Nos fuimos a la empresa, el auto olía a cuero.

Jeon  sentado en la parte de atrás me miraba disimuladamente.
Yo lo veía por el espejo retrovisor.  No cruzamos ni media palabra.

Ese día el humor del CEO era de los mil demonios, sabía que en gran parte se debía a mí. Se encerró en su oficina apenas llegamos.

Pepeer se acercó a mí con un humeante vaso de café. Le sonreí agradecido.

—Gracias .

Me cerró un ojo y se alejó sonriente.

Ésta chica me caía bien, ¿cómo soportaba al ogro que tenía por jefe?.

Pasado un rato llegaron dos personas que no conocía.
Un hombre maduro de unos sesenta años, olía a dinero, pero tenía cara de serpiente, me produjo un rechazo instantáneo.
Lo acompañaba una chica que parecía modelo,  pelo largo y liso de color caoba, vestía un modelo elegante que marcaba su silueta.

Toda esa belleza era opacada por unos ojos fríos y calculadores.

Pepeer corrió hacia ellos.

—Le avisaré al CEO que están aquí —Haciéndoles una reverencia.

Yo miraba la escena curioso.

Pepeer salió al instante para hacerlos pasar.

—Sr Park,  el CEO dice que entre.

La miré curioso.

—¿Quienes son? —susurré.

—El tío del señor y su prometida.

Le cerré un ojo a Pepeer y entré a la oficina.

* Pepeer