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10: No permitas...

Luego de ese incidente, Gerardo ha sido llevado de inmediato al hospital, donde se le realizaron diversos exámenes; enterándose que el menor de la casa, ha desarrollado una extraña enfermedad que está matando sus defensas, debilitando su sistema inmunológico y volviéndolo propenso al desarrollo de otras enfermedades que están mostrando los primeros síntomas. Una de ellas, la causante de las fuertes jaquecas que ha presentado en las últimas semanas.

Nuestro muchacho recibe una noticia por parte sus padres, no podrá ir por un tiempo a la escuela; tendrá que quedarse internado en aquella habitación, hasta culminar un tratamiento que lo ayude a sentirse mejor, desconociendo lo que realmente sucede.

—Lo bueno de todo esto, es que me tendrás más seguido contigo para ayudarte con las tareas o para relajarnos un rato —Fabián ojea un nuevo cómic que ha comprado para su amigo, quien lo está ignorando por andar perdido en sus pensamientos, respondiendo solo con monosílabos.

—¡Oye!, si sigues ignorándome, no tendré más remedio que obligarte a centrar toda tu atención en mí y solo en mí, hasta que olvides todo lo demás —pero el castaño no permite ese desplante, subiéndose de improviso a la cama; pegando sus rostros, frente con frente, provocándole un fuerte sonrojo.

Sin lograr ocultar su repentino nerviosismo, intenta alejarlo al tenerlo sobre él, mirándolo directamente a los ojos, pudiendo sentir demasiado cerca su respiración. Intenta empujarlo, pero no tiene la fuerza suficiente para lograrlo; rindiéndose ante las sensaciones que recorren su cuerpo, por tenerlo tan cerca.

—Sabía que no podías ignorarme por siempre, soy el centro de atención de todas las miradas —Fabián baja de la cama sonriendo de forma pícara, recibiendo un insulso ajam como respuesta. Sin embargo, aquel acto no pasa desapercibido, porque nuevamente se lanza sobre Gerardo para comenzar a hacerle cosquillas, empezando ambos a explotar en carcajadas.

Nuestro trigueño aún no entiende cómo o por qué, pero ese chico que conoció en la escuela básica, a pesar de los malos momentos que puede estar atravesando, siempre logra sacarle una sonrisa. Desde que se hicieron amigos, las cosas han cambiado para bien.

—Esto es solo por la falta de vitaminas, estoy seguro que en menos de un par de semanas, estarás de regreso conmigo en la escuela —el castaño muestra ese optimismo que lo caracteriza, inyectándole la misma confianza que hubiese deseado mantener desde el principio, a pesar de las repentinas noticias.

Con el transcurrir de las semanas, ha empezado a sentirse mejor y a recuperar fuerzas, creyendo que es momento de regresar a su vida cotidiana. Pero sus padres insisten que debe continuar con el tratamiento para evitar recaídas, generándole varios cuestionamientos que se niegan a responderle; decidiendo no insistir para evitar alterarlos. Aunque puede soportarlo, no es tan importante si tiene a su amigo que lo visita cada tarde.

No obstante, hoy es la excepción, porque el susodicho está demorando en llegar. Ha transcurrido más de dos horas y ni ha llamado para decir que está retrasado, como suele hacerlo en ocasiones. ¿Y sus padres?, salieron hace un momento por el llamado del médico, dejándolo solo en aquella habitación que empieza a reconocer como propia.

—Es aburrido estar esperando, ¿no creo se molesten si salgo a dar un pequeño paseo?, es bueno para estirar las piernas —se anima a sí mismo, levantándose y saliendo a prisa de ese lugar que a veces llega a sofocarlo.

Caminando por los pasillos vacíos del hospital, observa como las luces se van encendiendo al desaparecer el atardecer. —Por la densidad de las nubes, parece que va a llover toda la noche —y sus sospechas se confirman con las primeras gotas que chocan contra la ventana.

Se sorprende al descubrir por primera vez, el gigantesco lugar que está recorriendo, caminando por largos pasillos esperando encontrar a alguien. Tin tin, pero solo escucha el sonido de un cascabel que llama su atención. Tin tin, un segundo tintineo puede oírse claramente, aunque no encuentra qué o quién lo provoca.

Y sin percatarse, ha quedado frente a una oficina que tiene la puerta a medio abrir, donde se puede escuchar a personas discutir y a alguien llorar desconsoladamente.

—Siento mucho ser yo quien tenga que decirles esto; sin embargo, los últimos exámenes de su hijo, indican que el tumor ha ido expandiéndose y no hay más que podamos hacer —aquella voz suena demasiado conocida.

—Pero doctor..., no podemos darnos por vencidos tan pronto, aún debe existir alguna medicina o tratamiento que pueda ayudarnos —y ese timbre de voz es inconfundible, enterándose que están hablando sobre él.

—No quiero darles falsas esperanzas, porque aparte de padre, eres médico; sabes que podemos seguir el tratamiento para disminuir los síntomas y que Gerardo no sienta tanto dolor, —el doctor es directo en sus palabras—. Hay que tener en claro que el tratamiento no va a curarlo, solo prolongara su vida a unos días o quizá meses, en el mejor de los casos.

Y enterarse de esa forma, sobre qué está realmente sucediéndole, lo ha dejado sin palabras y sin maneras de cómo reaccionar.

Por un momento, quiere creer que aquellas personas que están conversando con el doctor, no son sus padres; aunque su mente le diga lo contrario. Porque él se siente mucho mejor, con más fuerzas que hace varias semanas atrás. Es cierto que ha tenido una descompensación, pero es solo eso, una simple recaída por falta de sueño, ¿verdad?

Asustado, confundido, decepcionado, son muchas las emociones que atraviesa en estos momentos que no le permiten pensar con claridad. Sobre todo, ahora que espera la respuesta a la fatal pregunta que su madre ha hecho.

—No puedo decirlo con certeza porque la enfermedad avanza demasiado rápido, pero no creo que sobreviva más de cinco meses —son las palabras finales del doctor que le hacen salir corriendo del lugar, con lágrimas en los ojos.

«¿Por qué la vida es injusta?, cuando empiezas a disfrutarla, porque estuviste a merced del miedo. Cuando logras liberarte de esas cadenas que te hicieron perder el rumbo, cuando todo mejora cambiando para bien; ¿por qué?, ¿por qué llega una enfermedad que destruye todos los sueños que habías planificado para el futuro?», son las preguntas que recorren su cabeza sin una explicación lógica, mientras corre con todas sus fuerzas a donde sus pies lo lleven, sin importarle que no trae zapatos o que alguien grita su nombre intentando detenerlo.

Lo único que ahora siente es impotencia, queriendo llorar hasta quedar sin lágrimas para no volver a hacerlo. Lo único que desea en este momento, es alejarse de ese lugar que ha sentido como una prisión en los últimos meses, marcharse a donde pueda ser libre.

Al salir del hospital, siente la lluvia caer sobre él, aunque ni eso lo detiene. Sigue corriendo sin rumbo alguno, hasta que logre quedar sin fuerzas, hasta que su respiración sea tan agitada que su mente no piense en nada más que tomar aire. Olvidar, desaparecer, no sentir, son muchas las ideas que ahora revolotean en su cabeza.

Tin tin, vuelve a escuchar ese extraño ruido que lo confunde. Dos, tres veces, el sonido de un cascabel puede oírse dentro de sus pensamientos, chocando miradas con un insólito gato de largo pelaje púrpura y de penetrantes ojos negros.

Ese repentino encuentro, le provoca un extraño miedo que lo distrae, haciéndolo caer de bruces y mojarse en un charco de agua. Sin importarle, solo deja salir las lágrimas que por tanto tiempo ha estado aguantando.

—¡Vaya!, miren a quien tenemos aquí —aquella conocida voz lo saca de su letargo, encontrándose con las miradas de tres personas a las que menos desea ver en estos momentos.

—Hace mucho tiempo que no nos encontramos, espero que nos hayas extrañado como nosotros a ti —el muchacho regordete lo toma del mandil y lo levanta por los aires para verlo directo a los ojos—. ¿Qué hace un llorón como tú por aquí?, sin la protección de su perro guardián —pero recibe un escupitajo en el rostro como respuesta.

El gordinflón enfurece por ese insulto, arrojándolo contra el suelo y ordenándole a sus compinches golpearlo. Rápidamente, el trío de soquetes lo rodea y comienzan a patearlo con todas sus fuerzas por todos lados, sin interesarles que puedan darle un mal golpe. Sin mucho interés, no intenta defenderse ni huir, solo desea desde lo más profundo de su corazón...

«Quiero que todo esto termine, despertar de este mal sueño y que desaparezca esta enfermedad, que desaparezca este dolor...; que desaparezcan estos idiotas», ruega con todas sus fuerzas, cerrando los ojos y sintiendo como cada patada perfora en su cuerpo.

Pero pronto todo se detiene, los golpes han cesado y puede escuchar unos gritos. Aunque se niega, abre los ojos con cautela, asombrándose al encontrar a una pequeña distancia, la imagen de ese inusual gato de pelaje púrpura que parece estar siguiéndolo y que al dar un movimiento, hace resonar un cascabel, «es el mismo sonido», que trae atado en la pata izquierda.

Al alzar la mirada, se asusta al notar que los tres soquetes están siendo envueltos en una sombra, su piel ha tomado un color oscuro y la vida desaparece de sus ojos. De repente, sus vestimentas se desgarran debido al enorme tamaño que adquieren, convirtiéndose en horrorosas criaturas que muestran una sed de odio.

Aterrado, miedo es lo que ahora siente al mirar a esos bravucones, convertidos en deformes monstruosidades que lo observan fijamente, mientras se van acercando. Puede escuchar una voz en la lejanía mencionar su nombre, pero el miedo que siente no le permite reaccionar; sin importarle que una de esas bestias, va a atacarlo con sus afiladas garras. Aunque sin esperarlo, es protegido por una tercera persona que recibe el golpe.

Gerardo se golpea contra una banqueta con Fabián en brazos, que ha recibo el ataque por protegerlo. Desesperado, zarandea a su amigo, intentando hacerlo reaccionar, mientras observa como las criaturas enloquecen y se acercan a ellos.

—¡Ger!, debes escapar antes que te lastimen, voy a detenerlos y corre lo más lejos que puedas —el castaño intenta levantarse para enfrentarlos.

—¡Eso es una locura!, mejor larguémonos de aquí —se niega a abandonarlo en ese estado, verlo sangrando lo alarma y le suplica desesperado para marcharse juntos.

—Eso sería imprudente, sabes que nos perseguirán y no podemos exponer tantas vidas inocentes que se encuentran en el hospital —responde Fabián con total seguridad—. Voy a estar bien, ¡lo prometo! —y con una sonrisa le pide alejarse.

Se niega rotundamente a abandonarlo, no piensa moverse si no es junto a la persona más importante para él. —¡Lárgate!, ¿qué esperas? —pero el castaño enfurece ante esa terca actitud, obligándolo a caminar, a pesar de estar en desacuerdo.

Resignado porque entiende que no puede hacerlo cambiar de parecer, cualidad que en estos momentos aborrece; se aleja de su amigo para correr con dirección al hospital.

—¿En serio vas a abandonarlo?, ¿acaso no recuerdas? —sin embargo, unas palabras retumban en sus pensamientos, haciéndole detenerse para aterrarse, cuando Fabián es golpeado por uno de esos monstruos que lo arroja contra unos arbustos.

«A un amigo no se le abandona cuando más te necesita, ¿o sí?», esas palabras aparecen en sus recuerdos, junto a la imborrable sonrisa que caracteriza al castaño.

—¡No pienso huir!, no pienso seguir corriendo —aprieta los puños, decidiendo ir en ayuda de la persona que ha cambiado su vida.

Desesperado, lo sacude, suplicándole que abra los ojos, para saber que se encuentra bien. Entre lágrimas le pide perdón por pensar en abandonarlo, a pesar que, él mismo lo haya pedido.

—¿Cuál es tu deseo? —la misma voz de hace un momento, vuelve a resonar en sus pensamientos, confundiéndose al no comprender, si esas palabras son reales o solo está imaginándolas por el miedo que siente.

De pronto, una de las criaturas se abalanza contra ellos, atrapándolos entre sus garras y estrujándolos con todas sus fuerzas. Las tres extrañas formas que hace unos momentos eran el trío de bravucones, parecen perder el control, destruyendo todo a su alrededor. Derribando árboles e incendiando lo que esté en su camino.

Gerardo puede sentir el dolor en sus extremidades, sentir como sus huesos parecen querer quebrarse.

—¿Cuál es tu deseo?, dime... ¿cuál es la esperanza que guarda tu corazón?, —la misma voz sigue retumbando en su cabeza, sin lograr entender a qué se refiere.

Pero un grito de Fabián y verlo arrojar sangre, lo hacen preocuparse y desesperarse, buscando una forma de liberarse para ayudarlo. Tin tin, nuevamente aquel molesto sonido de cascabel, hace que la monstruosidad ruja de furia, golpeando el cuerpo de ambos contra el suelo y envolviéndolos en una masa negra, donde el oxígeno no llega a sus pulmones, donde sus cuerpos van perdiendo vitalidad.

—¿Cuál es tu deseo? —es lo último que escucha en sus pensamientos.

Sin embargo, una repentina luz azul es expulsada desde el interior de aquella masa que los envuelve, estallando y liberando un fuerte resplandor que muestra a un Gerardo totalmente diferente. Con extrañas vestiduras y sosteniendo a Fabián en brazos.

La bestia ruge de dolor al haber perdido sus extremidades por la explosión, —solo escucha a tu corazón y sabrás qué hacer —la extraña voz vuelve a escucharse, decidiendo no darle importancia; porque su preocupación está en proteger a la persona más importante para él y que se encuentra gravemente lastimado.

Los tres monstruos se abalanzan, —ráfaga acuática del silencio —sin embargo, la lluvia se levanta del suelo en forma de largas cuchillas, con una velocidad que atraviesa a sus oponentes.

Uno, dos y tres golpes reciben en el cuerpo, siendo desmembrados en varias partes y terminando estallando en pequeñas luces negras que se elevan hacia el cielo, perdiéndose entre la lluvia. Tres diminutas figuras aparecen convertidas en polvo, desapareciendo con el soplo del viento.

Con el peligro desaparecido, centra su atención en su amigo que no puede moverse debido a los golpes. Una enorme mancha de sangre se extiende a través de su polera, mostrando la gravedad de sus heridas.

—Veo que ahora no necesitaras que te proteja, puedes defenderte solo —Fabián muestra esa alegría que lo caracteriza, provocándole que no pueda contener sus lágrimas y pidiéndole se mantenga tranquilo, mientras va por ayuda al hospital.

—No puedes ayudarlo, su tiempo límite ha llegado —la misma extraña voz que escucha en sus pensamientos vuelve a aparecer, aunque esta vez tiene un cuerpo. El misterioso gato de pelaje púrpura aparece a su lado—. No puedes cambiar los designios del destino, toda existencia obedece a un final —son palabras que no logra entender.

—Y no puedo hacer nada por él, tu deseo ya ha sido cumplido; y también, porque es parte del trato —responde el desconocido felino, ante su petición—. En esta vida solo existe una oportunidad y tú ya la has tomado —son sus palabras finales, provocando que llore desconsolado ante esa realidad.

—¡No quiero que llores!, ¡no te preocupes tanto!, he estado en situaciones peores —Fabián alza la mano y toma su mejilla—. No permitas que las personas o que las situaciones cambien tu verdadera esencia, no pierdas esa nobleza, ¡por favor! —muestra esa imborrable sonrisa que lo caracteriza y que a pesar de los malos momentos, siempre mantiene en el rostro.

Entre lágrimas que no puede controlar, lo abraza y le pide esperar, porque irá en busca de ayuda. Pero cuando se voltea con la intención de marcharse, escucha un grito ahogado, sorprendiéndose al notar a su amigo envuelto en un aura negra y convirtiéndose en la misma criatura que el trío de bravucones.

—Te dije que nada podías hacer, su tiempo límite ha llegado a su fin —son las palabras del minino, intentando hacerlo reaccionar—. Lo más noble que podrías hacer por tu persona amada, es liberarlo de ese dolor —esa realidad golpea en lo profundo de su pecho.

Chocando miradas, se niega a la voz del felino que se repite en sus pensamientos; —debes acabar con él, si en verdad es una persona importante para ti —porque siente que esa bestia que tiene frente a él...

—¡No!, sigue siendo Fabián, la persona más importante para mí —lo observa de una manera diferente que las bestias de hace un momento, como si quisiera transmitirle algo importante.

—¡Está sufriendo!, si en verdad eres su amigo o lo amaste, libéralo de ese dolor que lo consume —esas palabras hacen eco en sus pensamientos; y su cuerpo, sin comprender por qué, parece obedecer a pesar de oponerse.

—Ráfaga acuática del silencio —su voz provoca que la lluvia se levante del suelo en forma de hileras de agua que golpea a su oponente, mutilándolo en cuatro partes que desaparecen en un estallido de luces negras que se elevan hacia el oscuro cielo, perdiéndose entre las gotas de lluvia que chocan contra el rostro de nuestro protagonista.

------- *** -------


Los gruñidos de las criaturas lo hacen reaccionar, —¡cuidado! —Jordán intenta protegerlo del ataque de su oponente, interponiéndose entre ambos y recibiendo el golpe de forma directa. Esa escena le hace recordar a Fabián.

—Aléjate o te golpeara —Alfredo lanza un ataque contra una de las bestias para evitar que lo alcance; pero eso causa la furia de su rival que de un solo golpe, lo estrella contra una enorme pared.

«No permitas que nadie más salga lastimado, no te permitas salir lastimado. No pierdas esa esencia, ¡por favor!», esa voz que intentaba olvidar, hace eco en sus pensamientos, recordándole la importancia de su misión.

—Dragón representación del agua —alrededor de Gerardo aparece una ráfaga de agua que asciende desde el suelo—. ¡Amaru!, utiliza mil golpes de una muerte acuática —tomando la forma de un dragón formado por su elemento.

Con una sola orden, la enorme figura vuela a velocidad contra las dos criaturas, apareciendo muchas otras que impactan contra los cuerpos de sus rivales. Un, dos, siete, quince, diecinueve, son varios golpes que reciben hasta caer derribados.

«Perdóname por no haber hecho más por ti, por renunciar tan fácil a la esperanza», recuerda la sonrisa del muchacho que cambió su vida, enseñándole la verdadera importancia de nunca rendirse.

«Pero Exitium tiene razón, no podía hacer mucho por ayudarte, sacrifiqué mi deseo en algo tonto y no entendí a tiempo las consecuencias. Sin embargo, ahora he conocido una luz que me ayudará a proteger la vida que tanto amaste. Prometo cuidarla por ti, si sigues quedándote a mi lado», observando a ese muchacho que muestra la determinación que creía perdida.

—¡Vamos luna!, debes regresarlos a la normalidad —y con aquella orden, su compañero entra en acción, mientras el dragón atrapa a sus víctimas.

—Luz de purificación —menciona el guardián provocando que su pulsera expulse una brillante esfera de luz, tomando la forma de una flecha al entrar en contacto con sus manos—. Saeta del ángel de la luna —para ser disparada contra sus oponentes, golpeándolos en el omoplato.

Una brillante luz resplandece y la enormes figuran desaparecen, dejando en su lugar a dos chicas inconscientes.

—Han vuelto a hacer un buen trabajo —Spero anima al grupo que colocan a sus compañeras a descansar entre los arbustos, sorprendiéndose al ver aparecer el atardecer, no pudiendo evitar admirarlo.

—No sé en qué habrás estado pensando, pero casi mueres por no estar concentrado —Jordán se dirige a su amigo, regañándolo por su poca participación de hace un momento—. Aunque debo admitir que has hecho un final increíble —agrega devolviéndole la sonrisa al notarlo más animado.

—Se están acostumbrando a sus poderes, descubriendo nuevas técnicas. Eso es bueno para enfrentar la resistencia que sus oponentes están demostrando —Exitium se muestra más que satisfecho con el final de la batalla.

—Saben... —Gerardo capta la atención de sus acompañantes—; quiero que prometamos, sin importar lo difícil de la situación, vamos a esforzarnos para proteger a las personas de este mundo. No perdamos esa esencia —y con una sonrisa en el rostro, coloca su mano frente al grupo que lo observan sorprendidos, sin entender su reacción.

—Creo que desde el momento que aceptamos esta misión, estaba entendido que protegeríamos toda vida —comenta Alfredo colocando su mano junto al primero.

—Son unos tontos e ingenuos que aún no entienden la complejidad de la situación, pero estamos en el mismo saco. —Jordán utiliza las mismas difíciles palabras que confunde a los chicos, aunque muestra una confiada sonrisa que los relaja, mientras imita el comportamiento de los otros dos.

—A donde vayan mis amores, sin importar que tenga que seguirlos hasta los confines de la galaxia, yo estaré sin pensarlo dos veces. —Jerson muestra la inocencia que lo caracteriza.

—No estoy de acuerdo con lo que dicen, pero no creo me quede otra opción, más que apoyarlos en esta locura —el desinterés de Nicolás se hace notorio hasta en estos momentos.

—¡Vamos hombre!, suena divertido a ser el héroe de la ciudad, eso nos dará muchos admiradores —finaliza Fernando con aquella personalidad pícara que lo distingue.

Todos los chicos ríen y prometen estar juntos para cumplir la misión que les ha sido asignada, proteger el planeta y a las personas que aman. Porque destino o no, segunda oportunidad o no, lo importante es que se han conocido y juntos sabrán continuar hacia el futuro.

El atardecer se alza con todo su esplendor ante el grupo de muchachos que lo observan cautivados, junto a sus dos guías que los han iniciado en esta aventura llamada guardianes.

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