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10.- Traición y redención

MADEMOISELLE RELDA

Espero que ni Basil ni el doctor Dawson se molesten porque les comparta mis pensamientos... y pasado, pero esto se debe a que los dos —y el lector, por supuesto— merecen una explicación ante mi engaño, y para eso necesitan conocer mi historia.

Mis comienzos como cantante de ópera fueron difíciles, como a cualquier ratón que quiera cumplir sus sueños, pero para nosotras las ratonas es peor, ya que para una mujer era más difícil alcanzarlos, en especial siendo soltera. En la sociedad lo único que se espera de nosotras es casarnos y tener hijos; pero yo nunca me he visto como una madre y mucho menos como alguien que deba depende de un hombre.

Eso último cambió cuando conocí al profesor Padraic Ratigan.

Estaba en la Ópera de París haciendo una audición. Mi audiencia eran los gerentes de la ópera y los empleados. Estaba dando un gran espectáculo, los asistentes de la ópera estaban fascinados con mi actuación y canto. Sin embargo, eso no fue suficiente para complacer a los gerentes ¿por qué? Porque no venía de una familia de renombre y tampoco estaba casada (esperaban que mi esposo fuera alguien de la alta sociedad con quien poder hacer negocios). Me dijeron que lo único que podían ofrecerme eran papeles pequeños como extra. Eso me pareció insultante y me fui ofendida de ahí.

En cuanto estuve lejos de la Ópera de París me permití derrumbarme, llorando ante la injusticia de la sociedad hacia las mujeres solteras e independientes.

—¡Oh, pobre criatura! —dijo una voz detrás de mí, que al escucharla no parecía la de un ratón normal—. ¡Que gran injusticia acaba de sufrir una dama con grandes talentos musicales y actorales como usted!

Me di la vuelta y vi a un gran roedor vestido con un traje digno de la corte real y porte elegante. Era inmenso, ese individuo no podía ser un ratón por su gran tamaño, pero su cola correspondía a la de uno y ese era el distintivo principal entre un ratón... y una rata.

—¿Busca algo, mademoiselle? —preguntó el extraño, al parecer dándose cuenta de lo que yo estaba mirando. Mis orejas se sonrojaron y fije mi mirada en él. Él sonrió de manera comprensiva, aunque a mí me pareció por un segundo que esta ocultaba su verdadera emoción—. Si gusta, mademoiselle, yo puedo ayudarla a convertirse en la más grande cantante de ópera de todo París. O mejor aún ¡de toda Francia!

Fruncí el ceño al escuchar eso. Era exactamente lo que no quería: depender de un hombre para cumplir mi sueño.

—Le agradezco mucho su ayuda, Monsieur. Pero puedo volverme una famosa cantante de ópera por mi cuenta

Le di la espalda y estaba por irme, pero su comentario me detuvo:

—Como hace unos momentos en la Ópera de París

¡Por el amor de Dios! ¿Quién se creía ese... ese...? Respiré hondo, calmándome antes de volverme hacia él con una sonrisa.

—Disculpe, Monsieur, pero usted es el ratón menos indicado para decirme cómo cumplir mis sueños

—¿Y eso por qué?

—Por su patético intento de ocultar lo que usted es en realidad

Contuve las ganas de transformar mi inocente sonrisa a una de superioridad al ver que la suya desaparecía poco a poco.

Excusez-moi?

Monsieur, ambos sabemos que usted no es un ratón. Es verdad que su cola se ve como la de cualquier ratón; sin embargo, su estatura y complexión no corresponde...

—Herencia genética

—Su hocico es redondo mientras que el de los ratones, como el mío, son más puntiagudos y pequeños. Y su color de pelaje, a pesar de ser gris, es más oscuro que el del ratón promedio. Con respecto a su cola, es más que obvio que debe de haberla disfrazado ya que es lo más distintivo, junto con su tamaño. Esa sí es herencia genética... de una rata

Decir esa palabra hizo que el extraño, de un rápido movimiento, me sujetara del cuello y me acorralara contra la pared, pegando su inmenso cuerpo contra el mío. Su agarre era fuerte y me cortaba la respiración. Sujeté sus manos, intentando liberarme, pero esto hizo que apretara con más fuerza mi cuello. Cada vez me era más difícil respirar, pensé que perdería la conciencia, pero de repente el extraño me liberó y caí el suelo. Exhalé con fuerza el preciado aire, regresándolo a mis pulmones.

Excusez moi mademoiselle. Esa no es la actitud de un caballero inglés.

Me tomó del brazo y me levantó del suelo, sin cuidado, haciendo que lo mirara al rostro. Eran pocas las veces en las que mostraba miedo, pero esta vez no pude evitar exteriorizarlo al mirarlo a los ojos: eran de un rojo intenso y en estos se mostraba su furia ante la revelación de su verdadera naturaleza. No obstante, hacía un gran esfuerzo para seguir actuando como un caballero ratón y el que me hubiera seguido no era solo una coincidencia.

—¿Qué es lo que quiere de mí?

Rio por lo bajo, haciendo que mi pelaje se erizara por todo mi cuerpo. ¿Quién era él?

—Ya le dije: ayudarla a cumplir su sueño

Como pude, me solté de su agarre y me alejé de él.

—Usted no parece ser de los que hacen una buena acción solo porque sí. Sino de los que ofrecen sus servicios a cambio de otros

Esta vez su risa fue más fuerte provocando que mi corazón diera un vuelco a causa del miedo.

—Me alegra ver que encontré a la dama correcta. Una de gran intelecto, justo lo que buscaba

—¿Intelecto?

—Estoy al tanto de los grandes... atributos que las damas pueden ofrecer. Sin embargo, yo siempre me he visto atraído por las mentes brillantes y es lo que me trajo hacia usted, Mademoiselle Relda —mi miedo aumentó al escucharlo decir mi nombre. Yo no se lo había dicho.

—¿Cómo...?

—No quiero sonar como un pervertido acosador, pero por lo mismo que le dije de que aprecio el intelecto necesitaba saber más sobre usted

Vaya, eso era algo nuevo. Cuando un hombre busca a una mujer, al menos por mi experiencia personal, lo que quiere es a alguien sumisa y que no piense para poder manejarla a su antojo. Que ahora apareciera este... roedor, interesado por mi brillantes eso solo podía significar que podía confiar en él y, tal vez, ayudarnos mutuamente.

—Si lo que quiere de mi no es... indecente, sino de mi inteligencia ¿qué es lo quiere de mí, Monsieur...?

—Ratigan. —se presentó él, tomando mi mano con gentileza y besándola como un caballero inglés—. Profesor Padraic Ratigan.

En ese momento no sabía que le estaba vendiendo mi alma al diablo. Pero, igualmente, no tenía nada que perder y por eso no me preocupó cuando estreché la mano del profesor y acepté su... oferta de trabajo.

Como acordó, mis servicios se centraron usando mi inteligencia, acompañada de mis encantos, los cuales eran mi belleza, actuación y voz encantadora. Aunque la mayoría de los encargos era de distracción y de carnada guiándolos a una trampa (la cual al final del camino siempre se encontraban con el capitán Doran y raras veces con el profesor Ratigan), nunca me manché las manos ni tampoco puse en riesgo mi dignidad. De hecho, como algo extra, el profesor le pidió al capitán que me entrenara en defensa personal ya que habría ocasiones en las que tendría que lidiar con pervertidos y el saber cuidarme sola era su manera de mantener su parte del trato de que no sería "una damisela en apuros".

Estos años al servicio de Ratigan estuvieron bien... hasta que cierto detective apareció.

Años antes de sus famosos casos en los que concordamos (La colonia perdida y la cueva de los gatos), tuve algunos encuentros con Basil de la Calle Baker, el gran ratón detective. O el Sherlock Holmes del mundo ratonil.

Debo admitir que este detective era mi presa más difícil porque no parecía interesado en las mujeres. Incluso en una ocasión lo molesté preguntándole discretamente si era homosexual (un tabú en la sociedad), pero él me respondió con calma que era alguien entregado en cuerpo y alma a su trabajo y no podía permitirse distracciones como la de enamorarse. He de reconocer que esa respuesta me molestó un poco en mi interior, ya que dificultaba mi labor. Sin embargo, casi enseguida descubrí que era un caballero y eso fue suficiente para explotarlo a mi favor.

Sin embargo, al acercarme más a Basil tratando de hacer que tuviera sentimientos por mí, de algún modo yo terminé cayendo en los suyos, a pesar de que él mismo me dijo que no estaba interesado en el amor.

Cruel ironía.

Lamentablemente, debía enterrar esos sentimientos que empezaba a experimentar por el detective porque, de salir a la luz, ambos estaríamos en peligro. Si Ratigan llegaba a enterarse... arrojaba esos pensamientos a la parte más profunda de mi mente y corazón, y continuaba con mi labor. No obstante, mis emociones me ganaron en La colonia perdida porque, al conocer el peligroso viaje en las montañas, y que el profesor también estaba ahí, fue cuando decidí seguirlo para asegurarme de que estuviera a salvo; por desgracia, no fue suficiente porque casi me daba una taquicardia cuando lo vi en la cascada Bachenreich peleando cuerpo a cuerpo contra Ratigan, a pesar de conocer la gran desventaja biológica que tenía por ser él un ratón y su rival una rata. Al verlo caer de esa cascada, junto con Ratigan, sentí que mi corazón se detenía; el miedo de perder a Basil fue más grande que cuando conocí a Ratigan. Hice que Elmo, un perro San Bernardo que nos llevaba por las montañas, corriera hacia ellos y lo rescatara. Por desgracia, el perro era demasiado bueno y también salvó al profesor.

He de admitir que cuando el profesor era encarcelado podía darme un respiro cantando y actuando en los escenarios más prestigiosos de Europa. Sin embargo, nada es para siempre y cada vez que Ratigan escapaba me buscaba para una nueva tarea. Aunque una de esas reuniones, después de su huida de prisión, fue diferente.

Era la estrella invitada en la apertura del Teatro de ópera de Zúrich y, como siempre, mi actuación fue impecable logrando cautivar a mi audiencia. Mi acto terminó, recibí flores (las cuales no eran reales debido a que eran gigantes para nosotros, los roedores) como obsequio y veía a todos los presentes del teatro, disfrutando ese momento. Lamentablemente, esta alegría se opacó cuando, en el fondo del teatro, vi un par de ojos color rojo intenso. Solté el ramo y sentí que mi corazón se detenía a la vez que mis orejas se volvían pálidas de golpe. Los asistentes del teatro se preocuparon al ver mi cambio drástico de actitud. Me excusé diciendo que estaba agotada y por eso mi reacción, y antes de que alguien se ofreciera siquiera a llevarme a mi camerino yo me fui casi corriendo, encerrándome en mi espacio seguro... o eso creí.

—Excelente actuación, Mademoiselle —sentí de nuevo mi corazón pararse al escucharlo—. Una voz exquisita que nunca me cansaré de escuchar y disfrutar.

Lentamente, me volví hacia donde escuché esa voz y cubrí mi boca con ambas manos para no dejar escapar el grito de horror que tenía atorado en mi garganta y que amenazaba con salir.

—Profesor Ratigan

—¿Qué ocurre, Mademoiselle? —él se me acercó a la vez que yo retrocedía—. ¿No se alegra de verme?

—No... no es eso —mi espalda topó con pared. Estaba atrapada entre esta y la inmensa figura de Ratigan—. Es solo que... pensé que usted...

—¡Ah, sí! —exclamó con despreció—. También me alegra presumir que este ha sido mi escape más rápido de una prisión. Aunque escapar de prisiones extranjeras es más fácil porque esos ratones ingenuos no saben con quién están tratando —soltó una risa. Puso un dedo debajo de mi barbilla y me miró directamente a los ojos: fríos y enfadados. Ay no...—. Por cierto, querida ¿qué fue lo que ocurrió allá, en las montañas?

—¿De qué...?

—¡No te hagas la inocente conmigo, Relda! —con su mano libre, Ratigan le dio un puñetazo a la pared detrás que mí, muy cerca de mi oreja, y pude sentir que la agrietaba—. ¿Por qué seguiste al detective de segunda? Yo no te lo ordené. Solo te dije que lo distrajeras con tu canto mientras yo entraba a su hotel y robaba su equipo de escalar, y colocaba, como seguridad, esa trampa para ratones.

—Yo... «¡Cálmate, Relda! No reveles tus emociones o el profesor lo descubrirá.» —respiré hondo y le respondí con calma—. Ambos sabemos que, sin importar los obstáculos que Basil se enfrente, siempre encontrará la manera de seguir adelante. Así que me pareció prudente seguirlos y de ese modo asegurarme de que no tuviera éxito en su misión.

—Entonces ¿tú fuiste quién les envió esa serpiente? Qué desafortunadamente, ese entrometido pudo hacer que los dejara en paz. ¡Bah, golpe de suerte!

—Exactamente

Claramente eso era una gran mentira. Casi me desmayaba cuando vi a ese repugnante animal salir de la nada y acercarse por detrás a Basil. Gracias al cielo que esa serpiente quedó hipnotizada por la música de su flauta o mi querido detective...

¡No, Relda! ¡No!

Nada de sentimientos hacia Basil de la Calle Baker o será tu fin. Y el de él.

El profesor sonrió complacido ante mi "estratagema". Se alejó, colocando sus manos detrás de su espalda y recorrió mi camerino.

—Excelente —pasó un dedo por una de las flores que me obsequiaron. La tomó y la estrujó de un rápido y fuerte apretón de su mano. Al abrirla los pétalos destrozados los tiró al suelo ¡y eran falsos!—. Ahora, querida. Es tiempo de hablar de tu próxima asignación.

Mi trabajo para Ratigan continuó. Años después ocurrieron los hechos de La cueva de los gatos; Ratigan sabía que al usurpar el trono de Bengistan, Basil aparecería en cualquier momento para detenerlo; por lo que me tuvo a su lado como "rehén" cantando para él varios días. No obstante, para que mi papel de prisionera fuera más "creíble", el profesor me dejó sin comer por dos días.

Esa rata y su amor por el drama.

Una vez liberada, y aprovechando la distracción de Basil entregando a los guardias de Bengistan a Ratigan, me escapé del palacio yendo hacia el punto de encuentro con el profesor y el capitán Doran.

—Hermosa actuación, como siempre, Relda —comentó Doran como saludo

—Yo pensé que te lo habías perdido, ya que no te vi ahí

—Doran tiene sus propias tareas que realizar —contestó en su lugar el profesor—. A propósito, Relda. Tú tenías una perfecta vista de todo el salón ¡¿cómo es posible que no vieras a Basil y a su ayudante entrar al lugar?!

Oh, no.

Es verdad, vi a Basil y al doctor Dawson entrar, pero no dije nada.

Piensa. Piensa.

—Para seguir engañando a Basil debo hacerlo creer que estoy de su lado. Y, como usted me dijo una vez, profesor, los ratones fuera de Londres no lo conocen y por lo mismo le es más fácil evadirlos.

Tanto Ratigan como Doran me miraron con suspicacia. Pero, afortunadamente, se tragaron mi mentira y el profesor rio ante mi ingenio. Ratigan informó que él y Doran se colarían en el barco donde Basil y Dawson viajarían en busca de la isla de Kataarh a descubrir el misterio de los gatos en miniatura y hacerlos sus esclavos. Mientras tanto, yo iría a otro lugar y a la espera de sus siguientes órdenes. Para mala suerte del profesor y el capitán, Basil los descubrió de inmediato y ambos fueron arrestados, de nuevo. Se supone que Ratigan es el Napoleón del Crimen, entonces ¿cómo demonios fue que se le ocurrió la "brillante idea" de que él y Doran usaran sus nombres al revés estando el detective en el mismo barco? En fin, ocurrió lo habitual: Ratigan y Doran capturados y enviados a prisión, ellos se escaparon y nos reunimos de nuevo para seguir con sus planes malvados.

Cuando Ratigan fue contactado por el dictador mexicano, El Bruto, no nos llevó con él ni a Doran ni a mí. Al capitán lo dejo a cargo de sus secuaces y asuntos importantes en Londres y a mí a otros trabajos por Europa, principalmente en Francia. Es por eso que  "desaparecí" por tres años y no volví sino hasta que el profesor me envió una carta a Paris ordenándome regresar a Londres una semana antes de secuestrar a Hiram Flaversham.

Ahora que ya estamos al día, podemos seguir con el caso actual:

Gracias a la decaída de Basil —cortesía mía—, no le fue difícil a Doran y a otros cuatro matones más capturarlos y llevarlos a una vieja bodega de vinos donde se encontraba al centro una trampa para ratones. Vaya, como no cayeron la vez pasada lo intentaría de nuevo. Recostaron en la trampa a Basil y Dawson y los ataron.

—Tú no sabes que delicioso dilema fue decidir cuál era el más apropiado método para matarte. —dijo Ratigan con satisfacción mientras sus matones acomodaban la trampa y Fidget colocaba con miedo el seguro de esta y se apartaba rápido; vio sonriente que estaba bien y se fue—. ¡Oh, tenía tantas ideas ingeniosas que no sabía cuál escoger! Así que, decidí... usarlas todas.

Ratigan levantó los brazos al aire y fue cuando me percaté de todo lo que había a nuestro alrededor. Si había algo que distinguía mucho al malvado profesor, era su afición de dramatizar las cosas y su método para acabar con Basil no era la excepción. Había una pistola cargada, pero atascada, apuntándolos a su lado derecha, enfrente de ellos una ballesta, a la izquierda un hacha y sobre ellos un yunque.

—¡Maravilloso ¿no es cierto?! —exclamó emocionado Ratigan mirando su gran creación. Luego se volvió de nuevo a Basil—. Mira, te mostraré cómo funciona... —el profesor se acomodó para explicar, pero de repente empezó a reír y miró con superioridad a su enemigo—. ¿En serio creíste que cometería el gran error de explicarte cómo funciona mi más grande creación? Aunque solo te explicaré cómo comienza: Imagina esto, primero una alegre tonada que grabé especialmente para ti —miré hacia donde el profesor indicó y vi a Fidget de pie junto a un tocadiscos—. Mientras suena la música, la cuerda se estira y cuando termina la canción la bola de metal se suelta —esta se encontraba dentro de una copa de vidrio y esta sobre un barril—. Y rodando graciosamente cae hasta... —pasó un dedo por su cuello dando a entender que su máquina mortal los aniquilaría—. Y así termina la mediocre carrera de Basil de la Calle Baker.

—Usted sigue siendo alguien despreciable —dijo con valentía el doctor Dawson

—¡Sí! —admitió entre risas el malvado profesor

—¡Sí, sí, sí, sí, sí! —llegó saltando feliz Fidget hacia su jefe, vestido con un uniforme de la Guardia Real Británica

—¿Todo listo, Fidget?

—Todo, patrón

Complacido por la noticia, Ratigan sonrió alegremente, caminó emocionado hacia un gran paquete blanco atado con una cinta rosa y un lazo en la parte superior, custodiado por dos de sus matones, también disfrazados como soldados de la Guardia Real. Abrió la parte superior del regalo y sonrió maliciosamente al ver su contenido.

—¡Oh, esto es ruin! ¡Deliciosamente ruin! —cerró la caja y les indicó a sus dos matones con un gesto preparar el paquete para su envío—. ¡Sr. Flaversharm! —caminó hacia la familia cautiva. Fue ahí que me di cuenta de que Olivia estaba atrapada en una botella de vino y respiraba con dificultad ¡Dios mío! ¡Se estaba quedando sin aire! Su padre trataba de llamarla, pero al estar amordazado la niña no podía oírlo. El profesor  se paró junto a la botella—. ¡Lo felicitó por tan magnifica obra de arte! —dio tres golpes a la botella y continuó—. ¿Ve lo que puede hacer con la apropiada motivación? —rio pellizcándole una mejilla al juguetero. El resto de matones, también disfrazados de la Guardia Real, subieron al lomo de Felicia—. ¿Recuerdan el plan a la perfección?

—¡Sí, profesor! —contestaron sus secuaces

—No entiendo porque yo debo llevar a estos ratones sobre mi lomo —protestó Felicia—. ¡Deberían ir en mi estómago!

—Pronto podrás comer, ángel mío —prometió Ratigan con una voz tierna—. Pero para eso debes hacer tu parte. ¿De acuerdo, querida?

—Está bien

—Adiós, tesoro mío —se despidió el profesor de su mascota, Felicia maulló y se fue con sus pasajeros. Ratigan regresó al lado de sus prisioneros—. No sabes cuánto deseaba presenciar tu horrible fin —el profesor pasó un dedo por el pecho de Basil hasta su nariz—, pero llegaste quince minutos tarde —sacó su reloj de bolsillo revisando de nuevo la hora y volvió a guardarlo—. y yo tengo un compromiso importante en el... Palacio de Buckingham —Dawson miró confundido a Ratigan, mientras que Basil... él seguía inmóvil—. Confío en que no olvidarás sonreír a la cámara, amigo —Ratigan señaló una cámara que se encontraba del lado derecho de los prisioneros, junto a la pistola, lista para "capturar el momento"—. ¿Mh? ¿Una gran sonrisa?

Basil siguió sin contestar, solamente suspiró resignado ante su derrota. Dawson miró desafiante al profesor.

—¡Malvado! —insultó el médico

—Lo siento, doctor —dijo Ratigan subiéndose a un toca discos—. Debió quedarse en Afganistán.

—¿Qué?

Antes de que encendiera el tocadiscos, nos llamó a Doran y a mí. Pasamos junto a Basil y Dawson; no tuve que mirarlos para saber que el detective seguía con la mirada perdida en el vacío y el doctor me lanzaba una mirada de decepción. Nos paramos ante nuestro jefe y Ratigan nos dijo:

—Asegúrense de que esos dos no escapen. ¡Aunque no debería de preocuparme gracias a que nuestro héroe ha caído gracias a ti, Mademoiselle Relda!

Ratigan rio con malicia y Doran le hizo segunda. Yo solo sonreí tratando de fingir lo más que podía. El profesor colocó el brazo del tocadiscos y la música comenzó sonar a la vez que Fidget emprendía el vuelo en un dirigible con una gran R impresa en el globo y colgando de esta el paquete.

El fin llegó y eso es criminal

El tiempo vuela nos trae el final

—Adieu, auf wiedersehen, arrivederci. ¡Héroes! —se despidió el malvado profesor subiendo a su dirigible por una escalera de cuerdas. Una vez a bordo, vio con triunfo a su rival y se mofo de él a modo de despedida—. Adiós, Basil.

Así que adiós, me voy

Ya tengo que partir

Los dejo aquí con gran pesar

Adiós, me voy.

Adiós

—Iré a dar una vuelta por la guarida. —me indicó Doran—. Tú vigílalos ¡no vaya a ser que escapen! —riéndose de su propio chiste, el capitán salió de la bodega dejándome sola con Basil, Dawson y Olivia.

Me vieron actuar, los vi disfrutar

Pero todo siempre llega a su final

Ahora ya vez, esto se acabo

—¿Eh? ¿De... de... de... de que hablaba? —preguntó confundido Dawson—. ¿Un compromiso en el Palacio de Buckingham?

Basil soltó un suspiró antes de contestar:

—¿No lo ha comprendido aún, doctor? La reina está en peligro y también el reino

—¿Ay? ¡¿La reina?!

Y con gran dolor

Yo tengo que decirles

El fin llegó

Y esto es criminal

—¡Entonces hay que salir de aquí y pronto...!

—No tiene caso, doctor.

—¡¿Qué?! ¡Basil, no! ¡No puedes...!

El detective ya no escuchaba a Dawson. Apartó la mirada de su amigo y siguió compadeciéndose de sí mismo. Por mi parte, me acerqué a la botella donde se encontraba Olivia prisionera. La respiración de la niña era pesada a cada momento, no quedaba mucho tiempo y debía sacarla de ahí pronto. Tomé el corcho y tiré con todas mis fuerzas, pero este no cedió; quien lo haya colocado lo atasco con demasiada fuerza.

Y con gran dolor

Yo tengo que decirles

El fin llegó

Y eso es criminal

Mientras yo trataba se liberar a la niña, Dawson trataba de roer las cuerdas que los ataban, pero al ser cuerdas que usan los humanos —demasiado gruesas para un ratón— ni siquiera pudo dejarles una marca. El médico se rindió en su intentó de escape y regresó su atención al decaído detective.

El tiempo vuela, nos trae el final

Así que adiós, me voy

Ya tengo que partir

Los dejos aquí con gran pesar

—¿Basil? —llamó Dawson

—Oh...

—¡Basil!

—¡Dawson ¿cómo pude ser tan torpe?!

—Bueno, todos cometemos errores. Pero hay que hacer algo pronto debemos...

—¡Ratigan probó ser más listo que yo! ¡Ha! Él jamás habría caído en una trampa tan obvia... o ser engañado por alguien en quien confiabas y llegaste a apreciar —Basil soltó un suspiro—. O querer

Me detuve en seco al escuchar sus palabras y me quedé paralizada procesándolas.

¿Basil acababa de decir que... me quiere? Pero... él nunca dio indicio alguno de sentir algo por alguien. Entonces ¿por qué...?

—¡Basil! Es comprensible que este dolido por el engaño de Relda, pero ¡no es para que se rinda! ¡Usted NUNCA se ha rendido! ¡No comience ahora! ¡Es el único que puede atrapar a ese villano...!

Dawson y yo miraron preocupados el tocadiscos.

Pesar... pesar... pesar...

El disco se había trabado, podía significar que a los dos se les acababa tiempo.

—Basil.

—¿Mh? —masculló Basil

—¡El disco! —advirtió el médico

—Al fin ha pasado ¡Ratigan me ha vencido!

—¡Ay, Basil! ¡Por favor!

—Burlado. Embaucado. Humillado. Ridiculizado.

—¡YA BASTA!

Ahora ya ves, esto se acabo

Mi grito hizo que el tocadiscos se moviera y el disco volviera a tocar con normalidad.

Basil salió de su trance deprimente para mirarme sorprendido, al igual que Dawson. Me estaba arriesgando exponiéndome, pero ¡por Dios! ¡ya no soportaba ver a Basil así y mucho menos ahora que sé lo que en realidad siente por mí!

—¡Dawson tiene razón! ¡Tú eres el único que puede derrotar a Ratigan!

—Relda ¿qué...?

—¡Nunca te has rendido cuando se trata de Ratigan! ¡NO TE RINDAS AHORA! ¡La reina está en peligro! —señalé la botella—. Olivia confía en ustedes y también los necesita, no podrá aguantar ahí encerrada más tiempo! —señalé el yunque—. ¡Están a punto de morir por una de las trampas más exageradas del profesor y lo único que haces en compadecerte a ti mismo! ¡Sé que puedes salvarlos! ¡Pero si ya te rendiste entonces olvida todo y acaba ahora con todo de una vez!

Y con gran dolor

Yo tengo que decirles

El fin llegó

Y eso es criminal

Regresé mi atención al corcho y seguí intentando sacar a Olivia de ahí. Si Basil no ayudaba a la niña, yo lo haría. Ya era su problema si quería liberarse de la trampa de Ratigan o no.

La bodega estuvo en silencio unos segundos, la única que hacía ruidos era yo ante el esfuerzo de mi labor.

El tiempo vuela, nos trae el final

Así que adiós, me voy

De pronto una risa se escuchó, primero tranquila y después se intensificó, casi con locura. Me volví y me preocupé al ver a Basil riendo como demente. ¿Ahora qué?

—¡ACABAR AHORA CON LA TRAMPA! ¡Ha, ha, ha!

Ya tengo que partir

¿Qué rayos...?

Los dejo aquí con gran pesar

—¡Basil, espere! —gritó preocupado el médico—. ¡No creo que Relda tuviera la intención de...!

Adiós, me voy, adiós

Dawson miró con horror el tocadiscos mover su brazo, ya que la canción terminó, haciendo que tirara de la cuerda que tenía atada y jalara el corcho, derribando la copa y soltando la bola de metal que empezó a bajar por un camino de tuberías y otras cosas de metal.

—El ángulo de la trayectoria multiplicado por la raíz cuadrada de un triángulo isósceles... —me pareció que Basil miraba el aro derecho de la trampa— ...dividido entre el... —miró el revólver— ...principio de... —vio el hacha—... fuerzas opositoras en movimiento... —vio la ballesta— ... mi maravilloso cerebro me dice que... —vio el hacha— ¡...y ajustando por —vio el yunque— la diferencia de equilibrio...! —lo último que vio fue la botella donde se encontraba atrapada Olivia.

—¡Basil ¿qué estás...?!

—¡Relda, aléjate de la botella y atenta a lo que sucederá!

—Pero ¿cómo es que...?

—¡Confia en mí!

Esas palabras me tomaron por sorpresa. A pesar de lo que le hice, él... Asentí y me alejé de la botella-prisión de Olivia.

—¡Dawson! Exactamente cuando le indique debemos soltar el mecanismo de disparo —indicó el detective poniendo una mano en el seguro

—¿Uh? ¡¿Qué, qué?!

—¿Esta listo, Dawson? —preguntó Basil, atento a la bola de metal

—Pe... pe... pe... pe... —tartamudeó Dawson asustado.

—Y...

La tensión se sentía en el aire. Me paré detrás del hacha. Basil veía la bola de metal a la espera del momento. Dawson tenía los ojos cerrados y acercaba su mano temblorosamente al seguro.

—¡AHORA! —gritó Basil

Dawson gritó a la vez que él y el detective activaban la trampa para ratones. Los tres cerramos los ojos con fuerza y ellos se encogieron a la espera del impacto de la trampa... pero esta nunca llegó. Abrimos los ojos y vimos la bola de metal atrapada en la barra, haciéndola temblar por la fuerza y provocando que el aro derecho de la trampa saltara. El aro le dio al revólver haciendo que su carga disparara contra la ballesta, esta contra el hacha rompiéndola. El hacha giró en el aire e impactó justo en el centro de la trampa para ratones liberando a los dos. Dawson fue lanzado hacia un lado y Basil hacia el otro.

El médico rodó en el suelo hasta queda boca abajo. Con respecto al detective... iba directamente hacia mí y por un segundo pensé que se estrellaría contra mi persona, pero el pobre Basil terminó rodando hasta mis pies y no pude evitar reírme de él.

La tierra seguía temblando, por lo que la botella en la que estaba Olivia vibró haciendo que el corcho saltará y la niña fuera liberada, pero enviada a volar por los aires.

Dawson trataba de reponerse apoyándose pesadamente contra el yunque mientras se agarraba la cabeza con una mano y recuperaba el aliento, al parecer el médico nunca había tenido una experiencia como esa ni siquiera en sus años de servicio en Afganistán. Basil se levantó y me miró molesto mientras yo seguirá riéndome de él. ¡No podía evitarlo! Eso fue muy gracioso. Basil se alejó de mí yendo junto a su amigo y en el camino se quitó su disfraz revelando su clásico atuendo de detective y se colocaba con estilo su cervadora.

Basil de Baker Street estaba de vuelta, junto con su habitual ego.

En ese momento vi a Olivia acercarse a nosotros por los aires y de prisa la atrapé al vuelo.

—¡Olivia ¿estás bien?! —pregunté genuinamente preocupada, revisando a la niña

—S... Sí —respondió la pequeña respirando con calma, recuperando el aliento—. Muchas gracias, Relda

Olivia me abrazó y no pude evitar enternecerme y devolverle el gesto.

—Gracias, Dawson —dijo de pronto Basil y lo vi abrazando con su brazo derecho a su amigo. A mí me abrazó con su otro brazo a la vez que sujetaba con fuerza a Olivia para evitar que se cayera de mis brazos—. ¡Y ahora sonrían!

En ese momento la cámara nos tomó una fotografía. Dawson, Olivia y yo estábamos perplejos mientras que Basil sonreía grande a la cámara al momento de tomarse la fotografía. Si había algo que ese detective nunca admitiría, es que, a veces, su ego se parecía al de Ratigan. Otra cosa que esos dos tenían en común, además del intelecto.

Basil nos soltó a Dawson y a mí, y bajé Olivia.

—Relda

El detective solo dijo mi nombre, pero en ese sencillo acto se notaban los sentimientos que rondaban su ser por lo que hice: tristeza, decepción, pero aun así con la intención de darme una segunda oportunidad. Y exigiendo una explicación.

Y tuve razón cuando él dijo:

—En cuanto derrotemos a Ratigan tú y yo tendremos una larga conversación. Y esta vez no quiero que te desaparezcas como la última vez ¿entendido?

—Entendido

Le extendí mi mano para que él la estrechara y cerrar así el acuerdo. Basil iba a tomarla, pero de repente una bala rozó mi muñeca haciéndome un gran corte.

—¡Relda!

Basil iba a acercarse a mí, pero otro disparo sonó y este se impactó ante los pies del detective impidiéndole acercarse a mí. Los cuatro nos volvimos hacia el origen y vimos a Doran acercarse a nosotros apuntándome con su revólver.

—Vaya, vaya, vaya. —pude detectar burla en la voz del capitán, como si supiera algún secreto—. Tal parece que mis sospechas sobre ti eran ciertas, Relda

—¿De qué hablas, Doran? —pregunté, cubriendo mi muñeca herida con mi otra mano, sintiendo la sangre resbalarse entre mis dedos

—Que sucumbiste ante tus sentimientos por Basil

El detective, el médico y la niña me miraron sorprendidos. Miré de reojo a Basil y pude leer en su rostro la comprensión de el porqué lo ayudé a entrar en razón. Doran cargó de nuevo su arma y se detuvo ante nosotros a una distancia prudente, lejos de cualquier amenaza.

—Sí recuerdas lo que les pasa a quienes traicionan al profesor ¿cierto? —comentó el capitán

—Y yo te recuerdo que Felicia esta con él —respondí con una sonrisa desafiante

—No me refería a ese método —aclaró Doran, apuntando su arma a mi pecho

Por supuesto que lo recordaba; el capitán era el sicario de Ratigan, y cuando el profesor pensaba que el traidor, o los ratones que se le oponían, no merecían ser devorados por su obesa gata, era cuando entraba en acción Doran.

De pronto Basil se colocó ante mí protegiéndome del capitán.

¡Maldición, Basil! ¡Ahora no es el momento para que te portes como un caballero!

Doran se burló del acto del detective.

—¿En serio, Basil? ¿Vas a protegerla después de que te engañó descaradamente?

—Si lo hizo fue porque estaba siguiendo las órdenes de Ratigan y ella sabe perfectamente que no se puede ir en contra de él. Al menos de una manera fácil. Relda tendrá sus razones por las que decidió trabajar para el profesor, pero el que me haya ayudado a escapar de esa dramática trampa me demuestra que no esta coludida del todo con él.

—Como sea, no puedo permitir que salgan de aquí con vida y debo eliminar a los traidores... ¡agh!

Aliada de Ratigan o no, siempre he aprendido a defenderme y ser precavida, y eso incluía llevar entre mi ropa un arma pequeña que se pueda ocultar fácilmente en las mangas y sacarla rápido. Así que aprovechando esa conversación entre el detective y el capitán saqué mi pistola y le disparé a Doran a su hombro izquierdo.

A pesar del desconcierto por mi actuar, Basil aprovechó el ataque hacia Doran para derribarlo y en el proceso desarmarlo. Los dos se enfrascaron en un combate cuerpo a cuerpo que terminó al fondo de la bodega de vinos. Sabía que en ese lugar aún quedaban trampas para ratones que los antiguos dueños humanos dejaron, razón por la cual el profesor colocó una en su trampa fallida. Iba a ir tras ellos, pero Dawson me detuvo al ver mi mano sana cubierta de sangre.

—Pueden usar esto

Olivia se quitó su listón rojo y me lo ofreció como un vendaje improvisado. Ambos le agradecimos, Dawson la tomó agradecido y vendó mi muñeca. En cuanto ató el nudo yo corrí directamente hacia donde habían ido Basil y Doran en su lucha, escuchándolos con más claridad a cada paso que daba.

Estaba a unos pasos cuando el ruido de una trampa para ratones llegó a mis oídos seguidos por un gemido de agonía.

—¡Basil!

Llegue y no pude evitar soltar un grito de horror ante lo que vi: En efecto, la trampa para ratones se había activado, pero gracias a Dios no era Basil el que quedó atrapado ahí, era Doran. Su cabeza estaba dentro de la letal trampa por lo que la barra atrapó su cuello acabando con él de un solo golpe.

—Soy sincero cuando digo que no le deseo ese final ni a mi peor enemigo —volteé rápido hacia mi derecha. Basil estaba a mi lado mirando con pesar al capitán—. No obstante, creo que este es el mejor castigo que el capitán Doran merecía por todos sus crímenes

—¡Basil, estas bien!

Lo abracé por el cuello, apenas dándole tiempo al detective de reaccionar. Y si estaba sorprendido con mi abrazo, lo dejé petrificado cuando lo besé. Basil tardó unos segundos en reaccionar y devolverme el beso. Me hubiera gustado que ese momento hubiera durado más, pero debido a las circunstancias tuvimos que separarnos. Basil tomó mi mano ilesa y los dos salimos de ahí.

—¡Pronto, Dawson! Debemos llegar al Palacio de Buckingham —luego se volvió hacia mí—. ¿Sabes qué planea hacer Ratigan con la reina?

—Por desgracia, no —admití con pesar, y aparté la mirada de él ya que lo siguiente que dije me avergonzaba mucha—. Doran me contactó para que... te distrajera. Lo siento tanto, Basil

—Eso no importa por el momento, lo resolveremos después. Sin embargo, creo tener una idea de lo que esa rata de alcantarilla piensa hacer. Ahora, dinos como salir de aquí

Los guié hasta la salida que era en los muelles del rio, donde se ubicaba la taberna "La trampa de la rata". Basil silbó y llegó corriendo Toby.

—¡Sí! ¡Están bien! ¡Lo sabía! —ladró emocionado el can al vernos—. ¡Olivia, regresaste! —le dio un lengüetazo a la niña en su mejilla, mostrando su felicidad.

—¡El juego esta en marcha, Toby! ¡Nuestra reina está en peligro!

La felicidad del perro desapareció, gruñó y bajó la cabeza. Trepamos por su oreja y Basil le dio la orden de que nos llevara al Palacio de Buckingham.

Solo espero que lleguemos a tiempo.

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