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Capitulo 28

El plan de escape a Ave le había servido por los pelos; todo el fanatismo de sus seguidores getralenses se había vuelto en su contra en forma de un cazaherejes dispuesto a todo. ¿Quién le había enseñado ese hechizo suicida? Estaba segura no se estudiaba en el Gremio... ni siquiera lo deberían conocer... Apartó aquella pregunta de su mente, pues ahora tenía problemas más acuciantes.

Tal como le habían prometido, los senderos entre los planos se habían abierto. Justo a tiempo, pues pudo entrar en el portal antes que el mago pudiera llevársela con él. Ya no se encontraba en el mundo que la vio nacer, lo que le causaba cierta desorientación, aunque no era su primera excursión extraplanar. Hacía años que no caminaba entre universos, pues la energía mágica necesaria para que los humanos atravesaran los portales sin acabar churruscados era mucho mayor que la utilizada por las criaturas que se solían invocar. Los aliados de Ave le habían hecho el favor de abrir ciertos caminos, facilitando el paso a todo el que conociera el hechizo. Claro que solo por unos pocos de los millones de mundos que existían, los más cercanos al natal de Warnä.

El apremio por salvar la vida le impidió afinar el lugar a donde abrió la mágica galería. Se encontraba cerca de la linde de un bosque, de plantas muy parecidas a las que conocía, excepto por los colores, que eran mucho más oscuros, y las flores negras. Todas se defendían con largas y puntiagudas espinas, de las que caía una especie de olorosa resina. Ave se cuidó de no tocarlas mientras arrancaba una hoja. Esta, se enrolló en su dedo, clavándole unos pequeños pinchos en el guante. Una vez removida, la maga se olfateó la mano, llegando a la conclusión que aquella sustancia era venenosa.

Necesitaba orientarse, para avanzar en la dirección correcta antes de abrir un portal de regreso. La extraña correspondencia hacía que desplazarse unos pocos kilómetros en un mundo pudieran trasformarse en cientos a la vuelta... y al revés. Que hubiera dos soles en el cielo, uno más pequeño y rojo que el otro, no facilitaba conocer el camino correcto. Las plantas no le habían dado tampoco ninguna información sobre dónde se encontraba. Comunicarse con el Anciano que Habla también tendría una gran dificultad, gastando una gran energía, y no había traído grandes reservas, habiendo dejado muchas en la mansión que acaba de abandonar. Durante unos instantes sopesó el retornar a por ellas, más lo desechó: mejor que continuaran pensando que había fenecido.

De repente, sintió el olor a ozono: ¿Los vengativos entes la habían seguido a aquel plano? Este estaba mucho más cerca de ellos que el suyo, así que debería darse prisa si no quería verse involucrada en un agotador y peligroso combate. Recargó sus acumuladores absorbiendo el poder mágico del bosque a su vera; las plantas se marchitaron en el proceso. Cada árbol le daba muy poco, pero había cientos. La acción seguro que había atraído un poco más a sus sobrenaturales perseguidores, aunque calculó que el riesgo merecía la pena.

Un pequeño escalofrío recorrió su nuca y se le erizaron los pelillos de los antebrazos. Alguien, o algo, había abierto un portal cerca. Notó un deje familiar en la energía utilizada que captó, como una pequeña firma, como un sabor. Ella había robado y canalizado un poder parecido en el pasado, en grandes cantidades. Se acercó, con precaución y los escudos bien cargados, a la zona que de la puerta taumatúrgica, que aunque ya había desaparecido, todavía quedaba su rastro. A lo lejos vio a un hombre, sentado en una piedra y bebiendo de un odre de vino, como si fuera un viajero normal que hiciera un alto en el camino, en vez de estar en un paisaje alienígena.

—Primo Sérpenos —dijo ella al reconocerlo—, si querías salir de merienda podríamos haber quedado en otro sitio.

—Te haces cara de ver, florecilla —contestó él levantándose de su improvisado poyo—. No te enfades con tu amoroso pariente solo porque no esperabas su visita.

—Siempre siguiéndome a todas partes, incluso cuando una mujer necesita estar sola. ¿Sigues espiando a las jovencitas cuando se bañan?

—Ya sabes que no, ahora las mozas hacen lo que quiero cuando lo deseo.

—Pero porque las obligas, no porque lo elijan; sigues sin atraerlas.

—El resultado es el mismo.

—Veo que no has aprendido nada durante todos estos años.

—Alguna cosilla nueva sí que he aprendido. —En la cara de Sérpenos se dibujó una peligrosa sonrisa. Ave observó la zona vigilante, usando el Don, esperando alguna clase de trampa—. Solo tuve que seguir a ese pastelillo hasta tu casa, confiando en tus instintos maternales y sentimentalismos. Luego, vi como te dejabas derrotar por esos aprendices de mago y copié tu hechizo para abrir el portal. Estuve a punto de dejarte marchar y recoger a nuestra sobrinilla, que ya está en su punto. —La mueca de alegría se transformó en una de pura lascivia—. Pero recordé que tenía algunos asuntos pendientes contigo y que seguro que tú estarás más sabrosa.

—¿Qué es lo que quieres?

—¿Tú ya no buscas el despertar? —Hizo una pausa esperando una respuesta que nunca llegó—. Bueno, yo sí, aunque el despertar que me favorezca a mí. Eres de mi sangre, así que puedo compartir el poder contigo: serás mi mano derecha.

—Más bien tu esclava y yegua de cría; a mí no me engañas.

—Sí, necesitaremos elevados de sangre pura para regir nuestro imperio, pero estarás a mi lado como emperatriz, no como una esclava...

—Permíteme que rechace tu oferta, primo. No me interesa reinar...

—Eso es mentira, florecilla. ¿Qué si no te has creado en Getrale? La historia de la valiente y astuta líder del pueblo para combatir la invasión, como las historias románticas que tanto te gustaban. ¿Te crees la fiera Nantis que sangra por su pueblo? Yo seré mejor rey que el tullido de Jówestos... No hay sacerdotes que estén en contra de esta boda. —Sérpenos guiñó un ojo de forma cómplice—. Es más, fundaremos un nuevo clero si hace falta.

—¿Ahora también quieres el lugar de los dioses?

—No, lo que quiero es poder... como tú. —Realizó otra pausa mientras extendía las palmas en dirección a la hechicera—. Tus ojos brillan cuando oyen la palabra: poder. Lo ansías, lo deseas... el mundo a tus pies mientras la magia recorre tu cuerpo... hasta que todo se vuelve blanco y después... —Se limpió la saliva que le resbalaba por la comisura de los labios—. Y después el color que hay detrás del blanco... ese que no puedes ver de ninguna otra forma...

—¡¡¡No soy como tú!!! No soy...—No completó la segunda frase y hubo silencio durante unos segundos.

—¡Oh, sí, florecilla! ¡Sí que lo eres! Pues bien, te contaré un secreto, ahora tengo tanto poder que ni te lo imaginas. —Los ojos de Sérpenos resplandecieron en púrpura, luego todo su cuerpo. De sus manos salieron un millar de zarcillos, del mismo color, que se elevaron hacia el cielo—. ¡Obsérvalo!¡Siéntelo!

—Al final te vendiste a uno de esos seres —dijo Warnä echando un par de pasos hacia atrás—. Hablas de reinar, pero solo eres una marioneta.

—¡No subestimes mi furia! —Esta vez surgieron, desde su espalda y alrededor del suelo que pisaba, solo unas decenas de tentáculos de energía púrpura que casi alcanzaban el medio metro de diámetro. Todos apuntaron hacia Ave y sus extremos se transformaron en unas bocas llenas de dientes dispuestos en círculos y en dirección hacia el centro, que recordaban a las lampreas. Los orificios palpitaban hambrientos, haciendo que los dientes se ondularan como algas marinas.—. Si no te unes a mí... ¡¡¡te devoraremos!!! ¡Y después utilizaré a tu sobrina como me plazca!

—¿Furia? Yo tengo una mejor. —Los ojos de la hechicera también brillaron en púrpura, pero en vez de tentáculos, se vio envuelta en llamas rojas y azules. Las aumentó hasta un tamaño gigantesco, haciendo retroceder a Sérpenos, aunque este no abandonó su sonrisa, como si aquella demostración en respuesta fuera parte de su plan. El olor a ozono en el aire se intensificó. Melodías alienígenas se escuchaban desde ninguna parte. Los cielos se llenaron de relámpagos, recordando a un cristal lleno de rajas. Ave también tenía su propia táctica oculta: su intención no consistía en medir su poder con el de su primo, que sospechaba mucho mas grande que el suyo, sino atraer a los entes que la perseguían. El derroche de poder también ayudaba a debilitar las paredes entre planos. La sonrisa de Sérpenos se hizo más pequeña, aunque seguía mirando curioso y expectante.

—Hagamos un pacto —dijo Warnä—. Te doy ahora parte de mis reservas como prueba de buena voluntad y pactamos otro encuentro en unos días.

Ella apagó las llamas, pero siguió canalizando poder, pero sin utilizarlo para ningún hechizo, solo derramándolo sobre el lugar. Su primo lo redirigió hacia sus acumuladores, más no parecía satisfecho del todo y le contestó

—¿Qué me impide capturarte ahora?

El sonido de garras arañando el metal sustituyó a la música, que fueron eclipsados por un colosal trueno, que reverberó como un triunfal cuerno de guerra.

—¡¡¡Ellos!!! —gritó Ave mientras redirigía casi todas sus reservas hacia su propio cuerpo. Luego se echó correr. Una miríada de inimaginables seres deformes caía desde el cielo, atraídos por la energía mágica con la firma de su odiada Warnä, lanzándose a devorarla con el ansia de la venganza largamente esperada. La hechicera confió en que los entes no distinguen a un humano de otro, guiándose más por sus sentidos taumatúrgicos, y les había dado un buen cebo. Las explosiones se sucedían una tras otra, pero Ave no volvió la vista atrás para saber quien iba ganando la batalla y aceleró un poco más el paso, sin importarle si la dirección era la adecuada...

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