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Capitulo 40

Meld estaba harta de todo. Harta de ser un premio para su familia. Harta del calor que hacía en Ciudad Concordia. Y Harta de falsedades; hasta el Gremio, su hogar y razón de existir, le había mentido sobre los salvajes. Y ahora empezaba a estar harta de su querida Tina, pues no paraba de recriminarle lo mucho que parecía haber cambiado en una semana y la forma en que ajustició a Maker.

Había conseguido una buena posición dentro del mercado, para enterarse de los rumores que circularan por la ciudad. Se hacía pasar por una cambista de las que dan fe de los veraces. A su lado un rapsoda declamaba:

—En lo más profundo del bosque

hay una pila de calaveras

un viejo y blanco vestigio

de una muy antigua era

Hubo una sangrienta batalla

que ya muy pocos recuerdan...

Impidiendo que echara una oreja en los puestos más cercanos. Una lástima que su salvajismo impidiera amplificar los sonidos sin que casi le sangraran los oídos. Habían probado a que Tina usara el don, pero por mucha mente íntegra de la rubia que fuera, con los conocimientos de una maga del gremio, su cuerpo continuaba siendo de una maga salvaje.

Movió la medio carcomida mesa que le servía de puesto al lado de un restaurante callejero de sopa de piedra, de la que compró un gran cuenco. Se notaba que era de la barata, ya que estaba muy aguada. A Meld le dio igual; se quería quitar más la sed que el hambre.

«Meld», dijo Tina, «cuida tu bolsa. Esos tienen pinta de ladrones».

«¿Quiénes?», contestó la aludida.

«Esos dos jovenzuelos. Uno se ha quedado en la puerta a vigilar y otro se está acercando hacia nosotras. Un momento, el de la entrada es Lim».

«¿Quién es Lim?».

«El amigo que me ayudó la última vez que estuve aquí».

«No es tan guapo como me contabas».

«Deja las bromas. Acercate y dile...».

*****

—Hola, Lim —saludó Meld al ladronzuelo. Luego bajó la voz casi a un susurro—: Recuerdos de una maga rubia.

El chaval intentó huir, pero la chica le había agarrado la muñeca y canalizado poder hacia su mano, creando una especie de duro grillete. Él respondió con un puñetazo en la cara, que bloquearon los escudos de ella, sacándole un gruñido y haciéndole sangrar los nudillos.

—¿Qué pasa? —preguntó la morena repitiendo lo que Tina le decía mentalmente—. ¿No quieres ganarte diez veraces? Dile a tu amiguito que no se acerque.

Lim le hizo señas con la cabeza a su compinche y luego dijo intentando poner tono de rebana-cuellos:

—Sea lo que sea te costará veinte, voy a estar una semana con la mano machacada.

—¿Y si te rompo la otra?

—Serías muy capaz, pero pienso que tampoco quieres llamar más la atención. Salgamos con tranquilidad y por veinte veraces os diré todo lo que sé.

—Vale, pero ni pienses en dármela o te despedazo...

Lim guio Meld a través del mercado, hasta una obscura y apestosa callejuela, con el corazón palpitando fuertemente. Sin duda era una maga. Aunque estaba acongojado, la rutina del regateo le había salido sin pensar. Se volvió hacia la hechicera y preguntó:

—¿Qué es lo que quieres?

—Saber donde se reúnen los seguidores de Ave de la Noche para escucharla.

—No sé exactamente, pero está por el antiguo mercado de esclavos.

—Claro, es muy de mi tía.

—¿Qué?

—Nada. ¿No puedes ser un poco más preciso?

—Tú solo ve allí y sigue a los grupos de esclavos de distintas casas que se juntan. La verdad es que ni siquiera se molestan en esconderse mucho.

—Raro me parece con lo experta que es en subterfugios Ave de la Noche.

—La verdad es que parece que van provocando, pero nunca se ve a la guardia cerca. ¿Algo más?

—Sí. —La morena dio un pequeño beso en los labios del sorprendido Lim—. De parte de la maga rubia. —Luego le dio el dinero prometido—. Aquí tienes. Antes de que te vayas una última cosa: te aconsejo irte de la ciudad durante unos días, la cosa se va a poner muy tensa...

—¿Tensa?

—Sí, cómo si hubiera una gran destrucción.

*****

Meld esperó en la última fila a que su tía acabara el discurso. Notó como la gente se exaltaba cada vez más mientras Warnä apelaba a una nueva era, sin amos y sin esclavos, gracias al sacrificio de la gente: lo mismo que predicaba en su etapa de Getrale. Pero había añadido que unos nuevos dioses: Bondades, Libertades y Clemencias. Menos poderosos que los tres viejos: Kalata, de la fortuna; Bhougä, del cambio y la guerra; y Zulan, de la ley. Mas serían muchos si ascendían y no solo tres, para poder ayudar mejor, aunque solo serían un reflejo de lo conseguido por la gente misma, no una dávida de los poderosos dioses.

Durante algunos instantes de la arenga, Meld sintió que la magia en el ambiente subía, justo cuando más vehementes sonaban los gritos del público. Al final se quedó en un rincón a que se despejara el lugar. Ave de la Noche le hizo gestos de que se acercara. Una vez estuvo a un metro preguntó:

—¿Qué haces aquí, sobrina? Después de querer escaparte con tanta insistencia ¿vuelves a mí por tu propia voluntad?

—La verdad que ha sido fácil localizarte, con lo que te escondías antes.

—La confianza de Sérpenos en sí mismo y su plan. Espera que el pueblo se levante para dar una gran lección y conseguir sacrificios para invocar algún horror interdimensional.

—¿Cómo Phiorbhnoh-Abe-Mugakh?

—Algo más sofisticado. El muy cerdo tiene razón, el solo puede con cualquier levantamiento.

—Tiene más aliados, híbridos púrpura se hacen llamar. Uno de ellos explotó llevándose las mazmorras del Gremio.

—¿Más monstruos como él? Tenía que ocurrir algún día, pero aquí solo tiene de servidor a uno con dientes de serpiente. No ha contactado con más magos... deben de estar dispersos.

—Muy segura estás.

—Conozco a Sérpenos y es de los que no comparten el poder si no es necesario. Además, conmigo es algo personal... muy personal. Mis espías no me han informado sobre otros magos ni híbridos ni nada... sospecho que deben ser pocos y los tendrá repartidos por otros sitios.

«¿Te fías de ella?», preguntó Tina.

«Sí, por extraño que parezca».

Meld supo que confiaba en su tía de verdad, así que se lanzó:

—Tía, he de reconocer que estoy alterada, tengo cambios de humor que me hacen comportarme caprichosamente y deseo destruir a todos los estúpidos que se interponen en mi camino. Esto es algo diferente a no saber controlar el ansia de canalizar... es otra cosa.

—Quieres vivirlo todo. Además sientes que te pertenece —explicó Warnä—. Esto no es culpa solo de tu salvajismo, hay que echarle la culpa también a tu sangre. También se aprende a controlarlo...

—O acabar como Sérpenos...

—Con ayuda de las Bondades no te pasará.

—No serán muy Bondades si te obligaron a usar un demonio para atraparme.

Ave de la Noche se quedó callada, como si pensara una contestación, en cambio dijo:

—Sobrina, ¿a que has venido?

—A aliarme contigo, pero solo en una cosa: acabar con Sérpenos.

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