Noche XLIV: Confrontación
Hace 5 min. antes de que vinieran Kanda y Saori.
–Y... Yu... –Profiere débilmente la Exorcista. Kanda la abraza, manchándose de su sangre y apretando su cuerpo contra el suyo mientras que con su mano intenta detener la hemorragia.
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Renelle se río entre dientes –Gracias. –Apoyó su cabeza en el brazo de Kanda cuando sintió que sus ojos comenzaban a ponerse pesados– Gracias por amarme... Por soportarme... Y por liberarme de mi soledad. –Los cristales fueron por el resto de su cuerpo. Consiguiendo apenas levantar la mano, la colocó en su mejilla– Es demasiado tarde para deshacer mis errores. No creo que tuvieran ninguna enmienda para empezar. Sin embargo... al menos esto lo une a aquellos. ...Les quité demasiado su tiempo. –Su mano se resbaló pero fue atrapada ferozmente por la de Kanda, dejando volar chispas de polvo del cierre.
–Ren... Tú... –Kanda se sorprendió al escuchar su voz acompañar la repentina reacción.
–Yu, yo te... amo... –Es lo último que profiere antes de cerrar sus ojos por última vez, dejando de apretar su mano por completo, parando de respirar mientras el último pétalo de la rosa se desprendía y caía al suelo.
Los cristales encerraron lo que quedó, se endureció y se rompió dejando solo el viento para llevárselo. Apretó su mano en un puño, sosteniendo lo único que había logrado salvar de ella. Más allá de eso, no quedó nada; ni siquiera un cuerpo para enterrar.
–Qué telenovela más mala fue esa. –Se burlo Nea de lo que vio, sacudiendo la cabeza mientras miraba a Anneliese, que estaba sentada frente a ella. Se le escapó un suspiro mientras las emociones opuestas la invadían.
Anneliese bajó la mirada, sus manos se entrelazaban nerviosas sobre su vientre, ahora notablemente más grande y redondo. Sus ojos se oscurecieron un poco, como si un peso le cayera sobre los hombros –Renelle sufrió mucho al tomar mi lugar. –Admitió, con la voz quebrada por la culpa que le inundaba. Sus labios temblaron mientras hablaba, y la sombra de su arrepentimiento se reflejaba en su expresión cansada.
Nea inclinó la cabeza hacia un lado, observándola con una mezcla de compasión y exasperación, y dejó escapar un suspiro más suave esta vez –Fue su elección. Así que no te atormentes por eso. –Le respondió con un tono más gentil, aunque su rostro aún mantenía un gesto de severidad– Ahora, debes comer algo o de lo contrario te lastimaras más.
Anneliese esbozó una sonrisa débil, que apenas llegó a sus ojos. Su mano acarició su vientre con ternura, trazando círculos lentos mientras hablaba –Sabes que solo como una manzana por el embarazo para no atrasarnos mucho con mis nauseas. –Explicó, tratando de mantener la calma, aunque su voz denotaba una leve frustración. Se le notaba cansada, como si el peso de lo que había vivido fuera más difícil de soportar que el propio embarazo.
Nea, con las cejas levantadas, dejó escapar una pequeña risa, un sonido seco y sin alegría. Sus ojos se fijaron en el vientre de Anneliese, más voluminoso de lo normal –Si no mal recuerdo, ya debes estar en el 5 o 6 meses... en el cual sabrás el sexo del niño. –Comentó, su tono sonando más a una pregunta que a una afirmación. Su mirada se suavizó, pero pronto se tensó de nuevo, la nostalgia y la ira emergiendo al recordar la pérdida que habían sufrido– Hablando de eso, ¡¡¡Cross!!! –Gritó, como si el nombre fuera una especie de maldición que desgarraba el aire– ¡¿Cómo demonios te dejaste matar?! Por ese tipo- No tenerte aquí es problemático... Aaaaaah... –Nea dejó caer la cabeza hacia atrás, frustrado, mientras sus dedos se enredaban en su cabello negro y lo despeinaban con desesperación.
Anneliese la miró en silencio, sus ojos se humedecieron al escuchar el nombre que tanto evitaba pronunciar. Los recuerdos la golpearon como una ráfaga fría, y sintió un nudo en la garganta. Se llevó una mano a la boca, conteniendo un sollozo que casi se le escapa. Pero cuando volvió a hablar, su voz era un susurro lleno de dolor.
–Lo extraño, Nea. Cada día, cada noche... –Su voz se quebró, y finalmente dejó caer la primera lágrima, que corrió por su mejilla. Sus hombros temblaban mientras trataba de mantener la compostura, pero su angustia era evidente.
Nea dejó de moverse, se quedó mirándola con un aire incómodo y finalmente, suavizó su postura. Se acercó a ella, poniendo una mano en su hombro con torpeza, como si no supiera bien cómo consolarla.
–Yo también lo extraño, Annie. –Admitió en voz baja, el uso de ese apodo tan íntimo reflejando la vulnerabilidad que rara vez mostraba– Pero ahora, lo que importa es que tú estés bien. No podemos dejar que la memoria de Cross nos destruya a las dos.
Anneliese asintió, sorbiendo y secando sus lágrimas con la manga de su suéter. Se permitió apoyarse por un instante en el hombro de Nea, sintiendo la calidez de su presencia. Cerró los ojos, respirando hondo, tratando de encontrar fuerza en medio de la tormenta de su dolor.
–Gracias, tou-chan... –Murmuró, con la voz apenas audible, como si esas palabras cargaran un peso mayor al que podía soportar.
Nea solo asintió, sin decir nada más. Pero en su mirada, aunque seguía esa chispa de frustración y el eco de la burla que había tenido antes, ahora había un atisbo de algo más cálido, una promesa silenciosa de que no dejaría que Anneliese enfrentara sola el dolor y la incertidumbre de su futuro. Y, por un instante, ambas encontraron un respiro, como si en medio de las sombras que las rodeaban, aún existiera un lugar para la esperanza.
El silencio que siguió fue pesado, pero no incómodo. Era como si ambos, en ese instante, hubieran encontrado una tregua inesperada en medio de la tormenta que sus vidas habían sido. Nea miró a Anneliese y, en su mente, los recuerdos de aquellos que había perdido seguían palpitando, entremezclándose con la imagen de la joven frente a él. Ante él no estaba solo Anneliese, sino una sombra del pasado: Juuri. Aquella joven que alguna vez había conocido y que, sin miedo ni odio, había compartido con él momentos de paz, como si los conflictos de sus mundos opuestos no pudieran tocarlos. Recordaba su mirada cálida y la promesa que ella le hizo en un susurro cargado de determinación –"No importa cuánto tiempo pase, Nea, te buscaré... y te encontraré."
Sus labios temblaron levemente al recordar las palabras de Juuri, que aún resonaban en algún rincón olvidado de su ser. Sin embargo, esos pensamientos le llevaron a otro rostro, uno que le era aún más querido y doloroso. Renelle... su amiga. Su enemiga natural, pero, para él, una de las pocas personas que le ofreció compañía sin pedir nada a cambio.
En su mente, la figura de Renelle apareció tan vívida como en sus últimos momentos juntos. El recuerdo de Renelle apareció en la mente de Nea, como una brisa suave en medio de la tormenta. La imagen era clara: ella, con una sonrisa radiante y despreocupada, su cabello ondeando levemente al viento y sus ojos entrecerrados, llenos de luz. Aquella expresión, llena de paz, se le hacía casi insoportable, porque sabía que, en el fondo, esa serenidad escondía un dolor que ambos compartían pero que nunca podían confesar.
Renelle solía sonreírle de esa forma cuando intentaba recordarle que, aunque sus caminos estuvieran destinados a cruzarse en un conflicto sin fin, aún quedaba espacio para momentos de paz. Sin importar las miradas recelosas del resto de los exorcistas o la desconfianza de los otros Noah, ella siempre encontraba una excusa para acercarse a él, para compartir una risa o un instante de complicidad. En esos momentos, Nea se permitía bajar la guardia, aunque solo fuera por un instante.
《Flash Back》
–¿Sabes, Nea? –Le había dicho una vez, mientras el sol comenzaba a ocultarse en el horizonte– A veces pienso que hay algo más allá de toda esta guerra, algo que ninguno de nosotros puede ver, pero que... –Su voz se había desvanecido en un suspiro, y esa sonrisa que ahora recordaba había aparecido en sus labios. Era una sonrisa llena de sueños que sabía imposibles, pero que, por algún motivo, seguía manteniendo vivo en su corazón.
Nea había desviado la mirada en ese momento, incómodo ante su esperanza. Él no podía entender cómo Renelle mantenía ese optimismo, cómo podía sonreírle de esa forma, sabiendo lo que él era, sabiendo el odio que debía sentir hacia él. Pero, al mirarla, algo dentro de él se rompía. En sus pensamientos, aquella sonrisa suya era como una llama en la oscuridad, algo que no podía apagar sin perder una parte de sí mismo.
–Eres... demasiado optimista, Renelle. –Había intentado burlarse, como hacía siempre, pero su tono había sonado más suave de lo habitual– Este mundo no tiene lugar para cosas como esas. Sabes bien que, al final, somos enemigos.
Renelle solo lo había mirado con esa misma sonrisa, sus ojos escondidos detrás de un flequillo rebelde, como si sus palabras no pudieran tocarla.
–Eso dices tú, pero yo no creo en esas etiquetas. –Había respondido, con esa firmeza suya, tan tranquila y cálida a la vez– No importa lo que seas, Nea, no importa si eres un Noah o un Exorcista. Para mí, siempre serás tú... y eso es suficiente.
Nea recordaba haber sentido un nudo en el pecho, algo que lo asfixiaba. Quiso responder, decirle que estaba equivocada, que esa clase de pensamientos solo la llevarían al dolor y a la pérdida. Pero no pudo. Algo en su interior, algo que no lograba comprender del todo, le impedía decirlo. Al final, solo se quedó en silencio, grabando en su memoria la imagen de Renelle sonriendo, como si esa sonrisa pudiera ser suficiente para sostenerlo en los momentos más oscuros.
《End Flash Back》
Nea respiró hondo, intentando asimilar la paz extraña que flotaba entre ellos. Sabía que su vida estaba rodeada de sombras, de un destino que no se podía cambiar y de una guerra que parecía interminable. Pero ahora, por alguna razón, el peso de ese destino le parecía menos opresivo. Anneliese, con su mirada determinada y esa luz que irradiaba, lo hacía sentir que aún existía una pequeña rendija por la que podría escapar la oscuridad.
Ella lo observó en silencio, percibiendo la batalla interna que lo consumía. No era necesario que él dijera nada; su mirada era suficiente para que Anneliese entendiera que, aunque frente a todos se mostrara como alguien irrompible, en realidad llevaba consigo cicatrices invisibles que nunca le había mostrado a nadie.
–Nea… –Comenzó a decir ella, con una suavidad que contrastaba con la dureza de sus palabras anteriores– No importa cuánto intentes ocultarlo. Sé que hay algo en ti que aún pelea, que aún cree en algo mejor, aunque sea una pequeña parte de ti.
Él soltó una risa amarga, sin apartar su mirada de ella. Esa risa estaba llena de dolor, de la ironía de su situación. Pero, a pesar de ello, no era una risa fría; había algo en ella que delataba una emoción que había estado escondida por demasiado tiempo.
–No sabes lo que dices. –Replicó, intentando mantener su habitual tono de burla– No puedes entenderlo. Yo... ya perdí esa fe hace mucho tiempo. No soy alguien en quien puedas confiar, ni siquiera soy alguien que merezca una oportunidad.
Anneliese, sin embargo, no se inmutó. Dio un paso hacia él, cerrando la distancia entre ambos, y posó una mano sobre su brazo. Nea se tensó al sentir el calor de su contacto, una calidez que no esperaba y que lo desarmaba completamente. No estaba acostumbrado a esa cercanía, y menos a una que no estuviera cargada de desprecio o desconfianza.
–Tal vez tú pienses eso, pero yo no. –Respondió ella, con una convicción que lo dejó sin palabras– No sé qué cosas has hecho ni cuántas veces te hayas dicho a ti mismo que no mereces nada. Pero aquí estoy, y no voy a alejarme solo porque tú lo creas. Si alguna vez pensaste que estabas solo en esta oscuridad... estás equivocado.
Por primera vez, Nea no tuvo una respuesta mordaz para ella. Sus palabras lo tomaron por sorpresa y lo llenaron de un desconcierto al que no estaba acostumbrado. Durante años, había vivido convencido de que su destino como Noah lo separaba del resto del mundo, de que no había posibilidad de redención para alguien como él. Y ahora, frente a Anneliese, sentía que esa idea se tambaleaba.
–¿Por qué insistes tanto? –Preguntó, casi en un susurro, dejando que su vulnerabilidad emergiera por un instante– Podrías seguir tu camino, olvidarte de todo esto... de mí. Podrías vivir tranquila, lejos de las sombras de mi vida.
Anneliese lo miró con suavidad y determinación, y, tras una pausa, dijo –Porque todos necesitamos a alguien que vea más allá de nuestras sombras, incluso cuando creemos que no lo merecemos. Y tú... aunque no lo creas, mereces que alguien esté ahí para ti.
Nea bajó la mirada, sintiendo el peso de sus palabras. Durante años, había aprendido a luchar solo, a soportar sus propios demonios sin que nadie lo viera. Pero ahora, frente a Anneliese, esa carga parecía menos pesada, como si, solo por un momento, pudiera compartirla con alguien.
Sin saber qué más decir, tomó su mano y la sostuvo en silencio, dejándose llevar por la calidez que irradiaba. Y en ese instante, Nea sintió que, quizá, aún existía una pequeña esperanza, una oportunidad para reconstruir lo que tanto tiempo atrás había dado por perdido.
Ambos permanecieron en silencio, pero en la paz de ese instante encontraron algo que, en medio de la guerra y la oscuridad, les había parecido inalcanzable: la certeza de que, mientras se tuvieran el uno al otro, no tendrían que enfrentarse solos.
En eso, sentados en el borde de la cama, Nea sosteniene a Sodom entre sus manos, como buscando consuelo en su suave y cálida presencia. Anneliese lo observaba con una mezcla de preocupación y afecto en su mirada. No era fácil ver a Nea así, tan vulnerable.
–¿Estás seguro de que quieres hacerlo? –Preguntó ella en voz baja, rompiendo el silencio que los envolvía. Su voz, usualmente firme, ahora era suave, casi temerosa de la respuesta que recibiría.
Nea levantó la vista y forzó una sonrisa, pero sus ojos traicionaban el dolor que intentaba esconder –Es algo que tengo que hacer, Anneliese. Mana... debe ser derrotado para que yo sea el único que quede.
Anneliese se acercó y, con delicadeza, extendió su mano para acariciar la mejilla de Nea, trazando con sus dedos la cicatriz que marcaba su rostro –No tienes que enfrentarlo solo, Nea. No tienes que cargar con todo el peso.
Sodom, entre las manos de Nea, emitió un leve sonido, como si también estuviera en sintonía con la tristeza de su amo. Nea lo miró, sintiendo una mezcla de cariño y determinación.
–Sodom, –Susurró– rompe el sello y llama a Luka. No muestres a nadie la grabación de Renelle. Y si Anneliese trata de entender más sobre Selene... dale pistas. Provoca que sueñe con el pasado, que recuerde lo que alguna vez fue.
Anneliese apretó los labios, queriendo decir algo más, pero entendiendo que cualquier palabra sobraría. Se inclinó y dejó un beso en la frente de Nea, una despedida silenciosa, un recordatorio de que siempre estaría a su lado.
–Este es el viaje final, Anneliese. –Dijo él en un susurro, como si sus palabras fueran una declaración para sí mismo y una despedida para el mundo– Cumpliré la promesa que hice con Mana.
Anneliese asintió, sus ojos llenos de una tristeza contenida. Sabía que lo único que podía hacer ahora era acompañarlo hasta el final de su viaje, ser su apoyo, su fuerza en medio de la oscuridad. Y mientras él sostenía a Sodom, ella sostuvo su mano, uniendo sus destinos en ese último tramo juntos, en eso la puerta detrás de ellos se abrió con un estruendo.
–Vamos juntos... –Susurró Nea, sabiendo que el momento había llegado.
En ese momento, la puerta se abrió con un golpe seco, y Kanda apareció, sus pasos decididos resonando en el silencio de la habitación. No había rastro de vacilación en sus ojos, solo una frialdad que se había vuelto su máscara en los momentos más difíciles. Sin una palabra, desenvainó su espada antes de que Nea pudiera reaccionar, sintió el filo de la espada de Kanda rozar su cuello.
Saori entró detrás de Kanda, con el rostro pálido y las manos temblorosas. Al ver a Kanda listo para atacar, un grito ahogado escapó de sus labios –¡Detente, Kanda! ¡Debe haber otra forma! –Exclamó, su desesperación evidente en cada palabra.
Nea gira la cabeza para encontrar a Mugen presionado contra su cuello con Kanda mirándolo amenazadoramente. Kanda no podía creer que estaba frente al Noah tan de cerca, se sentía irreal. La última vez que había visto a Nea fue antes de la pelea contra Ares, recodaba bien lo que había dicho con tanta prepotencia y propiedad sobre no convertirse en el nuevo Conde Milenario y destruir a Ares.
–¡Déjate de bromas, maldito monstruo, o cortaré tu cuello en este instante! –Espetó molesto, a lo que Nea levantó su mirada, analizando los ojos del más alto.
–Mmm... Sí, me pareció haber visto esos ojos antes, y esa estúpida dedicación por Juuri. –Respondió, poniéndose de pie con una mueca de asco que intrigó a Kanda. Nea no solo hablaba de sus memorias, sonrío para sí mismo cuando finalmente se dio cuenta– No pensé que te fuera a encontrar tan pronto, Nian.
–Explícate en este instante. –Interrogó el azabache luego de oír ese nombre de la boca del Noah de la destrucción. No era la primera vez que lo escuchaba. Pero para su desgracia, algunos recuerdos aún seguían bloqueados por una neblina mental.
Nea soltó una risa escueta –Aún si fuera en el mismísimo infierno, me encontraría con ustedes dos juntos. ¿Por qué no me sorprende? –Espetó asqueado, viendo a Kanda a los ojos. Este se sentía inquieto con la mirada ambarina– De todos los aliados que pensé encontrar en esta época, tú eras el último que pasaba por mi lista. Tengo que decirte que me has sorprendido y has superado mis expectativas. –Mencionó pensando en Cross, luego vio a Kanda de pies a cabeza analizándolo.
–No deberías considerarme un aliado. –Kanda apretó el agarre del mango de su espada– Le prometí a Renelle que acabaría con su vida si tú te apoderabas de su cuerpo. –Nea soltó otra risa lúgubre, molestando al nipón, quien respondió con claro tono irritado– Tsk, sigues sin darme una respuesta. Lo diré sólo una vez más: ¡explícate! ¿Por qué me llamaste Nian?
Ante la pregunta, el ojiambar pareció meditar sus palabras por un segundo, que le pareció eterno al estoico exorcista.
–¿Seguro que no sabes por qué? A estas alturas ya te habrás hecho una idea ¿no es así? –Nea encaró al ojiazul, poniéndose de pie.
Kanda nunca hubiera titubeado en atacar al Noah en otra situación. Pero en ese momento, la figura de Anneliese interpuesta entre él y su objetivo lo hizo vacilar.
La muchacha tenía una mirada desafiante, llena de una mezcla de determinación y angustia que no había visto antes en ella. El látigo de su cabello azabache, agitado por el movimiento, delineaba su postura firme frente a Kanda, como si intentara proteger algo mucho más importante que su propia vida.
Kanda apretó su katana con fuerza, sintiendo el peso de su promesa. Había jurado exterminar a los Noah, pero ahora se encontraba con un obstáculo inesperado: la lealtad de Anneliese a ese ser que tanto despreciaba. ¿Qué era lo que ella veía en él? ¿Por qué parecía tan decidida a enfrentar su furia? Cada segundo que pasaba, el enigma que rodeaba a las memorias de Noah se volvía más turbio, y cada gesto de Anneliese sólo añadía a esa confusión.
Por su parte, Nea observaba la escena con una sonrisa enigmática, como si disfrutara del conflicto interno de Kanda. "¿Qué harás ahora, Exorcista?", parecían decir sus ojos burlones. Kanda lo sabía; en otras circunstancias, no hubiera dudado en cortar el cuello del Noah, pero ahora, algo le impedía dar el golpe final. Su propia rabia se mezclaba con una intriga ardiente y una creciente sospecha sobre los secretos que Nea escondía detrás de su aparente calma.
Los ojos de Anneliese se cruzaron con los de Kanda, desafiándolo a tomar una decisión. En ese momento, Kanda comprendió que tendría que prepararse aún más, no solo para cumplir con su promesa, sino también para enfrentarse a sus propios sentimientos y dudas. Con un suspiro interno, bajó un poco su espada, sin dejar de observar a Nea, pero consciente de que el verdadero conflicto estaba mucho más allá de las palabras o los movimientos.
Volvió a chasquear la lengua y dio un paso atrás, bajando su espada con algo de duda y dejando que el peliblanco merodeara la habitación sin bajar ambos la guardia, en un ambiente demasiado tenso y pesado. Kanda no pasó por alto la respiración entrecortada de Johnny, que aun seguía inconsciente en la cama de al lado con un pequeño charco de sangre sobre la almohada sobre la que descansaba su cabeza.
La albina reaccionó cuando el azabache lo dejó a un lado para acercarse con rapidez a Johnny, este respiraba con dificultad, pero la sangre en su frente se había secado, siendo esa una buena señal.
–¡Johnny! ¿¡Puedes oírme!? ¡Hey! ¡Aguanta ahí! «¡No es bueno! Si empieza a sangrar dentro del cráneo no hay nada más que pueda hacer. Por favor... Mi sangre actual no puede ser capaz de curarlo de la misma manera forma en que sanó a Marie o que tenga la técnica curativa de Nieves. ¡Funciona por favor...!» –Advirtió el nipón, acercándose al inconsciente científico y mordiendo con fuerza su mano hasta hacer una herida– «Ese shinigami necesita un tipo como tú... Alguien que crea en él de todo corazón para sanar la herida que Nieves le dejo... Muestra tu fuerza de voluntad, científico...» –Tomó a Johnny con sumo cuidado e hizo que bebiera de la sangre que brotaba. Kanda maldecía que a medida pasaron los segundos, este no daba señales de despertar rápido, temiendo que el golpe haya sido tan fuerte como para crearle una contusión craneal y que su sangre ya no hiciera el mismo efecto.
Anneliese mientras tanto terminaba de asimilar lo que había sucedido, recordó despertar, ver a Johnny, perder la conciencia nuevamente y abrir los ojos sólo para ver que Kanda iba a socorrer al castaño que aún permanecía inconsciente.
El ambiente estaba cargado de tensión y desconcierto. Johnny, con el rostro pálido y la respiración entrecortada, miraba fijamente, incapaz de procesar lo que veía –¿...Ella no era Renelle…? –Sus pensamientos eran un torbellino de confusión y culpa. Había estado seguro de que Renelle estaba frente a él, pero ahora esa certeza se desmoronaba, dejándolo vulnerable y desorientado.
Kanda, a su lado, mantenía una expresión imperturbable, aunque sus ojos ardían de desconfianza y una rabia latente. Su mano descansaba sobre la empuñadura de su katana, y su postura tensa reflejaba su disposición a actuar en cualquier momento. La presencia de Nea frente a él era una provocación, pero había algo más que lo mantenía en conflicto: Anneliese, quien estaba interpuesta entre ellos.
Anneliese se erguía con firmeza, con una mirada decidida. Sentía la amenaza latente de Kanda a sus espaldas y la peligrosa serenidad de Nea al frente. Sabía que una confrontación directa sólo empeoraría la situación. Sin apartar la vista de Nea, trataba de analizar cada uno de sus movimientos, buscando señales que revelaran sus intenciones ocultas. Pero Nea solo sonreía, como si se deleitara en la confusión que había causado.
Saori, desde una distancia prudente, observaba todo en silencio. Su mirada iba de Johnny a Kanda, de Anneliese a Nea, tratando de entender el porqué de tanta tensión. Aunque no comprendía todos los detalles, una sombra de inquietud comenzaba a instalarse en su pecho; algo en la actitud de Nea la hacía sospechar que había algo mucho más oscuro detrás de su expresión despreocupada.
Johnny, finalmente, rompió el silencio con una voz apenas audible y temblorosa –¿Yo... ...confundí a alguien más con Renelle...? –Las palabras salieron de su boca casi en un susurro, mientras su rostro reflejaba la mezcla de incredulidad y remordimiento que lo carcomía por dentro.
Kanda lo miró con una mezcla de empatía y reproche, antes de enfocar su atención de nuevo en Nea. Apretó los dientes, consciente de que cualquier acción precipitada podría arruinar la oportunidad de descubrir la verdad. La presencia de Anneliese entre ellos era una barrera que, por ahora, mantenía la paz tensa.
Nea, sosteniendo una copa entre sus dedos, mostró una sonrisa enigmática, observando a cada uno con despreocupación –Vaya, parece que la confusión es inevitable… ¿o acaso es más profundo que eso? –Su tono era ligero, casi burlón, pero en sus ojos se percibía una intensidad que hacía que los presentes se cuestionaran aún más lo que sabían o creían saber.
Anneliese, anterior Renelle, sintió terror y un pesado escalofrió que lo hizo tensar; lastimó a alguien querido sin darse cuenta siquiera, sin poder detener al Apocryphos en su interior. El pánico le hizo respirar agitado y ponerse de pie bruscamente, llamando la atención de Kanda, Saori y Johnny.
–No importa quién sea este hombre o qué secretos guarde. Lo que necesitamos ahora es claridad. Sólo enfrentando juntos la verdad podremos salir de esta confusión.
Kanda, aunque solía despreciar las palabras, sintió que las de Anneliese calaban en su resolución. Miró a Nea una vez más, entendiendo que había misterios que no se resolverían con la espada… al menos, no todavía.
Kanda aún seguía confundido y también lamentaba tardarse más de la cuenta con Link a las afueras de la ciudad. Si hubiera llegado a tiempo podría haber evitado todo esto. Mientras observaba la escena, posó su mirada en la joven de cabello blanco, oculto debajo de la peluca castaño rojizo —Anneliese—, algo extraño se agitó en su interior. Había algo en ella que lo desconcertaba, una sensación inexplicable que iba más allá de la simple preocupación. Sin embargo, antes de que pudiera actuar, Johnny se adelantó al ponerse de pie y acercarse a la cama contraria, viendo como Anneliese retrocedía a cada paso que daba el científico, sus ojos reflejando una mezcla de temor y desconcierto.
Kanda apretó los puños, observando la escena con una creciente inquietud. Algo en él quería interrumpir, acercarse y decirle a Anneliese que no tenía que temer, que no era culpable de nada de lo que había sucedido. Sin embargo, las palabras se negaban a salir. ¿Por qué aquella joven, una completa desconocida, despertaba en él aquella insólita necesidad de protegerla? Era algo nuevo para él, algo que lo dejaba tan intrigado como incómodo.
En ese momento, Nea, con su cabello oscuro y una mirada intensa, se interpuso entre Johnny y Anneliese alzando una mano en un intento de disuadirlo –¡¡No os acerquéis!!
Detrás de Nea, las extrañas plumas blancas comenzaron a brotar del Corazón de Anneliese, poniendo a Kanda alerta y de pie para detener cualquier intento de escape de la menor junto al D. Campbell, sintió un nudo en su garganta cuando Johnny trataba de apaciguarlo y asegurarle que no importaba y que ellos estarían junto a ellos dos.
–No... ...os acerquéis... –Gritaba la ojirosa, completamente asustado.
–¿Estas huyendo...? ¿Estás pensando en deshacerte de nosotros... y desaparecer de nuevo? –Kanda espetó irritado de nueva cuenta– En esta situación...
–¡Cállate, humano ignorante! –Replicó, con el mismo tono desafiante. No quería admitir lo mucho que estaba perdiendo el control, lo que le estaba costando mantenerse en pie. La energía continuaba girando a su alrededor, un recordatorio de lo cerca que estaba de perderse por completo.
Anneliese cierra los ojos un momento, como si intentara buscar las palabras adecuadas –No estoy huyendo… –Murmura, con una leve sonrisa de tristeza– Estoy luchando a mi manera, como la guardiana. –Al decir esto, su rostro se ilumina momentáneamente, como si estuviera resignada a su destino– Esta es la... mejor forma...
Nea vuelve a mirar a Johnny y a Kanda, asegurándose de que entiendan que no dejará que nadie se acerque a Anneliese sin enfrentarse primero a él. Saori lo observa, sabiendo que este es un momento decisivo, uno que podría cambiar la relación entre todos ellos para siempre.
Anneliese está en el centro de la escena, sus ojos reflejan una mezcla de tristeza y determinación mientras observa a Johnny y Kanda. Su voz, aunque suave, lleva un mensaje claro –...Lo siento... Realmente lo siento... –Las lágrimas comienzan a rodar por sus mejillas, dejando al descubierto su angustia interna, un conflicto que parece haberse estado gestando por mucho tiempo. Apretaba los dientes con fuerza, luchando por no dejarse consumir por la culpa y el dolor– «Le hice daño... Le hice daño... Pero... Pero no hay esperanza. Sigue siendo... ¡Soy así, sin embargo...» –Se repetía, la voz interna temblando entre la resignación y la tristeza. Aún con los hombros encorvados y los ojos nublados por las lágrimas, una chispa de determinación comenzaba a resurgir en su pecho– «...aún no me he rendido...!»
Kanda, que había estado observando en silencio, sintió un nudo en la garganta al ver la vulnerabilidad de Anneliese. Su expresión, que normalmente se mantenía fría e imperturbable, se suavizó ligeramente, un gesto que solo aquellos más cercanos a él reconocerían. Quería acercarse, decirle que no estaba sola, que él estaba allí para protegerla... pero las palabras simplemente no le salían. Aún así, su cuerpo se tensó al ver el sufrimiento de Anneliese, como si él mismo compartiera su dolor.
Johnny, de pie junto a la cama, se adelantó, preocupado por el estado de Anneliese. Su rostro mostraba una mezcla de angustia y culpabilidad. Aunque sabía que la situación escapaba de su control, el verla así lo hacía sentir impotente –Renelle. –Dijo en un tono bajo, extendiendo su mano hacia ella.
Pero Anneliese retrocedió de inmediato, alzando una mano para detenerlo –Por favor, no te acerques a mí. –Pidió, la súplica en su voz era palpable. Había tanto miedo en su mirada que Johnny detuvo sus pasos, incapaz de obligarse a avanzar más. Se mordió el labio, sintiéndose inútil. No quería hacerle más daño, pero cada intento de acercarse parecía solo agravar su sufrimiento.
Nea, quien hasta ese momento había estado observando en silencio, avanzó unos pasos. Su mirada era comprensiva, pero también firme. Como el padre adoptivo de Anneliese y consciente de su dolor, Nea sabía que forzarla a enfrentar todo en ese instante no era la solución –Déjala, Johnny. –Dijo suavemente, aunque su tono llevaba una autoridad incuestionable.
Anneliese sentía su cuerpo temblar. Cada fibra de su ser se encontraba atrapada en una batalla interna que apenas podía comprender. Su mirada estaba fija en el suelo, pero su mente era un torbellino de pensamientos –«¡Mi despertar ha comenzado...!» –Pensó, y un escalofrío le recorrió la espalda. Sabía lo que eso significaba y lo que podía desencadenar– Tengo que ir sola con Nea para el fin de combatirlo. ¡¡Si no me voy, las cosas pueden acabar como la última vez!!
Johnny estaba cerca, pero cada vez más inquieto. Miraba a Anneliese con una mezcla de preocupación y culpabilidad, temblando ligeramente. Quería acercarse, quería ayudarla, pero algo en sus propios temores y en el aura de la situación lo hacía retroceder –Sí. Lo siento por mi error... –Dijo, mientras trataba de armarse de valor, aunque la desesperación le hacía tambalearse. La presión de la situación y el miedo de no poder hacer nada útil eran aplastantes.
Kanda observaba en silencio desde el otro lado de la habitación, sus ojos oscuros se entrecerraban con preocupación al ver el estado vulnerable de Anneliese. Aunque su rostro permanecía inexpresivo, había una tensión palpable en sus manos, que se apretaban en puños. Kanda estaba acostumbrado a la lucha, a no mostrar debilidad, pero ver a Anneliese en ese estado lo afectaba más de lo que le gustaría admitir –«Aún no te has dado por vencida, ¿verdad?» –Murmuró en su mente, casi como si pudiera transmitirle esa fortaleza con su mirada intensa.
Nea, por su parte, observaba con una expresión de calma y conocimiento. Sabía que esto era un paso necesario, una prueba que Anneliese debía enfrentar, pero no podía evitar sentir empatía por el dolor que ella estaba experimentando –«Esa mirada… no te has rendido.» –Pensó, recordando otras batallas y otros momentos en los que él mismo se había encontrado en situaciones similares. Nea percibía el potencial de Anneliese, sabía que no se daría por vencida tan fácilmente.
Saori se acercó lentamente a Anneliese, su rostro mostrando una suave mezcla de preocupación y determinación. Se arrodilló a su lado, alcanzando a tocar con suavidad el hombro de Anneliese. "Estoy aquí…", parecía decir su gesto. Su presencia era como un ancla, una chispa de serenidad en medio de la tormenta. Saori sabía que, aunque no podía luchar en su lugar, podía acompañarla, podía recordarle que no estaba sola. Con una voz suave pero firme, susurró –No estás sola en esto, Renelle. Todos estamos aquí para apoyarte.
Anneliese levantó lentamente la mirada y sus ojos se encontraron con los de Saori. Algo en el brillo cálido de esa mirada comenzó a calmar la tempestad en su interior. Sentía que cada uno de ellos, en su propia forma, le ofrecía apoyo. Su corazón, aún latiendo con fuerza, comenzó a encontrar un ritmo más estable. La determinación resurgió en ella como una llama que se rehúsa a extinguirse –No debo ser capturada por ustedes. Por la Orden... –Dijo, inspirando profundamente y encontrando dentro de sí misma la fuerza para enfrentar lo que vendría.
La mirada de Anneliese se encontraba perdida en el techo, mientras el eco de sus pensamientos retumbaba en su mente. La determinación en sus ojos comenzaba a debilitarse, sus manos temblaban ligeramente, como si intentaran aferrarse a algo inalcanzable. Sabía que estaba en un punto crítico, uno de esos momentos en los que las decisiones definían el rumbo de su vida. Y en ese instante, sintió que el peso de su misión era demasiado.
De pronto, Johnny se acercó a ella, arrodillándose junto a la cama con una expresión de calidez y empatía que contrastaba con la intensidad de su propio conflicto. Su sonrisa era suave, llena de bondad, pero sus ojos brillaban con una determinación inusitada –Voy a acercarme un poco más, ¿de acuerdo? –Dijo suavemente, su voz como un bálsamo para los pensamientos atormentados de Anneliese.
Anneliese giró su rostro hacia él, sorprendida por su presencia y el tono sincero de sus palabras –¿Eh...? –Murmuró, incapaz de procesar del todo el gesto inesperado. Las palabras de Johnny resonaron en su mente: "Después de todo, dejé la Orden con el fin de estar al lado de Renelle Lemercier Serine y Nea D. Campbell". Un ligero escalofrío recorrió su piel al escuchar el nombre, y algo dentro de ella se suavizó al ver la honestidad en la mirada de Johnny.
Johnny continuó, más seguro de sí mismo, como si cada palabra que pronunciaba reforzara su propósito –Después de esto, estaré todo el tiempo cerca de Renelle Lemercier Serine y Nea D. Campbell. Porque yo, Johnny Gil… –Hizo una pausa, mirando a Anneliese directamente a los ojos– …como amigo quiero ayudarte.
La brisa en el lugar era suave, pero el ambiente estaba cargado de tensión. Anneliese miraba fijamente sus propias manos, algo en su interior se estremecía ante la realidad de lo que estaba viviendo. Sus ojos reflejaban un leve destello de confusión y asombro, como si tratara de asimilar una verdad que le resultaba casi incomprensible.
–¿Eh? ¿Eh…? –Murmuró, apenas un susurro que se escapó de sus labios, sus ojos abriéndose un poco más mientras intentaba procesar lo que sucedía. La incomodidad en su rostro era evidente, y sus mejillas comenzaron a teñirse de un tenue rubor. El leve temblor en sus manos delataba su nerviosismo, un sentimiento que rara vez se permitía sentir.
Esas últimas palabras tocaron el corazón de Anneliese de una manera inesperada. Sintió una mezcla de alivio y gratitud, un calor en el pecho que hacía mucho tiempo no experimentaba, que bajó la guardia lo suficiente como para que Johnny lo abrazara e inmovilizara, cayendo ambos al suelo.
El corazón de Anneliese latía desbocado, sintiéndose insegura de algo: si Kanda estaba ahí cuando ella recuperó la conciencia, significaba que se había encontrado con Selene… o quizás habían cruzado palabras.
–Debemos detenerlo antes de que vuelva a escapar. –Johnny le hizo volver a concentrarse en la situación, quien era ayudado por Kanda para detener sus inútiles intentos por zafarse del agarre y volver a escapar, dejando todo el drama y el pesado ambiente a un lado… momentáneamente.
~
–En otras palabras, no somos perseguidores de la Orden. Probablemente te confundiste porque Kanda aún esta vistiendo su uniforme. –Explica Johnny.
Anneliese suspira profundamente, sosteniendo el cartel que decía: "¡Bienvenido! Reparo cualquier cosa que necesite." con la mirada ensombrecida, sin saber muy bien cómo responder. Kanda se sentó a su derecha, observándolo mientras Johnny se sentó a la izquierda de Anneliese. Estaban sentados en la plaza del pueblo, tratando de ganar algo de dinero. Johnny tuvo la brillante idea de anunciarse como personal de mantenimiento.
A unos metros, Saori observaba la escena con una sonrisa suave y alentadora. Conocía bien a Anneliese y sabía cuánto había estado pasando, así que ver a todos reunidos para ayudarla le llenaba el corazón de alegría y esperanza.
Nea, el padre de Anneliese y abuelo del bebé que esperaba, estaba cerca, observando en silencio. Sus pensamientos oscilaban entre la nostalgia y la preocupación. Ver a su hija embarazada y aún enfrentando tantos desafíos le dolía, pero también se sentía orgulloso de la fuerza que ella mostraba cada día. Aunque sabía que el camino era difícil, confiaba en que juntos, con el apoyo de sus amigos y familiares, Anneliese encontraría la manera de superar cualquier obstáculo.
Kanda gime, la voz de Johnny era demasiado fuerte mientras hablaba alegremente con los lugareños –Oye, di algo.
–Hablaré cuando me quites estas esposas. –Anneliese reprochaba mientras intentaba inútilmente morder y jalar con fuerza el aparato que Johnny había atado a su mano como un grillete. Cuando finalmente se rindió, fue el turno de Sodom de comenzar a morder el artefacto.
Johnny se río nerviosamente y explicó que las esposas fueron hechas por Reever para Komui, por lo que se llevarían una desagradable sorpresa si alguien intentaba escapar. El ojo de Anneliese se contrajo, irritada. El científico continuó explicando que las esposas tenían una contraseña, pero no podía recordar cuál era, lo que hizo que Anneliese se enfureciera de ira.
Kanda puso los ojos en blanco –Es tu maldita culpa por cortar continuamente las cuerdas y huir.
–Pero al menos hubieran usado unas esposas con combinación. ¿Ahora cómo rayos me quitarán esto cuando sea necesario?
Kanda estaba sentado en la esquina más apartada. Agradecía que al ex-científico se le ocurriera la brillante idea de conseguir algo de dinero ofreciendo servicios de reparación de relojes y radios, pero ya llevaban un par de horas en el mismo lugar y debían moverse pronto si no querían ser rastreados.
Él tenía los brazos cruzados y una mirada de pocos amigos. Luego la charla con el Noah la noche anterior, se quedó con el trabajo de responder una pregunta, a la cual no encontraba aparente respuesta y eso le molestaba.
"¿Qué tanto sabes sobre el pasado de Renelle?"
Técnicamente no sabía casi nada de la albina antes de su llegada a la Orden y solo sabe lo básico de Edgar cuando estuvo en la Sucursal Asiática. En algunas ocasiones la había escuchado conversando con Lenalee y Lavi sobre los viajes que había hecho junto a Saori y Nea D. Campbell, pero al nunca haber demostrado interés en su pasado hasta ahora, no tenía muchos datos sobre dónde comenzar a indagar.
Ahora más que nunca quería entender cuál era la conexión entre la Renelle Lemercier Serine que conoce y esa mujer de mirada similar y cabello castaño rojizo en los sueños vividos que recientemente lo atormentan a la hora de dormir. Pero había algo más, maquillado entre las palabras de Nea.
"Yo personalmente te contaré una historia, una en donde una promesa es rota y un traidor es protegido por una princesa enjaulada y un Exorcista…"
Esa frase se clavó como un cuchillo en ciertas zonas de sus brazos. Una dolorosa corriente lo paralizó, notándose en su mirada por un instante una terrible mueca de dolor que no pasó desapercibida por Anneliese.
Mientras Johnny estaba ocupado, Anneliese se alejó lo suficiente dentro del rango del grillete en su mano.
–¿Qué sucede, Kanda-san? ¿Estás bien?
Kanda de inmediato recuperó la compostura y vio los ojos rosados black baccara de Anneliese mirándole con preocupación.
–No es nada. Hay una colonia de hormigas cerca. –Se excusó. Sintiéndose incómodo por la mueca en el rostro contrario sabiendo que Anneliese no le creía en absoluto.
–Sabes que puedes decirme lo que ocurre. –Inquirió la albina, fingiendo ser Renelle.
–«Es sólo que puede que me convierta en un Caído si sigo con ustedes.» –Pensó, sintiendo el escozor en la zona de los estigmas en sus brazos– Tsk… Recuerda que el sello ya no funciona como antes. –Dijo, refiriéndose al sello en su hombro y buscando llevar el tema a otro camino. Tal vez de esa forma podía sutilmente hacerle algunas preguntas a Anneliese.
Anneliese se acomodó apoyando la espalda en la pared, dejando a un lado el letrero que era vigilado por Sodom. Ambos vieron en silencio a las personas pasando por la calle no tan concurrida –No tuve tiempo de agradecerte ayer por haberme salvado a mí y Nea de los Akumas cuando estaba inconsciente. –Admitió, ladeando su rostro.
–Solo concéntrate en mantenerte despierta la próxima vez que estéis solos. Eres un imán de problemas. –Contestó con voz seria, pero con cierto tono sarcástico.
–No es culpa nuestra que los Akumas nos persigan igual que la Orden. Al menos si alguno de ellos llega a encontrarnos, no tratarán de matarnos al instante. –Se volvió a quejar, refiriéndose a los Exorcistas y buscadores que lo estaban cazando como a un zorro en el bosque.
–No lo es...
Anneliese se giró para mirarlo fijamente, pero no duró mucho porque el dueño de un negocio local agarró a Johnny y lo arrastró hasta su tienda para que lo ayudará con su fotocopiadora, lo que a su vez provocó que Anneliese y Nea lo siguieran de mala gana. Kanda suspiró y se movió para ponerse de pie para estirarse, pero se detuvo cuando Sodom de repente voló y se posó en su letrero.
Kanda estaba revisando los alrededores, buscando cualquier señal de peligro, cuando de pronto notó una extraña presencia detrás de él. Giró la cabeza rápidamente y allí estaba Sodom, observándolo con esos grandes ojos redondos. La sorpresa fue inmediata.
–¡Vaya! ¡¿Tú todavía estabas aquí?! –Exclamó Kanda, con una mezcla de asombro y exasperación. Su expresión se endureció, sus cejas se fruncieron, y una línea de incomodidad surcó su rostro al ver a la criatura que lo seguía en silencio.
Kanda observaba a Sodom con una expresión que mezclaba sospecha y cansancio, sus ojos entrecerrados como si tratara de adivinar las intenciones de la criatura frente a él. Una gota de sudor resbalaba por su frente, denotando su frustración contenida. Mientras tanto, Sodom permanecía impasible, con una expresión inocente que solo lograba irritar más a Kanda.
–…¿Qué es esto? ¿Todavía tienes miedo de que me vaya a robar el dinero de la Nieve y del shinigami…? –Murmuró Kanda, su voz cargada de desconfianza, sin apartar su mirada penetrante de Sodom. Su mente no podía evitar cuestionarse qué pretendía esa extraña criatura. La simple idea de que Sodom pudiera robar el dinero de Anneliese y Nea –"Nieves" y "Shinigami" como Kanda los llamaba despectivamente– le parecía absurda y, sin embargo, no lograba apartar la posibilidad de su mente.
Sodom, ajeno o tal vez indiferente al juicio de Kanda, lo miraba con calma, como si nada de lo que ocurría le concerniera. Con un movimiento lento y casi teatral, levantó una ceja, como si no entendiera del todo la acusación implícita.
–Déjame decirte que te ves muy sospechoso. –Le dijo Kanda al demonio mientras entrecerraba los ojos con sospecha– No me mostrarás el registro de lo que sucedió anoche.
Kanda miraba el cielo con el ceño fruncido, sus pensamientos envueltos en un cúmulo de emociones. La influencia de la diosa Selene se hacía sentir como una sombra persistente en su vida, tanto una guía como una carga. Al mismo tiempo, a su lado, Sodom permanecía en silencio, como si la misma atmósfera estuviera cargada de cosas no dichas.
Finalmente, fue Kanda quien rompió el silencio, con una pregunta que cargaba toda la intensidad de su mirada –¿Sigue siendo la diosa Selene tu maestro? –La pregunta sonaba como una acusación, como si necesitara confirmar algo, o quizás encontrar un fallo en la lealtad de Sodom.
Sodom desvió su mirada, pensativo, su expresión permanecía imperturbable. Sabía que cualquier respuesta podría irritar aún más a Kanda, y por un momento, dudó si era buena idea siquiera hablar de su antiguo "maestro".
–También eres uno de los requisitos que Selene dejó atrás... –Murmuró Kanda, sin poder evitar que su voz sonara amarga. La simple idea de que ese "fantasma" del pasado aún tuviera influencia sobre sus vidas lo carcomía, llenando su interior de una rabia contenida– ¿De qué lado planean estar?
El samurái se detuvo en seco al ver que Sodom derramaba lágrimas, cayendo como una lenta lluvia.
Ahora Kanda se sentía incómodo. ¿Qué se suponía que debía hacer ahora?
–Oh, este reloj es muy bueno. ¿Cuánto es?
–¿Huh?
El exorcista de cabello oscuro se gira y ve a un caballero con gafas, inclinado sobre una rodilla y sosteniendo un reloj.
–Ese es uno de los reparados, no está a la venta.
Se miran a los ojos por un momento hasta que Kanda nota a Sodom con el rabillo del ojo; actuando de manera extraña, se gira para ver a Sodom apretando los dientes con ira, y parece que sale electricidad de él.
Kanda maldijo en voz alta, dándose cuenta de que el demonio estaba a punto de atacar, y entonces se desató el infierno.
~
Johnny estaba inclinado sobre la impresora, concentrado en cada pieza y tornillo. Sus dedos se movían con destreza, ajustando partes, limpiando componentes y asegurándose de que cada detalle quedara perfecto. El dueño de la tienda, un hombre de edad avanzada con ojos astutos y expresión de interés, lo observaba con atención.
–¿Cómo está? Me gustaría que le echaras un vistazo a la otra impresora si terminas... –Dijo el dueño con una sonrisa amable.
Johnny le devolvió la sonrisa, aunque su mente estaba ocupada, pensando en sus amigos, en lo que les esperaba al salir de ese lugar –Esta bien. Por favor deme quince minutos. –Respondió con una voz tranquila, manteniendo la compostura.
–Desde luego~ Eres un salvavidas. Está escaleras arriba.
–Bien.
Detrás de él, en un rincón de la tienda, estaban Anneliese y Nea, ambos en silencio. Anneliese observaba a Johnny, sintiéndose agradecida por su esfuerzo, pero también preocupada por el peligro que los acechaba constantemente. Aunque el momento parecía tranquilo, su corazón estaba inquieto. Sabía que estaban en una situación precaria y que su futuro, el futuro de su bebé, dependía de las decisiones que tomaran ahora.
Mientras Johnny trabajaba, Anneliese pasó una mano sobre su vientre, sintiendo la conexión con su bebé. Sus pensamientos la llevaban a un lugar oscuro, donde el miedo y la incertidumbre la consumían –«¿Estaremos a salvo? ¿Podré proteger a mi hijo de todo esto?» –Pensó, sus ojos fijos en Johnny, quien seguía trabajando sin darse cuenta de sus preocupaciones.
Nea, a su lado, compartía la misma inquietud, aunque no lo mostraba. Su mirada estaba fija en la escena frente a él, pero en su mente repasaba los recuerdos de tantas veces que había tenido que proteger a Anneliese de los horrores del mundo. Ahora, no solo debía cuidar de ella, sino también de su futuro nieto –«Ares sigue siendo una amenaza… No podemos quedarnos aquí mucho tiempo.» –Pensó, sintiendo el peso de la responsabilidad en sus hombros.
Johnny terminó de ajustar la impresora y la encendió. El zumbido de la máquina llenó el espacio, rompiendo el silencio que rodeaba a Nea y Anneliese. El dueño de la tienda aplaudió, agradecido, y Johnny sonrió ligeramente, satisfecho con su trabajo.
Nea estaba concentrado en arreglar una de las impresoras, su rostro ligeramente tenso, pero sus manos se movían con la destreza de quien lleva años en esa tarea.
–¿Qué crees que estás haciendo…? –Preguntó Anneliese en voz baja, sin querer interrumpir demasiado.
–¿Hm~? Oh ¿Esto? Eh... Robaron mi dinero... Es peligroso quedarse en la posada mucho tiempo en el caso de que aparezca Ares. Primero tenemos que conseguir algo de dinero y asegurarnos de que podemos conseguir comida y un lugar para dormir. –Murmuró Johnny en voz baja, mirando directamente a Nea y Anneliese.
Nea asintió con seriedad, entendiendo que su seguridad estaba en juego. Por un breve instante, se cruzaron miradas de comprensión entre los tres, como si compartieran una promesa silenciosa de protegerse mutuamente.
Anneliese respiró profundamente, sintiendo que, a pesar del miedo, no estaba sola. Sabía que Johnny y Nea estarían allí para ella y para su hijo, pase lo que pase. La realidad era dura, pero juntos podían enfrentar cualquier amenaza que viniera.
Anneliese observaba en silencio, mordiéndose el labio mientras sus pensamientos la invadían. A su lado, Nea permanecía callado, pero atento a cada uno de sus gestos, como si intentara leer los sentimientos que ella no se atrevía a expresar en voz alta.
En frente, Johnny trabajaba en la impresora, enfocado en arreglarla. Su concentración era tan intensa que parecía no darse cuenta de la angustia reflejada en el rostro de Anneliese. Pero en el aire flotaban palabras que había dicho momentos antes, palabras que habían quedado grabadas en su mente: "Como amigo... quiero ayudarte."
Esas palabras resonaban en su pecho con un peso que apenas podía soportar. Anneliese apretó los puños, tratando de contener las emociones que le atravesaban. Sentía un nudo en la garganta, una mezcla de tristeza y frustración. No era eso lo que quería escuchar de él. "Como amigo." Esa expresión parecía un muro que se levantaba entre lo que ella deseaba y lo que él estaba dispuesto a ofrecer.
Nea, al notar la tensión en ella, colocó una mano suave en su hombro, brindándole un apoyo silencioso. Su presencia era reconfortante, pero también hacía que Anneliese se sintiera aún más vulnerable. Era como si ese simple toque desmoronara la fachada de fortaleza que intentaba mantener.
–Nielle… –Susurró Nea, su tono cargado de preocupación.
Ella bajó la vista, sintiendo cómo sus lágrimas luchaban por salir –«No esperaba que dijera esas palabras. No quería escuchar esa clase de palabras. En ese momento lo supe, me di cuenta de...» –En ese momento, se dio cuenta de lo que realmente significaban sus sentimientos, de lo mucho que Johnny había llegado a ser para ella. Pero ahora, con esas palabras, sentía que una barrera se había impuesto, una que no sabía si podría superar– «mi soledad.»
Anneliese retrocedió unos pasos, tratando de controlar el pánico que se apoderaba de ella. Las palabras de Link resonaban en su mente –«¡¡¡Huye!!!» –Le había dicho, aunque no podía dejar de pensar que quizás estaba renunciando a ella, a cualquier posibilidad de futuro juntos. Sus dedos temblaban mientras intentaba sostenerse, pero su propia soledad le golpeaba con más fuerza de la que había esperado.
Nea, observando a su hija adoptiva luchar con sus emociones, intentó acercarse, pero la intensidad de sus sentimientos era abrumadora. Anneliese estaba atrapada en un torbellino de pensamientos –«Es inútil. Me iré.» –Pensó, como si intentara convencerse de que no había otra opción, aunque su corazón le gritaba lo contrario. Sentía que, sin importar cuánto intentara alejarse, los recuerdos y los sentimientos hacia Johnny seguían persiguiéndola, envolviéndola en una espiral de dolor y confusión.
Mientras sus pensamientos se entrelazaban con la oscuridad de sus emociones, una llama interna comenzaba a despertar. Una mezcla de rabia, tristeza y anhelo tomaba forma en su interior, ardiente y sin control –«Los que nos persiguen no sólo son la Orden y los Noah.» –Se dijo a sí misma, dándose cuenta de que los verdaderos demonios a los que se enfrentaba eran sus propios miedos y dudas.
Nea, sin saber cómo ayudarla, simplemente extendió una mano hacia ella, esperando que su presencia fuera suficiente para calmar aquel fuego que amenazaba con consumirla. Pero Anneliese se encontraba tan atrapada en su propia tormenta que apenas podía ver más allá de su dolor.
Anneliese gritó de repente, sobresaltando a Johnny y Nea mientras jadeaban de miedo. La inocencia de Anneliese comenzó a apoderarse de su pecho nuevamente, y Anneliese no era ajena a esta sensación porque solo podía significar una cosa.
–«Demonios. ¡¡Apocryphos!!»
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