejan un semblante de gratitud al ver a alguien como ellos, pero con presencia imponente. Rovar nunca suelta mi jaula, por lo que me lleva hasta ese grupo de humanos y comienza a soltar las amarras que los mantienen prisioneros. Al ver esto los contrarios, no se asustan por las proporciones en cuerpo y altura de su salvador. El líder escorpión con ese gesto pacífico hace un ademán de que se vayan, que es su oportunidad de huir, y todos comienzan a correr despavoridos. Sin embargo, a los segundos, Rovar truena los dedos y empieza la cacería escorpión.
Los Insectos gigantes se escondieron entre la maleza. Una vez escucharon el chasquido, todos salen detrás de sus presas partiéndolas en pedazos, para después, llevar los restos a su hogar y seguramente ser la comida para toda la ciudadela.
Los escorpiones de mayor tamaño, se dan el lujo de jugar con la comida, los torturan primero, los llenan de terror y cuando la presa entra en desesperación, de nuevo soy testigo de cómo los parten en pedazos.
Rovar al estar extasiado con la escena y sin darse cuenta, me suelta, caigo al suelo y la jaula se abre. No lo pienso dos veces, de inmediato salgo de ella corriendo al resguardo de la maleza y hasta donde mis pequeñas piernas me permitan. Mi tamaño ayuda ano llamar la atención de los de mayor altura, solo soy cuidadosa de no atravesarme en el camino de un escorpión.
Mi carrera es tan apresurada, que sin darme cuenta tropiezo y ruedo hacia un camino inclinado, me lastimo y no puedo sostenerme de algo que pare mi caída sobre un acantilado. Entonces trato de usar mis alas, pero no responden, debido a todas las emociones en caos en mi interior y caigo a un gran río con un fuerte caudal.
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