#2 ¿Gemelo?
—No, no —musité, negando con la cabeza, levantándome de la silla lentamente, con temor—. Eres tú, eres... ¡eres tú! —salí corriendo de ahí, apartando a ambos de mi camino.
—¡Zoe, Zoe! —me gritó el director, yendo tras de mí, aunque se detuvo en el pasillo—. ¿Pero qué le pasó ahora? —se preguntó a sí mismo.
Yo me alejaba cada vez más. Esos sentimientos que tenía hace un año volvieron, asco, enojo, impotencia, miedo. Todo volvió cuando lo vi. Ya no podía seguir ahí.
Por eso corrí, no sabía hacia donde me dirigía pero aún así lo hice. Salí de las instalaciones escolares hacia la calle, y no paré de correr hasta que llegué a la consulta de Andrea.
—Andrea, por favor ábreme —grité desde afuera, golpeando sin parar esa puerta de madera—. ¡Andrea!
—¿Zowi? —se asomó por la ventana del segundo piso, escuché como bajó las escaleras y poco después, me abrió—. ¿Qué fue lo qué pasó?
—Necesito hablar contigo —dije con desesperación.
—Entra entonces —se apartó para que entrara y ambas subimos a su despacho.
Al entrar me senté en el sofá, ella me hizo un té para calmarme y así proceder a contarle el motivo de mi alteración.
—¿Estás segura de que era él? —preguntó con algo de incredulidad en su mirada.
—Era igualito, Andrea —le aseguré—. Lo único diferente era que usaba lentes, pero todo lo demás era igual.
—Pero el director dijo que se llamaba Kyle —recordó.
—Se pudo haber cambiado el nombre, Andrea —tomé un sorbo del té.
«¿Por qué siento que no me está creyendo?»
«Esto no suena tan imposible, yo estoy segura.»
—No lo sé, Zowi —volvió a hablar—. El director ya conocía a Eliot, quizás.... es su hermano gemelo.
—No creo que haya tenido hermanos. Y no me estás ayudando, ¿sabes? —dejé la taza de té en la mesa en tanto mi ceño se fruncía—. No sé por qué vine aquí, será mejor que me vaya —me levanté y me acerqué a la puerta para irme.
—Espera —se levantó también—. ¡Zowi!
Gritó, pero la ignoré. No debí haber ido allí, tengo muchas cosas en la cabeza ahora mismo, y no quiero discutir, no con ella.
Volver a verlo después de tanto tiempo, de tantas pesadillas llenas de dolorosos recuerdos, me hacía sentir horrible. La sensación de su toque en mi piel, de sus besos forzados, de su maldita expresión de satisfacción al ver mis lágrimas y oír mis gritos desgarradores, los cuales él apreciaba como gemidos, me hacía sentir sucia y corrompida. Todo lo que recordaba de él estaba mal, y temía que hubiese vuelto para volver a herirme.
Terminé caminando hasta mi casa; la consulta de Andrea no quedaba muy lejos así que no me afectaría caminar. Pero al llegar al frente de esta, ahí se encontraba él, mirándome desde su posición erguida y seria.
—Hola, señorita Lambert —su voz tranquila y actitud relajada me dieron escalofríos.
—¿Pero....pero qué es lo qué estás haciendo aquí? —di dos pasos hacia atrás, con miedo.
—Vine para ver cómo estaba ya que salió corriendo de la oficina del director —se me acercó un poco—. ¿Se siente mal o algo?
—¡No! —grité y él se detuvo, mirándome confundido—. No necesito que te preocupes por mí. Sé que estás fingiendo y no caeré en tu mentira —comencé a alejarme de él, lo más rápido que pude caminar.
—¡Espere! —me siguió.
Me apresuré a llegar al parque, y traté de esconderme detrás de uno de los árboles más grandes que habían. Realmente deseaba que no me envontrara.
—¿Lo perdí? —murmuré y me atreví a mirar de reojo hacia la calle medio desierta; solo habían personas haciendo ejercicios en un espacio lejano y otros paseando a sus mascotas alrededor.
—No lo creo —habló desde el otro costado.
—¡Carajo! —me sobresalté y tropecé con mis propios pies, cayendo directamente al suelo, dándome un fuerte golpe—. Ah, mi trasero.
Cerré los ojos un instante por el dolor que sentí, el cuál también afectó mi espalda baja.
—Déjame ayudarte —estiró su mano hacia mi dirección. Yo pensé que iba a pegarme así que me cubrí con los brazos el rostro, por instinto.
—Aléjate de mí, por favor —le pedí, casi en un ruego—. Juro que no se lo dije a nadie, lo juro.
«Mierda, voy a volver a llorar.»
—¿De qué estás hablando? —preguntó frunciendo levemente el ceño—. Es la primera vez que te veo. ¿Qué podría haberte hecho?
—¡No me mientas! —me levanté por mi cuenta, limpiando la tierra de mis manos, sintiendo a mis ojos arder levemente—. Sé que eres tú, Elliot, tú no tienes ningún hermano. ¿¡Cómo puedes volver, ah!? ¿¡No te bastó el daño qué me hiciste!?
—¿Elliot? —fijo con asombro, para después suspirar pesadamente—. Él sí es mi hermano, yo soy su gemelo, Zoe —esta vez su tono se agravó un poco, pero eso solo me frustró aún más, acto por el que eché mi cabello hacia atrás.
No podía creer en su cinismo, me daba rabia. Él volvió a acercarse, con una expresión de "preocupación".
—¿Qué fue lo qué te hizo Elliot para que le tengas tanto miedo?
—Eso... ¡Solo déjame en paz de una vez! ¡Ya sal de mi cabeza y de mi vida! ¡No te quiero recordar! —le di la espalda.
—Oye, ¡Zoe! —lo ignoré—. Maldita sea Elliot.
Me alejé lo más que pude de ese lugar. Me dolía pensar en lo que me pasó, mejor dicho, en lo que me hizo. No puedo aceptar que él ande haciendo lo que se le dé la gana mientras que yo voy perdiendo todas las fuerzas que me quedan, aunque estas sean mínimas.
Era injusto que yo estuviera sufriendo cada día y noche, y que él viniera a querer jugar con mi cabeza mientras trato de mejorar.
Después de dar tantas vueltas, llegué al fin a mi casa. Y nada más que entré, me encerré en mi cuarto, sin saludar a mi madre o percatarme de que estaba ahí.
—¿Zoe? —musitó al verme entrar, y colocó las manos en la mesa al sentir el portazo que di, suspirando—. Ay no de nuevo.
Dejé mi cuerpo caer sobre la cama y, a pesar de que intentaba con todas mis fuerzas hacer que no me afectara, no pude aguantar el llanto cuando abracé mi almohada. Cada vez que trataba de cerrar los ojos me acordaba de ese día, de la impotencia que me abrazó cuando no pude evitar que me lastimara, del dolor que le provocaba a mi cuerpo, de las marcas que dejó en el y tardé semanas en borrar.
Así que, busqué el recipiente de mi medicina con desesperación en el cajón a mi lado, y tomé unas cuantas pastillas para ver si lograba dormirme, dejando que la tranquilidad de llegar a tener un profundo sueño me consumiera por unas horas, intentando regular mi agitada respiración para no tener otra crisis depresiva.
Pero cuando vi el pote, no eran las correctas. Inmediatamente me dirigí al baño para tratar de vomitarlas, sintiendo cómo el miedo a lo que podrían provocarme se apoderaba de mi cuerpo. Pero no pude. Poco tiempo después, mi cabeza comenzó a recibir fuertes punzadas que me hacían ahogar gritos de dolor en mi garganta. Mis sentidos comenzaron a distorsionarse, agudizando mi audición y nublando mi visión hasta solo ver una mancha como mi reflejo en el espejo. Me mareé tanto que caí al suelo, sintiéndome débil al punto de no poder mover ninguna de mis articulaciones.
No sabía que me pasaba pero tenía mucho miedo. No quería morir por tomar pastillas equivocadas.
En ese momento, escuché los pasos de mi madre entrando rápidamente a la habitación y al verme, se acercó totalmente asustada. Pude sentir como movía mi cuerpo con desesperación, tratando de hacerme reaccionar con lágrimas en los ojos. Me dolía verla así, aunque estuviese observándola como una figura borrosa. Luego percibí como alguien me cargó en sus brazos y me sacó de ahí, se sentía cálido, envuelto en un aroma suave y reconfortante, su corazón latiendo con rapidez.
En esos momentos ya no podía verlos, y las voces se oían cada vez más lejanas, por lo que en segundos, perdí completamente el conocimiento.
Cuando abrí los ojos, me di cuenta de que estaba en el hospital, acostada en una dura y fría camilla, vistiendo una bata blanca con detalles azules. Las agujas incrustadas en mi piel dolían demasiado, al igual que mi cabeza. Las hubiese quitado de inmediato pero, escuché vagamente como el doctor le decía a mi madre que el lavado de estómago había sido exitoso y que no se preocupara. Pero cuando entró a la habitación y me vió, despierta y tratando de sentarme, su sorpresa fue evidente, pero rápidamente se transformó en enojo.
—Dios mío, Zoe. ¿¡Me quieres volver loca, niña!? —se me acercó, con los ojos cristalizados—. Te dejé pasar lo de hace un año porque Andrea me dijo que estabas "deprimida". ¿Pero ahora qué pasó, eh? Llevas dos días sin despertar por intentar suicidarte. ¡Estamos hablando de quitarte la vida, Zoe!
—No me iba a suicidar, mamá —terminé de sentarme, soportando el dolor que me causó hacerlo—. Solo me iba a tomar las pastillas para dormir, pero me confundí.
—¿¡Y por qué tomas pastillas para dormir, eh!? ¿Por qué me escondes cosas? ¿¡Qué fue lo qué pasó hace un año para qué te pusieras así!? —preguntaba enojada, exigiendo respuestas a sus preguntas de forma inmediata.
Sabía que las quería para aliviar su preocupación, quería saber que estaba bien, y yo no pretendía darle tal decepción al confesarle todo. No podía.
—Por favor, Zoe, dime la verdad. Y no me vengas con el cuento de la depresión, ¿quieres? Soy tu madre pero no soy estúpi...
—¡Me violaron, ¿vale?! —la interrumpí, había llegado a mi límite—. ¿¡Estás contenta ahora!?
No tenía intenciones de gritarle, pero ya no aguantaba más, por eso se lo dije. No quiero que sufra ni que piense que no confío en ella, que piense que fue una mala madre por no evitarlo, pero solo tengo miedo, un profundo miedo a su reacción.
—¿Qué? —musitó, aturdida—. ¿Cómo que te violaron? ¿Cuándo....? ¿Quién fue? —se colocó a mi lado—. ¿¡Quién lo hizo, dime quién lo hizo, Zoe!?
—¡Elliot! Fue-Fue Elliot —desvié la mirada; esto es más vergonzoso de lo que pensaba y.... dolía.
Ella estaba confundida.
—¿Ese chico? Pero si él fue el que me ayudó a traerte aquí y me ha ayudado a cuidarte.
—¿Qué?
Empezaron a tocar la puerta.
—Señora Lambert, ¿puedo pasar? —dijo desde afuera.
—No lo dejes entrar, madre —le murmuré—. No dejes que...
—Así que eso fue lo que te hizo —ya estaba adentro, y con el semblante completamente serio; al parecer escuchó lo que dije.
—Tú, malnacido —lo agarró por el cuello de la camisa—. ¿¡Cómo tienes el descaro de aparecerte después de lo qué le hiciste a mi niña, ah!?
Le gritó exasperada, mirándolo con odio y rabia.
—Ya se los he dicho, yo soy Kyle no Eliot. Él es mi hermano gemelo, ¿¡por qué me siguen confundiendo con él!?
—Si es verdad, prueba que eres su hermano —dije.
—Bien.
Mi madre lo soltó y me enseñó su carnet, fotos familiares, de su graduación, conversaciones con su familia y su certificado de nacimiento. Al parecer sabía que necesitaría pruebas para probar su identidad.
—¿Me crees ahora? —preguntó al guardar su teléfono en el bolsillo.
—... Un poco. Pero no me puedes culpar, eres idéntico a él —me justifiqué.
«Esta vez.... sí me equivoqué.»
—Lo sé, y siento mucho lo que mi hermano te hizo —dijo con sinceridad, acercándose un poco a mi camilla—. Yo no tenía idea de esto; hace más de 2 años que él y yo no nos hablamos. Pero solo quiero ayudarte a mejorar tus calificaciones, nada más.
Aceptar o no aceptar...
Esto es una situación bastante cuestionable, si me niego a las tutorías reprobaré el año, seguro, pero si las acepto tendré que verlo todos los días...
El rostro de Eliot en otra persona... su misma sangre....
—Sabes qué me va a ser difícil verte —dije cabizbaja—, ¿no?
—Lo sé, pero si no lo haces tendrás que repetir el curso. Solo intentémoslo, ¿vale?
—... Está bien —musité, dirigiendo la mirada a mi madre, quien tampoco estaba muy convencida.
Después de que salí del hospital, fui directamente a mi casa junto a mis padres. Gracias a los sedantes pude dormir sin tener que tomar las pastillas, cosa que hacía un año no lograba. Y por primera vez en mucho tiempo, tuve un sueño hermoso; en el nunca había sido tocada por las sucias manos de ese chico, era un burbuja que mantenía a esa chica feliz y despreocupada con una vida perfecta que solía ser. Lastima que era solo un sueño, y que pronto volvería a la cruel realidad de mi vida.
Al día siguiente me sentía mucho mejor, pero mi madre no me dejó asistir a la universidad, diciendo que había hablado con el director para que me dejara en casa por el resto del día.
Así que no tuve más opción que quedarme bajo su cuidado, recibiendo suma atención por parte de mi madre. Mi padre también se preocupaba por el mínimo detalle, pero él no sabía lo de hace un año, le rogué a mamá que no le contara. Apenas mi cuerpo se recuperó completamente, por fin me dejó ir al instituto, aunque antes, pasé por la consulta de Andrea.
—¿Qué quieres? —su tono era completamente neutro cuando abrió la puerta y me vió.
—... ¿Puedo pasar? —sentía vergüenza solo de mirarla.
Ella suspiró, manteniendo su ceño levemente fruncido.
—Pasa —se apartó de la puerta, dejándola abierta para que yo entrara.
Ambas nos dirigimos a su despacho, tomando asiento una frente a la otra, sumidas en un incómodo silencio.
—Habla cuando quieras —cruzó los brazos al recargar su espalda.
Yo me atreví a mirarla para comenzar a hablar.
—Siento mucho la manera en la que me comporté ese día. Sé que no tenía que desquitar contigo mi frustración y miedo. Es solo que, estaba asustada porque pensé que Eliot había regresado con intenciones de volver a lastimarme —suena como una excusa, pero fue lo que en verdad sentí.
—Tú fuiste la primera persona a la que le conté lo que me pasó —continué—. Me apoyaste y trataste de disminuir mi trauma con tus terapias, y la verdad te lo agradezco mucho —hice una pausa en tanto mi voz se quebraba, ella seguía inexpresiva—. Ahora, crees que... ¿podrías perdonarme?
Andrea se mantuvo en silencio por un momento, observandome. Luego suspiró y se echó un poco hacia adelante con una leve sonrisa.
—Claro que sí, Zowi —escuchar eso me alivió—. Pero tienes que aprender a escuchar, ¿entendido? —frunció levemente el ceño al continuar—. Yo solo quiero lo mejor para ti y lo sabes —asentí con rapidez.
—Prometo que siempre te escucharé.
—Tú lo dijiste, eh —me señaló con su índice, divertida—. Ahora, cuéntame lo que pasó para que vinieras a disculparte.
—Bueno, cuando salí de aquí me encontré a....
Le dije todo con lujos y detalles, a lo que ella solo escuchó atentamente, para darme su opinión desde el punto profesional al terminar de hablar. Tiempo después, me dirigí a la Universidad para alcanzar la segunda clase al menos, pero mientras caminaba, me encontré con Kyle en el pasillo.
—Llegas tarde —dijo, cruzado de brazos, con una mirada de reproche.
—¿Lo siento? —no sabía lo que estaba haciendo ahí, se suponía que esa no era su escuela—. Tenía un asunto que resolver.
El soltó un suspiro.
—Debes ser más responsable con tus horarios si quieres mejorar, Lambert. Pero bueno, empecemos con Fisiología Humana, que es en la que peor estás —dijo, caminando hasta un salón vacío.
—¿Eh? Pero si tengo clases ahora —lo seguí, confundida.
—Tus clases serán impartidas únicamente por mi. Todos los días te daré una asignatura diferente y la repasaremos a fondo; encontraré la manera de que la información se grabe permanente en tu memoria. No necesitarás otros profesores.
—¿En serio? —me sorprendió lo que acababa de decir—. Ja, me pregunto por qué no acepté un tutor antes.
Él detuvo sus pasos y se giró hacia mi, provocando que diera pasos hacia atrás, tratando de no caerme.
—No sé por qué estás feliz. Si crees que seré blando o te podrás ir temprano estás equivocada —se inclinó un poco, mirándome directamente a los ojos, a través de sus lentes—. Siento avisarte que puedo llegar a ser mucho peor que un profesor, y que si quieres deshacerte de mí rápidamente, te convendría ser obediente y prestar suma atención.
—Oh, eso me dio miedo —admití, mirándolo cohibida ante sus palabras.
«Él es raro.... y mucho.»
—... Empecemos ya —se alejó, acomodándose los lentes para después sentarse en una de las mesas en el salón.
Yo repetí su acción para comenzar nuestra "clase".
Y tengo que decirlo; Kyle parecía un chico amable y por supuesto un cerebrito, pero da miedo cuando enseña. Es muy estricto y lo quiere todo perfecto; explica a detalle los ejercicios y pone múltiples ejemplos para que logre entender pero... simplemente no puedo captarlo todo de una. Yo lo que menos soy es perfecta.
—¡Ya no puedo más! —revolví mi cabello por la frustración.
—Aún no hemos terminado —dijo con seriedad, provocando que mi mirada llena de molestia y cansancio se posara sobre él.
—Eres un maldito robot —murmuré, viéndolo fijamente—. Repites todo una y otra vez. ¿No estás cansado después de 4 horas hablando? —le pregunté con fastidio, él solo me miraba inexpresivo, desde el pizarrón.
Al no recibir respuesta solo me quedó suspirar; realmente estaba cansada de tanto contenido.
—O tal vez crees qué por ser un disco rayado me voy a aprender más rápido la canción, cosa que no pasará Elli... Kyle.
Desvíe la mirada de él —«¿Cómo pude llamarlo así?» —mis manos se juntaron rápidamente, rozando la piel de mis dedos con las uñas, casi lastimandome.
Estuve toda la noche convenciendome de que él no era Elliot, de que debía aguantar un poco por mis calificaciones y que trataría de centrarme en los estudios, no en su rostro. Pero ahora mismo, eché a perder tantas horas de preparación.
Él carraspeó su garganta y dejó las tizas en su lugar.
—Creo que deberíamos terminar por hoy —cerró el libro por el que se guiaba y lo guardó en su mochila—. Te voy a acompañar a tu casa y después me iré.
—Kyle, yo..
—Lo entiendo —me interrumpió, serio—. Sé cómo te estás sintiendo y lo confuso que puede ser está situación para ti, por no hablar de lo incómoda que te debes sentir en mi presencia. Así que trataré de no ser tan estricto contigo, solo no quiero que pienses que soy él.
—Y no lo pienso —me levanté igual que él—. Es solo que, aún no me acostumbro a que no seas.... bueno... él. Aunque me alegra enormemente que seas diferente, pero tú rostro.... no es que me ayude mucho la verdad.
—¿Prefieres que use una mascarilla y gafas de sol para que no tengas que verme? —sugirió, un poco serio, pero yo no pude evitar reír un poco al imaginarlo.
—Solo dame tiempo, ¿vale? —tomé mi bolso de la silla—. Poco a poco me acostumbré a verte por quién eres, y no por a quién te pareces.
Él asintió, y ambos nos dispusimos a salir del lugar. Me acompañó hasta mi casa y luego se fue a la suya, la cual quedaba en la dirección contraria. Nada más que entré por la puerta, mi padre se me acercó y me abrazó como nunca lo había hecho.
—¿Papá? —pregunté, confundida.
—Lo siento mucho, mi niña —sollozó en mi cuello—. Perdóname por no darme cuenta de lo que te había pasado, por no impedirlo.
Miré a mi madre, quien tenía una sonrisa triste en sus labios, y entendí que se lo había contado. Cosa que hizo que mi corazón doliera por causarles ese sentimiento a mis padres, ese que tanto les estuve evitando.
—No fue tu culpa —le devolví el abrazo, con fuerza—. Elliot es el único culpable. Además, ¿cómo lo ibas a saber? Escondo mis sentimientos muy bien, papá —traté de tranquilizarlo—. Pero no te preocupes, estoy bien ahora —lo separé de mí—, no llores, ¿vale?
Asintió, tratando de aguantar esas ganas intensas de llorar que tenía.
—Está bien —finalizó su sollozo para poner sus manos en mis mejillas—. ¿De verdad no quieres ir a denunciarlo, cariño?
«¿Denunciarlo?, ¿Después de un largo y doloroso año?»
Siento que no tendría sentido hacerlo a estas alturas. Además, creo que Elliot no volverá.
—No —dije en un tono suave—, no quiero papá.
—¿Estas segura, Zoe? —insistía.
—Lo estoy. Solo quiero seguir adelante, dejando a un lado todo lo que pasó. Quiero tratar de olvidarlo.
—... Está bien, cariño —movió levemente sus dedos, acariciando mi rostro—. Eres muy fuerte, mi niña —asentí, aunque en realidad no lo era—. Pero ahora, cuéntame eso del gemelo de Elliot, ¿quieres? Necesito saber si debo preocuparme.
—Pues....
Le conté la mayoría de las cosas y, creo que le tranquilizó mínimamente que Kyle solo intentara ayudarme. Al terminar, nos dirigimos a la mesa para comer, ya sin secretos ni mentiras. Podía sentir un ligero cambio en el ambiente de nuestra familia.
Después de un largo baño me fui a dormir. Bueno, casi dormir, porque aún seguían mis pesadillas.
¡gracias por leer!
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