Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

4.- Capitán Doran

BASIL

La última vez que tomé la pluma y escribí yo mismo mis casos fue cuando Ratigan secuestró a Dawson en nuestro viaje a México y el profesor se alió con el cruel dictador, El Bruto; afortunadamente, Dawson sigue aquí conmigo, y la niña sano y salvo en Holmestead, pero habrá ocasiones (como esta) en las que yo mismo tendré que escribir algunas líneas.

Escuché con atención y sumo cuidado la historia de la señorita Olivia Flaversham. De principio a fin este caso se notaba que era obra de Ratigan, empezando porque quien se llevó al juguetero fue Fidget, su secuaz encargado del trabajo sucio desde hace dos años. Ese murciélago no es su segundo al mando, para eso tiene al capitán Doran y a él es a quien le designa las misiones más importantes.

—... y escuché esa voz fría y cruel que le estaba dando órdenes al murciélago. —contó la niña

—¿Nunca viste al dueño de esa voz? —pregunté, sin apartar la mirada del fuego de la chimenea. Tenía mis sospechas de que esa voz fuera de Doran, pero necesitaba que la niña me lo confirmara.

—No, nunca lo vi. El único que sí vi fue al murciélago que me persiguió hasta la calle pasando primero por la juguetería humana.

Suspiré soltando el humo de mi pipa. Por algo el capitán Doran era el segundo ratón más peligroso de Reino Unido. Sabía moverse entre las sombras y, lo más peligroso de su ser, no dejar ningún cabo suelto. Olivia terminó su relato con la ayuda de Dawson pues llegaron a la parte en cómo fue que mi mejor amigo, recién llegado a Londres, la encontró de camino a casa.

El relato de Olivia daba vueltas en mi mente.

Ratigan era un maestro del crimen. Una mente retorcida que no dudaría en arriesgar a sus propios secuaces con tal de cumplir sus diabólicos objetivos. Sin embargo, ¿para qué necesitaba a un juguetero? La respuesta vino a mí casi de inmediato, recordé que la niña mencionó que su padre le construyó un juguete único: una bailarina que estando quieta era una flor cerrada, pero al darle cuerda se convertía en una muñeca y danzaba. Ese tipo de juguete nunca se había visto antes. Camine rápido hacia el archivero donde guardaba mis casos y la correspondía. Busqué rápido la última carta que Flora y Fauna Faversham me enviaron. ¡Ajá! Una vez en mis manos la repasé de prisa; en esta me contaban que su hermano estaba a la vanguardia en la industria de los juguetes diseñando algunos que podían moverse por sí mismos con ayuda de un mecanismo de reloj, incluso que era un excelente escultor y podía fabricar muñecas con una apariencia muy realista.

Esto era malo, con esa habilidad Ratigan podía obligar a Flaversham a construir una muñeca móvil de tamaño real de alguien. ¿Podría ser...?

De pronto el timbre sonó rompiendo el hilo de mis pensamientos. Dawson y yo nos miraron. Faltaba poco para la medianoche ¿quién sería a estas horas? Es cierto que a mi puerta los clientes llegaban en los horarios más extraños, pero nunca tan tarde, a excepción del Inspector Vole o algún oficial de Scotland Yard.

Algo andaba mal.

Dejé la carta en la mesa y del cajón saqué mi revólver teniendo cuidado de que Olivia no lo viera, no quería asustarla y que gritara alertando a quién estuviera afuera.

Le hice un gesto con la cabeza a Dawson para que se hiciera cargo de la niña. Mi amigo asintió y tomando a Olivia por los hombros la alejó de la puerta. Me alegra comprobar que algunas cosas no han cambiado.

Llegué a la puerta y miré a través de la mirilla, no había nadie. Esto se puso peor. Con la máxima cautela que pude abrí la puerta mirando al exterior por el espacio que se hacía. Al final abrí de par en par la puerta. Despejado. Con el arma ante mí salí a la calle, pero con el mismo resultado: nada. Había muy pocas personas en las calles y por lo mismo debería ser fácil descubrir quien...

—Buenas noches, señor Basil

Alerta, me volvía hacia la voz apuntándole con mi revólver. Menos mal que soy de pensar antes de actuar y no tiré del gatillo en cuanto tuve al extraño ante mí, que en realidad no lo era.

—¡Derek! —era el chico que cuidaba el acceso principal a Holmestead—. ¡Por Júpiter! ¿Qué haces aquí a esta hora? ¿Y por qué no estabas ante la puerta después de tocar el timbre?

—Lo siento mucho, señor Basil —se disculpó de inmediato el muchacho con las manos en alto. Guardé el revólver y Derek se relajó—. La verdad es que sí vine con alguien. Una persona que viene a buscar a la niña que llegó con el doctor Dawson.

Al escuchar eso cerré de inmediato la puerta, no podía arriesgarme a que Olivia escuchara la conversación; tenía el presentimiento de que Fidget o, peor aun, Doran la estuvieran buscando.

—¿Quién la busca? —pregunté, cruzándome de brazos—. ¿Cómo era? ¿Por qué no está contigo?

—Dijo que era su padre —respondió Derek—. Me dijo que su nombre era Hiram Flaversham, dueño de la famosa juguetería Flaversham ¡y sí que la conozco! Mis padres...

—¡Derek! Por favor no te distraigas —interrumpí al chico—. Si lo conoces, entonces sabes cómo es Hiram Flaversham ¿cierto?

—Bueno, he escuchado sobre él, pero nunca lo vi en persona. Mis padres me sorprendían regalándome juguetes de ese lugar...

—¡Derek! Si nunca lo has visto, entonces ¿cómo era el ratón que dice ser Hiram Flaversham? —le pedí con más firmeza. Estaba perdiendo la paciencia ¡esto era serio, aunque el pobre muchacho no lo supiera!—. ¿Y dónde está? ¿Por qué no está contigo si dijo que venía a buscar a su hija?

—El que se fuera es lo mismo que yo quisiera saber. En un momento estaba junto a mí y al estar a dos casa de la suya desapareció —Me pase una mano por la cabeza. Quien fuera de esos dos sabía que si llegaba a mi casa no dejaría a la niña irse con ellos tan fácilmente, debían estar ejecutando algún plan de respaldo—. A lo mejor el señor Flaversham se entretuvo en algún local que siga abierto y por eso se separó de mí y yo no me di cuenta —se justificó Derek—. Déjeme ir...

Un disparo se escuchó en toda Holmestead. Derek se sujetó con fuerza el brazo donde le rozó la bala. Atrapé al muchacho antes de que cayera al suelo y miré hacia la dirección del proyectil. No había nadie, las calles estaban casi a oscuras ya que al encontrarnos en el sótano de una residencia humana debíamos apagar las luces (o casi todas) para no llamar la atención de los que seguían recorriendo las calles en la noche.

Un segundo disparo se presentó, esta vez pasando sobre mi cabeza. Pase el brazo ileso de Derek sobre mi hombro, rodeé con mi otro brazo su cintura y lo metí a mi casa. Dawson estaba cerca de la puerta por lo que pudo ayudarme con el herido muchacho. Olivia estaba oculta detrás de mi sofá temblando de miedo. Un barullo empezaba a formarse  en las calles. Salí de nuevo encontrando a varias personas asomándose por las puertas y ventanas. Con esos disparos no había duda de quién vino por Olivia: el capitán Doran.

Antes de ser un aliado de Ratigan, Doran fue un militar respetado, hábil en el combate cuerpo a cuerpo y un gran tirador. Hasta el momento sigue siendo un misterio lo ocurrido durante su servicio en Afganistán ya que de pronto empezó a tener un comportamiento hostil con sus compañeros y actos de insubordinación por lo que fue dado de baja deshonrosamente y más tarde se convirtió en un sicario a sueldo. De ese modo conoció al profesor Padraic Ratigan y se aliaron escalando al puesto de segundo al mando, y el segundo roedor más peligroso de Londres.

Otro disparo resonó y esta vez desató el caos en Holmestead. Las luces de toda la comunidad se encendieron y los habitantes que seguían afuera empezaron a gritar y correr por todos lados: el caos se desató. No entiendo, ¿por qué Doran provocaría...? De inmediato lo comprendí y me pareció una locura. Miré hacia la puerta del sótano, debajo de esta se filtraba la luz del pasillo. ¡Demonios! Este escándalo llamó la atención de Holmes y Watson. A pesar de encontrarnos en el sótano eso no impedía que pudieran escucharnos en los pisos superiores y un gran escándalo como este incluso los humanos podían oírlo, más si Watson estaba durmiendo y Holmes perdido en sus pensamientos en su sala de estar.

A los ratones que pasaban por mi casa les alerte de la aproximación de los humanos. Esto tuvo mayor impacto que los disparos, ya que la advertencia se expandió como la pólvora. Todos se calmaron, apagaron las luces y se resguardaron en sus hogares y en los locales más cercanos. Todo quedo en completo silencio y oscuridad.

—Se lo juro, Holmes ¡escuché chillidos que parecían provenir del sótano! —exclamó el doctor Watson

La puerta del sótano se abrió, la silueta del gran detective del mundo humano estaba parado en la puerta y detrás de él su amigo y biógrafo personal.

Holmes tenía una lámpara de aceite en su mano, pero no la encendió. Bajó por las escaleras, los ratones que no pudieron ocultarse y se quedaron en la calle se estremecieron del miedo. Nuestra comunidad estaba a punto de ser descubierta. Sherlock Holmes llegó al último escalón, pero de ahí no se movió. Sin encender la lámpara inspeccionó el suelo del sótano buscando algo fuera de lo ordinario.

—Holmes ¿no sería más fácil si encendiera la lámpara?

—No hace falta, Watson —aseguró mi héroe—. No hay nada aquí

—¿Cómo puede estar tan seguro?

—De vez en cuando inspeccionó este lugar y déjeme decirle que no he encontrado nada aquí. Ni siquiera un ratón

Antes de conocer al detective ya era un ratón que siempre tenía los pies sobre la tierra y sabía que dependiendo de las circunstancias la mente puede llegar a jugar malas pasadas. Pero en este momento de tensión me pareció que Sherlock Holmes me estaba mirando; además de que las palabras de mi ídolo respecto a venir a inspeccionar el sótano eran mentira porque él nunca bajaba aquí, ni siquiera antes de la fundación de Holmestead.

Watson se encogió de hombros y regresó a su habitación. Holmes dio un último vistazo al sótano y salió de aquí. Los habitantes de Holmestead nos quedamos en silencio durante  un largo y pesado minuto; después todos respiramos con alivio.

De pronto escuché que alguien trataba de forzar la cerradura de la puerta de mi casa. Corrí hacia ella y apunté mi revólver a la cabeza del intruso, que se encontraba de rodillas ante la puerta, como lo imaginé, intentando forzar la entrada.

—Un espectáculo en verdad enorme, incluso para el profesor —le dije al intruso—. Aunque también añadiría la palabra "exagerado", pero para este punto lo único que puedo decir es... —presioné el martillo y se escuchó una suave clic— buen intento, capitán Doran.

El mencionado no respondió. Levantó las manos en señal de rendición y se puso de pie lentamente.

—Sé muy bien que no es fácil engañarte, así que por eso hice este "espectáculo" para distraerte preocupándote porque los humanos que viven arriba los descubrieran

Al hablar, Doran dio media vuelta quedando él y yo cara a cara, solamente separados por mi brazo extendido y mi arma apuntándole a su frente.

—¿Cómo supiste que la hija del juguetero estaba aquí?

—Revisé las estaciones de policía más cercanos a la juguetería de Flaversham y al ver que no estaba supuse que vendría a ti gracias a sus tías.

—Una parte estas en lo correcto. Sí vino a pedirme ayuda, pero no porque Flora y Fauna le contaran sobre mí, sino por un viejo artículo de mis casos y porque se encontró a Dawson en el camino

—¡Ah! ¿Así que tu asistente por fin regresó?

—A diferencia de ti y Ratigan, Dawson y yo somos amigos

—¡Oh, me vas a hacer llorar! En fin, solo vine por la niña. Así que entrégamela y haremos como que esto nunca pasó

—Nunca actúas por cuenta propia, así que el secuestro de Hiram Flaversham es obra del profesor Ratigan, por lo que no. Esto no lo dejaré pasar

—Como digas

En un rápido movimiento Doran tomó el arma de mis manos y trató de arrebatármelo, pero no cedí. Forcejeamos por el revólver, se escuchó un rasgueó, y de pronto el arma ahora estaba en manos del capitán y yo me encontraba tendido en el suelo. Ahora era el capitán Doran quien me amenazaba y yo me encontraba a su merced. El capitán y yo nos miramos a los ojos y sin movernos. Escuché el sonido del gatillo a punto de ser jalado y esperé por el disparo. Se escuchó, pero la bala paso rosando mi oreja impactándose contra la pared detrás de mí. Miré a Doran con una ceja arqueada.

—Tienes suerte de que el profesor me ordenara no matarte, ya que el mismo quiere hacerlo —sin apartar la mirada de mí, y de apuntarme con mi revólver, se alejó, pero también estaba atento a su alrededor—. Sabes lo que pasa cuando te metes en su camino ¿cierto?

—Y como siempre: El juego esta en marcha.

Con una última mirada mortífera, Doran se perdió en las sombras. No sin antes dar un tiro cerca de mis pies como advertencia de que no lo siguiera. Me quede ahí, inmóvil, con la vista clavada en el punto donde el capitán desapareció.

—¡Basil!

La llamada de Dawson me sacó de mi trance. Me volvió hacia mi amigo; estaba agitado, como si hubiera corrido una gran distancia, cuando apenas si eran unos pasos de la sala de estar a la puerta.

—¿Derek está bien? —pregunté con calma

—Sí, gracias al cielo —respondió Dawson recuperando la compostura—. Menos mal que fue un roce, pero un balazo siempre es doloroso

—Lo dice por experiencia propia

—Exacto

—¿Y Olivia?

—En cuanto la señora Judson escuchó la conmoción fue directamente con la pequeña y la tranquilizó.

Asentí en respuesta. Ambos entramos a la casa encontrándonos a Derek y Olivia sentados en los sofás individuales y a la señora Judson sirviéndoles una taza de té a cada uno.

—¿Todos están bien? —pregunté a los presentes

—Ahora lo estoy, gracias al doctor Dawson —respondió el muchacho sonriéndole agradecido a mi amigo

—¿Qué fue lo que pasó? —preguntó Olivia, notándose el miedo y la curiosidad en su voz a partes iguales

—El capitán Doran sabe que estas aquí —expliqué acercándome a la niña y arrodillándome ante ella para estar a su altura—. Provocó ese caos, que casi expone a Holmestead, solo para distraerme y secuestrarte.

Esta de más decir que mis palabras aterraron a la niña, a tal grado que dejó caer la taza al suelo. La señora Judson se cubrió la boca con las manos por el shock, después las bajó y corrió a abrazar a la niña para consolarla. Me puse de pie y me volví hacia Dawson y Derek.

—Muchacho, será mejor que vayas a casa de inmediato. Has tenido una mala experiencia y necesitas descansar para que así tu herida se cure más rápido. —Derek asintió, dejó la taza en la mesa, agradeció a todos nuestra hospitalidad y se retiró. En cuanto la puerta se cerró me volví hacia Dawson—. Con la presencia de Doran esta más que claro que fue él, junto con Fidget, quien se llevó a Hiram Flaversham y por orden de Ratigan vino a buscar a la niña.

—¿Ahora qué hacemos, Basil? —preguntó Dawson

—Tú, Olivia y la señora Judson se irán a descansar —tomé mi pipa, la llené de tabaco, la encendí y empece a fumar—. Yo seguiré analizando el caso. Tengo algunas teorías y necesito pensar con calma.

Dawson quería decir algo más, pero se contuvo. Soltó un suspiro y le preguntó a la señora Judson si su habitación estaba desocupada.

—¡Por supuesto que esta libre! —respondió la casera con una sonrisa—. El señor Basil no me permitió rentar su habitación porque sabía que usted regresaría.

Mi amigo me miró sorprendido y yo solo hundí los hombros. Dawson y yo éramos mejores amigos desde la universidad y ha estado conmigo en todos mis casos, además de tener la iniciativa de regístralos en sus diarios los que él considera más importantes. Y, personalmente, desocupar la habitación de Dawson mientras se encontraba en servicio militar me hizo sentir que nunca volvería a Londres... con vida.

Dawson me sonrió agradecido, tomó sus cosas y se fue a su habitación. Yo me quedaría trabajando así que le pedí a la señora Judson que llevara a Olivia a mi habitación y que descanse ahí. La niña no se veía muy convencida, seguramente porque no quería incomodarme, pero la casera le dijo que no había inconveniente y que al ser una larga noche para ella necesitaba descansar y ya era muy tarde. En ese momento Olivia bostezó y siguió a la señora Judson a mi habitación.

En cuanto me encontré solo puse manos a la obra.

Normalmente trabajo en la sala de estar, pero cuando se trata de Ratigan voy al despacho. El lugar esta cubierto, hasta el último rincón, con investigaciones, noticias, evidencias... todo lo relacionado con Padraic Ratigan, y muy pocas cosas personales. De todos los criminales a los que me he enfrentado, este es el más... ¿cómo podría decirlo? ¿Complicado? ¿Difícil? Nunca he encontrado la palabra correcta para describirlo. Tal vez desafiante. Esto porque ambos tenemos un intelecto superior a cualquier roedor y por lo mismo sabemos como piensa y actúa el otro, lo cual explica porque las veces que lo he capturado logra escapar o cuando estoy a punto de atraparlo siempre consigue burlar mi ingenio.

Existen muchas razones por las cuales Ratigan explote las habilidades de Flaversham, una de esas es la de usurpar el lugar de alguien. Podría ser cualquiera con un alto rango en Londres, hasta de la realeza. Esta última opción puede que sea un segundo intento de gobernar ya que en 1894 el profesor usurpó el trono de Bengistan (un reino ratonil cerca de la India).

Este caso es fascinante por su multiplicidad de elementos.

Es como un laberinto.

Hasta los genios como yo necesitamos descansar, pero no recuerdo en qué momento caí rendido ante el cansancio. Solo supe que estaba dormido cuando de pronto llegó a mi nariz el aroma del té y del queso, que fue lo que me despertó.

Abrí los ojos. Estaba recostado en el sofá de una manera sumamente incómoda que el tronar de mi cuello me lo confirmó. Pasé una mano por mi cuello tratando de quitar un poco el malestar.

—El hecho de que seas el "gran ratón detective", "el mejor detective del mundo" o como te guste llamarte no quiere decir que seas un "súper ratón". También necesitas descansar.

Me senté erguido en mi sofá a la vez que varias emociones se reflejaban en mi rostro. En medio de la habitación, organizando los papeles que coloqué en el suelo, estaba la última persona en el mundo que esperaría encontrar en mi casa, y más después de tres años de inexplicable ausencia y silencio.

—Mademoiselle Relda.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro