2. La mentira.
Maldición. Maldición. ¡Maldición!
No puede creerlo. Delante de él, la calamidad a la que no desea enfrentarse. Las excéntricas gafas oscuras de su novio están rotas, tendidas sin misericordia sobre el cojín al que con tanto gusto se ha lanzado después de pasar horas interminables de estudio intenso, actividad custodiada por el albino horas atrás.
Entonces su celular suena una tonta melodía, aquella que pone su piel erizada.
—¡Yuu, mi cariño! —del otro lado, Satoru habla con una suavidad que lo pone nervioso—. ¿Qué tal la tarea?
—Recién voy acabando...
—¿Apenas? Espero que esa sesión de besitos no te haya interrumpido tanto. —Tonto, sabe bien que fue por esos mismos besos que Yuuji tuvo que volver a empezar su proyecto por no guardarlo correctamente—. Como sea..., iré de nuevo para tu casa, te aviso para que hagas la cena porque pienso quedarme a dormir.
—¿Ah? Pero has dicho que quedaste con Geto para ver una película. —Una reunión que lo hacía sentir extraño, aunque ahora es la perfecta excusa para evitar que su regreso.
—¿Dije eso? Uh... —vacila, no puede creerlo, le ha cancelado, ¿en qué momento?—. Como sea, pequeño Yuu, llegaré a tu casa en un rato, ¡ando de compras ahora!
—¿Y por qué debo de hacer la cena si pasarás a comprar? —dice con cierto fastidio en su voz—. Estuve trabajando demasiado, déjame descansar.
—Mmmm... ¡No!
Y cuelga.
¡¿Desde cuándo Satoru Gojo es tan malcriado?! Deja el celular en el sofá tras suspirar, es el menor de sus problemas. Realmente no tiene idea de cómo reparará esas gafas. Quizá pueda comprar unas nuevas, decide mandarle mensaje ahora a Megumi, este le manda una captura de la página de la tienda de donde han salido esos lentes oscuros provocando que Yuuji sienta más rabia, no puede creer que su novio sea tan rico como para pedirle que haga de comer cuando podría llevarlo a un buen restaurante, o, mejor, comprar comida en un puesto de hamburguesas si es tan tacaño.
Después de agradecerle a Megumi por su ayuda, vuelve a mirar su escena del crimen. Debe de actuar de urgencia. Tal vez pueda repararlos, pero la grieta se notaría y lo delataría, además que no sabe cómo unir el vidrio, plástico, lo que sea que sea ese material. Maldición.
Quizá pueda entretenerlo en algo más, Satoru es distraído, pero, ¿en qué?
—¿Qué podría querer tanto como para olvidarse de algo que lo distingue demasiado? Quizás... Bueno, cuando llegue puedo decirle "¿deseas empezar a comer la cena o a mí?".
Qué vergüenza.
Tal vez pueda fingir que llegaron Nobara y Megumi a visitarlo, podría echarle la culpa al último porque lo trata como a su hijo, aún no entiende el extraño cariño que le tiene que lo hace sentir celoso.
¿Celoso?
No siente celos. Eso es de alguien inseguro y Yuuji no es inseguro.
Ahora que lo piensa, Geto debe de estar enojado. Muejeje, eso le pasa por mirar novios ajenos. Todavía recuerda cuando le declaró la guerra a por quién se quedaba con Satoru cuando ellos dos ya eran novios, una tontería. No, no son celos, se siente raro que es diferente cada que ellos están juntos.
Aunque también su novio tiene mucha suerte porque tan solo Nanami quien dice que no le agrada Gojo le pasa todas sus tareas, sucede lo mismo con Toji que supuestamente odia a su novio y hablan como si nada teniendo de excusa el tema de Megumi. Incluso su tío Ryomen que estando ya casado actúa tan amable con Gojo cuando él no está presente.
Se siente muy extraño.
No son celos.
Pronto la puerta se abre, Satoru Gojo, que no tiene idea que acaban de romper sus lentes oscuros gracias al culo que con gusto se come, ha llegado de pronto.
—Yuuuuuuuuuuuji —canta Satoru corriendo a su novio quien lo esquiva, pierde el equilibrio y se sienta de golpe en el sofá, en el mismo lugar donde reposan sus lentes—. ¡Agggggh, mierda, los rompí!
Yuuji parpadea, impresionado—. Eso te pasa por correr, sabes bien que el piso está resbaloso —regaña con mentiras, nunca confesará, a la vista de su novio, él fue el que los rompió.
—¿Y mi besito de todo está bien?
—¿Qué tal tu salida con Suguru?
—Que no salí con él, te lo ju...
—Megumi los vio.
—Bueno, sólo fue un ratito.
Arruga el entrecejo—. Mentí.
—Entonces no lo vi. —Intenta salvarse el pellejo, decide ir a su habitación, no desea ver al mentiroso de su novio—. ¿A dónde vas?
—A donde no pueda verte.
—Tendrás que desaparecer porque siempre te veré.
—Hace unos momentos no me estabas viendo por ver a Ge...
—Es mi amigo.
—Suerte con su amistad.
—¿Estás celoso?
—No, pero no quiero verte, mentiroso.
—¿Ni por una ración de besos del gran Gojo Satoru?
—Yo a ese no lo conozco.
—Pues ayer estabas nombrándolo mucho, ¿quieres pruebas?
—Vete.
—Suguru es más mi amigo que mi exnovio. ¿Qué tiene de malo que quede con él?
—Es raro, no es asunto mío.
—No estás siendo franco.
—Tú tampoco.
—Yo no soy el que sale con su exnovio.
—Yo tampoco, pero menos rompí mis lentes.
—Eso tú lo...
—Mentiroso, tienes tus orejas rojas, siempre que mientes se te ponen así.
—¿Entonces sabías que mentí sobre lo de Megumi?
—Es lindo verte celoso, saber que te carcome que te quiten a tu Satoru... Ah, es encantador. —Pronto Yuuji se encuentra atrapado por los brazos de su amado, quien, con una sonrisa, planta un beso en la sien—. No he salido con él, te dije, fui de compras, adivina que te traje.
Itadori sostiene su ropa tras suspirar—. Espero que no sea ese babydoll que me contaste la semana pasada porque te juro que no tendremos sexo de nuevo.
Una bolsa vuela hacia a la ventana, ríe suavemente—. No, no ha sido eso.
—Mentí.
Satoru lo suelta a toda prisa, corre a la puerta tropezándose con sus propios zapatos. No puede evitarlo, ríe a carcajadas.
—¡Fueron más de cuatroscientos dólares, me vengaré! —escucha decir.
Cubre su boca con los dedos—. No es venganza si yo lo disfruto, Satoru Mentiroso Gojo.
***
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