Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

016

«Había una vez, un general que compra una esposa»

○●○●○●○

Rugulos salió del bar y bostezó.

Bebió demasiado la noche anterior y cuando despertó, la fiesta ya había acabado y el sol ya estaba en lo alto desde quien sabe cuándo. Acomodándose la ropa, caminó perezosamente fuera del bar.

—Disculpe...

Rugulos miró sobre su hombro. Había un hombre de apariencia común, ni demasiado delgado ni demasiado fuerte, parado detrás del bar llamándolo.

—Mi amigo... —dio un paso más cerca, parecía nervioso—. Escuché que su negocio últimamente necesita... ¿Mano de obra?

La expresión perezosa de Rugulos se endureció de inmediato. Se giró hacia él.

—¿Qué sabes tú de mi negocio?

—Ah, pues...

—¿De qué mano de obra hablas?

—Este...

—¿Quién eres?

—¡Alguien intentando hacer un negocio! —El hombre parecía querer regresar y ocultarse detrás de la pared, pero por alguna razón se congeló a mitad de camino y volvió a dar un paso al frente—. S-Soy un mercader, a eso me dedico. Y esta mañana adquirí un... interesante contenido. Si está interesado, podríamos...

Rugulos soltó un "ah" al escuchar que era un mercader, pero aunque retiró su mano de la daga, todavía lo rechazó.

—Olvídalo, ve a molestar a otro —se apartó, con toda la intención de irse—. No sé qué es lo que crees saber, pero piérdete, no estoy interesado.

—Yo mismo lo escuché anoche, mientras bebía le contó al cantinero que cada vez era más difícil encontrar gente dispuesta a trabajar en el horno y... algo sobre fabricar trampas...

—¿Y qué si lo dije? Estoy seguro de que también te dije que no estoy intere...

—¿Incluso si es una belleza?

Rugulos pausó.

—¿Belleza?

—Sí, sí. Cabello rubio, ojos claros, ah, piel... ¿Bonita?

Rugulos realmente lo consideró después de escuchar eso.

Aunque él no trabaja directamente cazando dragones, sí trabajaba en el área donde fabricaban todo el material que usaban para cazarlos; como jaulas, redes y cadenas. Y justo como el mercader dijo, realmente habían estado necesitando más manos para aumentar el número de producción.

Sólo que... Nadie en el taller estaba dispuesto a pagar por más personal. Los salarios eran un gasto adicional poco atractivo, y ningún hombre querría trabajar todo el día en un caluroso horno por lo mínimo, por lo que desde algún tiempo, Rugulos y sus demás colegas habían estado recurriendo al "robo" de algunas manos.

Sólo secuestrar y poner a trabajar personas a las que nadie extrañaría y por las que nadie pondría una recompensa, no era la gran cosa. Pero esta era la primera vez que alguien se ofrecía a "venderles" un par de manos.

Regulus no estaba dispuesto, ¿por qué comprar una persona cuando podían secuestrar a algún mendigo de los mercados al que nadie extrañaría? Sin embargo, cuando escuchó "belleza", sus pensamientos se desviaron hacia otro lugar.

No lo pensó demasiado y asintió: —Esta bien, muéstrame tu mercancía.

Quizás si no se hubiera perdido demasiado en sus pensamientos codiciosos, habría notado el sudor en la frente del mercader y la punta del cuchillo que alguien presionaba contra la cintura de este desde las sombras.

Rugulos rodeó el bar y caminó hasta el muelle sin demasiado prisa. El mercader lideró el camino todo el tiempo y cuando llegaron al que parecía ser su barco, desapareció dentro del barco y cinco minutos después apareció arrastrando con mucho cuidado un barril. Rugulos no se subió con él; actuando cautelosamente y vigilando los alrededores, sólo se acercó cuando el mercader le hizo un gesto y abrió la tapa del barril para él.

Se sorprendió gratamente. La chica estaba inconsciente, pero era tal cual la describió, muy hermosa. Su posición era un poco incómoda dentro de ese barril y sus ropas no se distinguían debido a que usaba una capa negra que envolvía sus hombros, pero ver su cara era suficiente. Era perfecta.

—¿De dónde la sacaste? —Preguntó con interés.

El mercader bajó la mirada a su propia mano y respondió antiguamente: —Un cliente me la ofreció como garantía hasta que pudiera pagar su deuda. Pero desapareció y ahora no sé qué hacer con ella. No puedo sólo dejarla ir, sería tirar a la basura mi dinero. Amigo, espero que puedas entenderlo, normalmente no hago este tipo de negocios...

—No te preocupes, los negocios están para ser apoyados, no para ser criticados —Rugulos ahora estaba de muy buen humor, incluso le palmeó el hombro—. Supongo que puedo ayudarte, ah, pero tendrás que hacerme un descuento. Te estoy haciendo un favor después de todo jaja...

El mercader dio una risa que por alguna razón sonó forzosa.

Al final, Rugulos realmente hizo un buen negocio y subió el barril a su propio barco mientras tarareaba una canción. El mercader pareció muy aliviado de deshacerse de ese barril, pero Regulus no pudo entender porque se disculpó con él antes de irse.

...Bueno, no tenía sentido pensar en ello.

—Señorita, haremos el mayor de los negocios hoy —Con el barco navegando en un punto fijo, Rugulos se tomó un momento para bajar por el área de carga, llevando el barril bajo su brazo—. Espero que no marees demasiado fácil, nuestro escondite no está lejos de aquí, pero antes haremos una pequeña parada...

Llegó hasta el final de las escaleras y se tomó un momento para encender la vela de una lampara que iluminó toda la habitación.

En ese sótano vacío y con un suelo lleno de paja, había tres jaulas.

Y en esas tres jaulas había cinco personas. Tres chicas en una y dos chicos en otra. Todos con un grillete en sus tobillos; grilletes que se conectaban en una misma cadena anclada al barco.

Rugulos ignoró las miradas de odio y con mucha calma abrió la jaula vacía y desechó el contenido del barril dentro. La chica rubia cayó sobre la paja con un golpe sordo.

—¿Cuánto más nos vas a retener aquí? —Escupió una chica de la otra jaula.

—No seas impaciente —Regulus normalmente era muy perezoso para responderles, pero hoy estaba de buen humor. Cerró el grillete en el tobillo de la rubia mientras hablaba—: Hoy podrán salir a tomar un poco de aire fresco, pero quiero que se comporten. Iremos a ver a alguien muy importante y le dispararé una flecha en la cabeza al primero que muestre la mínima intención de arruinarlo, ¿entendido?

—Si por ir a ver te refieres a "ir a obsequiarnos", sí, ya lo hemos entendido —contestó fríamente un chico.

Rugulos no perdió su entusiasmo ante ese comentario. Incluso tuvo la buena voluntad de dejarles la luz encendida cuando volvió a subir, en lugar de dejarlos a oscuras como siempre.

Ante el sonido de la escotilla cerrándose, todos suspiraron. Pero la rubia de la tercera jaula abrió los ojos y se sentó.

No pasó mucho tiempo antes de que Rugulos volviera a bajar. Cuando lo hizo llevó consigo una cubeta de agua para cambiar el agua de sus invitados, pero se sorprendió de ver que la chica rubia ya estaba despierta.

—Oh, bienvenida señorita. Debes estar muy sorprendida, ¿tus compañeros de celda ya te han puesto al día?

Sentada mientras jugueteaba con algo entre sus dedos, respondió con tranquilidad: —Estoy demasiado asustada para hablarles, ¿por qué no lo explicas tú?

—.... —Rugulos sintió que había algo extraño—. ¿Explicarlo?

—Escuché que vamos a un taller clandestino que fabrica trampas especiales para dragones, ¿por qué nos estamos desviando?

¿Por qué sonaba como si se estuviera quejando?

—Oh, sólo será una pequeña parada —contestó Rugulos de todas formas. Y al ver su rostro inexpresivo, añadió—: Verás, señorita, aunque este negocio es bueno, desde que el General Dragón apareció, eh... Con él protegiendo a los dragones, es cada vez más difícil cazarlos y menos rentable tener un negocio que vende trampas para cazarlos, por lo que el número de trabajadores que podíamos pagar para que ayudaran en el taller también ha disminuido, no dejándonos otra opción más que secuestrar algunos trabajadores... Es debido a que la situación está así de mal que necesitamos encontrar maneras de expandirnos, ya sabes, nuevos compradores, nuevas rutas —sacudió su mano, en un gesto de obviedad—. Por eso, hoy iremos a ver a alguien. Controla muchas rutas de comercio y tiene varias conexiones, si le agradamos lo suficiente nos permitirá hacer negocios en su territorio. Y quién sabe, con su apoyo el General Dragón dejará de tener tanta influencia en el negocio...

Algo en la mirada de la rubia se volvió tan frío como el hielo, una intención asesina que parpadeó y se fue. Pareció una ilusión.

—¿Y para agradarle decidiste que la mejor forma es secuestrar personas para dárselas de obsequio? —Cuestionó al final.

—Ah, jaja, pues nadie rechaza una cara bonita. No sé cuáles sean sus gustos, pero me esforcé y reuní lo mejor de lo mejor.

La rubia lo miró y miró hacia la primera jaula, la que tenía a dos hombres guapos. Uno de cintura delgada y uno más fornido.

Rugulos se encogió de hombros: —Como dije, no tengo idea de cuáles son sus gustos. Debo ir preparado.

Ella sólo se rió entre dientes, pero no parecía nada divertida.

—Entonces, si fracasas, ¿iremos directamente a la isla donde está ese taller clandestino?

—...¿Qué estás diciendo? ¿Por qué fracasaría? Te encontré a ti, ¡tu cara es perfecta!

—¿Iríamos o no?

—¡Sí, demonios, sí! —¿Por qué le importaba eso?

—Está bien entonces —declaró, recostándose contra la jaula en la que estaba.

La sonrisa en su rostro lucía muy fría, tanto que Rugulos dudó en acercarse a dejarle un tazón de agua cuando llegó su turno. Pero era sólo una chica, incluso estaba encadenada, así que de todas formas lo hizo.

Pero fue cuando se agachó a dejarlo, que Rugulos finalmente notó por qué sintió que algo andaba mal con ella.

Él recordaba que le había puesto el grillete en el tobillo izquierdo cuando la encerró.

Y ahora ella lo tenía en el derecho.

—.... —Se volteó y su mano salió disparada a su cinturón, buscando las llaves de los grilletes.

—¿Buscas algo?

—Eh... —Regresó a mirarla.

¡Y se dio cuenta! ¡La cosa con la que había estado jugueteando la rubia todo este tiempo!

—¡Dame eso! —Se las arrebató, alterado—. ¡¿En qué momento?!

Ella parpadeó, inocentemente.

—¿Qué? ¿Eran tuyas? ¿Por qué las dejaste aquí entonces? ¿Eres primerizo o algo así?

—¡No! Tú, tú... —Miró a los demás prisioneros.

Ella dijo que había estado muy asustada para hablarles, pero en este momento, sentía que eran ellos quienes estaban demasiado asustados para hablarle.

No se quedó más tiempo. Se aseguró de que las celdas estuvieran bien cerradas y subió de regreso. Incluso apagó la única vela que había. Decidió concentrarse en navegar por la ruta correcta y no perder el tiempo con ellos.

El lugar al que se dirigía era los mercados del norte.

Décadas atrás había sido un punto de comercio extremadamente peligroso, siempre en caos y lleno de ladrones y mercenarios, pero desde hace algunos años, la persona que dominaba en el territorio desapareció y alguien más tomó su lugar. Esta persona se encargó de enderezar el lugar, eliminar algunas ratas y colocar reglas bajo las que se rigieran los comerciantes, demostrando una increíble habilidad para administrar el territorio y una más grande para los negocios, ganando más y más poder hasta que eventualmente dominó por completo el norte y lo convirtió en la zona comercial más importante del archipiélago

Cualquiera que entendiera quien estaba arriba y quien abajo, querría comercializar por estas rutas o tener un punto de venta en su isla, pero no era tan sencillo. El hombre al mando tenía que concederte su permiso. Fue por esto que Rugulos fue tan lejos como para secuestrar algunas caras bonitas para él.

Lo había hecho a espaldas del resto de sus colegas, nadie más en el taller sabía que de las personas que secuestraban para que trabajaran en el horno, Rugulos se había guardado las caras más bonitas con la esperanza de poder reunir todo un dote de ellas y llevárselas como ofrenda (o soborno) al mandamás del norte, y no fue hasta que se encontró a esa chica rubia que finalmente logró un buen número, ¡un número digno de presentar ante el señor del norte!

Era un hombre, ¿no? ¡No había hombre que se resistiera a una cara bonita! Incluso si por alguna razón no cumplían con sus gustos, siempre podría ponerlos a trabajar en algún rincón donde no tuviera que verlos, ¿no?

¡Qué podría salir mal!

—Vengo a ver al señor Grimborn —solicitó, a un vikingo que estaba haciendo guardia en la entrada de la isla.

Él ni siquiera lo miró por más de dos segundos.

—Está ocupado con una subasta, no verá a nadie hoy. Regresa otro día.

Rugulos se aclaró la garganta y sacó de forma disimulada una pequeña bolsita que tintineaba con monedas, del interior de su camisa.

—Sólo serán unos minutos, es importante. Mi amigo, seguro que lo entiendes.

El hombre lo miró, pero aceptó el dinero. Con un movimiento de cabeza, le indicó que los siguiera. Rugulos dejó ver una amplia sonrisa y les hizo un gesto a las personas detrás de él.

En el camino al norte, había contratado a unos cuantos rufianes al azar para que lo ayudaran a "escoltar" a sus prisioneros, así que todos ellos los rodeaban y los vigilaban de cerca, obligándolos a caminar detrás de Rugulos y evitando que hagan alguna tontería. Él ya no tenía que preocuparse de que escaparan, pero sólo por si acaso, amarró las muñecas de cada uno fuertemente con una cuerda, no dejándoles otra opción más que caminar rectamente con sus manos detrás de ellos.

—Entonces, ¿hacen esto seguido? —La rubia era la única que seguía insistiendo en hablar. Ni siquiera se molestó por sus manos atadas—. Cuando se encuentran a alguien... ¿Si es bonito lo utilizan para lamer botas y si es feo lo ponen a trabajar?

—¡Shh! Silencio.

—¿Qué pasa con los niños? ¿Han reclutado alguno en estos días?

—¡Shh! ¡No me hagas usar una mordaza!

Ver un grupo así cruzando el mercado fue muy llamativo. Algunos se detenían a mirarlos, y ante tanta atención, aunque la prisionera seguía haciendo preguntas tontas, Rugulos se mantuvo de muy buen humor.

—Ah, seguro Grimborn y yo nos llevaremos muy bien —comentó Rugulos al propio guardia que lo guiaba—. No quiero presumir, pero mi negocio acabará reemplazando algún insignificante de por aquí... Ese, por ejemplo.

Señaló uno al azar. Uno que casualmente tenía pintado un dragón en su puerta. De hecho, fue por esto que lo señaló, como herrero que fabricaba trampas para ellos, naturalmente no le gustaban.

El guardia miró el lugar al que señaló y su expresión se volvió un poco rara. Actuó como si quisiera decir algo, pero al final, cedió y continuó liderando el camino.

La chica rubia, quien iba hasta el final del grupo, desvió sus ojos hacia ese negocio al pasar. Sólo iba mirando de camino, pero por alguna razón, cuando apartó la mirada, la regresó casi al instante.

—¿De quién es ese negocio? —Preguntó, con toda confianza hacia el guardia.

—Hpm, ¿importa? —Rugulos ni siquiera lo regresó a mirar.

Pero el guardia dijo: —Importante.

Alguien importante.

Rugulos no lo pensó mucho de todas formas. Si realmente lo era, se haría su amigo después.

El guardia los llevó hasta la parte trasera de una edificación e hizo pasar a Rugulos al interior una tienda a través de la segunda entrada, mientras que el resto de su gente no tuvo más opción que esperar afuera. Esta tienda no era común en absoluto, era muy amplia, casi del tamaño de una casa y estaba amueblada como una, con libros, lámparas de aceite, alfombras y muchas cosas valiosas que adornaban aquí y allá.

Rugulos silbó en admiración.

—Espera aquí —dijo secamente el guardia, bajando la cortina y alejándose—. El señor Grimborn vendrá aquí más tarde, no toques nada.

Rugulos tarareó en afirmación y caminó por la tienda, sonriente. Era un lugar de su gusto, muy bueno para hacer negocios. Viendo que estaba solo, buscó el mejor asiento para esperar, pero al avanzar por la tienda, descubrió que realmente no estaba solo.

Frente a la entrada principal, había una alfombra larga que se extendía hacia delante, y al final de esa alfombra, había dos sillas grandes que eran bastante llamativas a la vista. Como las sillas en las que dos jefes se sentarían, colocadas lado a lado en medio de esa pequeña sala, pero giradas ligeramente una hacia la otra con una pequeña mesita de por medio, como si quienes se sentaran ahí estuvieran destinados a discutir asuntos importantes.

Y en la silla de la derecha, había una persona.

Un hombre se recostaba allí. Rugulos sólo podía ver la espada de la silla y una parte de su perfil desde donde estaba, pero por la forma en la que el chico apoyaba un codo en uno de los brazos de la silla y se inclinaba hacia un lado, parecía estar tomando una siesta.

Rugulos casi se desmayó cuando reaccionó.

¡Ese ineficiente guardia! ¡Ni siquiera sabía que su amo ya estaba de vuelta! ¡Lo envió aquí y casi comete el error de despertarlo!

No supo que hacer o donde esconderse, definitivamente no debía despertarlo, pero tampoco sabía cómo proceder. ¿Se sentaba a esperarlo? ¿Salía? ¡¿Pedía que alguien lo anunciara?!

Considerando lo último, Rugulos trató torpemente de retirarse en silencio, pero tuvo la mala suerte de golpear su cadera contra un perchero y este cayó al suelo, haciendo un gran escándalo en el proceso.

El hombre en la silla inhaló y levantó su cabeza.

—¿Quién anda ahí?

Rugulos se sintió por primera vez extremadamente nervioso, tanto que casi se arrodilló ante su voz. Se las arregló para correr hasta los pies de las sillas e inclinarse respetuosamente ante él.

—¡L-Lamento la intromisión, señor! No fue mi intención despertarlo, de haber sabido que se encontraba descansando, ¡jamás me habría atrevido a interrumpirlo!

Sólo podía ver las botas del hombre, pero lo vio acomodarse nuevamente en la silla y hacer un gesto con la mano.

—No importa, no importa —su voz sonó perezosa. De verdad lo había despertado, pero gracias a Odín no parecía enfadado—. Dime, ¿quién eres? ¿Por qué estás en esta tienda?

—Mi nombre es Rugulos, señor, soy un humilde herrero que está aquí por negocios. Estaría muy agradecido si pudiera dedicarme una pequeña pizca de su tiempo —Rugulos fue lo suficientemente valiente como para levantar su cabeza y echar un vistazo a su rostro.

Se sorprendió. ¡Era extremadamente joven! ¿Alguien tan joven manejaba los negocios de este lado del archipiélago?

—¿Negocios? —El codo que había subido al brazo de la silla fue bajado de nuevo—. ¿Sabes...quien soy yo?

Reaccionó con rapidez: —¡Por supuesto! Quién no ha oído hablar de usted...

A pesar de que el señor del norte no tenía la apariencia que esperaba, no dudó en llenarlo de halagos y expresar su respeto hacia él. Interpretó su silencio como una invitación a continuar, así que fue bastante breve para explicar sus intenciones y su deseo de comercializar en el norte. También le habló vagamente de su negocio, pero no entró en detalles y se concentró en detallar los beneficios que esto podría traer para ambas partes.

—¡Tenga por seguro, señor! ¡El porcentaje a pagar no será un problema, nunca se arrepentirá de darnos una oportunidad!

—Rugulos, ya te lo dije, no soy la persona con la que quieres discutir esto... —insistió con suspiro, cerrando los ojos y frotándose un lugar entre las cejas.

—¡Sólo una oportunidad! —Otros ya se hubieran rendido, pero viendo que su temperamento era bueno, Rugulos se aprovechó y siguió presionando—: Si el problema es que no hay un espacio disponible, no somos quisquillosos...

—No, ese no es problema.

—Nuestro material es de calidad, en definitiva no mancharemos la reputación de su territorio.

—¡Tampoco me refiero a...! —Hizo una pausa y tras una larga mirada, suspiró con cansancio. Se levantó de la silla—. Escucha, hay un gran malentendido aquí. No soy la persona con la necesitas hablar.

Rugulos se asustó, pensando que no sólo no estaba interesado, sino que iba a echarlos a otra isla.

—¡Espere! ¡No se vaya aún! ¡Ni siquiera ha visto los presentes que le traje! —Insistió, como último acto desesperado.

—No los quiero. Y ya te dije que no soy...

—¡Por favor acéptelos! Los preparé especialmente para usted, no fue fácil traerlos hasta aquí, ¡al menos écheles un vistazo! ¡Seguro podrá encontrarles alguna utilidad!

Aunque no parecía entusiasmado por ello, el hombre accedió al darse cuenta de que Rugulos podría ser capaz de aferrarse a sus botas si seguía negándose. Regresó a su asiento y esperó en la misma pose perezosa de antes a que le mostraran lo que sea que fueran a mostrarle.

Rugulos soltó un suspiro de alivio y corrió a la parte trasera de la tienda, asomándose fuera de esta para indicarles que entraran.

Pero casi tropezó con sus propios pies cuando vio la situación.

¡Sus prisioneros estaban en medio de una fuga!

Las cuerdas que había usado para atar sus muñecas estaban esparcidas por el suelo en varios trozos, ¡justo como si alguien las hubiera cortado! Y más sorprendente aún, de todos los matones que había contratado para que vigilaran a los prisioneros, sólo quedaban dos de pie, ¡dos! ¡El resto estaban en el suelo completamente inconscientes!

Parecía que mientras Rugulos se esforzaba en agradar al señor del norte, los prisioneros habían comenzado una revuelta contra sus guardias, y de los seis prisioneros, parecía que tres de las mujeres habían logrado escapar con éxito, porque no se las veía por ninguna parte. De hecho, cuando Rugulos se asomó, alcanzó a ver a una de ellas perdiéndose detrás de una edificación. Los dos chicos, en cambio, se habían quedado atrás a retrasar a los dos guardias que quedaban y fue la vista de ellos peleando la que Rugulos se encontró.

—Qué... Qué en nombre de Thor... —Rugulos salió de la tienda, en estado de shock.

Tanto los dos matones como los dos prisioneros se congelaron un momento ante su repentina aparición, como si se hubieran olvidado de él y esto se hubiera convertido en algo personal.

Pero no fue por mucho tiempo. Ambos jóvenes empujaron a los guardias y se dieron la vuelta, aprovechando el momento para correr.

—¡No se queden ahí viendo! ¡Atrápenlos o no les pagaré el resto! —Gritó Rugulos, alterado.

Los guardias mal pagados reaccionaron. Se levantaron y fueron a perseguirlos.

—Yo en tu lugar, ni siquiera les pagaría —Rugulos dio un salto y volteó hacia esa voz—, pero bueno, los contrataste basándote en su tamaño y no en sus habilidades...

—¡Tú...!

¡Sorprendentemente la chica rubia seguía aquí!

—¿Por qué esa cara? —Con mucha tranquilidad se paró a su lado, pisando a un tipo que parecía haber sido noqueado hace poco; sus manos aún atadas en su espalda—. Sigo aquí, ¿no son esas buenas noticias para ti?

Rugulos tragó saliva. Tuvo el impulso de preguntar por qué no había escapado, pero siendo él el captor, sería muy vergonzoso hacer esa pregunta, así que lo descartó. Recobró la calma y asintió.

—Correcto, correcto, son buenas noticias... —Luego, como si lo recordara, se apuró a sujetarla del brazo—. ¡Ni siquiera sueñes con escapar ahora! ¡Perdiste tu oportunidad, así que lo que te pase es tu culpa!

—Ajá, estoy tan asustada —dijo sin emoción.

Bueno, tenía que estarlo, ¿no? Si no, ¿por qué se quedaría atrás y dejaría pasar la oportunidad de escapar?

Casi se sintió mal por esa pobre chica ingenua, ¡casi!

—Sólo pudimos atraparlo a él —reportó uno de los dos matones, trayendo a rastras al chico—. El otro escapó.

Rugulos se sintió molesto. El chico era el más grande de los dos, con mucha más masa muscular, ¿cómo demonios lo atraparon a él y no al más delgado?

—¿Y los demás? —Los vio negar y casi se enfureció más—. ¡Sólo eran un montón de niños! ¡No han comida bien y la mayoría eran mujeres! ¡¿Cómo pasó esto?!

Ellos dudaron, como si no supieran tampoco cómo había sucedido, pero por alguna razón, sus miradas cayeron en la rubia.

La rubia, que evidentemente seguía atada.

A-ta-da.

—¿Nos vamos? —Preguntó a Rugulos, como si la discusión no tuviera nada que ver con ella.

—¡No, aún no! —Rugulos la empujó junto al otro prisionero y les hizo una señal a los hombres—. El señor nos espera. ¡No les quiten los ojos de encima!

Ya era bastante malo que su obsequio se hubiera reducido a un número tan lamentable, pero no podía seguir haciendo esperar al mandamás del norte. Se apresuró a entrar de regreso a la tienda, esta vez con un grupo de cuatro siguiéndole y les hizo un gesto para que esperaran un momento antes de volver a plantarse delante del señor del norte.

—¿Y bien?

—Lamento la demora, señor, estos presentes son un poco... difíciles de disciplinar. ¡Pero no se preocupe! Aunque he tomado todas las medidas necesarias, están en buenas condiciones. ¡Su rendimiento está más que asegurado!

Él frunció el ceño.

—No estás pensando en ofrecer algún Pesadilla Monstruosa, ¿cierto?

—Oh, no, claro que no. Aunque... Si usted quisiera podría tratar de...

—¡No, no! No es necesario, absolutamente no.

Rugulos dio un suspiro de alivio. Parecía que al señor del norte tampoco le gustaban los dragones, ¡eso era bueno!

Con confianza, hizo una señal a las personas al fondo de la tienda.

—Mi intención hoy es compartir con usted algunos de los recursos que utilizamos en el negocio. Mano de obra, usted sabe. Hoy en día es muy difícil conseguir personal eficiente, mucho más que no sean exigentes con la paga...

La chica rubia, quién había estado bastante tranquila, de pronto se había quedado estancada en su lugar, poco dispuesta a avanzar. El chico ya estaba siendo empujado hacia delante, pero ella no se movía.

Sus ojos estaban clavados en la parte trasera de la silla frente a ella.

—No es que usted lo necesite, seguro tiene su disposición hombres más que calificados y dispuestos a servirle, pero nunca está de más tener algunas manos extra.

Se suponía que los dos hombres debían empujar a los prisioneros hasta el centro del lugar y hacer que se arrodillaran justo al lado de Rugulos, pero uno de ellos empujó demasiado fuerte a la muchacha rubia y esta chocó contra la espalda del chico, haciendo que ambos cayeran al suelo. Justo al lado de la silla del señor del norte.

Él ya había escuchado algunos pasos que se acercaban desde algún lugar de detrás de su silla, pero no fue hasta que escuchó esos golpes sordos, que miró hacia la derecha.

—¡Qué creen que...! —Rugulos le dio una mirada rápida al señor y moderó su tono, corriendo rápidamente hacia sus prisioneros. Los empujó, regañando en voz baja—: ¿Qué hacen? ¡Caminen, vamos! —Los hombres se hicieron cargo del resto y él se volvió hacia el señor, dándole una sonrisa de disculpas—. ¡Cómo decía! No son más que pequeños trabajadores traídos desde mi taller para usted, me sentiría muy honrado si pudiera aceptarlos...

En este punto, esperaba que el hombre se levantara de su asiento y se riera, aceptando con diversión lo que se le ofrecía. Rugulos estaba más que seguro de que nadie nunca le habían regalado trabajadores; no era común, lo que lo hacía un regalo muy original y divertido.

Pero él no se rió.

No sólo no se rió, sino que en algún momento su expresión también había cambiado y su postura perezosa se había ido.

Con su mirada en la mercancía, lentamente preguntó: —...¿De tu taller, dices?

—¿Ah? —A Rugulos se le ocurría que quizás le preocupaba su eficiencia, así que se apuró a mentir—: ¡Son los mejores, yo personalmente los evalué! Créame, el sueño ni siquiera es un problema, pueden pasar una semana entera sin dormir y un par de azotes no son nada para ellos...

—¿Azotes?

—C-Como dije, son un poco difíciles de disciplinar, pero estoy seguro de que podrán con cualquier trabajo que...

—Entonces —ahora sus ojos se movieron a Rugulos. Por primera vez, estos lucían un poco aterradores—, ¿dices que secuestraste a estas personas y planeabas dárselas a alguien para forzarlas a trabajar?

—N-No a cualquier persona, a u-usted, y en cuanto al trabajo... Bueno, eso no lo decido yo, son su regalo...

—Me corrijo, entonces secuestraste a estas personas, las golpeaste, las arrastraste hasta aquí y planeaste regalarlas a alguien más. —En este punto, ya se había levantado de su asiento. Lo miró con ojos entrecerrados—. ¿Como si fueran objetos?

Rugulos ya se había dado cuenta de que todo estaba yendo muy mal. Para empeorarlo, la chica rubia, quien estaba siendo obligada a arrodillarse en el suelo con su cabeza baja, eligió ese preciso momento para reírse.

Rugulos la vio levantar la cabeza y decir: —Te faltó añadir que nos encerró en una jaula apestosa, sin comida y con grilletes. El peor anfitrión, si se me permite decirlo.

—Tú... —Rugulos se movió, con toda la intención de callarla.

Él ya había levantado una mano, cuando algo destelló en algún rincón de la tienda y zumbó junto a su oído.

No supo lo que era, pero el calor de la llama lo hizo congelarse.

—¿Te atreves? —Desafió con frialdad el hombre, sosteniendo una espada bañada en fuego contra su cuello.

La rubia también eligió ese preciso momento para codear al chico a su lado, y comentarle con fingida sorpresa: —Oh mi Thor, ¿no es esa la famosa espada del temperamental y sanguinario amo de los dragones?

Rugulos palideció.

Y supo que estaba muerto cuando escuchó a esos dos "desconocidos" saludarse.

—Mi lady.

—General Dragón.


N/A:

Se supone que Astrid se dejó "atrapar" para poder infiltrarse en donde seguramente estaba Alián, pero no esperaba que su captor tuviera otros planes y no la llevara directamente con Alián. Aún así, ella probablemente se habría salido con la suya, pero no contó con encontrarse a Hipo.

A él quizás se le ocurrió que ella tenía un plan... Quizás, pero no pudo sacar su actor interior, jeje. Un minuto de silencio por el personaje suicida, hola y adiós krnal.

Siempre me han parecido divertidos los capítulos narrados por terceros, donde vemos de forma externa a los principales y sólo los lectores sabemos lo que está pasando mientras que el personaje narrador es ignorante y camina lentamente hacia su muerte jaja. Si te pareció aburrido, descuida, en el siguiente capítulo volvemos con Astrid y tendremos respuestas a todo eso que estás pensando en este momento: ¿El señor Grimborn es ESE señor Grimborn? ¿Por qué Hipo estaba durmiendo en su tienda? ¡¿Donde está el rayo MCqueen?!

Jeje, hasta el siguiente capítulo!

BONUS

Astrid: Quiero que me encierres y me vendas a ese tipo.

Mercader: Hija, si te quieres morir, también vendo armas.jpg

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro