Capítulo XXXVI (Final)
"Y si la vida es una arena movediza
No se va a salvar ninguno de los que la pisa
Eso es así, decís que no
Si llega el fin y no sé quién sos
Quereme
Te creo, pero, quereme
Hasta que llegue, quereme
Aunque nos cueste, quereme"
—Louta ft Wos
Mientras Carla se preparaba, se miró en el espejo y se sintió feliz. Esa mirada que el espejo devolvía, que una vez fue angustia, miedo y dolor; hoy era felicidad, ilusión, esperanza, amor. Se sentía segura de sí misma, con un futuro por delante. Con un pasado y una historia dolorosa que seguía ahí, haciéndola ser la que era. Hoy se sentía una mujer con suerte.
—¿Estás lista? Ya tendríamos que salir —entró Mari Luz a la habitación y se detuvo al ver a Carla que la miró a través del espejo.
—Creo que si...
—Estás hermosa, hija —dijo emocionada apoyando sus manos en los hombros de Carla. Las dos mujeres compartieron una mirada llena de amor—. Espera... me olvidaba de algo —Mari Luz se volvió sorprendiéndola con un pequeño ramo de flores blancas—. No hay novia sin ramo.
—Son hermosas, gracias.
—Ahora si, ¿Lista?
—Completamente.
En la oficina del registro, Marcos esperaba junto a su padre y su amigo Alejandro. Peinaba su pelo hacia atrás cada dos segundos, evidenciando los nervios que lo atravesaban. No había mucha gente presente, solo algunos compañeros de su trabajo y amigos íntimos de Carla de la universidad. Una música suave empezó a sonar anunciando la llegada de la novia y todos los invitados se pararon para recibirla. Los ojos de Marcos brillaron al ver a Carla entrar con su vestido y el pequeño ramo de flores. Estaba preciosa. Todos los nervios que sentía se disiparon en un segundo, abriendo paso a una sensación de calidez que le embargó el pecho. Sintió que todas las ideas, las creencias que tuvo todo este tiempo sobre el matrimonio ya no le servían de nada. Era el momento más importante de su vida. Tenía enfrente a la mujer que amaba y quería casarse con ella. Hoy, la institución del matrimonio, vieja y obsoleta, cobraba sentido. Deseaba unirse a Carla y pasar su vida junto a ella. Y comprendió que la historia de sus padres, su historia con Vanesa fueron momentos necesarios para llevarlo hasta ese momento y tener la firme convicción de que iba a luchar para que su historia con Carla fuese muy diferente.
—Hola —susurró Carla al pararse frente a él.
—Hola —respondió Marcos con la voz cargada de la emoción que lo embargaba.
—Buenos días —carraspeó el Juez para comenzar con la ceremonia—. Nos encontramos hoy aquí reunidos para unir en matrimonio a Carla Gonzáles y Marcos López. Antes de dar lectura al acta matrimonial, me gustaría felicitar a los novios por haber decidido dar este gran paso en sus vidas. —Marcos y Carla se miraron el uno al otro sonriendo y se tomaron de las manos—. Y desearles lo mejor en esta nueva etapa que comienzan. Si me lo permiten, procedo a dar lectura del acta matrimonial: Siendo las once horas del día veintinueve de Julio, comparecen quienes acreditan ser Marcos López y Carla Gonzáles al objeto de contraer matrimonio civil. Quiero hacer constar que se han cumplido todas las prescripciones legales para la celebración de este matrimonio, sin que en la audiencia sustitutoria de edictos se haya presentado impedimento ni obstáculo para esta celebración. Mi secretario leerá los artículos 66 y 68 del código civil, y que resumen lo que debe ser vuestra vida en común.
—Artículo 66 —continuó el secretario—. Los cónyuges son iguales en derechos y deberes, debiendo respetarse y ayudarse mutuamente, actuando en interés de la familia. Artículo 68: Los cónyuges están obligados a vivir juntos, guardarse fidelidad y socorrerse mutuamente. Deberán, además, compartir las responsabilidades domésticas y el cuidado y atención de ascendientes y descendientes y otras personas dependientes a su cargo.
—Mishuri —susurró Marcos al escuchar la palabra descendientes y Carla soltó una carcajada, ganando una mirada desaprobatoria del juez.
—Perdón —dijo sonrojada.
—Ahora, debéis tomar la palabra para confirmar lo que sentís el uno por el otro —prosiguió el juez—. Así pues, les pregunto: Carla Gonzáles, ¿Quieres contraer matrimonio con Marcos López y efectivamente lo contraes en este acto?
—Sí, quiero —exclamó Carla mirando a Marcos con el corazón en los ojos.
—Marcos López, ¿Quieres contraer matrimonio con Carla Gonzáles y efectivamente lo contraes en este acto?
—Sí, quiero... Una y mil veces.
—Como Juez oficial de este acto —dijo sonriendo por la emoción de Marcos—. Y en virtud de los poderes que me confiere la legislación del Estado español, yo los declaro marido y mujer. Enhorabuena, podéis besaros.
Marcos tomó a Carla de la cintura y la beso apasionadamente, como si no hubiera nadie más que ellos dos en esa sala. Carla devolvió el beso con el mismo sentimiento, perdiéndose el uno en el otro, hasta que escucharon los aplausos que los volvieron a la realidad. Luego se acercaron a firmar el acta de matrimonio junto a Laura y Alejandro, sus testigos.
Al llegar al bar en dónde realizarían el festejo, Marcos y Carla no pudieron reconocer el lugar donde se dieron su primer beso. La luz del día y la decoración que había logrado la madre de Marcos con Alejandro y Laura hacían que el sitio pareciera otro. Todo decorado con guirnaldas de flores y luces. Brillaba como una estrella.
Al entrar se escuchó un gran aplauso y una banda que se distribuía en el pequeño escenario comenzó a tocar una versión de «Adore You» de Harry Styles, uno de los cantantes favoritos de Marcos y que también gustaba mucho a Carla. Se tomaron fuerte de la mano y se miraron fijo a los ojos con una sonrisa. Y en ese gesto dijeron todo. Cruzarían esa puerta juntos y cruzarían muchas más.
No había mucha gente. La misma que en el registro civil. Todos comenzaron a saludarlos y a dar sus felicitaciones. Laura se acercó a saludar a su amiga.
—No habría podido hacer esto sin vos, Laura. Te quiero muchísimo. Sos muy importante para mí.
—Y vos para mí, amiga. Te quiero —contestó dándole un fuerte abrazo.
—Bueno, bueno, larguen —vociferó Alejandro—. Felicidades parcera. —Saludó a Carla y luego tomó a Laura de la mano llevándola hacia la barra.
Carla vivía todo el momento dentro de una nebulosa, como si fuera un sueño, como si no fuera ella la que estuviera allí, saludando a esa gente, dentro de ese vestido, y casándose con el hombre más divertido, dulce y hermoso, que había conocido nunca. Le parecía surrealista. Pero no le quitaba la felicidad que sentía en ese momento, el amor por Marcos que comenzó como un brotecito y ahora era un gran jardín.
—¿Mi mujer bailaría conmigo? —susurro Marcos volviéndola a la realidad.
—Me encantaría, esposo —respondió Carla mientras se dejaba llevar por Marcos hacia la pista de baile.
La banda empezó a tocar los tres tiempos de un vals moderno. Marcos apretó a Carla contra su cuerpo y la tomó de la mano para empezar a deslizarse por el lugar
—Estás hermosa —murmuró mientras bailaban separándose un poco de su cuerpo—. Siempre lo estás, pero hoy es... Ufff, perfecta. —Marcos la giró con una mano y volvió a pegar su cuerpo a ella—. No sé cómo voy a aguantarme para no raptarte y terminar de hacerte mía en nuestra cama nueva.
—Vos también estás perfecto. —Sonrió Carla, mordiendo su labio inferior, afectada por las palabras y el deseo de Marcos—. Y vas a tener que aguantar porque nuestros amigos organizaron una fiesta hasta la madrugada. —Marcos exhaló con fastidio y la volvió a girar.
—Y pensar que todo empezó por una escapada de bola de pelos —bromeó Marcos mientras sus pies se movían al ritmo de la música y todos los invitados se iban acercando a acompañarlos en la pista.
—Se llama Mishuri, Marcos, no le digas más así. Me volví loca buscándole un nombre al pedo —gruño Carla mientras Marcos largo una carcajada.
—Amo a ese gato.
—y yo te amo a ti.
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