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Capítulo 39: Mazmorras (editado)

El jurado del juicio contra Dylan y Alicia sería elegido entre el servicio y los invitados. Sin embargo, eso no fue lo que había preocupado a Dylan cuando Taissa se lo había dicho, sino el hecho de que Helene sería la jueza, que vendría en dos días, cuando se realizase el juicio.

Los calabozos eran una parte pequeña y subterránea del castillo, de piedra y con un par de antorchas que hacían que no todo se viera oscuro y tenebroso, y que se llegaba por unas escaleras en espiral, hacia la parte opuesta de la cripta. Las celdas no tenían mucho, con solo un camastro hecho polvo por el que Dylan podía notar el suelo de piedra.

Taissa había llegado hacía unos minutos, y por la mirada que había echado hacia el suelo a su espalda, Dylan había estado seguro de que habría escuchado el sonido de pequeños animales merodear por el suelo. Un guardia la había guiado hasta donde estaba Dylan, en unas de las primeras celdas, al lado de la de Alicia. Había estado sentado sobre el catre con la cabeza hacia arriba y los ojos cerrados, cansado.

—No podemos hacer nada por eso ahora, ¿qué hay de la rubia? —preguntó. Se había levantado y ahora estaba justo al otro lado de las rejas. Taissa miró hacia atrás, delantando la naturaleza secreta de lo que hablaban.

—Alyssa, ese es su nombre, y está en mi cuarto con Rob ahora mismo.

—Está bien, tenemos que sacarla de aquí —Taissa suspiró de acuerdo.

—Igualmente Dylan, no me gusta que Helene sea la jueza, creo que está detrás de todo.

—Ya lo sé —Apoyó la cabeza en las rejas y gimió de dolor, llevándose la mano al hombro. Taissa se fijó en el corte que tenía, con la tela blanca empapada de rojo, aunque no sabía si sólo era sangre seca o todavía sangraba.

—Dios mío, Dylan, por algo te había preguntado —Él esbozó una sonrisa que no le llegó a los ojos con un encogimiento de hombros que le produjo otra mueca de dolor —. ¡Guardia! —Éste se acercó —. ¿No ha visto que está herido? Es Dylan de Ullers, heredero del ducado de Tirsell, abra esa puerta para que pueda curarlo, o se arrepentirá —Él lo miró a Dylan con duda, y luego a Taissa.

—Está bien, pero no tarde.

—¿Llevas un kit médico? —Taissa asintió enseñándole el bolso mientras el guardia abría la celda.

—Antes de venir me he pasado por el médico de palacio para pedirle algo por si estabas herido —Hizo que se sentara en el camastro y dejó ahí la bolsa, a su lado.

—No te has cambiado —comentó Dylan mirando su vestido. Taissa arqueó una ceja —. Es un vestido precioso... Es una lástima que te lo vayas a manchar de sangre —Taissa rio mientras le quitaba la chaqueta. Él volvió a emitir un quejido de dolor, y ella hizo una mueca, como si también le doliese.

—Estando aquí ya se está llenando de mugre, así que no creo que sea un problema —Tanto el chaleco como la camisa fueron fuera, dejándolo de cintura para arriba desnudo. Apoyando su espalda en la pared, la acercó hasta que la sentó en su regazo, de cara a él —. ¡Eh!

—Necesito... Necesito algo de calor —dijo mientras temblaba suavemente. Taissa puso una mano en su cuerpo y lo notó congelado. Así que antes de coger cualquier cosa para curarle el hombro, lo abrazó, intentando transmitirle algo de su calor corporal. Lo escuchó respirar en su oreja, tranquilo —. ¿No nos podemos quedar así? —Taissa rió.

A pesar de que Dylan podía pensar en cualquier lugar mejor en el que estar, extrañamente en ese segundo, no le parecía un lugar tan malo... si ignoraba el olor a mugre, la suciedad que le manchaba la ropa o que probablemente era el último lugar en el que estaría antes de morir.

—No creo, o el guardia empezará a impacientarse, y necesito curarte —Se separó de él aunque no fuera mucho realmente, y tomó la jarra de agua, las hierbas y vendas —. Creo que es agua caliente, así que te vendrá muy bien —Él sonrió e hizo que su corazón latiera con más fuerza. Se la echó en la herida, limpiando la sangre, y luego cuidadosamente restregó las hierbas por todo lo que vio mínimamente mal. Dylan la observó detenidamente mientras lo curaba, aunque tuviera que entrecerrar los ojos del dolor. Finalmente vendó su hombro.

—Mira, si no te ha quedado mal para ser la primera vez.

—Qué suerte tienes de poder mentir —Él sonrió. Cogió su camisa y le ayudó a ponérsela, como hizo con el chaleco y la chaqueta, que se hizo muy complicado estando encima de él —. Pues ya está.

—Así es —Sus ojos verdes estaban tan cerca de los de Taissa que si se inclinaba, sus narices se habrían rozado —. ¿Crees que podemos olvidarnos por un segundo de aquello que dije en mi cuarto?

—¿Hmm? ¿De qué hablas?

—Lo de que al ser miembros del equipo no pod... —Las manos de Taissa se dirigieron al mechón rubio descolocado de su frente, enrollándolo en su dedo —. ¿Me estás escuchando? —preguntó. Taissa asintió.

—Me estabas diciendo que... —Cuando lo miró a los ojos, lo pilló mirándola fijamente. Taissa no dejó que su sorpresa se mostrara más que con un segundo de silencio —. Me estabas diciendo que aquello que dijiste es una chorrada, y oh, no olvidemos de aquello que dijiste antes de que aparecieran.

Taissa no sabía cómo había conseguido formular una frase entera, no cuando en lo único en lo que podía pensar era en lo largas que eran sus pestañas rubias.

—¿Eh?

—De lo mucho que te mueres por besarme. No entiendo lo que pasa contigo, eres un enigma —Entonces escuchó un sollozo muy bajo y miró a Dylan con el ceño fruncido, éste asintió con un suspiro, y Taissa se levantó. A pesar de la oscuridad, cuando se apoyó en la reja lateral que daba a otra celda, vio claramente a Alicia sentada en su camastro, abrazando sus piernas.

Ya había sabido que estaba allí, la había visto por el rabillo del ojo cuando había entrado, pero entre ambos, Taissa no había podido evitar lanzarse hacia él, como si fuera arrastrada casi en contra de su voluntad, porque no era posible que lo quisiera tanto.

—Alicia —Ella la miró, con lágrimas en sus ojos —. ¿Estás bien? ¿Estás herida? —Alicia negó.

—¿Lo saben mis padres? —Taissa asintió.

—Tu padre está intentando hacer lo que sea para ayudarte —Alicia la miró con ojos derrotados, sin una pizca de la alegría que pensaba que la caracterizaba. Vio a Dylan a punto de decir algo, sin embargo, de sus labios no salió ninguna palabra.

—No, está bien. Me lo merezco —Volvió su mirada al frente, a la oscuridad.

—No digas eso. Tienes quince años, es tu momento de cometer errores —Ella no contestó, y Taissa incluso llegó a pensar que no la había escuchado.

—Pero es que no son errores los que he cometido. Se llama alta traición, tanto a la corona como a Cryum —Entonces sollozó —. No me extraña que la magia esté prohibida.

—Le dije que había merecido la pena, la masacre a su gente —Alicia la miró. Aunque una parte de Taissa decía eso para que no se hundiera, la mayor parte era porque no podía permitir que viera con esos ojos a la magia, que sólo había cumplido lo que ella le había ordenado. Taissa se había planteado si algo hubiese cambiado de haber sido sus palabras diferentes —. Por eso me atacó. Dije que no estaba mal que hubiesen asesinado a su especie, a su familia y amigos.

—Vamos a sacarte de esta, pero no puedes rendirte —dijo Dylan sin mirarla, y susurró —. Y no pierdas la esperanza en la magia. Hay buenos y malos usos, eso es todo —Dylan la miró entonces, como si se apoyara en ella para afirmar los buenos usos que podrían darse aunque hubiera matado a un hombre con ella. Se acercó a ella y dijo en un susurro, apoyando su cabeza en su hombro —. Para cuando haya acabado el juicio, quiero que tengas un carruaje preparado para irnos —Taissa lo miró extrañada —. Ya tenemos el apoyo del ducado de Icylands. No necesitamos nada más.

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