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Capitulo X

Argentina. 3 años atrás

Sintió su cuello doblarse por la fuerza del cachetazo. Le zumbaba el oído por el estruendo, le costaba escuchar sus palabras. Se oían sordas, como lejanas, no tanto por el zumbido sino por la sorpresa. No se lo esperaba. No pudo ponerse en guardia, defenderse, huir. Nada de ello. Su mejilla comenzó a enrojecerse y sus ojos a llenarse de lágrimas.

Ese fue el primer golpe. El primero de muchos.

Carla había visto, en el pasado, algunas actitudes que no le gustaron. Algunos rasgos posesivos, algunas escenas de celos. Se habían conocido en la fiesta de cumpleaños de una compañera de la facultad, hacía cinco meses. Todo fue muy rápido. Empezaron a salir primero en grupo, luego intercambiaron números y vinieron las primeras citas. Parecía un chico «normal», ahora creía que, en ese entonces, se esforzaba por serlo. A los tres meses, ya vivían juntos. Sergio tenía su departamento y Carla comenzó a quedarse varias noches a dormir con él. Fue la primera oportunidad de escapar del caos que vivía en su casa. Cómo respirar una bocanada de aire puro. Lo que no imaginó es que estaba poco a poco ingresando en un caos mucho peor, más oscuro y asfixiante.

Caminó firme hacia el baño y se encerró. Escuchaba los gritos detrás de la puerta, los golpes contra la pared. Se miró en el espejo su mejilla roja, su cabello despeinado y el delineado de sus ojos corridos por las lágrimas. Abrió el grifo dejando el agua correr, la tranquilizaba el ruido del agua, mojó su cara y su cuello. «No puede estar pasándome esto», pensó. Era como estar protagonizando una de las peleas de su madre con su padre. Ahora ella era la actriz principal.

—Salí del baño, Carla. Te estoy hablando —gritó Sergio apoyando la cabeza sobre la puerta. Las manos de Carla temblaron. Si seguía el guión que siempre había visto en su casa, los golpes y los gritos no cesarían.

—Ya salgo —contestó y sintió una piedra de angustia en su garganta, quería largarse a llorar con todas sus fuerzas, ruidosamente, o gritar e insultar a Sergio, devolverle el golpe. Pero sabía que cualquiera de las opciones sería darle alimento a su furia. Tenía que agachar la cabeza y aguantar que el momento pase, como su madre. Eran las conductas aprendidas desde chica. Abrió la puerta, lento, con miedo. Él la esperaba del otro lado.

—Perdonáme, se me fue la mano... Es que me sacas Carla.

—Está bien, vamos a dormir que mañana tengo clase temprano.

—No, no vas a ir a la facultad y encontrarte con ese pibe, ¿me estás cargando? ¿Es que estuve gritando hasta recién al pedo?

—No puedo faltar, tengo una materia importante mañana. Además, ya te dije que es solo un compañero. ¿No entiendo por qué no me crees? ¿Tanta inseguridad te proyecto?

—Te creo a vos, pero no le creo a él. ¿Qué querés que te diga? No vas y punto. Además, una cosa era cuando vivíamos separados, la boludez esa del estudio del museo. Pero ahora que vivimos juntos no necesitas estudiar ni trabajar. Yo trabajo y vos te ocupas de la casa. —Carla no podía considerar lo que escuchaban sus oídos. O su novio tenía doble personalidad o sabía mentir y aparentar muy bien. Nunca había mostrado ese pensamiento tan machista.

—Sergio, mi carrera es muy importante para mí. No te pongas en contra porque no va a salir bien.

—¿Qué no va a salir bien? ¿Qué me estás queriendo decir?

—Nada, solo quiero dormir. Estoy muy cansada. —Carla caminó hacia la habitación, pero Sergio la detuvo del brazo con fuerza.

—No me dejés hablando solo porque eso es lo que no va a salir bien. —Carla miró su brazo y luego alzó los ojos mirándolo fijo. Se estaba rompiendo algo dentro de ella que no se iba a poder arreglar. En sus ojos un mundo de palabras no dichas, en su corazón una impotencia que la quemaba. No iba a ser como su madre. No podía serlo. Aunque le costara su vida, buscaría la forma.

—La carrera no está en discusión... pero si querés me acompañas y me vas a buscar. Por favor —dijo Carla no por convicción, no porque le gustará esa situación, sino para resolver el momento, para poder ir a cursar, para poder dormir un poco.

Sergio accedió, no porque lo quisiera, sino porque Carla no aflojó, pero era cuestión de tiempo para él. Carla se fue a dormir con la angustia en su pecho. Otra vez debía huir, otra vez sola. No sabía cuándo, pero en definitiva se iría. Sergio no era la persona para ella. 

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