Capitulo 11
Ave de la Noche había estado retrasando el encuentro, pues odiaba a aquel demente. Menos mal que sería de forma mágica, así no tendría que encontrarse en la misma habitación que él, ni verlo sonreír. Pensó en que una de sus seguidoras se encontraba en las manos de ese sádico, suspiró con resignación y levantó abundantes protecciones para que no la localizara. Cogió una bola de magnitium macizo, como una manzana de grande, grabada con un intrincado diseño. Ave no necesitaba de un engorroso Comunicador de Siforoso. Ser una salvaje, meditó, tiene sus ventajas... Se acercó la esfera a la boca, canalizó el Don en ella y dijo:
—Primo, he recibido tu mensaje.
—Hola Warnä —se escuchó proveniente del artefacto al cabo de unos momentos.
—Hacía mucho tiempo que no me llamaban así, Sérpenos... y prefiero que tú no lo hagas.
—Te sigues llamando igual, al fin y al cabo significa Buho, y es una Ave de la Noche. A lo mejor prefieres el que utilizabas de niña: Sleiwos, siempre me han gustado las violetas.
—Menos aún. ¡Deja de jugar y dime qué quieres!
—Pero florecilla... sabes que me encanta jugar. Me conoces muy bien.
—Por desgracia. Estoy muy atareada, así que no me hagas perder el tiempo.
—Ah, sí, ahora te has auto ascendido a gran líder rebelde, como una de las heroínas de esos libros que leías desde mucho antes de que te salieran las tetas.
—¡Qué obsesión con mis pechos! Recuerdo que de jóvenes siempre intentabas tocármelos.
Sérpenos soltó un bufido y guardó silencio durante unos instantes antes de continuar:
—Estoy buscando a la hija de Astris, nuestra halcón, sé que se ha vuelto una salvaje... y ha sido capturada. Por casualidad, ¿no sabrás su paradero?
«Se ha enterado muy pronto, también debe tener espías en la Casa Madre... y más arriba en la jerarquía que los míos», pensó Ave. En cambio dijo:
—¿Esa es la maga salvaje que impidió el ajusticiamiento del rey?
—No te hagas la tonta, florecilla. Sabes su valor y que me pertenece.
—Que te la llevaras en cuanto feneció su madre, antes de que ni siquiera dijera sus primeras palabras, no indica que sea de tu propiedad
—Lo dejamos en que tengo un interés muy especial en ella. Más te vale no te interpongas, por mucho que ansíes volver a juntar a la familia.
—Estoy muy ocupada en otros asuntos, pero si por casualidad la encuentro no se la entregaré a uno que se hace llamar serpiente...
—Te han crecido las agallas. ¿Con quién estás aliada ahora, para atreverte a dirigirte a mí de ese modo?
—Con alguien más poderoso que tú... y mejor persona...
—Hablando de mejores personas, ya no te tendrás que preocupar de tu amigo Maaguld, tu sobrina lo convirtió en cenizas, no encontraron ni un trocito de él.
—¿Cuándo?
—Actúas y mientes muy mal. Pues como bien te habrán contado tus espías, justo el día que se elevó.
—¿Ahora lo llamas así?
—Así lo hacían los antiguos. Me gusta más que maldición. Eso me recuerda que todavía me debes mi parte de aquel tesoro mágico.
—Aquel tesoro que investigué yo. Tú solo torturaste a unos pobres archivistas para conseguir la localización.
—Pero no esperaste a mi llegada y partiste en cuando te la dije, chica mala.
Ave resopló con indignación, ya que a cada momento se hastiaba más de la conversación. De nuevo pensó en su seguidora y se decidió sacar el tema:
—Considéralo un pago por todos los años que te ayudé. Una cosa más: suelta a la pobre chica que retienes, por favor.
—¿Qué chica?
—¡Que no juegues conmigo!
—Vale, florecilla, no te enfurruñes... Te haré el favor. Ya no me divierte; tiene esa mirada perdida de demasiado usada... sabes a qué me refiero, ¿no? Así que toda tuya.
—Gracias. Ahora si me lo permites...
—Un momento, Warnä.
—Dime.
—No sé si la tienes, pero te puedo ayudar a convencerla: los dos queremos hacerla una de nosotros...
—¡Tú y yo no somos iguales!
—Por ahora... Bueno, te llamo en unas semanas y seguimos poniéndonos al día: tengo tantas cosas que contarte...
—Preferiría que no.
Ave cortó la canalización del Don en el artefacto, sin esperar la respuesta de Sérpenos, que llegó muy débil:
—De todas maneras lo haré, florecilla.
La hechicera se dirigió a la cocina a preparar un té para relajarse; su pariente siempre acababa poniéndola de los nervios. Cuando tomaba el primer sorbo una voz resonó en su cráneo: «¡¡¡¿CON QUIÉN HABLABAS?!!!».
Ella dejó caer la taza, que se rompió en añicos, y se agarró la cabeza con ambas manos mientras apretaba con fuerza los dientes, hasta que el mensaje paró de retumbar. Cuando el dolor se difuminó un poco, se acercó a su despacho donde sacó de un cajón una esfera muy parecida a la que había usado antes, activándola con un gesto furioso.
—¡¡¡Casi me derrites los sesos!!!—gritó a la bola.
—¡¿A quién crees que te diriges, niña?! —replicó una voz de hombre, muy cascada por el tiempo.
—Con alguien que está encerrado, más muerto que vivo, bajo miles de toneladas de piedra, que nunca podrá volver a pisar la arena de sus antepasados, pues su prisión es la misma cosa que lo mantiene en este mundo. Estoy aliada con tus amos, no soy una vasalla como tú.
—Te dirigirás a mí con los títulos que me corresponden.
—Como desees, Anciano que Habla, sacerdote en jefe emérito de los monjes silenciosos, aquel que dejó marchitar a la orden, aquel que no vio.
—¡¡No te burles!! Mis monjes te sirven porque así lo ordeno.
—No te confundas, me sirven porque así lo han dictado tus amos, que me los han cedido a mí. Si ellos os retiraran su favor, la gran mayoría volveríais al polvo y al olvido. Los pocos jóvenes que os quedan conocen cual es su lugar y cómo restaurar el lejano esplendor. Os toleran, pero ya no os siguen ciegamente. Tú solo eres un triste vestigio de la antigua grandeza, que solo puede escuchar y gritar... causando dolores de cabeza.
—No conoces muy bien a mis señores si crees que les hará gracia que te comuniques a sus espaldas con ese díscolo advenedizo.
—Ya contaba que les informarías de la charla, añade los detalles que Sérpenos busca a la joven salvaje y que tiene planes para ella.
—¿Cuándo la convertirás?
—Eso no entra en nuestros planes, se tiene que unir por su propia voluntad.
—Varios hermanos murieron para capturarla, no puedes dejarla ir solo porque le permitas elegir otro camino.
—No te preocupes, uno de sus guardianes ya se ha ligado a ella, como el otro se ató a mí. No se marchará hasta que la convenza, pero insisto que su elección debe ser libre.
—¿Y si Sérpenos el Entrometido la encuentra y consigue hacerla suya? ¿O si realiza algún otro pacto?
—Pregúntale a tus amos, ellos insistieron en sin coacción, ni rituales de obediencia. No es un sacrificio a la que engañar, ni queremos un simple peón. Yo sola no puedo con el Despertar y no necesito esclavos, sino iguales.
—Llevamos ya mucho tiempo esperando.
—¿A ti que más te da unos pocos años más si has aguardado ya cientos? Seguro que cuando yo muera tú seguirás rumiando planes, sin compañía, rodeado por la oscuridad... Cambiemos de tema: ¿cómo van nuestros asuntos en Ciudad Concordia?
—Nuestro agentes van aumentando su poder e influencia con rapidez, pues los hermanos no fallan. Aunque no entiendo la decisión de empezar por los tratantes de niños.
—A los niños se les puede educar todavía y darles buenos valores morales: serán mucho mejor ejercito que los insurgentes aquí, que sus actuaciones comienzan a perjudicar nuestra imagen: aunque luchemos por una causa justa no podemos perder la batalla de las ideas y la propaganda.
—No me convence, las enseñanzas de los antiguos nos instruyeron en el uso del miedo.
—¿Esos métodos que os hicieron casi desaparecer? No te preocupes, si mi estrategia fracasa podéis volver al viejo estilo. Por ahora lo que necesitamos es más movilidad: ¿cuándo estarán libres las sendas oscuras?
—Libres de demonios, nunca. Los planos donde habitan se encuentran muy cerca del que transcurren las sendas, pueden desplazarse allí sin ayuda.
—Pero ¿cuándo será más o menos seguro viajar por ellas? ¿Puedes consultarlo?
—Los amos dicen que pronto —contestó el Anciano que Habla, tras unos instantes de silencio.
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