Capítulo 28: Identidad (editado)
Dylan caminó con pasos airosos por los pasillos, tirando de Taissa. Por un momento, ésta agradeció que no llevara un vestido, o probablemente habría acabado besando el suelo. Taissa no reconoció los laberínticos caminos, pues a diferencia de Dylan, no se había criado allí y todos le parecían iguales.
Imaginó, sin embargo, a dónde se dirigían. Tenían que hacerle unas cuantas preguntas a lady Meahlly, y Dylan, por su parte, tenía que contarles a todos su plan maestro. Subieron las escaleras de manera precipitada, y una vez en la segunda planta, Taissa lo detuvo de golpe.
—Estaría bien que me dijeras a dónde vamos.
—En un principio al cuarto de Dani, porque probablemente los demás estarán fuera. Le dirás lo que hemos descubierto mientras yo los busco.
—¿Qué? Probablemente sepas más de lo que has dicho, y además tienes que contarnos el plan.
—Entonces, ¿qué quieres hacer?
—Quiero que vayas a por los que faltan mientras yo interrogo a lady Meahlly. Después reuniré a Jordy y a Dani en tu habitación para esperaros —Él pareció pensárselo durante un segundo.
—Quiero encargarme de lady Meahlly yo mismo.
—¿Por qué? Puedo hacerlo yo.
—Déjalo, lo haré yo.
—Tardaremos más si haces tú todo, déjame eso.
—No, quiero encargarme yo —Cuando Dylan vio que iba a objetar, añadió imponiéndose, no siendo nada más que una orden explícita—, y punto final —Taissa recordó, haciendo que separara sus manos y se alejara de él, lo que había visto aquel primer día allí. A lady Meahlly y a Dylan en esa habitación dorada, ella sentada en un sillón y él acuclillado a sus pies, ambos hablando con mucho secretismo. Un sentimiento extraño le retorció en el pecho.
Frunció el ceño y preguntó —¿Qué es lo que hay entre vosotros? Sé que ocultáis algo.
—¿Qué quieres decir con "entre vosotros"? Es mi tía. Y no te interesa lo que oculte o deje de ocultar.
—Por favor, no compartís ni una gota de sangre —Taissa intentó no reaccionar a su tono, pero no pudo evitarlo, la puso de los nervios. Odiaba ese sentimiento, y sin embargo, sentía como se apoderaba de ella poco a poco.
—¿Por qué pareces tan enfadada? —preguntó cruzándose de brazos. Taissa puso sus brazos paralelos a su cuerpo y apretó sus manos en puños.
—Simplemente no me gustan los secretos —contestó mordaz.
—Llevas guardando secretos desde el día que naciste, y además no es lo que parece —Dio un paso hacia ella y Taissa dio uno hacia atrás.
—¿Y qué parece, entonces? —Volvieron a repetirlo, como un baile de pies, uno reaccionando al movimiento del otro, hasta que la espalda de Taissa chocó contra la pared.
—Pareces celosa —dictaminó poniendo un brazo en la pared, al lado de su cabeza. Taissa escapó por el otro lado —, aunque sería una tontería.
—Tu boca sí que suelta muchas tonterías —Él la siguió por el pasillo, aunque no tuviera ni idea de hacia dónde iba. La cogió del brazo y ella lo encaró —. ¿Por qué iba a estarlo?
—No lo sé —respondió —. Dímelo tú.
Se acercó lentamente, a pasos agigantados pero suaves contra el suelo, alargó su brazo hacia ella, y sus ojos se cerraron en acto reflejo. Su mano sólo rozó su rostro, y aún así, fue suficiente para hacerla perder el aliento durante unos segundos.
Taissa notó como su objetivo era en realidad tomar un mechón de su coleta, que cuando abrió los ojos, lo vio colorido en contraposición a su mano, de unos tonos de azul. Su voz sonó aterciopelada y un tanto distraída cuando dijo —Pronto tendrás del todo el pelo del color de las llamas del infierno —El cambio de tema había sido tan brusco que Taissa ni siquiera creyó que lo hubiera hecho aposta. Taissa chasqueó la lengua mirando esos mechones en sus dedos.
—Mejor que tenerlo rubio pis —declaró levantando la mirada y encontrándoselo a centímetros de ella.
Taissa no sabía desde cuándo habían estado tan cerca, tan tan cerca, pero podía sentir su cálida respiración en su mejilla, sus dedos todavía enroscados en su cabello. Los dos pares de ojos se encontraron y durante un segundo, no hicieron nada más. Y con sus ojos aún sobre los de Taissa, Dylan se lamió los labios sin darse ni cuenta, y Taissa no pudo evitar mirarlos de manera disimulada. Sus miradas se encontraron de nuevo, y el rostro de Dylan se inclinó lentamente hacia abajo.
Entonces se oyó el chirrido de la puerta de una habitación al abrirse y ambos se separaron instintivamente. La espalda de Taissa tocó la pared y la de Dylan la otra, y vieron cómo salía una sirvienta con sacos (seguramente de ropa sucia) de la alcoba. Cuando Taissa la vio bajar las escaleras y desaparecer por ellas sin ni siquiera darse cuenta de su presencia, lo volvió a mirar.
El pecho le subía y le bajaba a una rápida velocidad y tenía las mejillas de un suave rojo. Él la miró, su aspecto era un desastre como siempre, la camisa por fuera y ella seguramente roja como un tomate. Taissa se apoyó del todo en la pared como si tuviera el peso del mundo sobre sus hombros.
—Yo... lo sien... no debería haber... —Intentó decir. Las palabras no le salieron con la misma facilidad que antes, y una parte de eso se debía a que seguía queriendo aquel acercamiento. Quería que la besara, quería que la dejara sin respiración.
—N-no... yo también iba... —Se tomó unos segundos para tomar una respiración honda, y dijo sin dudar ni tartamudear —. Creo que deberíamos seguir —Taissa se sorprendió por su sugerencia. Todavía más contando con que ya no la miraba, no más que unas miradas furtivas —. Me refiero a buscar a Rob, Chris... ya sabes. Puedes interrogar a Meahlly si quieres —Taissa rió, sintiéndose como una tonta.
—Yo... está bien, gracias.
—Y como ya he dicho, pero solo para remarcarlo lo repito, sólo es como una tía para mí, nada más —Taissa asintió, agradecida por esas palabras aunque no se las debiera. Dylan se pasó la mano por el pelo, no para peinárselo, sino como una muestra de nerviosismo —. Me voy, luego hablaremos.
Y tal como lo dijo, así lo hizo.
Taissa sabía que no podía quedarse en el pasillo para siempre, aunque sintiera que se podía desvanecer en cualquier momento, así que optó por hacerle una visita a lady Meahlly. Taissa preguntó a un sirviente por su alcoba y fue a ella sin ningún tipo de titubeo, no era la primera vez que se enfrentaba a una noble y Helene de Forest había dado más miedo. Taissa llamó, pero nadie respondió a la puerta.
Se cruzó de brazos balanceando su peso de una pierna a otra y se acordó de la sala de té de las mujeres, a la que había oído que solían acudir, pero que estaba vacía. El jardín se encontraba en un principio de igual manera, por lo menos hasta que vio unos carruajes llegar por el camino. Volvió a entrar al palacio, que vio en movimiento, y decidió preguntar directamente a una sirvienta.
—¿De quién es el carruaje del camino?
Ella, sosteniendo unas mantas de blanco inmaculado, respondió —Todavía no lo sabemos, milady. Lo haremos cuando se vean los escudos. Pero seguramente serán algunos de los invitados para el baile —Cuando acabó, se inclinó y se marchó.
Eso era algo malo, ya que tenía que encontrar a lady Meahlly antes de que llegasen y tuviera que recibirlos, lo que no le dejaba mucho tiempo. Entonces recordó la habitación dorada en la que la había visto con Dylan, y decidió buscarla allí, pues no creía que los criados con lo ajetreados que estaban, conociesen su localización. Como sabía que estaba cerca de la biblioteca,decidió empezar por allí.
Una vez allí, no tardó en dar con aquella puerta en la que se había inclinado para escuchar a hurtadillas. Taissa llamó, y un criado abrió la puerta.
—Entra, por favor, Taissa —escuchó que le decía lady Meahlly sin siquiera verla.
Todo era tal como lo recordaba, pero una vez que entró, su visión de la sala se amplió.
Era una habitación de gran tamaño, como sabía que sería, y esa vez, vio completamente el ventanal. Pero era poco a comparación con lo que todavía no había visto. Una chimenea separaba los estantes de libros, encuadernados en terciopelo algunos, y otros en cuero. Los estantes al igual que el resto de la sala, tenía una pintura dorada que reflejaba la luz del sol, y las mesas posicionadas a unos metros, eran de una madera muy clara que no desentonaba con lo demás.
Entre vidrieras, que mostraban los bustos de personas que Taissa desconocía, vio posicionados sillones. El de lady Meahlly era perfectamente visible desde su posición en la puerta, a pocos metros del ventanal y adelantado de los demás.
—Ven a sentarte a mi lado —le pidió la duquesa, y ella obedientemente lo hizo. Se sentó en el sillón que estaba a su lado, y en cuanto lo tocó, Taissa notó la suavidad bajó sus dedos. Meahlly chasqueó los dedos y el sirviente, que parecía más un mueble al lado de la puerta que un ser humano, se acercó —. Tráiganos unas tazas de té, por favor —El hombre asintió y se marchó silencioso. Meahlly la miró y sonrió.
—Parece feliz —dijo Taissa ignorando al sirviente-mueble y su invitación a un té sin preguntarle antes. Ella sonrió con tristeza.
—En este momento lo soy, aunque no suele durar mucho. Tengo suerte de que ésta versión de mí es de la que te llevas la primera impresión.
—No lo entiendo, tiene un marido y una hija que la aman. Vive en una mansión y puede tener todo lo que anhela.
—Lo sé, pensarás que soy afortunada, pero ya has visto a Alicia, mi pequeña orquídea.
—Sé que es enfermiza, pero siempre puede mejorar. Después de todo tiene los mejores sanadores, ¿no? —Meahlly desvió la mirada.
—A veces no es suficiente.
—¿Por qué?
—Todo es mi culpa —Su expresión de dolor era realmente genuina —. Además, ella se ha rendido y yo también lo he hecho lentamente.
—Echarse la culpa a uno mismo nunca acaba bien, además de que nunca suele ser verdad —dijo, aunque sabía que debería estar hablándole de un tema muy diferente.
—Mi pobre niña ingenua... —Se inclinó hacia ella y pasó la mano por su rostro, acariciándolo con una dulzura maternal, hasta que vio algo que la hizo apartarse de golpe —. Sabía que eras un fae, pero no qu-
—Yo no s-soy un... yo... —Las palabras se atragantaban en su garganta.
—No me mientas, no puedes. He sentido tu magia desde que llegaste, la veo brotar.
—Pero sólo la puede sentir si es-
—Y lo soy —dijo sin parpadear —. Pertenezco a tu mundo, pero esa no es la cuestión. Tenerte aquí es muy peligroso. Mi pequeño Dylan, no sabe en lo que se ha metido, ¿o sí? —Ella miró hacia los jardines, afuera, y sus uñas se hincaron en los brazos del sillón —. ¿A qué has venido?
—E-en realidad, a hacerle unas preguntas sobre Jordan Scott.
—¿Qué? ¿Qué tiene que ver el señor Scott con Annwyn? —La mención del reino mágico hizo que el corazón de Taissa diera un brinco.
—¿De qué está hablando? Jordan Scott está relacionado con el robo de un libro de la duquesa de Forest en Corona —Ella la miró, sin comprender bien la situación. Luego sonrió, no una sonrisa malvada, sino una normal. Ya había encajado las piezas del puzle. Y no Taissa no tenía ni idea de sus pensamientos, ni de sus piezas, ni de su puzle.
—Ya veo, olvida lo que he dicho. ¿Qué quieres saber de él?
—No, espere. ¿Qué tiene que ver Annwyn?
—Tu has venido por unas respuestas y serán las que te daré. Lo demás, llegará con el tiempo —La puerta sonó, y el mismo sirviente que antes se había ido, entró con una bandeja. La puso en una mesita y echó el té de la tetera en unas tazas pintadas con pétalos de árbol de cerezo. Todo en el máximo silencio.
El hombre le dio una taza con un platillo abajo a Taissa, y a ella le sorprendió el dulce aroma que desprendía. Lo apoyó en su regazo y preguntó —Fue usted la que encontró al señor Scott, ¿cierto? —Ella asintió —. Y también la que lo mandó a Corona —Ella volvió a asentir —. ¿Qué le encargó exactamente?
—Un vestido para Alicia para el baile. Su modista favorito estaba allí, así que le pedí que le llevara el diseño que más o menos quería, obviamente con los ajustes que él le quisiera hacer, y como somos viejos clientes, ya conoce las medidas. Cuando regrese, que según tengo entendido será en dos días, lo traerá confeccionado.
—Ya veo y, ¿volvió en el plazo que tenía previsto? —Ella asintió —. ¿Cuándo llegó?
—Unos días antes que vosotros.
—Pero si sólo tenía que entregar eso e irse, ¿no debería haber tardado menos?
—Bueno, no sé. No se retrasó mucho, así que no le di importancia.
Taissa no creyó que fuera una mala historia, pero parecía ocultar mucho. A lo mejor no tenía que ver con eso, pero como no lo sabía, no podía confiar en ella del todo.
Su mención de Annwyn, el reino de la magia, esa isla a la que tenían pensado ir en algún momento, antes o después de la revolución que tiene planeada Dylan, le dio mala espina.
Taissa se preguntó si a cambio de su apoyo para el golpe de estado, Dylan aceptaría mantener en secreto al culpable. Por una parte, a Taissa le parecería... no lo tenía claro, sentía que se enfadaría, después de todo había sido su culpa que la atacaran (aunque no fuese su intención), y por otra parte, sería un buen plan, tendrían el apoyo de uno de los ducados más grandes y ricos. Tendrían más oportunidades de salir victoriosos.
—¿Sabe dónde está ahora, milady? —Ella se lo pensó durante un segundo, que Taissa aprovechó para tomar un sorbo del té.
—Supongo que estaría con los demás soldados, pero si como dices está envuelto en algo sucio, lo más probable es que esté escondido —Llamaron a la puerta, y el criado apostado allí la abrió con el permiso de lady Meahlly.
—Milady —dijo inclinándose la criada que había entrado —, el conde de Realm y su hija ya han llegado.
Lady Meahlly se levantó del sillón dejando la taza en una mesa.
—Lo siento, pero nuestra conversación debe acabar aquí —Taissa asintió y se levantó. Igualmente, no se le ocurría nada más que preguntar, así que dejó la taza de té junto a la suya, y salió antes que ella de la sala.
Primer objetivo; interrogar a lady Meahlly: Cumplido.
Siguiente: Encontrar a Jordy, a Grainne y a Dani, y esperar a Dylan y a los demás en su habitación.
Lo primero que hizo fue pensar a quién buscaba primero, y se decantó por Jordy y por Grainne, aunque por ninguna razón en específico. Salvo porque al parecer la enfermería no se encontraba muy lejos.
Subió por la escalera derecha al segundo piso y caminó hasta el final del pasillo hacia una puerta en la que ponía "enfermería". Llamó un par de veces a la puerta y esperó pacientemente, no vaya ser que no fuera él quien le abriera, y como supuso, no era él. El hombre que le abrió se veía joven (en sus treinta) con el pelo castaño rojizo, ojos grandes y grises, una nariz recta, y una ceja que se arqueó hacia arriba cuando la vio. Llevaba una bata entre gris y blanca, guantes y una mascarilla que se quitó para preguntar —¿Necesita algo? ¿La herida se ha abierto?
—¿Qué? No, busco a Jordy Campbell y a Grainne, no sé si los conoce —Taissa imaginó que había sido él quién se había encargado de ella en un primer momento.
—Claro que los conozco, pero aquí no los va a encontrar, señorita Owens —Taissa enmascaró su sorpresa. Sabía quién era, aunque si sus suposiciones eran correctas, era algo obvio.
Él debió de ver algo en su expresión, porque dijo —Soy el doctor Lopez, Jude Lopez —Extendió el brazo y le estrechó la mano —. Si eso era todo, me gustaría volver al trabajo.
—Oh, sí. Discúlpeme, ¿si los ve les avisaría de que los estoy buscando? —Él asintió y Taissa se inclinó —. Gracias —dijo mientras cerraba la puerta.
Así que ese era el médico de palacio, Taissa no creyó que fuera muy hablador, pero tampoco antipático, bueno, quizá un poco. Subió al tercer piso para ver si encontraba a Jordy en su cuarto, y Taissa suspiró con su suerte. Al tan sólo poner un pie en el pasillo, él salió de su habitación, y no sólo, Dani se encontraba enfrascada en algo que Jordy le contaba. Por su expresión, Taissa habría dicho que eran más bien quejas. Se acercó a ellos y Dani la vio.
—Madrugadora, no estabas cuando me he despertado. Tendrías que haber dejado una nota por lo menos.
—Lo sé, y lo siento —Se acercó a ellos y tomó a Jordy del brazo —. Es que me he encontrado con Dylan en el desayuno, y cuando hemos vuelto de pasear a caballo, resulta que habían encontrado el cadáver del monstruo —La expresión de sorpresa de ambos era comprensible, ya que Taissa lo había dicho con una calma poco natural.
—¿Qué? ¿Por qué no nos han avisado? —preguntó Dani enfadada.
—No sé —contestó Taissa encogiéndose de hombros —. La única razón por la que yo me he enterado es porque estaba con Dylan. Por cierto, ¿sabéis dónde está Grianne? La estoy buscando.
—La he mandado hace menos de cinco minutos a tu habitación a que te de la pomada —explicó Jordy.
—Perfecto.
—Cambiando un segundo de tema —dijo Dani —. Me sorprende que Dylan aceptase una invitación a pasear.
—No le invité, en realidad fue él el que me pidió acompañarme —Dani sonrió alzando las cejas con algo de sorpresa.
—¿De verdad? —preguntó Jordy y ella se encogió de hombros —. Nunca suele... malgastar el tiempo con esos pasatiempos.
—Bueno, no lo llamaría malgastar el tiempo. Hemos compartido información y, ya de paso, hecho un par de carreras —Dani y Jordy compartieron una mirada, y Taissa no creyó que ninguno estuviera muy seguro de la veracidad de sus palabras. A pesar de su incapacidad para mentir, que ahora que lo pensaba, ellos no conocían. Igual que no tenían idea de su magia o de su sangre.
—Bueno, pues ahora volviendo al tema que nos incumbe, ¿encontrasteis algo destacable?
—Sí —le contestó conduciéndolos a su habitación —, aunque Dylan sabe más detalles, por lo que tendremos que esperar a reunirnos todos.
—Ya veo, por eso nos conduces a su habitación —Adivinó Jordy.
—Por eso mismo, amigo mío.
—Por cierto —Taissa le contestó con un «¿Hmn?» y él dijo —. Deberías hacer algo con tu cabello.
Dani se acercó y los vio. Ahora eran unos cuantos mechones, no demasiados para preocuparse pero sí los suficientes para tomar medidas. Taissa suspiró, a ese paso, todo el mundo lo sabría.
Dani se quitó su sombrero y se lo dio. Sin embargo, ninguno hizo alusión al por qué de ese color tan antinatural para el mundo humano.
—Luego haré algo con tu pelo, pero de momento ponte esto —Taissa se lo puso, aunque por la sonrisa de Jordy, supo que no pegaba nada con la ropa —. Espera —Dani le hizo un moño tirante y entonces sí que no se vio nada azul. Se movió un paso hacia atrás y revisó mis orejas, seguramente para ver si habían crecido, y suspiró con alivio.
—¿Lo sabíais? —Eso parecía, por lo menos.
—No hay que ser un genio para imaginárselo —respondió Jordy tirando del ala frontal del sombrero hacia abajo para taparle la visión de manera divertida —. Menos contando que hablamos de mí —Jordy rió y Dani puso los ojos en blanco con una sonrisa, ninguno sin saber el peso que le habían quitado de los hombros.
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