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015

«Había una vez, un general que comparte nombre con los muertos»

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Resulta que Valka había tenido un mal presentimiento desde que empezó la cacería, así que antes de que concluyera, fue a buscar a Alián.

Pero aunque interrogó a todos los miembros de la guardia, ninguno había visto al niño; él nunca llegó con ellos, y los participantes que sí lo vieron, afirmaron que hace mucho que Alián se había separado de ellos, y que en teoría, debería de haber vuelto a la playa desde hace horas. Pero no lo había hecho. Nadie sabía dónde estaba.

Estoico casi volteó toda la isla buscándolo. Puso a toda su gente a revisar cada rincón del bosque y ordenó voltear hasta la última piedra. Los gemelos incluso saltaron voluntariamente al río para revisar el fondo. Pero al llegar la medianoche, seguía sin haber un solo rastro del hijo de Estoico.

—¿Estás seguro que no quieres que nos quedemos? —Dagur señaló a su gente que abordaba el barco y soltó una risita—. Ya deberían saberlo, pero la falta de sueño no es un problema para los Berserker, podemos pasar días y noches sin dormir. Hmp, seguir hasta el amanecer no es nada...

Mientras hablaba, un Berserker de pronto cayó al agua. Se había quedado dormido en la borda.

—.... —Dagur se enfureció y volteó—. ¡Tú, el tipo que ama el agua, ve a dar tres vueltas a la isla! ¡Cinco sino encuentras al pequeño H!

—...Los Berserker ya han hecho bastante —intervino Estoico—. Con suerte podrán volver antes del amanecer, nosotros continuaremos buscando.

—En mi opinión, alguien secuestró a tu hijo, Estoico —opinó a la ligera—. Un niño no desaparece así porque así... A menos que haya arenas movedizas, ¿hay arenas movedizas? Como sea, pon una recompensa; un número que no sepan cómo leer y listo, puedo venir aquí y ayudarte a matar unas ratas... En serio, muero por estrenar mis nuevas dagas.

—Gracias, pero me encargaré personalmente —dijo inexpresivamente.

—Bueno, si tú lo dices... —Dagur se dio la vuelta y gritó de nuevo—: ¡Olvídalo, de vuelta al barco!

Dagur parecía un poco decepcionado, pero era difícil saber si realmente estaba preocupado por su compañero de tiro al blanco perdido o porque no podría estrenar sus dagas hoy.

—Los Berserkers ya se están yendo... —observó Patapez a lo lejos, de pie en la arena viendo diminutas siluetas de barcos que hacían más y más pequeños—. Ahora que lo pienso, Dagur no luce tan enfadado como pensé. Creí que él sería el más molesto por como resultó la cacería.

—Cerró la boca cuando escuchó a alguien decir que la cacería sólo podría haber sido saboteada por el General Dragón —contestó ambiguamente Astrid, acuclillada mirando algo en la arena. Le hizo un gesto a su amigo—. Patapez, acerca más la luz aquí.

—Oh, sí.

Hace mucho que había anochecido y en consecuencia todos se vieron obligados a encender sus propias antorchas mientras continuaban llamando a Alián por toda la isla. La playa tenía la vaga luz de una luna sonriente, pero lo que Astrid estaba revisando en la arena sólo se pudo ver con claridad cuando Patapez bajó su mano y desplazó la antorcha.

—Ya le dimos cinco vueltas al río y no encontramos nada —llegó diciendo Brutilda, acompañada de Brutacio. Ambos volvían del bosque y sostenían una antorcha cada uno—. Lo digo en serio, si Alián se perdió, no fue en esta isla.

—¡Shh! Baja la voz, Estoico podría escucharte —la calló Patapez.

—Oh, sí...

—¿Y Patán?

—Sigue buscando. Insistió en volver a revisar las cuevas —contestó Brutacio mientras se acercaba con cansancio hacia ellos—, dijo algo como que al pequeño Alián le gusta dibujar y que quizás había garabatos que alguien pasó por alto... O algo así, no lo sé, su voz estaba rara.

—Incluso Patán está preocupado...

—Es su niñera desde que aprendió a gatear, claro que lo está —Brutilda se encogió de hombros.

—¿Ustedes encontraron algo? ¿Por qué Astrid luce como si quisiera oler la arena? —Preguntó Brutacio, dejándose caer en el suelo, con desconcierto.

—Eh... —De hecho, ni Patapez sabía que estaban haciendo en ese rincón de la playa.

Astrid no se apresuró a responder. Se sacudió la arena de las manos y tomó la antorcha de las manos de Patapez, apuntándola en el ángulo correcto por encima de la arena.

—¿Ven esto? Huellas de botas —La agitó de un lado al otro—. A penas se ven ya, pero hubo varias personas caminando por aquí hace un par de horas.

—¿Y por qué eso es extraño en una cacería?

—Porque las nuestras ya no se ven, intenta encontrar nuestras huellas camino aquí y no distinguirás ninguna. Significa que estas botas estaban húmedas cuando dejaron estas huellas.

—¿Salieron del agua?

—¿Como si alguien hubiera salido de nadar?

Patapez pareció leer los pensamientos de Astrid: —¿O...como si alguien se bajara de un bote?

Astrid asintió sin mirar y se levantó, guiando la luz del fuego hacia otro lado.

—Y por acá, estas marcas, lucen exactamente como si alguien hubiera estado arrastrando un arma ligera para un adulto pero pesada para un niño. Por la profundidad y el tamaño de la línea, diría que el filo de un hacha.

—¡Oh! A Alián le pesan todavía las espadas, si estaba llevando tu hacha sin duda la arrastró la mitad del camino —asintió Brutacio, recordando que el niño se había quedado con el hacha de Astrid la última vez que lo vieron.

—Entonces... ¿Alguien vino aquí durante la cacería y se llevó a Alián cuando este regresaba? —Patapez se mostró dudoso—. Pero... Es sólo un niño, ¿por qué alguien querría secuestrarlo? Nadie quiere lidiar con la ira de Estoico el Vasto, meterse con su único hijo sería... Alto, ¿y si no vinieron aquí por él?

—¿Qué quieres decir?

—Es la primera vez que hacemos una cacería fuera de Berk, ¿cómo sabrían que veníamos aquí? A menos que...

—No lo supieran —completó Astrid, entendiendo a lo que se refería—. Estas personas no sabían que estaríamos aquí, pero aún así vinieron a esta isla.

—¿Por qué alguien querría venir aquí? —Brutacio palmeó el suelo—. Todo lo que hay es arena, dragones que pueden matarte, arena...

—Nosotros vinimos aquí y fue por los dragones, tonto —le recordó Brutilda.

—Cierto...

—¿Y si ellos también? —Sugirió Astrid. Ella dio una mirada hacia el bosque—. Las trampas, las que estaban por todas partes, ¿se supo de quién eran?

—No, preguntamos a varias personas, pero no pudimos encontrar al responsable —respondió Patapez—. ¿Crees que...las mismas personas que se llevaron a Alián fueron quienes pusieron esas trampas?

—Lo que creo... —Astrid arrojó la antorcha al agua y los miró—. Es que esas personas vinieron aquí a recoger a los dragones que capturaron, pero fueron descubiertos por Alián, así que se lo llevaron.

—¿Qué Alián los viera equivale a motivo suficiente? ¿No es exagerado? —Dudó Patapez.

—Oh, mi inocente e ingenuo amigo —Brutilda medio abrazó a Patapez, dandole palmaditas como si lo compadeciera—. Para que desaparezcan a los testigos, quiere decir que este negocio es más grande y sombrío de lo que imaginamos. Y viendo todas esas redes, no tengo dudas de que no cazan sólo por diversión.

—Oh, mi... ¡¿Estás diciendo que Alián podría estar...?!

—Si no lo encontramos, sí —expresó Astrid con sinceridad.

Se miraron entre si, en un silencio preocupante.

Al mismo tiempo, Patán llegó a ellos, arrastrando sus pies con evidente fatiga.

—Estoico enviará a alguien para que notifique a Berk. También hará que registren las islas más cercanas —los puso al tanto—, pero todos están seguros de que el General Dragón fue quien se lo llevó.

Se sorprendieron al escuchar esto último.

—¿Qué? ¿El General Dragón?

—¿Por qué querría secuestrar a Alián? Es absurdo —discutió Astrid, frunciendo el ceño.

—Intenta decirselo a Estoico. Está muy seguro de que si el General Dragón pudo venir aquí y llevarse a todos los dragones de la isla, entonces pudo venir aquí y llevarse a su hijo. Además, también cree que las trampas que encontramos fueron de él, que las dejó aquí para seguir arruinando la cacería.

—¿El amante de los dragones dejando trampas para dragones? Sí, claro, eso tiene tanto sentido —se burló Astrid.

—El Jefe no conoce a Hipo como nosotros, hay que respetar su equivocada opinión —alegó Brutacio.

—Bueno, no es como si nosotros lo conociéramos tanto... —Brutilda sintió la mirada de Astrid sobre ella—. Pero sí, él no pondría trampas para dragones y con esa cara de bebé definitivamente no secuestraría niños. Los tipos sospechosos de negocios sospechosos sí.

—¿Tipos sospechosos? —Patán no sabía de esto.

—Una teoría —Astrid miró hacia un lado y vio a Valka saliendo del bosque—. Patapez y los gemelos te contaran.

Mientras decía esto, se apartó del grupo y caminó por la orilla. Había muchas personas que iban y venían, pero Valka fue la única que buscó sentarse en una roca de la playa luego de arrastrar sus pies con pesadez. Su expresión no era buena.

A Astrid siempre le había agradado Valka, así que cuando se reveló que Alián había desaparecido, lo primero que vino a su mente fue ella. Como la madre del niño desaparecido, Valka debía ser la más afectada, eso era seguro. Pero no había tenido oportunidad de ver como estaba.

—¿Valka? —Astrid la llamó suavemente, deteniéndose cerca.

Había cubierto su rostro con una mano, pero levantó la cabeza al escucharla.

—Ah, Astrid... No te escuché llegar.

—Está bien, ha sido... una noche bastante difícil —con cuidado se sentó a su lado.

Valka suspiró.

—Alí nunca ha dejado Berk, esta es la primera vez que está lejos de mi tanto tiempo —expresó en voz baja—. Debe estar muy asustado...

—Lo siento —Valka la miró. Astrid continuó—: Yo era quien estaba cuidando de él, estaba en el bosque porque me siguió... Y lo dejé solo.

Valka no dijo nada, sólo la miró de una forma en la que era difícil saber lo que estaba pensando, pero incluso después de escucharlo, no parecía enojada. Ella extendió su mano y apretó suavemente la de Astrid.

—Cariño, no hubieras tenido que cuidar de él si yo lo hubiera acompañado desde el principio. Si de alguien es la culpa, es mía.

—No lo es —negó de inmediato—. Eres... Eres una buena madre...

—Oh, estoy lejos de serlo. Mi primer hijo aún estaría aquí si lo fuera —Valka lo dijo a la ligera, haciendo que Astrid la mirara, pero no parecía más afectada de lo que ya estaba—. ¿Sabes? Él probablemente tendría tu edad, lo que me hace preguntarme: si esa noche me hubiera quedado con él en lugar de tratar de detener una tonta y larga disputa, ¿mi Hipo estaría parado junto a Patapez, Patán y los gemelos?

Astrid quiso preguntar sobre qué disputa se refería, pero al escuchar el nombre, se congeló.

—¿Hipo?

Valka hizo un sonido afirmativo y suspiró: —Pero ya sea si me hubiera quedado junto a su cuna esa noche o si hoy hubiera acompañado a Alián, no puedo cambiar nada. Al menos, sé que mi Alí aún está con vida. Y lo recuperaré cueste lo que cueste.

Valka le dio una suave palmada y se levantó. Fue entonces cuando Astrid reaccionó.

—¡Valka! —Se levantó.

Valka pausó y la miró.

Astrid se regañó a sí misma. Sólo es un nombre, sólo es un nombre... Hay muchas personas que comparten nombre, ¿qué rayos estás imaginando?

Así que cambió sus palabras: —Estoico está equivocó, el General Dragón no tuvo que ver en la desaparición de Alián, fue alguien más

—¿Cómo lo sabes?

—Las redes —respondió—. Un amante de los dragones no pondría algo en lo que un dragón podría salir herido. Las hubiera quitado de haberlas visto, por lo que es evidente que no ha vuelto a pisar la isla desde que las pusieron.

Nunca estuvo aquí, ¿cómo podría haber secuestrado a un niño?

—Tampoco creo que el General Dragón esté involucrado... —Valka suspiró—. Pero un par de redes no es suficiente para demostrar lo contrario.

Finalmente se marchó. Astrid se quedó en silencio, de pie justo donde estaba, pero no fue por mucho tiempo. Miró como Valka se reunía con Estoico y las expresiones profundamente afectadas que reveló Estoico ante los ojos de su esposa; ninguno de los dos dijo mucho, sólo se tomaron de la mano y se consolaron en silencio mientras la búsqueda continuaba. Astrid no soportó seguir mirándolos y se dio la vuelta, caminando a paso firme.

—...pero aún no es seguro, no es suficiente para... —Patapez detuvo lo que sea que estuviera explicándole a Patán. Vio a Astrid pasar delante de ellos sin intención de detenerse—. ¿Astrid?

Ella no le prestó atención. Ante los ojos de todos, fue directamente hacia la entrada del bosque, y después de buscar con la mirada, pareció encontrar a la persona que buscaba.

—¡...No sé nada, lo juro! ¡Ya se lo dije a Patán, yo no tuve que ver con la desaparición de Alián! ¡E-Él me agrada! —Fue lo que los amigos de Astrid escucharon exclamar Gustav cuando estuvieron lo suficientemente cerca, mientras este yacía arrinconado contra una roca como un pequeño ratón.

Astrid seguía extendiendo una red verde hacia él: —¿Dices que nunca viste este tipo de red? ¿Ni siquiera con el General Dragón?

—¡No! Ya se los dije, casi nunca nos reuníamos, sólo hablamos a través de cartas, y él no es muy conversador que digamos.

—Entonces nunca te habló sobre algún... grupo problemático relacionado con dragones.

—¿Problemático? —Gustav intentó hacer memoria—. Bueno... Hace unos meses, cuando tardó en responder a una de mis cartas, se disculpó diciendo que se debía a unos barcos que le estaban dando problemas últimamente...

—¿Mencionó algún lugar? ¿Un nombre?

—¿No lo creo?

Astrid consideró la personalidad de Hipo y lo intentó de nuevo: —¿Habló sobre algún dragón en particular?

Gustav parpadeó.

—De hecho... Lo hizo, la carta estaba un poco quemada en los bordes, en su posdata dijo que lo hizo un Colaquemante con el que tropezó.

Astrid volteó hacia sus amigos, que a penas iban poniéndose al día: —Patapez, ¿en qué parte del mar se encuentra el Pez Lucius cola de hielo?

—¿Pez Lucius...? Los Marginados lo comercializan, ¿creo que al noroeste?

—Los Colaquemantes están donde está su alimento favorito. Esos barcos debieron estar al noroeste entonces.

—¿Pero cómo sabes que a los Colaquemante les gusta el...? ¡Ah, Astrid! ¿Ahora donde vas?

Ahora que ya tenía una ubicación más precisa para comenzar, respondió a la ligera: —¡A cazar unos cuantos humanos!

—Oh, cazar humanos... ¡¿Cazar qué?!

Valka tenía razón después de todo, un montón de jaulas y redes sin dueño no probaban nada. Pero era Astrid, no iba a rendirse fácilmente. Estaba segura de que su teoría era correcta, así que iría y encontraría a las personas detrás de las trampas para forzar una confesión.

En el peor de los casos, sólo habría golpeado gente en vano. Y en el mejor, alguien señalaría el paradero de Alián y podría traerlo de vuelta.

No tenía nada que perder.

—Cariño, dime ¿seguro que sabes lo que estás haciendo? —Preguntó Patán, siguiendola de cerca.

—Nuestra teoría carece de pruebas, así que estoy yendo a donde pueda encontrarlas. Si averiguo quien colocó estas trampas, quizás también sepamos quien se llevó a Alián —declaró, arrojando la red vacía al interior de un pequeño bote. También recogió un barrote que le había arrancado a una de las jaulas—. El General Dragón tuvo problemas con unos barcos al noroeste de aquí, tengo la sospecha de que esas personas y las que pusieron estas trampas son las mismas, así que empezaré allí.

—Pero ir sola... Sin decirle a Estoico...

—Es mejor así, después de todo, también hay que contemplar la posibilidad de que las personas que colocaron las tramas realmente no estén relacionadas con la desaparición de Alián. Es mejor si Berk sigue buscando por su lado —declaró, arrojando otro par de cosas al interior de bote y comenzando a empujarlo por la arena hacia el agua—. Y no podemos ir todos porque será aún más fácil que Estoico note nuestra ausencia. Asegúrense de vigilar bien a Gustav.

—Gustav, Gustav. Recuérdame por qué aún no lo hemos encerrado en un barril y arrojado a los pies de Estoico.

—Porque además de divulgar algo de información sobre algunos eventos, Gustav no ha hecho nada demasiado grave, y si Estoico lo escucha en este momento lo cortará en pedazos. Podría incluso culparlo de la desaparición de Alián.

—Ese es... Un muy buen punto.

—Claro que lo es —Astrid echó una mirada por encima de su hombro—: Brutacio, Brutilda, ¿viene alguien?

Parados sólo un poco lejos de la orilla, contestaron mientras vigilaban los movimientos de las personas a lo lejos: —¡Negativo!

Patapez daba miradas nerviosas, temiendo que los descubrieran.

—Astrid, si vas a hacerlo, date prisa. ¡Nosotros te cubriremos todo lo que podamos!

—Claro que lo haremos, no es como si tuviéramos opción —Patán no tuvo más opción que ayudar a empujar el bote una vez que estuvo en el agua—. Encuentra a Alí, ¿de acuerdo? Si lo ves dile que le pondré una correa cuando vuelva.

Ella sonrió.

—Fui yo quien lo dejó en el bosque, es mi deber traerlo de vuelta a salvo.

Se subió al interior del bote de un salto, y una vez que este se alejó de tierra lo suficiente, tomó los remos y en la oscuridad de la noche, se alejó sigilosamente de la isla.

Debido a que había pasado varios años navegando junto a sus tíos tras la muerte de sus padres, dirigir un bote por la ruta correcta incluso sin un mapa no era un problema para ella. Y fue justamente por esos años de experiencia en el exterior que Astrid sabía bien lo que tenía que hacer una vez llegara a la primera isla comercial del noroeste.

Porque incluso si no sabes por donde comenzar una investigación, es de sentido común que lo primero que debes hacer es intentar preguntarle a un mercader al respecto.

Los mercaderes eran probablemente las criaturas más chismosas de todo el mar. Vivían recorriéndolo, así que su conocimiento era más amplio que el cualquiera entre las islas. Si alguien podía saber algún rumor sobre personas que comercializaban con dragones vivos o identificar de que forja provenía una red o una jaula, definitivamente era un mercader.

Lo difícil sería encontrar a uno dispuesto a cooperar...

Astrid sonrió.

Esto iba ser divertido.






N/A:

Astrid es inteligente, incluso sino tuvo tiempo de indagar en lo extraño que es que el General Dragón y el hijo de Estoico tengan el mismo nombre, ya está en su mente y será cuestión de tiempo 👀

También hay una razón adicional muy bien oculta de por qué Astrid está tan segura de que las redes no pertenecen a Hipo, pero ese es un plot twist para otro día. ¡Anotenlo justo debajo de lo del Pez Lucius! ¡Todo tendrá sentido después!

En el siguiente capítulo, el Hiccstrid vuelve a reunirse, pero como ya es costumbre, lo harán de una forma un poco extraña... De nuevo.

BONUS

Astrid: Hipo se llama igual que el hijo del Jefe. Como espía, ¿qué sabes al respecto?

Gustav: ¿Quién es Hipo?

Astrid: ....

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