14. Los diamantes son el mejor amigo de un chico
– Hay un diamante que necesito robar, – Magnus le dijo casualmente, mientras le besaba la mejilla a Alec, quien estaba sirviéndose café.
– ¿Necesitas? – Alec le miró mal.
– Bueno, quizá no necesito, pero definitivamente quiero, – Magnus le sonrió, estirándose en el taburete de la mesa, como un gato.
– Ya tienes bastantes diamantes, – Alec dijo, poniéndole crema a su café.
– Si. Pero no tengo este diamante, – Magnus le jaló del brazo, abriendo sus piernas para que Alec se acomode ahí.
– Okey. Así que quieres robar un diamante, ¿eso significa que no vendrás a cenar esta noche? – le preguntó, tomando de su café caliente.
– De hecho, podría necesitar tu ayuda, – Magnus pasó su mano por los hombros de Alec.
– ¿De verdad? – Alec preguntó sorprendido.
– Si, de verdad. A veces trabajamos juntos, – Magnus le miró con ojos de gatito.
– Lo sé. Pero regularmente para robar un diamante no necesitas de mi ayuda. –
– Pero este diamante tiene una trampilla, –
– Por supuesto, – Alec suspiró.
– No se quien tiene el diamante. Y el hombre que atraparon mientras se transportaba el cargamento, no quiere hablar conmigo, – Magnus le explicó, pasando sus dedos por la espalda de Alec.
– ¿Y porqué crees que hablará conmigo? –
– Eres un hombre convincente, – Magnus le besó la mejilla juguetonamente.
Alec no tenía que pensarlo mucho, si Magnus necesita su ayuda, él le ayudaría. – ¿Dónde está ese hombre? –
Magnus sonrió radiante.
*
Magnus le llevó al edificio de policías de la ciudad de Manhattan.
– Veré si tiene ganas de ayudar al amigable Hombre Araña. Si no, tendremos que usar otros métodos, – Alec dijo, depositando un beso sobre los labios de Magnus, sin quitarse la máscara.
Magnus le sonrió tiernamente, y Alec escaló hasta llegar a la ventana con barrotes, para ver a un hombre llamado Jimmy sentado dentro.
– ¡Hey! – Alec habló. El hombre solo le ignoró. – Me preguntaba si puedes ser un buen samaritano y ayudar al Hombre Araña, esta noche, – le dijo, aun amigablemente, pero el hombre continuaba ignorándole. – ¿Quién te contrató para recoger el cargamento de anoche? –
Jimmy siguió en silencio, con los brazos cruzados, sin voltear a verle. Alec suspiró, aun agarrándose de la pared con una mano, y con la otra lanzando una telaraña al hombro de Jimmy.
El hombre finalmente volteó a verle, enojado. Alec lanzó otras telarañas más, golpeando al hombre.
– O me dices quien te contrató, o te dejaré colgado de esa pared toda la noche, mientras te aviento telarañas, – le dijo, lanzando otra bola de telaraña a la cara de Jimmy. – Y si eso no es suficientemente malo, el Gato Negro cantará para ti "Memorias de los Gatos", una y otra y otra vez. ¿Y adivina quien no se sabe la letra y se inventa la mirat de las canciones? –
El hombre simplemente le miró mal.
– ¡Es tu turno, Gato! – le gritó a Magnus, quien se acerca a su lado y carraspeó su garganta.
– ¡Meeemoriessss, all alone on the pavvveeementtttt– Magnus cantó, un poco mal y bastante ruidoso.
Jimmy intentó taparse los oídos, mientras Alec continuaba lanzando bolas de telaraña bastante dolorosas por su cuerpo.
Magnus continuó y continuó, y Alec cada vez lanza bolas más grandes.
– ¡Está bien, Está bien! – Jimmy gritó finalmente, después de varios minutos, cuando Magnus comenzaba la canción nuevamente. – Realmente les odio. – Alec sonrió a pesar de la máscara, deteniendo su bola de telaraña. – Víctor Aldertree, él tiene las gemas. Están a salvo en su estudio, donde guarda sus objetos robados al menos por una semana antes de moverlo. Pero yo no les dije nada. –
Alec brincó de la ventana, dándole un último saludo a Jimmy, y con Magnus entre sus brazos.
– Aldertree, este viernes, tendrá una fiesta de antifaces por su cumpleaños, – Magnus le dijo.
Alec solo negó con la cabeza. Magnus siempre sabe todo sobre los eventos y fiestas de la gente rica, incluso aunque no piense en robarles.
– ¿Quieres ser mi cita para un crimen? –
– Contigo, – Alec le dijo, tomándole de la mano y besando sus labios. – Siempre. –
*
La casa de Aldertree era increíblemente grande. El hombre le había quitado su hogar a cientos de personas para construir la gran mansión donde vivía, y su gran alberca. Custodiada por un sistema de seguridad bastante malo, teniendo en cuenta las actividades ilegales que realizaba el hombre.
Alec se ajustó su chaqueta, discretamente lanzando una telaraña para mantener abierta la puerta de salida. Las cámaras ya habían sido deshabilitadas. Mientras Magnus y él entran, a lo que parece ser la cocina, cerrando nuevamente la puerta.
Ahí, nadie parece prestarles atención a los dos hombres en traje.
– Aldertree tendrá su show de fuegos artificiales a las 9:57, en el patio, al parecer esa es su hora de nacimiento, – Magnus le dijo, acomodándose su dorado con negro antifaz de telaraña, que combinaba a la perfección con su traje, mientras entraban al salón principal.
– Falta casi una hora, – le dijo Alec, viendo la habitación.
Aldertree se encontraba en una esquina, rodeado de al menos cinco mujeres hermosas. Aldertree era un criminal de Wall Street, que le robaba a la gente en sus inversiones, pero que nunca se le había podido comprobar nada. Siempre consiguiendo que alguien más hiciera su trabajo sucio.
– ¿Qué hacemos hasta entonces? – Alec continuó.
Magnus sonrió, mirándole a los ojos, donde Alec usaba un antifaz negro con rojo, justo como su traje.
– Vamos a bailar, amor–, Magnus le dijo, llevando a Alec a la pista de baile, donde ya había bastante gente bailando, algunos algo tomados, al ritmo de la música.
Magnus giró sobre Alec, mostrando que era mucho mejor bailarín de lo que Alec podría soñar. La música cambió casi al momento que llegaron a la pista, volviéndose lenta, algo más cómodo para Alec.
Magnus le guiaba, poniendo una mano sobre el cuello de Alec y la otra en su brazo.
– Sabes, una vez te vi en una fiesta como esta, – Alec le susurró, moviéndose al ritmo de la canción, con Magnus entre sus brazos.
– ¿Qué? – Magnus le miró confundido.
– En uno de esos eventos de recaudación anuales que solo sirve para que los ricos gasten dinero y se adulen entre ellos. Yo estaba ahí trabajando como fotógrafo, cuando te vi, – Alec le dijo, con su mano en la cintura de Magnus. – Te vi robarles las carteras a algunas personas y luego desaparecer, supongo que para el robo final. –
Magnus intentó recordar el evento. Había robado en tantas fiestas como esas desde que volvió a Nueva York.
– ¿Y no intentaste detenerme? –
Alec negó. – Esa noche ya estaba harto de toda esa gente. –
Magnus soltó una risita, besando suavemente los labios de Alec. – No puedo creer que no te haya visto, – le dijo.
– Aun no sabías como lucía sin la máscara, –Alec se encogió de hombros, atrapando sus labios nuevamente, esta vez más lento.
– Aun así, – Magnus bajó su mano al pecho de Alec, trazando círculos. – No puedo creer que no hubiera visto ese rostro tan guapo, –
– Soy bueno pasando desapercibido cuando necesito hacerlo. Además, fue casi cuando nos acabábamos de conocer. No estaba listo aun, así que me la pasé escondiéndome después de que te vi. –
Magnus suspiró, acariciando el rostro de Alec. – Arañita sigilosa, – dijo Magnus, acariciando el labio de Alec.
– Ese soy yo, – Alec le contestó, para continuar moviéndose en la pista.
Pasan otro rato en pista, cambiando de música y baile conforme cambian las canciones.
– ¡Damas y caballeros! – Aldertree habló por el micrófono, parando la música. – Por favor, sigan a mis trabajadores, – dijo, señalando a la gente vestidas de meseros. – Para acompañarme al espectáculo de fuegos artificiales. –
Todos aplaudieron emocionados y siguieron las indicaciones. Aldertrree salió con ellos, y dos mujeres en cada brazo, tomando de su copa que había pasado llenando toda la noche.
– Esa es nuestra señal, – Magnus le susurró al oído.
Aprovechando la multitud saliendo, Magnus y Alec se mezclaron entre ellos para llegar a las escaleras, y esconderse detrás de una pared, esperando que el lugar quedara vacío.
Cuando todos salieron, Alec apretó su botón para deshabilitar las cámaras del salón. Subieron las escaleras y atravesaron un pasillo, hasta llegar al estudio de Aldertree.
– Tu turno, – le dijo, quitándose el traje, dejando ver el traje del Hombre Araña que llevaba abajo, mientras Magnus hacía lo mismo.
Magnus se puso sus guantes y comenzó a trabajar en abrir la puerta del estudio. No le tomó demasiado, Magnus era demasiado bueno.
– Listo, – le dijo, en voz dramática.
– ¿Estás seguro de que el cuarto está vacío? – Alec le preguntó.
Magnus asintió. La información venía de Catarina, una especialista en seguridad, en su tiempo libre, cuando no se encontraba trabajando en el hospital. Aldertree era demasiado seguro de si mismo, y no era un criminal de alto rango, por lo que su sistema de seguridad no era muy bueno, no esperaba que alguien quisiera robarle.
Era obvio que se equivocaba. Magnus quería robarle.
– Primero el rostro y después el cerebro, – Magnus dijo, en tono de burla, haciendo señas para que Alec pase primero.
Alec soltó una carcajada, haciendo señas para que Magnus pasara en vez. – Bueno, eso significa que tu vas primero. –
Magnus rio nuevamente, pero entró primero, abriendo la puerta sin hacer un solo ruido. Cada uno comenzó a buscar en un distinto lado de la habitación.
Magnus pasó sus dedos por los libros de la estantería, pausando cuando escuchó un sonido al tocar uno de ellos: La chica en la telaraña. Que ironía. Saca el libro, y una pequeña puerta apareció.
Amaba las puertas secretas.
Logró abrirla, tardándose un poco más que en la anterior, para encontrarse ahora con una caja fuerte.
Magnus suspiró, era experto en ellas. Solo se necesitaba un buen oído y un par de minutos.
– Pervertido, – Magnus susurró al descifrar el código "6969". – Cariño, te necesito. –
Alec dejó de inspeccionar la habitación desde donde se encontraba y se acercó a Magnus.
– ¿Qué necesitas? ¿Qué cheque algo con mi sentido arácnido? ¿Qué sea seguro? Porque esto es más tu fuerte, – Alec le dijo, mirando la caja fuerte.
– No, – Magnus le dijo, sonriendo, y acercando su rostro al de Alec, levantándole un poco la máscara. – Necesito esto, – dijo, antes de presionar sus labios suavemente.
Alec se alejó un poco antes de que las cosas se calentaran. – ¿Qué? ¿Ahora? ¿En la guarida de un villano? –
– No puedo imaginar una situación más caliente, – Magnus le dijo coqueto, inclinándose de nuevo.
– ¡Gato! – Alec se alejó de nuevo, mirando preocupado alrededor, y sonrojado como un tomate. – No seas ridículo. – pero realmente Alec sonreía.
– Que aburrido eres, – Magnus hizo un puchero, y finalmente abrió la caja.
Alec se puso la máscara de nuevo, y se asomó para ver el contenido. Le pasó los papeles a Alec para poder sacar la caja donde se encontraba su diamante.
Abrió la caja de cristal y sostuvo el diamante entre sus manos, de forma delicada. Detrás de él, Alec revisaba los papeles que Magnus le dio.
Era un collar, con una cadera delicada de oro, y en medio, una pequeña, pero pesada figura de araña incrustada de diamantes, brillando por la luz de la luna que entraba por la ventana. Metió la caja vacía a la caja fuerte, y se colocó el collar alrededor del cuello. La araña colgando en su pecho, justo arriba del cierre de su traje.
– Hermoso, – Magnus dijo, jugando con el collar, mientras caminaba hacía Alec. – Justo como tu, – dijo, pasando su mano por el brazo de Alec, de forma sugestiva.
– Así que ¿necesitabas robar una araña de diamantes? – Alec sonrió.
– Por razones personales, – le contestó suavemente, besándole en la mejilla, para comenzar a leer también los papeles en la mesa.
De repente, Alec se tensó al leer uno de los papeles.
– ¿Qué pasa? – le preguntó, intentando leer el papel. Alec le pasó el folder a Magnus para que pudiera leerlo.
Era un recibo. Un recibo de personas. De su asquerosa empresa de trafico humano. Un recibo como si fuera de comida o de algo que compras por internet. Esos documentos eran la clara prueba de su delito.
– Después de tanto tiempo, nunca se pudo comprobarle sus crímenes de robo y estafa. Y resulta que hacía algo peor. Todo este tiempo estuvo vendiendo gente como si fueran cosas, – Alec escupió, golpeando el escritorio, haciendo que este se cuarteara.
Comprendía su enojo. Siempre supo que Aldertree era un demente, pero esto era terrible.
– Bueno, ahora tienes la prueba, – le dijo Magnus, guardándose el folder en su traje.
Alec negó. – Los policías nunca aceptarán estas pruebas de mi, –
– Bueno, entonces es algo bueno que el Hombre Araña conozca un talentoso periodista que la policía no podrá ignorar, – le dijo, tomando el resto de papeles, poniéndolos nuevamente dentro de la caja fuerte y sacando otros diamantes que tenía guardados también, y que no había tenido intención de robar. – Es una mierda de persona. Mañana le atraparan por sus crímenes y hoy perderá millones en joyas. –
Por la ventana, vieron como el espectáculo de fuegos artificiales comenzaba.
– Tenemos que irnos. – dijo Magnus, cerrando la caja. – ¿Crees que Simon esté aun en la oficina? –
– Simon siempre está en la oficina– dijo Alec, mientras salían de la habitación. Tomaron sus trajes de gala nuevamente, y salieron por una de las ventanas mientras todos admiraban los fuegos artificiales.
El cielo estaba lleno de colores y ruidos de explosiones. Nadie les notaría en la noche. Así que, con Magnus en sus brazos, salieron del lugar, sintiendo como toda la tensión desaparecía de su cuerpo.
*
Alec se detuvo en el suelo del callejón del edificio del Diario el Clarin. Necesitaba detener a Aldertree, quería volver a esa fiesta y golpearle, pero sabía que esa no era la mejor decisión. Así que se tendría que conformarse con golpearle metafóricamente.
– Te esperaré aquí, – Magnus le dijo, dándole el fólder con la evidencia.
– Magnus, está a punto de llover, – Alec argumentó, un poco feliz sabiendo que el espectáculo de Aldertree se arruinará por ello.
– La ciudad me acepta un poco más ahora que somos pareja, pero no me quiero arriesgar a darle un ataque al pobre hombre, – dijo Magnus, apuntando a la luz prendida de la oficina. – Además, siempre está molestándome con darle una exclusiva. Es muy molesto. –
Alec soltó una risita. Magnus siempre lograba hacerle olvidar los problemas.
– Estás haciendo lo correcto, – Magnus le acarició los brazos. – Y no puedes culparte por lo que hacía ese hombre. –
– Lo sé, – Alec djio, apretando el folder, y entrelazando su mano con la de Magnus. Lo sabía. Ser el Hombre Araña no significaba que todo le iba a salir bien. – Solo sé que me sentiré mejor cuando Simon tenga esto en sus manos. –
Y con ello, saltó a la pared del edificio para subir hasta la ventana donde Simon trabajaba. La abrió lentamente, notando a Simon con audífonos sentado trabajando.
Dio un salto y entró por la ventana, aterrizando justo en frente del escritorio de Simon.
– ¡Mierda, dios, mierda! – Simon gritó, dando un salto para atrás con todo y su silla, lo que hizo que esta comenzara a caer.
Alec giró los ojos, moviéndose rápidamente para atraparle antes de golpear el suelo. – Tranquilízate. – le dijo.
– ¡¿Qué?! – Simon gritó, por los audífonos.
Alec giró de nuevo los ojos, y le quitó los audífonos a Simon. – El hombre de Wall Street, Víctor Aldertree, no solo es un lavador de dinero como todos creíamos. También se dedica al trafico humano. Aquí está todo, fechas, horas, fotos, contratos, y muchas asquerosas pruebas más. –
– Mierda, – Simon dijo, hojeando los documentos. – Esto se ve legitimo. Tiene su firma y todo. Lo sé porque le investigué. No encontré nada esa vez. –
– Pues aquí lo tienes. ¿Puedes tener algo para la mañana? –
– Puedo intentarlo. Puedo tener el articulo, pero esta información debe ser confirmada por la policía. Además, mi editor puede ser algo difícil. No es de los que les gusta publicar sin estar seguro, – Simon dijo.
– Puedes convencerle, – le aseguró. No podía decírselo como el Hombre Araña, pero sabe que Simon era el favorito del editor. Por eso le gritaba tanto. – Hoy es la fiesta de cumpleaños de Aldertree por lo que no notará que algo le falta. Pero cuando se le pase la cruda, no estoy seguro. –
– Lo haré, – Simon dijo con seguridad, leyendo de nuevo los documentos.
Alec sabía que Simon lo hará. Nunca dejaba un trabajo a medias. Así que lanzó una telaraña por la ventana, hacía otro edificio, estaba a punto de saltar, cuando Simon habló.
– ¿Supongo que el Gato Negro tiene algo que ver con esto? –
– Le gustan las cosas brillantes, y la gente suele guardar sus secretos junto a ellas, – Alec contestó, ya más tranquilo, sabiendo que la verdad sobre Aldertree saldría a la luz.
Simon soltó una carcajada, y antes de que Alec desapareciera por la ventana, escuchó, – Dile que aun estoy esperando por esa exclusiva. –
Magnus POV
Magnus caminaba mientras esperaba por Alec. En el cielo se escuchó a lo lejos el ruido de los truenos y la lluvia comenzó a caer. Magnus se pegó a la pared en un intento de mantenerse seco.
Se escuchó otro ruido, pero esta ves era Alec, colgado de cabeza, sostenido de su red, mojado bajo la lluvia.
– Vamos a casa, – le dijo, estirando la mano para que Magnus la tome.
– ¿Tienes una súper sombrilla en tu súper traje? – Magnus negó, sin tomar la mano.
Alec rio, ya sin la tensión de hace algunos minutos, sabiendo que todo iba a estar bien.
– Vamos, Gatito, es solo un poco de agua, – le dijo, sacudiéndose como un perro, chapoteando a Magnus, quien se pegó más a la pared.
– Eh ahí el problema, los gatos no somos fans de mojarnos, – Magnus le contestó.
Alec se columpió, para poder tomar la mano de Magnus. – Te protegeré de la tormenta, te lo prometo, – le dijo, intentando jalar a Magnus hacía la lluvia.
– Eres encantador, pero tendré que rechazar tu oferta, – Magnus dijo, aunque dando un paso adelante, aun sin entrara a la lluvia
– Un imbécil irá a la cárcel, mucha gente estará a salvo, mi amigo tendrá el artículo de su vida, y el hombre que amo está lo suficientemente loco como para robar una araña de diamantes. – Alec le jaló un poquito más hacía la lluvia
– Salvaste a mucha gente esta noche, en definitiva, – Magnus le dijo, esta vez mojándose un poco.
– Salvamos mucha gente esta noche, – Alec hizo énfasis en la palabra "salvamos". Le dio un último jaloncito, para tenerle bajo la lluvia. – Ahora, vamos a casa. –
Magnus le sonrió, aun después de casi dos años, sorprendiéndose por como Alec le daba el crédito. Nunca pensó que podría llegar a ser algo más que un criminal. Ahora era un criminal que, de vez en cuando, salvaba el día.
Cuando llegó frente a Alec, levantó la máscara justo debajo de la nariz, y le tomó el rostro entre sus dos manos.
– Eres mi héroe, ¿lo sabías? – le dijo Magnus, y sin darle oportunidad de responder, le besó.
El beso era lento y apasionado, con el sabor de la lluvia entre sus labios, combinándose con el de sus salivas. Se besaron, hasta que Alec pasó su lengua por los labios de Magnus, quien los abrió sin pensarlo. Se besaron hasta que escuchan otro trueno, esta vez más cerca, que hizo saltar a Magnus.
– Gatito asustadizo, – Alec se burló, recibiendo un pequeño golpe de Magnus.
– Te llamo mi héroe, y tu te burlas de mi, – Magnus hizo un puchero, que Alec no duda en besar.
Alec dio una voltereta, sin soltar la red, para quedar con los pies hacía el piso. Se puso nuevamente su máscara y tomó a Magnus entre sus brazos, quien inmediatamente le abrazó y poniendo sus piernas en su cadera, como siempre hacían.
– Tu también eres mi héroe, – le dijo Alec, y Magnus sonrió.
Nunca sabía que responder cuando Alec le decía cosas como esas. No se consideraba un héroe aun cuando hacía pequeñas acciones como ese día, pero Alec si le veía así. Y si Alec le veía así, quizá Alec tenía razón. Quizá Magnus algún día podría creerlo.
Recargó su cabeza en el pecho de Alec, para poder ocultar la sonrisa que no desaparecía de su rostro, mientras Alec comenzaba a columpiarles por la ciudad, para ir a casa.
*
– La historia de Simon fue publicada, – Alec le dijo, cuando Magnus salió del baño, aun vistiendo sus short de pijama y una playera de Alec. Con los trajes de ambos colgando aun mojados.
– Eso fue rápido, – le dijo, secándose el cabello, y dejando caer la toalla en el suelo.
Alec giró los ojos, para levantarla y colgarla en su lugar. – Aquí va la toalla, – le dijo, y Magnus solo se encoge de hombros. Magnus era de los que deja todo tirado para usarlo después. Alec era de los que siempre tienen todo en orden. – Nos tardamos bastante en la regadera, y Simon trabaja rápido. –
Alec le entregó el teléfono a Magnus quien leyó el articulo, con todos los documentos que Alec le había dado. Alec se dejó caer en el sillón, estirando sus pies sobre la mesa de café. Magnus dejó de leer un segundo, al ver que otro articulo acababa de ser publicado.
– Acaba de escribir otro, – Magnus le dijo, mostrándole el teléfono "Estafador de Wall Street arrestado, pero esta vez por crímenes de tráfico humano, y más"
– Tengo que aceptar que algunas veces los policías hacen rápido su trabajo, – Alec suspiró aliviado.
– Quizá ya es hora de que le de esa exclusiva Simon, y contarle que, además de ser un pedazo de mierda, Aldertree es diez millones de dólares más pobre, – Magnus le dijo, jugando con su collar de araña, aun en el cuello. – Eso le va a complicar el poder pagar un buen abogado. –
Alec abrió mucho los ojos. – Okey, primero que nada, no, porque eso sería inculparte. Y segundo, ¿de verdad? ¿Todo eso vale? –
– Es un estimado que me dio Ragnor, – Magnus dijo. – Una vez que encuentre un comprador, donaré el dinero a todas las agencias encargadas de apoyar a la gente que sufrieron de tráfico humano. –
– Como dije, mi héroe, – Alec dijo, sin duda, jalando a Magnus para sentarlo sobre su regazo. Magnus se dejó guiar fácilmente, abrazando a Alec del cuello.
– No será algo rápido, pienso disfrutar de esta belleza, – le dijo, levantando la cadena para que Alec la viera. – Me recuerda a ti. –
Alec tomó el diamante entre sus manos para verlo.
– Es bonito, – le dijo, colocándolo nuevamente sobre el pecho de Magnus.
– Quien sabe, quizá uno de estos días robe un bonito diamante especialmente para ti, – Magnus dijo, depositando un beso en la mejilla de Alec.
– ¿De verdad? – Alec dijo, pasando una mano por el pecho desnudo de Magnus. – ¿Y esta vez no te pondrás de rodillas, me arañaras y luego huirás? –
Magnus rio, girando los ojos, poniendo su frente contra la de Alec.
– Nunca lo olvidarás, ¿cierto? – Magnus suspiró. – Ni siquiera estábamos juntos. –
– Pero ya se sentía como algo más, – Alec le dijo, haciendo un puchero. – Heriste mis sentimientos. –
Magnus presionó otro beso sobre la mejilla de Alec, luego sobre sus ojos, y luego sobre su nariz, haciendo que Alec sonriera adorablemente.
– Lo siento, mi Arañita, de verdad. La próxima vez que te de un diamante, no será un truco para huir de ti. –
– Pero, será robado, ¿cierto? – Alec dijo, sonriendo.
– Absolutamente. Si amas a un ladrón, obtendrás un anillo robado, – le dijo, pasando sus manos por el cabello desordenado de Alec.
Alec soltó una risita, pasando la mano por los muslos de Magnus. – Le diré a todos que es falso. –
Magnus jadea ofendido. – Por supuesto que no. –
Su integridad como ladrón y su estatus podrían ser arruinados por tremenda blasfemia, aunque no fuera real.
Alec sonrió, y le besó suavemente. – Okey, no lo haré, – le susurró. – Amaré mi anillo robado por siempre. –
– Más te vale, – Magnus le sonrió. – Gracias por acompañarme. Se que al final algo heroico salió de esto, pero tu aceptaste simplemente porque yo quería un diamante. Y eso significa mucho. –
– No tienes que agradecerme, Magnus. Ya sabes: si me necesitas, yo estaré ahí. Siempre, – Alec le besó la frente.
– Siempre, – Magnus repitió maravillado, quedándose en un cómodo silencio, escuchando la lluvia caer por la ventana.
Magnus pasó su mano por la mano de Alec, pensando en que bonito diamante podría robar, para su hermoso novio.
Ay... tristemente a esta historia solo le queda un capítulo más.
Vivo con la esperanza de que la autora decida hacer más capítulos, pero hasta ahora, el próximo capítulo sería el final (:
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