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7.- La lista

Nota del Dr. Dawson:

Debido a que se recopilaron los recuerdos de la pequeña Olivia, los míos y fragmentos del diario de Ratigan, para comodidad del lector esta parte será narrada en tercera persona.

Nota adicional:

Espero que Basil me permita continuar con la redacción del caso desde mi perspectiva.

Doran vio a Basil perderse entre la avalancha de juguetes con una sonrisa maliciosa y salió por la ventana encontrándose con Fidget.

—¿Por qué sigues aquí, murciélago idiota? ¡Te dije que te fueras!

—No voy a regresar con el profesor solo, yo no quiero ser el que le dé la mala noticia de que Basil nos descubrió —respondió a la defensiva Fidget.

El capitán se pellizcó el puente de la nariz. Ese murciélago cobarde...

—¡Auxilio! —Doran y Fidget vieron el saco moverse y escuchar a la chiquilla pedir socorro—. ¡Tío Basil, auxilio!

Fidget se rio de la niña a lo que Doran lo golpeó con fuerza en la cabeza.

—Deja de perder el tiempo ¡vámonos!

El murciélago masculló sobándose la cabeza. Se colgó el saco y siguió a su compañero, aunque ninguno de los dos se percató del pequeño agujero que Olivia abrió en el saco permitiéndole también ver lo que ocurría.

A pesar de los malos tratos de Doran, Fidget cantó victorioso:

—¡Mecanismos, herramienta, y uniformes! ¡Y chica también! —rio melódicamente al compás de su canción.

El capitán no dijo nada, estaba pensando en cómo explicarle a Ratigan que Basil iba tras ellos sin que lo arrojara a las fauces de Felicia. Mejor que se trague al murciélago idiota... y eso haría.

O eso esperaba.

Dawson, después de que lograra liberarse de la lanza, corrió lo más rápido que pudo hacia la pila de juguetes colapsada en busca de sus amigos.

—¡Basil! ¡Mademoiselle Relda!

—Aquí estoy

El médico volteó hacia su derecha y vio a la cantante salir de entre los juguetes que se encontraban lejos de la pila por donde Basil cayó. Dawson, a pesar de encontrarse atorado en una diana por culpa de una lanza (y se le pasara el aturdimiento provocado por el golpe de la canica), vio a su amigo ir tras los canallas, pero a Relda no la había visto después de esquivar al caballero. ¿Dónde se había metido?

—Querida ¿estás bien? —preguntó Dawson, acercándose preocupado a la dama—. ¿Dónde estabas? La última vez que te vi...

—Sí, estoy bien. —contestó ella de prisa—. Al momento de esquivar ese juguete de caballero no me di cuenta de que estaba cerca del borde del mueble y caí. Por suerte pude sujetarme a tiempo. A propósito ¿dónde está Basil?

Relda vio preocupada el caos de juguetes. Sin más, corrió hacia el desastre. Al irse acercando escuchó una muñeca decir "mamá" varias veces. Entre ella y Dawson movieron un tambor y un barco de juguete, miraron hacia arriba y vieron aliviados a Basil vivo, pero sus orejas palidecieron al ver un pequeño charco de sangre debajo de donde él estaba colgado de cabeza con los pies enredados en la cuerda de la muñeca que decía "mamá" sin parar, y el detective subía y bajaba como un yoyo mientras luchaba por desenredarse, aunque lo hacia con dificultad a lo que Dawson y Relda se percataron de que el detective estaba herido del brazo y del hombro que le goteaba sangre.

Dawson y Relda corrieron hacia él.

—¡Basil! —llamó el médico—. ¡Olivia! ¡Olivia se...!

—¡Sí! ¡Se la llevo! —obvió Basil—. ¡Dawson, demonios! —le gritó en cuanto bajó y estuvo a la altura del médico, aunque fuera unos segundos—. ¡Le dije que cuidara bien a la niña! —lo regañó. Al fin pudo soltarse y cayó de cara al suelo. Se incorporó quitándose de la cabeza la capa Inverness y volvió su atención hacia Relda—. ¡Y a usted le dije que se hiciera responsable de ella!

—¿Disculpa? Es lo que hice desde el principio. —se defendió la cantante

—¡Sí, claro! ¿Cómo es que la perdió de vista? ¿Se distrajo con esas burbujas que aparecieron y que, obviamente, eran una distracción?

Las orejas de Relda se pusieron rojas y esquivó la mirada de Basil. Ella no fue la única que se distrajo con la música de los juguetes y esas burbujas, así que no era por completo su culpa.

Basil miró a Dawson, quien se encogió ante su furiosa mirada. En todos esos años nunca había visto al detective tan enojado.

—¡Se la han llevado ese pequeño monstruo maniático y ese sicario a sueldo! —continuó gritando Basil, pasando junto al médico y a la cantante sin mirarlos—. ¡Pronto estará en las garras de la más depravada mente de Londres! ¡DEBÍ HABERLO IMAGINADO, DAWSON...!

El detective se detuvo al sentir un golpe en el brazo herido. Fulminó con la mirada a Relda, pero ella no lo estaba mirando. Basil se volvió hacia donde ella veía y su ira se apagó al ver cabizbajo a su mejor amigo.

—Uh... ¿Dawson? —el medico no respondió—. Dawson

Relda se colocó detrás de Basil y lo empujó hacia su amigo a lo que él se resistió y la miró confundido. La cantante le hizo un gesto con las manos animándolo a acercarse al médico y hablar con él.

El detective volvió la cabeza hacia su mejor amigo y soltó un suspiro. ¿Cómo era posible que dos años separados hubiera hecho tantos estragos en su amistad? Carraspeó y caminó hacia el médico.

—Eh... amigo, Dawson

—¡Ay, pobre niña! —se lamentó Dawson todavía cabizbajo y sin mirar a Basil—. Debí... Debí haberla vigilado mejor

—No se preocupe, amigo. También es culpa de Relda —Basil recibió un golpe en la nuca por parte de la cantante. Al estar tan concentrado en Dawson no se dio cuenta de que ella se les acercó. Se aclaró la garganta y regresó su atención al médico—. Dawson, amigo mío, le aseguro que esto tiene remedio —le afirmó con una sonrisa, esperando que el ánimo de Dawson mejorara, pero no resultó. Soltó un suspiro y poso una mano sobre el hombro de su amigo, haciendo que el médico al fin lo mirara—. La encontraremos.

—¿Usted cree eso en realidad? —preguntó más animado Dawson.

No era necesario hacer ese tipo de preguntas ya que sabía que todo saldría bien gracias a Basil, pero, por alguna extraña razón, estos dos años separados hicieron que ambos sintieran como si este caso fuera el primero en el que trabajaban juntos.

—¡Por supuesto que sí, doctor! —afirmó Basil, sacando de su bolsillo su pipa y un fósforo, encendiendo este último usando la nariz de un títere—. Hay que pensar, eso es todo —El detective dio unas cuantas bocanadas a su pipa, arrojó el fósforo quemado a un lado y comenzó a caminar, absorto en sus pensamientos.

Dawson y Relda observaron a Basil ir de un lado al otro en silencio. De pronto Relda recordó algo.

—Por cierto, doctor. ¿Qué quería decirnos?

—¿Disculpe?

—Antes de que todo este caos se desatara, usted intentó decirle algo a Basil, pero no lo escuchó —En seguida Dawson lo recordó. Metió las manos a sus bolsillos, sacó una hoja de papel y se lo tendió a Relda. La cantante lo rechazó—. Léalo en voz alta, por favor

—Claro. Veamos... «Trae lo siguiente: Herramienta. Mecanismos...»

—¿Qué?

Basil se detuvo al escuchar a Dawson y se acercó rápidamente hacia ellos a la vez que se retiraba la pipa de la boca.

—«¡Chica!»

—Trae lo si...

—«Unifor...»

El detective le arrebató la lista al médico y la revisó rápidamente. La emoción se reflejó en su rostro.

—¡Dawson, lo felicito! ¡Está lista es precisamente lo que necesitamos!

Basil corrió hacia la ventana, pasando rápidamente junto a Dawson y Relda.

—¿Qué? ¿Qué?

—¡Pronto! ¡Volvamos a Holmestead! —dijo Basil recogiendo su cervadora y saltando sobre un par de juguetes de camino hacia la ventana por donde Fidget intentó escapar y vio a Toby. 

La última vez que Olivia estuvo tan asustada fue cuando su madre enfermó, le aterraba que nunca más la volviera a ver y desgraciadamente eso fue lo que sucedió. ¿A dónde la llevaban esos malvados? ¿La llevarían al mismo lugar donde tenían a su padre? De ser así ahora sí estaría a salvo porque lo tendría a su lado, pero ahora el problema sería cómo escapar.

«Por favor que el señor Basil nos rescate pronto.» pedía la niña en silencio para sí.

Sin previo aviso soltaron la bolsa y Olivia cayó sobre las herramientas y mecanismos que había dentro del saco. Esta se abrió y la sacaron con brusquedad tirando del cuello de su vestido. Levantó la mirada encontrándose con ese feo murciélago. Intentó patearlo para soltarse, pero ese maleante lograba hacerse a un lado.

—¡Deja de jugar con la niña y tráela aquí, Fidget! —ordenó alguien a gritos

Esa no era la voz que se llevó a su padre. Miró hacia donde el murciélago la llevaba y vio que la llevaba ante una rata... no, un ratón enorme. Su padre le dijo que una manera de diferencia a un ratón de una rata era el tamaño y la cola. Es verdad que era enorme, como una rata; pero su cola... sí, era más grande y gruesa, pero no era rosada, sino grisácea como su pelaje.

El enorme "roedor" (Olivia todavía dudaba sobre qué era) le hizo un gesto al murciélago para que se detuviera detrás de él. Fidget le cubrió la boca a la niña con una mano en cuanto el roedor abrió una puerta con cerrojo y barrotes en la ventana.

—¡Ah, señor Flaversham! —dijo el roedor a modo de saludo, entrando al lugar

La niña no podía ver a su padre porque ese sujeto era tan grande que abarcaba toda la puerta y le impedía ver el interior. El gran malo se hizo a un lado, pero cubrió la puerta con su capa.

—Permítame presentarle... a su bella hija —bajó la capa, ahora sí permitiendo a padre e hija mirarse.

—¡Olivia! —gritó sorprendido y emocionado Hiram, levantándose de un salto

—¡Padre! —gritó emocionada la niña. Intentó acercarse a él, pero Fidget la sujetaba con fuerza de los hombros, así que le dio un fuerte pisotón a su único pie y se liberó corriendo a los brazos de su padre—. ¡Oh, papi! Creí que jamás te encontraría

Hiram le limpió las lágrimas a su pequeña y la abrazó con dulzura.

—Ya, ya, ya, mi pequeña. Estoy bien —depositó un beso en la frente de su hija—. Estaba tan preocupado por mi niñita

En la puerta Fidget fingía arcadas ante la escena, a lo que Ratigan lo pateó en la cara sacándolo de la celda-taller. Dejó a los Flaversham tener unos "minutos familiares" hasta que le pareció que fue suficiente.

—¡Oh, cuanta ternura! —dijo el profesor en un falso tono enternecido—. ¡Oh, es una conmovedora reunión! —sacó un pañuelo y fingió secarse las lágrimas. Lo guardó, se acercó a los Flaversham y agarró el brazo de Hiram—. Ahora... vámonos, pequeña —apartó el brazo del juguetero, rompiendo el abrazo y los separó.

—¡No, por favor! —suplicó Olivia, resistiéndose a ser alejada de su padres de nuevo—. ¡Padre!

Ratigan chasqueó los dedos y Fidget regresó a la celda-taller. Agarró a Olivia del cuello de su vestido y la sacó a arrastras del lugar mientras que su jefe sujetaba, sin esfuerzos, al pobre Hiram del cuello de su camisa. Tal era la fuerza del profesor que levantó del suelo al pobre juguetero.

—¡Olivia! ¡Oh, por favor, profesor!

—No se apure. Fidget la va a cuidar muy bien —aseguró el profesor, pellizcándole una mejilla a su desdichado prisionero. Su tono compasivo cambió a uno amenazante—. Claro ¡siempre y cuando no haya mas retrasos!

Soltó a Hiram y este, casi corriendo, regresó a su espacio de trabajo.

—Sí, sí. Te...te... terminaré —prometió el juguetero, levantando una herramienta y una pieza mecánica—. ¡Pero, por favor, no haga daño a mi hija!

—Eso depende de su trabajo, Flaversham —Ratigan caminó a la puerta de la celda-taller—. En un rato le traerán más materiales para su trabajo

—Sí, profesor

—Ya sabe que su trabajo asegurará la seguridad de su pequeña ¿sí?

—S... sí, profesor

—Bien —tomó la perilla de la puerta y empezó a cerrar lentamente la puerta—. No olvide: debe terminar... ¡esta noche! —y cerró de un portazo.

Mientras Ratigan amenazaba a Flaversham, Fidget arrastró a Olivia hasta una botella de vino vacía y ella se resistía.

—¡No! ¡Suélteme! ¡No quiero ir con usted!

Fidget empujó a Olivia dentro de la boca de la botella solo hasta la mitad de su cuerpo.

—¡Ya cállate! ¡Ahí te quedarás! —dijo el murciélago mientras tomaba el corcho y lo empujaba contra el trasero de la niña, metiéndola por completo en la botella.

Olivia se hincó y golpeó con sus pequeños puños el vidrio de la botella.

—¡Auxilio! ¡Déjenme ir! ¡Auxilio!

—Grita cuanto quieras —se burló Fidget. Le sacó la lengua a la niña, haciéndola callar, y se alejó feliz.

El murciélago fue hacia donde estaba el profesor revisando el contenido del saco con alegría.

—¡Ah, los uniformes! —dijo con deleite sacando uno de los uniformes robados de la juguetería—. ¡Oh, Fidget! ¡Sabía que podía confiar en ti! —Metió la cabeza en el saco riéndose alegremente, sacó la cabeza y preguntó sonriente—: A ver ¿no olvidaste nada?

El murciélago rio antes de contestar.

—No, profesor. Traje lo que me pidió. Todo lo de la lista —mostró el bolsillo de su ala y descubrió que la lista ya no estaba—. Oh, oh —murmuró asustado Fidget abriendo más su bolsillo.

Ratigan al escucharlo, desapareció su sonrisa y frunció el ceño.

—¿Qué ocurre?

—Eh... la lista. La lista... —Fidget se revisó el cuerpo buscando ese papel

—¿Dónde está la lista? —preguntó enojado el profesor

—¡Ay sí, la lista! ¡Sí, sí, sí, sí! Pues verá... estaba... estaba en la juguetería, juntando los uniformes, cuando de repente oí ¡AUUUUUU!

—¿No has terminado? —preguntó Ratigan frotándose una ceja.

Fidget imitó a un perro jadeando. Se incorporó y continuó su historia.

—Llegó un perro ¡corrí! —dijo fingiendo correr—. Traía puesto un gorrito de bebé —se ató las orejas a la barbilla—. La chica en el saco y a Basil de... de... de... detrás de mí

—¿Qué? ¿Basil está en esto?

—¡Ay! Pe... pe... pero ¡no fue mi culpa! —Fidget negó enérgicamente la cabeza liberando sus orejas—. No estaba solo ¡el capitán Doran estaba conmigo!

—¿En serio? —preguntó sarcástico Ratigan—. Si eso es cierto, entonces ¿por qué Doran no esta contigo entregando los materiales que específicamente te ordené a TI traer?

Fidget miró a su alrededor y gritó al ver que, en efecto, el capitán no estaba. No lo entendía, Doran estaba con él cuando entraron a la guarida. ¿En que momento...? Escuchó unas pisadas rítmicas detrás de él, tragó saliva y se volvió hacia su jefe que estaba claramente molesto y movía con impaciencia un pie. Al no saber que decir, Fidget se rio con nerviosismo.

—Con que Basil esta en esto ¿cierto?

—Eh... sí

—Mh... —el profesor estuvo tranquilo, pero solo unos segundos—. ¡Pedazo de murciélago...!

Fidget se estremeció y se escondió en sus alas mientras su jefe se alzaba sobre él. Ratigan jadeó cayendo de rodillas, agarrándose el pecho gimiendo y gruñendo tratando de contener la rabia que se acumulaba en su interior. Su rostro se puso rojo, listo para explotar en cualquier segundo... Pero luego se calmó, su rostro volvió a su color normal, rio entre dientes e inhaló profundamente.

—¡Ah, mi querido Fidget! —dijo el profesor con afecto. Tomó al murciélago en sus brazos y lo cargó como si fuera un niño pequeño—. Mh, has estado de cabeza un largo rato — dijo eso último dándole un pequeño toque en la nariz a Fidget.

—¿Entonces no está enojado? —preguntó Fidget riéndose aliviado y abrazando por los hombros a su jefe mientras Ratigan caminaba hacia la parte trasera del barril-salón principal—. ¡Pues me alegra que no lo esté!

De repente se escuchó el tintineo de una campana seguido de gritos de horror: Fidget estaba siendo sostenido por Felicia y revoloteaba tratando de huir. La gata sonreía mientras abría la boca, lista para devorarlo.

—¡Ay no, no, no! ¡No lo hagas! ¡No lo hagas! ¡Bájame! ¡Bájame! —Fidget se las arregló para escapar de las fauces de Felicia a pesar de su ala rota— ¡Ay, ay, ay! ¡Déjame!¡Suéltame! —la gata lo tomó en el aire y se lo metió a la boca. Fidget forcejeaba desde el interior de la boca de Felicia y gritaba con voz apagada — ¡Ay, ay, ay! ¡No, no, no! ¡Mi ala! ¡Mi ala! ¡Me lastimas mi alita! ¡Mi alita!

Mientras Felicia intentaba comerse a Fidget, Ratigan estaba recargado en una botella verde de vino vacía y se masajeaba las sienes.

—¡¿Cómo se atreve Basil a meter la nariz en mi maravilloso plan para causarme problemas?! —dijo furioso el profesor sujetándose la cabeza con frustración

—¡Déjenme salir de aquí! —suplicó Fidget revoloteando dentro de la boca de Felicia, logró abrir las fauces de la gata con el pie y la pata de palo, y aleteó tratando de huir—. ¡Ay, ay! ¡AUXILIO! —imploró el murciélago, pero Felicia lo metió de nuevo a su boca con un dedo.

Ratigan miró su reflejo en la botella y refunfuñó:

—Puedo ver esa sonrisa burlona en su fea cara —se golpeó la cabeza dos veces contra el cristal, haciéndolo tintinear y se agarró la cabeza con dolor—. ¡Uh! —Felicia maulló siendo una señal de que una maligna idea apareció en la retorcida mente del profesor. Quitó las manos de su cabeza sonriendo de manera siniestra y rio—. Sí. ¡Sí, puedo verla! —se volvió hacia su gata, todavía riéndose, y le ordenó dulcemente—: Felicia, suéltalo

—¡Ay, por favor! ¡Ay, déjenme salir de aquí! ¡Por favor!—seguía suplicando el murciélago dentro de la boca de la gata.

Felicia frunció el ceño decepcionada de perder su bocado, la pata de palo de Fidget sobresalía de su boca. La gata lo escupió y el murciélago aterrizó en el suelo con un gruñido. Fidget terminó con una forma tosca; su cuerpo estaba retorcido, sus orejas tenían agujeros y su lengua colgaba de su boca. Sonriente, Ratigan levantó a su secuaz sujetándolo de las mejillas.

—¡Fidget, mi simpático maniático! ¡Tú me has ofrecido una singular oportunidad! — soltó al murciélago dejándolo caer al suelo sin cuidado—. ¡Pobre Basil! —se burló con tristeza antes de que su rostro se volviera malvado emitiendo una sonrisa maliciosa y dijo riéndose—. ¡Le reservo una gran sorpresa!

Dejó a Fidget en el suelo y se encaminó a su salón principal cuando vio a Doran sentado tranquilamente en los escalones del barril.

—Vaya, vaya. Doran. Con que aquí estabas

—Acabo de llegar, profesor —contestó el capitán, poniéndose de pie

—Mh, ya veo. Sabes, Fidget me dijo que estabas con él mientras hacia mi encargo y en el proceso apareció ese miserable detective de segunda y lo persiguió.

—¿En serio? ¡Vaya! —el capitán hizo un gesto dramático—. En verdad no se le puede confiar nada a ese murciélago

En su acto dramático, Doran le dio la espalda a Ratigan y el profesor se dio cuenta de que la parte inferior de la chaqueta de su segundo estaba rasgada y le faltaba un gran pedazo. El profesor le quitó de un jalón la prenda de ropa a Doran y cuando el capitán se volvió sorprendido por el actuar de su jefe el profesor le puso en la cara la chaqueta.

—¿Me puedes explicar qué es ESTO?

El capitán Doran miró incrédulo su chaqueta. Cuando se la puso estaba completa, ¿cómo era posible...? Sus orejas palidecieron al formarse una idea en su cabeza: cuando le quitó su arma a Basil en Holmestead. Ahora que lo recordaba sintió un tirón de su prenda al momento del rápido forcejeó entre ambos. ¡Ese maldito detective! Así lo encontró en la juguetería junto con Fidget. Había ido a ese lugar para asegurarse de que el inútil murciélago hiciera bien su trabajo¡nunca imaginó que le brindaría una pista a Basil para encontrarlos y tratar de arruinar los planes de Ratigan!

—¿Y bien? —insistió el profesor.

Las orejas de Doran se pusieron tan pálidas que casi se volvían blancas. En todo ese tiempo al servicio del profesor Padraic Ratigan nunca había cometido un error tan grave como ese. Ratigan metió una mano al bolsillo donde guardaba la campana de Felicia y Doran sintió que en cualquier momento se desmayaría. Al ver su reacción el profesor se echó a reír, dejando desconcertado al capitán.

—Admito que un error como este te llevaría directamente a las fauces de mi querida Felicia. Pero, como se lo dije a Fidget, me has ofrecido una singular oportunidad y estoy seguro de que la "distracción" podrá ayudarnos. ¿O no esta con él?

—¡Claro que sí, profesor! —aseguró, casi gritando, Doran—. Después de que.. fallé en secuestrar a la niña Flaversham fui a buscarla y la envié de inmediato con Basil.

Magnifique —Ratigan rio. Revisó la hora en su reloj de bolsillo dorado y se volvió hacia el capitán—. Estamos a muy buen tiempo. Basil llegará antes de que pongamos mi plan en acción y así podré darle su gran sorpresa —guardó su reloj y le sonrió a Doran—. ¿Crees poder contactarte con la distracción? Necesito que le digas que no le impida a Basil seguir la pista que Fidget les dejó. Al contrario, que lo ayude.

—Entendido, profesor

—Y Doran... No más errores

—No, profesor

El capitán se fue. Ratigan entró a su salón principal (que estaba vacío) a poner manos a la obra.

Esta vez Basil de la Calle Baker no arruinará sus planes.

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