DAWSON
¡Por fin puedo continuar con la historia! Aunque no es mi parte favorita debido a que... ¡ejem! En su momento lo sabrán, pero más que nada por la tensión que creció entre Basil y Relda a partir de este momento; empezando porque, cuando los dos entramos a la sala de estar, Mademoiselle iba entrando a la casa y en cuanto nos vio a mi amigo y a mí se quedó estática, como si no esperara vernos ahí, lo cual era muy extraño ya que era nuestra residencia.
Basil miró con suspicacia a Relda y ella sonrió de manera inocente.
—¿Se puede saber a dónde fue, Mademoiselle?
—Lo dices como si hubiera hecho algo malo —respondió ella con dulzura—. Por cierto ¿por qué tanta formalidad? Solo dime Relda...
—Pregunto porque Dawson no me informó que hubiera salido
—Ni siquiera lo sabía —respondí—. Cuando fui a verlo, ella se quedó en la cocina con la señora Judson
—Salí a comprar un poco de queso al Emporio del Queso de Holmestead
Efectivamente, Relda traía una bolsa de papel con el logotipo de la tienda impreso. Aun así, Basil miraba con sospecha a la dama. Me dio la impresión de que mi amigo iba discutir con ella, así que me adelanté ofreciéndome a ayudarle a Relda con sus compras. Ella rechazó con gentileza mi ayuda y se fue a la cocina.
Solté un suspiro de alivio, ignorando la mirada de enfado que me lanzó Basil por "la vía de escape" que le di a Relda. Mi amigo se paró frente a la chimenea, fijando su mirada en el retrato de Ratigan.
—Por cierto, Basil ¿desde cuándo tiene ese retrato de Ratigan? Y lo más importante: ¿por qué? Creí que usted...
—No se confunda, Dawson —respondió mi amigo, tomando su pipa de la mesita junto a su sillón. Lo encendió, le dio unas caladas y soltó una bocanada de humos—. Lo tengo como recordatorio de mi objetivo principal en mi carrera de detective: detener al profesor Padraic Ratigan. Recuerda muy bien que durante años lo he capturado y enviado a la cárcel, pero él logra escaparse y seguir con sus atroces crímenes. El retrato y los recortes de noticia me ayudan a recordar que, la próxima vez que lo enfrente, será la última vez.
—¿Y cómo lo logrará? Usted mismo lo acaba de decir: Ratigan se escapa de prisión cada vez que lo encierra ¿cómo hará para que este enfrentamiento sea el definitivo para derrotarlo?
—Sabe que soy un ratón lógico, desde antes de conocer a mi héroe, Sherlock Holmes; sin embargo, tengo el presentimiento que este caso de los Flaversham será el último
—Ojalá que así sea, amigo mío. Ojalá
La señora Judson entró a la sala de estar trayendo el té y sus bollos de quesos. Detrás de ella venía Mademoiselle Relda. Basil revisó su reloj y soltó una bocana de humo con una expresión de fastidio; al parecer todavía faltaba para que nuestra misión comenzara y tenía algo de tiempo libre, algo a lo que Basil no era muy fanático que digamos; el prefería estar ocupado que estar de ocioso, pero algunos casos —como este— nos lo brindaban.
Relda y yo éramos los únicos que hablábamos, Basil solo nos escuchaba, o era la impresión que quería dar. Lo conocía muy bien para saber que estaba aburrido por tener que esperar a la acción. Y, la parecer, no fui el único que notó su actitud.
—Basil, porque no nos hablas sobre lo que averiguaste de esa lista que el doctor Dawson halló en la juguetería
—Ya se lo expliqué a Dawson
—Pero a mí no
—De nuevo, Relda, esto no tiene nada que ver contigo. Y más ahora que en la noche debemos ir a una taberna vulgar...
—¿A cuál irán? Sabes que puedo...
—¡Absolutamente no! —Basil se levantó mirando molesto a la cantante—. De todos los lugares a los que nunca llevaré a una dama es una taberna de mala muerte como esa
—¡Entiende de una buena vez que no necesito que me protejas! —Relda también se levantó y encaró al detective—. ¡Sabes perfectamente que puedo cuidarme sola!
Los dos se fulminaron con la mirada, a la espera de que alguno de los dos cediera. Ambos eran tercos y, a pesar de que todavía teníamos tiempo, no me iba a quedar sentado a esperar a que alguno de los dos diera su brazo a torcer. Me levanté y me coloqué entre ambos para separarlos y terminar con su actuar infantil.
—Basil, estoy de acuerdo contigo de que ese lugar no es para una dama
—¡Ha! —exclamó triunfante mi amigo
—¿Qué? —chilló indignada la cantante
—Pero, debes admitir que Relda, en verdad, puede cuidarse sola y por lo mismo ayudarnos en el caso
—¡Ha! —ahora Relda exclamó triunfante
—¿Qué? —ahora gritó indignado mi amigo—. Dawson, no hablará en serio
—Sí, y porque ustedes dos, al ser cabezas duras, estarán con su lucha de miradas por quien sabe cuanto tiempo y tenemos una misión esta noche
Eso fue suficiente para callarlos. Ninguno lo ha dicho, pero estoy seguro de que sienten algo uno por el otro, pero el orgullo y terquedad empañan ese hermoso sentimiento.
El reloj de piso dio sus campanadas. Vimos la hora y Basil soltó una exclamación de triunfo seguido por un "¡al fin!".
—Dawson, es hora de prepararnos. Ya que iremos a una taberna que se encuentra en la sección poniente del río debemos disfrazarnos de marineros.
—¿Usaremos los mismos atuendo que cuando fuimos a Mousecliffe para el caso de las gemelas Proudfoot?
—No lo creo. Debemos vernos como unos verdaderos bribones
—Espero que tengas más de un disfraz como ese, Basil —quiso saber Relda—. Claro, si quieres mezclarte con los malandrines de "La trampa de la rata"
Basil y yo miramos boquiabiertos a Relda. ¿Cómo es que ella sabía eso? Y lo más importante ¿cómo supo que era la taberna a la que iríamos?
La cantante se dio cuenta de lo que dijo y se puso nerviosa por unos segundos antes de hablar:
—Al igual que tú tienes tus informantes, Los Irregulares de Holmestead, yo también tengo mis fuentes.
—Pero ¿cómo...?
—¡Tenemos trabajo que hacer, doctor! —me interrumpió ella sin más, luego se volvió hacia mi amigo—. ¿No es así, Basil?
El detective la miró con sospecha, pero no dijo nada más. Puso los ojos en blanco y después me lanzó una mirada molesta por haber hecho que Mademoiselle nos acompañe, pero era mejor dejar que viniera a que nos siga como lo hizo al principio junto con Olivia. Resignado, Basil nos llevó a la habitación donde guarda sus disfraces. Buscó entre las prendas hasta sacar dos conjuntos, entregándonos uno a Relda y el otro a mí. Por suerte había un biombo en la habitación por lo que la cantante se cambió detrás de este.
Al terminar me miré en el espejo: estaba usando un gorro púrpura, un parche negro sobre mi ojo derecho, una camiseta a rayas roja y blanca y pantalones azul marino con un cinturón negro y hebilla dorada. Basil también me había dado un pendiente de argolla dorado, pero no me lo puse, me parecía demasiado.
Hablando de mi amigo, él usaba un sombrero de capitán marinero azul marino, un abrigo largo hasta las rodillas del mismo color y el pantalón también, un suéter gastado color rojo y zapatos negros. Se puso un delgado bigote falso y se pintó una larga cicatriz que le cruzaba el ojo derecho. Nada mal para el maestro del disfraz complementado con las habilidades actorales de mi amigo.
Relda salió de detrás del biombo y su disfraz dejó sin aliento a Basil. Mademoiselle vestía un abrigo negro con botones y detalles bordados de oro en el cuello y las mangas, camisa blanca, pantalón gris oscuro y zapatos negros. Su cabello estaba recogido y oculto en un sombrero de capitán marinero negro, también con detalles de oro. Toda la ropa era de hombre, pero al ser pegada al cuerpo resaltaba su figura, y bastante bien por el rojo en las orejas de Basil. La cantante se dio cuenta y sonrió con picaría.
—Me alegra ver que este disfraz me sienta muy bien. ¿No es así, Basil?
Mi amigo salió del trance y tosió tratando de recobrar la compostura, mientras que yo me aguantaba la carcajada que amenaza con salir al ver su vergonzoso aprieto.
—Bueno, si ya dejaron de burlarse de mí, vayamos a buscar a Toby. Tenemos un caso que resolver.
En la zona costera, la niebla rodeaba el lugar mientras los barcos permanecían anclados en el río y salpicaban suaves olas. En la parte superior de los muelles, Toby estaba sentado allí, meneando la cola, observándonos descender a nuestro destino.
—Quieto Toby, quieto —ordenó Basil susurrando
—Tengan mucho cuidado, Basil —dijo el can, preocupado
—Gracias, Toby. Lo tendremos
Por debajo de los muelles, Basil, Relda y yo caminábamos hacia la taberna "La trampa de la rata" que tenía una lámpara colgada sobre la puerta y al lado de esta el letrero con el nombre del lugar.
—¿Listos? —preguntó Basil, sacando del bolsillo de su abrigo un cigarro y metiéndoselo a la boca
—Sí —respondimos a la vez Relda y yo.
El detective abrió la puerta de la taberna y entramos. Observamos el interior del lugar, escuchando la música que emitía un piano. La taberna era una habitación llena de humo, debido a que la mayoría de los clientes, de aspecto sombrío, fumaban puros o cigarros. Muchas mesas esparcidas aquí y allá, ocupadas por ratones que bebían y jugaban mientras charlaban, susurraban y murmuraban. Al fondo de la taberna había un escenario revestido de cortinas rojas iluminadas con luces. En el escenario, había un alegre pulpo haciendo malabares con tres pelotas de colores mientras bailaba tap. El pianista, sentado en la parte inferior derecha, a los pies del escenario, tocaba alegremente para animar el ambiente y acompañar el acto del pulpo. Desafortunadamente, el publico no disfrutaba del espectáculo; estaban absortos en sus juegos de azar, bebiendo o simplemente sentados y fumando.
La camarera coqueteaba con uno de sus clientes, pero la "diversión" se acabó cuando este hizo un puchero con los labios pidiéndole un beso por lo que ella lo abofeteó y se alejó indignada.
—Dawson. Relda—nos llamó Basil, prendiendo un fósforo contra una columna de madera. Encendió su cigarro, dio una bocanada, expulsó el humo y nos habló en un susurro—. No se alejen. Dawson, recuerde sus interpretaciones de marinero. Relda, no quiero que te apartes de mi lado.
—Tranquilo, estaré bien —aseguró la cantante poniendo los ojos en blanco fastidiada.
El detective metió las manos en sus bolsillos y caminó por el lugar de modo "natural" y lo seguimos.
Un cantinero que limpiaba un tarro cervecero nos notó y levantó una ceja. Basil le dio al encargado del bar un simple gesto con el dedo izquierdo para que nos sirvieran. Relda inclinó la cabeza levantando su sombrero a modo de saludo, teniendo cuidado de que su cabello no se saliera, y yo hice lo mismo.
Caminamos con calma por la taberna en busca de una mesa, pero para nuestra mala suerte los ojos de los clientes estaban puestos sobre nosotros. Cada gánster y matón nos observaba con sospecha, pero cuando algunos de ellos notaron a Relda, y a pesar del atuendo, o lanzaban una sonrisa torcida o se reían por lo bajo; por lo que alcance a escuchar era casi inusual que una mujer viniera a ese lugar.
Seguimos caminando sin prestarle atención a lo que estas personas pensaban de nosotros. De pronto alguien lanzó una daga y esta aterrizó a mis pies, haciéndome soltar un jadeo del susto y retrocediera trastabillando y golpeara por accidente la silla de una mujer vestida de verde jugando póquer con sus amigos. Ella me miró con una expresión molesta en su rostro.
—¡Ay, discúlpeme, señora! —se disculpé quitándome el gorro y saliéndome por completo del personaje. ¡No pude evitarlo! Soy un caballero inglés, e incógnito o no, tenía modales—. No tuve intención de... —no pude terminar porque la mujer le dio una bocana a su cigarro y expulsó el humo en mi rostro, ahogándome—. Le aseguro... —seguí disculpándome tosiendo.
La mujer y sus amigos se rieron de mí. ¡Que impertinentes! Se nota que estamos en un lugar de bajo mundo, donde las personas no tienen modales ni respeto por los demás. Estaba por reclamarles, pero alguien me alejó de ellos tirando del cuello de mi camiseta. Miré sobre mi hombro encontrándome con una mirada de advertencia de Basil. Claro, debía seguir en mi papel o sino nos descubrirán y estaríamos en serios problemas. Nuestra llegada llamó la atención de todos, no debía empeorarlo.
Por fin encontramos una mesa desocupada, al centro del lugar, y los tres tomamos asiento. Basil y Relda observaban el lugar con sumo cuidado, buscando algún indicio que nos indicara que Fidget frecuentaba este asqueroso establecimiento.
—Bien, Relda. Dices que "tus fuentes" te hablaron de este lugar —le recordó Basil—. ¿De casualidad te habrán dicho si Fidget acostumbra venir a este lugar?
—Claro que sí, mon cher détective. Todo lo que tenemos que hacer es ser pacientes
A mi amigo no le agradó eso, pero si había algo que aprendió en todos sus casos trabajando de incógnito era precisamente el ser paciente, porque sabía que tarde o temprano el sospechoso aparecería.
Mientras tanto yo le presté atención al pulpo; su acto era enternecido y el cefalópodo tenía mucha chispa, no entiendo porque los demás clientes no se divertían con su acto. Su espectáculo terminó al mismo tiempo que la música, yo aplaudí con ganas, pero fui interrumpido por el estruendoso abucheo de los bribones. Algunos le lanzaron vegetales, vasos, dardos ¡hasta cuchillos! El pulpo apenas pudo salir del escenario con vida.
En ese momento la camarera que había estado coqueteando con un cliente llegó a tomarnos la orden, Basil de inmediato nos pidió tres cervezas. La camarera estaba por irse, pero mi amigo la detuvo.
—¡Oh! A propósito, linda, me parece curioso el nombre de la taberna. "La trampa de la rata". Que interesante, ¿por qué tiene ese nombre?
—La verdad nunca lo había pensado —respondió ella, genuinamente sorprendida por el tema de conversación—. Supongo que al dueño solo le gustó el nombre y ya
—¿Y cómo es él? Estoy seguro de que viene de vez en cuando a asegurarse de que todo este en orden en su negocio ¿cierto?
—No, nunca viene. De hecho, nunca lo he visto. En su lugar viene su secretario.
—¿Cómo se llama el secretario?
—Capitán Narod
Basil hizo un excelente trabajado disimulando su asombro, aunque yo tuve que hacer un gran esfuerzo para no delatarme. Ese nombre ambos lo conocíamos muy bien porque era "Doran" escrito al revés.
Tal parece que la lista de Fidget nos trajo al lugar correcto, y Mademoiselle nos lo confirmó al decirnos que fuéramos pacientes.
—Ustedes sí que hacen muchas preguntas, señor...
—Capitán Baker, de Blackpool —respondió Basil
—Señor Street, de Southampton —respondí
La camarera iba a retirarse de nuevo, pero Basil la llamó una vez más.
—¡Casi lo olvido! Mis compañeros y yo acabamos de desembarcar y buscamos a un amigo mío. Tal vez lo conozcas, se llama Ra...
De pronto Basil se interrumpió e hizo gesto de dolor disimulado. En su lugar habló Relda.
—Nagitar. El nombre de nuestro amigo es Nagitar
Al escucharla, la camarera y algunos de los clientes que se encontraban cerca nos miraron en shock. Nagitar era el apellido de Ratigan al revés. La última vez que escuche esos "nombres" fue cuando el profesor y el capitán intentaron levantar un motín en el barco donde Basil y yo navegábamos en nuestro viaje en busca de la civilización de los mini gatos.
—Yo... yo... —tartamudeó la camarera
Basil se acomodó en su asiento inclinándose más hacia la pobre mujer.
—¿Eso significa que lo conoce?
—Yo... ¡jamás he oído hablar de él! —y sin mas ella se fue
—Buen trabajo, Basil —felicitó Relda, aunque se notaba a leguas el sarcasmo—. Las cosas hubieran estado peor de haber dicho su nombre real
—¿Y tú cómo supiste que ella reaccionaría así al escuchar "Nagitar"?
La cantante se tensó y sus orejas palidecieron un poco, gesto que no nos paso desapercibido a los dos y por lo que nos miramos con suspicacia: Mademoiselle sabía algo y se notó con la información que nos ha estado proporcionando hasta ahora.
Unos nuevos abucheos se escucharon por toda la taberna y llamaron mi atención. Miré al escenario apenas alcanzando a ver a una lagartija y un sapo salir huyendo del escenario, esquivando los proyectiles de los clientes irritados.
La música sonó más tranquila esta vez, los bribones estaban listos para lanzar más dardos, cuchillos y ¡por Dios! ¡Sillas! Las cortinas se abrieron revelando a una hermosa ratona de pelaje blanco con un lazo azul en la parte posterior de la cabeza, maquillaje de sombra de ojos rosa sobre sus hermosos ojos azules, nariz granate y sus labios pintados de rojo. Llevaba un chal rojo sobre los hombros, falda azul marino y tacones del mismo color a su falda. Mirando a la audiencia, comenzó a cantar.
Yo les pido su atención, oigan mi canción
Todos sufren mucho aquí, aburridos son
Eso va a cambiar, los voy a alegrar
El tono de la música cambió a un ritmo alegre cuando los miembros de la banda comenzaron a tocar. La señorita, que después supe que su nombre era Miss Kitty, comenzó a bailar y todos los hombres empezaron a balancear sus cabezas en sincronía con el ritmo, con la excepción de Basil, que no se inmutó ante el hermoso canto de la ratona. Por mi parte... veía a la dama embelesado y solté un suspiro, como si me hubiera enamorado de ella. No necesitaba mirar a mi amigo para saber que puso los ojos en blanco ante mi actuar. Relda, por otro lado, veía aburrida el espectáculo.
Amigos, ya estoy aquí
La fiesta ya va a empezar
El sueño loco de ayer vendrá
Su amiga quiero ser
En ese momento estaba tan perdido en la presentación de la hermosa Miss Kitty que no presté atención a lo que sucedía a mi alrededor, por lo que Basil me contó después:
Relda miró hacia la barra, llamó la atención del detective tocándole el brazo con el dorso de la mano y luego inclinó la cabeza en dirección a la barra. Mirando en esa dirección, Basil sonrió cuando notó que la camarera le susurraba algo al cantinero. Él observó en todas direcciones asegurándose de que nadie lo estuviera viendo a la vez que sacaba una pequeña botella verde de su chaleco, le quitó el corcho y vertió un líquido rosado a tres tarros de cerveza, haciendo que las bebidas burbujearan.
La cantante y el detective se miraron con una sonrisa; al parecer esos dos sabían más sobre "Nagitar" de lo que la camarera dijo y querían hacernos algo; seguramente drogarnos para después eliminarnos o llevarnos directamente con el profesor. Otra pista que nos señalaba en el lugar correcto.
Regresaron su atención a Miss Kitty, debían actuar lo más tranquilos posible para no llamar más la atención de la que habíamos ocasionado.
Valientes, muy solos están hoy
Yo quiero tenerlos en mi corazón
Amigos son
Basil colocó su mano sobre la de Relda, haciendo que lo mirara sorprendida a su rostro sonriente.
—Buen trabajo, Relda
La cantante le sonrió al detective a la vez que apretaba gentilmente su mano. Por fin Basil aprobaba que ella viniera con nosotros a pesar de los peligros. No obstante, cuando mi amigo regresó su atención al escenario, la sonrisa de Relda desapareció siendo reemplazado por una mirada de culpa.
Tranquilos y beban ya
Disfruten, ya estoy aquí
Lo que les guste tendrán
Su amiga quiero ser
Miss Kitty se retiró detrás de las cortinas mientras el ritmo de la música se hacía más fuerte. Cuando las cortinas volvieron a correrse, reveló de nuevo a la intérprete, pero esta vez sin su chal, sino que ahora usaba un vestido azul cielo, de hombros descubierto, corsé ajustado resaltando el escote de corazón, mangas largas y la falta abierta de la pierna derecha y zapatos de tacón blancos.
Uniéndose a ella, lado a lado, había otras dos ratonas de pelaje blanco que se parecían a Miss Kitty, pero cada una de ellas tenía un lunar debajo de su ojo derecho. Las gemelas vestían atuendos iguales: vestidos rosas, sombreros de plumas y guantes blancos largos.
Amigos, tristezas ya no habrá
La audiencia, al ver a las hermosas ratonas, comenzaron a gritar, animar y silbar. Uno de los clientes trató de subirse al escenario y agarrar a una de ellas, pero dos sujetos lo detuvieron tirando de su ropa hacia abajo. Miss Kitty le guiñó un ojo al ratón que intentaba subirse, pero lo apartó empujándolo con el pie en su rostro.
Las penas muy pronto terminarán
Yo lo sé
Miss Kitty sacudió su cadera a la multitud antes de guiñar un ojo y señalarme a mí (o eso fue lo que a mí me pareció), haciendo que mis orejas enrojecieran por la vergüenza. Las gemelas empezaron a bailar can-can y el público siguió alentándolas.
—¡Servidos, amigos! —volví a la realidad al escuchar a la camarera, trayendo consigo nuestras bebidas y puso los tarros en la mesa—. Y... la casa invita —dijo ella y se fue.
—¡Oh! Aquí son muy generosos —dije agarrando un tarro a la vez que Basil y Relda agarraban los suyos.
La cantante hizo a un lado su cerveza, mientras que Basil inspeccionaba la suya.
—Dawson. —Basil remojó un dedo en su bebida y la probó—. Esta cerveza... ¡No!
—¿Qué? —pregunté, bajando mi tarro vacío—. Esta bastante amarga ¿mh? —comenté, relamiéndome los labios y mirando a mis amigos. Había tomado cerveza antes, pero nunca una como esta. De pronto me sentí de muy buen humor. Solté una risita y regresé mi atención al escenario, levantándome—. ¡Salud, señoras! ¡Salud!
Basil tiró de mi camiseta regresándome a mi asiento.
—Dawson, la cerveza que bebió estaba adulterada, por eso esta actuando así —me explicó mi amigo—. ¡Contrólese! Tenemos que ser prudentes
Por desgracia, la droga tomaba más control sobre mi ser. Me solté del agarre de Basil, me acomodé en mi asiento y empecé a aplaudir ruidosamente a la vez que vitoreaba a las bailarinas.
De nuevo no puse atención a lo que sucedía y Basil también me lo contó:
Mi amigo iba a reprenderme de nuevo, pero se detuvo al escuchar avanzar hacia nosotros unos pasos desiguales. Relda le señaló discretamente con la cabeza hacia donde debería mirar y así lo hizo observando con disimulo sobre su hombro: Fidget había llegado a la taberna.
Una sonrisa de triunfo asomó los labios de Basil.
Tranquilos y beban ya
Disfruten, ya estoy aquí
El murciélago estaba tan concentrado en el acto que no se dio cuenta de que pasaba por detrás de nosotros... y tampoco veía por dónde caminaba.
—¡Ay!
Pisó un agujero con su pata de palo y esta se quedo atorada.
Lo que les guste tendrán
Tiró de su pata de palo y se liberó, pero trastabilló estrellándose contra la barra.
—Vaya, es nuestro amigo, Pata de palo. —murmuró Basil al verlo—. Dawson, Relda ¡oh, ho, ho, ho! ¡Qué suerte! —el detective se volvió hacia mí... pero, yo ya no estaba con ellos—. ¿Dawson? —Relda agarró a Basil de la barbilla haciendo girar su cabeza y mirara al escenario—. ¡Dawson!
En ese momento de descuido de mi mejor amigo —y bajo los efectos del alcohol y la droga— ¡me subí al escenario para bailar con las gemelas!
Tu sueño al fin llegará
Su amiga quiero ser
Relda se rio con ganas de mi acto vergonzoso mientras que Basil se golpeaba el rostro con la mano avergonzado (y yo también, después de que supe lo que hice), en especial porque, después de ser besado en las mejillas por las gemelas, les lancé un beso, giré y caí del escenario ¡aterrizando en el piano destruyéndolo!
¡Ya!
Relda reaccionó antes que Basil; sabía que lo que hice traería graves consecuencias, así que se ocultó rápido debajo de la mesa y él la miró con una ceja arqueada.
—¿Qué estás...?
La cantante lo agarró del cuello de su suéter y tiró de este haciendo que se agachara y se ocultara junto a ella bajo la mesa.
El pianista me miró colérico, y no era para menos, ya que destruí su preciado instrumento. Tomó una tabla de madera, y se preparó para golpearme en cuanto me incorporé, pero caí desmayado sobre el piano esquivando por los pelos el golpe ocasionando que el músico girara por culpa del peso de la tabla y golpeara por accidente en la nuca a un enorme y fornido ratón. El cliente se levantó, agarró del cuello al músico y trató de golpearlo, pero su víctima se agachó a tiempo esquivando el ataque. No obstante, el golpe impactó contra el piano lanzándonos al instrumento y a mí hacia la banda dispersándolos y aterrizando en las mesas de los clientes rompiéndolas y tirando las bebidas y juegos de azar.
El caos azotó la taberna. Los clientes empezaron a pelear, todos contra todos. Esta empeoró cuando algunos clientes sacaron armas de fuego y blanca.
Basil y Relda salieron de su escondite y fueron hacia mí, casi a arrastras, esquivando peleas y ataques. Me ayudaron a incorporarme y el detective golpeó levemente mis mejillas para despertarme.
—¡Dawson! ¡Dawson!
Por fin reaccioné y vi horrorizado el lugar.
—¿Qué? ¿Qué? ¿Q...Qué... Qué? Pero ¿Qué está pasando aquí? ¿Qué?
—Acabamos de ver a... —respondió Basil mirando hacia la barra, pero Fidget ya no estaba. Entre él y Relda me ayudaron a ponerme de pie—. ¡Vamos, amigos! ¡No hay tiempo que perder...!
Una bala paso rozando la oreja derecha de Basil, la disputa en la taberna se estaba agravando. Los tres nos pusimos pecho tierra y nos arrastramos entre el caos hasta la barra. Nos levantamos y nos ocultamos ahí, pero en seguida escuché a Basil exclamar un "¡Ajá!".
—Basil ¿qué...?
—¡Por aquí se fue nuestro amigo! —explicó él
El detective tomó la delantera abriendo una trampilla detrás de la barra y nos hizo señas para que bajáramos por el agujero en una sola fila. Relda fue la primera y yo después. Echando un último vistazo a la atmósfera caótica y violenta, Basil cerró silenciosa y cuidadosamente la puerta por encima de él. Bajamos las escaleras y al llegar al final escuchamos un tarareo; estaba en penumbras, pero pudimos ver a Fidget, que estaba tarareando, acercándose a una tubería iluminando su camino con una linterna.
—Su amiga quiero ser —cantaba Fidget metiendo la linterna dentro de la tubería y entrando en esta. Basil nos hizo un gesto para que lo siguiéramos hacia la tubería, escuchando el tarareo del murciélago viéndolo caminar dentro de la tubería— . Tranquilos y beban ya —Fidget continuó cantando alegremente, sin percatarse de nuestra presencia—. Disfruten
De un saltó, Basil entró de la tubería. Asomó la cabeza y nos dijo:
—Síganme
Como buen caballero inglés que soy, dejé que Relda entrara primero. Una vez arriba, yo también entré. La tubería resultó ser más oscura de lo que pensé.
—¡Cielos, no veo nada! —me quejé
—Dawson, Relda, sujétense de mi abrigo. Yo los guiaré —nos indicó Basil
A Basil se le pusieron las orejas rojas cuando me contó esta parte ya que por la oscuridad no veía absolutamente nada:
Relda trató de agarrar el abrigo de Basil, pero en su lugar agarró su mano, para sorpresa de ambos. Sus orejas se pusieron rojas mientras que las orejas de Basil se tiñeron de rosa, el detective aclaró la garganta levemente. Con ese gesto, la cantante pensó que lo incomodó, estaba por soltarlo, pero, para su sorpresa, los dedos de mi amigo se entrelazaron con los de ella. Nuestra vista todavía no se acostumbraba a la oscuridad, pero Basil supo que el rostro de Relda se acercaba al suyo al sentir su cálido contra sus labios...
—¿Qué están haciendo? —pregunté, interrumpiendo el momento, sin saberlo en ese momento, obviamente.
Ambos se separaron, sintiendo los latidos de su corazones acelerados. Basil carraspeó, soltó a Relda y reanudaron su camino a oscuras. A medida que los ojos de Relda comenzaron a ajustarse a la oscuridad, se las arregló para envolver su brazo alrededor del brazo de Basil, haciéndole sonreír mientras continuaban, pero de pronto notaron que yo iba por el camino equivocado en cuanto sus ojos comenzaron a ajustarse lentamente a la oscuridad.
—¡No, no, no, no, no! ¡Por ahí no! —advirtió Basil—. ¡Dawson, cuidado con...!
Hubo un ruido metálico cuando mi cabeza golpeó algo y grité de dolor:
—¡AAAAAYYYYY! ¡Demonios! —maldije, masajeando cabeza—. Basil ¿sabe usted, a dónde vamos?
—Por supuesto —respondió el detective, continuando con su camino—. A la izquierda... y ahora a la derecha —seguimos un poco más hasta que Basil anunció—. ¡Aquí, doctor!
Finalmente salimos a la superficie, Basil levantó la rejilla, haciéndola crujir. Vimos un montón de cajas y botellas de vino vacías aquí y allá. Mas adelante, vimos una luz proveniente de un barril con una enorme letra R dorada pintada.
—¡Ajá! ¡Al fin, Dawson y Relda! La encontramos: La Guarida Secreta de Ratigan —salió rápido y levantó la rejilla para que pudiéramos salir y añadió—: Y esta más sucia de lo que imaginé.
Basil cerró la rejilla y se adelantó con cautela con Relda y conmigo siguiéndolo. Miramos a la vuelta de la esquina para asegurarnos de que ninguno de los secuaces de Ratigan estuviera a la vista. Pero era extraño, todo el lugar estaba tranquilo y vacío, excepto por la luz que todavía brillaba dentro del barril, lo que significaba que alguien estaba allí.
—Dawson, Relda. La botella —susurró Basil
Basil y yo sonreímos aliviados al ver a Olivia recostada ahí, de espalda hacia nosotros, sana y salva, y corrimos hacia ella. A primera vista, la niña parecía estar bien. El detective trepó al cuello de la botella y tiró del corcho, pero este estaba muy ajustado.
—¡Esta atorado! —gruñó mi amigo y siguió tirando del corcho.
—Olivia —la llamé a la niña tocando el vidrio de la botella.
Olivia miró sobre su hombro ¡pero no era ella! ¡Era Fidget, usando el abrigo que le presté a la pequeña! El murciélago me sonrió burlón y me lanzó un beso.
—¿Pero qué...?
—¡SORPRESA!
En un instante, todo el lugar se iluminó. Basil se cayó del cuello de la botella sorprendido. Ambos miraron alrededor confundidos ¿qué rayos estaba pasando? Todos los matones de Ratigan salieron de sus escondites riendo y aplaudiendo. Llovió confeti del techo, globos flotaron en el aire y se desplegó una pancarta roja con la orilla amarilla que decía «Bienvenido Basil».
Escuchamos unos aplausos, volteamos hacia el barril y vimos nada más y nada menos que al profesor Padraic Ratigan en la entrada aplaudiendo con ganas.
—¡Bravo! ¡Bravo! ¡Que maravillosa proeza! —Ratigan rio maliciosamente bajando los escalones del barril y se acercó a mi amigo. La sorpresa en el rostro de Basil desapareció siendo rápidamente reemplazada por ira. ¿Ahora a qué diablos estaba jugando su némesis?—. Sin embargo, te esperaba quince minutos antes —dijo el profesor con una sonrisa sacando un reloj de bolsillo dorado y "revisando" el tiempo—. He, he, he. ¿Tuviste problemas con la tubería, amigo?
El enfado de Basil ahora fue reemplazado por una mirada tranquila y junto sus manos.
—Mh. Ratigan, nadie puede tener mejor opinión de ti que yo —la calma dejo paso al enfado, y bajo sus manos—. Y creo que eres una vil y despreciable ¡rata de alcantarilla!
Los jadeos de los matones no se hicieran esperar. La cara de Ratigan estaba congelada en una sonrisa. En su diario estaba escrito lo que el malvado profesor sintió cuando su némesis lo llamo rata de alcantarilla: Una parte de él estaba tratando de luchar contra la rabia que se estaba acumulando dentro de él y por suerte era solo una pequeña chispa que fue aplastada instantáneamente como a un insecto.
Cerró su reloj de bolsillo dorado y lo volvió a meter en el bolsillo de su chaleco riendo divertidamente.
—A propósito, Basil. Me gusta mucho tu disfraz —Ratigan agarró una orilla del bigote falso del detective y se lo arrancó haciendo que Basil ahogara un gemido de dolor. El profesor siguió con su burla posando una mano en la barbilla de su némesis para que lo mirara y la otra quitándole e "inspeccionando" su sombrero—. En realidad, sería difícil reconocerte —regresó el sombrero a su lugar, las risas de los hombres del profesor fungían como música de fondo. Se rio empujando la figura de Basil y continuaba burlándose de él—. ¡El gran... —Sofocó una risa—...detective... del mundo ratonil! —Se echó a reír y sus matones se unieron. Se recompuso, miró a su alrededor y dijo—: Oh, casi lo olvido. ¿No se suponía que una hermosa cantante de ópera venía contigo?
—¿Se refiere a mí, profesor?
Basil y yo nos volvimos hacia el origen de la voz. De entre los matones salió Mademoiselle Relda con una sonrisa, pero una que nunca había visto: maligna. Miré preocupado a mi amigo; Basil estaba en estado de shock al ver a Relda acercarse a nosotros y pararse al lado del profesor como si nada.
—¿Relda? ¿Qué...?
Ratigan se rio ante la confusión del detective. Se paró detrás de la cantante, posando sus manos sobre los hombros de ella.
—¿En serio no te diste cuenta, Basil? ¿La razón por la que Relda sabía de antemano sobre la taberna y la confirmación de que Fidget estaría ahí? —una de las manos del profesor se posó en la barbilla de la cantante, quien sonreía con superioridad—. ¡Mademoiselle Relda trabaja para mí desde hace años! Por esa razón desapareció de Bengistan y no la volviste a a ver! Estaba haciendo algunos trabajos para mí. ¿Por qué crees que no fue a visitarte en cuanto regreso sino hasta el día de hoy, que te metiste en mis asuntos?
¡Santos cielos! ¡Esto no podía ser verdad! ¡Esto debía ser una de las estratagemas del profesor! ¡No había ninguna posibilidad de que Mademoiselle Relda trabajara para el Napoleón del Crimen! Lamentablemente, esto era verdad y pude notarlo por la mirada de dolor de Basil. Sabía que él sentía algo por ella y descubrir que todos estos años estuvo coludida con su archienemigo era lo peor que le había pasado en la vida. Bueno, la segunda.
Basil apretó con fuerza los puños, conteniendo su tristeza, y se encaró al malvado profesor.
—Ratigan, oye esto: ¡Tú estarás muy pronto en la cárcel!
—¡Vaya torpe! —exclamó el profesor en la cara de su rival—. ¿No te das cuenta aún? —preguntó sujetando a Basil del cuello de su abrigo levantándolo y sacudiéndolo en el aire— . ¡La mente superior ha triunfado! —anunció triunfante, soltando a Basil—. ¡Yo vencí!
Ratigan rio seguido por sus matones. Basil se estremeció con furia ante las risas dirigidas hacia él, trató de aguantar la humillación, pero fue demasiado; logró romperlo por dentro, desinflando su ego en cuestión de segundos, destruyéndolo por completo. Su cuerpo se desplomó derrotado, ahogándose en las risas. Relda acompañaba las carcajadas, pero por un segundo me pareció ver que en sus ojos no se reflejaba esa malicia y humillación hacia mi amigo.
Ratigan gritó triunfante entre risas.
—¡Soy feliz, muy feliz! ¡Feliz! ¡Feliz! ¡Feliz!
¡Sorpresa!
Debido a que Mademoiselle Relda tiene una pequeña participación en «Basil y la Colonia Perdida» y una mención en «Basil y la Cueva de los Gatos», no se explica cuál es su relación con el detective ni cuál es su papel en las historias, así que me di esta pequeña libertad creativa con el personaje.
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