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Capítulo XXVI

Barcelona. Hoy.

Al llegar al apartamento, Laura y Alejandro se encontraban charlando y esperándolos en la puerta. María Luz se sorprendió al ver al amigo de Marcos, que conocía desde pequeño, saludándolo con efusividad mientras Laura corrió a ayudar con las bolsas y los paquetes.

—¡Alejandro! ¡Pero qué grande te has puesto! ¡Desde niñito que no te veo! —exclamó la madre de Marcos abrazándolo.

—¡Mary luz, pero si está igual! ¡No han pasado los años para usted!

—Ojalá no pasaran, pero pasan querido.

—Ella es Laura, mi mejor amiga —interrumpió Carla presentándolas.

—Mucho gusto —contestó Laura forcejeando con las bolsas.

—Mucho gusto, Laura. Eres tan bella como mi nuera, querida.


Todos subieron al apartamento. Las chicas por el ascensor mientras los chicos tomaron la escalera, ya que no entraban todos en el pequeño ascensor. Mary Luz, tan suelta de charla como siempre, contó a Laura como era el vestido que compraron para el casamiento y detalló con pelos y señales como lo iban a esconder para que Marcos no lo viera. Laura la escuchaba sorprendida mientras miraba a Carla de reojo sin poder creer todo lo que la señora le contaba. No había dudas de que la mujer estaba feliz por el casamiento, y suponía que era verdadero de pies a cabezas. Al alcanzar el piso, se encontraron con los chicos en el pasillo y la madre de Marcos se despidió.

—Los abandono, me voy a descansar un rato. Luego los veo para cenar —saludó entrando en el departamento de Marcos mientras los demás ingresaron en el de Carla.

Mishuri corrió al encuentro maullando varias veces mientras se frotaba entre las piernas de todos a modo de saludo. Alejandro lo alzó para abrazarlo y el gato le mordió con fuerza la nariz.

—Ay me mordió —gritó Alejandro soltándolo al instante.

—Perdón. —Carla se acercó a inspeccionarle la nariz, conteniendo una sonrisa—. No le gusta que lo apretujen o lo abracen.

—Los gatos son traicioneros, por eso me gustan los perros —intervino Laura mientras conectaba su celular al amplificador de su amiga y ponía una lista de reproducción de Nicki Nicole a un volumen agradable.

—Laura, ¿Qué decís, si vos me lo regalaste?

—Sí, porque a vos te gustan.

—No digas eso de mi bebé —susurró Carla acariciándole la cabeza—. Te escucha.

—Perdón —tosió Alejandro para que le prestasen atención y se señaló la nariz con un punto rojo—. Mi nariz.

—Vamos al baño —dijo Marcos acompañándolo—. No te pongas chinchoso.

—¿Les hago café? —alzó la voz Carla.

—Para mí sí —contestó Alejandro.

—Para mí también —afirmó Laura, mientras Carla le hacía una cara de burla por no acompañarla nunca tomando mate.

—Yo te acompaño con el mate —terminó Marcos desde el baño. Y Carla sonrió sonrojándose.

—«Te acompaño con el mate» —repitió Laura acercándose a Carla que preparaba las infusiones en la cocina—. El colombiano ahora toma mate, Carla. Y después andas pensando que no sabes qué le pasa. Es que sos casi ciega... Está muerto con vos. Mirá hasta estás roja como un tomate.

—Shhh, te llegan a escuchar y te mato. No digas más boludeces, le gusta el mate y ya. —Carla negó con la cabeza sonriendo.

—¿Y tu suegra? ¡Contáme que me muero! —siguió Laura pellizcándola—. Me encantó esa mujer.

—Basta —dijo Carla saltando lejos—. Cuando estemos solas te cuento todo. ¡Ahora nos van a escuchar, tarada!

Los chicos volvieron sentándose en la barra, Laura los acompañó mientras ayudaba a Carla a servir los cafés y todo lo necesario para el mate.

—Bueno, a lo que venimos —enunció Alejandro sacando unos papeles—. Aquí tengo las preguntas que más o menos tendrá el cuestionario que les van a tomar mañana en el registro.

—¿Y vos de donde sacaste esto? —preguntó Laura tomando los papeles.

—Me los consiguió el abogado que me ayudo con mi casamiento. No sé si serán exactamente las mismas preguntas, pero a menudo rondan en lo mismo.

—¿Estás casado? —volvió a preguntar Laura entre sorprendida y decepcionada.

—No, ya no... lo hice por los papeles también y me divorcié a los meses.

Carla y Marcos se miraron de reojo, en su fuero interno les ilusionaba la parte de casarse, pero la de divorciarse les dejaba un gusto amargo. Un silencio incómodo se extendió entre los cuatro. Carla le pasó un mate a Marcos para distender la situación.

—«¿Aficiones suyas y de su cónyuge?» —cortó el silencio Laura leyendo el papel.

—Yo empiezo —contestó Marcos y Carla lo miró sonriendo, le parecía divertida la idea de probar el cuestionario y la entusiasmaba tener una excusa para conocer más a su vecino—. Le gustan los gatos, el arte, pintar...

—Le gustan los libros y andar en skate. —siguió Carla sorprendiendo a Marcos, él no era tan abierto con sus gustos como ella.

Laura y Alejandro se miraron y sonrieron. La química que fluía entre Marcos y Carla cada vez era más evidente. Ellos sabían lo mucho que los dos habían sufrido en el pasado, y estaban convencidos de que merecían una segunda oportunidad.

—«¿Cuál es su nacionalidad?» —Ahora Alejandro tomó la hoja.

—Esa es muy fácil, otra. —sentenció, Laura.

—«¿Comida favorita suya y de su cónyuge?» —Carla hizo un gesto de no tener idea y Marcos sonrió.

—Me gusta todo lo que tenga arroz —dijo Marcos.

—Y los tamales —siguió Alejandro.

—Los tamales me encantan.

—Bien. La mía es milanesa con papas fritas —contestó Carla.

—Me están dando hambre —siguió Laura tomando la hoja de las manos de Alejandro—. «¿Tiene hermanos su cónyuge? Nombre de los hermanos de su cónyuge y de los suyos propios en caso de tenerlos».

—«Cónyuge... qué palabra horrible» —susurró, Carla.

—Tema difícil el de los hermanos... —contestó Marcos—. Tengo dos medios hermanos, en verdad: Juan y Sebastián.

—Yo no tengo. Soy hija única.

—«¿Cuándo decidieron casarse?» —siguió Laura.

—Hace dos semanas —se carcajeó Alejandro y Laura lo siguió.

—No podemos decir eso... —respondió Carla algo preocupada—. ¿Cómo podemos justificar si saben que nos conocemos hace más o menos un mes?. En vez de reírse a ver si tiran alguna idea ustedes dos.

—Déjame pensar —dijo Marcos—. Podemos decir que como somos vecinos, que vivimos prácticamente juntos y por eso quisimos formalizar. Nos conocimos cuando me mudé y decidimos casarnos cuando sacamos el turno.

—Pero eso fue hace menos de una semana, Marcos —respondió Carla.

—y sí, lo decidimos y sacamos el turno. Para que perder tiempo...

—Bueno, sigamos con otra, que faltan un montón. Después volvemos con esta —interrumpió Alejandro sacándole el papel a Laura—. «¿Cuál era su estado civil antes de contraer matrimonio?»

—Soltero —respondieron al unísono.

—«¿Cuándo se conocieron? », Bueno, esa ya la dijeron, cuando Marcos se mudó. Pero precisemos más. Pongan un día o fecha que empezaron a salir. No puede ser la misma fecha en que decidieron casarse.

—Principio de junio —contestó Marcos—. ¿Qué número te gusta? —le pregunto a Carla.

—¿El 7?

—Listo 7 de julio.

—Anotado, la próxima, «¿Ha visitado Ud. a su pareja en su país?» —continúo Alejandro.

—No importa esa porque nos conocimos acá —contestó Carla—. Por si preguntan, yo llegué a Barcelona hace un año y medio por la beca y me mudé a este apartamento hace cuatro meses aproximadamente.

—¿Falta mucho? Ya tengo hambre —interrumpió Laura, fastidiada, mirando el papel sobre las manos de Alejandro.

—Ya termina —respondió él y siguió con la próxima pregunta—. «¿De qué trabaja tu pareja, en qué empresa?»

—En un museo.

—En una empresa de construcción.

Marcos y Laura contestaron al mismo tiempo, pero no pudieron precisar más la información porque escucharon los golpes de María Luz en la puerta y se callaron enseguida.

—Chicos, ¿quieren venir? Prepare unos tamalitos con arroz.

—Gracias al cielo —vociferó Laura extendiendo las manos hacia el techo.

—Vamos a comer, tranquila, que después seguimos —susurró Marcos a Carla tomándola de la mano.


Los cuatro cruzaron al otro apartamento. La comida ya estaba servida y Alejandro sacó de la heladera dos cervezas que habían quedado sin tomar de la noche fallida con las chicas. Comenzaron a comer sin cruzar palabras, todos estaban hambrientos. Solo se escuchaba el sonido de los cubiertos, los vasos y la comida en sus bocas.

—Qué rica comida, María Luz —apreció Laura con la boca llena.

—Me alegro de que les guste. Pon algo de música, hijo. —Marcos se levantó y puso una lista de reproducción de Carlos Vives que a su madre le encantaba.

Mary Luz comenzó a cantar a viva voz tomando a Carla de la mano y sacándola a bailar al medio del salón, mientras los demás las miraban divertidos. Luego, Mary busco a Marcos, sin dejar de mover las caderas, y lo llevó bailando hacia Carla. Los tomó de la mano y los dejó solos mientras volvía a sentarse en la barra.

Marcos y Carla comenzaron a moverse al ritmo de la música de forma tímida, sintiéndose observados. Rozaron sus cuerpos torpemente y rieron, cada vez acercándose más.

—Te mueves muy bien —murmuró Marcos suavemente en su oído. La calidez de su aliento erizó cada vello de Carla.

—Soy un tronco —respondió riendo mientras Marcos la tomaba de la espalda y la empujaba hacia atrás suavemente.

Al volver su torso, quedaron frente a frente con sus narices pegadas. Marcos pasó sus manos por la cintura de su vecina y Carla enredó las suyas por el cuello del colombiano. Bailaron pegados, dejándose llevar por la música. Cada compás los empujaba uno a otro como un imán. Se fueron olvidando de donde estaban y de que los estuvieran observando. No importaba nadie más que ellos dos, en ese momento, en ese salón, en ese abrazo. No podían separarse. Ninguno de los dos podía evitar lo que el otro le hacía sentir.

—Qué linda pareja que hacen —dijo Mari Luz mirándolos embelesada.

—Hermosa —contestó Laura sonriendo.

Marcos apretó su cuerpo contra el de Carla, sintió como se tensaba a su contacto. Y le susurró al oído.

—Me gustas mucho —Carla lo miró fijamente, sus ojos brillaban de deseo.

—Me gustas mucho más —contestó ella tan cerca que sus labios podían tocarse. Sintió a Marcos duro contra su vientre y sonrió mordiendo su labio—. Nos están viendo todos.

—¿Dices que nos separemos? No puedo... —contestó Marcos hundiendo su cara en el cuello de Carla, dejándole un suave beso—. No me importa que nos vean —volvió a decir dejando otro beso más arriba mientras el cuerpo de Carla se estremecía—. No me importa nada más que ti —finalizó dándole otro beso más.

—Bueno, bueno, ¡Hora del café! —vociferó la madre de Marcos aplaudiendo al ver que la situación se subía de tono—. Es tarde y hay que dormir. Marcos y Carla se separaron obligados y tomados de la mano se dirigieron a la cocina. No podían separarse, necesitaban el contacto del otro ahora que habían podido asumir cuanto se gustaban.

—Yo lo sirvo, madre —dijo Marcos tratando de enfriarse un poco. Carla se sentó con los demás con la cara roja de vergüenza y de algo más.

—Me quedo a dormir en tu casa, Carla, así mañana vamos directo al registro —dijo Laura mientras Marcos se dio vuelta a mirarla con cara de pocos amigos. Quería continuar con lo que habían empezado. Carla lo miró y sonrió.

—Parece que me toca el sillón... tenemos turno a las ocho de la mañana. No se vayan a dormir —siguió Marcos mientras servía los cafés.

—A las ocho estaremos listas —contestó Carla.



*CHINCHOSO(A): Objeto o persona, generalmente infante, que tiene desazón, inquietud y malestar, llegando al llanto.

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