07: Escuela
Ring, ring, ring, el sonido del despertador retumba en cada rincón de la habitación. Suena y suena desesperado intentando cumplir un solo objetivo, despertar a su dueño. Pero una mano sale entre las sábanas y de un solo plaf, silencia el ruidoso aparato para volver a esconderse. Unos quejidos pueden escucharse y alguien empieza a moverse, buscando acomodarse para continuar su velada.
Los primeros rayos del sol de la mañana ingresan a través de la cortina, combinándose con el cálido viento de otoño. Todo en aquella habitación se mantiene en calma; —¡Alfredo!, son más de las siete y media de la mañana. Es hora de despertar si quieres llegar temprano a la escuela —hasta que los gritos de una mujer llegan hasta los oídos de nuestro protagonista.
—Siete y media, primer día, amigos, escuela, llegar tarde —son las palabras que murmura dormido, mientras su cerebro procesa la información—. Llegar tarde el primer día —es la frase que le hace abrir los ojos y levantarse de la cama a toda prisa, aunque por el apuro da una mala pisada, escuchándose un fuerte golpe en la primera planta.
En pocos minutos se escuchan pisadas, un correr de aquí para allá y algunos gritos producidos por el sonido de objetos cayéndose. Un fuerte ban se escucha, para luego ver bajar a Alfredo a velocidad, quien no puede cerrar su mañana sin un segundo golpe al tropezarse en las escaleras. Auch, comienza a quejarse, sobándose y quejándose de la "mala suerte" de su mañana.
—Todo eso no sucedería, si te despertaras temprano para alistarte con calma —su madre le coloca el desayuno en su lugar, mientras el joven toma asiento, saludando a todos los presentes.
—Tenías que haberme despertado más temprano, sabes que mi sueño es algo pesado —toma los cubiertos y agradece antes de desayunar.
—Tu madre estuvo gritando desde las seis y media de la mañana, casi se queda sin voz por culpa de un dormilón —interviene su abuela arreglándole el cabello—. Hasta Luka fue a despertarte antes de marcharse a la escuela.
Y estas palabras provocan que casi se atragante con un pedazo de pan, al enterarse que su hermano se ha marchado antes, dejándolo solo.
—Dijo que debía llegar temprano, porque tiene práctica de futbol en las primeras horas —comenta la madre intentando calmarlo, dándole unos golpecitos en la espalda; mientras los dos pequeños de la casa, observan lo sucedido con mucha gracia.
Sintiéndose más aliviado, mira su reloj de pulsera que marca las 07:50 a.m.; para sin terminar de desayunar, coger su almuerzo y algunas frutas que guarda en la mochila. Con un beso se despide de todos y les revuelve el cabello a sus pequeños hermanos como muestra de cariño, para salir corriendo de casa con la misma actitud apurada que lo caracteriza.
—¡Nos vemos más tarde!, pórtense bien hijos —y con un cariño se despide de sus dos perros que le responden con un ladrido.
El camino a la escuela va a ser muy cansado, porque desde casa hasta allá, se puede llegar caminando en veinte minutos; sin embargo, este atolondrado muchacho solo cuenta con diez, antes que suenen las primeras campanas. ¿Y por qué no ir en bus?, eso le tomaría treinta minutos por las vueltas y diversas paradas que dan estos carros; así que, no hay otra opción en estos momentos más que correr.
Si fuese otro instante donde tiene tiempo de sobra para caminar con tranquilidad hasta el colegio, podría decirse que disfrutaría de andar a pie, porque en su camino debe pasar por la carretera que deja una impresionante vista a la playa; que en estas épocas de sol, te puedes deslumbrar con un reluciente mar y gaviotas surcando el cielo, lugar que entrega mucha paz.
«Había olvidado cómo se siente cuándo respiras aire fresco, cuando éste golpea suavemente tu rostro como si estuviera acariciándote», se dice a sí mismo, perdiéndose en la inmensidad de sus pensamientos ante tan agradable sensación.
Pero el tic toc de su reloj, le advierte que faltan pocos minutos para encontrar cerrada la reja principal, causando que nuevamente entre en pánico y comience a correr con todas las fuerzas que sus piernas le permiten; para llegar al menos un par de segundos tarde, si el tiempo está a su favor.
Ruega que por ser alumno nuevo le permitan el ingreso, ya que en su escuela destacan bastante la puntualidad; hora exacta, hora que cierran la entrada, es el lema principal. Además, no estaría bien visto regresarse a casa en su primer día, ¿o sí?
Sin embargo, un alivio le invade, al notar como algunos chicos que traen el mismo uniforme, corren a prisa con el mismo propósito; «creo que no soy el único que tiene problemas para despertar temprano, sobre todo un lunes», se dice a sí mismo, mientras su mente lo traiciona recordándole como la noche pasada y cada una de la semana, se ha pasado jugando a los videojuegos, entreteniéndose en las redes sociales y terminando su noche con una película de terror; durmiendo casi a las tres de la mañana.
«Creo que debería cambiar algunos hábitos de entretenimiento, quizá solo debería jugar dos videojuegos, en vez de cinco», intenta animarse a mejorar algunas costumbres nocturnas, cuando una conocida voz le alerta y se percata que dos muchachos corren detrás de él, intentando alcanzarlo. Nicolás que le saluda con la misma expresión de desinterés que lo distingue, y Jerson, no se deja entender por estar masticando un trozo de pan.
—¿También te has quedado dormido?, es mejor apurarnos, porque no es bueno llegar tarde cuando la jefa del comité de disciplina esta de ronda. Puede ser un verdadero ogro, cuando se trata de las normas de la escuela —recuerda a una chica con aquellas características cuando estaba en la escuela primaria, y si es la misma persona, en realidad estará en graves problemas; más bien, en largos sermones.
Y a estas alturas, nuestro muchacho suspira de resignación, porque sus planes para su primer día no han salido como había planeado. Iniciar el colegio saltando una reja a medio cerrarse y no obedecer las indicaciones de detenerse por parte de la encargada, lo han hecho merecedor de un sermón de casi veinte minutos por su "indebido comportamiento".
—Nicolás y Jerson no deben preocuparme porque ambos son casos perdidos, al igual que muchos rostros que se me hacen familiares. Pero en cambio el nuevo, es un cordero negro que debe volver al sendero de la puntualidad, a base de trabajo duro —la muchacha resalta con énfasis las últimas palabras, observando como todos los chicos que han llegado tarde, realizan el castigo que les ha impuesto, treinta planchas.
Solo una persona no está de acuerdo con esa boba sanción, decidiendo mantenerse al margen. Aunque sus planes no quedan ahí, quiere hacer que la rígida jefa, apodo que la joven se ha ganado por su rectitud, deje de hablar tantas cosas sin sentido. Así que Nicolás, aprovecha que no es el centro de atención, para utilizar sus habilidades y crear una ráfaga de viento, un poco exagerado por cierto; generando que la falda de la susodicha se levante, dejando expuesta su braga color rosa de conejitos, frente a todos los castigados que la observan desde abajo.
Un fuerte grito se escucha desde las afueras de la institución, seguida de varios plaf que se han ganado todos los varones por mirones; a excepción del chico del viento que muestra una expresión de..., este asunto conmigo no es.
—Que sea tu primer día y causes tantos revuelos juntos..., en verdad que tú si sabes cómo hacerte distinguir entre los demás —comenta Erika, una muchacha de larga cabellera ondulada color azabache, riendo a carcajadas ante un avergonzado y abatido Alfredo.
—Lo peor de todo, es cuando intentaste entrar sigilosamente al aula sin llamar a la puerta, ganándote como castigo, perderte las tres primeras horas de historia universal, tu materia preferida —continúa Karin entre risas, una chica de cabellera chocolate y medianas gafas que adornan su rostro.
—¡Eres un desconsiderado!, nosotros preparando todo un festín para agasajarte por ser tu primer día; y tú, decides llegar con casi media hora de retraso —César siempre ha tenido la habilidad de soltar las verdades que los demás no quieren escuchar, haciendo que el ánimo de este chico, siga decayendo.
Estos tres jóvenes, se puede decir que son los mejores amigos de nuestro atolondrado adolescente. Han estado estudiando juntos desde la escuela básica y fueron los únicos que lo acompañaron durante todo el proceso de su enfermedad, que ahora ha quedado en el olvido, por pensar que la medicina ha dado resultados.
A pesar de no tener la mañana que esperaba, se encuentra feliz porque ha vuelto a la escuela después de mucho tiempo; y lo mejor de todo, es que compartirá clases con sus mejores amigos, pues hay varios nuevos rostros que no reconoce y no sabría cómo enfrentarlos. ¡Sí!, los primeros encuentros no son lo suyo y suele tener una reacción tímida.
—Me alegra saber que vamos a compartir clase, es mejor cuando tienes a uno de tus camaradas cerca —la voz de Gerardo lo despierta de su abatimiento, emocionándose rápido para saltar sobre él y abrazarlo con todas sus fuerzas.
Olvidándonos un momento de la escuela, para Alfredo en los últimos días desde su encuentro con Exitium y Spero, han sucedido muchas situaciones que sigue sin comprender y que aún no logra adaptarse; sin embargo, Gerardo ha sido una de las personas que ha estado animándolo, a pesar de haberse conocido recién. Jerson es otra de esas personas.
—¡Vaya!, no sabía que compartían ese tipo de relación —suena la pícara voz de la muchacha que acompaña al trigueño, observando a la pareja de forma maliciosa.
Al percatarse de la situación, ambos jóvenes se separan de inmediato e intentan ocultar el rubor que les ha provocado ese comentario; mientras sus amigos ríen a todo pulmón por el comportamiento impulsivo del pelinegro, cualidad que siempre lo ha caracterizado, trayéndole algunos problemas en el pasado y parece que ahora también.
—Ella es Vanessa, es mi mejor amiga y también estudia con nosotros —Gerardo presenta a la muchacha de corto cabello laceo color marrón—. Es muy buena en los estudios, aunque no lo parezca.
Y por este comentario, recibe un fuerte pellizco que lo hace arrepentirse de sus palabras; —¿qué estás insinuando con eso?, ¿no parezco una chica seria? —pregunta la aludida, haciendo que su amigo le pida disculpas en todos los idiomas que existen.
«Parece que va a una buena temporada de escuela», piensa Alfredo al ver como su círculo de amigos va creciendo y todos parecen llevarse bien. Porque lo más importante, es que disfruten de la compañía del otro, ¿cierto?
Pero algo capta su atención y es un joven que está entre los primeros asientos, junto a dos señoritas que parecen concentradas en una amena conversación; un desconocido chico lo contempla atentamente. Aunque al percatarse que también está siendo observado, esquiva la mirada de un solo movimiento, dejándolo intrigado.
—¡Bien mis chicos!, es hora de iniciar las clases antes que el tiempo nos gane, disculparan que me haya retrasado, pero el director insistió en hablar con su tutora para indicarme que tenemos un alumno nuevo —una guapa maestra ingresa al aula y colocando unos libros sobre el escritorio, indicándoles a sus estudiantes que pueden tomar asiento.
La profesora hace una invitación para que pase al frente del grupo y se presente formalmente; y aunque no sea de su total agrado, porque nunca le ha gustado estar entre la mirada de tantas personas, sabe que no tiene elección y debe obedecer. Además, este primer comienzo va a ser cansado, porque está ingresando con dos meses de retraso, siendo aceptado con la condición que en un mes como máximo, logre actualizarse en todas las materias. Y eso, gracias a que tiene un buen currículo escolar que ayuda en situaciones como esta, ¿no creen?
Para haber empezado la escuela con el pie izquierdo, puede decir que el resto del día ha transcurrido con total normalidad, provocando que se sienta aliviado de no enfrentar más contratiempos; o de tener que buscar una excusa, para salir corriendo a mitad de clases y enfrentar a alguna criatura, como los demás chicos le habían advertido.
A la salida de la escuela se despide de sus amigos, porque viven en dirección opuesta a su hogar; y por lo tanto, deben tomar caminos diferentes. Solo Vanessa debe abordar el bus escolar para llegar rápido a casa; y con Gerardo, se acompañaran hasta mitad de camino.
—Es bueno cuando tienes un día normal de escuela, ¿verdad? —Gerardo pregunta con cierto tono de satisfacción—. Entiendo cómo se siente reincorporarte después de años que has estado viviendo bajo cuatro paredes blancas.
Y se da cuenta de un pequeño detalle, su acompañante al igual que los demás, han sido bendecidos con un deseo; porque Exitium mencionó que también estuvieron en su tiempo límite, antes de convertirse en guardianes.
«Acaso... ¿tuvieron alguna complicación con su salud?, ¿o qué difícil situación habrán enfrentado?», son preguntas que quisiera responderse, aunque comprende que aún no tienen la suficiente confianza para hablar de un pasado que puede resultar doloroso.
—Si necesitas ayuda con las materias, no dudes en avisarme —esas palabras lo despierta de su ensoñación—. Quizá no sea tan listo como Vanessa o César, pero ten la certeza que puedo ayudarte bastante.
Y ante un coqueto guiño, asiente con una tímida sonrisa.
—Creo que a partir de ahora estaremos más juntos de lo que pensamos, más que con nuestros mejores amigos —escucha emocionado mientras empiezan a caminar con la intención de dirigirse a casa.
Sin embargo, ver pasar a velocidad la figura de un kirai a través de la pista y seguir el camino de la carretera, hace que ambos se asusten y se hagan una idea sobre lo que sucederá. Sin pensarlo dos veces, corren en dirección al camino que el bus escolar ha tomado, presagiando lo peor.
Al doblar en la esquina, quedan petrificados al notar como a los lejos algo ha explotado, levantándose una extensa cortina de fuego, combinándose con humo.
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