007
«Había una vez, un general que encierra en su fortaleza a los vikingos infiltrados»
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Desde el principio las pistas fueron muy obvias.
Cuando Astrid despertó ilesa y casi seca en la playa. Cuando Patapez, Patán y los gemelos lograron sobrevivir a pesar de tener solo medio barco y de que Brutacio no supiera nadar. Cuando el conocimiento de Hipo demostró estar por encima de lo que estaba escrito en el libro de dragones. Su tranquilidad al estar en una isla remota...
Pero fue el asunto del hacha lo que la hizo tener una verdadera sospecha. Vamos, hablar sobre extrañar su arma y a la mañana siguiente despertar junto a ella no podía ser una coincidencia. Astrid no estaba segura de todas formas, pero entonces Hipo se delató aún más al mencionar cierta cosa, y antes de darse cuenta, Astrid ya le estaba arrojando la anguila sólo para ver con que mano la atrapaba.
Esa noche, el General Dragón llevaba a Infierno en la mano izquierda.
La misma mano con la que Hipo sostenía la anguila justo ahora.
—Jaja, Astrid, ¿es un nuevo juego? —Inquirió Patapez con una risa incomoda—. Escuché que el juego de roles y la improvisación sirven para aligerar el estrés, pero no creo que usar el nombre del General Dragón...
—No, no. Me gusta —lo detuvo Brutacio—. ¿Puedo ser el Jinete Solitario? Ah, espera, ya hay un Jinete Solitario. ¿Qué tal si hago de Estoico? Hay una lista de insultos que aprendí en la última cena familiar que aún no uso.
Hipo no se dio la vuelta de inmediato. Se tensó cuando escuchó a Astrid y permaneció en silencio cuando se giró a mirarla.
Astrid lo miraba de la misma manera en la que una madre miraría un hijo que acababa de ser atrapado haciendo una travesura.
—Por Loki, son mejores actores de lo que creí —murmuró Brutacio.
Lo que sea que estuviera por pasar en ese momento, fue interrumpido por la aparición repentina de una sombra en el cielo.
Era gigante, similar a una masa negra. Atravesó el cielo y boqueó la luz del sol, proyectando una sombra en el lugar donde los cuatro se encontraban, como si ellos fueran su objetivo. Al principio, parecía tener la forma de un dragón, pero de inmediato esa silueta se distorsionó y salió disparada hacia abajo, como un proyectil que se dirigía hacia ellos.
Astrid, Patapez y Brutacio se habían quedado congelados y sólo alcanzaron a cubrir sus cabezas, sin embargo, el impacto de lo que sea que fuera eso jamás llegó.
Estando a punto de tocar sus cabezas, la sombra una vez más se distorsionó y se dividió en dos, rodeando al grupo y volando a su alrededor en círculos. Sólo entonces, el trío descubrió que se trataba de una parvada de pequeños dragones.
—Ay Odín, ay Odín —Patapez retrocedió todo lo que pudo, sin poder salir de su círculo—. ¿Son Extinguehumo? ¡Los Extinguehumo no son completamente negros! ¿Ese es uno blanco? ¡¿Qué son estas cosas?!
—Si tú no lo sabes, entonces fue un placer haberlos conocidos.
—Tranquilos, son Terrores Nocturnos —tranquilizó Hipo rápidamente—. Les gusta imitar siluetas de otros dragones, pero no son...
—Están señalando nuestra ubicación —se dio cuenta Astrid, en guardia.
Hipo cerró la boca.
Tan pronto Astrid descubrió esto, una segunda figura descendió del cielo.
El dragón del Jinete Solitario aterrizó frente a ellos en ese rincón del bosque, llevando a su amo en el lomo. La parvada de dragones se dispersó casi al mismo tiempo, dejando de obstaculizarles la vista, y sólo entonces el grupo pudo notar...
—¡Patán! ¡Brutilda!
¡El Jinete Solitario los había capturado y arrojado al suelo!
Astrid se indignó y dio un paso al frente, levantando su hacha a penas una pulgada, pero una mano salió disparada y sujetó su muñeca antes de que hiciera cualquier cosa.
Astrid lo miró. El castaño le devolvió la mirada.
Sólo después de un largo intercambio, Astrid desvió su mirada y abandonó su postura de ataque, quedándose justo donde estaba y soltándose de su agarre.
Para entonces, Patapez y Brutacio ya se habían acercado a ayudar a Brutilda y Patán.
—Que quede claro que a quién tomó por sorpresa fue a Brutilda —fue lo primero que dijo Patán, con una voz cansada.
—Sí, estabas demasiado histérico como para notar que venía hacia nosotros.
—¡Baja la voz! No quiero que Astrid escuche tus tonterías, porque eso son, ¡tonterías!
—Ahora dilo sin llorar.
El Jinete Solitario parecía haber tenido suficiente de sus discusiones, porque casi de inmediato intervino. Desde el lomo de su dragón, cuestionó: —¿Qué están haciendo en este lado del archipiélago? ¿Cómo llegaron aquí?
No sonaba particularmente feliz, así que Patán se mostró aún menos feliz cuando se enderezó.
—Oye, ¿así tratan a los forasteros aquí? Lo único que hemos hecho es casi morir, ¿escuchaste? ¡Casi morir!
—...
—...Y queremos que siga siendo casi, señor Solitario.
—Haha, lo que mi amigo trata de decir —Patapez se movió, nervioso—, es que debido a un desafortunado incidente acabamos varados aquí, ¡pero! Tan pronto sea posible nos iremos. No es nuestra intención molestar, ni nada, jaja...
—Oh, entonces hay una maravillosa explicación de porqué están tratando de asfixiar a estos inofensivos Gronckles, ¿no?
—¿Inofensivos? ¡Los enviaste a cazarnos! Da gracias que aún tienen sus patas.
—¿Qué dijiste?
Viendo que las cosas estaban yendo por un mal rumbo, cierta persona carraspeó y salió desde detrás del grupo de vikingo, interponiéndose entre ambos bandos.
—¡Wow, wow! De acuerdo, vamos a... —Hipo miró la anguila en su mano y la arrojó lejos—. Vamos a calmarnos un poco, no hay porque ponernos agresivos —le dio una mirada rápida al Jinete y agitando su mano—. Está bien, Heather, ellos son amigos... Dile a Cizalladura que baje su cola.
Los jóvenes vikingos, quienes estaban listos para lo peor, pausaron y soltaron un perdido "¿Eh?".
—¿Hipo? —El Jinete Solitario abandonó su postura encorvada. Su propio dragón incluso se detuvo—. ¿Qué haces aquí?
—Ah, es una larga historia.
—¿Y qué traes puesto?
—...Como dije, larga historia.
Patapez pareció haber tenido algún tipo de iluminación divina, porque de pronto se desmayó.
—Espera, espera —Patán dio un paso hacia Hipo—: ¿Lo conoces? ¿Son amigos? ¿Por qué, en nombre de Thor, eso no es algo que debías mencionar?
—Porque nos habría llevado a tener esta conversación
—¡Quizás hubiera evitado que ese tipo me arrastrara, colgara, y casi sacara un ojo con una rama! —Patán notó que aquel jinete se estaba bajando de su dragón, así que se puso en guardia y lo apuntó—: Y-Y tú, no me importa si eres el Jinete Solitario, esta no es la forma de tratar a un buen amigo de tu señor. Soy Patán Jorgenson, ¡soy...!
El Jinete Solitario se paró delante de él y se quitó la capucha, descubriéndose el rostro.
—...Soltero y disponible, así es.
¡El Jinete Solitario, el temido ladrón de barcos que tenía temblando a los mercenarios, era en realidad una chica! ¡Una muy linda, con cabello trenzado y ojos verdes!
—¿Una chica? ¿El Jinete Solitario es una chica? —Murmuró Brutacio.
—Estoy tan confundida.
—Bueno, todavía quiero casarme con su dragón.
Hipo se giró hacia la pelinegra, sin prestar atención a lo que estaban diciendo los demás, y preguntó: —¿Cómo están los Gronckles? ¿Están bien?
—Aún están vomitando cuarcita, si es a lo que te refieres.
—No los dejaste junto al cañón, ¿cierto?
—¿Ese camino que luce como un anciano encorvado? ¿Qué hay ahí?
—Una manada de Aguijones Veloces. No preguntes.
—Entonces hay un problema.
—Aaah —Patán volvió a intervenir, provocando que ambos se giraran a verlo—, admito que esta belleza me distrae, mucho, casi olvido que estoy comprometido, jaja. Pero no puedo evitar notar... —señaló a Hipo—. ¿No llegaste al mismo tiempo que nosotros? ¿Por qué parece que conoces tan bien el lugar?
Hipo lo miró, pero fue Astrid quién contestó.
—Porque él es el General Dragón y esta es su isla —dio un paso más cerca, mirando a Hipo con brazos cruzados—. Estamos en Sin Retorno, ¿no es verdad?
La mitad de los presentes se congelaron. Hipo se pasó una mano por el cabello, dudando, pero al final los miró y asintió.
—Eso es correcto —sin vacilación se acercó al dragón plateado, y por si ya no hubiera sorprendido a todos con su confirmación, los sorprendió aún más al subirse a la silla de montar—. Heather, tomaré prestada a Cizalladura, tú vuelve con ellos. Me haré cargo del cañón.
—Oye, ¿por qué yo tengo que...?
—Porque eres linda y comprensiva, y no hay nada que me negarías —ella alzó ambas cejas ante eso. Hipo soltó una risita—. Te pondré al día cuando vuelva, lo prometo.
Con eso, el dragón desplegó sus alas y se fue volando. Los Berkianos se quedaron viendo aquel punto en el cielo, en blanco.
La pelinegra, cuyo apodo era Jinete Solitario y cuyo nombre real parecía ser Heather, se giró hacia ellos y les ofreció la mejor de sus sonrisas.
—¿Y bien? ¿Quién quiere un recorrido por Sin Retorno?
Patán se desmayó.
🌻🌻🌻
En las faldas de una montaña del oeste, la primera edificación en ser visible fue un pabellón con muros de mármol.
Este pabellón tenía forma rectangular, con seis columnas en el exterior y unos pocos escalones de piedra, parecía ser muy antiguo, como si hubiera sido construido desde hace siglos. En su interior incluso tenía un trono hecho de piedra, pero las decoraciones lo hacían ver menos viejo. Con pintura, tapices y varios escudos de madera, lucía bastante ordenado y limpio, como el Gran Salón de alguna tribu honorable.
—¿Y los cráneos? —Brutacio miró detrás de un tapiz—. ¿Y la sangre en las paredes? ¿Dónde están las sillas hechas de huesos y la niebla venenosa? —Caminó por el salón con los brazos en jarra—. ¿Ni siquiera una lluvia de sangre? ¿En serio?
—Lo sé, esto es decepcionante —Brutilda se sentó en el suelo, apoyando su barbilla en su mano—. Siempre pensé que cuando conociera al General Dragón habría cadáveres y una música tenebrosa de fondo, incluso lo imaginé a él con barba y cicatrices. ¿Por qué no tiene barba y cicatrices?
—Las cicatrices y la barba pueden solucionarse, pero el General Dragón y el Jinete Solitario necesitan con urgencia un decorador de interiores. Quiero decir, mira esto, parece que vamos a tomar el té con la reina, ¿dónde está el terror en esto?
—Mis respetos a la persona que limpia este lugar. No veo sangre seca ni esa cosa que queda cuando quemas vivo a alguien. Me pregunto qué usan para quitarla.
—Dios, ¿pueden tomárselo más en serio? —Astrid se había parado a vigilar la entrada, pero no pudo evitar voltear a regañarlos—: Estamos en territorio enemigo, en la isla del amo de los dragones. Incluso si el General Dragón es diferente a lo pensabamos, el Jinete Solitario y cientos de dragones todavía viven aquí, ¿por qué están hablando de decoraciones?
—Astrid, Astrid, por si no lo notaste, hemos estado en territorio enemigo desde hace un buen rato. En mi opinión, si el señor General Dragón quisiera matarnos, ya lo habría hecho, ¿o no, hermano?
—Estoy de acuerdo —Brutacio hizo una pausa—. A menos que haberse disfrazado de náufrago haya sido parte de una prueba para decidir si nos dejaba vivir o no.
Silencio.
—Oh, dios, estamos tan muertos.
La persona al lado de Brutilda se quejó de pronto, levantando una mano para frotar sus ojos.
—¿Brutilda? —Patapez se sentó, somnoliento—. Huh, tuve un sueño muy loco. Soñé que ese chico que Astrid recogió de la playa resultaba ser el General Dragón, jaja, el General Dragón...
Fijó su vista en el lugar en el que se encontraban, notándolo por primera, y su boca quedó entreabierta. Brutilda le dio una palmadita.
—No fue un sueño, Hipo es el General Dragón y todos vamos a morir.
—....
—Patapez, no te desmayes sobre mi hermana.
—Nah, déjalo. Hace un rato se desmayó sobre flores y ahora huele a eso, ¿si se me pega el olor ya no debo bañarme este mes?
El alma de Patapez pareció finalmente volver a su cuerpo. Se enderezó y chilló: —¿Hipo es el General Dragón? ¡¿Hipo es ESE General Dragón?!
—Lo sé, lo sé, todos reaccionamos así al principio...
—¿Están diciendo que puse al rencoroso y vengativo General Dragón frente a una fogata a cocinar mi desayuno? —Patapez palideció aún más—. Thor mío, incluso critiqué su técnica...
—Bueno, si te hace sentir mejor, nosotros nos comimos ese desayuno.
—Así que, en teoría, tu morirás cocinado y nosotros devorados. Suponiendo que sea tan vengativo como dicen los rumores.
—Está mal, está muy mal. ¿Creen que sepa sobre el ataque que planeó Berk? Si es así, estamos aún más...
—No creo que sepa del ataque —Astrid se cruzó de brazos—. Sólo se ha cruzado con nuestro barco, pero no es tonto, debe suponer que tenemos una razón secreta para estar aquí.
—Peeero no ha hecho preguntas —le recordó Brutilda—. Quizás ni siquiera le importa, en todo caso sólo hay que decir que estábamos íbamos camino a la isla Berserker y medimos mal el viento, no hay mentira en eso último.
—Y si lo descubre, lo peor que puede pasar es que nos usen de rehenes —Brutacio se encogió de hombros.
—Eso sólo significa que tenemos que volver de inmediato.
Patapez suspiró.
—Antes estaba preocupado de que la flota no pudiera encontrarnos, pero ahora estoy preocupado justamente porque pueda encontrarnos —expresó ansiosamente—. Si vienen hasta aquí y de alguna forma logran pasar al Submaridestrozador, se encontrarán con el General Dragón y el Jinete Solitario y ya no podremos ocultar la razón de nuestro viaje. ¡Seremos los primeros en ser cortados en pedazos!
—Patapeeez.
—Astrid, al menos tú no ofendiste al General Dragón de ninguna forma, estás a salvo. En cambio, los gemelos, Patán y yo... Esperen, ¿dónde está Patán? No me digan que...
—No, está justo ahí —Brutacio señaló hacia el exterior.
Afuera de ese Gran Salón, la espalda de Patán podía verse. Estaba sentado en los escalones de piedra, y por la forma en la que se encorvaba, parecía estar... abrazando sus piernas.
—¿Qué le pasa?
—No lo sé —Astrid puso una mano en su cadera—. O está lidiando con la decepción de que su ídolo no es lo que esperaba, o...
—Acaba de darse cuenta de que trató como basura al General Dragón y está esperando la muerte —completó Brutilda, algo burlona.
—Es triste saber que no seremos los que tengan la peor muerte —dijo Brutacio con un suspiro—. Digo, fastidiamos su paciencia y nos comimos su desayuno, pero al menos no lo agredimos verbalmente ni fuimos groseros con él.
—Tengo problemas para imaginar qué clase de muerte le dará.
—Dolorosa y creativa. ¿Crees que acepte sugerencias?
—¡Ay! ¡¿Quieren callarse?! —Les gritó Patán finalmente, volteando a verlos con irritación—. ¡Ya tengo suficiente con haber hecho el ridículo delante del General Dragón! ¡No necesito lidiar con sus tonterías también!
—Pobre Patán, está tan avergonzado.
—¡Ah! ¡Cállense!
Astrid suspiró. Iba a decir algo, pero entonces se escuchó una encantadora risa proveniente del interior del salón.
—¿Muertes dolorosas y creativas? Suena a una persona totalmente diferente a mi hermano.
Heather venía caminando hacia ellos. Parecía haber salido de algún pasillo oculto detrás del trono, pero fue tan repentino que todos se sobresaltaron.
—Ah, ¿ella quién es? —Susurró Patapez.
—Inicia con "Jinete" y termina en "Solitario".
—¡¿Eh?!
Astrid se apartó de la entrada, mirándola de forma evaluativa.
—¿Hermano? —Repitió.
Heather se detuvo delante de ellos, no demasiado cerca ni demasiado lejos, y asintió en su dirección.
—Sí, Hipo es mi hermano menor, ¿no se los dijo?
Los gemelos la miraron como si les estuviera pidiendo medir el sol, Patapez estaba tratando de procesar lo que estaba pasando, y Patán tenía cara de "¿Me están diciendo que también le coqueteé a la hermana del general?"
—Creo que... hay muchas cosas que tu general no ha dicho —se limitó a responder Astrid.
—Me disculpo por sus malos modales, no estamos acostumbrados a tener invitados. Mi nombre es Heather, ¿ustedes son...?
—Astrid.
—Jorgenson, Patán Jorgenson.
—Brutilda. Y sí, soy mujer. Este de acá es Patapez y él es...
—¡Carlo! —Dijo Brutacio de pronto, luego se aclaró la garganta y dijo en un acento extranjero—: Carlo Laverne Vaskez
Todos lo miraron raro, pero Heather le dio una mirada divertida.
—Es un gusto conocerlos. Lamento lo de hace rato, no tenía idea de que fueran amigos de mi hermano.
—No lo somos —objetó Astrid.
—¡No aún! —Corrigió de inmediato Patán—. Pero nos gustaría, claro que nos gustaría.
—Lo que nos gustaría es volver a casa —Especificó. Ahora que sabía que estaban en territorio enemigo, lo más lógico era salir de allí lo antes posible.
—Entiendo, estoy segura de que Hipo podrá enviarlos a su isla sanos y salvos tan pronto se ocupe de los asuntos en el cañón. Hasta entonces, pueden quedarse aquí.
—¿Aquí? ¿Aquí de "aquí en este salón ancestral" o aquí de "aquí en toda esta fortaleza"? —Preguntó Brutilda con sospecha.
—Son bienvenidos en toda la fortaleza, Brutilda.
—De acuerdo, lo sospeché desde la disculpa —Brutacio se cruzó de brazos—, ¿cuál es el truco?
—No hay truco —Heather se dio la vuelta—. Cocinar a las personas, comerlas y salpicar su sangre en las paredes es los fines de semana, están de suerte.
—....
Heather realmente los dejó, y por un momento el grupo se quedó en silencio, sin saber qué hacer.
—¿Eso fue todo?
—Aparentemente.
—Entonces...
—¿Entonces?
—No van a... Ya sabes...
—No, parece que no.
—Oh.
—¿Y qué hacemos ahora? —Preguntó Patapez.
—Dijo que éramos bienvenidos, ¿podemos explorar? —Preguntó Brutacio.
—¿Explorar?
—¿Por qué no? Nuestro objetivo era encontrar Sin Retorno y lo encontramos, ya que estamos aquí, ¿no deberíamos intentar reunir toda la información que podamos?
—Es la guarida del General Dragón, ¿no tienes miedo de meter la nariz donde no debes? —Le cuestionó Astrid.
—Oye, ayer casi fuimos tragados por un Submaridestrozador, anoche dormimos en la playa de Sin Retorno, hoy el General Dragón cocinó nuestro desayuno y hace un momento el Jinete Solitario nos acaba de dar una disculpa —le recordó Brutilda—. No sé tú, pero yo me siento inmortal.
En ese momento, un pequeño animalito se asomó desde detrás del trono.
—¡Vean todos, es Gallina! —Brutacio de inmediato fue y la levantó—. ¿Estás bien? ¿No te hicieron nada? ¿Tienes todas tus plumas?
—Brutacio, obviamente esta gallina es de aquí, claro que no le hicieron nada. ¿Y acabas de nombrarla Gallina?
—Silencio, Astrid, estamos teniendo una conversación aquí. ¿Gallina, quieres ser nuestra guía de turistas?
—Por el amor de...
—¡Co!
—¡Ya escucharon a la Gallina! ¡Vámonos!
De esa manera, la gallina saltó de los brazos de Brutacio y corrió hacia quien sabe dónde. Brutacio la persiguió, su hermana obviamente lo siguió, Patán les gritó que no hicieran tonterías y Patapez se negó a quedarse atrás. En un parpadeo, todos corrieron fuera del salón.
Astrid se golpeó la frente.
—Es una gallina, ¿por qué siguen a una gallina?
Pero mientras decía esto, ella también ya estaba saliendo del salón. No bajó los escalones, en su lugar, rodeó la estructura y siguió a sus amigos detrás del salón.
Como era de esperarse, el salón sólo era la cabecilla del lugar, detrás de este, se hallaba toda una villa. Un amplio patio con edificaciones, torres de madera, arbustos bien podados, un arco hecho de piedra y también un pozo. Sin mencionar muchas otras construcciones que resultaban desconocidas, probablemente relacionadas con dragones. Pero cada uno lucía complejo y muy bien detallado. Y ni siquiera era todo.
—¿Esto es un bebedero? ¿Es para dragones? ¿Por qué hay tanto pescado en este?
—Miren, una fosa... Ah, olvídenlo, es un domo.
—¡Hamacas! ¿Por qué no tenemos un techado con hamacas en casa?
—¡Vean! ¡Tiene un campo de entrenamiento por acá!
Los berkianos se dispersaron por el lugar, curioseando y recorriendo la villa. Astrid se mantuvo al margen y no se acercó demasiado a nada, pero recorrió con la mirada cada estructura mientras caminaba.
Hubo un camino de tierra que llamó su atención tras cruzar el campo de entrenamiento. Este se desviaba al espeso bosque y parecía haber sido despejado para facilitar su trayecto hacia algún lugar. Astrid no estaba segura si eso estaba dentro de la fortaleza, pero por curiosidad lo siguió y lo que encontró fue un área en construcción.
En una esquina estaban apilados un montón de árboles que parecían haber sido arrancados del suelo, creando así la zona despejada que Astrid tenía delante. La tierra también había sido arada, como si la persona que lo hizo tuviera planes de plantar algo allí, pero lo que en verdad llamaba la atención estaba más adelante. En el centro, yacía un estanque de agua cristalina.
Era grande, con piedras de distintas tonalidades decorando sus bordes y unas pocas plantas silvestres a su alrededor, incluso algunas dentro del agua. Astrid se le quedó viendo por un rato.
Era... de hecho, era bonito. Aún parecía estar en construcción, pero ¿por qué alguien construiría...?
—Mmn, mmn~
Tarareando una canción, un hombre de buena contextura apareció en el claro. Se agachó a recoger uno de los troncos apilados cuando notó la presencia de Astrid y se congeló.
Ambos se miraron.
Entonces, él descolgó su espada y Astrid su hacha.
—¿Cómo entraste aquí? ¿Quién eres?
—Eso depende de quién pregunte. Bonita espada.
—Bonita hacha. Me llamo Eret, hijo de Eret. Soy la mano derecha del General Dragón y el Jinete Solitario. ¿La bella dama frente a mi es...?
—Astrid. Invitada de tu general, aparentemente.
—Astrid... —Su expresión se volvió rara—. Espera, ¿tú eres...?
—¡Eret!
Astrid y Eret voltearon ante esa tercera voz. Alguien venía caminando hacia ellos y a Astrid le tomó un momento reconocerlo.
Hipo, quién desde el principio había estado usando una terrible combinación de ropas viejas y feas, ahora llevaba un fino y casi elegante traje marrón hecho de piel, con hebillas de plata, correas negras y una capa roja cuyos bordes esponjosos se abrazaban a sus hombros y se unían encima de su clavícula con un collar de cadena. Incluso su cabello despeinado lucía más peinado.
Caminó con algo de prisa hacia ellos y Eret parecía tener muchas preguntas.
—Jefe...
—Ah, Eret, cuanto tiempo, no te veo desde ¿el almuerzo de ayer? Como sea, gracias por tu ayuda, pero esto no es necesario —estirando su propia mano, hizo que bajara su espada—. Deja que me ocupe, regresa ahora.
—Pero, ah, ¿ella acaso es esa...?
—¡Sí! Como ya dije, es una invitada, nada más de lo que vayas a decir —lo ahuyentó con gestos sospechosos—. Allá atrás hay unos Gronckles que necesitan ser reubicados, ve, Heather quiere que te ocupes de ellos.
—¿Uh? ¿La jefa volvió?
Hipo y Eret intercambiaron unas cortas frases más antes de que este último finalmente se marchara. Sólo entonces, Hipo y Astrid estuvieron solos.
Esta era la primera vez que ambos se paraban frente a frente siendo quienes realmente eran, y justo como en la playa, los dos intercambiaron una mirada y se saludaron.
—General Dragón.
—Mi lady.
N/A:
Lamento no haber actualizado la semana pasada, las tareas me dejaron sin tiempo y para variar, la app de wattpad me fallaba y tuve que instalar una versión anterior para poder ingresar, y esa solución la descubrí hace poco :/
Pero fuera de eso, estoy feliz porque con sólo 6 capítulos, esta historia ya alcanzó las mil lectoras. Gracias a todos, cada vez hay más comentarios y más lectores nuevos, sigan recomendando esta historia ^^
El siguiente capítulo va a estar emocionalmente intenso, esperenlo ❤
Bonus
Hipo: Así que bella dama, ¿eh?
Eret: Hola Odín, soy yo de nuevo...
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