Capítulo 5: Origen
Nancy me miró confundida, incluso más confundida que la última vez que le dije que saldríamos a hacer algo. Caminé hasta su armario, tomé ropa un poco más casual y se la aventé en la cama.
—Apúrate, salimos en 5 minutos.
Me senté en una silla esperando a que ella hiciera algún movimiento, pero después de unos cuantos segundos en los que permaneció inmóvil como una estatua, me levanté y le quité la manta que traía encima.
—Si no te mueves, yo mismo tendré que vestirte.
—No lo harías —me miró desafiante.
—¿Quieres probarme?
Ella exhaló pesadamente y se levantó de la cama, tomó la ropa que le elegí y se dirigió al baño para cambiarse. Yo di un recorrido por toda su habitación, pensaba en cómo es que estaba tan vacía, sé que este no era un lugar con mucho espacio personal, pero al menos tenía la posibilidad de pedir algo que le pudiera dar un toque único a esta recamara.
—¿Lista? —pregunté cuando salió.
Asintió con la cabeza, fue por la fotografía que había dejado en la mesita y la guardó en otro lugar que no era el libro.
—¿Por qué veré a personas? —preguntó confundida.
—Quizás eso aligere tu genio.
Tecleé el código correspondiente y salimos. En el pasillo no encontramos a Kya y a sus dos soldados, o bueno, en este caso, su único soldado que se mantenía en pie, ya que el otro estaba al borde de la muerte.
—¿Y tu amiga? —preguntó cuando no vio a Kya.
—Se llama Kya Cyrus —respondí—, y no está aquí porque te quise dar un voto de confianza.
Nancy me miró extraña y después caminamos hasta el elevador. Me daba flojera juntar a todos los demás en una sola habitación, por lo que la probabilidad estaba alta en que se encontrarían en el comedor, que es a donde nos dirigimos.
Llegamos en un máximo de un par de minutos sin decir ni una sola palabra. Las conversaciones en este lugar no es algo que se destaque, además quería mantenerme al margen de su vida, mientras más me entrometa, nuestro vinculo será más intenso y eso era muy peligroso.
Entramos y encontramos un lugar vacío, eso era perfecto, no había nadie más, exceptuando a Félix, que estaba comiendo un filete con su respectivo puré de papas, me asombraba el apetito que siempre tenía. Nos acercamos a él y Félix la vio de una forma un tanto extraña.
—Nancy, él es Félix Hawk.
Félix, después de analizarla, la saludó de una forma bastante amigable y sonriente, mientras ella lo había visto un tanto extraño. Nos sentamos en frente de él, terminó su filete y después se acomodó en la silla.
—¿Y qué poderes tiene ella? —preguntó Félix a mí.
—Ella es un Anggelos —respondí mientras la veía.
—Ángel —corrigió Nancy irritada.
—Ya veo —contestó Félix—, no te gusta que te digan así, eso me alegra.
—¿Y tú tienes algún poder? —preguntó curiosa.
Cuando Félix abrió la boca para decir unas palabras lo interrumpí, quería que Nancy viera con sus propios ojos lo que Félix podía hacer. Le desactivé su pulsera para que usara sus poderes.
—Él es un Pyr.
—¿Ah? —dijo confundida.
—Muéstrale, Félix.
En ese momento, poniendo sus manos a la altura de su pecho abriendo sus palmas, creó una bola de fuego en cada una, las esferas tenían el tamaño de un puño, las elevó unos centímetros y las esfumó. Él le mostraba lo que podía hacer con sus poderes, como prender una llama en sus dedos, encender y quemar cualquier cosa que tocara o estuviera cerca de su flama. Y yo le explicaba cosas más técnicas.
—Los Pyr son seres que pueden controlar el fuego, pueden crearlo y lanzarlo como proyectiles, creando una esfera de energía caliente.
Quise darle una demostración de lo que podía hacer, por lo que le hice una señal para perforara una bandeja que había lanzado al aire. Él lanzó la esfera de energía que acababa de crear y le hizo un hoyo en medio en un círculo perfectamente delineado, obviamente en los bordes había unos restos de calor.
—¿Está todo bien con Félix? —preguntó John por el auricular.
—Sí, todo bien, no te preocupes.
—¿Con quién hablas? —preguntó Nancy confundida.
—Ahí viene Atenea —cambié de tema.
—¿Quién?
—La chica que viene entrando aquí.
Nancy volteó inmediatamente a la puerta en donde Atenea estaba ingresando. Ella, al ver a Félix demostrando sus poderes, se nos acercó para poder saber qué es lo que estaba ocurriendo, ya que hacer eso no era común.
—¿Qué es lo que está sucediendo? —preguntó confundida.
—Demostrando sus poderes a Nancy, ella es un Anggelos —respondí.
Atenea asintió con la cabeza y terminó de ver atenta la presentación de Félix, que se concentraba en hacer malabares con sus esperas de energía caliente.
—Muéstrale qué puedes hacer.
Dije a Atenea cuando la demostración de Félix acabó. Me acerqué a ella, tomé su pulsera y en lugar de desactivarlo, solo le bajé la intensidad ajustando el contraflujo.
Nancy miró atenta a Atenea que estaba a unos 10 metros de ella, pero en menos de un segundo se encontraba a su lado. Nancy se asustó al ver a Atenea tan cerca, sin siquiera ver el trayecto del lugar de origen, solo dejando una silueta de un tono gris azulado que se disipó en un par de segundos.
—Atenea es una Anhistemi, ellos pueden teletransportarse.
Nancy, con la boca abierta, miraba asombrada lo que podía hacer Atenea, ella paseaba por todo el comedor teletransportándose, subiendo y bajando de mesas, sentándose en sillas, yendo de un lugar a otro sin pasar por el trayecto que tomaría tiempo.
—Joshua, ¿está todo bien con Atenea? —preguntó John.
—Sí, todo bien, tú no te preocupes, lo que suceda con los cuatro no habrá ningún problema.
Corté la comunicación con él y veía atentó a como Félix y Atenea jugaban, él lanzando miniesferas y ella evitándolas.
Yukiko entró al comedor y al observar lo que estaba pasando, cerró las puertas tras de ella, miró a Félix, con quien no cruzaron ni un par de palabras, llegó hasta donde estaba sentado junto a Nancy. La saludé y se sentó enfrente de nosotros.
—¿Le enseñas los poderes? —preguntó Yukiko.
—Sí, enséñale los tuyos —dije.
—¿Qué puedes hacer? —preguntó Nancy curiosa.
Llegué hasta Yukiko y desactivé su pulsera, Nancy miró ansiosa mientras la peli azul tomaba un vaso con agua, lo ponía en la mesa y en un segundo convirtió el líquido en hielo. Nancy la miró impactada e impresionada.
—Yukiko es una Kryos, ellos pueden controlar el agua, cambiarlo de estado y manipularlo.
Nancy veía como cambiaba el estado del agua, convirtiendo a hielo y viceversa, también traspasando el agua de un vaso a otro.
—Tus poderes son impresionantes —dijo a ella.
—No, no es nada del otro mundo —sonrió levemente.
Nancy me miró asombrada, curiosa, maravillada y aturdida, se encontraba fascinada por lo que sus ojos observaban, personas diferentes a ella, pero a la vez iguales. Se sintió un entorno de armonía y buen ambiente.
—¿Creías que eras la única con poderes aquí? —le dije—, no eres tan especial —sonreí.
—¿Hay más personas con poderes aquí? —preguntó curiosa.
—Existen los Phos —empecé—, ellos pueden controlar la luz, moverse rápidamente y volverse invisibles, son muy inteligentes y pueden generar energía. También existen los Cassis, su poder extraordinario es que pueden leer las mentes. Y mis favoritos, los Tilekinisías, ellos pueden mover las cosas mediante telequinesis, son más fuertes y se agotan menos.
Sonreí mientras ella asentía, digiriendo toda la información que le había compartido, nunca había platicado de alguien de esa manera y de cierta forma me sentí cómodo, era una conversación estimulante.
—¿Que significa Dynamis Phragma? —preguntó.
—Es el nombre de la organización, viene del griego y significa "Fuerza de Protección".
—No es un nombre que concuerde con lo que hacen.
—No siempre somos los malos de las películas.
—¿Para qué son las pulseras?, ¿por qué no puedo utilizar mis poderes con ella puesta?
—Cuando tú y los demás seres utilizan sus poderes —comencé—, crean un tipo de energía, el cual la pulsera lo detecta creando la misma cantidad de energía, pero a la inversa, por lo que lo neutraliza. No te afecta, pero tampoco utilizas tus poderes, exceptuando con los Anhistemi, su poder es una relación energía—espacio, algo que aún no encontramos su inverso, la pulsera, para ellos, crean una energía parecida, por lo que cuando intentan utilizar sus poderes, los confunde, y ya que ellos necesitan precisión, pueden acabar en una pared, literalmente dentro de una pared, pero como los principios de física dicen que dos objetos no pueden ocupar un mismo espacio, ya te imaginarás que el resultado no es bonito.
Curvé mi labio inferior y continué viendo como jugaban Félix y Atenea, mientras Yukiko, solo con pequeñas gotas de agua, las convertía en hielo para tomárselo con su bebida.
—Joshua, el teniente Wilson quiere que lleves a Nancy a los laboratorios.
Asentí y corté la comunicación con él. Me levanté del asiento y me puse enfrente de Nancy, que miraba expectante.
—Nos tenemos que ir a los laboratorios —dije serio.
Nancy cambió su expresión a una más pesada y se levantó de su asiento ya sin muchos ánimos, sabía que el momento de distracción había acabado.
Me dirigí a Yukiko, que intuyendo lo que sucedería, se acercó a mí para volver a activar su pulsera. Nancy caminó hasta la puerta y yo me acerqué a Félix y Atenea para volver a activar sus pulseras, mientras me veían frustrados porque volverían a estar sin poderes.
Salimos del comedor, nos dirigimos al elevador, lo tomamos y nos bajamos en el piso correcto para recorrer el pasillo rumbo a los laboratorios.
—¿Por qué me tuviste esa confianza? —preguntó en el trayecto.
—Porque si quisieras escapar, ya lo hubieras hecho —dije sin mirarla.
—¿A qué te refieres?
—Todo el mundo tiene algo que perder.
Eso era cierto, todo el mundo tenía algo que perder, eso era lo que nos ataba a nosotros, lo que me ataba a mí.
Llegamos a la puerta de los laboratorios, el soldado que lo resguardaba, poniendo el código correspondiente, nos dejó entrar.
Era una habitación un poco grande, con azulejos cuadrados de color crema en todas las paredes, con camillas, maquinas diferentes, de las cuales no me acordaba su nombre porque nunca fui fan de estas cosas, con personas con batas haciendo análisis y estudios, centrados en sus carpetas o probando diferentes cosas.
Un señor rondando los cuarenta, con un poco de sobrepeso y calvo, o unas entradas muy prominentes, se nos acercó ansioso.
—Tú debes de ser C21, te estábamos esperando, soy el jefe de diagnóstico aquí.
Escuché a Nancy respirar profundo y molesta, pero no dijo nada. Empezó a caminar el investigador adentrándose entre las personas, por instinto lo seguimos, hasta que llegamos a una habitación gris, la abrió y entramos, en donde estaba una sala con una camilla, sillas, y en el fondo al derecho un pequeño cubículo totalmente cerrado con ventanas grandes, en donde analizaban las pruebas.
—¿Por qué está tan emocionado? —pregunté al investigador.
—Ella es una Anggelos, ellos son fascinantes, por las cosas extraordinarias que pueden hacer.
Nancy lo miró raro, como si no supiera a que se refiere, o la causa de su emoción, pero yo sí lo sabía, por eso es por lo que estas pruebas eran tan importantes. La sentó en una silla y un médico se acercó con varias cosas en un pequeño carrito.
—Primero —inició el investigador—, empezaremos con una prueba de sangre, por lo que la sacaremos de tu cuerpo.
El medico tomó una jeringa que tenía en el carrito. Nancy se puso tensa, lo pude sentir cuando me apretó la mano cuando la jeringa entró a su cuerpo sacándole sangre. Su sangre era de color roja, pero un poco más brillante de la que sería de un humano.
Empezó pruebas de rutina, como presión, conteo y todo eso. Este tipo de pruebas me aburrían mucho, solo me quedaba sentado o parado en algún lugar observando.
Se abrió la puerta y una chica llegó con quemaduras en parte de su rostro, ahora empezaba lo bueno, la sentaron junto a ella.
—C21, intenta curarle las quemaduras —dijo el investigador.
Nancy me miró de reojo, le di una ligera sonrisa y me recargué en una pared, ella miró a la chica que estaba aterrada y confundida. Nancy la miró fijamente y le dio una sonrisa, intentando calmarla, acercó sus manos al rostro de la chica dando un respiro profundo, las partes del rostro que ella tocaba empezaron a brillar, un increíble brillo ligeramente azulado de resplandor iluminaba la habitación, los médicos e investigadores tomaron notas de lo que sucedía, se veían fascinados y estaban alucinados.
Cuando Nancy quitó las manos del rostro de la chica ya no había rastro de aquellas quemaduras y, a decir verdad, era una chica bella.
Así fue pasando el tiempo, persona a persona iba entrando con diferentes padecimientos, pero con algo en común, que Nancy las curara, iban desde lesiones hasta enfermedades.
Hasta que llegó el soldado que casi Nancy había matado con Kya detrás de él. Nancy la miró malhumorada y después me miró a mí, yo no sabía ni a quien mirar, me decliné por Nancy y Kya me miró ofendida. Me acerqué a mi protegida y le toqué el hombro para que se tranquilizara, no quería una pelea aquí. Acercaron la camilla a Nancy, y Kya estuvo a una distancia considerable.
—Tiene lesiones en todo el cuerpo, costillas rotas, columna dañada, dificultad para respirar... —dijo el médico.
Nancy lo miró fijamente, podía sentir algo de empatía y culpa en ella, y, aunque el soldado se lo merecía, no podía quedar así.
Puso sus manos en las partes del cuerpo dañadas, brillaban más intenso que los demás, utilizaba más energía y poco a poco a estar más débil. Después de un par de minutos cayó desfallecida por el agotamiento, yo pude sostenerla antes de que tocara el suelo, la tomé entre mis brazos y parecía demasiado exhausta. Me empecé a preocupar. El soldado empezó inmediatamente a moverse, se quitó el respirador con pánico y se sentó en la camilla, sus signos vitales habían mejorado y se veía con mucha adrenalina.
—Fascinante —dijo el investigador entre murmullos.
Miré el tierno rostro cansado de Nancy, su piel bastante suave y sus pómulos perfectamente definidos. Kya tomó al soldado e intentó tranquilizarlo, estaba un tanto acelerado.
—Listo, esto será todo —finalizó el investigador.
Él y los demás médicos salieron de la habitación sin mirar atrás, los miré evitando tener una porfiara que pudiera llevar a algo más. Kya me miró con un gesto que no pude descifrar. Tomé a Nancy entre mis brazos, la levanté y la saqué del lugar. Mientras que el soldado se veía fascinado por su recuperación exitosa.
Tomé todo el trayecto hasta beta 18 y entré con una ligera dificultad, cerré la puerta detrás de mí y la tendí en la cama, me alejé un par de pasos para poder admirarla. Realmente su belleza derretiría a cualquier hombre, y yo temía, en lo más profundo de mí, que yo fuera ese hombre tan desdichado que cayera en las garras de la estética.
Nancy se movió un poco y despertó, se veía tan cansada que a duras penas logró reponerse, dio un panorama visual de su cuarto hasta que sus ojos reposaron en mí.
—¿Cómo te sientes? —pregunté acercándome.
—Cansada. Me trajiste aquí de nuevo como un costal de papas, ¿verdad?
—No exactamente.
Ella me miró extraña, le di una ligera sonrisa y con mis talones me di media vuelta para dirigirme a la puerta.
—Espera —dijo de una.
Me detuve en seco, terminé mi caminar y me mantuve quieto en ese lugar. Me preguntaba qué era lo que me diría.
—Es increíble que vaya a decir esto, pero gracias.
—¿Por qué? —dije sobre mi hombro.
—Por lo del comedor, lo necesitaba.
Asentí en tono de aceptación y conformismo, continué mi andar y abrí la puerta, salí y justo cuando estaba a punto de cerrar, me encontré con Kya en el pasillo.
—Dale esto, lo necesitará —dijo.
Tomé la bandeja con comida y una botella de agua, la miré extraño, ya que no me esperaba eso, y mucho menos por cómo se había comportado la última vez que la vio.
—¿Por qué haces esto? —pregunté extraño.
Kya apartó la mirada, ya que sus ojos me estaban viendo fijamente, empezó a recorrer el pasillo hasta que no le quedó más remedio que responder a mi pregunta.
—Te quedan bien esos pantalones —dijo de una.
—Gracias, creo —fruncí el ceño.
Kya caminó el trayecto hasta el elevador y ahí la perdí de vista. Miré la bandeja analizando la razón del porque me la había entregado. Regresé a entrar a la habitación de Nancy, que solo estaba quieta en la cama, intentando relajarse.
—Te traje algo —dije mientras me acercaba.
—¿Qué es?
—Supuse que tendrías hambre.
Le puse la bandeja en la cama y empezó a comer. Me quedé con ella todo el tiempo, iniciando una conversación llevando a otra, hablando cosas sin importancia, y cuando me di cuenta, el tiempo pasó volando, ambos necesitábamos descansar, por lo que me levanté de su cama y caminé hasta la puerta.
—¿Mañana a donde iremos?
—Lo descubrirás.
Asintió y salí de la habitación, cerré la puerta y me quedé parado unos cuantos segundos en el pasillo, levanté mi mirar y sonreí, una sonrisa bastante sincera.
Caminé todo el trayecto hasta mi habitación, eso incluía pasillos, un elevador y más pasillos. Me encontré con John cuando iba a entrar a mi cuarto.
—Sofí preguntó por ti —dijo un poco preocupado.
—Dile que la veré pronto.
Tecleé el código de mi habitación equivocándome un par de veces al hacerlo, hasta que por fin pude, por lo que antes de ingresar John me alcanzó.
—¿Estás bien? —cuestionó.
—Sí, ¿por qué lo preguntas?
—Veo algo diferente en ti.
—¿Cómo que diferente? —me intrigué.
—No lo sé, te ves más... vivo.
Lo miré extraño, él me miró igual y sin mirar a otro lado, entré a mi habitación para deshacerme de su observación. Eso me quedó pensando bastante, ¿a qué se refería con más vivo?, esa pregunta me dio varias vueltas en mi cabeza.
Me acomodé en la cama, me introduje en ella, y sin más me dispuse a dormir, pero mi mente no podía, no podía sacar un tema, no podía borrar mi contenido en ella, temía que tuviera un insomnio, uno de esos insomnios que, por alguna extraña razón no te dejaban en paz, pero te hacían feliz. No pude contenerme más y me dormí, no sin antes, y es increíble que lo diga, pensar en Nancy.
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