009
«Había una vez, un general que mantiene a sus prisioneros»
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En los escalones del Gran Salón de Sin Retorno, Astrid usaba una roca para sacarle filo a su hacha.
Patán miraba algún punto a la distancia, con expresión desinteresada y apoyando su barbilla en la mano. Patapez frotaba su dedo en la tela de su pantalón, repentinamente interesado en el material.
Brutilda los miró de reojo hasta que ya no pudo soportarlo más.
—¿En serio? ¿Nadie va a decir nada?
La entrada continuó en silencio.
—Escuchen, soy buena fingiendo demencia, pero esto ya es incomodo.
Concentrada en su hacha, Astrid dijo tranquilamente: —Nada está pasando, Brutilda.
—¿En serio? Porque a mi me parece que hay una laaaarga historia aquí.
—No hay tal cosa.
—Tiene que haberla, de otra forma, ¿por qué de repente te pasarías a nuestro lado?
—¿Qué quieres decir con su lado?
—¡El lado Thorton! ¡Actuar espontáneamente, directo al peligro y sin escuchar ordenes! —Exclamó, agitando sus brazos con obviedad—. Tu fuiste la que nos dijo que no hiciéramos tonterías, ¿quién dice eso y desafía al General Dragón?
—Ya se los dije, son asuntos entre el General Dragón y yo.
—Es gracioso que lo digas, porque esa noche te lo preguntamos y dijiste que no lo conocías.
—No. Lo. Conozco.
—¿Cómo tienes deseos de venganza contra alguien que no conoces?
—¡Ah! En serio, tú...
Mientras las dos mujeres del grupo discutían, Patapez y Patán se miraron de reojo y no se atrevieron a moverse en todo lo que duró la disputa. Estando atrapados en medio de ambas, fingir ser estatuas y que olviden su presencia era la mejor forma para sobrevivir.
—¡Bien, lo que sea! —Al final, Brutilda se puso en pie—. Iré a buscar a mi hermano, hay mejores chismes que escuchar.
Ella se alejó y Astrid se cruzó de brazos con una expresión infeliz.
—Como si me metiera en lo que ella y Brutacio hacen... —replicó.
—Huh, ¿Astrid? —Patán se deslizó un escalón más abajo, cerca de ella—. Sé que ya dejaste muy en claro que no quieres hablar de esto. Y lo entiendo. Soy un prometido muy comprensivo, yo también tengo mis secretos, no son malos los secretos...
Astrid quiso masajear su sien.
—¿Pero?
—Pero personas como Patapez, Brutilda y Brutacio no lo entienden, no son parte de esta relación armoniosa y llena de confianza que tenemos tú y yo, así que es normal que quieran respuestas, yo no, por supuesto, hablo de ellos, ¿tus amigos? ¿Qué es tan grave que no puedes contarle a tus amigos?
Astrid se quedó en silencio. Patapez aprovechó ese momento para acercarse también.
—Entiendo si la confianza ya no es la misma después de varios años, pero sigues siendo nuestra Astrid. Y no intento comprender cómo funciona la mente de Brutilda, pero para haber hablado como lo hizo, creo que ella también estaba preocupada por ti. Hablar de venganza no es tu estilo, Astrid.
—Tampoco lanzarte a pelear con la última persona que debes provocar —Patapez le dio un codazo a Patán.
La expresión de Astrid se había suavizado con las palabras de Patapez, pero al escuchar el comentario de Patán, frunció el ceño de nuevo y lo miró. Este soltó una risita.
—Ah, ¿demasiado?
Astrid suspiró.
Las cosas se habían complicado innecesariamente en el momento en el que sus amigos escucharon lo último de su conversación con Hipo. Habían llegado justo para ver cómo Astrid atacaba al General Dragón, así que escucharon también la mención de una venganza y su acuerdo de enfrentarse dentro de un año, pero desconocían por completo el contexto. No tenían idea de muchas cosas.
—¡Oigan, no lo van a creer! —Brutacio apareció de pronto, venía corriendo hacia ellos con Gallina en brazos—. Mi nueva mejor amiga y yo estábamos paseando por la fortaleza y descubrimos un huerto, como el de cualquier otra isla, allí Hipo y su hermana estaban... ¿Qué? ¿Por qué traen esas caras?
Astrid negó. —Olvídalo, ¿donde estabas? ¿Y Brutilda?
—¿Brutilda? Ah, la vi abrazando la pierna de un tipo musculoso allá atrás. En fin, ¿sabían que Hipo está celoso de la amistad que hay entre Gallina y yo?
Astrid se levantó y se alejó a toda prisa. Yendo por el mismo camino por el que Brutacio había venido, llegó al centro de la fortaleza y...
—¿Por qué eres tan tímido? ¡Al menos dime tu nombre!
—¡No quiero! ¡Déjame ir!
—Oh, oh, trabajas bien las piernas, ¿eh?
—Te dije que... ¡Ah! ¡N-No toques ahí!
La escena era tan absurda que Astrid no supo que cara hacer. Detrás de ella, sus amigos también se detuvieron y sólo pudieron quedarse viendo.
Brutilda estaba... abrazando las botas de Eret, la mano derecha del General Dragón.
—No sabía que hubiera alguien tan guapo viviendo aquí, ¿a qué hora sales al mercado, guapo?
—...¡Jefe!
Aparentemente la conmoción no era algo a lo que estuvieran acostumbrados en Sin Retorno, porque Hipo apareció a la vuelta de la esquina en el segundo siguiente. Parecía que ya venía de camino y Heather también venía con él. A diferencia de los berkianos, el par de hermanos encontró divertida la escena. Fingieron toser, evitando reír.
—Bueno —Hipo se aclaró la garganta, sin saber bien que decir—. Brutilda, veo que ya conociste a Eret...
Se le quedaron viendo. Patapez y Patán porque aún no se acostumbraban a verlo vestido decentemente y no podían terminar de procesar que él fuera el General Dragón; Astrid porque todavía estaba pensando en la discusión que habían tenido; y Eret porque aun esperaba algo de ayuda.
Fue en medio de ese silencio incomodo que se formó, que Brutacio llegó y de la nada soltó: —Jaja, ¡Hipo, ahí estás! Ahora si luce como un General Dragón, ¿verdad, amigos?
—.... —Hipo se aclaró la garganta—. Brutilda, ¿te importaría soltar a Eret? De lo contrario no podrá enseñarles los barcos.
Fue con eso que Brutilda finalmente le prestó atención. La expresión de los demás también experimentó un cambio.
—¿Barcos?
Hipo asintió.
En Sin Retorno, además de la cueva donde ciertos Gusanos de Fuego vivían, también había una cueva al otro lado de la isla, tan cerca de la orilla que el agua se filtraba en pequeños charcos, pero bien escondida entre la vegetación de la isla. Resulta que en esa cueva, era donde guardaban los barcos.
El número que tenían allí era alarmante, pero todos estaban cubiertos con sabanas, como si nunca hubieran sido usados después de ser guardados. Incluso tenían velas con escudos diferentes y desconocidos, no había más de tres barcos con el mismo escudo, un claro indicio de que habían tenido otros dueños.
Pero cuando le preguntaron a Eret al respecto, este sólo se encogió de hombros y dijo: —Al Jefe siempre se los dan, no sabe que hacer con ellos, así que los apila aquí.
—¿Se los dan? ¿Los barcos?
—Bueno, cuando lo ven acercándose en su Furia Nocturna, por alguna razón siempre saltan al agua y abandonan el barco antes de que pueda saludar. ¿Supongo que cuenta como que se los dan?
—....
Los gemelos se tomaron la tarea de elegir el barco que los llevaría a casa. Ellos personalmente inspeccionaron cada uno hasta encontrar el que cumpliera con sus expectativas. Astrid los escuchó hacer cálculos de altitud, latitud, algo sobre el clima y cómo se relacionaba con el material, proporción y número de velas que debía tener el barco para que el viaje fuera exitoso (qué demonios).
—Sé que hace mucho que no utilizo un barco, ¿pero siempre fue tan complejo? —Soltó casualmente Hipo, sentado en lo alto de una roca en el exterior de la cueva mientras los miraba dar vueltas.
Astrid tenía pegada su espalda a esta gran roca, pero no respondió. Parecía pensativa sobre algo.
En ese momento un pequeño Terror Terrible llegó volando. Venía de quien sabe donde y aterrizó en la cabeza de Eret, quien estaba saliendo de la cueva.
—¡Oye, que...! —Eret se lo quitó de encima, sosteniéndolo con una mano, y su expresión cambió cuando lo miró. Se giró—: ¡Jefe! ¡Correo del Terror!
Hipo abandonó su pose perezosa y de un saltó se bajó de la gran roca. Se acercó a Eret y este le entregó el rollo de papel que el dragón había traído en su pata.
—Hay problemas en el negocio —mencionó tras abrirlo. Hizo una mueca—. Al parecer, me necesitan allá.
—¿Ahora? ¿Tu socio no puede arreglarlo?
—Tiene una importante subasta al mediodía, no puede ocuparse de esto...
En la boca de la cueva, Patán y Patapez habían visto también al dragón traer la carta, y viéndolos discutir, Patapez no pudo evitar preguntar desde la distancia: —Oigan, ¿sucede algo?
—¡No!
—¡Sí!
Astrid levantó una ceja.
—¿Sí o no?
—Ah, no es nada, no es nada —Hipo le dio la espalda a la cueva, respondiendo a Astrid mientras empezaba a alejarse un par de pasos—. Sólo un asunto que necesito atender, no demasiado urgente, pero... Pondré algo de orden y volveré, estaré aquí antes que lo notes.
Ya había empezado a correr incluso antes de terminar esa frase, pero se aseguró de al menos explicárselo a Astrid antes de desaparecer. Patapez y Patán estaban demasiado lejos como para escuchar, así que sólo pudieron quedarse confundidos cuando de pronto lo vieron salir corriendo. Incluso Astrid no supo cómo reaccionar por un momento.
Con sospecha, dio un par de pasos, parandose junto a Eret mientras miraba el lugar por donde Hipo se había ido.
—No va a volver pronto, ¿cierto?
—Pues, la última vez que le enviaron una carta así, tardó como tres o cuatro... Hum...
—¿Horas?
—Días.
—....
—¿Y ya almorzaron?
Que la persona que los ayudaría a cruzar el territorio del Submaridestrozador se ausentara de pronto... Bueno, sólo podían esperar a que volviera.
A los gemelos no les importaba, Brutilda estaba encantada con Eret y Brutacio consideraba que estaba en casa de un amigo. Patán se sentía nervioso por estar en una isla infestada de dragones, pero su ídolo vivía allí, así que no tenía prisa por marcharse. Eso hacía que Patapez y Astrid fueran los únicos que realmente querían irse; Patapez porque tenía miedo tanto de las personas como de los dragones que vivían allí, y Astrid, bueno, sólo ella sabía porque quería irse.
—¿Qué cosa tan importante creen que fue a hacer Hipo? Incluso abandonó a sus invitados, me parece una falta de respeto —se quejó Brutacio, en un tono y postura que delataban lo aburrido que estaba.
Sentada a su lado en los escalones, Brutilda se encogió de hombros:—No lo sé, ¿ayudar a un dragón a poner un huevo? ¿Y por qué lo llamas por su nombre? Tienes que decirlo tres veces frente a tu reflejo a la media noche si quieres saber si está embrujado.
—Esta vez no es eso. Hipo y yo somos amigos, llamas a tus amigos por su nombre y no por su apodo de pandilla. Es lo normal, hermana.
—¿De qué estás hablando? ¿Desde cuando son amigos?
—Gallina nos unió, es todo lo que diré al respecto —miró por encima de su hombro—. Astrid, ¿tú por qué crees que Hipo se fue con tanta prisa?
Astrid estaba de brazos cruzados con su espalda apoyada en una de las columnas de piedra. Miró a los gemelos y se removió en su sitio.
—¿Cómo lo sabría? Quizás es... trabajo.
—¿Trabajo? ¿Por qué trabajaría si su hermana roba barcos...? —Brutacio hizo una pausa y sus ojos se iluminaron—. ¡Ah! Brutilda, se me acaba de ocurrir un plan de vida excelente para ambos. Seré sincero, en el peor de los casos podrías acabar encerrada en la Isla de los Marginados, pero es un riesgo que estoy dispuesto a aceptar.
—¿No sería loco pensar que el General Dragón, de hecho, lleva vida como cualquier otro en el archipiélago? —Comentó Patapez, sentado en el suelo—. Nadie conoce su rostro, así que podría pasearse por el mercado con esas ropas viejas y nadie pensaría nunca que es el amo de los dragones.
—Oye, sino lo hubiéramos visto subirse a un Látigo Afilado, tampoco lo hubiéramos creído —alegó Patán, acostado en el mismo escalón que los gemelos
—¿Látigo Afilado? Ah, el dragón del Jinete Solitario. Supongo que es verdad, incluso cuando Astrid lo mencionó creí que estaba bromeando.
—Cierto, Astrid —Brutacio se giró—. ¿Cómo te diste cuenta de que Hipo era el General Dragón?
Silencio.
Astrid parpadeó ante la pregunta y los demás le lanzaron miradas extrañas a Brutacio.
Brutacio no había presenciado la disputa entre Hipo y Astrid, y tampoco estuvo en la conversación anterior, así que los miró con ojos inocentes: —¿Qué? ¿Soy el único que siente curiosidad?
Patán se sentó y falló un golpe.
—Cállate, ¿por qué preguntas eso tan de repente?
—¿Qué? ¿Qué dije?
Astrid bajó la mirada, pensando profundamente en algo, pero pronto volvió a subirla y negó.
—No, no dijiste nada —se alejó del pilar y se acercó más al circulo—. ¿Dices que cómo lo supe? Bueno, para empezar, no es como si él se estuviera esforzando...
Astrid les habló brevemente de lo que pasó. Las cosas que notó, el evidente conocimiento en dragones y el asunto con el hacha. Omitió la parte en la que Hipo se delató llamándola "mi lady", pero no es como si fuera necesario mencionarlo.
—Entonces así fue...
Patán tosió: —¿Ven? Y me creyeron paranoico cuando les dije que él escondía algo.
—Sí...
Astrid miró con ojos reflexivos el final de los escalones.
—Brutilda, antes me preguntaste por qué desafié al General Dragón sino lo conozco.
El grupo guardó silencio.
—Bueno, es cierto, no lo conozco. A quien conozco es a su dragón —habló con un semblante sereno, sin mirar a nadie—. Su Furia Nocturna mató a mis padres.
Esa confesión hizo que los ojos de todos casi se salieran de sus cuencas. Se miraron entre ellos, sin saber que decir.
—¿Tus...padres?
Astrid asintió.
—Ya conocen la historia. Mis padres quedaron atrapados una noche que los dragones atacaron, no pudieron salir a tiempo de la casa y murieron. Pero lo que nunca les conté, fue por qué quedaron atrapados.
Ella miró hacia abajo: —Esa noche, mis padres y yo habíamos discutido, lo usual, pero en esa ocasión estaba tan enojada que me fui a mitad de la cena. No pensé en volver hasta que vi a lo lejos el fuego y me di cuenta que los dragones estaban atacando. Para cuando llegué a casa, la planta baja ya estaba en llamas y la puerta estaba bloqueada, no podía hacer nada, así que mis padres solo pudieron tratar de salir por arriba mientras yo intentaba pedir ayuda. Raíz y los demás se apresuraron a venir, pero... Antes de que ellos llegaran, vi el momento exacto en el que un Furia Nocturna se desviaba y lanzaba un ataque hacia mis padres. Ellos estaban justo en el techo de nuestra casa, ya habían conseguido salir y estaban tan cerca... Sus cuerpos cayeron al vacío y el resto de la vivienda se derrumbó sobre ellos.
—Astrid...
Ella hizo un gesto de que no se preocuparan, que la herida ya era vieja, pero todos se sintieron aún más tristes.
—Yo fui la única que vio al Furia Nocturna esa noche, así que nadie más sabe de esto. Mis abuelos me pidieron que olvidara, ¿pero cómo podría hacerlo? Fue cuando me di cuenta de eso que me marché. No iba a poder estar en paz conmigo misma hasta vengar a mis padres, esa fue la verdadera razón por la que me fui de viaje. Para encontrar al dragón que lo hizo.
—Entonces, todo este tiempo...
—Sí. —Astrid suspiró—. Han sido ocho largos años, quién iba a pensar que tendría que volver a donde todo comenzó para encontrarlo. —Miró a sus amigos—. Lo siento, él es la razón por la que vine a este viaje. Ustedes están aquí por Berk, yo estoy aquí por fines egoístas.
—No digas eso. Soy yo el que debería disculparse, permití que estos cabeza de carnero hablaran tonterías sin saber nada —dijo de inmediato Patán, colocando una mano en su hombro.
—Oye, ¿cómo íbamos a saber que...? —Brutilda se calló.
—Sino se los dije no fue porque no confiara en ustedes, sino porque no quería escuchar las mismas palabras de siempre —Astrid se recostó, apoyándose en sus codos, y suspiró hacia el cielo—. "La venganza no sirve de nada" "Esto no traerá de vuelta a tus padres" "Debes dejarlo y seguir adelante" —su labio se curvó y negó—. Las personas creen que te están abriendo los ojos, pero lo único que hacen es pisotear el esfuerzo que pones en algo que sólo tú entiendes. Si ustedes me dijeran eso también, pues...
—Oye, ¿quienes crees que somos? —Brutilda cambió de lugar con Brutacio y se sentó cerca de Astrid, atrayendo su atención—. Escucha, si un día algo le pasara a este tonto, ¿sabes lo que no haría? Escuchar a imbéciles como esos que se creen mejores sólo porque no conocen el placer de una buena venganza. A la mierda todo, recorrería cielo, mar y tierra hasta encontrar a la persona que me quitó a mi hermano y no descansaría hasta hacerle experimentar el mismo dolor que yo sentí. Con hierro caliente si es posible.
—Awww, Brutilda, ¿harías todo eso por mi?
—¿Tú no?
—Bueno, yo habría considerado pintar un barril con tu retrato y hacer que me acompañara el resto de mis días...
—Eso también —Brutilda volvió a mirar a Astrid, quién la miraba expectante—. Pero eso sería después de haber hecho lo que tengo que hacer. Lo que involucra sangre, no ir al baño. Agh, ¿entiendes lo que quiero decir?
Astrid parpadeó. Un momento después, desvió la mirada. Había el indicio de una sonrisa en la esquina de su boca.
—Sí... Creo que sí...
—Que bien, porque temía que tuviera que abrazarte o algo así.
—Mmn. No hay que ir tan lejos.
—Jaja...
Astrid sintió una mano posarse en su hombro. Era Patapez, le estaba sonriendo. Y en algún momento Brutacio se había arrastrado más cerca, porque de pronto saltó entre Brutilda y Astrid, pasando un brazo por los hombros de cada una y tirando cariñosamente de Astrid. Sólo le sonrió. Todos le sonrieron. Fue suficiente.
—Ah, ¿hola? ¿Interrumpo algo?
Patapez volteó y se puso en pie de inmediato.
—S-Señorita jinete, s-señorita solitaria, ¡señorita Jinete Solitaria...!
Heather ignoró que parecía casi haberle causado un ataque al corazón y se detuvo delante del grupo.
—Mi hermano aún no regresa, pero pensé que podrían tener hambre —Heather hizo un gesto de invitación—. Preparé algunas chuletas de yak y...
—¡Chuletas! —Brutacio se puso en pie, pero se dio cuenta que su reacción fue excesiva y tosió—. Ejem, digo, sí chuletas...
Heather reprimió una sonrisa y señaló un edificio al fondo: —Chuletas, mollejas de yena y espero que les gusten los chicharos. Síganme al comedor.
No había una verdadera razón para rechazar la comida, así que fueron detrás de ella, pero casi se detuvieron cuando cruzaron la entrada del edificio.
Todo... Todo...
¡Todo olía tan bien!
Heather insistió en que no era la gran cosa, que preparaba ese tipo de comida todo el tiempo, pero si aquella delicia culinaria no era la gran cosa, ¡¿qué lo era entonces?!
¿Y el General Dragón comía eso a diario? Claramente Odín tenía un favorito.
—Estando acostumbrado a tan buena comida, ¿cómo le hizo Hipo para soportar comer tu intento de pescado, Patapez? —Soltó Brutacio, llenando su plato con todo lo que pudiera de la mesa de comida.
—¡Me pregunto lo mismo! —A penas podía hablar, de hecho, no estaba sirviéndose de la mesa, sino que directamente agarraba la bandeja de carnes para llevarla consigo—. Pudiendo dormir en un lugar tan cómodo y desayunar algo tan bueno, ¿por qué él...? ¡Ay, Odín!
Había dado un paso para tomar el plato que estaba al final de la mesa, pero al girarse se encontró con unos ojos enormes que lo hicieron gritar y caer sobre su trasero (no, no soltó la bandeja de chuletas).
—¡G-Gronckle!
Los demás también reaccionaron, pero antes de que se movieran, Heather se apresuró a ponerse delante de Patapez y medio abrazó al dragón.
—¡Wow, tranquilo! ¿No deberías estar con tus amigos?
—¡E-E-Ese dragón me ha estado siguiendo desde el río! —Señaló Patapez, temblando de miedo—. ¡Está enojado por la cuarcita! ¡Quiere vengarse de mi por eso!
—¿Oh? A mi no me parece enojado, ¿seguro que le diste cuarcita?
—Eso... B-Bueno, se me acabó y le arrojé una roca que encontré, ¡p-pero debió saber igual de horrible! Sino por qué...
Heather le dio una palmadita al Gronckle, y cuando lo vio menear su cola y mirar a Patapez con ojos grandes, tarareó como si comprendiera algo. Empujó con fuerza suave al dragón.
—Bien, ya es suficiente, regresa con los demás, hay toda una montaña de la que puedes disfrutar...
Patapez dejó salir un suspiro cuando el dragón finalmente se dio la vuelta y salió del comedor, pero volvió a enderezar su espalda cuando Heather volteó.
Sin embargo, ella sólo se sacudió el inexistente polvo de las manos y sonrió: —Disfruta tu comida.
Se alejó.
Con alivio, Patapez abrazó aún más la bandeja de chuletas. En el pasado, Brutacio siempre lo asustaba con historias de cómo el Jinete Solitario cortaba en trocitos a las personas, así que Patapez había estado asustado por estar demasiado cerca de ella, pero... ¿parecía no ser tan mala?
—Ah, Hipo siempre está trayendo dragones a esta isla —dijo casualmente Heather, tomando un tazón vacío de la mesa—, gracias a él, estamos cerca de tener un problema de sobrepoblación.
Astrid, quien estaba decidiendo si verter o no un poco de miel, se sobresaltó y miró a su lado. ¿En qué momento llegó?
—De hecho, una vez encontré en mi habitación el bebé de un Canto Mortal, y hoy tuve que sacar a cinco Terrores Nocturnos de la cocina —siguió diciendo como si fueran viejas amigas, mientras servía comida en el tazón—. Realmente no puedes dar dos pasos sin toparte con un dragón...
Astrid emitió un "Mmn" a pesar de que no tener idea de por qué le hablaba y vertió una cucharada de arvejas en su plato.
—Pero tú y tus amigos no se han topado con ninguno desde que llegaron, ¿por qué crees que sea?
La cuchara pausó en el aire. Heather continuó: —Y antes de que entraran a esta fortaleza, se mantuvieron siempre caminando por las áreas más seguras, sin acercarse demasiado a los lugares favoritos de los dragones y a penas encontrándose con ellos... Creo que no necesitas que siga, ¿verdad?
Astrid la miró, en silencio. Heather sonrió mientras colocaba el tazón exageradamente lleno en una bandeja de madera.
—Ciertamente, tus amigos y tú habrían enfrentado serios problemas solos, pero Hipo cuidó bien de ustedes el tiempo que estuvieron en la playa. Ahuyentar a los dragones, guiarlos en secreto, evitar que tomen el camino incorrecto... —la miró de forma significativa—. Mi hermano hizo más que sacarlos del agua, Astrid.
Entonces tomó la bandeja y se dio la vuelta, yendo a llevarle la comida a alguien más, mientras Astrid permanecía de pie junto a la mesa de comida.
De hecho, finalmente había entendido por qué Heather se acercó a hablarle.
—Astrid, ¿no vas a comer? —Escuchó decir a Patán, detrás de ella.
Los cuatro ya se había ido a sentar en una mesa redonda al centro del comedor, y aunque esa mesa debería estar destinada sólo para las pocas personas que vivían allí, era mucho más amplia y espaciosa debido a que tenía añadida una parrilla en el centro, así que había suficiente espacio para todos.
Astrid se dio la vuelta en silencio y caminó hacia ellos.
Entonces, una voz que sonaba como la de Eret, dijo desde algún lugar: —¡Flota a la vista! ¡Son como una docena y acaban de entrar al territorio del Submaridestrozador!
N/A:
Ya se habrán dado cuenta, pero los capítulos de esta historia siempre inician con una mentira: el título.
Es para que vivan la experiencia completa, tipo: Leen el título, se sorprenden, piensan lo peor, leen el capítulo, descubren la verdad y se alivian. Luego ya no podré engañarlos y listo, el psicólogo está por allá 👉
Okeeey, en este capítulo además de finalmente saber por qué Hipo fingió ser un naufrago que se quedó con ellos en la playa, también pudieron leer una descripción exacta de lo que pasó la noche que los padres de Astrid murieron (Oh, y apreciemos como Heather, a pesar de haberse reído de Hipo en su cara, a sus espaldas fue y "regañó" a Astrid para que no sea mala con él. Quiero una hermana así TTwTT)
¿Qué piensan? ¿La muerte de los padres de Astrid es toda la verdad o hay algo más? ¿Qué asuntos creen que Hipo fue a atender? ¿Alguien será devorado por el dragón de nombre largo? ¿Podrán goody y tiro al blanco cruzar el cañón a tiempo?
¡Al menos una de esas interrogantes será respondida en el siguiente capítulo! Hastalapróximaaa
•Bonus•
Heather: ¿Sabes lo que le pasó a la última persona que trató mal a mi pequeño hermano? Nos sentamos y lo solucionamos con dialogo.
Astrid: Oh, es bueno saber que...
Heather: Mi hacha se llama dialogo.
Astrid: .....
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