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Capítulo VIII

Barcelona. Hoy.

Carla volvió a su casa más temprano. Hubo un desperfecto eléctrico en el museo, por lo que cerraron sus puertas hasta el lunes, lo que le permitió volver de la universidad a su casa. Solo deseaba aprovechar este tiempo de gracia para descansar, pero se le había adosado su amiga Laura diciendo que quería revisar unos apuntes. Sabía que era una excusa para conocer al vecino, pero no pudo decirle que no.

Tenía tantas ganas acumuladas de tomar mate que ya no le importó tener que golpear la puerta del vecino. Además de que llevaba a su amiga como refuerzo y así no insistiría más en conocerlo.

Cruzaron al apartamento de enfrente con Mishuri frotándose entre sus piernas. Marcos abrió con su pelo negro despeinado y cara de entre dormido.

—Vengo por el mate —saludó Carla mirándolo de arriba abajo—. Perdón, te despertamos, venimos más tar...

—No hay problema, pasen —interrumpió Marcos haciéndolas pasar.

La luz del apartamento era tenue, las persianas entrecerradas dejaban colarse algunos rayos de luz. Sonaba una canción de Coldplay en un volumen bastante bajo, haciendo del ambiente muy agradable. Mishuli entró corriendo y se acostó en el sofá del salón.

—Dicen que los gatos eligen a sus dueños —sonrió Marcos mirando a las chicas.

—Ella es una amiga, Laura —carraspeó Carla, presentándolos. Cada vez se sentía más intimidada frente a su vecino. No podía negar que estaba buenísimo el chulito.

—Hola Laura, soy Marcos. —La saludó con un beso en la mejilla—. Le compré esto a la bola de pelos ¿Se lo puedo dar? —continuó Marcos sacando un paquetito de la cocina. Carla miró con sorpresa el paquete quedándose sin palabras.

—¿Te gustan los gatos? —preguntó Laura clavándole el codo disimuladamente a su amiga para que reaccione. Carla asintió con la cabeza, pellizcandola a su vez en respuesta, viendo como Marcos preparaba el alimento.

—Nunca tuve un gato, pero me encantan los animales. En Colombia tengo un perro que extraño bastante.

—A mí también me gustan los perros —murmuró Laura con la voz rasposa ganándose un codazo de Carla y una mirada de desaprobación por quedarse embobada mirando a su vecino. Mishuli se abalanzó al platito y marcos le acarició la cabeza.

—Bueno... solo quería recuperar mi mate —dice Carla rompiendo el silencio.

—Quizá te suene raro... pero te iba a pedir de probarlo. Nunca he tomado mate y me llama la atención.

—¿Nunca probaste un mate? — Preguntó Carla con una sonrisa.

—No te perdés de nada —siguió Laura mientras su amiga le dio una mirada de pocos amigos.

—Bueno, entonces vamos a mi casa, porque no creo que haya yerba acá.

—Si no hay yerba nos quedamos —dijo Laura guiñando un ojo a su amiga.

—¡Laura! —exclamó Carla empujándola y riendo mientras Marcos miraba con cara de no entender la situación—. Es un chiste argentino.

—Ni modo, vamos —continúo Marcos abriendo la puerta.

Cuando entraron al apartamento de Carla, Marcos quedó encantado con la decoración. Tenía una alfombra de telar, en medio de la sala, con muchos colores que había comprado en un viaje a Bolivia. Una reproducción del calendario Azteca colgando de una pared junto a una lámina de corcho en donde había muchas fotos pinchadas. A simple vista, porque no se atrevió a acercarse, vio muchos jóvenes, mucho mate, el obelisco, las cataratas, una playa atardeciendo y una aerosilla en la nieve. Su casa no tenía el aspecto minimalista de la suya, sino, por el contrario, era un collage de culturas.

—Voy a poner la pava —dijo Carla sacándose el bolso y tirándolo en una silla—. Seguíme así ves cómo se prepara un buen mate.

—Yo voy a la habitación a conectarme con Carlos —saludó Laura cerrando la puerta.

Carla sabía bien que su amiga se había ido para dejarlos solos y más que videollamada se estaba acostando a mirar Netflix.

—Cada uno tiene su manera de preparar el mate. Yo te voy a mostrar la mía. —siguió Carla.

—Entonces voy a probar un mate a lo Carla —continúo Marcos acercándose a la cocina.

—«Mate a lo Carla» —sonrió mientras servía agua en la pava y la llevaba al fuego—. Algunos lo toman muy caliente, otros con el agua más templada. También se puede tomar amargo o dulce. A mí me gusta caliente y un poco dulce. Pero le voy poniendo el agua mientras se calienta para que la yerba no se queme porque si no el sabor es muy fuerte.

—¿No hierve el agua? —preguntó Marcos acercándose a su vecina para observar el procedimiento.

Carla sintió un escalofrío al rozar la piel de su brazo, uno que se sintió bastante bien y se asentó en la parte baja de su abdomen. Se miraron fijo por unos segundos y pensó que le gustaban bastante esos ojos negros, profundos y con un brillo pícaro. Podría perderse en ellos. Pero no sería conveniente, dadas sus circunstancias, por lo que siguió con su tarea para que su vecino no viera su estremecimiento. Puso la yerba y una cucharadita de azúcar. Fue probando el agua hasta sentir la temperatura perfecta. Luego pasó el mate a Marcos, que llevó sus labios a la bombilla, chupó y los retiró rápido poniendo una mueca.

—¿Te quemaste? —preguntó Carla entre preocupada y sonriente.

—No... —contestó Marcos—. Solo estaba descubriéndolo.

Carla tomó el mate y llevó sus labios a la bombilla mientras sorbía el líquido. Marcos dejó vagar su mirada por la boca de Carla y ella se centró en sus ojos. No podía evitarlo por más esfuerzo que pusiera.

—Uno vos y otro yo. Esa es la idea del mate, compartir, entre una charla, por ejemplo —susurró Carla mientras cebaba otro mate y se lo pasaba a Marcos. Este sonrió y tomó su mate ya con más confianza.

—Me gusta, sabe bien. Me puedo acostumbrar. Ahora que me enseñaste a tomar mate, me gustaría devolverte el favor con alguna comida Colombiana. ¿Probaste las arepas?

—Probé algo parecido cuando estuve de viaje en Bolivia. Pero así como arepa colombiana no.

—¿Entonces, qué dices?

—Sí, me gusta la idea.

—Y, ¿Qué hace una argentina en España? —preguntó Marcos devolviéndole el mate.

—Vine con una beca de la UAB, a estudiar una maestría en Historia del arte. Soy museóloga y, nada, se presentó esta oportunidad y acá estoy —contó Carla pasando otro mate a Marcos.

—¿Y tu amiga viajó contigo?

—No, la conocí acá en la universidad. Ella es diseñadora, pero está haciendo la misma maestría. ¿Y qué hace un colombiano en España?

—En verdad soy medio Colombiano, mi padre es español. Y vine a trabajar, la idea es juntar algo de dinero y seguir viajando. De alguna manera siento que estoy de paso. —El celular de Marcos sonó interrumpiendo la conversación—. Perdón, pero me tengo que ir. Muy ricos tus mates.

—Gracias ¿Te acompaño?

—Está bien. Conozco la salida. —contestó Marcos sonriendo.

El vecino salió y Carla escuchó una voz de mujer detrás de la puerta, muy parecida a la de la rubia de ayer. Se acercó para escuchar, pegando el oído en la madera, pero no logró entender nada. «¿Qué estoy haciendo? », pensó Carla. Rodó los ojos y se fue a la habitación con Laura.

  

* "Cebar" un mate, es el acto de infusionar la yerba. A quien lo ceba se le llama "cebador/a" y existen protocolos y rituales que deben conocerse antes de comenzar a hacerlo. 

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