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34: Guerra entre guardianes

—Ahora estoy fuera de su casa, prefiero estar cerca al menos por esta noche. No sé por qué, pero el viento se siente pesado, se muestra muy inquieto y me da un mal presentimiento.

Nicolás se apoya sobre una pared, observando hacia la casa que tiene al frente, viendo como la imagen de un joven aparece por una de las ventanas, jugando con un cachorro.

No entiende el porqué de esa ansiedad que desde hace dos días se alberga en su pecho, es como si le dijera que las cosas a su alrededor van a cambiar y para mal. Al menos, puede sentir preocupación en su elemento, como si le advirtiera sobre cuidarse.

—Ya hemos hablado de eso muchas veces, debes confiar en lo que hemos planeado entre los tres, esta vez no nos quedará más que confiar en ese felino —juega con un mechón de su cerquillo, mientras cambia el celular de una mano a otra—. Sabes que nosotros tres seremos los primeros en sus planes, al menos, somos los más resistentes y que podemos darle bat...

Sin embargo, no termina su última palabra por sentir una punzada en el cuello, como si algo acabara de incrustársele.

—¡Estoy bien!, ¡estoy bien!, solo fue un quejido porque me picó un zancudo —intenta calmar a la persona detrás de la línea, a quien se imagina cambiándose desesperado para salir a toda prisa en su ayuda. Después de todo, el guardián de la tierra es su mejor amigo.

Soltando un suspiro de cansancio, porque las últimas dos noches han sido difíciles y riendo por lo ridículo que suenan sus palabras, porque hasta ahora todo se ha mantenido en calma; Nicolás termina la llamada y decide girar sobre sus talones, pero una repentina sensación de miedo lo paraliza por completo sin entender qué sucede y su vista también ha empezado a afectarse.

Un fuerte bum lo hace despertar, viendo como una cortina de fuego se levanta sobre la casa que ha estado cuidado las últimas noches, presintiendo lo peor para sus habitantes. Un segundo bum activa todos sus sentidos, viendo como la habitación que estuvo observando hace un momento, ha comenzado a incendiarse y enfureciéndose consigo mismo por aquel tonto descuido.

—Creo estás buscando a este inútil, intentar protegerlo de cerca no te ha traído buenos resultados, ¿verdad? —esa voz tan conocida detiene sus pasos, notando como el cuerpo inconsciente de Peter es arrojado contra la acera—. Eres tan ingenuo si pensabas que todo quedaría tranquilo, solo el más fuerte sobrevivirá a este combate.

Acercándose para cerciorarse que su amigo solo se encuentra desmayado y sin nada grave por temer...

—¡Ferni!, encuéntrame en la plaza, tenemos problemas esta noche —Nicolás corre detrás de la sombra que está tratando de escapar, saltando entre los edificios—. No puedo creer que te hayas transformado solo para sorprenderme, esto no se quedará así Jordán —su furia es evidente, así como su descontrol para invocar su cristal y gritar con fuerza, ¡CAMBIO!

Sus rápidos pasos lo han llevado hasta la plaza de la ciudad, encontrándose con un descuidado Jordán, para tomarlo por sorpresa y lanzarle su mejor técnica.

—Ventisca de aire ascendente —golpeándolo con tal fuerza, como para estrellarlo contra una edificación.

—¿Qué te sucede?, ¿por qué de pronto me atacas? —un furioso chico del fuego, sale entre los escombros, solo para encontrarse con otro ataque que lo eleva por los aires y de un inesperado movimiento, lo impacta contra el suelo; sintiendo un profundo dolor recorrerle el cuerpo.

Nicolás se encuentra cegado por la furia, se siente traicionado al recordar como la persona más importante para él, ha sido atacado de aquella cruel manera, sin piedad alguna e involucrando a inocentes. Su mente evoca las palabras de Spero que solo alimentan su odio; otra manera de obtener el cristal de un guardián, es revertiendo su deseo, eso te hará merecedor de su poder; entendiendo los planes detrás del ataque de su supuesto amigo.

Cerrándose a toda razón, el muchacho lanza un ataque desesperado detrás de otro, sin darle tregua a su compañero para defenderse y logrando enfurecerlo, si lo deseaba. Sin otra opción para detenerlo, Jordán también hace brillar su cristal para obtener el poder elementar e iniciar la batalla.

—Aliento del león de fuego —envía su primera técnica para verla desaparecer en dos cortes de un contraataque, pues Nicolás ha utilizado su mejor defensa para bloquearlo, arrojándose contra él y propinarle un fuerte golpe cerca del diafragma que logra desestabilizarlo. Aprovechando su falta de aliento, envía otro puño contra su mentón, para luego de un codazo, arrojarlo contra las banquetas.

Valiéndose de la poca consciencia de su oponente, al estar reaccionando de los golpes, Nicolás corre susurrando unas palabras, convirtiéndose en un enorme remolino que se eleva hacia el cielo; para caer en un solo golpe contra el vientre de Jordán, haciéndole escupir sangre al recibir todo el peso de su atacante.

—Fuego..., de destrucción infernal —sin embargo, quedarse sin contraatacar, pone en peligro su vida, notando la fuerza por parte del otro y su poco interés en detener el combate. Por eso, utiliza toda la potencia en una sola energía, logrando desaparecer el torbellino y arrojando al chico del viento a unos cuantos quilómetros.

Jordán intenta levantarse, cuando su cuerpo comienza a sentir los primeros estragos del combate, buscando a su contrincante entre la cortina de polvo que aún se mantiene. No obstante, es sorprendido por unos látigos que se aprietan con fuerza sobre su cuello, quitándole poco a poco el aliento, mientras desesperado intenta liberarse.

Pero no puede defenderse, porque en un rápido movimiento es elevado por los aires para caer de rostro contra la acera. El mismo ataque es repetido una segunda vez, para estrellarlo contra un edificio que se derrumba sobre él. Una tercera vez vuelve a suceder, hasta llegar al sexto golpe, donde es arrojado por los aires.

—Ventisca de aire ascendente —recibiendo unas ráfagas en forma de cuchilla que golpean contra su vientre y lastiman parte de su cuerpo, antes de derribarlo contra los escombros de lo que era un majestuoso monumento de la ciudad.

Con el cuerpo completamente adolorido y con su cristal vibrando por la falta de energía, observa como su ahora enemigo corre hacia él, musitando unas palabras, seguro invocando otra técnica. Sin poder creérselo y lamentándose de su decisión, golpea sus manos contra el suelo.

—Emboscada del sable de la calidez —creando cierta inestabilidad y provocando que Nicolás no pueda continuar, sorprendiéndolo con unas puntas de fuego que salen desde las profundidades.

Aunque gracias al agudo sentido de percepción del contrario, logra esquivarlas una detrás de otra, saltando para evitar el impacto; aunque el ambiente ha empezado a subir de temperatura y su cuerpo parece debilitarse por el elemento invasor.

—Creo esto nos pone a la par, después de los golpes que me diste —Jordán vuelve a golpear el suelo con furia, haciendo aparecer el mango de una espada y tirando de ella con todas su fuerzas, para tomar desprevenido al contrario; quien es sorprendido por un largo látigo que lo golpea con cada parte, cuando se van juntando para convertirse en un espadón en las manos de su dueño.

Con su adversario derrumbado entre los escombros, el guardián del fuego da la pelea por terminada e intenta acercarse. Sin embargo, es emboscado por una técnica que hace crecer montañas desde el subsuelo, recibiendo el daño de forma directa.

—¿Te encuentras bien Nicolás? —Fernando apunta su guadaña en dirección a Jordán.

—No te metas en mi camino —pero Nicolás lo arroja por los aires, gracias a su poderoso remolino—. Grifo representación del viento —convocando a su defensor que despliega sus gigantescas alas desde la espalda de su guardián, saliendo de su cuerpo y gruñendo con molestia.

Enojado por la situación, Jordán también invoca a su poderoso Nemea que sin esperarlo, se lanza contra su atacante, chocando ambos elementos y provocación una potente onda que destruye los edificios cercanos.

No obstante, el representante del fuego tiene una desventaja y esa es su sola habilidad de manejarse en tierra, siendo tomado de la espalda entre las garras del imponente grifo que lo eleva con mucha facilidad, para desde lo más alto arrojarlo y caerle encima en forma de un enorme tornado. Daños que también afectan a su guardián.

La ciudad vuelve ser un completo caos, pues una gran batalla se está librando, destruyendo todo a su alrededor. Las reparaciones que con tanto ahínco realizaron muchos ciudadanos, ahora han quedado arruinadas, mientras otros asustadizos se han marchado buscando algún refugio.

A la lejanía, muchos observan como la destrucción está azotando su ciudad, pero lo más sorprendente, es que no es a causa de una de esas enormes monstruosidades. Toda esa energía desplegada y los daños ocasionados, son culpa de la guerra entre guardianes.

—¡Detente Nicolás!, ¿por qué estás haciendo esto? —una voz sorprende al elegido del viento, reconociendo a un herido Peter detrás de él.

—¡Peter!, ¿qué estás haciendo aquí? —el muchacho se muestra confundido, cuando reconoce a la persona que intenta proteger. Después de todo, por aquel amor prohibido, aceptó convertirse en la persona que ahora se encuentra batallando.

Jordán baja la guardia al notar el extraño comportamiento de su amigo, quien corre hacia un determinado punto hablándole a la nada, olvidándose por completo del combate; porque de no ponerle atención a su defensor, debe tener por seguro que terminará lastimado.

Eso le despierta un mal presentimiento, observando detenidamente a su alrededor, sin identificar lo que esperaba. «Acaso... ¿estaré alucinando?», se pregunta fastidiado por no entender lo que está sucediendo, porque de algo sí puede estar seguro y es que Nicolás, no es la persona que él conoce; al menos, no ese chico que tiene ahora enfrente, hablando para sí mismo con tanto sentimiento. O eso, piensa al notar el brillo amarillo en su mirada, pues se ha perdido la confianza que proyectaban sus grandes ojos marrones.

«Sabes lo que debes hacer, si es por la seguridad de los demás, no debemos dudar ni un segundo», esas palabras del antiguo guardián del viento, resuenan en su cabeza, combinándose con un quejido que suelta, al sentir una punzada en el cuello. Cambiando su determinación y entendiendo qué debe hacer.

«Creo que ha llegado el momento», se dice a sí mismo, mientras un brillo rojizo resplandece en su mirada. Junta sus manos en una palmada, para después golpear el suelo con todas sus fuerzas.

—Emboscada del sable de la calidez —grita con furia, tomando el mango de la espada que sobresale desde el suelo, tirándolo de un solo movimiento y extrayendo un látigo que toma desprevenido a Nicolás, quien se coloca en una extraña posición intentando "proteger" a alguien.

Por aquel descuido, el representante del fuego logra golpearlo y arrojarlo a unos pocos quilómetros, para luego dirigir su ataque hacia el defensor, inmovilizándolo con el látigo y enviándole llamaradas que le hacen perder el equilibrio.

Oportunidad que utiliza Nemea, para tomar a Grafo del cuello, utilizando su abrazador poder al máximo y escuchar un fuerte grito de dolor de los labios de viento, cuando desaparece su enorme invocación.

—¡Lo siento!, no hay marcha atrás —Jordán susurra unas palabras, saltando sobre uno de los pocos edificios que se mantienen y observa como su protector arroja a su adversario por los aires, para lanzarle una bola de fuego que termina por herirlo—. ¡Acábalo de una vez! —son sus sobrias palabras para que el imponente león, tome la cabeza del muchacho entre sus dientes, arrancándosela y lanzando su cuerpo contra el pavimento.

—¡¡¡NOOO...!!! —se escucha un grito que hace reaccionar al descontrolado guardián, sorprendiéndose al encontrarse con las atónitas miradas y diferentes expresiones de sus amigos, entendiendo que no puede retroceder.

Sin esperar ser comprendido y sin voluntad propia, arroja una bola de fuego contra el cuerpo de Nicolás, haciéndolo desaparecer en pequeñas luces y apoderándose de su cristal, su nuevo elemento protector.

—¿Por qué lo has hecho?, ¿acaso olvidaste nuestra tregua? —Fernando se muestra furioso, blandiendo su guadaña para crear una elevación de varias montañas hacia el muchacho que parece no reaccionar.

Sin embargo, es sorprendido con un contraataque del elemento viento, interrumpiendo su técnica y terminando debilitarlo de un solo golpe, alimentando también su odio. Los demás chicos que se encuentran cerca, son víctimas del descontrolado ataque.

—¡Tú no entiendes!, ¡ustedes no entienden! Alguien debía dar el primer paso para esta batalla —los observa con una expresión indescriptible, su mirada rojiza los atemoriza y se muestra como si no tuviera el control de sí mismo.

—La guerra entre guardianes ha empezado y es mejor que estén preparados, porque iré detrás de cada uno —son sus últimas palabras, antes de ordenarle a su defensor inundar de llamaradas toda la plaza; envolviendo de fuego los alrededores e inmovilizando a sus amigos, para desaparecer entre las edificaciones.

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