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Capítulo 11

Con el rostro pegado al frío cristal de la ventana, Trevor observaba la calle del vecindario con atenta curiosidad. Minutos antes se encontraba enfrascado en una interesante lectura sobre una novela de vampiros de principios del siglo XX, uno de los generosos obsequios de Korrina, cuando de repente una punzada de dolor le pinchó la sien y luego una sensación de frío que le recorrió todo el cuerpo. Había una presencia de otro mundo, podía sentirlo en el aire. Sin embargo, todo parecía estar en perpetua calma. Saltó de la cama y asumió el rol de vigía desde su ventana. Las farolas derramaban su luz amarillenta sobre el asfalto, los vecinos aún no apagan sus luces y el canto de los grillos le llegaba desde lo lejos. Una leve brisa soplaba y movía las hojas de los árboles. No había nada, pero podía sentirlo.

De pronto alguien llamó a la puerta y posteriormente se escuchó la voz de Victor. Trevor sintió que la furia le subía por el estómago hasta la cabeza, como un caudal amargo y corrosivo.

-Hijo, tienes que irte a la cama ya.

-¡Aún es temprano, papá! -gritó Trevor.

-Pero tú dijiste...

-¡Déjame en paz, papá! -gruñó Trevor.

Escuchó como los suaves pasos de su padre se alejaban lentamente y entonces su atención se centró nuevamente en el exterior, dónde a lo lejos rugió un trueno. Las alertas se encendieron de nuevo en el interior de Trevor. Tenía la certeza de que un monstruo andaba rondando por ahí y lo más probable era que Korrina estuviera ahí, luchando contra él. Sintió una enorme impotencia. No había forma de salir al rescate de su amiga.

Trevor no se lo había comentado a Korrina, pero desde su primer encuentro con aquél monstruo mitad mujer y mitad avispa, había empezado a pulir sus habilidades psíquicas, con la esperanza de poder ser de utilidad cuando el momento así lo requiriera, y ahí estaba la oportunidad. No obstante, no le quedó más alternativa que tumbarse en su cama, luchando por conciliar el sueño en medio de la penumbra de su habitación.

Por la mañana, con las primeras luces del día, una puerta dorada se dibujó en medio de la cocina. En la estancia flotaba la voz de Shelby Leal desde una vieja radio, que informaba que en una zona del pueblo una feroz tormenta había hecho destrozos. Trevor y su padre devoraban rebanadas de pan tostado y bebían de tazas humeantes cuando un desconocido con túnica emergió desde le umbral y les ordenó que le siguiera. El muchacho no tenía dudas de que un monstruo había hecho acto de aparición, sin embargo su padre lucía confundido, para él era la primera vez que aquel hombre salía de una puerta mágica, siempre era la primera vez.

-¿Quién es usted? ¿Qué hace aquí? ¿Cómo... cómo llegó aquí? -comenzó a balbucear Victor.

-Cálmese, señor. No haga preguntas y sígame -dijo el hombre con un tono glacial que hacía juego con la temperatura de esa mañana.

Trevor se puso de pie y siguió al hombre a través de la puerta, seguido de su padre, quién mostraba una mirada perdida.

-¿Cuándo llegó el monstruo? ¿Qué clase de monstruo es? Por eso nos están evacuando, ¿verdad? -quiso saber Trevor mientras el hombre los guiaba a través de una gran habitación circular blanca, dónde habían cómodos sillones y camas, al mismo tiempo que otras puertas aparecían y personas en pijamas y en camisones salían de ellas.

-Niño, por favor guarda silencio y no me molestes -sentenció el hombre y luego desapareció tras su puerta.

Las horas transcurrían muy despacio según el criterio de Trevor. La primera vez que estuvo ahí solamente pasaron dos horas antes de que fueran devueltos a casa. La prolongada estancia ahí solo podía significa que Korrina se encontraba en aprietos y él no podía permanecer más tiempo encerrado con todas esas personas confundidas que no paraban de hacerse preguntas unos a otros. Observó a un joven delgado, cuya túnica daba la impresión de tragárselo, que se encontraba sirviendo bandejas de comida a las personas. Se acercó furtivamente y puso en marcha su plan de escape.

-Disculpa ¿Me harías un favor?

-¿De qué se trata? -preguntó el chico, mientras recogía platos y tazas vacías, sin levantar la mirada.

-Es que estoy aburrido y me preguntaba si podrías llevarme a casa por unos libros. Solo será un momento -dijo Trevor, empleando su mejor tono de niño bueno.

-Escúchame, niño. No tengo autorizado... -El chico flaco alzó la mirada y se encontró con los ojos marrones de Trevor. Poco a poco perdió toda voluntad sobre su mente y Trevor comenzó a controlarlo.

-Ahora vas a usar esa llave, vas a abrir tu puerta y me llevarás con Korrina Falcón.

-¿Quién es Korrina Falcón? -preguntó el muchacho, con aire ausente.

-Olvídalo, solo llévame al pueblo -dijo Trevor.

El chico de la túnica grande tomó su llave e hizo aparecer la puerta. Trevor la cruzó y le arrebató la llave antes de empujarlo devuelta a la sala circular, justo cuando la puerta se desvanecía. Trevor se encontró con una Villa Cristal completamente desierta, y sumado al gris oscuro del cielo, aquello le confería el aspecto de un pueblo fantasma. Ignorando por completo la lúgubre atmósfera y el pesado silencio que ahí reinaba, el muchacho echó a andar de prisa a través de avenidas y callejones, mientras se escurría entre las esquinas y se ocultaba tras las paredes de algún negocio cuando reparaba en la presencia de algún miembro de la ASM, que no eran pocos. Con toda seguridad lo hubieran detenido y se lo hubieran llevado de vuelta al refugio donde seguramente su padre estaría desesperado buscándolo.

Pasar desapercibido era una tarea que lentamente se convirtió en una hazaña digna de un de una sombra, pues los miembros de la ASM eran cada vez más numerosos, lo que a su vez le dio a Trevor una idea de dónde podía estar desarrollándose la acción. Alcanzó el callejón oscuro unos diez minutos más tarde, jadeando y con diminutas gotas de sudor que se deslizaban por su frente. Se ocultó tras unos botes de basura y notó una escena, dónde a algunos de los hechiceros de la ASM se les veía abatidos en el suelo. Observó a Shelby de pie frente a la boca del callejón y a dos horribles criaturas que tenían el aspecto de trolls, envueltos en una maraña de luces de colores. También reparó en la presencia de Korrina, suspendida en el aire gracias a una delgada plataforma de luz, que segundos después se quebró en mil pedazos, dejando a la chica a merced de la gravedad. Trevor, raudo y solícito, concentró su poder mental, lo que le costó una puñalada de dolor en la sien, e hizo que la caída de Korrina fuera frenada. Luego corrió hacia ella sin importarle las miradas de sorpresa que le arranco a los presentes.

-Dios mío, ¿Qué haces tú aquí? -dijo Shelby llevándose una mano a la frente.

Korrina posó suavemente en el suelo, lejos de los dos monstruos que se debatían contra la red mágica que los inmovilizaba. Se acercó a ellos y Trevor notó que sangraba de una herida en el tobillo.

-Oye, tienes una...

-Sí, lo sé. Eh, muchas gracias por salvarme la caída y eso, supongo -dijo Korrina restándole importancia a la cuestión. Trevor sintió que se sonrojaba.

-Oye, ¿Qué hace ese niño? -protestó uno de los hechiceros.

Shelby levantó una mano para silenciarlo y lanzó una mirada envenenada a Trevor, quién sintió que se encogía ahí mismo.

-¿Sabes cuál es el símbolo, Korrina? -preguntó Shelby, al mismo tiempo que hacía un fugaz movimiento de mano, materializándose en sus manos un grueso libro que a duras penas sostenía.

-Creo que sí. Son dos líneas curvas que se entrecruzan, como una equis. ¿Tienes algo así entre las páginas de tu libro?

Shelby hizo volar las páginas del libro a toda velocidad, entornando aquella mirada de lince que Trevor creía que ella poseía. Al poco rato se detuvo y señaló una página con su dedo.

-Oigan, dense prisa. Está oscureciendo muy rápido -apuntó otro miembro de la ASM.

-Sin presiones, querido. Aún tienes tu llave y puedes largarte -dijo Shelby sin apartar la mirada del libro.

Trevor notó que Korrina palideció, se veía agotada y aquel corte parecía drenarle la energía. Shelby aparentemente le leyó el pensamiento y del bolsillo de su chaqueta extrajo un pequeño frasco azul que se lo lanzó a Korrina, quién lo cazó al vuelo.

-Bébelo. Encontrar el hechizo y sospecho que no serás capaz de nada sin no lo haces.

Korrina abrió el frasco y se tomó aquel líquido azul de un trago. Su herida comenzó a cerrarse lentamente, quedando entonces únicamente el rastro de la sangre en su tobillo. A continuación Shelby procedió a recitar el supuesto hechizo en un lenguaje que Trevor no logró descifrar. Korrina lo repitió unos instantes después, con su mano estirada en dirección a los monstruos. Trevor observo como la pequeña libreta saltaba de la bolsa de Korrina, como si tuviera vida propia y se posara en el aire entre ella y los monstruos. Unas líneas de luces dibujaron el contorno del símbolo antes descrito, tanto en una de las páginas de la libreta como en la palma de la mano de Korrina. Finalmente una cuchilla de luz salió disparada de la libreta y redujo a ambas criaturas a meras motas de luz que se fueron apagando poco a poco. La libreta cayó el suelo, cerrada e inerte. Korrina se dobló por la mitad y se sostuvo las rodillas mientras respiraba con dificultad.

-¿Te encuentras bien? -le preguntó Shelby mientras le ayudaba a incorporarse.

-Creo que sí -gimió Korrina.

-Algo viene -vaticinó Trevor y alzó la mirada hacia el cielo, justo cuando un relámpago lo encendía en colores. Seguidamente un trueno hizo retumbar el suelo.

Una brisa que helaba hasta los huesos comenzó a soplar con fuerza, mientras gruesas gotas de lluvia, probablemente del tamaño de una canica, empezaban a taladrar el suelo y los tejados de las casas de Villa Cristal. Entre la maraña de nubes prendidas de fuego se entrevió la silueta de un gigantesco monstruo en forma de mantarraya que se deslizaba de forma amenazante.

-¡Atentos! -gritó Shelby en medio del rugido feroz del viento.

Acto seguido se elevó entre ellos una capa mágica que les brindó protección. Shelby miró a Korrina. Trevor sentió que el corazón se le encogía. La bestia estaba cada vez más cerca, y la masa de nubes a su alrededor adquirió la forma de un lobo con las fuaces abiertas.

-El símbolo, Korrina -ladró Shelby.

-Es su silueta, observa -dijo Korrina mientras señalaba con el dedo al mosntruo, cuyos contornos se iluminaban con cada destello que emanaba de su cuerpo.

Trevor observó nuevamente cómo Shelby recorría las páginas de aquel libro a todo velocidad, con dedos delgados y ágiles.

-¡Lo tengo!

Entonces procedió a entonar el hechizo en aquella misteriosa lengua que Trevor no lograba ententer. Korrina asintió y, con la mano apuntando hacia el monstruo, lo repitió. Sin embargo, no pasó nada. No hubo símbolos brillantes en la mano de la chica, y el monstruo serpenteaba entre nubes sin inmutarse.

-¡Está demasiado lejos! -gritó Korrina -. Debo acercarme.

-¡Ni lo sueñes!

-Nos matará a todos si no lo detenemos.

-Huiremos -declaró Shelby. Los truenos resquebrajaban el suelo y taladraba los oídos de los presentes.

-No permitiremos más destrucción -contestó uno de los miembros de la ASM.

-Haremos un aliado entre todos para que puedas acercarte a una distancia prudente -dijo una mujer de cabello cobrizo -. Pero necesitamos contener la tempestad.

-Yo me apunto -gritó Trevor.

-Es un suicidio, no puedes...

-Hay que hacerlo -la cortó Korrina.

Los hechiceros comenzaron a realizar el hechizo, lanzando hilos de luz hasta que juntos adquirieron la forma de un enorme halcón de más de dos metros de altura. El aliado, de un blanco impoluto, aleteó y desprendido chispas de entre su plumaje. Korrina se montó a su lomo y éste alzó vuelo en un batir de alas, enfrentando el poderoso embite de la tormenta, esquivando rayos y ráfagas de aire y agua. Trevor cumplió con su parte y junto a los hechiceros, forzó su mente una vez más y creó una especie de vórtice que frenó el avace de la criatura, quién ante semejante atrevimiento desató una telaraña de rayos que impactó el escudo de luz. Korrina poco a poco fue engullida por la oscuridad de la tormenta hasta perderse. Fue un momento de tensión fuerte, el monstruo luchaba dentro de aquel vórtice de energía. De pronto Trevor sintió como todas sus fuerzas se escurría como agua entre los dedos. La visión se volvió borrosa, alcanzando a ver únicamente que la Mantarraya se liberaba de su poder mental y arremetía nuevamente contra ellos, antes de ceder a la inconsciencia.

Despertó lentamente y se encontró con dos ojos grises que lo escudriñaban atentamente. Aquellos ojos pertenecían a un muchachito escuálido de cabello rubio ceniza. Trevor casi pega un brinco, de no ser que un potente dolor de cabeza le golpeó sin piedad.

-¡Ya despertó, papá! -vociferó el niño y a Trevor casi le estalla la cabeza.

Observó aquella habitación colorida, con libros y juguetes esparcidos en el piso. No cabía duda de que era la habitación de un niño pequeño fanático de las películas de ficción como Star wars. Al poco rato se abrió la puerta y un hombre alto con barba recortada apareció en el umbral. El niño acudió a él y el lo guío hacia la cama donde estaba Trevor.

-¿Doctor, Rendell? -dijo Trevor, apoyándose en un codo y acomodándose las gafas redondas.

-El mismo que viste y calza. ¿Cómo te sientes? -contestó el hombre, sonriendo de oreja a oreja, mientras tomaba asiento en una silla pequeña que estaba al lado de la cama.

-Bien, creo. Pero, ¿Cómo es posible que usted...? -Trevor se detuvo un momento y miró al hijo del doctor Rendell.

-Me temo que no soy el mismo Rendell que conoces. Y me alegra tener una versión alterna en otro universo, que por cierto, ¿Cómo es él? ¿Cómo le va?

-Una palabra: derrotado -respondió Trevor.

Si aquello no era un sueño, era la cosa más estrafalaria de su vida. En efecto ese hombre no era el doctor Rendell Flick que él conocía, un hombre abatido por la vida, y casi sin ganas de vivir. Este otro Rendell, sin embargo, lucía lleno de vida y radiante, viviendo una vida robada.

-¿Cómo llegué aquí? ¿Dónde está Korrina? ¿Cómo...?

-Bueno, bueno. Detente ahí jovencito. Baja a la cocina a comer algo. Te estaremos esperando y entonces contestaré a todas tus preguntas -declaró el hombre y partió junto con su hijo.

Trevor se tumbó en la cama nuevamente y se frotó los ojos. Asimilar aquello no parecía tarea fácil. Pronto reparó en las sabanas que lo cubrían, con dibujos de astronautas y naves espaciales, y al quitarlas notó que llevaba puesto pantalones de pijama que le quedaban un poco cortos. Se puso en pie y se dirigió hacia la puerta, al abrirla un bonito pasillo le dió la bienvenida. Observó las escaleras y comenzó a bajar lentamente. En el aire flotaba un delicioso aroma a comida y entonces su estómago también despertó.

Encontró al otro doctor Rendell y al niño sentados en la mesa, devorando un plato con huevos fritos, jamón y pan tostado, acompañado con un vaso de jugo de naranja cada uno.

-Te dije que no lo quedaría tan pequeños, papá -murmuró el niño al ver a Trevor bajar.

-¿Te sirvo, Trevor? -preguntó el doctor Rendell.

-Sí, por favor. -Trevor observó la cocina, bellamente decorada y reluciente, con paredes amarillas y dibujos de flores. En el refrigerador había una fotografía que mostraba al doctor Rendell, a su hijo y una hermosa mujer de largos cabellos rubios que sonreía.

-Trabajo para la ASM, por si te lo preguntas. Me dedico al área de anomalías dimensionales -dijo Rendell mientras colocaba el plato de huevos fritos frente a Trevor, quién no pudo evitar lamerse los labios -. He seguido a esa criatura desde que llegó, incluso tenía listo mi plan para atraparla, pero una noche, hace dos semanas, desapareció sin más. Y entonces anoche un fuerte estruendo y un rayo iluminaron el cielo. Me dirigí inmediatamente al lugar y fue ahí donde te encontré... y también al monstruo, pero se alejó demasiado rápido.

-¿Dice que no había nadie más? -preguntó Trevor, mientras se atiborraba de comida.

-Absolutamente. Tengo la teoría de que éste monstruo puede moverse de una realidad a otra, y creo que tú eres la prueba.

-Papá dice que vienes de otro universo. ¿Cómo es? -dijo el chico.

-Se supone que mi familia no debe enterarse de estas cosas, pero ya ves como es Erick, no se le escapa nada -comentó Rendell.

-Muy descuidado de su parte, Doc -murmuró Trevor.

El resto de la comida transcurrió en silencio, salvo por la ola de preguntas que no cesaban por parte de Erick. Ante la urgencia de saciar su hambre, Trevor omitió casi en su totalidad las dudas de aquel niño que ya se le hacía molesto, limitándose a asentir o negar con la cabeza. En cuanto hubo devorado todo el contenido del plato le asaltó un sentimiento de ansiedad, ligado claro está al paradero de Korrina.

-Disculpe, Doc, pero tengo que buscar a mi amiga.

-¿Y vas a ir solo? -inquirió Rendell.

Trevor no dijo nada y observó que el hombre sonreía.

-Bueno, Erick. Ve por la ropa de Trevor al cuarto de lavandería, por favor -dijo el hombre mientras se ponía de pie y se dirigía hacia la puerta de entrada -. Te estaré esperando afuera. Date prisa.

Trevor asintió al mismo tiempo que Erick partía a toda velocidad en busca de su ropa, que no era más que otra pijama, pero más casual. Cuando el niño regresó con su vestimenta bien doblada, subió a la habitación de él y se cambia rápidamente. Bajó a toda velocidad y al salir al patio de enfrente, se encontró a una mujer que llevaba sombrero de paja sobe su cabello rubio y guantes verdes cubiertos de tierra. Estaba arrodillada terminando de podar un colorido jardín.

-Tiene un bonito jardín usted -murmuró Trevor.

La mujer levantó al vista y Trevor sintió una punzada de tristeza, pues a aquella dama ya la había visto antes.

-Ah, hola, querido. ¿Cómo te sientes? -dijo mientras se limpiaba una gota de sudor de la frente -. Rendell me contó lo que sucedió. Es realmente fascinante que vengas de otro universo.

-Ya me siento mejor, gracias. Y sí, es realmente... fascinante.

La amena plática fue interrumpida por el sonido de un claxon.

-¡ Hora de irnos Trevor. No tenemos todo el día! -gritó el doctor Rendell abordo de un Cadillac azul.

-Tengo que irme, señora. Fue un placer.

-Igualmente. Que te vaya bien, corazón -dijo ella.

Erick también se había asomado por la puerta para despedirse de Trevor, agitando su mano cuando este subió abordo del auto.

-Nos vemos, amor. Si todo sale bien, regresaré para la hora de la cena -canturreó Rendell y lanzó un par de besos al aire -. Pórtate bien, Erick. Hasta luego.

La mujer y el niño correspondieron al gesto; ella lanzándole besos al aire también y el niño agitando su mano y gritando un "Adiós, papá".

-Bueno, ¿A dónde quieres ir para empezar? -preguntó Rendell.

Trevor, que iba en el asiento del copiloto permaneció en silencio durante un par de segundos, observando pasar las casas coloridas de aquella parte del pueblo. Le asaltó una duda sobre aquel nuevo universo, que pareció habérsele notado en la mirada.

-Este universo es igual al mío, supongo. Es decir, obedece las mismas leyes de la física.

-Todos los universos obedecen las mismas leyes de la física, salvo unos cuantos, y por supuesto, El Vacío.

-¿El vacío? -quiso saber Trevor.

-Multiples estudios realizados por tu servidor aquí presente, sugieren la existencia de un espacio que sirve como punto de encuentro de todos los universos. Lo llamamos El vacío o la Dimensión Cero. Un lugar que no se sabe a ciencia cierta qué es, pero que según se teoriza, desafía todas las leyes de la física habidas y por haber.

Trevor meditó aquella información durante varios segundos, analizándola y dictaminándo que podría ser cierto, después de todo él estaba en otro universo.

-¿Usted ha viajado a otro universo, Doc?

-La ASM no me lo permite. Hemos encontrado la manera de hacerlo, pero las consecuencias pueden ser devastadoras, así que solamente nos limitamos a estudiar todo lo referente a las diferentes realidades y cómo éstas interectuan entre ellas.

Ya habían llegado al pueblo y pasaron junto a un local que en la realidad de Trevor era la librería de Florencia Bloom, pero que en ese nuevo universo era un café llamado La fonda de Florencia.

-Supongo que su manera de viajar a otro universo es con una máquina con turbinas, ¿No es así? -dijo Trevor.

-Exactamente. ¿Cómo lo sabes? ¿Acaso mi versión alterna también...?

Trevor asintió.

-Solo que a diferencia de usted, él lo hizo de forma ilegal y no salió nada bien el asunto. En parte gracias a él y a mi amiga desaparecida es que yo estoy aquí y ese monstruo anda suelto.

-Creí que esa criatura había salido de alguna dimensión de monstruos -masculló Rendell.

-Fue creada con magia a partir de un dibujo que mi amiga, accidentalmente, trajo a la realidad y que gracias al doctor Rendell de mi universo este y otros monstruos fueron a parar a otros universos. Es preciso encontrar a Korrina, solo ella puede devolver ese monstruo al lugar donde pertenece.

-Vaya rollo más feo. -Rendell negó por lo bajo -. ¿Y tú qué figuras en este teatro?

-Tengo habilidades telequineticas, lo cual me hizo inmune al borrado de memoria de la ASM y enventualmente terminé metido en todo esto.

-Eso es fantástico -exclamó Rendell -. Te pediría una demostración pero veo que aún estás cansado.

Trevor no dijo nada.

-¿Cómo se llama el pueblo en este universo? -preguntó al fin.

-Valle Cristal.

-Genial. El mío es Villa Cristal -dijo Trevor -. ¿Existe una emisora de radio aquí?

Si había un lugar al que podía acudir Korrina, ese era a la cabina de radio de Shelby, suponiendo que ella existiera en aquel universo.

-La de Ángela Leal, ¿Te sirve?

Trevor asintió y entonces el doctor dobló una esquina y condujo despacio hacia dicho lugar. Al llegar notaron que estaba cerrado y al tocar la puerta nadie atendió. Reanudaron la búsqueda, la cual se prolongó hasta el medio día. Rendell surgirió ir a la Fonda de Florencia a recuperar fuerzas. Trevor no pudo declinar la oferta ante la visión de un delicioso plato de espaguetis con bolas de carne que se le había antojado.

El interior del local estaba pintado de rojo y amarillo, y en el aire flotaba un delicioso olor a comida que hizo rugir el estómago del muchacho. No habían muchas personas, salvo una pareja acaramelada, dos chicas con aspecto de colegialas y un caballero con sombrero sentado en la mesa contigua a la que ambos ocuparon, que tenía una hermosa vista del pueblo. Al poco rato se acercó una joven delgada con el cabello atado en un moño y sosteniendo una libreta en sus delicadas manos.

-Buenos días, ¿Qué les sirvo hoy, muchachos? -preguntó ella, exhibiendo una sonrisa de dientes blancos, propia de un comercial de pasta dental.

-A mi tráeme un plato de bistec encebollado con arroz y ensalada -dijo Rendell.

-Espaguetis con albóndigas, por favor -contestó Trevor y se relamió los labios.

-¿Algo de tomar?

-¡Jugo de tamarindo! -exclamó Trevor.

-Una soda bien fría.

-Bueno... Enseguida les traigo su orden -concedió la muchacha y partió hacia la cocina mientras sus tacones hacían eco al caminar.

Tras la comida la búsqueda continuó, pero no había rastro de Korrina.

-¿Estás seguro que ella está aquí? No lo sé, a lo mejor el monstruo no la trajo junto a ti -aventuró Rendell, mientras conducía por las calles del pueblo.

-Sé que está aquí, puedo sentir su presencia -murmuró Trevor. Y era verdad. No lo sabía con exactitud, pero había desarrollado una especie de conexión con la chica, lo que le permitía saber si estaba o no en ese universo.

-¿Vive en el pueblo? En tu universo, claro -dijo Rendell.

-Sí -contestó Trevor, súbitamente emocionado -. Vayamos ahí.

-Tú dices por dónde.

Rendell condujo durante diez minutos hasta alcanzar la colina dónde se alzaba el caserón dónde vivía Korrina, el lugar más apartado del pueblo. Sin embargo, ahí no había nada más que una terreno hostil cercado con una malla metálica, con múltiples letreros que advertían a los visitantes que se alejaran lo antes posible. En el interior del terreno se alzaban cuatro torres eléctricas y en medio un pequeño edificio en forma de cubo pintado de blanco.

-Esta es la central eléctrica -dijo Rendell.

-No lo entiendo -susurró Trevor al bajar del auto, el césped bajo sus pies estaba seco y ni rastro del viejo Olmo que vigilaba la entrada de la casa de Korrina.

-Es justo aquí donde planeo atrapar a la criatura. La central eléctrica también sirve como entrada a la ASM -afirmó Rendell, mostrándole a Trevor una pequeña llave plateada que colgaba de su cuello, un detalle en el que no se había fijado.

-Aqui vivía mi amiga -murmuró Trevor, con mirada ausente.

-Querrás decir en tu universo -corrigió Rendell -. Yo mismo construí esta central eléctrica y no había nada más que un terreno baldío en esta zona.

-Hay que seguir buscando entonces.

-A lo mejor tu amiga no está en este universo.

Trevor miró al doctor Rendell con una mezcla de exasperación y odio al mismo tiempo.

-Le digo que puedo sentir su presencia.

Fue entonces que, para matar el tiempo, Trevor procedió a desglosar toda su historia al hombre, tras haberla dejado a medias durante el trayecto hacia aquel desértico lugar. Entre muchas cosas, el muchacho de gafas redondas, explicó que había desarrollo una especie de conexión psíquica no solo con Korrina, sino también con los monstruos, por lo cual sabía cuándo uno de ellos había penetrado su realidad.

-Confieso que tu historia es más que fascinante, muchacho. Cómo me gustaría tenerte de ayudante en la ASM. Estoy seguro que no habría problema alguno.

-Ustedes no tienen problemas con monstruos interdimensionales -dijo Trevor, mientras se aproximaban hacia un portón cubierto de herrumbre con una cadena igual de oxidada que se enroscaba alrededor y la remataba un enorme candado.

-No, pero serías muy útil -convino Rendell mientras introducía su llave maestra en la cerradura del candado. Las cadenas cayeron pesadamente en el mullido césped y el portón se abrió con un chirrido que desgarró el silencio.

-Oiga, doc, ¿Qué estamos haciendo? Insisto en que debemos buscar a...

-Vaya, no creí que incluso en otro universo mi llave funcionaría -dijo una alegro voz que Trevor supo reconocer de inmediato.

A pocos metros de dónde se encontraba, una puerta dorada se dibujó en el aire y dos figuras emergieron tras el umbral. Shelby avanzaba con su meneo de caderas y tras ella venía Korrina, quién al igual que Trevor, no le sentó nada bien no encontrar su casa en aquel sitio.

-¿Shelby? ¡Korrina! -exclamó Trevor.

-¡Querido! Por Dios, te hemos estado buscando por todo el pueblo.

-Lo mismo digo yo -interrumpió Rendell.

-Doctor Rendell, pero no de nuestro universo -dijo Shelby.

-En efecto. Tú debes ser la versión alterna de Ángela -contestó Rendell.

-Con que así me llamo aquí -murmuró Shelby.

Mientras los dos adultos se ponían al día, explicando las diferencias de sus respectivos universos, Trevor se acercó a Korrina, quién parecía más taciturna de lo normal.

-A mi también me cuesta trabajo digerir la idea de que estamos en otra realidad -dijo él.

-Sí. -Korrina suspiró.

-¿Te pasa algo?

-No... es solo que creí que iba a morir. Subestimé el poder de ese monstruo y puse en peligro la vida de todos ustedes -confesó Korrina, desviando la mirada. Trevor conocía ese aspecto de ella, casi nunca le sostenía la mirada a alguien.

-Bueno ya pasó. Aún tenemos tiempo de arreglar todo este desastre. El monstruo está aquí y solo es cuestión de que llegue la noche para echarle el guante.

Las horas se deslizaron lentamente, desplazando el día hasta que las tinieblas de la noche se derrumbaron sobre ellos. Flotaba en el aire un olor a electricidad, quizás una premonición de que la criatura estaba cerca. El canto de los grillos estaba acompañado por el incesante zumbido que provenía de las cuatro torres. Trevor, Korrina, Shelby y Rendell se habían refugiado en una vieja garita, abandonados al calor de una pequeña hoguera que crepitaba. La temperatura fue descendido poco a poco, mientras una brisa aún más helada soplaba. Al observar el horizonte, Trevor notó como un ejército de nubes reptaba lentamente desde el océano, y un pequeño fogonazo de luz las encendió.

-Ahí viene -suspiró Trevor.

-Todos a sus puestos -indicó Rendell, haciéndome rodar un pequeño cristal amarillo entre sus manos.

Bajaron de la garita de inmediato. Shelby con su libro pesado y Korrina con su libreta que flotaba muy cerca de ella. Rendell les había entregado una especie de traje de látex que se colocaron debajo de la ropa, sirviendo como una segunda piel que les protegería en caso de una descarga.

-Voy a encender las torres -dijo Rendell y lo vieron desaparecer en el interior del edificio blanco. Al poco rato las puntas de las torres se iluminaron y comenzaron a derramar chispas, como una bobina de Tesla.

El firmamento poco a poco se fue cubriendo de nubes negras y los primeros truenos rugieron a lo lejos. Trevor tragó saliva, pues sentía a la criatura cada vez más cerca. El doctor Rendell salió del edificio, blandiendo una sonrisa de triunfo que le confería el aspecto de un maníaco a la luz azulada de la torres.

-¿Todo listo, doctor Flick? -preguntó Shelby.

-Más que listo. En cuanto la criatura aparezca, mi pequeño amigo desplegara una red eléctrica que la atrapará ipso facto -respondió jugueteando con el pequeño cristal entre sus dedos, luego alzó la mirada hacia el cielo y exclamó -: Está vez no te me escapas.

Trevor apretó los puños y entre la oscuridad percibió el miedo de Korrina. De pronto, un furioso relampago los expulsó de su ensimismamiento y con un destello la Mantarraya hizo acto de presencia, serpenteando entre las nubes, sus fieles lacayos. Una lluvia de rayos se desplomé sobre ellos, chocando contra la cúpula mágica que Shelby y Korrina habían hecho aparecer.

-Centerraya, es tu fin -murmuró Trevor.

El viento fuera de la cúpula comenzó a soplar con más fuerza, mientras las gruesas gotas de lluvia acribillaban sin piedad la fachada.

-Que se acerque un poco más -dijo Rendell.

El monstruo estaba enfurecido, el espectáculo de luces que ofrecía, que en otro momento hubiese sido hermoso, advertían que no estaba para juegos. Trevor observó que a Korrina le estaba costando trabajo sostener la cúpula, pues los rayos golpeaban uno tras otros.

-¿Cuánto tiempo más, doc? -preguntó Trevor.

-Solo un poco... -Trevor lo vio dudar durante un par de segundos hasta que finalmente tomó el cristal y lo lanzó al aire, al mismo tiempo que la cúpula desaparecía.

Lo poco que Trevor pudo ver antes de que un rayo impactara muy cerca de él y lo mandara a volar por las aires como una marioneta, fue que las torres respondieron a la presencia del cristal, enviando una red eléctrica que lo sostuvo a flote, y lo mejor, que envolvió por completo a la bestia en una telaraña de luces y chispas.

Los rayos se habían detenido. La criatura yacía prisionera e inmóvil, debatiéndose contra la red de electricidad.

-Es ahora o nunca, señoritas -indicó Rendell.

Shelby recitó el hechizo en voz alta y Korrina procedió a repetirlo. Trevor, aún con calambres en las piernas logró ponerse de pie y observó como un símbolo se dibuja en la palma de la mano de Korrina. El monstruo comenzó a brillar, pero justo cuando parecía que todo había terminado, de su cola lanzó una poderosa descarga que destruyó una de las torres en medio de una explosión de chispas y fuego.

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