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Capitulo 2

Los pasillos de la escuela estaban llenos de estudiantes que charlaban, reían y vivían su día a día sin preocupaciones visibles. Pero entre ellos, Ayame caminaba sola, sus pasos ligeros apenas resonando en el bullicio. Su rostro, aparentemente tranquilo, ocultaba una tormenta interna que solo ella podía sentir.

Miedo y frustración se reflejaban en sus ojos mientras pasaba de largo a otros estudiantes que, al verla, se apartaban ligeramente, susurrando entre ellos.

Extra: Es ella... —murmuró una chica, tratando de disimular mientras señalaba a Ayame con un leve movimiento de cabeza.

Extra: La del clan Tatsumi, ¿verdad? —respondió un chico en voz baja.

Extra: Dicen que su familia es... peligrosa. Mejor no te acerques.

Ayame escuchó los murmullos, como siempre. Eran inevitables. Aunque no levantó la vista, sus manos se cerraron en puños, tratando de contener las emociones que se agitaban dentro de ella.

Ayame: (¿Por qué siempre es así?)- pensó, su mandíbula apretándose ligeramente- (¿Por qué mi apellido tiene que ser más importante que yo?)

No era cualquier estudiante, y eso lo sabía. Pertenecía a uno de los cinco clanes más poderosos de Japón, los Tatsumi, una familia conocida tanto por su influencia como por el aura de misterio y peligro que la rodeaba. Ese prestigio, que debería haber sido un honor, era para Ayame una cadena que la aislaba de los demás.

Era un círculo vicioso: la gente la evitaba por miedo o respeto excesivo, y su aislamiento no hacía más que reforzar la imagen fría e inalcanzable que proyectaba.

Ayame se detuvo frente a una de las ventanas del pasillo. El sol iluminaba los patios de la escuela, y por un momento, intentó concentrarse en la calidez que se filtraba a través del vidrio. Pero incluso esa luz parecía distante.

"No elegí esto. No elegí ser parte del clan. No elegí cargar con este peso..."

Se mordió el labio inferior, reprimiendo la mezcla de emociones que amenazaba con desbordarse. Había días en los que deseaba ser alguien más, alguien que pudiera reír y bromear con los demás sin que su apellido se interpusiera. Pero esos días eran sueños lejanos.

Un grupo de estudiantes pasó a su lado, susurrando en voz más baja de lo habitual, pero Ayame sabía que hablaban de ella. Sentía sus miradas, ese miedo disfrazado de curiosidad, y no pudo evitar apretar los dientes.

"¿Qué ven en mí? ¿Una amenaza? ¿Una carga? ¿O solo un nombre?"

Respiró hondo, cerrando los ojos por un instante. Cuando los abrió, su rostro estaba sereno, como si nada la afectara. Esa era la máscara que había aprendido a usar desde niña. Si mostraba debilidad, si permitía que los rumores o los murmullos la afectaran, sería como admitir que tenían razón.

Con pasos firmes, continuó su camino hacia su aula, pero en el fondo, el miedo y la frustración seguían ahí, arañando su interior. La soledad era su única compañía, y aunque era algo que había aceptado hacía tiempo, no podía evitar desear algo más.

Mientras se adentraba en el aula, no pudo evitar recordar las palabras de su abuelo:

"Tu tiempo llegará antes de lo que imaginas."

Ayame suspiró, sentándose en su lugar junto a la ventana. Aún no sabía qué significaba exactamente ese "tiempo," pero tenía la sensación de que el reloj ya había comenzado a correr.

Flashblack

El viento cálido de verano se colaba por las ventanas abiertas, moviendo suavemente las cortinas del dojo tradicional. El aroma a madera vieja y té recién servido impregnaba el aire. Ayame estaba sentada sobre sus rodillas en el tatami, sus manos descansando en su regazo. Frente a ella, su abuelo, el líder del clan, mantenía su postura erguida, reflejando la autoridad y sabiduría que lo habían definido durante décadas.

El hombre tenía el cabello blanco recogido en un moño simple y un kimono oscuro que contrastaba con su piel curtida por los años. Sus ojos, pequeños pero penetrantes, observaban a su nieta con una mezcla de orgullo y gravedad.

??: Ayame —comenzó con voz profunda y pausada—, el tiempo no perdona a nadie, ni siquiera a alguien como yo.

La joven alzó la vista, sus ojos reflejando una mezcla de respeto y preocupación.

Ayame: Abuelo, no hables así... —murmuró, pero él levantó una mano para detenerla.

??: No es algo que pueda ignorar, niña. Mi tiempo en este mundo es corto, y cuando llegue el momento, tú deberás asumir el papel que te corresponde como líder del clan.

Ayame sintió un nudo en la garganta. Había oído esas palabras antes, pero esta vez sonaban más definitivas, como si el peso del futuro cayera de golpe sobre sus hombros.

Ayame: ¿Por qué yo? Hay otros en el clan, personas más fuertes, más capacitadas...

El anciano esbozó una leve sonrisa, pero sus ojos no perdieron su seriedad.

Porque tú tienes algo que ellos no tienen. No se trata solo de fuerza o habilidad, Ayame. Ser la líder del clan significa guiar, proteger y mantener el equilibrio. Tú comprendes eso, incluso si aún no te das cuenta.

Ayame bajó la mirada al suelo, sus manos apretándose con fuerza.

Ayame: ¿Y si fracaso?

El abuelo soltó una breve carcajada, una que llenó el dojo con calidez.

??: Fracasarás, muchas veces. Pero cada caída será una lección. Lo importante no es evitar los fracasos, sino levantarse después de ellos.

Ayame levantó la vista, encontrándose con la mirada firme de su abuelo.

??: Quiero que recuerdes esto, Ayame: el clan es más que un legado, es nuestra familia. Y tú tienes la fuerza para protegerla, incluso si no lo ves ahora.

Un silencio cargado de significado llenó el espacio entre ellos. Ayame asintió lentamente, aunque la duda seguía presente en su pecho.

??: Cuando llegue el momento, no estarás sola. Pero debes estar preparada, porque los ojos de aliados y enemigos estarán sobre ti. Y algunos, Ayame, no dudarán en intentar derribarte.

El anciano se levantó con dificultad, apoyándose en su bastón. Ayame se levantó rápidamente para ayudarlo, pero él la detuvo con un gesto gentil.

??: Por ahora, vive, observa y aprende. Tu tiempo llegará antes de lo que imaginas.

Ayame lo miró salir del dojo, su silueta encorvada contrastando con la luz dorada del atardecer que entraba por la puerta. Esas palabras quedarían grabadas en su memoria, un recordatorio constante de lo que el destino le tenía preparado.

Fin de Flashblack

El aula estaba llena de murmullos y risas, pero Ayame permanecía en silencio, mirando hacia el cielo por la ventana junto a su pupitre. Aunque intentaba concentrarse en el suave movimiento de las nubes, su mente volvía una y otra vez a la misma pregunta:

"¿Alguna vez alguien me verá por quien soy, y no por lo que represento?"

Sin embargo, no todo era soledad en su vida. Había pocas personas, contadas con los dedos de una mano, que lograban atravesar esa barrera. Amigas que no temían a su apellido ni a los rumores que lo acompañaban. Una de ellas, Akane, se sentó a su lado con una sonrisa despreocupada y le dio un leve golpecito en el hombro.

Akane: ¡Buenos días, Ayame! ¿Estás soñando despierta otra vez? —preguntó con un tono animado mientras se acomodaba en su asiento.

Ayame se giró hacia ella y esbozó una pequeña sonrisa, una de esas raras y genuinas que guardaba para las personas que realmente conocían su corazón.

Ayame: Tal vez... el cielo se ve demasiado bonito como para ignorarlo.

Akane: Siempre tan poética —bromeó sacando su cuaderno. Luego, en voz baja para que nadie más la escuchara, agregó—: ¿Todo bien?

Ayame asintió, pero Akane sabía que algo estaba mal. Siempre lo sabía.

Ayame: Estoy bien —respondió aunque su voz carecía de convicción.

Akane la observó por un momento, pero decidió no insistir. Sabía que Ayame era reservada por naturaleza y que, si quería hablar, lo haría cuando estuviera lista.

Un rato después, otra de sus amigas, Haru, llegó apresurada, casi tropezándose con su propia mochila.

Haru: ¡Lo siento, lo siento! Me quedé dormida otra vez —dijo entre risas mientras se sentaba detrás de Ayame.

Ayame se giró para mirarla, su expresión suavizándose un poco más al ver la energía contagiosa de Haru.

Ayame: No cambiarás nunca, ¿verdad? —comentó sintiéndose momentáneamente más ligera.

Haru: Por supuesto que no —respondió con orgullo—. Alguien tiene que traerle emoción a esta clase, ¿no?

A pesar de las risas y el calor que esas pequeñas interacciones le daban, Ayame sabía que algo seguía faltando. Estaba agradecida por Akane y Haru, profundamente, pero en el fondo, había un deseo latente, uno que aún no podía ignorar.

Quería que alguien más la reconociera. No solo como "Ayame Tatsumi, la heredera del clan," sino como una persona. Quería que alguien viera sus luchas internas, sus miedos, sus esperanzas... y que aceptara todo eso sin condiciones.

Mientras los minutos pasaban y las clases comenzaban, Ayame desvió su mirada hacia la puerta del aula. Una sensación extraña se apoderó de ella, como si algo o alguien fuera a cruzar esa puerta y cambiarlo todo.

No lo sabía aún, pero ese día estaba a punto de marcar el inicio de algo que alteraría su vida para siempre.

En una habitación oscura y silenciosa, apenas iluminada por la luz tenue de una lámpara, una figura solitaria permanecía inmóvil frente a una mesa. Su silueta era apenas visible, pero sus movimientos, calculados y precisos, mostraban que no era alguien común.

Sobre la mesa descansaba una carpeta abierta, y en el centro de esta, una foto. El rostro de Ayame Tatsumi, capturado en un instante de aparente calma, miraba hacia el infinito desde el papel.

La silueta pasó un dedo enguantado por la imagen, como si analizara cada detalle de su objetivo. Sus ojos, invisibles en la penumbra, parecían perforar la imagen con una intensidad inquietante.

??: Ayame Tatsumi... —murmuró con una voz baja, casi como un susurro que se mezclaba con el zumbido de la lámpara.

El nombre resonó en la habitación, cargado de intención. Un leve clic rompió el silencio cuando el individuo encendió un pequeño dispositivo, y una voz mecánica salió de este.

?:Objetivo confirmado: Ayame Tatsumi, nieta del líder del clan Tatsumi. Prioridad: captura con vida.

La silueta apagó el dispositivo, dejando que el eco de las palabras se desvaneciera en el aire pesado de la habitación. Lentamente, se inclinó hacia atrás en la silla, cruzando los brazos mientras reflexionaba.

Había oído historias del clan Tatsumi, de su influencia y poder. Pero esta misión era diferente. No se trataba de eliminar a un objetivo, sino de secuestrar a la futura líder. Una tarea delicada, peligrosa, y potencialmente mortal si las cosas salían mal.

??: Un objetivo de alto valor... —susurró nuevamente, casi para sí mismo.

Tomó la carpeta y comenzó a hojear los documentos. Fotografías de la escuela, horarios detallados de Ayame, y un mapa con posibles rutas de escape estaban meticulosamente organizados. Todo estaba listo, como si cada pieza del rompecabezas ya hubiera sido colocada en su lugar.

Finalmente, el individuo se levantó, dejando que la silla chirriara ligeramente. Se acercó a la ventana, desde donde se podía ver la vasta extensión de luces de la ciudad. Su silueta se recortaba contra el débil resplandor, dando la impresión de una sombra viva.

??: Esto no es personal, chica —dijo en voz baja, como si Ayame pudiera escucharlo a través de la distancia—. Solo un trabajo más.

Con esa última declaración, apagó la lámpara y la oscuridad se tragó la habitación por completo. Afuera, en la ciudad, la vida continuaba como siempre, ajena a las intenciones ocultas que se cernían sobre Ayame Tatsumi.

En la escuela

El timbre anunció el final de las clases, y los pasillos se llenaron rápidamente de estudiantes que charlaban y reían mientras recogían sus cosas. Ayame, Akane y Haru salieron juntas del aula, sus mochilas colgadas despreocupadamente en los hombros.

Akane: ¡Chicas! —exclamó Akane mientras sacaba su teléfono—. ¿Vieron que ya salió la película de "Sombras Eternas"? ¡Sora Takakura está increíble en el tráiler!

Los ojos de Haru brillaron de inmediato.

Haru: ¿Qué? ¡No me digas que ya está en cartelera! —exclamó, emocionada—. He estado esperando esa película desde que anunciaron el casting.

Ayame, aunque más reservada, no pudo evitar sonreír ante la emoción de sus amigas. Sora Takakura era uno de sus actores favoritos también, y la idea de verlo interpretar a un personaje tan intenso la llenaba de entusiasmo.

Ayame: Deberíamos ir a verla juntas —sugirió sus mejillas sonrojándose ligeramente ante la idea.

Akane: ¡Eso es justo lo que iba a decir! —respondió con una sonrisa triunfante—. Hay una función esta noche. ¿Qué dicen?

Haru asintió rápidamente.

Haru: ¡Estoy totalmente dentro! Ayame, ¿tú también, verdad?

Ayame: Claro, suena divertido —respondió Ayame, su voz suave pero cargada de sincera emoción.

Con la decisión tomada, las tres chicas se dirigieron hacia la salida de la escuela, conversando animadamente sobre la película y los rumores sobre la actuación de Sora Takakura. Sin embargo, al llegar a la puerta principal, cada una tomó caminos diferentes para regresar a sus casas antes de la función.

Akane: Nos vemos a las siete en el cine, ¿de acuerdo? —recordó antes de despedirse con un enérgico movimiento de mano.

Haru: ¡No lleguen tarde! —añadió  corriendo hacia su dirección habitual.

Ayame se quedó sola, con una sonrisa tranquila en los labios mientras comenzaba a caminar por la acera que llevaba a su casa. Sin embargo, esa tranquilidad fue desapareciendo poco a poco.

A medida que avanzaba, comenzó a sentir una extraña sensación de incomodidad. Era como si alguien la estuviera observando, aunque no podía ver a nadie en particular. Instintivamente, aceleró el paso y miró a su alrededor. Las calles estaban llenas de estudiantes y personas que iban de un lado a otro, pero la sensación no desaparecía.

Ayame:No es nada, Ayame. Solo estás paranoica- se dijo a sí misma, tratando de calmarse.

Sin embargo, lo que no sabía era que, a unos metros de distancia, una figura permanecía oculta entre las sombras de un callejón. Sus ojos seguían cada uno de sus movimientos, evaluándola con una precisión casi inhumana.

??: (Así que esta es Ayame Tatsumi)- pensó la figura, observando cómo la chica se alejaba.

La misión había comenzado.

Ayame caminaba rápidamente por la acera, tratando de ignorar la sensación de que algo no estaba bien. Su corazón latía con fuerza en su pecho mientras lanzaba miradas furtivas a su alrededor, esperando confirmar que su intuición era solo una falsa alarma.

De repente, el ruido de una furgoneta deteniéndose bruscamente a su lado hizo que se detuviera en seco. Sus ojos se abrieron con pánico al ver las puertas traseras abrirse, revelando a varias personas vestidas de negro y con máscaras que ocultaban sus rostros.

Ayame: Qué...? —murmuró dando un paso atrás.

Pero antes de que pudiera reaccionar o gritar, una de las figuras saltó hacia ella con movimientos rápidos y precisos.

Ayame: ¡Suéltame! —intentó gritar, pero su voz quedó sofocada cuando uno de los hombres le cubrió la boca con una fuerte mano. Ayame pataleó y luchó, pero era imposible soltarse de su agarre.

Otro hombre rápidamente le colocó cinta adhesiva sobre los labios, cortando cualquier intento de pedir ayuda. La desesperación de Ayame aumentó cuando un saco negro fue colocado sobre su cabeza, sumiéndola en una completa oscuridad.

??: Amárrala bien —ordenó una voz firme desde dentro de la furgoneta.

En cuestión de segundos, sintió cómo ataban sus muñecas y tobillos con fuerza. Su mente estaba llena de confusión y terror, su cuerpo temblaba mientras trataba de encontrar una salida, pero no había escapatoria.

La furgoneta arrancó rápidamente, alejándose de la escena mientras Ayame permanecía completamente inmovilizada en el interior. Su respiración era irregular, y el sonido del motor mezclado con las voces de sus captores creaba una atmósfera aún más asfixiante.

Sin embargo, lo que los secuestradores no notaron fue que, a dos cuadras de distancia, un lujoso auto deportivo había presenciado toda la escena.

Dentro del vehículo, una figura observaba atentamente, sus ojos fríos como el acero. Sus manos se aferraron al volante con firmeza, y su mandíbula se tensó al confirmar lo que acababa de suceder.

??: Tch, qué predecibles —murmuró con un tono que mezclaba molestia y determinación.

Sin perder más tiempo, giró el volante con precisión y comenzó a seguir la furgoneta a una distancia segura, asegurándose de no perderla de vista. Su mente trabajaba rápidamente, evaluando cada movimiento, cada posible estrategia para intervenir sin poner en peligro a Ayame.

??: No puedo creer que ya estén actuando tan rápido... —dijo para sí mismo, mientras sus ojos se clavaban en el vehículo delante de él.

El juego acababa de comenzar, y estaba decidido a no perder esta partida.

Dentro de la furgoneta, Ayame apenas podía controlar su respiración. Su pecho subía y bajaba rápidamente mientras el calor del saco negro que cubría su cabeza la hacía sentir aún más asfixiada. Sus muñecas y tobillos estaban fuertemente atados, y el adhesivo en su boca cortaba cualquier intento de pedir ayuda.

El miedo era lo único que dominaba su mente. Su corazón latía como un tambor en su pecho, y cada sacudida del vehículo la hacía estremecerse. No podía ver nada, pero escuchaba claramente las voces de los hombres que la rodeaban.

??: ¿Cuánto tiempo hasta llegar? —preguntó una voz grave desde el asiento del copiloto.

??: Diez minutos, tal vez menos si no encontramos tráfico —respondió el conductor, manteniendo su tono tranquilo.

??: Asegúrate de que nadie nos siga. Esto tiene que salir perfecto.

Ayame trató de concentrarse en las voces, esperando captar algo que pudiera darle una pista sobre lo que planeaban hacer con ella. Pero sus pensamientos eran un caos.

"¿Por qué yo? ¿Qué quieren de mí?"

Quiso llorar, pero se obligó a mantenerse fuerte. Recordó las palabras de su abuelo, siempre hablando de la fortaleza que debía mostrar como futura líder. Pero ahora, su mente solo podía pensar en su vida, en sus amigas, y en cómo todo esto podría terminar.

Uno de los hombres a su lado notó su respiración temblorosa y rio entre dientes.

??: Está aterrada —murmuró con un tono burlón.

??: Cállate —respondió otro, más serio—. No estamos aquí para jugar.

De repente, la furgoneta frenó abruptamente, haciendo que Ayame se inclinara hacia un lado y golpeara su hombro contra la pared del vehículo. Un gemido apagado escapó de sus labios, pero nadie pareció notarlo.

??: ¿Qué pasa? —preguntó el hombre del copiloto.

??: Algo no está bien... —respondió el conductor, mirando por el espejo retrovisor—. Creo que alguien nos sigue.

Los murmullos tensos llenaron el interior del vehículo mientras los hombres comenzaban a discutir en voz baja. Ayame no podía entender todo lo que decían, pero su esperanza se encendió por un breve instante.

"¿Alguien nos sigue? ¿Significa que podrían ayudarme?"

El conductor giró bruscamente en una esquina, acelerando aún más. Ayame sintió cómo su cuerpo era sacudido violentamente por el movimiento, pero en su mente una chispa de esperanza comenzaba a crecer.

"Por favor, quien sea que seas... no te rindas."

En la distancia, el rugido del motor del deportivo resonaba en las calles desiertas mientras Sora ajustaba su velocidad, manteniéndose justo lo suficientemente cerca de la furgoneta para no perderla, pero lejos para no levantar sospechas inmediatas. Sus ojos se fijaron en las luces traseras del vehículo mientras calculaba cada movimiento.

Sora: Bien, es ahora o nunca —murmuró para sí mismo, apretando el volante.

La furgoneta dobló una esquina rápidamente, acelerando por una calle menos transitada. Sora aprovechó el momento. Pisó el acelerador, cerrando la distancia entre los vehículos en cuestión de segundos. Desde el asiento del copiloto de la furgoneta, uno de los hombres notó la proximidad del auto deportivo.

??: ¡Ese coche nos sigue demasiado cerca! —exclamó, volteándose hacia el conductor.

??: ¿Qué demonios...? ¡Acelera! —gritó otro desde la parte trasera.

Pero ya era tarde. Sora giró el volante con precisión, colocando su auto al lado de la furgoneta. Con un movimiento calculado, giró bruscamente el volante hacia la furgoneta, golpeándola en el lateral y obligándola a tambalearse.

??: ¡¿Qué fue eso?! —gritó uno de los hombres en pánico.

El conductor luchó por controlar el vehículo mientras otro impacto del deportivo lo obligaba a desviarse aún más. La furgoneta derrapó peligrosamente, rozando la acera antes de que el conductor pudiera estabilizarla.

??: ¡Detenlo! ¡No puede ser un civil cualquiera! —ordenó el líder de los secuestradores desde la parte trasera.

Uno de los hombres sacó una pistola, abriendo una de las puertas traseras y apuntando al deportivo. Sin embargo, Sora ya lo esperaba. Giró el auto bruscamente hacia el otro lado, colocándose detrás de la furgoneta justo cuando el disparo falló y rebotó en la calle.

Sora: ¿De verdad creen que va a ser tan fácil? —murmuró con una leve sonrisa fría mientras sacaba un dispositivo pequeño de la guantera.

Presionó un botón, activando un gancho magnético que disparó hacia la parte trasera de la furgoneta, adheriéndose al parachoques. El cable se tensó mientras Sora frenaba de golpe, obligando a la furgoneta a desacelerar bruscamente.

El impacto hizo que los hombres dentro se tambalearan, cayendo sobre Ayame, quien apenas podía procesar lo que estaba sucediendo.

??: ¡Corten ese cable! —gritó el conductor, desesperado mientras luchaba por mantener el control del vehículo.

Uno de los secuestradores intentó acercarse al gancho, pero Sora no le dio tiempo. Aceleró nuevamente, utilizando la fuerza del tirón para desestabilizar la furgoneta. Con un último movimiento calculado, giró el volante y embistió el lateral de la furgoneta, haciéndola volcar.

El vehículo rodó por la calle, chocando contra un poste antes de detenerse completamente. Sora frenó su auto y salió con rapidez, su silueta destacando bajo la luz tenue de las farolas.

Los hombres dentro de la furgoneta estaban aturdidos, algunos luchando por salir del vehículo volcado. Pero Sora no les dio tiempo. Con movimientos precisos y letales, los derribó uno por uno, utilizando una combinación de fuerza y agilidad que demostraba su experiencia.

Finalmente, abrió la puerta trasera de la furgoneta y encontró a Ayame, aún atada y con el saco sobre su cabeza. Se agachó rápidamente, quitándole el saco y la cinta de la boca.

Sora: Tranquila, estás a salvo ahora —dijo con un tono calmado pero firme mientras desataba sus manos y pies.

Ayame lo miró con los ojos llenos de lágrimas y confusión, intentando procesar lo que acababa de suceder.

Ayame: ¿Q-quién eres...? —preguntó con voz temblorosa.

Sora la miro no expresando una pizcar de emocion pero sabia muy bien que debia mostrar confianza, por lo cual levemente extendio su mano hacia ayame y de dedico una sonrisa aunque sea a su estilo antes de responder.

Sora: Tu guardián.

Continuará......

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