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Capítulo 2 La guerra comienza

Estar encerrada en la mansión sin salir a modo de castigo, se me hizo una de las decisiones más inmaduras que mi padre pudo tomar, soy una adulta, una mujer hecha y derecha, aunque en ocasiones no actúe como una.

Había bajado a la sala y desde entonces Patrick no había dejado de caminar de un lado al otro detrás de mí, incluso si iba por una bebida al refrigerador lo tenía pegado a mi espalda, como si fuera una extensión de mi cuerpo.

Los días pasan lento al no poder salir ni siquiera a dar un paseo, a comerme un helado, a beberme una soda sentada al lado del lago, pero mi padre cree que todo eso me mantendrá a salvo del peligro, es una ingenuidad de su parte, cuando esas personas que no tengo la menor idea de que quieren tomen la decisión, no pienso que él y sus hombres puedan detenerlo.

Me armé en la sala una sala de cine, al menos si iba a estar encerrada, iba a maratonear alguna serie, que seguramente sería el típico romance, el que no tendría quizá nunca, porque mi padre me tiene restringida.

Le di al play a una serie nueva, una de esas series Coreanas irreales en donde el hombre es perfecto, desde hermoso hasta caballero y que lo único que quiere es proteger a su amada de la maldad que los rodea.

Ahí estaba la malvada, a punto de hacerle un maleficio a la pobre protagonista, cuando de repente irrumpió en la sala mi padre, en ese mismo silencio con el cual había pasado tomó el mando de la mesa ratona y me quitó la serie. Con mi boca llena de palomitas emití un gruñido, le quería gritar, pero tuve que esperar a pasarlas con soda para fulminarlo con la mirada y poder hablar.

—¿¡Qué!? ¿¡También tengo prohibido divertirme con una serie!? —pregunté cruzada de brazos, mirando fijamente su rostro inexpresivo, no sentía ni una pizca de remordimiento.

—Tenemos que hablar Lennon, no puedo continuar manteniéndote encerrada en estas cuatro paredes, sé que tienes ganas de salir con tus amigas, que quieres ir de Shopping, que te gusta salir a correr en las mañanas —soltó un gran suspiro— Es por eso que tomé una decisión.

—¿Cuál? —me atreví a preguntar un tanto temerosa a su respuesta.

—Tienes que elegir una opción, la primera es que te mande para Rusia, allí está tu tía Fran, ella te podrá acoger, cuidarte durante quizá lo que serían un par de años —me comentó mientras se acomodaba los pantalones para sentarse, al parecer le incomodaba sentirlos tan ajustados.

—¿Y la otra opción? —consulté inconforme con la primera propuesta.

No es que no me agrade la tía Fran, todo lo contrario, es una mujer encantadora, coqueta, risueña, pero quiero estar cerca de él, cerca de mi familia y de mis amistades de toda una vida.

—La otra es —miró a Patrick, le hizo una señal con el mentón.

Después de ello se quedó en silencio, no entendía lo que estaba sucediendo, hasta que de repente por la puerta pasó un chico. Me demoré varios segundos en darme cuenta de quién se trataba, era el mismo chico que me había salvado la vida en el parque, estaba allí, pero diferente, en esta ocasión vestía un traje y se veía como la gran mayoría de la seguridad de la casa.

—La segunda opción es que permitas que Kenneth sea tu guardaespaldas —sentenció con seriedad.

Me empecé a reír, pero no es que la situación realmente me pareciera chistosa, era una risa nerviosa. Me pedía que aceptara a un tipo que me estuviera cuidando las veinticuatro horas del día, o que si no me mandaría a Rusia, lejos de todo lo que amo, injusto, esa es la única palabra que en estos momentos me pasa por la mente.

—No lo necesito padre, no necesito tener una niñera pegada a las faldas todo el día —dije entre gruñidos.

Al parecer el muy idiota se estaba divirtiendo con la situación, una sonrisa apareció en sus perfectos labios y tuve que luchar en mi interior para no quedarme mirando sus labios, sino subir a sus ojos para fulminarlo.

—No está a discusión Lennon, no voy a permitir que esas personas te hagan daño, no cuestiones las decisiones que tomo para tu bienestar, tienes la oportunidad de escoger una, agradece que simplemente no tomé la decisión final por mi cuenta.

Era su manera de decirme que tenía que sentirme menos mal porque me da el privilegio de escoger entre una opción, cualquiera de las dos me sigue pareciendo una verdadera mierda, pero si tenía que escoger, ya me había acostumbrado a tener todo el tiempo una extensión pegada al culo.

—Está bien, dejaré que Kenneth me cuide —relamí mis labios con la voz ronca por la rabia.

Mi padre estaba a punto de separar los labios para decirme algo, cuando tomé el mando de la televisión y le di play nuevamente a la serie, no me apetecía escuchar sus agradecimientos baratos, me apetecía descargar la rabia que llevaba dentro.

—Kenneth, bueno, ahora que quedas oficialmente contratado, mandaré a pedir que traigan todas tus cosas —aclaró su voz, a lo que el chico solamente asintió.

Pude verlo de reojo, se quedó parado a una distancia prudente, pero esto no iba a quedarse así, tal vez piensa que porque accedí haré de su vida un cuento de hadas, pero si tengo la oportunidad, seré la villana de la historia.

...

Cuando llegó la tarde me apetecía hacer algo diferente, pero tampoco me apetecía salir de la mansión, la decisión de mi padre me había bajado las ganas de hacer algo que no fuera estar aquí y aunque mi mejor amiga me había llamado para hacer algo hoy, le dije que todavía no me habían levantado el castigo.

Caminé hasta mi habitación con la extensión pegada, estaba a punto de cerrar la puerta para quedarme a solas cuando de repente colocó una mano misma impidiendo que la cerrara y yo alcé una ceja.

—¿Qué piensas que estás haciendo? —le pregunté con sorpresa y él sonrió.

—Sigo órdenes, desde que saliste por el balcón a tu paseo matutino, tu padre quiere evitar que te escapes de mi vista, así que una de las cosas que tengo prohibidas es dejar que estés dentro de tu habitación sola —me explicó en aquel tono armónico.

Era lo que me faltaba, mi padre se había vuelto loco, no permitirme algo tan simple como la privacidad de mi habitación, pero ya vería, conocería lo que su hija es capaz de hacer.

—Entonces entra —me aparté a lo que sin ninguna duda él lo hizo.

Me fui directo a mi armario, tomé de uno de los cajones el bikini que pensaba ponerme, porque sí, había venido a mi habitación a colocarme un bikini para ir a la piscina. Él siguió cada uno de mis movimientos, comenzaba a tener dudas de si se trata de un humano ordinario o es una especie de robot.

Una sonrisa burlona se asomó sobre mis labios, él me observaba como si me hubiera crecido un cuerno en la frente al estilo de un unicornio, algo que me pareció incluso más cómico, no tenía idea de lo que estaba planeando hacer.

Tomé el borde de mi camiseta con las manos cruzadas y en un movimiento me la quité, quedando en brasier delante de él, que no dudó en recorrer mi piel desnuda. Me dio un poco de pena que se hubiera quedado mirándome, pero era parte de lo que esperaba conseguir, si quería un poco más de privacidad me tocaría empezar a jugar con mis reglas.

No estaba en mis planes permitir que mi padre me quitara la privacidad de la habitación, Kenneth tendría que terminar accediendo y saliendo de la habitación cuando me fuera quedando menos ropa.

En esta ocasión me quité el Short, lo que le dio una visión más amplia de mi cuerpo al completo y escuché claramente como pasaba salida, poco a poco comenzaba a funcionar, solamente esperaba que no se tardara mucho más, no quería quedarme sin nada delante de él, pero si era necesario llegar a esos extremos lo haría.

—¿Qué es lo que estás haciendo? —me preguntó con su voz un poco temblorosa.

«Un paso más» pensé, ensanché mi sonrisa y caminé hasta él exactamente con la parte baja del bikini girando alrededor de uno de mis dedos.


—Estoy intentando cambiarme Ken —susurré de manera sexy con aquella sonrisa— Como no piensas salir de mi habitación, me veré obligada a terminar de desvestirme en tu presencia.

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