Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

09: Gerardo

—Desde hace varias semanas, la policía viene investigando las misteriosas desapariciones de diversas personas en la ciudad. Intentan buscar algún conector que los lleve a relacionarlos con los secuestros, porque los casos registrados van desde niños hasta personas mayores, sin distinción de sexo o nivel social. Las autoridades piensan que esto... —la voz de la reportera capta la atención de la familia que observa desde temprano las noticias, preocupándose por los últimos atentados que han ocurrido en la ciudad.

—Son muchos los casos sin resolver y las autoridades piensan que los crímenes seguirán aumentando hasta encontrar a los culpables; por eso, piden a los ciudadanos... —el padre se muestra indignado, tachando de incompetentes a la policía por no brindar seguridad a las familias; comentando sobre los heridos que se han reportado en las últimas semanas.

—Hace unos días llegaron por emergencia casi veinte chicos de tu escuela, entre ellos estaba Vanessa —señala al menor de sus hijos—. Según los rumores, fueron sorprendidos por una bestia que atacó al chofer y destruyo el bus donde viajaban —ante este comentario, la preocupación se hace evidente entre los demás miembros que comparten el desayuno.

Gerardo se muestra un poco fastidiado, porque esta conversación es muy usual todas las semanas en su familia. Desde su despertar como guardián, se han estado reportando muchas desapariciones por el ataque de los kirai; sabiendo bien que ha sucedido con esas personas y el por qué muchos casos se empiezan a archivar.

«Ninguno de ellos va a regresar con su familia, por más que los busquen o imploren», se dice a sí mismo, recordando momentos desagradables que preferiría olvidar. Porque a pesar que han descubierto una nueva técnica para derrotar a su enemigo, aún no han podido evitar tanto desastre y que aumente el número de heridos.

—Pero dicen que todo lo sucedido es un atentado terrorista —menciona una guapa muchacha de larga cabellera negra y tez trigueña—. Porque en las escenas de los crímenes, no solo aparecen esas gigantescas sombras; también se ven seis hombres que parecen manipular todo —dando a entender que aquellas enormes criaturas, son solo proyecciones creadas por cámaras para aterrar a los ciudadanos.

—Estoy segura que los verdaderos culpables, son esos seis sujetos que aparecen ocultos desde las sombras —refutando la teoría de uno de sus hermanos, que en su opinión, han sido invadidos por extraterrestres. Distorsionándose todo el tema de la conversación, como ocurre cada mañana, cuando sus hermanos inventan teorías de lo sucedido.

—Yo solo creo que esas monstruosidades, sean o no humanos, deberían desaparecer. Su sola existencia es una amenaza para las personas que vivimos en tranquilidad en esta ciudad —y este comentario de su madre, hace que sienta culpa, a pesar de saber que está equivocado.

Con la hora avanzando, los cuatro jóvenes se despiden de sus progenitores que les recomiendan estar siempre en grupo; toman sus mochilas y salen con dirección a sus escuelas, acompañándose hasta cierto punto, donde cada uno sigue su camino.

Gerardo agradece que pueda marcharse solo, porque en estos momentos no se siente con ánimos para enrollarse en una conversación. Y es que cuando sus padres tocan este problema, aunque entiende su preocupación, muchos recuerdos afloran en su cabeza; algunos no tan agradables y que preferiría olvidar.

A pesar de tener en cuenta las palabras de Alfredo, haciéndole saber que ninguno de los primeros cincos guardianes, conocía ni podía utilizar un método de purificación contra su enemigo; aun así, no puede evitar pensar que de haberse opuesto aquel día..., «tal vez hubiese podido encontrar otra solución y aún estarías conmigo», recordando la sonrisa de una persona.

Su cuerpo se detiene frente a un parque, porque siente una extraña atracción que no logra comprender, como un sentimiento que le llama sin necesidad que haya alguien cerca. Observa a dos pequeños niños ser perseguidos por un cachorro, —así que... ¿es mejor desaparecer porque somos una amenaza? —murmura sarcástico, recordando las palabras de su madre.

«Nunca dejes que las personas o que las situaciones, cambien tu verdadera esencia. No pierdas esa nobleza, ¡por favor!», pero sonríe al recordar aquellas palabras que siguen siendo su motivación y lo animan a retomar su camino hacia la escuela.


------- *** -------

Flashback

—¡Eres un tonto!, siempre terminas llorando y dándonos todo tu dinero del almuerzo —un muchacho alto y regordete, ríe a carcajadas junto a dos bravucones, observando a un lloroso Gerardo—. Espero que mañana traigas más dinero que esto, si no quieres regresar a casa con un ojo bien morado —dice el mismo chico, intimidándolo mientras que otro del grupo, lo amenaza con golpearlo si comenta algo de lo sucedido.

Nuestro muchacho recuerda que a diferencia de ahora, de pequeño siempre fue un niño demasiado cohibido y con pocos amigos. A pesar de ser un buen estudiante, con calificaciones que enorgullecía a sus padres y maestros; eso no le llenaba de satisfacción. Quizá la sobreprotección de sus mayores, hizo de él un chico temeroso desde la escuela básica, personalidad que siempre lo ha metido en muchos problemas con muchachos más grandes, por no tener el coraje a negarse ante sus abusos.

Cada día al salir de la escuela, el mismo grupo de tres grandotes, lo esperan en las afueras para intimidarlo y burlarse; llegando en ocasiones a golpearlo, en alguna parte del cuerpo que no deje evidencia. Aunque ha descubierto un modo de defenderse, y ese es, comprando su tranquilidad.

Entrega su mesada para que dejen de molestarlo, aunque igual termina con uno u otro puñete encima. Sabe que no es una forma correcta de enfrentar los problemas, pero hasta el momento, es la mejor y que mayor seguridad le ha brindado.

Antes de marcharse a casa, pasa siempre por un parque cercano que a esas horas, suele encontrarse vacío; aprovecha para mecerse en uno de los juegos, mientras intenta calmar sus lágrimas para no preocupar en casa. Se lamenta por tener que enfrentar cada día la misma situación; «si tan solo tuviera un poco de coraje para defenderme o pedirle a alguien ayuda», se reprende a sí mismo, sintiéndose frustrado por su comportamiento.

Guau-guau, pero un ladrido lo despierta de sus pensamientos y observa como un cachorro marrón corre de un lado a otro, moviéndole la cola y ladrando como si intentara decirle algo.

—¿Qué sucede pequeño?, ¿estás intentando animarme? —lo toma entre brazos y recibe un par de lamidas que le provocan cosquillas, riendo un poco más calmado.

El pequeño animal mueve las patitas intentando liberarse y salta de los brazos de su captor, corriendo hacia unos arbustos. Con la curiosidad presente, coge su mochila para seguirlo, viéndolo jugar con una almohada dentro de una caja de cartón.

—¿Así que te han abandonado?, ¿tú también estás solo y sin amigos? —le hace cariño y lo observa divertirse sin preocupación alguna—. Parece que no te das cuenta de lo triste que es sentirse solo, tienes mucha suerte de ser muy pequeño —dice sintiendo cierta envidia.

Desde aquel día, aunque las cosas no hayan mejorado en la escuela y siga siendo el blanco de burla de aquellos bravucones. Cada tarde, tiene un motivo para marcharse más animado a casa, porque en su camino aprovecha para ir al encuentro de su nuevo amigo perruno, quien parece esperarlo al recibirlo con una meneada de cola y unas buenas lamidas.

—Me da mucha pena dejarte aquí, solo y con tanto frío. Quisiera llevarte a casa, pero mamá no es muy amiga de los animales —suspira resignado al enterarse que en algún momento debe marcharse.

—No sé cómo ocultar este golpe en el rostro, está vez me han dado una buena paliza —y como si el cachorro le entendiese, salta sobre sus piernas y comienza a lamerle en la zona del golpe, sacándole unas cuantas carcajadas y haciéndole sentir más calmado.

Escondiéndose para que su amigo peludo no lo persiga, dejándole rodeado de comida y algunos juguetes, se despide marchándose frustrado a casa para enfrentar lo que venga.

—¿Qué te ha pasado en el rostro?, debes ser más cuidadoso, sino un día de estos vendrás por partes a casa —son las palabras de su hermana, antes de presionarle un parche sin importarle sus quejidos.

Había intentado entrar a escondidas, al enterarse que sus padres estaban fuera. Entró lo más sigiloso que pudo y corrió hasta su habitación; aunque su mala suerte se hizo presente, cuando su hermana apareció en su camino, asombrándose con el gran moretón que tiene en el ojo izquierdo.

—No te creo cuando me dices que te has caído, nadie es tan tonto como para golpearse solo —y presiona con más fuerza, mientras el menor no deja de quejarse—. ¡Ger!, no debes permitir que esos muchachos se pasen de abusivos, la próxima vez debes defenderte; si no, tendré que contarle a papá y a mamá, para que hablen con el director —intenta replicar, pero su hermana lo detiene.

—En algún momento debes perder tus miedos y enfrentarte a la realidad, no puedes estar huyendo por siempre, no te cierres tú mismo las puertas de la felicidad.

Puede sonar como un reproche, sin embargo, sabe que su hermana en realidad está preocupada; él también lo estaría, si viese llegar de esa forma a uno de sus hermanos. Con los ojos cristalizados por las lágrimas que amenazan con salir, se lanza sobre el regazo de la persona que lo acompaña, llorando con toda la impotencia que pueda sentir.

Al siguiente día, a pesar de no tener muchos ánimos como cada mañana, respira profundo e ingresa por la puerta principal, intentando ignorar los murmullos de sus compañeros.

¿Qué le habrá pasado?, ¿le habrán vuelto a pegar?, sigue siendo un débil como siempre... —son algunos de los comentarios que logra escuchar, sintiendo que golpean algo dentro de él.

—Espero que no hayas hablado de más, porque la maestra nos ha hecho llamar al despacho del director —y el muchacho regordete aparece junto a sus dos amigotes, bloqueándole el camino—. Si no te la vas a ver con nosotros a la salida.

—Veo que tienes gafas nuevas, eso quiere decir que podrás aumentarnos la mesada —otro de los bravucones le quita los anteojos, elevándolo por los aires para burlarse al verlo saltar intenta arrebatárselos sin éxito, debido a la diferencia de tamaños.

—Esta vez nos darás nuestro dinero temprano, porque necesitamos hacer unas compras en el receso; ayer tuvimos unos gastos de más en los videojuegos —y el líder del grupo extiende su gruesa mano, intimidando a su víctima con la mirada.

Gerardo siente mucho miedo y mete su mano en el bolsillo, cogiendo el dinero que sus padres le han entregado para la escuela.

«En algún momento debes perder tus miedos y enfrentarte a la realidad, no puedes estar huyendo por siempre», sin embargo, recuerda las palabras de su hermana y aunque no deja de temblar, a pesar de no estar seguro de hacer lo correcto, saca la mano de su bolsillo sin ninguna moneda y aprieta los puños intentando darse valor.

—¡No! —musita en un tono muy suave sin ser escuchado.

Empezando a enojarse, el muchacho más alto y regordete le pide hablar más fuerte, pero el resultado es el mismo. —Te he dicho que más fuerte —grita tomando a su víctima de la camisa y elevándolo por los aires.

Muchos alumnos solo observan lo sucedido y no se atreven a intervenir, justifican su miedo en la idea..., no es un problema que me incumba y no debe interesarme.

Tin, tin...

Pero sin importar el miedo que tenga, Gerardo responde en un fuerte tono, sorprendiendo al trío de abusivos.

—¿Qué has dicho?, ¿ no nos darás más nuestro dinero? —pregunta el líder apretándose los conejos.

—Ya no voy a tener miedo, no haré más lo que me digan; es mejor que ya no me molesten, si no..., si no... —al sentir la mirada de su agresor y al escuchar el fuerte qué de reclamo, no termina de completar la frase, esfumándose la poca valentía que había adquirido.

El gordinflón molesto por estar quedando en ridículo frente a otros chicos, arroja a su víctima al suelo y endurece su puño. —Sabes muy bien que esa fue la respuesta incorrecta —abalanzándose contra el temeroso pelinegro que cierra los ojos, resignándose a lo que sucederá.

Sin embargo, un zis zas se escucha seguido de un fuerte plaf, junto a un auch como quejido, indicando que algo ha sucedido. No muy seguro, decide abrir los ojos para encontrarse con la espalda de un muchacho de cabello castaño que ha derribado al más grande de los bravucones, no permitiéndole levantarse por estar sometiéndolo con un pie.

Los otros dos abusivos, aunque asustados, deciden enfrentar al repentino joven que de un par de patadas, también logra tumbarlos, sin ningún esfuerzo aparente. Todos los alumnos que observan, ríen al ver al trío de fanfarrones en el suelo, sin oportunidad de levantarse.

—Es mejor que se vayan, si no quieren meterse en más problemas —dice el repentino castaño observándolos desde lo alto, con una mirada tan profunda que les infunde miedo, haciéndoles levantarse a toda prisa para correr lejos.

Con la mandíbula caída por el asombro, observa a su salvador que le regala un guiño antes de marcharse, haciéndole avergonzarse ante las indiscretas miradas de los demás, para salir corriendo hacia su aula.

Pero ese no es el único momento que el destino les tiene preparado, porque el repentino castaño ha vuelto a ayudarlo, al volver a darles su merecido a los tres soquetes que amenazan con lastimar a Bolitas, el cachorro que visita cada tarde.

—Mi nombre es Fabián, es un gusto conocerte pequeño Ger —con una sonrisa, le entrega al pequeño cachorro que los lame, como una forma de agradecimiento.

También se ha convertido en el principal responsable, para que decida llevarse al travieso perrito a casa.

—Es malo que se quede solo en el parque, recuerda que no todas las personas son amigables con los animales. Además, no puedes decir no, cuando ni siquiera lo has intentado; al menos deberías insistirle a tu mamá, si en verdad este travieso es tu amigo —señala al inocente animalito que corre despreocupado, arrastrando sus juguetes.

—A un amigo no se le abandona cuando más te necesita, ¿o sí? —y esas palabras fueron suficientes para hacer que se enfrente a su progenitora; aunque difícil, ha logrado que acepte al pequeño como un nuevo miembro en la familia.

Desde ese entonces, nuestro trigueño puede asegurar que las cosas han mejorado para bien, porque no solo se ha convertido en el mejor amigo de Fabián; también se han vuelto inseparables y hacen juntos todas las actividades que pueden, desde el almuerzo hasta acompañarse camino a casa.

El trío de soquetes no ha vuelto a aparecer, más bien, sí intentaron acercarse; pero al encontrarse con la mirada del castaño, salían corriendo como si hubiesen visto alguna clase de monstruo.

El último año de la escuela básica fue mejor de lo que esperaba, al igual que el primer año de escuela media; donde gracias a su nuevo mejor amigo, ha agarrado más confianza en sí mismo, volviéndose un chico más extrovertido y haciendo algunas buenas amistades. Pues sus compañeros han empezado a reconocer su carismática personalidad, sumándole que la pubertad, le ha ayudado a destacarse entre los jóvenes de su edad; porque si hablamos de chicos guapos, Gerardo entra en esta categoría.

Un muchacho de doce años con una atractiva piel color canela, de cabellera ondulada color azabache que le dan un brillo especial a esos grandes ojos marrones, mostrando una inocencia característica de su edad.

De perfecta sonrisa y con un piercing en la fosa derecha, recordando hasta ahora como sus padres casi se desmayan ante tal arrebato de rebeldía por un día; aunque valió el regaño, si es un recuerdo que ha hecho junto a alguien especial.

—Desde hace varios días vengo viéndote demasiado pálido y débil, ¿estás seguro que estás bien? —Fabián se muestra preocupado al verlo caminar algo torpe, mientras se acompañan de regreso a casa.

—¡Te he dicho que sí!, solo debe ser cansancio acumulado por pasarme las noches leyendo cómics por teléfono —responde intentando tranquilizarlo y también de animarse a sí mismo, porque en realidad siente que sus piernas van a fallarle en cualquier momento, debido a unos constantes mareos que no lo dejan desde hace unas semanas.

—¿Con quién te quedaras hablando hasta tarde, en vez de ir temprano a la cama? —el castaño voltea la mirada, intentando ocultar sus mejillas que han tomado un ligero color carmesí.

—¿Con quién será pu..., —intenta responder, pero un fuerte dolor en la cabeza nubla su vista.

Todo a su alrededor se vuelve oscuro y siente su cuerpo desfallecer, cayendo inconsciente y provocando que las personas empiecen a rodearlo. Fabián intenta despertarlo, llamándolo por su nombre; pero no obtiene la respuesta que espera y desesperado pide por ayuda.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro