4. Especial navideño.
Advertencia. Esta es la primera parte del especial navideño hecho para JJK, no es necesario leer las partes restantes, pero son libres de hacerlo. Sexo, rolplay, infidelidad. Comentan o lloro.
***
—¿Y en dónde está la fuga?
Balancea una llave de tipo desconocido, ni siquiera sabe si eso se utiliza y es por ello que ha llamado a un experto en tuberías. No es su culpa que su esposo contratara a un idiota que dejara al lavamanos del baño como un juguete de piezas embonables desde el principio, tuvo que hacerse cargo del asunto como pudo.
—¡Oh, gracias por llegar! —Se hace a un lado, dando acceso al técnico, un apuesto tipo de cabello blanco y ojos azules, digno de estrella de televisión porque hasta en la novela popular del momento el protagonista es bastante simplón.
Digan lo que digan, Yuuji Itadori es un ama de casa poco convencional, un chico gay amante de las cosas de chica, usar colores pastel, faldas y demás artefactos que lo hagan ver como un digno trad wife porque de husband no tiene nada. Para eso está casado con un hombre en toda regla que no le deja descansar cada noche. Y quizás por este pequeño hecho, es que no esté resistiendo de su viaje de negocios.
Lo acompaña escaleras arriba, donde el baño del segundo piso presenta la fuga. El tipo deja caer su mochila con artefactos, colocándose a sus pies cuando este se ha acostado para poder arreglar la tubería. Ni siquiera necesita explicar lo que quiere que arregle porque él lo está haciendo.
Tal vez es porque van dos noches sin su esposo, pero sus dedos ya no están siendo suficientes. Es inevitable no poder estar viendo al plomero de otra manera, de recorrer con la mirada su cuerpo. Pero qué hombre es. Sí, bien, está casado, su esposo es demasiado bueno cogiéndolo sin falta y tiene un pene enorme, no le falta nada, pero piensa que se arrepentirá toda su vida si no lo hace, si no se sienta sobre esa palanca que yace dormida debajo del pantalón de mezclilla, que remarca la virilidad hacia un lado. Es casi del tamaño de su esposo, probablemente más y de un hombre tan ardiente con rostro poco convencional porque nadie le hará pensar que su belleza es algo típico para el consumo japonés.
—Señora Geto, ¿verdad? —pregunta el sujeto mientras hace tuqui tuqui en el tubo, a saber qué está haciendo porque está más concentrado en el paquete de este—. Cuando nos comunicamos por mensaje, no mencionó el tipo de pago, pero viendo su ropa, creo que podemos llegar a un acuerdo.
¿De qué ropa está hablando? Si lo único que está utilizando es un bonito mandil rosa con una pequeña braga del mismo color, dejando nada a la imaginación para ser comido apenas ponga un pie dentro de su hogar que estaría lleno de niños de no ser porque son hombres y estos no se pueden embarazar.
Mira con vergüenza su mandil, juguetea suavemente con este, sentándose sobre la entrepierna del albino al que poco conoce, pero que no necesita su nombre salvo por reconocer los centímetros que puede recorrer en su interior, meciéndose suavemente contra su virilidad cubierta, aquella que se alza ante su tacto.
—Me parece bien... Mi esposo no me deja dinero para este tipo de cosas.
El albino deja de hacer tuqui tuqui para soltar la herramienta e ir directamente a sus labios, a besarlos de manera tan apasionada que siente escurrir la saliva por su mentón hasta perderse en su cuello, con sus manos tirando del mandil para acceder a sus tetillas y tironear de estas, arrancándole jadeos que son imposibles de callar, que se ahogan en la boca ajena que simplemente se las come.
—Señora Geto..., su esposo sí que supo encontrar esposa... —murmura contra su boca, bajando sus manos por su espalda para tirar de la braga a un lado y sin darse cuenta de cómo, tiene un pene metido en su orificio que su esposo aflojó antes de irse a trabajar. De un solo movimiento, lo tiene adentro, teniendo que sostenerse de los hombros del albino desconocido para rebotar contra su entrepierna.
—Ah... Espere... No estamos usando protección. —No quiere frenar, no quiere que su interior se llene de la esencia de otro hombre que no es el suyo, que no es el de su esposo, pero eso no parece hacerle gracia al desconocido, que termina por impulsarse y dejarlo contra el suelo, aplastado por su cuerpo que ahora que se retira la camisa le parece mas que ardiente—. Bu-bueno... Ya entró así, no hay problema.
—Señora Geto... su interior me aprieta muy bien, es un hecho que nació para esto.
Eso lo halaga.
Él sonríe, una línea que viaja de oreja a oreja que humecta con su lengua al pasarla de un extremo al otro, levantándose mientras sostiene su cadera y piernas, dejando el tren superior de su cuerpo en el suelo y el culo pegado a su miembro viril, que se ensancha en su interior de hacer lo que desee estando allí, golpeteando sin cesar. Jadea ruidosamente, pero el albino no se queda ahí, porque lo hace enredar sus piernas a su cadera, lográndolo inutilmente ante cada espasmo generado por las embestidas.
Estira las manos, él se las toma y lo eleva de un tirón, casi sin esfuerzo donde se dedica a abrazar al desconocido que ahora se da la vuelta y lo estampa contra el lavamanos, follándolo contra el espejo que se frota contra su espalda, una sensación de lo más extraña y que ignora por estar más concentrado en cada embestida.
Sin duda es mejor que su esposo. Su tamaño, fuerza y rapidez son de otro mundo, lo hace a lo loco, como si poco importara su necesidad de sentir placer que eso lo hace aferrarse y de correrse contra su mandil. Quiere que se lo quite, es incómodo, quiere que se desnuden, pero el albino no parece hacerle ilusión.
Besa sus labios una vez más, acaparando su boca con la lengua mientras la envuelve con la contraria en movimientos estúpidos que sólo consiguen hacerlo más húmedo. El albino deja de sujetar su trasero para estrujarlo con sus manos, de dejar marca de sus dedos sobre su piel rosácea.
—¿Cómo su marido lo puede dejar solo sabiendo que tipos como yo están esperando estos momentos? —Toma sus piernas, las pone en sus hombros, incomodándolo más con la posición por estar apretando su estómago y evitando su respiración. Por ratos siente que se ahoga, pero puede respirar gracias a que se alimenta del aliento del albino que hace de su cuerpo cuanto desee a pesar de que se ha corrido ya una vez.
—Señor... ¿Por qué no se ha venido...? ¿Mi trasero no es tan bueno? —Aprieta, simula una succión que hace jadear y enrojecer más al técnico que vuelve a comer de su boca mientras frena sus embestidas, ahora cadereando suavemente consiguiendo que vuelva a chorrear por estar sobreestimulado. No pueden culparlo, su punto placentero está siendo golpeado tanto que es imposible no llamar al diablo si le tocan tanto el timbre.
—No quiero decepcionarlo... —confiesa entre besos, dejando en paz sus piernas para poder a dedicarse a darle besos. Eso le reconforta porque puede abrirse de piernas y bajarlas lentamente, pero tan pronto las puntas de los pies llegan al piso, nuevamente es atacado por el albino que lo folla de manera brusca—. Su cuerpo... me encanta... abandone a su esposo y vuélvase mío...
Es momento de parar, pone la mano en su boca mientras gira el rostro, sonrojado por la declaración—. Pero... ¿Qué está diciendo? Que nosotros hagamos esto... No se tome tantas libertades... Tengo un esposo y usted... sólo es un amant...
No lo deja terminar, le arrebata otro gemido que es igual a un grito, le arrebata el aliento por cada bestial embestida que acaba con la piel irritada de tanto estar siendo estampado contra el vidrio. Entonces su interior es llenado por su esencia, seguido un jadeo grave junto con el cuerpo tembloroso del técnico mientras se aferra al suyo, acompañándolo de igual manera con un orgasmo en seco.
—¿Otra..., señora Geto?
—Cla...
—Con que... tienes un amante.
En frío.
Delante de él, en la puerta del baño, su esposo Suguru lo observa en esa posición tan penosa, cruzado de brazos mientras se acerca.
Está frito.
***
La siguiente parte pueden encontrarla en El SatoSugu más soft que podrás encontrar, bonitas fiestas.
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