Capitulo 21
El jabalí era un hombre de acción y comenzaba a hartarse de tanto subterfugio. A pesar de estar acostumbrado a la tensa espera antes de la batalla, tanta dilación lo exasperaba. De orígenes humildes, odiaba la mayoría de los sobrenombres que le habían impuesto, excepto el de Jabalí de Aguas Claras. Pensaba que el resto solo componían una larga lista que estiraba el estúpido e innecesario protocolo hasta que sus nudillos se le volvían blancos al apretarlos para aguantarse la furia. Le habían proporcionado un sillón de madera que le iba muy grande, pues era bajito aunque fuerte. El asiento destacaba en el sórdido y casi desnudo subterráneo que habían elegido para la reunión. La malsana humedad conjuntada con los fuertes y desagradables olores le hacían añorar su juventud disoluta antes de volverse lo más parecido a un héroe que se pudiera ser entre los nobles getralenses.
—¿Tardaran mucho en llegar esos magos del Gremio? —preguntó el Jabalí, harto de la espera, a la vez que se atusaba su rubio mostacho.
—Campeón, estas cosas tardan —le respondió el barón Audaz—. Hace poco que llegó el mensajero que habían salido de su campamento.
—¡¡¡En realidad ya estamos aquí!!! —exclamó Kala apareciendo con mucha teatralidad al pie de las escaleras de la entrada.
La docena de guardaespaldas que había en la estancia echó la mano a sus armas, algunos incluso sacándolas de sus vainas para amenazar a la hechicera. Audaz levantó la palma de la mano y pidió calma de viva voz. En esos momentos Hosco se materializó al lado del sillón de madera y dijo:
—Sospecho que tú eres el famoso Jabalí: tenemos una reunión. —Los escoltas se volvieron hacia el mago, que les espetó—: No llevo armas, pero os aseguro que más vale que bajéis las vuestras si no queréis acabar heridos...
—Enfundad vuestras armas —ordenó Audaz—, aquí todos somos amigos. Dama Kala, esto no es lo que habíamos acordado.
—Tranquilícese, barón —contestó la aludida—, a nosotros no nos han seguido...
El noble se puso un poco lívido al darse cuenta de que al que habían seguido era él, aunque se recuperó pronto y se volvió para disculparse hacia el Jabalí. Este le perdonó antes de que hablara agitando la mano en un gesto de "déjalo estar" mientras decía:
—A mí tampoco me gusta el protocolo... pero todavía menos esta clase de sorpresas... —Se levantó del asiento y miró al mago a los ojos—. Bueno, Hosco, o así dicen que te llamas nuestros informadores, sé dónde se encuentra tu presa.
Audaz se mordió los labios con disgusto, no solo se habían saltado todas las normas de etiqueta, negociación y seguridad, sino que ahora se tuteaban como dos destripaterrones en una taberna.
—Pues por eso hemos venido... —replicó el taumaturgo del Gremio.
—Pues ahora mismo se la doy...
—No me joda... me deja ojiplático... sin retorcer el lenguaje ni nada...
—Ni nada... Ave de la Noche se encuentra cerca de una pequeña aldea en la provincia de La Marca Boscosa. —Jabalí ofreció un grueso pergamino enrollado y sujeto con una cinta marrón a Hosco—. Aquí tiene un mapa con la ubicación.
—Muchas gracias.
—De nada.
—Sabes que si es una trampa la cacería será fatal para los cerdos salvajes.
—Por favor, no hace falta amenazar. Ya habrá investigado que soy un hombre de palabra, otra cosa no. —El campeón de Aguas Claras miró, con cara seria, al mago a los ojos. Este le contestó encogiéndose de hombros y aceptando el pergamino. El Jabalí sonrió de nuevo y dijo—: De verdad que necesitamos que nos libre de este problema.
—¿Ave de la Noche no lucha por Getrale?
—Si me permiten —se excusó el Audaz—. Ave ha sido útil para la causa getralense. El golpe en la ciudad dejó a los fedalistrenses en la defensiva y el rey Taisgoe no se atreve a salir del palacio, pero sus salvajes tácticas nos resta apoyos en los países de la zona, incluso entre nuestra propia población... por no hablar de que está consiguiendo convertir el conflicto en una guerra de exterminio.
—Barón, —matizó el Jabalí—, Hosco lo preguntaba si es simplemente una lucha por el poder para el día que Getrale sea libre otra vez. La respuesta es simple: si Ave sigue con sus planes no habrá gente ni país que gobernar cuando la guerra acabe.
—Ya veo —dijo el hechicero—. ¿Cómo ha conseguido la información?
—De dos fuentes independientes, una de ellas de total confianza.
—¿Seguro? No podemos perder el tiempo.
—Le aseguro que ahí estará su presa.
Hosco no se fiaba del todo y se disponía a insistir cuando intervino Kala:
—El Gremio les agradece su colaboración. No olvidaremos su ayuda.
—Que Katala bendiga su misión —replicó el barón.
—Será mejor que acabemos ya esta reunión —habló el canoso—. Muchas gracias de nuevo.
Lo normal es salir en solitario o en parejas —explicó la pelirroja mirando a Audaz con una 'pícara sonrisa—. Así que les dejamos con sus cosas.
—Un placer conocer a gente tan directa —se despidió el Jabalí.
Los cazaherejes se despidieron con la mano y subieron por las escaleras. Cuando se oyó como se cerraba la puerta, Audaz dijó:
—Magos, siempre creyéndose superiores.
—A mi me han caído bien —replicó el Campeón—. Un poco de sinceridad siempre es bienvenida después de tanta reunión con el resto de nobles exiliados. ¿Crees que atraparan a Ave?
—Más nos vale, o la siguiente niña moneda explotará a nuestra vera...
*****
Tina tenia tres preocupaciones: la falta de noticias de Mel, Martel no se despertaba y qué habría ocurrido con el chico que la avisó. Aquel ladronzuelo era guapo, con la misma mirada que Meld, que delataba que había pasado una mala infancia, aunque la maga la tenía ahora más alegre y, desde siempre, los ojos mucho más bonitos. No le gustaba haberle dejado a su suerte, mas parecía que el joven poseía la suficiente inteligencia para no aparecer el día de la emboscada. Se preguntaba si una cita con él apagaría algo su fuego de pubertad y cómo sería la sonrisa cómplice de Martel cuando se diera cuenta, pues de la tríada era el único que se daba cuenta de las cosas mundanas. Por eso era su tutor favorito.
«Todo ha ido bien», le comunicó mentalmente Hosco. «Volvemos a la base».
«¿Has descubierto algo?», preguntó Kala. «¿O otra vez estás perdida en tus pensamientos?».
«Ahora mismo voy», contestó Tina.
«Tienes que ir aprendiendo el oficio, algún día tendrás que interrogar tú a un falsificador o a un hereje. Y recuerda, novata...».
«¡¡Soy una puñetera cazaherejes!!».
«Así me gusta».
Otra preocupación había ganado la preferencia, por lo menos por ahora. Le habían pedido que indagara a ver si los dos gladiadores sabían quién informó a la gente del Jabalí donde se encontraban. Mientras los buscaba, esquivó con un hechizo de "no me mires" a un sanador, pues se habían quejado con vehemencia al no dejarles marchar hasta que acabaran las pesquisas. Aseguraban que su paciente ya había superado lo más grave y que ya no necesitaba de los cuidados de los seis, con que se quedaran dos o tres atendiéndolo sería más que suficiente.
Localizó a los gladiadores repartiendo la comida entre los antiguos niños esclavos. Mientras se les acercaba, se preguntó por enésima vez cómo iba a ganarse su confianza y a sacar el tema sin que ellos se ofendieran. «Empezaré con alguna historia que les emocione», se dijo. «Y luego apelaré a su gran corazón y a su duro origen, como hizo Kala.».
—Buenos días, valientes y aguerridos luchadores de la arena —saludó Tina.
Maza de Hielo saludó con la mano, mientras continuaba llenando los cuencos de los chiquillos.
—Buenos días —respondió Araña volviéndose hacia la maga—. ¿Seguro que no quieres otros trapos? Esa capa negra y esos sosos pantalones no son los adecuados para una radiante jovencita. Podemos decir que te traigan lo que quieras.
—Son las tradicionales del Gremio y mucho mejor que los harapos que llevábamos cuando nos conocimos, gracias. Además, le he cogido manía a la moda local. —La chica se abrazó imitando la vergüenza ante la desnudez arrancando una amplia sonrisa de su interlocutora—. Hmm... ¿Conocéis la leyenda de los duelistas refulgentes? Según la tradición son los primeros en reglamentar los combates rituales como forma de espectáculo.
Araña cometió el error de negar con la cabeza y preguntar:
—¿Es una historia interesante?
—Sí, ¡mucho! Por supuesto los historiadores no se ponen de acuerdo en las fechas exactas, pues como casi todas las costumbres lúdicas en este mundo nació, creció y evolucionó más por casualidades y contingencias que por una intención recreativa. —Los ojos de la gladiadora se agrandaron sorprendida: no había entendido ni la mitad. Sobre todo porque la cazaherejes hablaba a toda velocidad, atropellando unas sílabas con otras—. Sí está claro que hace unos quinientos años ya existía, lo único que sin las armaduras que se usan en la actualidad, pues todavía no se había desarrollado el conocimiento de construirlas. Parece ser que los primeros duelos eran a escudo y espada, y sobre todo por cuestiones de honor y de disputas de tierras. Pero la cosa cambió cuando se dieron cuenta que un gran público gustaba de tales eventos. Así que primero hicieron luchar a los criminales y luego se profesionalizó, eliminándose la obligación de matar. Se pasó a usar armas romas y armaduras ligeras de acero... muy bruñidas, de ahí el sobrenombre de refulgentes. Aunque se ha convertido en un deporte de adiestramiento a las tropas, la variante espectáculo necesita que sus duelistas sean entrenados desde pequeños... un entrenamiento muy duro como supongo que habréis pasado vosotros, bizarros guerreros... Bueno, la leyenda dice que...
—Para —rogó Maza de Hielo—. Si intentas lisonjarnos hemos tenido aduladores mucho más diestros...
—Y que se les entiende mejor cuando hablan —matizó la otra gladiadora.
—Aunque supongo que no conocen tantos datos sobre la historia de "loscombatesritualesblablabla". ¿Qué es lo que quieres? ¿Una demostración privada? ¿Que arañita te enseñe algún trucode belleza?
Tina, con la cara roja por la vergüenza y concentró su mirada en la punta de sus botas nuevas. «Eres una puñetera cazaherejes», resonó en su cabeza con la voz de Kala, aunque solo fuera un pensamiento. Irguió la cabeza y, con lentitud, dijo:
—No, disculpad mi falta de tacto, no pertenezco a la rama diplomática del Gremio. Bueno, ni siquiera soy todavía una verdadera cazaherejes, solo una aprendiza.
—Tampoco hay que ponerse así.
—Y aunque seas una aprendiza —añadió Araña— ya dominas más el Don que nosotros dos.
—¡Muchas gracias por vuestra comprensión!
—¡Venga, joven maga! —exclamó Maza—. ¿Qué es lo que quieres preguntarnos?
«Esto no les pasaba a los grandes generales», pensó Tina. «Como siempre cita el tío Maestre de Batalla: "Cuando falla el subterfugio se pasa a la confrontación directa". Sé sincera, aprendiza de cazaherejes». Luego habló en voz alta:
—Pues... Alguien informó que estábamos aquí a un agente de la insurgencia getralense, y necesitamos saber quién es. —De repente, aceleró de nuevo su discurso, volviendo a atropellar las palabras—: Por ahora no ha hecho ningún mal, incluso nos ha ayudado, pero estamos en una misión secreta y...
—Sí, sí, lo entendemos —cortó Araña temiéndose la marea de verborrea—. Creo que ha debido ser mi amigo que fue a por mis cosas. Nació en Getrale y confía en el Jabalí de Aguas Claras, que está de visita en la ciudad. Es un hombre de honor y un hermano de la arena.
—Te agradeceríamos en grado sumo que no volvierais a contactar con él hasta que nos encontremos lejos de esta localidad...
—No tendrá dotes diplomáticas —se burló Maza—, pero si que sabe hablar finolis...
La chica sonrió mientras los dos luchadores se reían con fuerza, casi sin sonrojarse.
*****
Después de cumplir con la tarea asignada por sus superiores, Tina dejó que los gladiadores siguieran atendiendo a los chiquillos. Se dirigió a la habitación de Martel a ver si había recuperado la consciencia y de paso calmar a los sanadores, dejando claro que aquel que si quisiera marchar podría hacerlo pronto. También les recordó, ya acostumbrada a los usos de Ciudad Concordia, que serían recompensados con una buena bolsa de veraces. Cantidad que sería doblada para aquellos que eligieran continuar con los cuidados del herido. Dejó a los sanadores solos para que tomaran la decisión de quien se quedaría y entró en la habitación de Martel.
El hechicero seguía inconsciente y tembló cuando Tina cerró la puerta. Ella mojó un trapo en agua fresca y lo depositó con cuidado en la frente de Martel. Luego se sentó en una desvencijada silla y le agarró la mano con las suyas y dejó divagar a su mente. Seguía dándole vueltas a quien era más guapo: ¿Lim o Meld? El ladronzuelo tiene esa aura de rebelde y, a pesar de parecer que no come demasiado bien, unos anchos hombros y largos brazos para estrechar con cariño. En cambio Meld guarda una gran determinación y valentía, aunque a veces posee una entrañable blandura detrás de su fachada de maga dispuesta a todo. Pobrecita yo, se lamentaba. Solo me di un par de besos con Moslo, el chaval bajito y fuerte, aquella vez borracha de hongos durante la instrucción... He disfrutado tan poco de la vida, siempre estudiando para dejar en buen lugar al tío y a la familia... Y ahora puedo morir en cualquier momento... Si vuelvo a la Casa Madre no pienso dejar pasar el momento y divertirme como una loca. Meld, ¿dónde estás? Te echo de menos.
«Tina», dijo Hosco usando el Don. «¿Dónde paras?».
«En la habitación de Martel», contestó.
El canoso y la pelirroja llegaron pronto a la sala. Tras unos breves saludos, la aprendiza les informó de sus pesquisas. Aprobaron sus decisiones de no tomar más represalias, pero sí precauciones, y la promesa de más dinero a los sanadores para que se quedaran.
—Así se hace, novata —alabó Kala—. Nosotros también tenemos buenas noticias: nos han soplado donde está Ave de la Noche. Ya puedes ir sacando el Siforoso para comunicarnos con la Casa Madre.
La chica trajo con rapidez el artefacto, deshaciéndose por el camino de los sanadores que querían reclamar sus veraces, recordando que ella no disponía de tales cantidades y desviando la atención sobre Hosco. Confía que el temor al fuerte carácter de él les diera suficiente tiempo para acabar con los asuntos más prioritarios mientras los sanadores hacían acopio de valor.
Después de memorizar el mapa que le enseño Hosco y el resumen de la conversación con el Jabalí, la chica comenzó a manejar el artilugio mágico con prisa y nerviosa, pero se obligó a calmarse y mandar el mensaje metódicamente, como si solo fuera un simple informe rutinario que no quisiera repetir por un fallo tonto.
—¿Estará Meld allí? —preguntó cuando acabó.
—Sospechamos que estará muy cerca —contestó Kala—. Además, no tenemos ninguna pista mejor.
—¿Y Martel?
—Lo tendremos que dejar en alguna otra Casa del Gremio —replicó Hosco—, la que más cerca nos quede.
—Yo me voy con vosotros —dijo Martel, medio incorporándose en el lecho—. No me dejaréis atrás.
—Esta vez no, casi mueres. Has estado inconsciente dos días.
—No importa, tengo que ir.
—Ni harto de aguardiente lo permitiría.
—No lo entiendes. Algo, o alguien, me ha hablado en sueños, y me ha dicho que tengo que ir... o si no moriréis todos.
—Eso es la fiebre y los delirios causados por el veneno. Te han tenido que limpiar la sangre con un extraño artefacto. Has tenido mucha suerte que los gladiadores conocieran a sanadores tan buenos.
—¡¡¡Te digo que alguien poderoso me habló!!! —dijo Martel levantándose de la cama—. ¡¡¡Y que voy a ir con vosotros!!!
Sus ojos brillaron con un resplandor sobrenatural y se puso a vestirse con las ropas nuevas que le habían dejado cerca de su cama.
—Pero ¡piensa! —dijo la maga pelirroja—. La vas a diñar por el sobreesfuerzo... o quedarte postrado para siempre, que es peor.
—No, Kala, ya estoy bien. Los que vais a morir sois vosotros sin mi ayuda... ¡Estoy seguro!
—Pero, Martel, ¿quién te ha hablado? —preguntó Tina.
—No lo sé, pero decía la verdad. Lo siento en mis doloridos huesos.
—¡Eso es irracional! —exclamó el canoso.
—Es mi decisión, Hosco. Me la debes: te salvé del vacío.
—Por eso no te voy a dejar que la palmes tú, solo por un sueño.
—¡No es un sueño!¡Es una advertencia!
La discusión se prolongó durante horas, sin que Martel flaqueara y se tuviera que sentar o cediera a los argumentos del resto de hechiceros. A la mañana siguiente, una vez llegadas las nuevas órdenes desde la Casa Madre, partió a cabeza del grupo.
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