Capítulo 19.
-No me hagas esto por favor –intento separarme de él. Me alejo lo más que puedo pero es imposible.
-¿Qué no te haga esto? ¿En serio Darlene? Después de todo lo que he hecho por ti, de toda la mierda que he pasado por ti –se acerca a mí.
-¿Tu? ¿Precisamente tú pasaste por toda la mierda? Fui yo la que pasó por todo. He aguantado cada paliza, cada humillación, cada abuso ¿y tú eres el que ha pasado por toda la mierda? Si estoy aquí es por vuestra culpa. Por meterme en esta mierda, por meterme en este lugar cuando yo no tuve nada que ver y tú lo sabes bien Erick –sollozo.
-Sabes que eso no es así Darlene, tú tuviste tanta culpa como nosotros, ¿o no Amy? –mira a su derecha. La otra sonríe y se acerca con cuidado.
-No puedo estar más de acuerdo Erick –apoya su brazo en el hombro de él.
Erick saca un cúter de su bolsillo y no me sorprende. Lo pone delante de su cara y se acerca a mí. Mira el cúter y luego mi cuello. Repite el mismo gesto una y otra vez. No le tiembla el pulso cuando lo acerca a mi cuello y empieza a ejercer fuerza clavando el cúter en mi piel.
Grito todo lo que mi garganta me permite y me remuevo. Ya me da igual el corte, me da igual todo. Tengo por seguro que será la última vez que pueda gritar.
-¡Erick! ¡Erick para por favor! ¡Erick! –grito una vez tras otra pero no me hace caso. Veo su sonrisa y la de Amy. Es lo último que veo.
-¡Darlene! –escucho a lo lejos que alguien me llama.
Me despierto después de una sacudida. Estoy sudando. El corazón me va muy deprisa, me cuesta respirar y tengo una presión en el pecho que cada vez se hace más fuerte. Intento mirar a mi alrededor pero no puedo. Las lágrimas no me dejan. Sollozo y noto unos brazos en mi cuerpo. Hago el esfuerzo de separarme pero es imposible.
-Darlene, tranquila. Soy yo, SJ. Tranquila –me apoya en su pecho y nos balancea para intentar tranquilizarme.
Intento coger aire fuerte pero la presión del pecho no me deja. Me duele y empiezo a hiperventilar. SJ nos levanta de la cama y me ayuda a ponerme en la ventana. Abre rápidamente las cortinas y abre, dejando que el aire entre en la habitación. Me apoyo en el alféizar y cierro los ojos intentando recuperar la normalidad. La presión va desapareciendo y mi respiración se va normalizando. SJ no se separa de mi lado en ningún momento. Cuando estoy tranquila me giro y miro a SJ.
-¿Estás bien? –pregunta con miedo.
-Sí. No sé qué me ha pasado, pero ha sido horroroso –agacho la cabeza. Me giro y voy a la cama. Me siento y empiezo a jugar con mis manos.
SJ se sienta a mi lado y me observa en silencio.
-Te he escuchado hablar. Pero me asusté cuando te escuché gritar Erick para por favor –mi cuerpo se tensa al escuchar esas palabras que tantas veces dije y fueron en vano. –Menos mal que fue una pesadilla.
Eso es lo que él se piensa. Un escalofrío recorre mi espalda. La camiseta está empapada en sudor y el aire frío de la ventana hace que parezca hielo. SJ enciende la luz y busca en el armario algo. Cuando veo que es una camiseta nueva sonrío con pena. La cojo y voy al baño. Me quito la camiseta y me miro al espejo. Me lavo la cara y me echo agua en la nuca. Muevo la cabeza un poco para destensar el cuello y finalmente me pongo la otra camiseta.
Salgo del baño y SJ está en la cama sentado con las manos apoyadas en sus rodillas. Me acerco a él y le pongo una mano en el hombro. Levanta la mirada y se levanta. Ahora me parece hasta más alto. Se levanta y coge mi mano. Vamos a un lado de la cama y nos tumbamos. Uno frente al otro. Tan cerca y tan lejos a la vez. La luz está ahora apagada pero puedo distinguir sus rasgos. Sus labios, su nariz, su mandíbula, sus ojos, su pelo. Me mira y se acerca a mí poco a poco. Pone una mano en mi cintura y tira hacia su cuerpo. No me resisto y cedo ante su gesto. Me pego a su cuerpo y mi piel se eriza al instante. Está sin camiseta, hasta ahora no me había dado cuenta. Me pongo nerviosa con su cercanía. Siento su respiración muy cerca de mí. Se remueve en la cama y pasa un brazo por debajo de mi nuca. Ahora mi almohada es su brazo. Me pego más a él y me coloco de forma en la que no le haga daño a él y en la que no me duela el cuello. Una vez cómoda paso mi mano hasta dejarla entre su cuerpo y el mío y la apoyo en su pecho. Noto sus latidos bajo la palma de mi mano y me relajo con el sube y baja de su pecho al respirar. El dolor de cabeza vuelve y eso hace que cierre los ojos. Sé que es de día porque la claridad ya está entrando por las rendijas de la persiana que SJ se ha encargado de bajar mientras que yo estaba en el baño. Me relajo y poco a poco me quedo dormida. Tengo miedo de volver a soñar lo mismo, de volver a pasar por ello aunque sea en sueños, pero el cansancio y el agotamiento pueden conmigo.
Me remuevo en la cama y abro los ojos poco a poco. Me duele la cabeza y todo el cuerpo. Me giro y veo la cama vacía. SJ no está por ningún lado. Me siento en la cama y me sobo la cabeza por el lado del golpe. Me levanto de la cama y voy a la puerta. Salgo de la habitación y al cerrar la puerta tras de mí el olor a café inunda mi nariz. Bajo las escaleras y me guío por el olor hasta que llego a la cocina. SJ está apagando la cafetera y sacando una taza. Entro en la cocina diciendo buenos días y SJ se gira. Sonríe repitiendo lo mismo que yo. Vuelve a abrir el armario y saca otra taza. La cocina es grande, con una isla en el centro y una puerta que da a un patio trasero.
SJ pone las tazas encima de la isla y coge la cafetera para verter el café en ellas. Saca dos cucharas y coge el azucarero.
-Puedes acercarte, no muerdo –me río y me acerco a él.
Saca dos sillas de debajo de la isla y se sienta en una de ellas. Me acerco a la otra y me siento despacio. Cojo una cuchara y me echo azúcar. Le doy un sorbo al café y cierro los ojos para disfrutar del sabor. Me encanta.
-¿Qué tal? ¿Has descansado algo? –pregunta dando un sorbo a su café.
-Después de la pesadilla he podido descansar un poco. Lo que si necesito es darme una ducha y ponerme algo de ropa que no me quede grande –me río y miro mis pintas.
-Ahora vamos a tu casa, coges algo de ropa y venimos otra vez –dice dejando la taza de café en la mesa.
-No hace falta que venga otra vez SJ. Me puedo quedar en casa –digo negando con la cabeza.
-No. Tú te quedas conmigo y punto –dice serio.
-Estás tú que sí. No eres nadie para decirme que hacer o no –me levanto de la silla dejando la taza en el fregadero.
-Darlene, no pienso dejarte en tu casa, y menos aún sola. Tú te vienes conmigo y punto –un amago de sonrisa asoma en sus labios.
-Dame una buena razón –digo cruzándome de brazos.
-Estarás conmigo todo el fin de semana, que más quiere –no deja su ego de lado nunca.
-No me vale –me giro y cuando voy a salir de la cocina me frena cogiendo mi brazo. Me gira y me acorrala contra el marco de la puerta.
-Si te dejo en tu casa te vas a aburrir, yo te hago compañía –pone cara de pícaro –tus padres no están y me dijeron que si podía hacer el favor de echarte un ojo –me mira de arriba abajo –y eso es lo que voy a hacer.
-Casi lo consigues, pero no –le aparto con las manos y subo las escaleras. Espero, en el recodo que hace el pasillo para ir a su habitación, a escuchar si viene. Como no oigo nada asomo la cabeza y le veo de frente. Grito del susto y me empiezo a reír haciendo caso omiso al dolor de cabeza.
Me vuelve a acorralar en la pared mientras que se sigue riendo. Nos calmamos poco a poco y al tenerle tan cerca me pongo nerviosa. Relamo mis labios y trago saliva. SJ acaricia mi mejilla y enreda su mano en mi pelo. Pasa sus dedos por un mechón y cierra los ojos. Se separa y va a la habitación en la que durmió. Le sigo, pero en vez de ir a su misma habitación voy a la otra.
Cuando entro hago la cama y coloco todo. Miro al lado de la cómoda y veo mis botas de tacón. Me cambio de ropa y me pongo lo que traje. La ropa está un poco sucia, por no decir que bastante. Cuando termino de ponérmela salgo de la habitación y me encuentro con SJ vestido con unos vaqueros y una camiseta negra. Su chaqueta de cuero no falta. Le miro y sonrío mientras que paso de largo.
Cuando estamos fuera miro a mi alrededor. Solo veo árboles y más árboles y un camino en el que hay marcas de ruedas. El coche está aparcado a la izquierda. Bajo del porche y me dirijo al coche. Al entrar, SJ pone la calefacción. Fuera hace mucho frío y está empezando a haber niebla.
Me acuerdo de la carrera y al final no sé si Derian le pagó a SJ. Viendo lo visto, de Derian no me puedo fiar. Si me dejó tirada, no creo que le pague. Niego con la cabeza y me apoyo en el cristal.
Cuando llegamos a mi casa entramos y SJ se queda en el salón mientras que yo subo a mi habitación a ducharme y a ponerme algo más cómodo.
Cuando estoy en la ducha y el agua empieza a caer en mi cabeza mis músculos se destensan. Miro al suelo y empiezo a ver el color rojo de la sangre. Paso las manos por el sitio de la herida y me duele todavía. Me lavo el pelo despacio y el cuerpo igual. Cuando salgo de la ducha miro mi reflejo en el espejo y miro los moratones que tengo. El del costado es el más alarmante. Me seco y paso al vestidor para ponerme la ropa.
El pelo me dejo suelto y me llevo una goma por si acaso. Me echo colonia y cojo el móvil. Cuando bajo SJ está en el salón hablando con alguien por teléfono. Parece que está hablando de algo importante debido a su postura recta y su semblante serio. Antes de entrar en el salón le escucho decir "ahora voy". Entro en el salón y le llamo. Se levanta del sofá y se dirige a mí. Cojo las llaves, apago todo y al salir cierro la puerta con llave.
Una vez en el coche SJ abre la guantera mientras que arranca y sale del aparcamiento en el que está. Rebusca un rato hasta que encuentra lo que sea que estaba buscando y lo saca. Reconozco que mi cuerpo se mantiene en tensión hasta que veo que son unos papeles. Pensaba que estaba buscando una pistola. Dejo salir el aire de mis pulmones en un leve suspiro y cierro la guantera. SJ pone la radio y canto la canción que está sonando.
Después de unos minutos SJ para el coche frente a una nave en un polígono más bien desierto. No veo más coches alrededor y la verdad es que no me hace mucha gracia estar aquí. Salimos del coche y miro la nave. Es bastante grande, a saber que hay dentro. SJ llama mi atención y me dice que me ponga a su lado.
-No te separes de mí, no hables ni mires a nadie a los ojos –dice mientras que saca un cigarro del paquete que lleva encima.
Asiento tragando duro. Ahora sí que tengo miedo. Llegamos a la puerta de la nave y después de que SJ de un par de golpes, alguien abre. Entramos y hago lo que me dice. No miro a nadie, pero me resulta imposible no mirar a mí alrededor. No sé la cantidad de coches de lujo que hay aquí ni la cantidad de paquetes que hay en las estanterías. Esto parece que es el almacén de toda la mercancía. No sé qué más habrá aquí dentro pero tiene que ser mucho.
Me pongo al lado de SJ y llegamos a lo que parece ser el centro de la nave. Hay mesas, sillas, ordenadores y maletines con dinero. No sé ni lo que pensar. Mi cabeza no da para cavilar nada ni tener pensamientos coherentes.
-Ya estoy aquí –dice SJ soltando el humo del cigarro. "No mires a nadie" y eso es lo que hago. Agachar la cabeza y mirar mis playeras.
-Tenemos un encargo. Para dentro de dos horas. Es un buen negocio –la voz raspada y con un acento que no logro reconocer hace eco en la nave.
-Perfecto, ¿cuánto? –dice SJ acercándose a una mesa en la que hay un montón considerable de paquetes. Droga. Yo me muevo y me pongo detrás de él. Parezco su perrito faldero pero no me importa.
-Cien mil. De una sola vez –el hombre se pone al lado de SJ y le enseña lo que parece ser una foto del comprador. Este asiente y se aleja.
-Pues ya sabéis lo que tenéis que hacer –mira a las otras dos personas que hay y asiente.
Coge mi mano y nos dirige a la puerta. No niego que me he quedado un poco sorprendida. Vale que sabía que vendía droga y eso, pero jamás imaginé que moverá tanto. Una vez fuera entramos en el coche y como si nada. Arranca y vamos a su casa otra vez. Ahora ya puedo ver todo perfectamente y con la luz del sol es mejor aún. Entramos y SJ deja las llaves en la entrada. En la casa al menos hace calorcito. Le sigo hasta la cocina y me apoyo en la isla. Le miro ir de un lado a otro y me río.
-¿Qué? –se gira y se ríe conmigo.
-Nada –digo aguantando una carcajada.
-No sé qué vamos a comer –dice volviendo a hacer el mismo recorrido otra vez.
-Pues cualquier cosa. Tampoco te rompas mucho la cabeza. Algo de pasta estaría bien –digo poniéndome a su lado y mirando en los armarios.
Encuentro un paquete de tallarines y lo saco. Voy a la nevera y busco ingredientes para hacer alguna salsa.
-¿Te gustan a la carbonara? –pregunto mirando en la nevera.
-Sep –dice y escucho un golpe seco. Me giro y le veo sentado en la isla. Sonrío.
-Tienes un morro que no veas. Soy tu invitada, tendrías que estar haciendo tú la comida –sonríe de una forma tan natural que me pierdo.
Me doy la vuelta y empiezo a buscar una olla y una sartén. Cuando lo tengo empiezo a hacer la comida. SJ en ningún momento se va de la cocina y la verdad es que está muy hablador. A parte de meterse conmigo y vacilarme dice cosas bastante interesantes. Y parecía tonto cuando le compré... Después de alguna que otra quemadura y unas risas, SJ y yo comemos en la cocina.
-Darlene, lo que has visto hoy... –SJ me mira.
-Tranquilo, no diré nada a nadie. No es asunto mío –digo removiendo la comida. Miro el plato y sigo jugando con la comida.
-Gracias –dice poniendo su mano en la mía. –Por cierto, la comida está deliciosa. Hacía tiempo que no comía unos tallarines así.
-Gracias –asiento con la cabeza. Me sonrojo y llevo unos cuantos tallarines a mi boca. Le miro y sonrío. –Ahora que lo pienso, como yo he cocinado, te toca a ti fregar todo.
-Lo veo justo –se ríe y yo con él. Me encanta esta faceta suya. En la que no es tan gilipollas. Cuando terminamos de comer recogemos y él friega todo.
Salimos de la cocina y SJ va al salón. No me había fijado en lo grande que era el sofá. Me siento y SJ justo se pone detrás de mí. Me sorprende mucho el gesto, por lo que me tenso y me quedo quieta. Coge su móvil y empieza a trastear. Enciende la tele y pone un canal en el que están echando una película de acción. SJ deja el móvil en el brazo del sofá y me abraza por la espalda, pasando sus brazos alrededor de mi torso. Pone su brazo izquierdo bajo mi cabeza y el derecho rodeándome el hombro y posando su mano en mi clavícula izquierda. En estos momentos me siento más segura que nunca. En sus brazos sé que nada me pasará. Me acurruco y coloco mi mano izquierda bajo su brazo y la otra la pongo encima de su mano derecha. SJ empieza a rozar su pulgar por mi cuello y siento como me voy relajando hasta llegar al punto en el que me quedo dormida.
Me despierto al escuchar el sonido de un móvil. Pero no es el mío. Me remuevo y caigo en la cuenta de que SJ me tiene abrazada. Me giro con cuidado y veo que está dormido. Se le ve tan tranquilo que me da pena despertarle, pero el móvil no deja de sonar. Estiro el brazo hasta llegar a este y lo cojo. Lo pongo en silencio y la pantalla sigue encendida. Miro el nombre que sale y se me revuelve el estómago. Lessy no deja de insistir. Dejo el móvil donde estaba y me abrazo a SJ. Ahora soy yo la que está con él.
Cuando noto el frío en mi espalda me despierto. Ni siquiera sé cuándo me quedé dormida. Abro los ojos y SJ no está. Su móvil tampoco. Me levanto del sofá y me coloco la ropa y el pelo. Busco por el salón algún indicio de que SJ siga aquí pero nada. Voy a las escaleras y subo despacio por si oigo algo pero nada. Voy al pasillo que lleva a la habitación de SJ y me paro frente a la foto de su madre. Quiero saber lo que pasó con ella pero no sé cómo preguntárselo a él. Ni si se lo tomará bien o no.
Llego a su habitación y cuando entro escucho el agua de la ducha. Está aquí, y cuando lo descubro mi cuerpo se relaja. Sale de la ducha y solo lleva una toalla. Las gotas de agua recorren su cuerpo despacio y se pierden en la tela de la toalla. Me muerdo el labio inferior al ver la imagen y me doy la vuelta lentamente. Suspiro y me pongo a mirar cualquier cosa que no sea el cuerpo de SJ.
-Hombre, ya se ha despertado la fierecilla –dice sarcástico. En serio, tiene un don para joderlo todo.
-Solo venía para asegurarme de que no me habías dejado sola en tu casa –meto las manos en los bolsillos del pantalón sin darme la vuelta.
-¿Te da miedo? –dice a unos centímetros de mi oído. ¿Cuándo se ha acercado tanto? Mi cuerpo se vuelve a tensar y relamo mis labios secos.
-No, pero como Lessy no paraba de molestar pensé que te habías ido con ella –¿Por qué coño sueno tan celosa? Saco las manos de los bolsillos y cruzo mis brazos bajo mi pecho.
-Ahora que lo dices, iba a ir a ver a Lessy –pasa su brazo encima de los míos. Me remuevo y me alejo de él.
-¿A qué esperas? Ve con tu querida Lessy –me acerco a la puerta y salgo dando un portazo. Escucho su risa a través de la puerta.
Bajo las escaleras a toda prisa y me pongo a dar vueltas por la planta de abajo. Le odio, juro que le odio. Con lo bien que estábamos y va la subnormal de la rubia a joderlo todo. Si la tuviera delante le daría un par de hostias y me quedaría tan tranquila.
Escucho los pasos de SJ y me giro a mirarle. Al menos ya va vestido. Me mira y baja los últimos escalones. Se acerca a la entrada y coge las llaves del coche.
-¿Lo llevas todo? –pregunta terminando de ponerse su chaqueta.
-No pensarás que voy a ir contigo y con Lessy, ¿verdad? –le miro mal. Me mira y se ríe.
-¿Y quién ha dicho que vayamos a ver a Lessy? Estás obsesionada con ella. Los celos no son buenos –se acerca a mí y me besa en la mejilla. Me aparto corriendo y me limpio con la chaqueta.
-Sí, lo llevo todo –ruedo los ojos y me acerco a él.
Abre la puerta y salimos. Nos montamos en el coche y cuando salimos a la carretera vamos en la misma dirección que antes. Vamos a la nave de nuevo. Resoplo y me acomodo en el asiento para que no se note mi nerviosismo. Decido hablar con SJ.
-¿Desde cuando estás en esto? –pregunto y me giro a mirarle.
-¿Para qué lo quieres saber? –pregunta serio. Mira por el retrovisor y adelanta al coche que va delante de nosotros.
-Era por hablar de algo, pero si vas a ser tan borde, haz como que no he dicho nada –niego con la cabeza y miro por la ventanilla.
-Desde los 15 años –suelta y a mí me falta el aire. ¿Tan pronto? A esa edad yo... yo estaba dentro. Al acordarme un escalofrío recorre mi cuerpo. Cierro los ojos hasta que la sensación pase.
-¿Por qué? –pregunto casi en un susurro. No me puedo imaginar lo mal que lo ha tenido que pasar, eso pensando en lo peor. En lo mejor es que lo hacía por diversión o por entretenimiento. Todo me empieza a dar vueltas. Bajo un poco la ventanilla y el aire fresco me da en la cara.
-Ya tendré tiempo de contártelo pero no ahora, por favor –suplica mirando por su ventanilla. Aprieta el volante fuerte.
Y volvemos con el misterio. Nunca me quiere contar nada de su vida, nada de él. Y eso me enferma.
Llegamos otra vez a la nave y entramos. Esta vez sí miro a los hombres que están ahí. No tienen pinta de ser de aquí. Sus cuerpos están trabajados, de anchas espaldas, brazos marcados... Me pongo al lado de SJ y este me mira de reojo. Niega con la cabeza.
-Ya sabéis cuanto hay para cada uno –se acerca a una mesa y empieza a meter fajos de billetes en una mochila de deporte.
-¿Quién es la muñequita de hoy? –pegunta el mismo hombre que le dio el mensaje del encargo, reconozco su voz. Lo que me hace fruncir el ceño es lo de "la muñequita de hoy" ¿Traerá a más mujeres aquí? Me cruzo de brazos y miro a SJ, quien ha dejado de meter el dinero en la mochila.
-Eso, ¿soy la muñequita de hoy? –pregunto sarcástica. Ruedo los ojos y me río sin ganas.
-Uhhh, tiene un par eh –dice otro hombre. Se empiezan a reír y SJ se une a ellos. Sé que está buscando la manera de hacerme daño, y que lo va a conseguir.
-Puede –dice SJ mirando a los hombres. Hijo de puta, aunque su madre haya sido una santa.
Resoplo y me pongo seria. No quiero seguir aquí.
-¿Te queda mucho? –pregunto aburrida.
-Nada nena –dice y me guiña un ojo. Se acerca a despedirse de los hombres que están terminando de contar el dinero.
-Nos vemos –dice uno de ellos.
Salgo cuanto antes de la nave y me dirijo al coche. Espero a que SJ habrá para guardar la mochila y me meto en el asiento dando un portazo. SJ viene riéndose y entra en el coche. Arranca y sale a toda prisa del polígono. Después de un rato sin hablarle ni mirarle empieza a hablar.
-¿Estás enfada? –me mira.
-No. Mira para delante no vayamos a tener un accidente por tu gilipollez –me cruzo de brazos.
-Oh vamos Darlene. No tienes por qué enfadarte, no puedes enfadarte por una gilipollez –dice serio.
-No, tranquilo, que no me enfado por ser tu muñequita de hoy, es más, debería estar feliz, saltando e ilusionada, ¿no? Pues no, siento decepcionarte pero no soy la muñequita de nadie, menos tuya. Ni hoy, ni mañana ni nunca, ¿estamos? –digo enfada. Sin darme cuenta he ido subiendo el tono de voz.
-Escúchame, no tienes ni puta idea de por qué te he tratado de esa forma, así que mejor deberías agradecerme el haberlo hecho –su mandíbula se tensa.
-¿Y eso por qué? –pregunto irónica.
-Porque en este mundo nadie tiene que saber lo que te importa, lo que significa algo para ti –dice medio gritando. ¿Lo que te importa? ¿Acaso le importo?
-Venga ya SJ, los dos sabemos que eso no es así. Nunca te he importado y mucho menos significo algo para ti –digo esperando a que niegue lo que he dicho. Pero eso no ocurre.
-Puede que a mí no me importes, pero a tus padres sí. Y no quiero que te pase nada por mi culpa –dice y se queda tan tranquilo. Vale, ya me ha quedado muy claro que no le importo.
Llegamos a su casa y yo salgo deprisa. No quiero hablar con él ni saber nada de él. Entro y me voy a la habitación en la que dormí anoche. Me tumbo en la cama y me pongo con el móvil, que no lo había cogido en todo el día. Tengo mensajes y llamadas de Derian. Lo leva claro conmigo ahora. Otro que tal baila. No sé qué es peor, que te digan en la cara que no le importas o que te digan que les importas y que te quieren y te dejen tirada como una colilla. En fin. Todo es una mierda. Borro las notificaciones de mensajes y llamadas y me pongo a mirar las redes sociales.
No sé cuánto tiempo ha pasado pero reacciono cuando llaman a la puerta.
-No quiero saber nada de nadie, vete –digo y espero a que se vaya.
-No seas infantil Darlene. Abre, traigo algo –dice en tono cansado.
-Me da igual. Tíralo, póntelo o haz lo que quieras con lo que sea que traigas –digo tirando el móvil en la cama.
-Vamos, abre –me levanto sin ganas y abro la puerta. SJ está ahí plantado con dos sándwich en una bandeja. Me mira y yo ruedo los ojos. Me aparto de la puerta y le dejo que pase. Al menos me ha hecho la cena.
Me siento en frente de él en la cama y empezamos a cenar. Me olvido de lo que pasó antes. No tiene caso que me enfade con él cuando tiene razón. No soy nada para él. Así que paso.
Cuando terminamos de cenar SJ baja a dejar todo en la cocina. Yo, mientras, voy a su habitación. No me había fijado en la televisión que hay. Busco el mando y me pongo a buscar algún canal en el que echen alguna película o algo. Cuando encuentro una más o menos buena lo dejo y me acomodo en la cama. SJ aparece unos minutos después y viene con ropa en las manos. Mierda, se me ha olvidado coger un pijama cuando estaba en casa. Me deja la ropa encima de la tripa y se tira en el otro lado de la cama. Me levanto y voy al baño a cambiarme. Cuando termino SJ está sin camiseta, con un pantalón ancho y con el móvil en las manos. Me tumbo a su lado después de colocar la ropa en la cómoda. Cuando cojo la postura, me pongo a ver la película. De vez en cuando le miro de reojo. Miro a su móvil y veo que está en la galería. Pasa las fotos rápido, buscando una en concreto, y cuando llega a ella le da a compartir. Se la está enviando a su padre, ¿pero por qué? Miro más descaradamente y veo que es una foto de su madre. Me tenso y lentamente giro la cabeza. Soy gilipollas por pensar que estaba hablando con Lessy, porque sí, ese era mi pensamiento. Ahora me siento mal. Pero tengo que saber de una vez por todas lo que le pasó a su madre. Lo necesito.
-SJ –digo dudosa –¿Me vas a contar ya lo que pasó con tu madre? –pregunto girando mi cabeza para mirarle.
-¿Estabas cotilleando eh? –dice con una sonrisa.
Se incorpora en la cama y coge el mando. Apaga la tele y deja el mando en su mesilla. Resopla y se sienta en la cama. Hago lo mismo y me siento a su lado, los dos apoyando la espalda en la pared. Coge aire y me mira.
-Se llamaba Margot. No es porque sea mi madre, pero era la mejor mujer de todas. En mi vida encontraré una que se la iguale. Era una mujer con un gran coraje y una valentía que no sé de donde sacaba. Siempre era atenta, cariñosa y con una sonrisa alucinante. Podías estar en tu peor momento –me mira con una sonrisa en su cara –que te alegraba en un segundo. Sabía cómo calmarte, cómo actuar –mira un punto fijo al frente –como hacer que todo fuera bien. Luchó tanto, pasó por tanto que no sé cómo pudo acabar así –mira sus manos y empieza a jugar con sus dedos. Toma una bocanada de aire y continúa. –Un día vine del instituto y fui a la cocina, donde solía estar siempre a esas horas para coger su comida e irse al trabajo, pero ese día no estaba. Fui habitación por habitación de la casa y no la encontré. Supuse que se habría tenido que ir antes a trabajar porque muchas veces doblaba turno. Yo tenía 15 años en aquel tiempo y me pasaba todo el día para arriba y para abajo cuando no tenía que estudiar para ningún examen. Pero ese día me cambió la vida. Encima de la isla de la cocina había una carta del hospital. Estaba abierta y un poco arrugada así que la cogí y empecé a leer –toma otra bocanada de aire. –En el papel ponía que el cáncer que tenía se había extendido y que en pocos meses afectaría a sus órganos internos –mira sus manos. –No sabía qué hacer, así que me fui a mi habitación, me cambié de ropa y me fui a buscar a mi padre. Llevaba la carta conmigo. Cuando llegué a la empresa de mi padre fui a su despacho corriendo sin mirar a nadie, estaba ciego. Lo único que quería era llegar a su despacho y que me explicara que cojones estaba pasando. Cuando entré y mi padre me vio tan fuera de sí se acercó a mí y me quitó el papel de las manos. Lo leyó y cuando terminó me miró. Extendió su brazo y tiró de mí. Me abrazó e intentó calmar mis sollozos pero era inútil. Mi madre se moría delante de mí y no me daba cuenta. Le pregunté que si él lo sabía y me dijo que sí, pero que no me dijeron nada para no verme sufrir. Le dije que si no podíamos hacer nada por ella. Llevarla a otro hospital, a alguna clínica donde pudieran tratarla con una medicación especial o algo, pero mi padre me dijo que era imposible. No me di cuenta de que estaba recogiendo todas sus cosas hasta que miré su mesa y estaba vacía. Me explicó que la empresa había caído en banca rota por culpa del socio que tenía y que ahora estaba en la ruina –se tensa y mira al frente con rabia –entonces en ese momento empezó todo Darlene –me mira a los ojos fijamente. –Ahí fue donde empecé en toda esta mierda. Mi padre buscó otro trabajo mientras que yo ya estaba en toda la mierda. Sólo quería salvar a mi madre, que estuviera conmigo más tiempo. Me hacía mucha falta sabes. El tiempo pasaba y yo cada vez ganaba más dinero. A mis padres les mentía diciéndoles que trabajaba en un taller mecánico, pero en realidad me dedicaba a las peleas, a las carreras y a vender droga. No sabes lo duro que es ver cómo tu madre se va apagando poco a poco, como el cáncer la va consumiendo, como el dolor recorre sus ojos y aun así sonríe para que no te duela, pero a quien quería engañar, dolía. Dolía cada grito de dolor que daba, cada lágrima que derramaba y ver que la medicación no hacía nada. Clínica tras clínica, especialista tras especialista, pero nada. Probamos con todo pero no dio resultado. Un día, venía de vender la droga que me quedaba y cuando entré en casa lo primero que hice fue ir a verla. Me dio una sensación rara y corrí a su habitación. La vi en esa cama, con su cabeza sin rastro de aquel pelo rubio que tantas envidiaban, sin rastro del brillo de sus ojos. Me acerqué a ella y empecé a hablar con ella. No quería dejarla sola en ningún momento.
-Cariño –me mira con un amago de sonrisa en sus labios –prométeme que te vas a cuidar y que vas a cuidar a tu padre. Que no te meterás en problemas y que seguirás siendo el niño cariñoso y bueno que yo he criado. Que actuarás con la cabeza fría y no con la rabia.
-Te lo prometo mamá. Estarás orgullosa de mí. No te fallaré. ¿Sabes que te quiero verdad? No me dejes –una lágrima recorre mi mejilla –no me abandones ahora que me haces tanta falta. Te necesito aquí, conmigo.
-Mi niño –acaricia mi mejilla casi sin fuerza. Cojo su mano y la pego a mis labios para besarla. –Aunque yo no esté aquí contigo, siempre estaré en tu corazón. Jamás estarás solo, siempre estaré contigo aunque no me puedas ver. Te lo prometo. Te quiero hijo. Dile a tu padre que le amo y que le espero, ¿vale?
En ese momento cerró los ojos. Los abrió de nuevo, me sonrió y vi como su cuerpo abandonaba la vida. Mi padre vino pero fue demasiado tarde. Me giré para mirarle y negué con la cabeza –apoyo mi mano en su brazo y aprieto con fuerza –El mes que viene hace diez años que mi madre se murió. La foto que viste en mi móvil era para ponerla en la tumba. No sabes lo mucho que extraño hablar con ella, escuchar su risa, sentir un abrazo suyo, oler su colonia favorita. La echo de menos pero solo me queda recordarla como era, con su dulzura y su forma de ser.
No sé en qué momento empecé a llorar pero solo quería abrazarle. Y es lo que hice. Me lancé a él y escondí mi cara en su cuello. Rodeó mi cintura con un brazo y con el otro acariciaba mi espalda. Apreté mi agarre y dejé un beso en su hombro. Sequé mis lágrimas. Ahora entendía por qué empezó en esta mierda. Para sacar a su familia adelante y para ayudar a su madre. Me separé de él poco a poco. Le miro a los ojos e intento sonreír pero solo me sale una mueca. Susurro un lo siento y él sonríe negando con la cabeza.
Lentamente nos acomodamos en la cama y cuando SJ se tumba boca arriba aprovecho y me apoyo en su hombro. Pasa su brazo debajo de mi cabeza y me acerco más a él. Le miro unos segundos y me lanzo a su boca. Le beso como nunca antes había besado a nadie. Quiero que sepa que me tiene ahí, aunque eso creo que ya lo sabe. Apoyo mi mano en su mejilla y le atraigo un poco más a mí. Él se gira y se pone de lado. Su lengua se abre paso entre mis labios y se enreda con la mía en un baile demasiado placentero. El beso pasa de ser tierno y dulce a ser apasionado y necesitado. SJ pone su mano en mi cintura y la va bajando hasta recorrer con sus yemas mi silueta. Pasa la mano por mi muslo y lo coge poniéndolo encima de su cadera. Nuestros labios no se separan en ningún momento y nuestras respiraciones se aceleran cada vez más. Paso mi mano por debajo de su brazo y toco su espalda. Se tensan sus músculos poco a poco y SJ termina por ponerse encima de mí. Pone sus dos manos en mi cuello y me besa con más rudeza. Se separa de mí y baja sus manos por mis brazos mientras que besa mi cuello. Coge mis manos y las pone en la cama y vuelve a devorar mi boca con pasión. Un ruido hace que nos separemos. Puta tormenta. Empiezan a caer rayos y a llover cada vez más fuerte. SJ se quita de encima de mí y se sienta en la cama dándome la espalda. Me incorporo y no sé qué decir ni qué hacer. Resopla y se vuelve a tumbar. Hago lo mismo y ahora yo le doy la espalda. Susurro un lo siento y de su parte solo recibo un buenas noches. La acabas de cagar Darlene.
Pues después de un mes y poco más, aquí os dejo un híper-mega-super-extra-capítulo. Espero que os guste cuando lo leáis tanto como a mi me gustó escribirlo. Votad y comentad amores, nos leemos pronto. Un beso!
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