Capitulo 4
Ana
Los días fueron pasando y los problemas con Daniel seguían, lo peor es que a la abuela Carmen se había empezado a sentir mal y tuvimos que llevarla al médico varias veces. Cuando le comenté a Daniel él viajó de inmediato y estuvo unos días en casa al pendiente de su abuela y de paso pudimos arreglar un poco nuestros inconvenientes y volver a la relación que teníamos antes, pero después de irse todo volvió a ser igual.
No sabía que hacer, mi novio mientras estaba acá con nosotras era el mismo de siempre, pero cuando se iba para la ciudad todo cambiaba.
El problema es que se la pasaba en fiestas con sus compañeros de equipos y había empezado a salir en revistas de farándulas con modelos. Daniel me dijo que todo era parte de marketing, que debía hacer como parte de contrato, y que no debía pensar mal y confiar.
Me dio como ejemplo a otros jugadores a los cuales habían pasado por lo mismo que estábamos pasando nosotros y que después, cuando alcanzaron la meta, pudieron organizarse con sus parejas.
Debía ser paciente.
—¿Cómo estás? —Le pregunto a la abuela.
—Bien querida—Cierra los ojos —Solo me siento muy cansada.
—Debes descansar y dormir un rato, yo estaré a tu lado.
—Siempre lo estás, no debería ser una carga para ti.
—Nunca lo has sido y tampoco lo serás, sabes que me gusta cuidar de ti.
—Mi niña, eres tan buena—Abre los ojos y me observa —Prométeme que llegara el día que dejaras de pensar en los demás y empezarás a pensar por ti, que no dejes que nadie e incluso mi nieto te haga daño.
—Lo haré—Siento un nudo en mi garganta.
—No dejes que Daniel...—Sus ojos se cierran y entro en pánico.
—¿Abuela? —La sacudo —¿Abuela? — Me levanto y voy hasta la ventana —¡Mamá! —Grito desesperada.
Mi madre entra por la puerta mientras siento que mi cuerpo tiembla, la abuela se ha puesto pálida y no sé qué hacer. Llamé al 911 y me dijeron que mandaran una ambulancia mientras mi madre la revisaba.
—¿Llamaste la ambulancia? —Asiento con la cabeza —Llama a Daniel.
No sé cómo hago para marcar su número con mis manos temblando y cierro los ojos cuando escucho el buzón de mensajes.
—Daniel, por... Por favor llámame... cuando escuches este mensaje—digo tratando de no llorar.
La ambulancia llega y la suben y yo me voy con ella mientras mi madre nos sigue en nuestro auto al hospital donde trabaja. Bajan a Carmen y se la llevan y solo nos informan que su estado es delicado.
Me siento en la sala de espera y llamo una y otra vez a Daniel y tiene el teléfono apagado. No sé por qué lo hizo sabiendo que su abuela está enferma.
Las horas pasan y no se nada de mi novio, a la abuela la tienen en la UCI y ha tenido varios paros cardíacos y aunque han logrado estabilizar su estado no es el mejor.
Llega la noche y aún no tengo noticias de Daniel y lo peor es que no tengo teléfono de alguno de sus compañeros o representantes.
Me quedo en la sala esperando sin poder regresar a casa. Lo bueno es que mi madre ha entrado a turno y puede estar más al pendiente de la abuela entrando a la UCI y viendo su evolución, en la madrugada me confirma que la abuela no ha vuelto a tener algún paro y que duerme tranquila.
Eso me da un poco de respiro y trato de dormir en una silla incómoda, pero después de intentarlo varias veces no logro hacerlo hasta que el jefe de mi madre me lleva a una habitación para que pueda descansar.
Al otro día me despierto bien temprano y voy en busca de noticias de la abuela. Me dicen que sigue igual, que no ha mejorado ni empeorado. Mi madre sale de turno y se queda a mi lado, aunque ambas estemos cansadas, no somos capaces de irnos a casa.
Sigo sin noticias y empiezo a preocuparme y a la vez tener rabia. Porque espero que tenga una buena excusa para haber desaparecido de esta manera.
Al medio día puedo entrar a ver a la abuela y mi corazón se rompe al verla conectada a tantos cables, me acerque despacio y tomé su mano sintiéndola fría.
—Dan... niel—Sus párpados se abren y lleva una máscara de oxígeno.
—Ya está en camino—Miento.
—Nunca... aprendiste a mentir—Su voz suena esforzada.
—Abuela, no hables—Mis ojos se llenan de lágrimas.
—Ya es hora... mi niña.
—No digas eso, recuerda que tenemos un viaje pendiente.
Daniel nos prometió llevar a la abuela, a mi madre y a mí a conocer el mar.
—No... podré... hacer este viaje mi niña—Aprieta mi mano —Pero... quiero que... me prometas... que tú lo harás... sin importar si es... con mi nieto.
—Abuela—Sollozo.
—Prométeme... que serás feliz...
—Lo haré, te lo prometo.
Observo como cierra los ojos y su vida desaparece lentamente.
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