Muchos niños tienen el hermoso deseo de crecer y convertirse en adolescentes, en un adolescente con una vida abundantemente feliz. ¡No sé!, para ellos esa felicidad se traduce en ser el orgullo de sus padres, quizá conocer a otras personas y hacer muchos amigos; o tal vez, asistir a la escuela, a pesar que, puede llegar a ser demasiado aburrido en ocasiones. Hacer locuras, es también parte del paquete.

Ese deseo, ese hermoso deseo ha rodeado los pensamientos de este protagonista desde los ocho años; aunque ahora entiende que esa realidad, es imposible. Y se preguntarán, ¿por qué?; pues esa respuesta, es muy sencilla.

Alfredo desde los diez años, se encuentra encerrado en una habitación de hospital; a causa de, una grave enfermedad que le detectaron y lo ha condenado estar en cama. A sus actuales quince años, no recuerda mucho la ciudad donde creció y correteó con sus amigos.

Pero las cosas no fueron siempre de esa manera, de pequeño tenía la vida normal de cualquier niño; salía a pasear con sus padres o los llevaba con engaños a las tiendas, para que le compraran algún juguete nuevo que había visto en televisión. Iba todas las tardes al parque cerca de casa a jugar con sus amigos, inventándose historias de superhéroes que luchaban contra villanos para proteger la ciudad. Estaba rodeado de fantasía y muchos sueños que con la fuerza de su corazón, deseaba hacer realidad.

Sin embargo, todo eso se destruyó en su cumpleaños número diez, en el momento más especial; en su fiesta de celebración, cuando estaba por soplar las velas; un mareo invadió su cabeza, haciéndole caer inconsciente en frente de todos los invitados.

Sus preocupados padres, lo llevaron de inmediato al hospital, donde después de varios exámenes, le detectaron una extraña enfermedad que estaba destruyendo su sistema inmunológico, matando todas sus defensas y debilitando su pequeño cuerpo. Desde entonces, se ha visto internado en una blanca habitación de cuatro paredes de hospital; lugar donde todo se encuentra esterilizado, para evitar consecuencias mayores.

Desde que tiene recuerdos de ese encierro, su único entretenimiento ha sido observar el parque frente a su habitación, viendo como los niños corren y juegan alegremente. Ensuciándose en la tierra, cayéndose de los juegos o imaginando tener algún poder que los ayude a proteger el mundo.

«Nace, nace un nuevo poder, tengo la fuerza en mis manos y mis sueños se harán realidad»; se repite a sí mismo, recordando los momentos junto a sus amigos y provocando que un par de lágrimas, se deslicen por su rostro.