Capítulo XXVII
Los golpes en la puerta despertaron a Carla. Había dormido poco la noche anterior charlando con Laura y no escucharon el despertador. Saltó corriendo de la cama hacia la puerta.
—Menos mal que les dije que no se durmieran —exclamó Marcos entrando al apartamento.
—Perdón, me ducho rapidísimo y vamos.
—Ni lo pienses, no llegamos. Solo cámbiate. Te espero. —siguió un poco nervioso.
—Poné la pava para un mate —gritó Carla entrando en la habitación.
—¿Tienes los documentos preparados? —preguntó Marcos alzando la voz y rodeando la barra para prender la cocina.
—Sí, está todo ahí en la barra. —Marcos se acercó a revisar que todo estuviera en orden y que Carla no olvidara ningún papel.
Laura se había despertado con los gritos y ya estaba cambiándose para ayudar a Carla que le temblaban las manos.
—Tranquila amiga, que todo va a salir bien —dijo deteniéndola por los hombros. —Respirá. Inhala y exhala, Inhala y exhala. —Carla respiró lentamente imitando los movimientos de su amiga.
—Me hiperventilo —contestó sacando las manos de su amiga de sus hombros.
—¿Están listas? —se escuchó a Marcos gritar.
—Sí, ya vamos —contestaron las dos a la vez.
Salieron al registro civil en el auto de Marcos. Laura pidió a Marcos que ponga música para relajar el ambiente que se tensaba por los nervios de la pareja. Querían que saliera todo bien y que no lo arruinaran en el momento de las preguntas separados. Si bien habían practicado con el cuestionario que trajo Alejandro, no sabían si las preguntas iban a ser las mismas.
Al llegar al registro pasaron a una oficina en donde los esperaba una asesora matrimonial y una secretaria. Entregaron los documentos a la asesora que los inspeccionaba y se los pasaba a la secretaria para que hiciera una copia de los mismos. Carla empezó a mover sus dedos nerviosa y se llevó una mano a la boca para comerse las uñas, pero Marcos la atajó en el trayecto y entrelazó sus dedos con los suyos bajando la mano hasta apoyarla en su pierna. Carla lo miró fijamente y los dos sonrieron, por un momento desapareció la asesora, la secretaria, la oficina, los nervios, eran ellos dos.
—Bueno, los documentos están en regla —afirmó la asesora mirándolos fijamente—. Ahora pasaríamos a responder el cuestionario que es individual. Pero debo informarles que se realizó una denuncia anónima contra la celebración del matrimonio.
—¿Una denuncia? —preguntó Marcos mientras sentía la mano de Carla tensarse—. ¿Por qué? ¿Quién querría denunciarnos?
—No es la primera vez que pasa, por lo menos, en este registro. Generalmente, llaman para alertar sobre matrimonios arreglados por dinero. Hay un negocio.
—¿Y nosotros que tenemos que ver con eso? —siguió Marcos con una seguridad que sorprendió a Carla—. Nuestro matrimonio no es arreglado. Nos casamos porque nos queremos.
—¿Tienen alguna prueba de que su relación empezó antes de llegar a España? —Preguntó la asesora.
—No. Porque nos conocimos acá en Barcelona. Somos vecinos. Vivimos uno frente al otro —contestó Carla, que hasta el momento había permanecido muda. Fingió seguridad, aunque el cuerpo y la voz no paraban de temblarle.
—Pero tenemos testigos de nuestra relación —siguió Marcos—. Y pasajes para viajar juntos a Argentina. Si no nos permiten casarnos acá, por una denuncia de vaya a saber quién, nos casaremos allá —aseveró Marcos levantando la voz.
—Está bien, señor, tranquilo. Solo hacemos nuestro trabajo.
—Tenemos fecha para menos de un mes y nos viene con la denuncia. Mi madre vino desde Colombia para acompañarnos en este momento, ¿Cómo quiere que esté tranquilo?
—Vamos a hacer lo siguiente —propuso la asesora intentando calmar a Marcos que a ojos de Carla estaba dando la actuación de su vida—. Seguiremos con el proceso. Y por el momento vamos a desestimar la denuncia. Ahora contestarán el cuestionario, lo evaluaremos y mañana mismo lo llamaremos para confirmar si la fecha sigue en pie. ¿Le parece correcto?
—De acuerdo.
—Acompáñeme, entonces —dijo la asesora poniéndose de pie.
Marcos miró a Carla y le acarició el rostro antes de seguir a la asesora hacia otra oficina. La secretaria le entrego una copia del cuestionario para que ella contestara mientras a Marcos le entregaban otra copia en la oficina contigua.
Al terminar y salir del registro, Carla respiró hondo y se echó a llorar.
—Ey, ¿qué pasa? —preguntó Marcos estrechándola en su pecho—. Va a salir bien. No te pongas triste.
—No estoy triste —dijo Carla limpiando sus lágrimas—. Lloro de los nervios que pasé y de la bronca que me da lo de la denuncia. Fue Hugo, estoy segura.
—Sí, yo también —contestó Marcos mirándola a los ojos—. No creo que haya alguien más que le importe si nos casamos o no.
—¿Qué paso? —preguntó Laura acercándose—. Ya entregué mis papeles. ¿Salió mal?
—Hugo nos metió una denuncia —contestó Carla en un sollozo ahogado.
—¿Qué?
—Eso —murmuró Marcos tensando la mandíbula.
—Ah, pero yo no puedo creer lo que hace este tipo. ¡Está loco! —vociferó Laura indignada—. ¿No entiende que no querés estar con él? ¿Hasta dónde la piensa seguir? Qué pesadilla.
—Voy a hablar con él —gruñó Marcos caminando hacia el auto y soltando a Carla.
—¡Para!, Marcos —gritó Carla siguiéndolo, con su amiga detrás—. Vos, también, podrías no haber exagerado tanto.
—Perdón, pero no exageré, Carla. Lo de este tipo ya es demasiado —respondió Laura, ahogada por la carrera.
Carla intentó convencer a Marcos de que no complicara más las cosas, después de las experiencias con su exnovio se imaginaba a Marcos entrando a la UAB a golpear a Hugo delante de todos. Pero Marcos no era Sergio, no era violento, ni arreglaba las cosas a los golpes, por lo que al llegar al café de la universidad vio a Hugo sentado en una mesa y fue a encararlo sentándose frente a él con las chicas siguiéndolo.
—¿Qué quieres? —dudó Hugo al verlo.
—Sabes muy bien a que vengo.
—No lo sé, dímelo tú.
—Te dije que no molestaras más a Carla y nos metiste una denuncia.
—¿Así que al final van a casarse? —preguntó Hugo con una sonrisa sarcástica.
—Y ahora te vamos a meter una denuncia nosotros —amenazó Laura, roja por la furia, metiéndose en el medio.
—¿Me están amenazando? —preguntó Hugo, parándose y bastante sorprendido por sus palabras.
—Parece que es lo que necesitás para dejarme en paz —habló por fin Carla.
—¿Qué pasa, Carla? ¿Necesitas guardaespaldas para hablar conmigo? —contestó Hugo.
—No quiero hablar más con vos. Y si es necesario que hable con la rectora para que lo puedas entender de una vez, ahora mismo lo voy a hacer. —Carla amagó con salir hacia la rectoría y Hugo la tomó fuertemente del brazo, lo que provocó que Marcos y Laura se acercaran a frenarlo, rodeándolo. Toda la cafetería se dio vuelta para ver la escena. Se escuchaba el cuchicheo de los estudiantes que descansaban en la cafetería comentando lo que veían y algunos sacaron sus celulares para filmar. Marcos tomó con fuerza el brazo de Hugo y Carla pudo soltar su mano—. No me jodas más, Hugo.
—Vale, Lo he entendido —contestó Hugo mirando para todos lados, dándose cuenta del espectáculo que estaba dando. No quería perder su trabajo, por lo que no le quedaba más que aceptar su derrota—. No es necesario que hablen con la rectora. Terminaremos el seminario en paz y ya no habrá necesidad de vernos.
—Perfecto, porque ahora si tengo testigos —Carla hizo un gesto con la cabeza señalando al auditorio de la cafetería y Hugo bajo la barbilla en un gesto mezcla de afirmación y resignación.
—Vamos —dijo Marcos tomando la mano de Carla.
—Yo me quedo a cursar, andá tranquila que después te paso los apuntes. —Laura tomó su cuaderno y le dio un beso en la mejilla a su amiga saliendo de la cafetería.
Marcos se dirigió con Carla tomada de su mano hacia el auto, la llevaba casi arrastrando, quería desaparecer de ese lugar.
—¿Tienes trabajo hoy? —preguntó sin siquiera darse vuelta a mirarla.
—No, pedí el día en el museo para hacer tranquila lo del registro.
—Perfecto —respondió mientras subieron al vehículo.
Marcos puso música y comenzó a conducir sin decir palabra. Carla miró por la ventanilla del coche las calles que pasaban y trató de respirar hondo para calmar sus pulsaciones que iban a mil por hora. Miró a Marcos de reojo, su mirada clavada hacia la calle, mientras con una mano sostenía el volante y con la otra se acomodaba su negro pelo rebelde. Pocas veces, desde que se conocían, lo había visto tan serio.
—¿A dónde vamos? —preguntó tratando de calmar el ambiente.
—Ya lo verás —contestó Marcos doblando para tomar el camino a la costa.
Estaba tenso, no le gustaba la violencia ni entrar en peleas o en situaciones como las de recién. La última vez que había entrado en una situación así, tan fuerte, fue el día que encaró a Vanesa. Los recuerdos, las imágenes de ese momento llenaron su cabeza y quería borrarlas, no quería sentirlas con Carla junto a él. No entendía bien por qué la situación le trajo esos recuerdos tan fuertes. Era la tercera vez que se enfrentaba con Hugo, pero esta había sido distinta a todas. Ahora él estaba muy involucrado con Carla, sus sentimientos habían cambiado. Y no quería perderla, no quería que tenga que volverse a Argentina.
Marcos subió el volumen de la música, Carla volvió a mirarlo, no sabía a donde se dirigían, ni si se dirigían a algún lado. Solo se daba cuenta de que Marcos estaba raro.
«In this world, it's just us
You know it's not the same as it was
In this world, it's just us
You know it's not the same as it was»
— ¿Estás bien? —Preguntó Carla poniendo su mano sobre la pierna de Marcos. Él la miró y sonrió cantando un poco desafinado sobre la voz de Harry Styles.
«As it was, as it was
You know it's not the same»
Carla sonrió y volvió a mirar por la ventanilla desde donde pudo divisar el Fórum y el río. Marcos estacionó frente al muelle, cerca de la zona de Baños del Fórum. Bajaron del auto y se sentaron en una escalera de cemento, con los pies casi colgando en el agua. El sol empezaba a bajar, por lo que tiñó al cielo de colores naranjas. El lugar estaba tranquilo y solitario.
—Es hermoso —dijo Carla mirando el cielo anaranjado, fundirse con el agua.
—Es solitario también, siempre que necesito poner mis ideas en orden vengo.
—¿Ahora necesitas ponerlas en orden?
—Un poco —contestó Marcos sin quitar los ojos del agua.
—¿Te arrepentís de casarte conmigo? Tu vida era tranquila hasta que te metí en este lío...
—Mi vida no era tranquila, Carla —contestó Marcos mirándola serio—. Y no me preguntes más si me arrepiento porque ya te lo he dicho que estoy comprometido en esto. Solo que las cosas cambiaron un poco para mí. —Volvió su vista al agua.
—Por eso, porque las cosas cambiaron entre nosotros y vos no crees en el casamiento... No quiero obligarte a hacer algo que no querés.
—No quiero que te vayas. Te necesito cerca. Me gustas mucho, Carla. —Marcos volvió a mirarla y la tomó de las manos—. Me siento muy bien cuando estoy contigo, tanto que no me importa nada más. Hace tiempo que no me sentía así con nadie.
—A mí tampoco me importa nada más, por eso no quiero...
—Shhh —Marcos puso un dedo sobre su boca—. No estoy confundido por el casamiento. Solo que no me gusta la violencia y la situación de recién con Hugo... Te prometo que lo hubiera golpeado. Nunca me sentí así, me sorprendió sentirme de esa manera. Solo quería estar tranquilo, contigo, acá.
Carla lo abrazó, el abrazo fue profundo, no podían separarse. Sus rostros se rozaron hasta quedar con sus narices y sus labios tocándose. Se miraron fijamente poniéndose bizcos y los dos rieron. Marcos acarició el rostro de Carla y ella lo beso suavemente. Marcos devolvió el beso, jugando con su boca, profundizándolo, mordiendo suavemente su labio inferior. El beso se hizo intenso, con sus lenguas rozándose como en una danza, hasta que casi no pudieron respirar. Se miraron fijamente, la noche lo rodeaba todo.
— ¿Vamos a casa?
—Vamos a casa.
*«En este mundo, somos solo nosotros
Sabes que ya no es cómo era antes
En este mundo, somos solo nosotros
Sabes que ya no es cómo era antes
Cómo era, cómo era
Sabes que ya no es lo mismo».
As It Was. Harry Styles.
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