Capítulo 04
Después de un buen par de minutos Bucky consiguió poner en marcha una de las nuevas lavadoras que se habían instalado en el sótano del edificio. Cuando recién se mudó le tomó unas semanas animarse a dejar de lavar sus pocas prendas a mano y aprender a usar la versión moderna de uno de los aparatos que poca gente tenía a los inicios de los cuarenta y no eran ni la mitad de complejos. Pero según lo que le explicó la casera las lavadoras que había estado utilizado por un par de semanas eran viejas y los gastos de reparación terminaron volviéndose mayores que la adquisición de equipos más modernos.
No entendía cómo era que el resto de sus vecinos, todos de avanzada edad, estaban manejando el cambio. El decidió no ir a una junta donde les explicarían cómo utilizar la pantalla táctil que había reemplazado a los botones, pero dudaba que eso fuera suficiente para aprender correctamente, quizás les habían dado alguna cartilla con instrucciones exactas según sus necesidades.
Se distrajo un momento con el viento que golpeaba las pequeñas ventanas del lugar, la tormenta de nieve no estaba disminuyendo, sino al contrario, a cada minuto que pasaba el viento se volvía más fuerte. Maldijo en silencio y echó el detergente líquido en el compartimento adecuado. Había esperado desde la mañana a que el clima mejorara para poder salir a comprar comida, pero parecía que tendría que saltarse la cena por no prever mejor, aunque se sentía capaz de salir dudaba que las tiendas estuvieran abiertas. Su departamento tenía un refrigerador, pero él casi no lo usaba, siempre había preferido comprar pequeñas cantidades de carne y vegetales para prepararlos el mismo día, sin embargo su deseo de no abandonar un hábito tan antiguo lo dejó sin comida para pasar la tormenta.
―¿Aprovechando que estamos encerrados para lavar?
La pregunta lo tomó por sorpresa, sintió que alguien entraba al cuarto de lavado, pero no esperaba que se tratara de Judy.
―Me sorprende que no hayamos tenido problemas con la electricidad ―agregó ella, dejando su canasta con ropa sucia en frente de una de las lavadoras libres.
Bucky observó con cierta envidia como ella inició el ciclo de lavado sin siquiera prestar mucha atención a lo que estaba haciendo. No le gustaba sentirse lento, era capaz de recordar que siempre había destacado en las cosas que se proponía hacer y constantemente se jactaba de lo sencillo que era para él adaptarse a nuevas situaciones. Y sin embargo ahora se encontraba perdido, teniendo problemas para sentirse cómodo usando un electrodoméstico.
―¿Saliste por Navidad? ―preguntó Judy, impulsándose para quedar sentada sobre la mesa de doblado que se encontraba en medio de la habitación, separando las lavadoras de las secadoras―. Fui a buscarte por si querías acompañarme a una reunión, pero no te encontré ―explicó, visiblemente curiosa, era obvio que había asumido que se encontraba solo y que seguramente pasaría las festividades en su departamento.
―Salí ―asintió sin elaborar más. La verdad era que sí la sintió tocar la puerta tanto el veinticuatro como el veinticinco, pero se negó a responder temiendo que lo invitaría a pasar la celebración con ella o le traería algún regalo.
―¡Oh! ―articuló sin poder esconder su sorpresa―. Eso es bueno. ―Observó indecisa a su vecino, pese a que ya se conocían un poco él seguía actuando casi como si recién cruzaran palabras por primera vez―. ¿Tienes algo planeado para hoy? Una amiga iba a venir, pero me canceló por culpa de la tormenta y ahora tengo comida preparada que dudo mucho que me la vaya a poder terminar.
―Guárdala en el refrigerador ―ofreció como respuesta, pese a que había entendido que lo estaba invitando y que era sumamente oportuno dado que él ya se había resignado a no cenar nada esa noche.
―Podría, pero me esforcé en prepararla y la comida recalentada no sabe igual, además me serviría una opinión ―insistió, no quería pasar la noche sola luego de tanto trabajo en la cocina.
Bucky la observó indeciso por unos momentos. Tenía hambre y ella le estaba ofreciendo una solución a su problema inmediato, pero temía que aceptando le estaría dando a entender que le interesaba entablar algún tipo de amistad con ella o incluso algo más. Al menos en su juventud, ninguna mujer que viviera sola invitaría a un hombre soltero a cenar con ella por mero acto caritativo, pero sabía que las costumbres ya no eran las mismas y las cosas seguirían exactamente iguales entre ellos.
―Tengo que llevar mi ropa al departamento antes ―respondió, si quería ser capaz de no llamar la atención tenía que comenzar a actuar de forma medianamente normal.
―Claro, yo también tengo que terminar con esto. ―Judy dibujó una gran sonrisa en el rostro, Bucky le parecía agradable pese a que lo conocía poco y la comida podía ser un buen momento para ver si el hombre decidía mostrarse más abierto.
.
Parado frente a la puerta de su vecina, Bucky comenzó a tener dudas sobre si había tomado una buena decisión al aceptar cenar con ella. No sería la primera vez que se encontraba a solas con Judy, pero en las otras ocasiones podía optar por alejarse con relativa rapidez y sin llamar demasiado la atención, cosa que dudaba podría repetir estando dentro del departamento de ella.
Soltó un suspiro y tocó la puerta, iba a ser peor si se demoraba y Judy terminaba yendo a buscarlo a él. Se sintió aliviado cuando ella lo invitó a pasar y notó que llevaba la misma ropa que cuando bajó a la lavandería, eso al menos despejaba cualquier duda sobre si extendió la invitación con miras a algo más que sólo comer.
De inmediato sintió que había ingresado no sólo a un lugar para dormir y guardar pertenencias, que para él eso era su departamento, sino a un hogar. Pese a que era invierno la decoración en tonos claros le daba una sensación cálida al espacio y hacía que aparentara un mayor tamaño. De inmediato notó la ausencia de un comedor, incluso él conservó la mesa que vino con el departamento, pero Judy optó por tener sólo una sala de buen tamaño. Le pareció curioso, él recordaba las reuniones familiares y con amistades en su juventud alrededor de una mesa y había tenido la idea que vería algo similar.
―¿Quieres comer en la sala o en la cocina? ―preguntó ella.
―Me da igual ―contestó, no tenía idea qué acostumbraban las personas actuales.
―Mejor la cocina, siempre que llevo platos a la sala termino manchando la alfombra o el sillón.
―¿Por qué compraste muebles blancos entonces? ―cuestionó curioso, tratando de hablar y verse lo más normal posible.
―No son blancos ―replicó ella riendo un poco―, son color hueso.
―Yo los veo blancos ―insistió él, quizás no eran el tono más puro, pero eran blancos.
―Y mi pared es amarilla seguramente ―comentó ella con sarcasmo.
―Sí, es amarilla. ―No comprendía si estaba burlándose de él o tenía un problema para percibir colores.
―Es color maíz ―corrigió negando con la cabeza―. Jamás voy a entender porque muchos hombres sólo parecieran conocer veinticuatro colores.
Bucky prefirió no seguir hablando de colores, estaba convencido que si le decía que sus cojines eran verdes terminaría corrigiéndolo nuevamente, señalando que eran color pasto, pino o algo similar.
Se acercó a la encimera que dividía la cocina de la sala y notó de tres sillas altas guardadas en el espacio inferior. Cuando ella tomó una y la sacó para poder sentarse él la imitó aunque prefirió quedarse en el lado que daba la espalda a la sala, así podía poner un poco más de espacio entre ambos.
―¿Vino o cerveza? ―preguntó ella acercándose a su refrigerador―. También tengo coca cola o agua si gustas ―agregó rápido, no era bueno asumir que todo el mundo disfrutaba bebidas alcohólicas.
―Lo que tomes tú ―respondió, prefería una cerveza, pese a que el vino iba mejor con la comida, pero no pensaba arriesgarse a darle una idea errónea eligiendo la bebida equivocada.
―Vino entonces, sino la botella va acabar en el fondo de mi alacena hasta que me olvide que está ahí y termine comprando otra cuando vuelva a invitar a alguien.
Judy sirvió el vino y dejó la botella cerca, notando que Bucky estaba sentado sumamente derecho en un modelo de silla que ella sabía por experiencia no era la más cómoda. Era algo singular, el hombre no aparentaba cuidar mucho de su apariencia, pero la forma en que mantenía su cuerpo recto sin aparente incomodidad contrastaba mucho con la imagen de persona descuidada que proyectaba.
―Esta receta la vi en Pinterest ―comentó ella al llevar a la mesa dos platos pequeños con unos cuantos camarones empanizados acompañados con salsa de guacamole.
Bucky ni se gastó en preguntar que era Pinterest, prefirió centrar su atención en la comida. El plato que tenía en frente no era en absoluto como algo que él recordaba de su juventud, en realidad era más similar a un anuncio de comida. Los pequeños camarones, algo que de por sí sólo había probado una vez en su vida, se encontraban reposando sobre una espesa salsa verde que no era capaz de reconocer incluso luego de comenzar a comer.
―Hice casi un litro de guacamole, el casero es mucho mejor que el que venden en la tienda.
―¿Para qué hiciste tanto? ―preguntó, a menos que estuviera exagerando había preparado mucho más de lo que había servido.
―Estoy poniéndome al día con unas series y me encanta comerlo con doritos... o galletas, o pan, o solo ―respondió riendo.
Bucky asintió, pese a que era un sabor nuevo tenía que aceptar que le era agradable y podía comprender porque alguien lo usaría como acompañante para otras comidas.
―¿Todavía no te animas a entrar al mundo de la traducción?
―No. ―Seguía siendo consciente que podía ganar un buen dinero extra si la apoyaba, pero no lo necesitaba y no quería tender un puente entre ambos que los obligara a hablar más seguido.
―Piénsalo, me harías un favor. Estoy tomando unas clases de Cree y me quitan algo de tiempo para las traducciones ―explicó, llevándose los platos vacíos de las entradas y comenzando a servir el plato principal.
―¿El idioma? ―No supo exactamente cómo accedió a esa información en su cerebro, pero estaba seguro que no era parte de los conocimientos de James.
―¡Sí! ―respondió ella emocionada y algo impresionada―. ¿Sabes hablarlo?
―No.
―Oh, pero al menos sabes que existe, eso es tan extraño ―comentó sin perder la emoción de su voz―. Hay varios dialectos, pero recién estoy tratando de decidir si voy a aventurarme por completo a aprender alguno o no.
―No creo que haya mucha gente que lo hable ―opinó Bucky. Sabía que ella hablaba inglés, francés y ruso, tres idiomas que millones de personas manejaban en su día a día.
―Es cierto, pero podría servirme si quiero competir por un puesto permanente como profesora de inglés o francés en un colegio, a veces hay niños que vienen de familias en donde esa es la legua que hablan en casa y tienen problemas para adaptarse a buen paso ―explicó, regresando con la comida.
Bucky la escuchó en silencio, los profesores que recordaba les hubiera importado poco tratar de hablar el idioma de un alumno que no manejara bien el inglés, es más, podía imaginar fácilmente que alguno mandaría a llamar a los padres para exigir que sólo usaran inglés en casa como forma de refuerzo, pese a que ellos estuvieran en la misma posición que su hijo. Cuando dirigió su atención a la comida se alivió al ver que podía reconocer lo que estaba frente a él, o al menos casi todo: salmón ahumado, puré de papas y algún vegetal verde alargado.
―No tienes que comerte los espárragos si no quieres ―habló ella al notar cómo los miraba.
―Están bien ―aseguró él y se llevó un pedazo a la boca para probarlo pese a que recién en ese momento se enteró que existían.
A Bucky le tocó vivir la Gran Depresión y eso borró cualquier rastro de exquisitez al comer. Si le ofrecían comida no iba a desperdiciarla sólo porque no era de su agrado o por ser algo nuevo con un sabor menos agradable que el guacamole. El pensamiento le hizo darse cuenta lo distinta que era la vida a comparación de lo que él tuvo que pasar, si bien había gente pobre, Norteamérica podía decir que su población en general tenía acceso a suficiente comida.
―¿Has pensado qué vas a hacer para año nuevo?
La pregunta tomó por sorpresa a Bucky, pero se maldijo por no haber estado preparado para ella luego de que Judy tratara de ubicarlo para Navidad. Trató de pensar en una excusa creíble, pero antes de poder responder ella volvió a hablar.
―Voy a salir con unos amigos a una fiesta, podrías venir ―ofreció, tratando de no observarlo intensamente.
―No me gustan las fiestas. Mucha gente y ruido ―respondió, conteniendo una sonrisa triste que amenazaba con dibujarse en su rostro, a James le hubiera encantado asistir.
―No te culpo. A mí me gustan, pero incluso a veces tengo ganas de regresar a mi casa ―comentó Judy asintiendo, no pensaba que él iba a aceptar, pero al menos trató.
El celular de ella sonó en ese momento, tomando por sorpresa a Bucky al escuchar un fragmento musical en lugar de un simple sonido:
"Because I'm happy
Clap along if you feel like that's what you wanna do"
Bucky levantó una ceja por la canción, la verdad le parecía que encajaba muy bien con la mujer, pero decidió no comentar nada cuando Judy se excusó al ver quien la estaba llamando, tomando una expresión cansada que contrastaba con el sonido de su celular.
―Mamá ―saludó tratando de sonar animada, pero Bucky sintió por primera vez un tono deshonesto en su voz―. ¿Cómo has estado?
Escuchó atento pese a que sabía que no debía y cada frase que escuchaba saliendo de la boca de ella estaba cargada con un falso entusiasmo. La conversación parecía ser sumamente normal, pero era obvio que Judy no estaba emocionada por estar hablando con su progenitora. Cuando cortó la llamada luego de unos minutos ella regresó a sentarse frente a él.
―No le gustó el no pasar Navidad en familia ―habló Judy cuando el silencio se volvió incómodo.
Bucky no se permitió indagar. En realidad se sentía incómodo que estuviera hablando de lo que era un problema familiar a todas luces.
―Mi hermano y yo viajamos a Quebec en Acción de Gracias para estar con ella y papá, pero tuvo una recaída durante la visita ―explicó jugando con el último pedazo de espárrago que quedaba en su plato―. Hace unos días tuvo otra y papá la internó antes de ir a visitar a mis abuelos a Labrador, se despertó sola y comenzó a hacer llamadas.
―¿Está bien? ―No sabía qué decir o preguntar, pero quedarse completamente callado le parecía una mala opción. Quería abandonar el departamento, pero no por las razones que temió inicialmente.
―Por ahora ―respondió y negó con la cabeza al darse cuenta qué estaba haciendo―. Perdón, te invito a comer y termino ventilando problemas familiares.
―No sabías que iba a llamar.
―Debí sospecharlo, con papá lejos era una opción ―suspiró con fuerza y tomó un trago de vino―. Mis papás se divorciaron cuando yo era bastante joven y papá se quedó con la custodia, pero siempre trató de mantener una relación con mamá... las festividades no suelen ser las mejores fechas.
Bucky asintió a lo último. No comprendía bien cuál fue el problema con la madre de Judy, pero era cierto que las fechas importantes podían ser duras cuando la familia no se encontraba cerca o habían problemas.
―¿Vas a querer llevarte un poco de salmón? Me va a sobrar una buena cantidad ―ofreció ella, tratando de dejar atrás la llamada de su madre.
Nota de autora: Las lavanderías pueden ser lugares para socializar... a menos que sean como yo y se regresen a su departamento mientras la máquina lava xD No planeo interiorizar mucho a Judy por la línea familiar, ella ya pasó la etapa en la que le tocó enfrentarse a su peor problema. Como todo ser humano su vida no ha sido perfecta, pero a diferencia de Bucky está en un momento en que ya aprendió a vivir con las cosas malas y que no la arrastren... cosa que en el caso de Bucky no es tan sencillo debido a que sus problemas son bastante más complicados y aún no ha tenido suficiente tiempo como para tratar de sanar aunque sea un poco.
El ringtone de Judy es "Happy" de Pharrell Williams :P
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