Capítulo 18: Perdida
Se escuchaba un bip, un bip constante, como si de mis signos vitales se tratase, mi cuerpo se sentía cansado, mi cuerpo me pesaba demasiado, moví mis dedos de los pies, y por suerte si los podía mover, eso me aliviaba un poco, al menos podría caminar. Moví mis dedos de la mano un poco, pero casi no pude mover mi brazo, la cabeza me dolía ligeramente.
Abrí los ojos y me encontré en una habitación, no era la mía, y mucho menos la de Nancy, estaba en una habitación de enfermería, recostado sobre una camilla, había un par de recuadros de flores colgados sobres las paredes blancas, un sofá a mi derecha y una silla a mi izquierda, tenía encima una sábana ligera de color verde, y tenía un detector de pulso en mi pulgar, midiendo mi frecuencia cardiaca, que estaba conectada a una máquina que hacia un constante bip.
Tenía a Nancy recostada ligeramente a mi lado abrazándome sobre el pecho, poniendo una de sus manos sobre la mía. Me moví un poco para levantarme y mi protegida se repuso inmediatamente, me miró aliviada y sus ojos se empezaron a llenar de lágrimas.
—¿Qué fue lo que...? —empecé.
—Gracias a Dios que despertaste —me interrumpió—, no te levantes, traes un vendaje en el torso, sigue recostado —respondió.
Puso sus manos sobre mi rostro y era la mejor sensación que podía sentir en este momento, su tacto era frágil y sensible, todo lo que podía pedir ahora.
—¿En dónde...?
Iba a terminar de decir la oración, pero la cabeza me dolió, así que preferí callarme, di un panorama visual por la habitación y vi a Sofí que estaba acostada bajo una manta en el sofá.
—Estás en la enfermería, han pasado dos días.
Dos días, eso es mucho, no lo podía creer. 48 horas estuve inconsciente, pero de inmediato se me vinieron recuerdos sobre lo ocurrido.
—¿Qué pasó con Kya? —pregunté asustado.
Vino un silencio, un tenebroso silencio. Nancy se vio triste de inmediato, sus ojos perdieron ese brillo tan característico en ella y agachó la cabeza.
—Dime, por favor —supliqué.
—Félix la asesinó —confesó.
Eso me cayó como balde de agua fría, algo dentro de mí se derrumbó y mi corazón se rompió, no sabía qué decir o qué hacer, pero un dolor me recorrió el pecho, un dolor tan fuerte como si fuera físico me quemaba por dentro.
—Y Félix...
—Lo mataron —completé.
—¿Cómo sabes eso? —preguntó confundida.
—Está en las reglas, cuando un protegido mata a su guardia, inmediatamente lo asesinan —dije sin expresión.
Mi mente se quedó en blanco, me acababa de enterar que dos personas completamente importantes para mí acababan de morir, no sabía cómo reaccionar a eso, solo sí sabía una cosa: me dolía mucho.
—Lo siento mucho —dijo Nancy con una voz tenue.
Podía notar su empatía hacia mí, eso era algo que me ayudaba, me hacía sentir reconfortante, y lo único bueno que pasaba justo ahora, era que Nancy estaba conmigo, a mi lado, no me dejó solo.
—¿A qué se refería Félix? —preguntó confundida.
—En mii primera misión, al llegar a la organización, fue capturar a sus padres, ellos se resistieron y nos atacaron, las ordenes fueron directas y Austin los mató. Kya se empatizó con el pelirrojo y lo puso bajo su tutela, así como yo con Sofí. Él era muy pequeño por lo que tenía muy vagos recuerdos sobre eso.
—¿Quién le habrá dicho? —preguntó curiosa.
—No lo sé, eso es lo que me preocupa —curvé el labio.
Inmediatamente se me vinieron recuerdos de lo sucedido esa tarde, hace 7 años, justo por eso odiaba a Austin, queriéndose hacer notar para ser jefe del grupo, al que no logró estando yo, pero sí me arrepiento de no haber hecho nada en su momento. Temía que este día llegaría y ahora estás son las consecuencias que estoy sufriendo.
—Hay algo que no entiendo —empezó—, ¿por qué no me dejaron curarte? —preguntó confundida.
—Son las reglas, un protegido no puede salvar a su guardia, habría un conflicto de intereses.
—Comprendo —asintió lentamente—. Una última pregunta, ¿cómo es que ese proyectil no te mató? —ladeó la cabeza.
—No te desharás de mí tan fácil —sonreí ligeramente.
A Nancy le había hecho gracia ese comentario, y era cierto, aunque su pregunta era interesante, quizás le diga en un futuro la razón.
—¡Joshua! —dijo la pequeña cuando se despertó.
Me miró inmensamente feliz y saltó del sofá como si no hubiera un mañana, llegó hasta mí y brincó a la cama para reposarse. Me quejé un poco por el dolor de su peso.
—¿Te duele mucho? —preguntó inocentemente.
—No, solo un poco —le sonreí.
—Me asusté —dijo un poco triste.
—Pero estoy aquí, y nunca te dejaré sola, siempre estaré contigo.
La abracé para que pudiera tranquilizarse, fue demasiado tierno y lindo que estuviera preocupada por mí, lo cual a la vez me entristecía un poco, protegería a la pequeña ante todo y no podía volver a arriesgarme a pasar por otro momento así.
Vi a Nancy, quien me sonrió y vi como sus ojos volvieron a brillar, esa luz que tanto la caracterizaba había regresado, lo cual me aliviaba y me hacía sentir ligeramente mejor, aunque no podía olvidar la muerte de mi querida y tan apreciada, y no merecida, Kya.
Pasaron un par de horas hablando los tres de cosas cualesquiera, para que el tiempo se nos pasase volando. Tenía que admitir que, aunque me sentía destrozado por dentro, no podía mostrar señales de depresión frente a Sofí, ella es muy sensible y no quería que se pusiera peor que yo, aunque me preguntaba si aun recordaba a la pelirroja.
Vi el reloj en la pared y noté que ya era tarde, y justo cuando estaba a punto de quitar el detector de pulso, una enfermera/doctora de color de cabello castaño, piel blanca y ojos cafés, entró en la habitación.
—Agente Joshua, por lo que veo va mejorando exitosamente y bastante rápido, puede regresar a su habitación, se le notificará a su jefe, solo necesita estar en reposo un tiempo.
Después de decir toda esa cantidad de palabras, se retiró inmediatamente, eso fue bastante rápido, a decir verdad. Me fascinaba con que aceleración podía dar solución a las cosas, quizás era porque tenían mucho trabajo, o porque les interesaba muy poco.
Salimos de la habitación después de ponerme mi ropa. Tuvimos dejar a la pequeña castaña a su dormitorio, en la tan conocida pediatría. Cuando llegamos, la recibió Ana, que la estaba esperando paciente y ansiosamente, tenía que admitir que las dos en serio eran muy unidas. Me preguntaba qué pasaría si se alejaran una de la otra en un tiempo considerable.
Nos despedimos de la pequeña que, como siempre cada que ocurría esto, era con un sentimiento de tristeza, para posterior darle un beso en su mejilla de despedida. Cuando nos retiramos, nos llamó la atención ver a la encargada dormida en su silla, con un paquete de pañuelos a una mano y una novela romántica en la otra.
Hicimos todo el trayecto desde pediatría hasta la habitación de Nancy, que me sabía de memoria. Puse el código y entramos. Al llegar observé que sus cobijas estaban un poco desordenadas, como si en su cama hubiera pasado un torbellino.
—¿Estás seguro que puedes regresar a tu habitación solo? —preguntó ligeramente preocupada.
—Sí, claro, no me perderé —sonreí ligeramente.
—Hablo en serio, Joshua, me asusté demasiado, creí que te perdería —respondió en un tono de preocupante.
—Tranquila —contacté suave en su mejilla—, estoy bien, como te dije, no te desharás de mí tan fácil. Siempre estaré contigo —le sonreí.
Realmente se veía preocupada y asustada, hasta tal grado de poder ver en sus maravillosos ojos esmeraldas, un par de lágrimas que hacían un recorrido por sus mejillas cayendo hasta el suelo. Eso me partía, a decir verdad, pero intenté tranquilizarla. La abracé acercándola lo más que podía hacia mí.
—Tranquila, todo está bien —susurré a su oído.
Hizo su abrazo más fuerte y, por unos segundos, sentí una paz que desde hacía años que no experimentaba, una paz inquebrantable y que daba fuerzas para seguir adelante ante cualquier problema y adversidad. Después de unos segundos del abrazo, le sobé ligeramente el brazo y la miré fijamente a los ojos.
—Duerme, para que me comas en tus sueños —dije sonrientemente malicioso.
Nancy sonrió, rodeó los ojos y rio ligeramente, amaba cuando hacia eso. Me dirigí rumbo a la puerta y puse el código para salir.
—Joshua —dijo Nancy sentada en la cama.
—Sí, dime —respondí sobre mi hombro.
—Yo te...
—Yo también te aprecio —le interrumpí.
Ella sonrió de la misma forma que yo y, sin decir más, salí de beta 18 rumbo a mi habitación. En el camino pensaba en todas las implicaciones que tendría esto, más en específico, lo que Nancy me quería decir, no quería oír esas palabras, no ahora, porque solo significaba una cosa, significaban algo más importante que una misión.
Llegué a mi habitación, puse el maldito código y entré sin más, quería despejarme de este mundo, de este momento, reflexionar y desahogar mi dolor a solas, por lo que me acosté en la cama.
Escuché la puerta abrirse, y lo que mis ojos vieron fueron a John, que entraba bastante pulcro, y con una expresión que no pude descifrar. Yo me repuse sentándome en la cama.
—¿Cómo estás? —preguntó acercándose.
—Mal, murió Kya.
En ese momento me desmoroné, cada parte de mi cuerpo se rompió por completo, y lo único que podía hacer era sentirme mal, exhalé y me quedé viendo fijamente el piso de recuadros blancos.
—Lo lamentó mucho, en verdad sé que Kya era muy importante para ti, pero vine aquí a hablarte de otra cosa —dijo con un tono de severidad.
—¿Sobre qué? —pregunté confundido.
—Algo está pasando, y no es bueno.
En ese momento me puse alerta, cuando decía algo en un tono tan serio era porque era delicado, algo de que ponerse en precaución y revisar cada detalle de lo sucedido. Le señalé la cámara en mi habitación para que recordara que también podían ver y escuchar esto.
—Tranquilo, no te preocupes —comenzó—, apagué la cámara de esta habitación. Lo que te quería decir era que quise revisar las cámaras de seguridad del comedor, pero me negaron el acceso.
—Qué raro —fruncí el ceño.
—Lo sé, alguien no quiere que sepamos que sucedió exactamente.
—Tenemos que encontrar quien le dijo a Félix, John.
—Dame unas semanas, a ver que puedo conseguir —dijo serio.
Inhaló y exhaló en el mismo tono que yo, y me dio un ligero golpe en las costillas, en señal de apoyo, y aunque se lo agradecía, me retorcí un poco por el dolor que aún mantenía.
—Lo siento —sonrió.
Dio la media vuelta sobre sus talones y salió de la habitación, me volví a recostar en la cama, apagué las luces y cerré los ojos. Juro que dolía en cada célula de mi cuerpo la perdida de Kya y Félix, ambos eran muy importantes para mí, y no sabía que haría para poder sobrepasar todo este dolor que cargaba por dentro.
Empecé a recordar inmediatamente los acontecimientos que compartía con Kya, cuando llegué aquí fue mi compañera, mi confidente, alguien en quien confiar y en quien apoyarse, fuimos a muchas misiones juntos, nos salvamos la vida mutuamente, nunca hubo una amistad tan sincera como la nuestra, y era increíble que, en un segundo, las cosas podían cambiar por completo.
—Kya, en donde sea que estés, espero que estés bien.
Yo nunca fui una persona religiosa, sin embargo, sí creí que había algo más allá que nuestro mundo terrenal, y que las acciones que hacia uno aquí, determinaban tu pasó al otro mundo. Kya, tú que eras tan buena y que protegías a todos, te fuiste muy pronto, nos veremos luego vieja amiga. Me dormí.
Pasaron 4 semanas desde el horrible suceso en el que perdí a dos personas importantes en mi vida en el comedor, una cosa que debía de agradecer era que la directora Brooke le impuso a Wilson que me dejara descansar, sin trabajo, hasta que pudiera recuperarme por completo.
Era curioso ver que la directora y el teniente eran completamente diferentes uno del otro, recordaba también que nos habíamos conocido en una misión, por lo que, desde a primera vista, siempre me llamó la atención como con su actitud tan calmada y serena, podía controlar la organización más importante y secreta de todo el mundo.
Y aunque yo en serio sufría por la pérdida de Kya, nunca había visto a una persona tan triste, deprimida y que había llorado tanto por alguien, como Yukiko. Ella había perdido a su otra mitad, había perdido su razón de ser, la persona a quien amaba con toda su alma y que estaría dispuesta a dar su vida, su depresión era casi fatal, ya casi no comía, lloraba todo el tiempo, sus ganas de hacer algo no existían, y su tono de voz, tan alegre e icónico, había desaparecido.
Atenea no estaba del todo mejor, ella también había perdido a personas importantes en su vida, triste casi todo el tiempo, era el hombro en que la peli azul lloraba, la persona que se hacía fuerte por ella, y que la vería en pie, aunque ella también estuviera destrozada.
Y en lo concluyente con el tema de Félix, John hacia todo lo que podía, pero sus esfuerzos hasta ahora no habían dado frutos, todavía no me tenía noticias nuevas, y eso ya me estaba empezando a preocupar demasiado.
Desperté en la mañana, me sentía un poco cansado, ya no tenía las vendas, me las habían quitado en día anterior, por lo que tenía que sentirme de nuevo fresco, y aunque físicamente estaba en perfecto estado, el cansancio mental y sentimental aún estaban en pie. Sonó mi auricular, por lo que solo significaba una cosa: John.
—Joshua, hoy vence el plazo de incapacidad que te dieron, así que ve con Nancy a entrenarla. Ya sabes, protocolo.
Corté la comunicación con él, me levanté y me dispuse a cambiarme de ropa por el típico traje que traía, y aunque no era el más vestuario más cómodo del mundo, extrañaba ponerme lo que me hacía sentir poderoso aquí.
Salí de mi habitación y caminé rumbo a beta 18, realmente me ponía feliz regresar a lo que, aunque aburrida rutina, hacia todos los días, y con lo que no tenía ningún problema.
Llegué hasta su habitación, puse el código para entrar y encontré a una linda y tan tranquila Nancy recostada, aun durmiendo, parecía un ángel, y lo mejor es que es un ángel, una maravillosa y muy hermosa ángel. El tiempo que había pasado desde aquel momento lo aprovechamos, en ocasiones, cuando era la oportunidad, nos escapábamos a un lugar que sabíamos que nos veríamos y hacíamos cosas que no eran aptas para menores de edad, y era sorprendente como eso fortificaba la relación.
—Despierta, bella durmiente —dije con un ligero tacto en tu rostro.
Era increíble que cada vez que la tocara sintiera electricidad, algo recorría mi cuerpo de pies a cabeza, algo indescriptible, pero hermoso.
—Joshua, hola —dijo dormitando.
—Tenemos que ir a entrenar —dije con una sonrisa.
—¿Tan rápido terminó tu tiempo en reposo? —preguntó confundida.
—Sí, así que vístete, no quiero que vayas desnuda a entrenar.
—Pero si no estoy desnuda —quitó su manta para mostrarme su atuendo.
—Lo sé, pero en mi mente lo estás.
Nancy me aventó una almohada, la tomé en el aire y ambos nos reímos un poco, amaba cuando jugábamos. Se levantó de la cama, se fue a cambiar al baño y regresó en un atuendo más apropiado para entrenar.
Caminamos todo el trayecto hacia la sala de entrenamiento, llegamos y Ezra nos estaba esperando en las escaleras del centro de control.
—Hace tiempo que no te veo —me dijo Ezra con una sonrisa.
—Como ves, aún no he muerto —sonreí de la misma manera.
Ambos reímos un poco y Ezra puso el ritmo de entrenamiento, yo también me puse a entrenar un rato, quería estar en forma, aun lo estaba, pero quería saber si aún tenía mis reflejos intactos y podía matar a alguien sin tanto titubeo.
Pasaron un par de horas, el entrenamiento fue de viento en popa, ya que lo pasé de forma excelente y casi bato mi récord de tiempo, aún tenía el toque y el accidente no me había quitado nada de mí que me pudiera afectar.
Nancy lo hizo muy bien, algo que debía de admirar de ella, en lo que respecta a derribar objetivos y combate cuerpo a cuerpo, que en serio era muy buena para eso.
—Bien hecho, todo salió perfecto —dijo Ezra saliendo del centro de control.
—Yo siempre lo hago perfecto —sonreí soberbio.
Ezra negó con la cabeza, a veces le llegaba a hartar que fuera tan pedante. Atrás de mí se escuchó un cuerpo caer, mis sentidos se pusieron alerta y cuando giré 180° para revisar que era ese sonido, lo que observé me quebró. Nancy estaba inconsciente en el suelo, recostada. De inmediato corrí hasta ella y la tomé entre mis brazos.
—¡Despierta, Nancy, por favor, despierta! —dije suplicante.
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