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Capítulo II: frascos

El cielo nocturno prevalecía sobre la pintoresca nación de Artelis, las calles transitadas calles de la ciudad capital estaban repletas de autos, taxis, transporte público e iluminadas con faros y semáforos a diferencia de los suburbios, el ambiente en ellos era mucho más silencioso y tranquilo.

Las personas creerían que en altas horas de la noche todos deberían de estar dormidos, pero ese no era el caso de la joven Tammy quien tenia puesto unos audífonos de casco con micrófono incorporado mientras jugaba su juego favorito en la laptop por internet.

—¡A la izquierda! ¡Tenemos que capturar la bandera antes que ellos! —decía Tammy mientras presionaba las teclas para mover a su personaje y el click del mouse para hacer que dispare.

Estaba jugando con sus amigos más cercanos. Reían, discutían y luego volvían a reír por las chistosas controversias que se generaban entre ellos hasta que finalmente ganaron la partida.

—¡SI! ¡EN SU CARA! —celebraba Tammy.

—¡Los reyes de Lux et Tenebrae! —decía uno de sus amigos de nombre Rubén a través de los audífonos.

Él tenía camisa roja, chaqueta de cuero y cabello negro. Su habitación estaba iluminada con luces neón y estaba sentado frente a su computador.

—Así es —dijo Tammy mientras sus amigos seguían celebrando.

Su teléfono, ubicado a un lado de la laptop, empezó a sonar y vibrar, Tammy lo tomó, una persona llamada Milton le había enviado un mensaje.

—¡Chicos! ¡Chicos! ¡Escuchen! —sus amigos guardaron silencio y Tammy comenzó a leer el mensaje—. "Amada Tammy, ya no puedo soportar estar sin tí. Vives en mi cabeza y sin pagar renta, me desespera que no estés conmigo. Por favor respóndeme" carita triste y dos manos juntas.

—¡PATETICOOOO! —gritó Lucas de manera estridente causando la risa de todos.

Este chico traía una playera verde, bermudas grises y cabello amarronado con rulos. Se encontraba de vacaciones en una casa con vista al mar.

—Ese sujeto no se rinde —dijo una chica entre risas.

Dicha joven de nombre Julia traía una camisa de tirantes color blanco con pantalones negros rasgados en las rodillas y su cabello esponjado color marrón. Estaba en su habitación la cual estaba repleta de pósters de videojuegos.

—Lo sé... es tan desesperante —admitió Tammy—. Y lo peor es que cree que con esas palabras tan simples me hará olvidar el pasado y volver con él.

—Solo un demente volvería con él, es demasiado celoso y territorial —dijo Julia.

—Sí y sí —Tammy concordó con Julia—. No entiendo como pasó de ser tierno y bondadoso a egoísta, celoso y manipulador.

—Una palabra, mi querida Tammy: máscara —determinó Julia

—¡Shaggy! ¡Shaggy! ¡Escucha! —Ruben alzó la voz.

—Dígame —respondió Lucas

—Que tal si jugamos mientras las señoritas se siguen quejando de Milton —propuso Rubén.

—¡Oigan! —exclamó Julia.

—No van a jugar sin nosotras, punto —dictaminó Tammy.

—Sácalas del grupo, Rubén —sugirió Lucas entre risas.

—Dale, dale —Rubén estuvo de acuerdo y reía junto con Lucas.

—¡No! ¡No nos saques! ¡Juguemos, juguemos! —pidió Julia.

—No, se van para afuera —siguió bromeando Rubén.

—Vamos, chicos. No sean malos, sigamos jugando hasta conseguir las copas de cristal, ¿sí? —planteó Tammy refiriéndose a un galardón del juego.

—Muy difícil conseguir copas de cristal en un día, pero igual quiero jugar —admitió Lucas.

—Día para ti, para nosotros es de madrugada —aclaró Julia.

En ese momento, se escucha como tocan con fuerza la puerta de la habitación de Tammy, esta apaga el micrófono y se quita los audífonos al oír los golpes.

—¿Sí? —Tammy alzó la voz curiosa.

—¿Tienes idea de la hora que es? —pregunta James con algo de molestia desde el otro lado de la puerta.

Tammy prende la pantalla de su celular para mirar la hora, resulta que faltaban tan solo siete minutos para las dos de la madrugada.

—Acabo de verla —respondió Tammy.

—Excelente, pues, ya sabes que debes dormir o mínimo bajar la voz, hay quienes si duermen a esta hora —reclamó James.

—Perdón, juego una última partida y apago todo —aseguró Tammy.

—¿Segura? —inquirió aún con molestia su hermano mayor.

—Lo prometo.

James suelta un suspiro liberando algo de frustración antes de volver a hablar.

—Bueno, pero la próxima no te diré nada, solo desconectaré el Internet —amenazó James.

—¡De acuerdo! —Tammy se colocó nuevamente los audífonos y activó el micrófono—. Regresé, señores. Una partida más y me retiro.

—Bueno, bueno, juguemos —comentó Lucas alborotando aún más los rulos de su cabello con la mano velozmente.

—Yo igual debo irme, una más y ya —añadió Rubén.

Todos concordaron en jugar una última partida e iniciaron lo que ellos llaman "emparejamiento" con jugadores de todas partes del planeta para comenzar un duelo de "todos contra todos" con otras noventa y seis personas.

Reían, gritaban de emoción, surgían altercados entre ellos, pero nada que no se resolviera con un chiste.

Al cabo de diez minutos la partida llegó a su fin, los amigos terminaron victoriosos, conversaron un par de minutos más y Tammy se despidió de ellos, cerró el juego, apagó la laptop y se lanzó en su cama boca abajo para intentar dormir.

Mientras tanto, en alguna parte del planeta...

La plateada luz de luna y los destellos de las estrellas eran las únicas luces que iluminaban las oscuras sendas de un bosque invernal inmerso en completa oscuridad.

No se escuchaba ningún ruido, lo único que perturba dicho silencio era el ulular de los búhos.

El ambiente del lugar no solo era gélido. Tanta oscuridad, las frívolas ventiscas y el perturbador silencio interrumpido cada cierto tiempo por el ulular de los búhos envolvía al bosque con un aura de terror.

Entre los árboles, una luz dorada comenzaba a abrirse paso, era la luz de un farol. El hombre que sostenía dicho farol caminaba con una capa hecha de cuero, su aspecto era intimidante. Era fornido y cargaba en su espalda un saco marrón algo grande.

Paso a paso se acercaba más a un grupo de personas encapuchadas cuyos rostros no se veían. Unos estaban sentados en una carreta sobre la cual había algo tapado con mantos, otros custodiando la misma y quien parecía ser el líder jugaba con un cuchillo mientras lo lanzaba a pocos centímetros de su mano y lo volvía a atrapar. Este era de contextura delgada, pero se notaban los bíceps de sus brazos.

El hombre fornido finalmente llegó a ellos y aclaró su garganta mientras todos los veían con miradas matadoras.

—He traído el oro —pronunció con voz gruesa aquel hombre fornido.

—Finalmente —exclamó el hombre del cuchillo—. Acércate.

El fortachón obedeció y se acercó al líder del grupo, quien le hizo una seña con la mano para que caminara junto a él hacia la carreta.

Una vez parados frente a la misma, el hombre del cuchillo levantó el manto oscuro y grueso revelando un montón de frascos con líquidos radiantes y de múltiples colores.

—Hemos elaborado diferentes componentes que te ayudarán —aseguró—. ¿Te parece suficiente? —preguntó el hombre del cuchillo.

—Más que suficiente —pronunció sonriente el hombre fornido.

Este dejó caer el saco frente al líder de aquel grupo. El hombre del cuchillo les hizo una seña a dos individuos: uno de ellos de estatura baja mientras que el otro era mucho más grande. Estos sujetos se acercaron y abrieron el saco, sacaron varias piezas doradas y después de un riguroso examen, concordaron en que era oro puro.

—Es oro, señor —decía con voz femenina la persona mas baja.

—¡Por supuesto que es oro! —espetó el hombre fornido— ¿Acaso cree que no soy de fiar? ¿Que podría engañarlo?

—Cálmate o no te venderé nada —dijo el líder.

—Ya te pagué, ahora debes darme lo que me pertenece.

—No tengo ningún problema con dejar tu estúpido oro aquí tirado e irme sin más. Así que mantente tranquilo y podrás llevarte los componentes —el líder chasqueó los dedos.

Esto era la señal para que uno de los sujetos, sentado en la carreta, comenzara a guardar estos frascos en un cofre, treinta frascos fueron los que colocó en el interior del mismo, lo cerró con llave y el líder tomó, con ambas manos, el cofre y la llave para luego caminar hasta el comprador.

—-treinta frascos, treinta oportunidades, un solo sujeto... —extendió sus manos haciéndole entrega de ambos objetos al hombre musculoso— Solo tengo una pregunta: ¿Podrás asesinarlo o solo serás un número más en su lista?

—Se supone que estos componentes me ayudarán a matarlo, ¿o acaso me has mentido todo este tiempo? —el comprador frunce el ceño.

—Se supone que te ayudará, la cuestión es si TÚ estás a la altura de ese tipejo.

—Pues alguien debe detenerle o nunca nos dejará tranquilos.

Un ruido en el bosque les impidió seguir hablando, todos comenzaron a mirar a su alrededor iluminando, sin mucho éxito, el lugar con los faroles buscando el origen de aquel ruido. Mas no consiguieron ver nada.

Sin embargo, los búhos comenzaron a ulular más de lo normal, con cada segundo que pasaba el bullicio de parte de las aves incrementaba, era como si estuvieran locos, pero los negociantes sabían que era una advertencia.

Estaba ahí...

—¡Te ha seguido! —exclamó el vendedor con enojo.

—¿¡A mí!? ¡Te siguió a tí! —el hombre fortísimo señaló al negociante.

La mujer encapuchada de baja estatura se acercó a los negociantes y habló con autoridad.

—Señores, no importa a quien haya seguido —la mujer toma fuertemente el brazo del líder de su escuadrón—. Debemos irnos.

la nieve comenzó a caer desde el cielo, el viento aceleró su paso, la temperatura bajó más de lo que estaba, los búhos comenzaron a volar en circulo sobre ellos sin parar de ulular.

—Estúpidos pajarracos —exclamó el hombre fornido.

Este se dio la vuelta y vio como el líder de los hombres encapuchados se alejaba con la mujer y todo su escuadrón con a carretilla.

—¿A donde crees que vas, cobarde? Hay que acabar con este sujeto —Espetó con enojo.

El líder se detuvo abruptamente al oír eso, se dio la vuelta y miró con el ceño fruncido y sonrisa maliciosa al fortachón.

—No soy cobarde, soy alquimista —sacó del bolsillo interno de su capa un frasco de vidrio sellado con un liquido morado oscuro adornado con destellos plateados justo en el centro.

Todos sus secuaces hicieron la misma acción y sonreían con notoria malicia.

—Buena suerte, idiota —levantó el frasco al cielo y lo estrelló fuertemente contra el suelo nevado liberando una oscura neblina.

Los demás encapuchados hicieron lo mismo, generando una gran pantalla de humo que poco a poco se disipaba, pero los sujetos encapuchados ya no estaban, habían desaparecido.

—Vaya... vaya... vaya —pronunció una voz masculina desde las sombras.

Dicha voz ponía en alerta todos los sentidos del hombro musculoso que había quedado solo. Los búhos que sobrevolaban el lugar se mantuvieron en silencio y aterrizaron en las ramas de los pinos observando fijamente al hombre.

—Tal parece que tus amigos te dejaron solo, Jack...

—¿¡Donde estás, cobarde!? —gritó el hombre mirando hacia todas partes.

—¿Acostumbras a llamar a todos"cobarde", Jack? —preguntó aquella voz misteriosa que parecía provenir de todas partes y de ninguna al mismo tiempo.

—¡Deja de decir mi nombre! ¡Muestra tu cara!

—Lo haría, pero estoy bastante cómodo aquí sentado. Además, me divierte mucho verte dando vueltas como trompo buscándome, ¿a caso me temes? —indagó el misterioso hombre.

El individuo fornido cuyo nombre parecía ser Jack introdujo la llave en la cerradura del cofre, revisó un par de frascos hasta dar con el que contenía un liquido amarillo con destellos dorados, lo destapó y lo llevó a su boca, pero un fuerte golpe en la cabeza provocó que se cayera inconsciente derramando dicho liquido en la nieve.

las relucientes botas azul marino del hombre vestido de azul y de voz misteriosa estaban a un lado de Jack, se escuchó como una espada era envainada, el golpe que Jack había recibido fue con el mango de la misma.

Dicho hombre de azul se agachó, tomó el cofre abierto con los frascos y se levantó. Fue revisando uno a uno muy curioso las pequeñas botellas de vidrio por los llamativos colores y la luminiscencia de los mismos, jamás había visto algo así.

—Hum... interesante... 



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