2.- Basil de la Calle Baker
DAWSON
Era la noche en que nuestra buena reina cumplía sesenta años de reinado. Y el año en que el gobierno de su majestad estuvo al borde del desastre. Ella... he, he, me estoy adelantando mucho. Soy el doctor David Q. Dawson. Había formado parte del sexta sexto regimiento de la reina. Acababa de llegar a Londres después de un largo y penoso servicio en Afganistán y digo penoso porque, a pesar de ser médico, tuve que fungir varias veces como soldado y a pesar de ser misiones de casi nulo riesgo estas... bueno, es la razón del "penoso".
En fin, solo estuve fuera por dos años, pero se sintieron como veinte o quizás más. Por lo general estos servicios eran de más tiempo, pero debido a una herida de bala en la pierda derecha (no, no me la hice yo mismo por alguna torpeza o algo parecido) fui enviado de regreso a casa. Lo único bueno de todo esto es que debido al ejercicio extremo que se hace en el campo, corriendo a auxiliar a los compañeros heridos y civiles que, por desgracia, se encuentran en el fuego cruzado, mi apariencia robusta casi desapareció por completo. Ya no tengo barriga, pero sí conserve la complexión gruesa, he, he.
Bien, volviendo a mi historia, ahora que regresé a casa necesito encontrar un lugar donde vivir. En seguida recordé mi antiguo hogar; sin embargo, estoy seguro de que mi mejor amigo debió buscarse un nuevo compañero de piso para poder pagar el alquiler. Aunque eso no significa que no pueda encontrar otro departamento en mi vieja comunidad ¿o sí?
El carruaje en el que viajaba se detuvo y el pasajero humano estaba recogiendo sus pertenencias. Me di cuenta de que faltaban un par de calles, así que tendré que caminar el resto del camino. Tomé mi maleta y botiquín medico, y me subí con cautela al equipaje del pasajero humano y ambos bajamos del carruaje. Mientras le pagaba al cochero, bajé de su equipaje y corrí rápido hacia el callejón. En cuanto el humano y el carruaje se fueron me asomé a la calle asegurándome de que la vía estuviera libre de humanos y cualquier otro peligro para un ratón.
Despejado.
Acomodé mis pertenencia y estaba por irme cuando de pronto escuché unos sollozos detrás de mí. Me di la vuelta en busca del origen del llanto, pero lo único que había en ese callejón era basura desperdigada por todos lados así que quien sea que estuviera llorando debía estar dentro de alguna basura. Gracias al entrenamiento militar me puse alerta y me acerqué a una bota negra. Al aproximarme el llanto era más fuerte, aquí era el origen. Miré dentro y me sorprendió mucho ver ahí sola a una niña pequeña, seguramente ni siquiera ha de tener diez años, acurrucada a un lado llorando.
—¡Oh, cielos! —exclamé—. ¿Qué te sucede, pequeña? —pregunté a la niña entrando a la bota y acercándome a ella.
La niña levantó su rostro, que estaba bañado en lágrimas, y me miró asustada. Todavía en el suelo se alejó de mí.
—¡No, no! Tranquila, pequeña. No voy a hacerte daño —saqué mi pañuelo del interior de mi abrigo, me arrodillé cerca de ella y se lo ofrecí en son de paz—. Toma, seca tus lágrimas
Ella miró primero el pañuelo y después a mí, como su estuviera asegurándose de que no fuera una trampa. ¡Pobre niña! Me pregunto qué le habrá sucedido para qué piense así, porque me parece muy extremo su actitud si está siguiendo el consejo de sus padres de no hablar con extraños. Por fin aceptó mi pañuelo y se limpió las lágrimas... y la nariz. No le dije nada sino que me reí, esta niña parecía perdida y si quería ayudarla lo mejor era no asustarla o decir algo que la moleste.
Me devolvió mi pañuelo con un tímido "gracias" y se acomodó en el suelo abrazando sus piernas. Todavía manteniendo mi distancia me senté junto a ella recargando mi espalda en la bota.
—Disculpa, pequeña. Si no te molesta ¿podrías decirme qué te ocurre?
La niña se sorbió la nariz antes de responderme:
—Estoy perdida. Tengo que encontrar a Basil de la Calle Baker —al hablar metió la mano en el bolsillo de su vestido y sacó un recorte de periódico, el cual me tendió.
¡Increíble! He, he. No sé si llamarlo suerte, coincidencia o... ¡lo que sea! Tomé el recorte y leí el titular:
FAMOSO DETECTIVE RESUELVE MISTERIOSA DESAPARICIÓN
Revisé la fecha y no pude evitar reír. ¡Dios! ¿En verdad los padres de la niña guardaron este periódico por tanto tiempo? Esta nota es de hace diez años sobre la desaparición de las gemelas Ángela y Agatha Proudfoot. No obstante, a pesar de solo ausentarme de Londres por dos años, sé que Basil sigue trabajando como detective. No hay nada más a lo que mi querido amigo quiera dedicarse.
—Disculpe ¿de qué se ríe? —preguntó la pequeña
Aclaré mi garganta, recobrando la compostura y la miré.
—Lo curioso de la situación
—¿Por qué le parece curioso?
—Porque yo también voy a verlo
Los ojos de la niña se abrieron demasiado. Se levantó de una saltó y se paró ante mí, emocionada.
—¿De veras?
—Sí. Basil de la Calle Baker es mi mejor amigo desde que estudiábamos juntos en la universidad de Ratcliffe. También solíamos vivir juntos, pero estuve ausente de Londres por dos largos años...
—¿Y cree que siga viviendo en el mismo lugar? ¿No se habrá mudado?
—Eso lo dudo mucho —me incorporé, arrodillándome ante ella para estar a su altura—. ¿Qué dices si de camino a casa de Basil te cuento más sobre nosotros? ¿Te parece bien?
—¡Sí! Y también podría darme referencias del detective Basil.
—¿Disculpa?
—Voy a solicitar sus servicios de detective y, a pesar de escuchar sobre su trabajo, me gustaría comprobar que es competente en su labor
—¿Y qué labor es ese?
—Mi padre fue secuestrado por dos extraños. Uno era un murciélago, pero el otro no sé si también lo era o no. Nunca lo vi.
—¡Santo cielos! No te preocupes, pequeña. Si alguien puede encontrar a tu padre ese es Basil de la Calle Baker, el Sherlock Holmes del mundo ratonil. ¡Vamos!
Me puse de pie y ambos caminamos a la salida de la bota, pero de repente empezó a llover. Abrí mi maleta y saqué mi paraguas, pero entonces al ver de reojo a la niña me di cuenta de que ella no traía ningún abrigo, así que saqué uno de la maleta y se lo puse sobre los hombros.
—Lo sé, es muy grande. Pero así evitarás resfriarte.
—Gracias, señor...
—Dawson. Soy el doctor David Q. Dawson. Un placer, señorita...
—Flaversham. Olivia Flaversham
Abrí el paraguas, pero me quede quieto al escuchar su apellido. Me sonaba familiar, pero no recordaba de dónde. Supongo que más bien era mi imaginación. Agarré mi maleta con una mano y cuando me agaché para tomar mi maletín me di cuenta de que no podía tomarlo porque estaba sujetando el paraguas. Al ver mi dilema, Olivia tomó mi maletín con una mano y con la otra agarró mi codo. Los dos partimos a ver a Basil.
El camino fue un tanto difícil esquivando humanos, perros, aves y, sobretodo, gatos, pero también fue ameno porque, como le prometí a Olivia, le conté historias sobre nosotros.
Basil siempre tuvo un gran cerebro y muchos pensaron que se dedicaría a investigaciones científicas que revolucionarían el mundo de los ratones; sin embargo, debido a unos... problemas con uno de los profesores más brillantes que alguna ves tuvo la Universidad de Ratcliffe, Basil decidió luchar contra el crimen como detective y esa idea la obtuvo después de conocer al famoso detective del mundo humano, Sherlock Holmes. Ambos íbamos a visitarlos a su residencia en el 221B de la Calle Baker y desde la primera vez que lo escuchó explicarle a su compañero y amigo, el doctor John H. Watson, sus métodos de investigación iba a visitarlo todos los días sin importar que estuviera lejos de donde vivíamos.
Una noche, en 1885, cuando salíamos de la residencia de Holmes y Watson, Basil decidió echarle un vistazo al sótano de la casa, y al ver lo espacioso y limpio que era se le ocurrió una maravillosa idea: construir una comunidad de ratones en el sótano del 221B. Este lugar era mucho mejor que nuestra comunidad en East End. Regresamos a casa, lo conversamos con todos y con unánime de aprobación se construyó el pueblo de Holmestead, en honor a Sherlock Holmes, por supuesto.
Mi amigo no solo aprendió los métodos de investigación de su héroe, sino que también se vestía como él y, a pesar de que Basil tocaba desde la infancia la flauta, también aprendió a tocar el violín. No obstante, a diferencia de Holmes —que tiene de pasatiempo practicar su puntería con el revólver— mi amigo se relaja practicando arquería y varias veces me sacó un susto de muerte ya que al momento de entrar al salón él disparaba una flecha ¡y pasaba demasiado cerca de mi cabeza!
Por fin Olivia y yo llegamos a la Calle Baker y fuimos directo al 221B, pero tuvimos que ser precavidos ya que en ese momento llegaba un nuevo cliente para Holmes. Por fortuna había una entrada directa a Holmestead por la parte de atrás de la casa. La ventana que comunicaba al sótano estaba entreabierta, así que nos colamos por ahí.
Junto a la ventana había lo que se podía decir un elevador improvisado ya que era una pequeña cesta metálica que colgaba de una polea de un extremo y del otro una cuerda. Le indiqué a Olivia que entrara a la cesta primero y subí después. Tiré de la cuerda tres veces y de inmediato empezamos a bajar.
—Bienvenidos a Holmestead... ¡Doctor Dawson! ¡Regresó!
—¡Derek, mi muchacho! Por todos los cielos, solo me ausento dos años y has crecido demasiado ¡ya eres todo un hombre!
—Por favor, doctor, no exagere. Apenas cumplí diecisiete años
—¡Válgame Dios!
—En fin. Me alegra mucho volver a verlo, doctor Dawson —en ese momento Derek se percató de la presencia de Olivia—. ¿Quién es esta niña, doctor? ¿Una sobrina?
—Oh, no. Viene a solicitar los servicios de Basil.
—¿En serio?
Noté la risa contendía de Derek en su pregunta y estaba seguro de que la niña también se dio cuenta. No quería que ella le gritara al muchacho, así que hablé antes que ella.
—Si quieres podemos conversar en otra ocasión. Por ahora iremos a ver a Basil.
—De acuerdo, doctor
Tomé la mano de Olivia y ambos, por fin, entramos a Holmestead.
Olivia se fascinó en cuanto vio la comunidad y no era para menos. Quienes nos visitaban decían que nunca habían visto nada igual en todo el reino, ni siquiera en sus propias comunidades. Le mostré el pueblo, o al menos lo que había de camino al 221 ½; sí, hasta el número de la casa es parecido al de Holmes, o casi.
Por fin llegamos. Hogar dulce hogar. O al menos es lo que esperaba.
Bajé mi maleta y Olivia mi maletín y toqué la puerta, por seguridad decidí dejarle las llaves a la casera antes de marcharme. La puerta se abrió y nos recibió una persona cargando con varios libros, almohadones y hasta una maza medieval. Debido a todo lo que cargaba no podía vernos.
—Buenas noches. Una disculpa, el señor Basil no se encuentra en este momento
—No se preocupe, señora Judson. Esperaremos adentro con uno de sus famosos suflés de quesos y que son los favoritos de Basil.
—¡Por todos los cielos! —exclamó la casera—. ¿Doctor Dawson?
—El mismo. Permítame ayudarla
Tomé parte de las cosas que ella cargaba permitiéndole por fin ver quienes estábamos en la puerta.
—¡Dios mío, doctor! ¡Qué gusto que regresara! —dijo la mujer entrando a la casa
—El gusto es mío, mi querida señora Judson —respondí haciéndome a un lado para que Olivia entrara, quien amablemente me ayudó de nuevo con mis pertenencias al verme ocupado ayudándole a la casera—. Y vengo acompañado
La señora Judson y yo dejamos las cosas en el sofá más cercano y la mujer miró a la pequeña. Olivia tomó los pliegues de su falda e hizo una reverencia.
—Buenas noches. Soy Olivia Flaversham. Es un placer conocerla y una disculpa por molestarla en su casa a deshoras
—¡Oh, qué hermosa señorita! —chilló enternecida la señora Judson—. ¡Y qué educada! Pero ¿qué esta haciendo con usted, doctor? ¿Acaso se perdió?
—Sí, pero solo porque venía a ver a Basil. Quiere contratar sus servicios
—¿Disculpe?
—Su padre fue secuestrado por un murciélago y un segundo sujeto que la pequeña no pudo identificar. Y espera que Basil la pueda ayudar.
—¡Oh, cielos! ¡Pobrecita! —la casera abrazó a la niña en un gesto maternal—. Mientras esperan al señor Basil te traeré una taza de té y unos bollos calientes
—¡Bollos! Eso es nuevo —señalé interesado.
La señora Judson cocina exquisitamente y aún cuando es un nuevo platillo este sale delicioso. Por probar sus nuevas recetas hubo un tiempo en que Basil y yo pensamos que engordaríamos. La casera le quitó mi abrigo a Olivia y fue corriendo a la cocina por la merienda.
Acomodé mis cosas junto al sillón en el que solía sentarme y miré la sala de estar con nostalgia. Estaba prácticamente igual a cuando me fui: recortes de nuestros casos, fotos con familiares (Basil junto a su primo, Anatole, una de las pocas veces que teníamos tiempo libre), amigos (de la escuela y que hicimos durante el trabajo). Vi que había algunos agujeros nuevos en la pared alrededor de la diana con varias flechas clavadas una encima de la otra; eran tantas que estaban funcionando muy bien de perchero porque ahí estaba colgada la bata de Basil. Lo que me llamó la atención fue que en la chimenea había un gran retrato de la persona que menos esperaba ver, rodeado de recortes de periódicos de este mismo individuo.
¿Por qué Basil tiene...?
—¡Ajá! ¡El villano cometió un error! —se escuchó un grito detrás de la puerta principal, la cual de inmediato fue abierta por un extraño gordo, de pelaje gris y rasgos asiáticos usando una túnica de estilo chino y gorro rojo con negro.
Ingresó corriendo a la casa dirigiéndose a la mesa de trabajo de Basil quitándose el gorro y arrojándolo sin cuidado.
—¡Oiga! ¿Quién...? —trastabille al pisar el gorro, pero por suerte no me caí y me erguí de inmediato—. ¿Quién es usted?
El extraño se detuvo de golpe y se volvió hacia mí. Al principio no dijo nada, pero después se echó a reír molestándome ante su actitud.
—Interesante. Dos años lejos de mí y ya ha olvidado todos mis métodos y mi habilidad para el disfraz. —dijo el extraño—. En verdad me decepciona, Dawson.
—No puede ser —susurré sorprendido—. ¿Usted es...?
—Así es —el desconocido tiró de su cabeza, revelando que solo era una máscara y detrás de ella se hallaba... —. Basil de la Calle Baker, amigo
¡Por la reina Virginia! ¡Basil! ¡Impresionante! Es cierto que por años lo he visto usar toda clase de disfraces ¡pero nunca algo como esto! Y la sorpresa no terminó ahí; de los pliegues de la túnica Basil sacó un listón, tiró de este y la ropa ¿se desinfló? ¡Ahora eso explicaba porque estaba gordo!
—¡Señor Basil! —exclamó emocionada Olivia—. ¡Necesito su ayuda! ¡Yo...!
—Todo a su tiempo —la interrumpió Basil
Mi amigo se había quitado el resto del disfraz y se colocó su bata, después empezó a ir de un lado para el otro. Olivia trataba de llamar su atención, pero era inútil, y yo sabía muy bien eso; cuando Basil esta concentrado en algo (caso o cualquier idea de investigación que se le haya ocurrido) no hay nada que lo paré, a menos que otra cosa sea más interesante que su actividad actual.
—La vida en Afganistán fue demasiado dura para usted ¿cierto, Dawson? —comentó de repente Basil todavía trabajando.
—¿Qué le hace pensar eso? —pregunté confundido
—Porque, después de ayudar a la señora Judson con mis pertenencias que recogió, colocó sus cosas de inmediato junto al sillón que siempre usa, es una clara señal de nostalgia y anhelo por el hogar. Usted es un médico, pero tuvo que realizar algunos servicios como militar, algo a lo que usted no esta para nada acostumbrado, sin mencionar que no estaba preparado para dichas labores y eso fue lo que le provocó su herida de bala en la pierna derecha.
—Sí. Lo bueno es que... ¿eh? —miré sorprendido a Basil—. ¿Cómo pudo saber...?
—Su manera de caminar. A pesar de la leve herida, todavía tiene dolencia en la pierna y eso hace que cojee un poco, posando rápidamente con cada paso su peso en la pierna sana.
¡Santa madre de Dios! En verdad me perjudicó alejarme de Basil este par de años. ¡Olvidé por completo ese gran poder de deducción que tiene y qué mejoró al estudiar los métodos de Sherlock Holmes!
En toda su explicación no se detuvo en absoluto. Continuó con... lo que sea que estuviera haciendo, lo más probable un experimento y al terminar su explicación de repente me arrojó tres almohadones de los sillones de lleno en la cara por lo que no podía ver qué estaba haciendo ahora. De repente escuché el sonido de un arma cargarse, moví los almohadones y ¡por la reina Virginia! ¿Qué hacia Basil...? ¡Gran Scott! ¡Apuntaba con el arma a los almohadones que yo estaba sujetando! En pánico los arrojé a su sillón y corrí a ocultarme en el mío llevando conmigo a Olivia para protegerla. De inmediato se escuchó el disparo y la niña y yo brincamos del susto. Nos asomamos con cuidado encontrando la estancia llena de lana.
La puerta de la cocina se abrió de golpe y por esta salió una asustada señora Judson. Se sorprendió de ver lana volando por todos lados y después miró enfadada a Basil, quien estaba buscando frenéticamente algo entre los mutilados almohadones.
—¡Señor Basil! —mi amigo se volvió hacia la casera—. ¿Cuántas veces tengo que decirle que no...!
—Calma, señora Judson. Todo esta bien.—interrumpió él, posando ambas manos en los hombres de la mujer—. Sabe que a pesar de mis escándalos y desastres al trabajar todo esta en perfecto orden —Basil olfateó el aire, le dio media vuelta a la casera y la condujo de vuelta a la cocina—. Me parece oler esos deliciosos bollos que hace poco empezó a preparar ¿por qué no les ofrece a Dawson como una señal de bienvenida y a nuestra pequeña huésped? —metió a la señora Judson a la cocina y cerró la puerta antes del que la casera pudiera decir algo más
—Eh, Basil ¿desde cuándo eres así de rudo con la pobre señora Judson?
—Desde que usted tuvo que irse a Afganistán. ¡Ahora, veamos! —se arrojó al suelo y empezó a buscar entre la lana y los restos de almohadón—. Sé que esa bala esta por aquí... —se detuvo al ver un par de pequeños pies bloqueando su camino. Levantó la cabeza y vio a Olivia parada ante él tendiéndole la bala que buscaba y se la arrebató de las manos—. Gracias, señorita...
—Flaversham. Olivia Flaversham
Basil se puso de pie y examinó la bala, después preguntó:
—¿Su padre o sus tías?
—¿Disculpe? —preguntó con timidez y confusión la pequeña
—¿Quién de sus familiares tiene mal escrito su apellido y, por ende, mal registrado? ¿Su padre o sus tías gemelas, Flora y Fauna?
Al escuchar esos nombres me quedé estático. Ahora comprendía por qué el apellido de Olivia me sonaba familiar. Miré a la niña y ahora sí pude darme cuenta de su parecido con Flora y Fauna.
—¿Entonces, señorita? —insistió Basil
—Mi padre —pon fin respondió la pequeña—. Y es algo de lo que mi abuelo, cuando tiene oportunidad, siempre se queja: el terrible error que cometieron al registrar el nombre de mi padre el día de su nacimiento. Que el apellido se pierda cuando mis tías se casen lo entiende, pero ¿por un error ortográfico? ¡Una desgracia para la familia!
Claro, el nombre de las tías de Olivia eran Flora y Fauna Faversham, y el apellido de Olivia y su padre el Flaversham. Una simple letra de más hizo un desastre para las siguientes generaciones de la familia.
Basil puso los ojos en blanco y regresó a su mesa de trabajo, y Olivia y yo lo seguimos. Mi amigo sacó de una cajita otra bala, las colocó en su microscopio y las inspeccionó; eso explicaba su loco actuar de dispararle a los almohadones, estaba haciendo una prueba de balística. Por el momento parecía ser que el revólver que Basil disparó (el cual no me percaté que traía sino hasta que lo usó porque mi amigo no era de usar armas de fuego, a menos que sea en un caso extremadamente peligroso) sí era el arma...
—¡NOOOOO! —gritó Basil llevándose las manos a la cabeza—. ¡RAYOS! —tomó una de las balas y la arrojó molesto a la mesa de trabajo—. ¡Otro fracaso!
De acuerdo, no era normal que Basil se equivocara, pero nadie es perfecto y sé que pronto encontrará la solución al caso en el que este trabajando.
Caminó hacia su sillón y se dejó caer derrotado sobre este; otro problema de mi amigo es que no acepta bien el fracaso. Junto a su sillón habían un violín y una flauta, tomó el instrumento de aire y empezó a tocar una canción triste. Dependiendo de su estado de ánimo es cuando decide qué tocar.
Olivia y yo lo observamos por un rato. Conté el tiempo de Basil tocando y al llegar al punto en el que sabía estaría más tranquilo para hablar animé a la niña a que se acercara al detective y le contara su caso. Olivia respiró hondo y se aproximó a Basil.
—Por favor, quiere escucharme —suplicó la niña—. Mi papá no esta y yo estoy sola
Basil paró de tocar y miró a la niña.
—Jovencita, este no es el momento oportuno —volvió a tocar la flauta. Olivia lo miró con tristeza. Basil empezaba a irritarse ante la insistente mirada de suplica de la niña. Bajó el instrumento de nuevo, pero sin mirarla—. De seguro tu madre sabe dónde esta.
—Yo... no tengo mamá
Mi amigo tocó una mala nota y se irguió de un salto en su asiento. El hecho de que Basil y yo conozcamos a Flora y Fauna Faversham no significa que lo hagamos con su familia. Incómodo, Basil trató de decir algo, pero al darse cuenta de lo que hacia su postura se volvió seria.
—Escuche bien, señorita. No tengo tiempo para padres perdidos.
—¡No se perdió! —aclaró ella enojada y con los brazos en jarra—. Fue secuestrado por un murciélago y...
—¿Qué? —exclamó Basil. Se acercó a Olivia sin levantarse de su asiento—. Señorita ¿dijo "murciélago"?
—Sí
—¿Y tenía un ala rota?
—No lo sé ¡pero tenía una pata de palo!
—¡Ajá!
Basil se levantó de un salto levantando la flauta como si blandiera una espada.
—¿Acaso lo conoce usted? —pregunté a Basil, parándome junto a Olivia
—¿Conocerlo? Desde hace un par de años (exactamente el tiempo que usted estuvo fuera, Dawson) ese murciélago, que se llama Fidget, está al servicio del malvado que es el blanco de mi experimento. La pesadilla que no me deja dormir. ¡El nefando Profesor Padraic Ratigan! —señaló el retrato de la repisa de la chimenea.
¡Oh, cielos! ¡No! De todos los ratones del reino ¿por qué el padre de Olivia tuvo que ir a parar a las garras de ese malvado ratón? Ratigan, el cerebro del bajo mundo ratonil.
—Disculpen ¿quién es el profesor Padraic Ratigan? —preguntó Olivia, mirando con curiosidad el retrato del villano.
—Es un genio, señorita. —Basil señaló el retrato con la flauta—. Un perverso genio del mal ¡El Napoleón del Crimen!
Olivia me miró esperando que le dijera que mi amigo solo estaba exagerando con la descripción, pero al ver mi rostro serio ella entendió que no era así. Basil dejó la flauta en el suelo, junto al violín, tomó su pipa, la encendió y fijo su vista en la imagen del malvado profesor.
Basil de la Calle Baker y el profesor Padraic Ratigan eran enemigos desde hacía años, yo diría que desde nuestros años en la universidad de Ratcliffe. Basil y yo éramos estudiantes y Ratigan un catedrático. Lo que distinguía más al profesor de los demás no era solo su mente brillante, sino que era más grande que cualquier otro ratón. El profesor siempre alegaba que era una herencia familiar, pero desde un principio me dio la impresión de que Basil sabía algo del profesor que nadie más, y de ser cierto, al ser Ratigan un catedrático de gran intelecto (lo cual hizo que se ganara el respeto de mi amigo), él nunca dijo nada.
La niña nos observó a Basil y a mí, y después al retrato.
—¿De verdad es tan malo? —preguntó la pequeña notándose en su voz el miedo que empezaba a crecer en su interior.
—Peor —respondió mi amigo, sin apartar la mirada de la imagen de Ratigan—. He intentado capturarlo durante varios años y casi lo he logrado ¡pero siempre ha conseguido burlar mi ingenio! —soltó una bocanada de humo y se volvió hacia nosotros—. No habrá lugar seguro en Londres ni en el mundo mientras Ratigan ande suelto. No hay plan diabólico que él no haya urdido. Ni hay infamia que no haya cometido. —esta vez posó su mirada en la ventada—. Quién sabe qué perverso complot estará tramando ese villano en este preciso momento.
Le dio un calada a su pipa y soltó otra bocanada de humo. Después posó su atención en Olivia.
—Señorita, necesito que me cuente todo lo que pasó sin omitir el más mínimo detalle.
—¿Por qué?
—Porque los pequeños detalles son, sin duda, los más importantes.
Basil se sentó en su sillón, invitó a Olivia a sentarse en el que se encontraba junto al suyo, el que yo usualmente usaba antes, me paré a un lado de mi amigo y escuchamos con atención la historia de nuestra pequeña clienta, Olivia Flaversham.
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