Capítulo 02
Bucky observó en silencio a los otros trabajadores de la fábrica intercambiar palabras aireadamente cuando uno anunció que el bus que muchos tomaban para regresar a casa estaba experimentando retrasos por el mal clima. Vio como un grupo optó por resignarse y esperar en una cafetería cercana, no estaban locos para quedarse en la intemperie, algunos trabajadores que tenían automóvil y aún no se habían retirado decidieron apoyar a sus compañeros llevando a los que fueran por sus rutas. Él por su lado se alejó antes de verse frente a una oferta amistosa para acercarlo a su casa.
La temperatura era baja, el fuerte viento helado del norte se sentía como finas cuchillas contra su rostro y la nieve dificultaba su andar, pero prefería eso a esperar en la cafetería y que alguno de los hombres con los que trabajaba tratara de iniciar una charla. Acomodó el cuello de su casaca para que le cubriera mejor y bajó lo más que pudo el gorro que compró cuando se instaló en Winnipeg para mantener sus orejas calientes. Llevaba guantes, pero eso no evitaba que su mano derecha sintiera el frío colarse por la tela, por lo que la guardó en el bolsillo; si necesitaba reaccionar rápido su brazo izquierdo sería suficiente.
Avanzó cerca de una hora por las calles vacías, casi no se cruzó con nadie, era obvio que pocos optarían por lo que él estaba haciendo. Usó el tiempo para pensar, para tratar de recordar los momentos que estuvo en Siberia en condiciones mucho más extremas, tenía la esperanza que un ambiente similar disparaba memorias que le eran difíciles de acceder.
Sintió un automóvil avanzar detrás de él, pero decidió ignorarlo, se había cruzado con algunos pocos en su recorrido. Sin embargo cuando el vehículo frenó a su lado en medio de la cuadra se tensó. Sintió una voz femenina pronunciar su nombre con cierta dificultad y cuando giró reconoció de quién se trataba.
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Judy guardó como pudo los trabajos que había pedido a los niños en la cajuela de su automóvil. Días atrás, cuando uno de sus estudiantes le preguntó si además de simplemente pararse frente a la clase a exponer y darle una copia impresa también podían hacer una maqueta ella aceptó con gusto. Pensó que se trataba de una brillante idea, que con eso los alumnos dejarían fluir su imaginación y trabajarían más a gusto. No se equivocó, las exposiciones fueron bastante amenas, pero al finalizar la clase en lugar de llevarse un pequeño grupo de papeles tuvo que ingeniárselas para mover varias maquetas de diversos tamaños e incluso algunas que eran tridimensionales.
―¿Estás tratando de ganar el título de profesora del año? ―preguntó una de sus colegas que normalmente se estacionaba al lado de ella―. Por eso es que el trabajo en papel basta y sobra ―agregó negando con la cabeza.
―No estoy tratando de ganar nada ―replicó con cansancio al imaginar que tendría que subir hasta su departamento con los trabajos y luego regresarlos, el tiempo no le alcanzó para corregirlos ese mismo día―, pero si los anima a estudiar no voy a restringirlos.
―Les enseñas francés, no matemáticas o algo de ciencias ―insistió con un tono condescendiente.
―¿Quieres que acaben como en Estados Unidos donde sólo hablan inglés? ―cuestionó consternada, consideraba al bilingüismo como parte integral del aprendizaje―. No es que piense que necesitan hablarlo como si fueran nativos, pero no les vendría mal aprender otro idioma, abre la mente.
―¿Quieres venir a tomar algo? ―preguntó la otra mujer cambiando de tema―. Nos vamos a juntar para ver el partido.
―No, perdón. Tengo que revisar todo esto y además mis traducciones no se traducen solas lamentablemente.―se disculpó riendo un poco, ya había tenido que negarse durante la hora de almuerzo cuando una de sus amigas cercanas la invitó al mismo evento―. Pero al partido de la próxima semana sin falta voy.
―Eso es asumiendo que ganemos hoy ―comentó la mujer con una media sonrisa.
―Van a ganar, todo el mundo lo sabe ―agregó completamente convencida.
Con eso dicho decidió que ya era hora de regresar, el viento comenzó a soplar con fuerza y su nariz le indicó que la temperatura había comenzado a descender con rapidez. Tomó su ruta usual de regreso, evitando en medida de lo posible las grandes avenidas.
Se detuvo en una intersección cuando el semáforo brilló con el color rojo. No habían otros automóviles transitando, pero estaba segura de que si trataba de apresurar su retorno a casa ignorando la señal un policía emergería de su escondite o peor aún alguna cámara registraría su trasgresión y terminaría siendo multada. Esperó observando las calles vacías, la nieve y fuertes vientos solían tener ese efecto a pesar de que los negocios continuaban abiertos, sin embargo un solitario hombre atravesó la pista frente a ella desafiando el duro clima.
Cuando la luz cambió a verde, Judy dobló y aceleró con cuidado, la pista estaba resbalosa y el viento soplaba en su contra. Pasó al costado del único hombre que recorría las calles y se percató que se trataba de su vecino. Le tomó unos segundos decidirse a actuar, no comprendía qué hacía caminando a tantas cuadras del edificio y mucho menos cómo se las estaba arreglando para no morirse de frío, pese a que tenía cubierta la cabeza, su rostro no llevaba protección alguna.
―¡Bucky! ―llamó bajando la ventana luego de detenerse, pero su voz se vio entrecortada por la inesperada ráfaga de viento helado que la golpeó en el rostro―. ¿Qué haces caminando con este clima? ―preguntó cubriéndose ligeramente con una mano.
Él se quedó quieto en silencio, no esperaba cruzarse en la calle con una de las pocas personas que sabían su nombre. La observó por unos instantes indeciso sobre cómo proceder.
―Regresando del trabajo ―respondió finalmente.
―¿Quieres que te lleve? ―ofreció ella sonriéndole.
―Estoy bien ―replicó incómodo; se retiró rápido de la fábrica justamente para evitar que se diera esa situación.
―No seas ridículo, vas a congelarte. Yo también estoy regresando no me cuesta nada ―insistió Judy. La Sra. Abbott le comentó que no era hablador y ella misma lo comprobó cuando se presentó un par de noches antes, pero no por eso pensaba dejarlo a merced de los elementos.
Bucky dudó, no quería aceptar, pero era ilógico que no lo hiciera con el frío al que estaba expuesto. Asintió sin decir palabra y vio como ella sonrió ampliamente a la vez que cerró su ventana. Subió al asiento del copiloto y de inmediato sintió el agradable calor que generaba la calefacción del vehículo.
―¿Los buses no están funcionando? ―preguntó ella retomando la ruta de regreso a casa, asumió que no tenía un auto propio, lo hubiera notado estacionado frente al edificio de ser así.
Bucky asintió, tratando de distraerse con las casas cubiertas por nieve del vecindario que transitaban.
―Suele suceder. En Febrero el clima es aún peor, pero el tiempo de reacción de la ciudad es mejor ―prosiguió Judy con tranquilidad―. ¿Dónde trabajas? Quizás podría llevarte los días que dicto clases.
―Una fábrica ―respondió sin dar más detalles, ignorando conscientemente el ofrecimiento, esperando que ella comprendiera que estaba negándose.
―Yo dicto clases de francés en un colegio, justo vengo de ahí, sólo voy dos veces a la semana ―explicó al darse cuenta que él no pensaba hacer conversación―. Hoy me demoré en salir por cargar los trabajos de los niños.
Casi de forma instintiva Bucky giró el rostro hacia la mujer que le hablaba con obvia intención de no ir en silencio. La observó por unos instantes analizándola, pero rápidamente desvió la mirada, lo último que quería es que ella se percatara que pese a su silencio estaba prestándole atención. Bajó la mirada hacia unos papeles que se encontraban mal acomodados entre ambos asientos y su corazón dio un vuelco.
Reconoció las letras en ruso y tensó su brazo izquierdo listo para atacar, convencido que su vecina en realidad era una espía. Sin embargo su cerebro actuó más rápido que su impulso agresivo y lo frenó a tiempo para que se percatara que estaba frente a una receta de cocina, no órdenes para capturarlo o similares, eso sumado a que ningún espía sería tan descuidado como para dejar documentos al descubierto.
Los movimientos que hizo Bucky de improvisto obligaron a Judy a frenar en seco. No sabía qué le pasó, pero por un momento pensó que iba a convulsionar cuando vio como su brazo izquierdo se movió violentamente.
―¿Estás bien? ―preguntó observándolo con detenimiento.
―¿Eres rusa? ―cuestionó él tratando de que su nerviosismo no se notase.
―No, canadiense ―replicó extrañada hasta que bajó la mirada y vio sus papeles―. ¿Sabes que ya pasó la guerra fría? ―bromeó ella, incapaz de darse cuenta del peso de sus palabras―. ¿Eres americano, no? De verdad que necesitan relajarse con ese tema, han pasado años y todavía siguen chocando con Rusia.
―¿Sabes ruso? ―indagó insistente, necesitaba respuestas que dispersaran sus temores si quería evitar hacerle algo a la mujer.
―Sí, tengo una pequeña empresa de traducciones ―explicó ella orgullosa, aunque en la realidad trabajaba sola―. Soy de Quebec, así que el francés y el inglés los aprendí desde chica, pero siempre me interesaron las lenguas y tuve suerte que en mi escuela ofrecían ruso.
Bucky aceptó la explicación, aún podía tratarse de una mentira, pero nuevamente era incapaz de percibir si la mujer mentía, sus palabras parecían honestas. Se volvió a acomodar en el asiento tratando de relajarse, si seguía actuando de forma extraña Judy notaría que el que hablara poco iba más allá de ser simplemente una persona callada.
―¿Tú sabes ruso? ―preguntó ella con curiosidad, volviendo a avanzar.
―Sí ―respondió, pese a que podía haber dicho que sólo reconoció las letras su reacción fue demasiado evidente como para tratar de negarlo.
―Qué curioso ―susurró ella con mucho interés, la mayor parte de americanos que conocía no solían hablar otro idioma a menos que fueran de familias inmigrantes y Bucky no le parecía de ascendencia rusa―. ¿Te interesaría traducirlo? ―La mirada de confusión de él la obligó a elaborar más su ofrecimiento―. Tengo varios trabajos pendientes, tomé más de lo que debí, si quieres puedo pagarte por esto.
―No, no me interesa. ―Le tomó unos momentos llegar a la decisión. Podía hacer el trabajo sin problemas y estaba seguro que la paga sería mejor que la que le daban en la fábrica, pero no quería involucrarse más con su vecina.
―Bueno, si te animas sólo avísame, suelo tener cosas en ruso cada cierto tiempo ―agregó ella encogiéndose de hombros.
Cuando llegaron a su destino, Bucky descendió rápidamente luego de un agradecimiento un tanto escueto. Avanzó hasta la puerta y sin perder el tiempo sacó las llaves del bolsillo de su pantalón para abrir e ir sin detenerse hasta la seguridad de su departamento. Sin embargo notó de inmediato que la mujer no estaba siguiéndole los pasos como pensó que ocurriría, esto le permitió desacelerar y percatarse que su vecina se encontraba retirando varias maquetas de la cajuela de su automóvil con dificultad.
Su instinto le aconsejó que aprovechara el momento para alejarse, pero algo en el fondo de su mente le hizo dudar sobre cómo debía proceder. James no hubiera dejado que una mujer se viera en la incómoda situación de cargar todo lo que ella llevaba, él había sido un caballero. Pero esa época había acabado y ya no era ese hombre, aunque supuso que ayudarla sería un acto normal de educación que incluso le serviría para aparentar más normalidad.
―Gracias.
Las palabras de Judy pasando junto a él con dificultad le tomaron por sorpresa, en su momento de duda mantuvo la puerta abierta y ella aprovecho para entrar.
―Con eso estás un paso adelante para parecer canadiense ―soltó ella riendo un poco.
―¿Por qué? ―cuestionó extrañado ante el comentario, no comprendía.
―Los canadienses somos más agradables que los americanos ―explicó ella con una amplia sonrisa―, siempre sostenemos las puertas para los demás ―especificó, comenzando a subir las escaleras.
Bucky frunció el ceño ante la respuesta, sonaba a que era algo de conocimiento general y la pequeña parte de él que aún se veía como americano le hizo sentirse ligeramente ofendido.
Nota de autora: Judy es oriunda de la provincia de Quebec en Canadá, ahí hablan francés e inglés. Así como muchos aprendemos inglés u otro segundo idioma en el colegio, ella aprendió ruso desde bastante joven. La muchacha es políglota en realidad, habla más de tres idiomas, aunque esos tres son los que maneja "excelente". Pasó por la universidad para ser lingüista aunque por cosas de la vida y oportunidades laborales más favorables sacó constancias de idiomas para ser traductora e hizo un par de cursos para poder dedicarse a enseñar idiomas.
Bucky aún no quiera saber nada con Judy, pero no es hostil y al ser vecinos a menos que se ponga a espiarla para evitar cruzarse con ella, pues cada cierto tiempo le va a ser inevitable.
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