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13: Preocupaciones

Los últimos acontecimientos en nuestra ciudad, está aumentando el pánico entre los habitantes, porque no solo nos enfrentamos a inexplicables sismos que nos tienen preocupados; también estamos siendo víctimas de un atentado terrorista, por parte de seis extraños sujetos que parecen estar buscando inocentes víctimas... —una reportera explica como los incidentes de desapariciones han disminuido, comparado a los últimos cinco meses; aunque se han registrado el aumento de una extraña enfermedad que consume la energía de la persona, dejándola por días inconsciente en cama.

El alcalde se está reuniendo con otras autoridades para tomar medidas de urgencia, es muy posible que se imponga un toque de queda para evitar más ataques... —resaltando que los principales sospechosos, siguen siendo seis sujetos que suelen aparecer junto a unas criaturas que generan destrozos por las ciudad; entendiendo nuestro protagonista, a quienes hacen referencia.

—Es lamentable que exista este tipo de situaciones, nadie está seguro caminando por las calles —comenta una mujer de cabello canoso, pidiéndole a su nieto cuidarse; porque parece que las principales víctimas de esa "nueva enfermedad", son adolescentes como él.

—Recuerda no hablarle a extraños, ni intentes acercarte para ayudarlos, por más graves que puedan estar. Es mejor estar precavidos, a caer en la trampa de esos sujetos que se aprovechan de la nobleza de los demás —añade la madre de nuestro chico, retirando el servicio utilizado en el desayuno.

Spero observa curioso la escena que está desarrollándose en la casa de su elegido, que parece sumamente incómodo con la conversación de las dos mujeres; porque de quien están hablando y muchos han llegado a odiar en estos días, es precisamente la persona que está compartiendo la mesa con ellas y a quien piden cuidarse de sí mismo.

Le resulta extraño el comportamiento de los humanos, siempre buscando explicaciones ilógicas de situaciones que no entienden; y si pueden buscar un culpable, mucho mejor, sin interesarles que estén señalando a la persona correcta o no.

Aunque más insólito le parece, el deseo del cabizbajo muchacho que tiene en frente, proteger a todos; «creo que debo seguir aprendiendo de esta especie, ¿por qué seguirían sacrificándose por personas así?», se cuestiona sin encontrar una explicación lógica; porque los demás guardianes, a pesar de las críticas negativas que han aumentado en las últimas semanas, también siguen sacrificándose por seres que en su opinión, no los entienden y no los merecen.

Soltando un pesado suspiro, Alfredo despeja esas tormentosas ideas de su cabeza y agradece por los alimentos. Tomando su mochila, se despide de sus mayores para salir corriendo y enrumbándose a la escuela, pues su hermano sale más temprano por las prácticas de fútbol; así que como cada día, se acompaña con Spero, su fiel mascota.

Aunque extrañamente, en las afueras de su vivienda se encuentran con Exitium que parece estar esperándolos.

—¿Cómo han amanecido?, ¿está todo bien? —utiliza ese inusual tono que no permite distinguirle una emoción—. ¿Algún nuevo acontecimiento que los tenga preocupados? —pregunta observando al pelinegro directo a los ojos, como si estuviera intentando leer sus pensamientos.

—La verdad es que no, todo está igual como siempre, enfrentando a los kirai que buscan apoderarse de las almas ajenas —responde con sinceridad, mientras recuerda la conversación que tuvo hace unos días con sus amigos; decidiendo que mejor es andar con cuidado, sobre todo con el felino púrpura—. Solo nos inquieta un poco la extraña fuerza que están adquiriendo nuestros enemigos.

Alfredo comenta como las criaturas en las últimas semanas, parecen haber adquirido una extraña fuerza que los coloca en desventaja al momento de enfrentarlos, poniéndolos en más de una ocasión en difíciles aprietos; aunque evita mencionar que en la batalla de hace unos días, terminaron severamente lastimados.

—Es eso, o simplemente nosotros, nos estamos debilitando con cada combate —preguntándose si deben buscar alguna forma de aumentar sus poderes.

—Los humanos son una especie realmente interesante —esa afirmación de Exitium lo sorprende, no entendiendo del todo sus palabras—. Su determinación depende bastante de su estado de ánimo, pudiendo cambiar contantemente de acuerdo a las circunstancias que enfrentan; y que además, puede decidir el rumbo de sus vidas —resaltando que ese es el principal inconveniente en los seis.

—¿Qué quieres decir con eso? —cuestiona con incredulidad, pues considera que discutir con el gato púrpura, es una tarea sumamente complicada.

Spero salta sobre su hombro, observando ambos a un pensante Exitium.

—Quiero decir, el poder de las criaturas radica en sus emociones, cuanto más sea el odio o sufrimiento que el humano posea, más energía destructiva liberara —explicando que los invasores desarrollan su poder, en base a la intensidad negativa que experimente el alma de su huésped—. Se los dijimos en un inicio, un kirai por sí solo, no es una amenaza; todo va a depender del receptor y de la percepción que tenga de la vida. Entre más autodestructivo te vuelvas, más será la maldad que desarrolles; es como si ellos mostraran la naturaleza que quiere esconder tu corazón —mencionando que esa es la desventaja que ellos están enfrentando.

—Así como pueden amar con intensidad y buscar proteger a sus personas queridas, de un momento a otro, también pueden odiar con el mismo ímpetu, creando una energía inimaginable —Spero resalta que a veces el odio puede superar al amor, si no tienes un verdadero motivo en tu corazón.

Alfredo como en cada conversación que tiene con ese par, encuentra más dudas que respuestas, «eso quiere decir, ¿qué todo va a depender de nuestras emociones?»; o quizá, sea él quien se complique con tantas palabras.

—Ustedes se están viendo en dificultades, porque no están mostrando la determinación con la cual aceptaron convertirse en guardianes. Esos cinco siguen arrastrando sentimientos que solo son un estorbo en su misión, recuerdos que los vuelve débiles e inestables—Spero señala que desconoce las dificultades que enfrentaron los cinco primeros elegidos—. Si superaran su pasado y se enfocaran en este presente, tengo certeza que desatarían su verdadero poder, despertarían como verdaderos guerreros.

—¿Qué significa ser un verdadero guardián? —se apresura a preguntar.

—Aceptar el destino que te ha tocado y cumplir con tu misión, sin importar los sacrificios que debas cometer en el camino —pero nuestro muchacho no concuerda con esa afirmación.

—El pasado es un recuerdo de quien ahora eres, olvidarlo sería negar tu existencia como humano —aunque está seguro de una cosa, la cual es su determinación para continuar—. Recuerdos tristes y dolorosos pudieron atormentarnos, pero debemos aprender a vivir con ellos; porque de esa manera, construiremos la esperanza para nuestro mañana —regalándoles esa sonrisa que lo caracteriza y resaltando que es cuestión de tiempo para que todos puedan encontrarse a sí mismos; convertirse en verdaderos guardianes.

—Eres muy extraño y sigues siendo el más débil de los seis, ¡no te confíes! —responde Exitium, pues ese muchacho siempre parece mantener una buena voluntad, a pesar de las adversidades; no entiendo si es un punto a favor o en contra.

Y parece que este es el final de su conversación, porque es interrumpida por las campanadas de la escuela que está a menos de una cuadra, alertando al pelinegro de su posible tardanza y asegurado castigo si no se apresura en llegar.

—Se me hace tarde, debemos apresurarnos, si quiero al menos entrar antes que cierren la reja —dice colocando una mano sobre Spero y empezando a correr como si estuviese en una maratona.

—No hay duda que aun te falta madurar, debes despertar para convertirte en el verdadero elegido —menciona Exitium a nadie en particular, siguiendo los pasos del chico de la luna.

A pesar de su prisa, no ha podido evitar enfrentarse al severo castigo de la encargada de disciplina, a quien sin importarle el género del estudiante, los ha obligado a realizar una cansada rutina de ejercicios; consumiendo las energías que lo acompañaban desde que despertó.

Su consuelo es que Erika, extrañamente también ha llegado tarde y ahora está acompañándolo, mientras finalizan las dos primeras horas de clases para que puedan ingresar; porque en opinión de la rígida jefa, interrumpir una lección iniciada, es una severa falta de respeto que debe castigarte con lo más estricto.

—Esa muchacha da mucho miedo, no es sorpresa que ande más de dos años sin novio —Erika resopla terminándose el agua de su botella, sentándose bajo la sombra de un enorme árbol—. Pero lo más atrevido que he podido observar en mi vida, es que intentaras escabullirte entre los arbustos para escapar del castigo —menciona señalando a su avergonzado amigo que no entiende como pudo atreverse a semejante riesgo.

—Solo pensé que estaba demasiado concentrada riñéndoles como para percatarse de un tardón más —sonríe nervioso, lamentándose de esas incomparables anécdotas que solo a él le suceden.

—Bueno, en ti es normal llegar tarde tres de los cinco días —la joven sonríe graciosa por su comentario, notando como su acompañante infla las mejillas en un puchero—. Pero en mí, hasta ahora no puedo creer que se me hayan pegado las sábanas —quejándose por haber tirado su despertador que terminó rompiéndose.

Ambos ríen graciosos, pues es mejor divertirse de su situación que estar lamentándose, porque igual no les permitirán el ingreso, hasta dentro de media hora aproximadamente. Al menos pueden disfrutar un momento de la compañía del otro y relajarse, mientras los demás sufren con la tortuosa maestra de matemáticas.

—Al menos tenemos a César para que nos preste los apuntes de la clase, es como si en realidad hubiésemos estado presentes —una intranquila Erika, observa el resplandeciente cielo que se alza sobre ellos; porque el verdadero motivo de su tardanza, es una duda que está perturbándola—. ¡Oye Alfredo!, nosotros siempre hemos tenido confianza en el otro —capta la atención de su acompañante.

Pensar que su mejor amigo puede encontrarse en la misma situación que ese joven, la tiene realmente alarmada. Aun no puede olvidar esa trágica noche, donde conoció a una persona que perdió su inocencia, para convertirse forzadamente en alguien que nunca deseó.

Esos llorosos ojos pidiéndole perdón y suplicándole guardarle el secreto, es una situación que prometió no volver a enfrentar y no permitirá le ocurra a alguien cercano.

—¡Sí!, ¿por qué la duda? —sin embargo, cuando se dispone a hablar, se ven interrumpidos por los comentarios de los muchachos que están cerca.

—Ayer hablé con su padre y me dice que está recuperándose, aunque eso no evitará que se ausente de la escuela por unos días más —comenta un chico con preocupación—. Ella parece no recordar qué sucedió, pero a mí nunca se me olvidará como la transformaron en esa horrible bestia —abrazándose a sí mismo y moviéndose ligeramente como si estuviese temblando.

—Los verdaderos culpables son las autoridades por no detener a esos criminales, esos seis sujetos son una amenaza para nuestra tranquilidad —suelta otro joven con severidad; añadiendo que cada día, más estudiantes de su escuela están siendo atacados.

—Aunque las desapariciones hayan cesado, muchos sigues asustados porque no saben quién será el siguiente. La ciudad está aterrorizada por esta situación —expresa otro muchacho, tachando de asesinos a quienes consideran un peligro.

Un frustrado Alfredo aprieta los puños al escuchar esa conversación, parece que nadie comprende el sacrificio que junto a los demás chicos están haciendo. Es cierto que los ataques y las criaturas asustan; pero en realidad, ¿merecen ser calificados de esa manera?

—¿No creen que están siendo demasiado duros?, recordemos que esas personas que llaman criminales, nos ayudaron a escapar en el último atentado —Erika se atreve a interrumpir la conversación, extrañando a sus compañeros que parecen no creer en sus palabras.

—¡Pienso lo mismo! —una joven se sienta cerca al grupo, mientras toma un poco de jugo—. Si no fuese por ellos y su rápida intervención, creo que muchos habríamos salido lastimados. Es cierto que desconocemos sobre ellos y las técnicas que utilizan, pero eso no significa que sean malvados. ¡Por Dios!, no todo lo extraño tiene que ser malo —señalando a cada muchacho, tachándolos de simplones por solo repetir información que los medios repiten cada día, alimentando el miedo de los ciudadanos.

—¿A quién has llamado simplón? —pregunta ofuscado uno de los chicos—. Solo estamos diciendo lo que todos piensan, porque desde la llegada de esos desconocidos, nuestra ciudad se ha vuelto demasiado peligrosa e insegura —añadiendo que con la desaparición de los anónimos seis sujetos, todas sus preocupaciones también se desvanecerán.

—Simplemente son unos idiotas y malagradecidos —Erika enfrenta a los tres chicos que la observan confundidos, porque no puede evitar sentirse mal, al notar como la incomodidad de su amigo aumenta—. Deberían demostrar que son estudiantes y pensar por ustedes mismos, analicen la situación y saquen sus propias conclusiones; no sean uno más del montón y terminen convirtiéndose en manipulables seguidores —tomando la mano de Alfredo, sonriéndole con calidez.

—Eso mismo opino, no debemos juzgar a los demás, nunca sabes cuando el implicado puede estar escuchándote y termines lastimándolo con tus palabras —apoya la recién aparecida, chocando palmas con Erika y sonriendo victoriosas al observar a sus compañeros buscar alguna objeción.

Y su momento de descanso termina, pues la delegada de disciplina les informa que es momento de regresar a clases, suspirando resignados porque estaban acostumbrándose a esa tranquilidad; y porque no decirlo, divirtiéndose por saltarse las clases más sacrificadas.

—No son las primeras personas que los juzgan sin conocerlos, ese miedo hacia ustedes sigue creciendo, creando un repudio que no entiendo. ¿Esa es la clase de personas que prometiste proteger? —Exitium detiene sus pasos.

—Si en algo te pareces a los demás, es en esa ingenuidad por creer en los sentimientos de otros, en proteger una vida que no merece ese sacrificio —esas palabras retumban en sus pensamientos, provocándole un extraño malestar.

—Ser un guardián, ¿qué significa para ti? —esa pregunta no la esperaba y genera varias dudas, recordando que la conversación de sus compañeros, no es la primera ni la última que ha escuchado.

En las últimas semanas, se ha estado hablando de seis extrañas apariciones que están matando personas por diversión o por un motivo que sigue oculto; distorsionándose toda la información. «Realmente... ¿creen que somos unos asesinos?», manteniéndose algunos al margen, como Erika y esa muchacha; o atacándolos con palabras hirientes, como esos chicos.

Aunque sin interesar el bando en que sus compañeros se encuentren, eso no ha evitado generar ciertas molestias en los aludidos; claro que los cinco primeros elegidos, parecen manejar esas críticas de mejor manera, mostrándose indiferentes. Pero, ¿en serio podrán seguir soportándolo?

—Es interesante como los humanos pueden dejarse dominar por su miedo a lo desconocido, prefiriendo el repudio. Nadie se ha detenido a pensar que esos seis extraños, pueden ser un familiar o amigo que solo buscan salvarlos; no les interesa conocer la verdad o el dolor detrás de la máscara. Entonces... ¿sigues creyendo que esas personas merecen tu deseo?

Y para empeorar la situación, Exitium no está ayudando en nada a calmar esta angustia que comienza a fastidiarlo, teniéndolo inquieto. «¿Por qué estoy peleando?, ¿cuál es mi verdadero deseo?».

—¡Alfredo apúrate!, no quiero ser regañada por segunda vez en el día —la voz de Erika lo despierta de su ensoñación, reaccionando y corriendo al encuentro de su amiga, dejando a los dos felinos que lo observan desaparecer dentro del edificio.

Aunque pueda decir que en el resto de la mañana y parte de la tarde, las clases están transcurriendo con total normalidad, sin ningún incidente preocupante; sigue sin olvidar las palabras del felino púrpura, «¿a qué estaba refiriéndose con sacrificar su deseo?».

Recuerda que en su primer encuentro con Spero, cuando le pidió revelar el deseo de su corazón, solo pensó en devolverle la felicidad a sus seres queridos, a quienes estuvieron acompañándolo y sufriendo durante su enfermedad; y porque no, protegerlos como lo hicieron con él. Sin embargo, ¿realmente se cumplió ese deseo?, ¿qué precio ha pagado?

Sigue estando seguro que ese es su mayor anhelo, proteger a quienes lo necesiten; entonces, ¿qué necesita para convertirse en un verdadero guardián?, serán esos pensamientos, ¿razones suficientes para considerarse digno de tal poder?

Son tantas preguntas que están perturbándolo, que la clase ha pasado a un segundo plano. «¿Qué situaciones difíciles tuvieron que atravesar los chicos?, ¿estaré a la altura de ellos?», se pregunta con incomodidad, temiendo convertirse en un estorbo para la misión que sus amigos han estado buscando cumplir desde su despertar.

—Las personas infectadas por los kirai, ¿en verdad merecen tu protección? —escucha una desconocida voz resonar en sus pensamientos, alarmándose cuando los sonidos de sirenas de policías y ambulancias pasan a velocidad por la escuela, captando la atención de sus compañeros y maestro.

—¿Qué estará sucediendo?, ¿otro ataque?, ¿habrá otra víctima? —son algunas de las murmuraciones que están haciéndose sus acompañantes, mostrando su evidente preocupación y terror.

—¡Venga muchachos!, dejemos de preocuparnos de más y regresemos nuestra atención a la clase —indica el profesor dirigiéndose hacia la pizarra, aunque un repentino bum hace que el pánico reviva, observando por el enorme ventanal como un edificio cercano se consume a consecuencia de una explosión.

Alfredo observa preocupado el edificio que se alza en llamas, encontrándose con la mirada de Gerardo que entiende la situación y lo que deben hacer. «Solo espero que no se involucren más inocentes», deseando buscar una solución para evitar que más personas sigan siendo controladas por los kirai; porque su mayor temor, es no tener la energía suficiente para regresarlos a su verdadera apariencia.

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