Capitulo 20
—Otros dos hermanos han muerto por tu culpa —acusó Anciano que Habla a Ave.
—¿Qué ha ocurrido? —preguntó Ave de la Noche.
—Los malditos magos del Gremio aparecieron en casa del traficante. Uno de ellos se tuvo que unir al vacío.
—¡Por la sangre de Zulan! ¿Qué hacían allí?
—Persiguen los rumores de asesinos invisibles. Son la tríada que acompañaba a la maga salvaje.
—Diles a tus hermanos que se retiren fuera de la ciudad y esperen por ahora, ya han hecho mucho por el Despertar.
—Proteges a los aliados de la chica porque ella es de tu sangre.
—Velo por nuestros intereses, Anciano. No queremos más bajas. Tus señores estarán de acuerdo cuando les preguntes.
—Ellos, al igual que la orden, sirven al que estaba allí antes del nacimiento del tiempo.
—Antes del nacimiento de este plano, tú que has meditado tanto conoces la verdad.
—El tiempo vino a este plano, pero Él ya estaba aquí, y se tuvo que marchar, pero somos partes de él y nos ama.
—Ni siquiera el concepto Él sería adecuado para referirse a lo que había antes...
—Esa discusión la terminamos hace más de quinientos años, cuando las esclavas del mutismo transcendieron...
—¿La rama femenina de la orden?
—Ellas encontraron un camino para acercarse al que espera, pero solo acercarse, sin llegar a unirse a él. Están con tus aliados. Ellos llegaron cuando quisieron alcanzar la divinidad, sin saber que todavía no poseían todo el poder. Se quedaron en el limbo, pero tuvieron la suerte que ahí estaban muy cerca de Él, que los escuchó, los amó y los nombró hijos predilectos. Nuestras hermanas les sirven allí y los hermanos les servimos aquí.
—En el limbo no, en un limbo. Pero vamos, dejemos a un lado la metafísica y la historia. Que los hermanos en Ciudad Concordia no se arriesguen lo más mínimo. Esperaremos a que esos entrometidos se marchen antes de proseguir con nuestros planes. Hablando de planes: ¿en qué estado se encuentran las sendas oscuras?
—Algunas hermanos ya han recorrido las sendas cercanas, pero todavía no se puede avanzar mucho.
—Bien, ya falta menos para el plan de Getrale. Que el resto de nuestros agentes permanezcan también con un perfil bajo. Insisto: no quiero riesgos.
—Así se hará, informaré a los amos.
—Adiós pues.
En esta ocasión fue el Anciano quien cortó la comunicación. Ave, en lugar de reflexionar sobre los nuevos inconvenientes, la conversación le evocó una serie de fragmentados recuerdos del tiempo que estuvo perdida. No sabía como, pero durante un tiempo se encontró sola, sin su querida y protectora prima Astris; huyendo de la maldición que llamaban el ansia, la necesidad de canalizar cada vez más poder, y de sí misma. Su cordura iba y venía en aquella época, derrochando energía mágica, que casi nunca se acordaba de dónde la había extraído, en vanas demostraciones.
Un día, sin saber como había llegado ni que había hecho, se despertó en una isla perdida, en medio de los descuartizados restos corpóreos de varias criaturas extraplanares y un ennegrecido cráter de impacto. Sus ropas estaban destrozadas, su cuerpo sucio y el pelo convertido en una fea costra. Tenía muchas cicatrices nuevas, y la vieja que le cruzaba el ojo le palpitaba. Se alejó, desorientada, del lugar hasta que llegó a un fresco estanque de agua dulce. Se desnudó y lavó medio inconsciente, durmiéndose en cuanto se relajó un poco. Tuvo sueños intranquilos, poblados de extrañas apariciones, pero los achacó al ansia.
Aprovechando que parecía que había recuperado algo de lucidez, se dedicó a comer y descansar, meditando sobre cómo podría librarse de su enfermedad. Estaba acostumbrada a tener visiones, mas las que se le mostraban en aquella isla eran distintas: hombres y mujeres, vestidos de forma exótica y que denotaban un gran poder, le hablaban desde muy lejos. Como siempre que podía, las rechazaba como espejismos formados por su mente perturbada. Las imágenes se tornaron en promesas de un mundo mejor, con gobernantes justos que regían sobre gente piadosa y solidaria, donde ella disfrutaba del poder sin hacer daño a terceros y sin que la controlara el ansia.
Aquello la asustó, temiéndose un nuevo ataque de algún monstruo vengativo, ya que había dejado atrás a muchos con fieros motivos y muy poderosos durante sus búsquedas de energía taumatúrgica. Sus visiones siempre consistían en escenas de violencia barroca, algunas cometidas por ella, y de entes ajenos al plano de los humanos; todo lo contrario a estas nuevas. Sospechando una trampa, cerró los ojos y agitó la cabeza, para librarse de aquellos pensamientos que no eran suyos. Decidió descansar e ir rellenando sus acumuladores: debía partir en busca de su prima.
Su plan se truncó, pues sin ningún motivo aparente, volvió a perder la noción del tiempo y de la realidad. Cuando la recobró, se encontró en un abandonado monasterio que había pasado por alto en sus días en la isla a pesar de que la magia pura rezumaba de las viejas piedras.
«Este es nuestro viejo hogar», le habló una voz masculina en su cabeza. «El único lugar donde todavía podemos hablar directamente».
—No caeré en tus trucos, Sérpenos, todavía tengo ganas de arrancarte las gónadas.
«No somos ese que llamas Sérpenos, Warnä».
—Qué más da, seguro que quieres comerme... eso si tengo suerte y no quieres torturarme durante eónes.
«No te deseamos ningún mal. Hace mucho tiempo fuimos como tú: ávidos de canalizar para alcanzar la paz, pero es una falsa paz. Te has engañado a ti misma diciéndote que has ascendido, y solo has dado el primer paso... como nosotros. Te podemos enseñar a dominar la maldición».
Ave continuaba sin fiarse. Daba por seguro que aquellas voces pertenecían a algún hórrido ente que deseaba su alma.
«Todavía no me crees, déjame que te enseñe».
Las visiones volvieron con fuerza: el viejo monasterio se veía nuevo y majestuoso, limpio de maleza y con sus fuertes muros en pie. La maga intentó liberarse, rechazando el espejismo.
«No luches, no te haremos ninún daño y conocerás la verdad», rogó la voz.
De repente, a Warnä le inundaron las imágenes y recuerdos de aquella otra gente, que se sucedían a gran velocidad, como si los hubiese vivido hace mucho tiempo y ahora los rememorase. Un grupo de magos, vestidos con ropas parecidas a sus antepasados, derrotaban a un temible enemigo tras grandes apuros y sacrificios, alcanzando nuevas cotas de poder con el cambio llamado ascensión. Sintió felicidad por el triunfo, el respeto por los caídos y curiosidad por su nuevo estado.
Luego, esas mismas personas, y ella acompañándolos por partida doble, caían en la maldición del ansia: la lucha por la búsqueda de más energía mágica, la falsa paz que daba el canalizar esas enormes cantidades, maravillas desechadas por solo un poco más de poder; lucha y arte mezcladas con muerte y creación.
Después se sucedieron las traiciones entre los compañeros: competencia feroz por las grandes reservas de magia pura, juramentos de amistad rotos, amantes tornados enemigos, mezquinas venganzas y ruines mentiras...
Los supervivientes uniéndose de nuevo: vergüenza y perdón, solidaridad una vez recuperado el amor, la búsqueda de una solución, formación de nuevas alianza, cambios en las ropas a unas más sencillas —pero exóticas— para representar que habían roto con el pasado, construcción de una casa para todos que evocaba a un monasterio cuyos muros eran orgullosas piedras...
La búsqueda y la investigación de una cura: pactos con criaturas distantes, no robar sino pedir y compartir, un remedio parcial al tener los magos parte de otros seres viviendo dentro de ellos en una justa simbiosis, una nueva meta que alcanzar, el intento de una ascensión más completa...
Unos terribles descubrimientos: la ascensión había sido incompleta otra vez y los dioses a los que querían unirse estaban viejos y cansados, con su poder disminuido y sin que el poder dado por la adoración de los hombres consiguiera ya el realizar grandes hazañas ni milagros. El viejo panteón necesitaba savia nueva o se diluiría en el olvido, pero ellos no habían podido alcanzarlos, quedándose en un plano a mitad de camino al que llamaron limbo.
No quedó todo en un desastre, pues hicieron un casi todopoderoso aliado, uno que existía antes que su plano de origen y alcanzaron nuevos conocimientos: si querían pertenecer al panteón debían realizar grandes cambios en el mundo, como habían hecho los viejos miembros, que había traído la ley, la guerra civilizada y la fortuna a los hombres. Debían crear un cambio que trajera más bienestar y felicidad. Hubo un momento que alguien pensó que la adoración se podría conseguir a base de terror, pero desecharon la idea con rapidez al recordar la época de las traiciones entre ellos. Un nuevo inconveniente surgió: necesitaban agentes en el ámbito mundano, pues su conexión con su viejo plano solo era grande en aquellas viejas ruinas que quedaban del viejo monasterio, más ahora poseían de una enorme paciencia y por fin habían contactado con ella: una maga con ganas de aprender.
Cuando la vertiginosa historia acabó, una nueva voz se dirigió a Warnä, hablándole a su mente sin que pasara por los oídos: «Te ayudaré», le dijo una voz femenina. «Cuando ascendí dejé atrás parte de mi atada a una criatura que se introdujo en un estado de hibernación. Es mi parte furiosa, pero tú estás acostumbrada a una peor. Tómala».
Ave creyó ver una nube purpura, aunque el sol la cegaba. Mareada por las visiones, hastiada de sufrir el ansia y sintiendo que aquellas voces le contaban la verdad, aceptó aquella unión.
«Ahora ya podrás utilizar tus facultades taumatúrgicas sin hacer tanto daño, disfrutarás de ellas y serás nuestro agente: la fortuna te ha llevado hasta nosotros. Te entrenaremos bien y podrás ayudarnos a trae el Despertar con tu Don.».
Y durante un tiempo fue así y la hechicera experimentó otra vez la felicidad a pesar de que todavía caía en momentos que la furia la dominaba... pero aquellos semidioses no sabían que Warnä se había hecho muchos enemigos poderosos y que siempre estaban buscándola, así que tuvo que aprender a huir y a esconderse, canalizando con cuidado y sin grandes alardes, pues en otro caso llamaría la atención de aquellos seres que solo buscaban la más terrible y hórrida de las venganzas...
Ave apartó aquellos recuerdos y se puso a fabricar nuevas armas mágicas. Por alguna razón que desconocía los entes que ansiaban devorar su alma no la detectaban a pesar de canalizar poder si lo hacía de esa forma. No le importaba haberse rebajado a poco más que una artesana en vez de una maga, pues creía con firmeza que el día que ocurriera el Despertar expiaría sus pecados.
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