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Capítulo 26 ¿Fin?

Elsa caminaba de un lado a otro, con los nervios a flor de piel. Con su camisón transparente azul y blanco ondeando sobre sus piernas. Podía sentir que sus poderes no estaban en descontrol como ella creía, después de todo, parecía que esas prácticas habían servido de algo. Como era tradición, su hermana y las otras criadas se llevaron a Elsa para prepararla para su nuevo esposo y ahora ahí estaba ella en su cámara nupcial esperando por él.

No pasó mucho tiempo hasta que Hans entró a la habitación y quedó atónito ante su belleza.

La tenue luz que le brindaban las velas de la habitación le daban a Elsa un aura casi angelical. Y solo podía contemplar su figura, sus labios carnosos, su nariz respingada. Su esbelto cuerpo delineado con ese camisón que dejaba poco a la imaginación. Siempre supo que ella era hermosa, pero ahora lo podía comprobar.

Pero era su largo cabello lo que lo tenía cautivado. Los mechones pálidos estaban libres de su trenza habitual y los mechones sueltos caían en cascada y llegaban hasta la parte baja de su espalda. No podía esperar a ver ese hermoso cabello esparcido sobre la cama.

Se acercó a ella lentamente y extendió la mano depositando un beso. Ella suspiró feliz y le dio un suave beso en los labios.

—Hola —saludó tímida.

—Hola —dijo de vuelta y ambos rieron por lo tonto que sonaba eso.

—¿Estás lista para esto? —Ella se encogió de hombros nerviosamente.

—No lo sé. No... Sí, ¿quizás? —Se rió entre dientes y él le besó la punta de la nariz. Esta se arrugó al contacto.

—Elsa, si es necesario podemos dormir…

Ella negó con la cabeza no dejando que terminara su frase.

—N-No. No quiero esperar —se sonrojó y se obligó a continuar—. Quiero hacerlo —dijo finalmente con mayor sonrojo.

Una punzada de lujuria casi lo hizo tambalearse. La idea de hacer sentir bien a Elsa era embriagadora. La acercó más y movió las manos hacia sus caderas. Se inclinó cerca de su oído y susurró:

—No sabes lo mucho que te deseo —Murmuró, mientras besaba su cuello.

Elsa sintió que su respiración se aceleraba con cada palabra que pronunciaba. Dios mío, estaba muy excitada. Quería desesperadamente sentir lo que él prometía hacerla sentir. Hubo un momento de preocupación en el que pensó en cuántas otras mujeres habría seducido con sus palabras y un leve enojo la invadió por breves segundos, pero pronto los desechó. Ella era la mujer que él amaba y no iba a reprocharle su pasado.

Elsa se acercó a él y posando una mano en su mejilla le susurró:

—Bésame... por favor.

Él no lo dudó y obedeció, capturó sus labios y esta vez llevó el beso más profundo. Comió su boca, su lengua se adentró profundamente, y ella gimió. Sintió sus delgadas manos revoloteando sobre su pecho. Eso hizo que su mente diera vueltas. Realmente, quería tocarla. No podía esperar más.

Hans, de repente la levantó en sus brazos al estilo nupcial, sus labios nunca abandonaron los de ella, mientras se dirigía hacia la cama y la colocaba en ella. Él rompió el beso y se arrastró sobre ella, apoyando ambos brazos a cada lado de su cabeza.

Ella estaba jadeando y sus ojos estaban brillando de una manera diferente, una manera que él interpretó como deseo. Él sonrió y bajó la cabeza lo suficiente para comenzar un rastro de besos desde la línea de la mandíbula, bajando por su pálido cuello y hasta su clavícula. Succionó suavemente y las manos de Elsa se hicieron lugar en su cabello. Elsa gimió y él pudo sentir la frialdad de sus dedos contra su cuero cabelludo, pero no había escarcha ni nada parecido.

El succionó un poco cerca de su cuello y Elsa sintió un escalofrío recorrer su espalda.

—¿Q-qué estás haciendo?

—Solo disfruta —le dejó besos en el hombro y ella se estremeció.

Hans se rió levemente y sus dedos jugaron con el escote de su vestido. Él la miró profundamente a los ojos.

—¿Estás lista?

Ella se mordió el labio nerviosamente y asintió. Él le dedicó una cálida sonrisa.

Elsa se levantó un poco y antes de que ella le pidiera ayuda con su corsé él tiró suavemente de los finos tirantes de su vestido, dejando al descubierto su torso. Dejó de respirar por un instante y Elsa no podía estar más sonrojada y nerviosa.

Dios, era hermosa. Ella trató de cubrirlos con timidez, pero él le detuvo las manos. Elsa le sostuvo la mirada.

—Estás nerviosa, tranquila.

—No, no estoy... nerviosa, bueno, no estoy tan nerviosa —hizo una pausa y continuó —Bueno, ¡sí estoy nerviosa!

Él rió enternecido pero también con diversión. Ella se sonrojó aún más y le dio una palmada suave en el brazo.

—¡Oye! Eso no me ayuda.

—Lo siento, lo siento —dijo levantando las manos en señal de paz.

Su sonrisa divertida dio paso a un tono más serio. No rompió el contacto visual mientras deslizaba lentamente una de sus manos por su costado y ahuecaba suavemente uno de sus pechos. Elsa inhaló hondo, tranquilizándose a sí misma.

—Hans…

—Dime si algo no te gusta ¿si?

Ella asintió con fuerza y jadeó. Sintió las manos cálidas contra su piel. Él continuaba masajeando lentamente. El calor del momento y sus pensamientos enredados hicieron que su piel se sonrojara. Hans se inclinó junto a su oído y susurró.

—Respira, todo estará bien —su aliento caliente golpeó su oreja y él retiró la mano que atendía su pecho, ella soltó un gemido de protesta y Hans le dio un rápido beso en los labios.

—Hans ¿Que-

Él la miró con ojos amorosos y acarició la mejilla. Ella cerró los ojos ante su cálido contacto. Era muy cálido. Se sentía increíble.

Con lentitud comenzó a dejar besos húmedos desde su mandíbula hasta su clavícula donde se detuvo, solo para pasar al suave montículo de su pecho derecho. Se movió un poco más abajo y capturó su pezón en su boca. Succionó suavemente y los dedos de Elsa se enterraron  en sus rojizos mechones. Ella gimió echando la cabeza hacia atrás.

Hans sintió un poco de frío en su cuero cabelludo, pero no le preocupó. Tenía fe en que ella no perdería el control y lo lastimaría, aun así gimió con doloroso placer cuando las manos de ella tiraban de su cabello.

Él succionó más fuerte y las caderas de Elsa se sacudieron involuntariamente, rozando sin querer el bulto en sus pantalones. Él jadeó levemente. Se apartó un poco y tomó sus labios en un beso hambriento. Elsa lo besó de vuelta con toda la pasión que sentía. Fue un beso de deseo, de pasión, su lengua hundiéndose y haciendo que la de ella se sometiera a la de él. Él rozó su miembro contra su pelvis y empujó suavemente. Elsa sorprendida, rompió el beso, jadeando. Se mordió el labio, con los ojos muy abiertos.

Él empujó de nuevo, creando una deliciosa fricción. Ella emitió un gemido de nuevo.

—¿Se siente bien? —Ella asintió, y él le dio un tierno beso en los labios.

—S-sí, n-no te preocupes.

Él asintió y la besó de nuevo, bajó nuevamente a sus pechos, y con su lengua lamió su pezón derecho y luego succionó el izquierdo, antes de seguir más abajo. Tiró suavemente de su camisón y besó cada centímetro de piel que dejaba al descubierto. Elsa disfrutaba cada toque, cada caricia, sus sentidos estaban sobrecargados por la sensación de su cálida boca sobre su cuerpo.

La deshizo del resto de su prenda interior ante la mirada tímida de Elsa y por un breve instante se detuvo a contemplar el cuerpo de su esposa.

Su cuerpo tenía unas curvas muy bonitas y sus extremidades eran largas y delgadas. Su piel era de un hermoso alabastro. Ella lo miró tímidamente y se sintió avergonzada, nunca había estado desnuda frente a nadie que no fuera su madre o su nana.

—¿Podrías… podrías simplemente continuar con esto? —ordenó Elsa, tratando de olvidar el sonrojo que eso le ocasionó.

Hans rió un poco e hizo una pequeña reverencia sin perder el buen humor.

—Sus deseos son órdenes, Su Majestad.

Ella lo miró con el ceño fruncido y estaba pensando en dejar caer una bola de nieve sobre su espalda para que dejara de burlarse pero se sumió tanto en sus pensamientos que Hans la tomó desprevenida y solo fue consciente de cómo él hizo que sus caderas se sacudieran y su espalda se arqueara un poco. Él había descendido hacia su parte íntima, rozando su entrada con los dedos y él se percató de la humedad acumulada allí y sonrió satisfecho.

Él comenzó a frotar esa parte de su intimidad y Elsa estaba jadeando de nuevo y balanceando sus caderas al ritmo de sus atenciones; los dedos, atrapaban y aumentaban las sensaciones. Ella nunca había sentido nada igual.

—Hans…

Él respondió deslizando dos dedos en su apretada entrada, suavemente, pero con firmeza, la acarició hacia adentro y hacia afuera, sincronizando sus embestidas con los pequeños círculos que estaba haciendo con su pulgar sobre su clítoris.

Hans quería desesperadamente estar dentro de ella, le fascinaba ver el rostro de Elsa lleno de placer. Las caderas de Elsa se alzaban más rápido para recibir sus embestidas. Sus manos se aferraban a las sábanas con fuerza y su cabeza se agitaba. Él curvó los dedos dentro de ella para alcanzar ese lugar que le daría mayor placer y aplicó más presión.

Ella gritó cuando el orgasmo se apoderó de sus sentidos. Una pequeña capa de hielo congeló la tela en el lugar donde había estado agarrando las sábanas. Sin embargo, no se dio cuenta.

—¿Estás bien, amor? —Se sonrojó y se mordió el labio.

—S-Sí, lo estoy, eso fue....

Podía sentir la humedad creciendo entre sus pálidos muslos, y Hans se movió sobre ella y se colocó entre ellos. Se sentó sobre sus piernas, tiró de las de ella alrededor de sus caderas y unió sus manos, entrelazando sus dedos. Los ojos de Elsa nunca dejaron los de él, con expectativa.

Él la miró con la expresión más seria que ella jamás había visto en su rostro.

—Si te duele demasiado, dímelo.

Ella se mordió el labio y asintió. Él desenredó brevemente una de sus manos y guió su hombría hacia ella. Deslizó hacia dentro y ella se puso rígida ligeramente. Él lo notó y acarició su cadera intentando relajarla.

—Shhh.. Relájate... Sólo respira..

Ella se mordía el labio con fuerza, como para contener los sonidos que le arañaban la garganta.

Las caderas de Hans comenzaron a empujar aún más contra las suyas, con la frente apoyada con la de ella.

—No te contengas... Quiero oírte…

Ella hizo una mueca y él tuvo que luchar para no ceder a la necesidad de embestir más rápido. Se sentía tan bien a su lado, dentro de ella, tan caliente, húmeda y apretada, pero a pesar de lo bien que se sentía, no era nada comparado con la sensación de conexión que sentía en su alma.

Ella gimió en voz baja cuando él inclinó sus caderas sobre ella.

La intensidad de su unión hizo que él aumentara lentamente la velocidad hasta que ambos se dejaron llevar por la pasión.

Los gemidos llenos de lujuria llenaban el aire mientras sus cuerpos se unieron cada vez más, y sus caderas empujaban más fuerte y más rápido contra las suyas.

—Mmm... Joder, Elsa.

Ella rodeó con los brazos su fuerte cuello y hundió la cara en el hueco.

Sus labios buscaron desesperadamente los de Elsa, atacando y mordisqueando sus labios, con una mano aún en su cadera, mientras la otra agarró su cuello, y sus caderas empujando aún más fuerte y más rápido.

—Joder, me vuelves loco así…

Sus lenguas se enredaron con hambre y urgencia, y sus cuerpos se movieron en perfecta armonía, llenando la habitación con el sonido de su pasión.

Nunca imaginó que pudiera sentirse así, que se sentiría tan conectada a él y tan plena.

Sintió que se derretía. Sus músculos internos se aferraban a él y esa sensación que había sentido cuando sus dedos la habían acariciado había regresado, pero más intensa. Se extendió por su cuerpo y su mente y se sintió consumida por ella y libre. Era hermoso.

Sus cuerpos se movían cada vez más y más rápido, mientras sus gemidos y respiraciones se mezclaban entre sí. Sus manos buscaron desesperadamente su cuello y su cadera mientras sus labios estaban todavía unidos en un beso desesperado.

—Estoy a punto de…

Hans gimió su nombre mientras el éxtasis lo dominaba y ambos se desplomaron. La reina y su esposo estaban sin aliento y agotados. Él no perdió tiempo en atraer a su esposa hacia sus brazos. Elsa se aferró a él y Hans le acarició la espalda desnuda, disfrutando de la sensación sedosa de su piel bajo las yemas de sus dedos.

Él jugó con su cabello. ¿Quién habría pensado que sería tan afortunado como para llamar suya a la reina de Arendelle? Era un bastardo que no lo merecía, pero no renunciaría a ella por nada del mundo.

Después de unos momentos ella sonrió, con las mejillas sonrojadas.

Una pequeña sonrisa llena de ternura se hizo presente en Hans y sus dedos acariciaron suavemente su mejilla, retirando los mechones de pelo de su frente.

Se incorporó lo justo y necesario para mirarle a los ojos, una de sus manos acarició ligeramente su mejilla.

—¿Estás bien, copito?

Ella rió.

—Sí, estoy bien.

Él acarició suavemente su mejilla y sus labios se aproximaron a su oído, para poder susurrar en él.

—Eres tan hermosa. Mucho más de lo que merezco…

—La verdad sí —dijo bromeando.

Hans se rió con ternura ante su pequeño comentario, y sus dedos acariciaron ligeramente su nariz.

—Tsk, ¿Así me devuelves el cumplido? —susurró entre risas.

—Pero es la verdad —dijo, inocente.

Hans acarició suavemente su nariz, con una sonrisa llena de ternura ante su pequeño gesto.

—¿Es así? ¿Crees que no soy lo suficientemente bueno para ti? —susurró con una sonrisa, fingiendo ofenderse.

—Eso creo —respondió, traviesa.

—Estás siendo muy grosera. ¿Acaso su majestad no sabe como tratar a un hombre tan maravilloso como yo?

Elsa rió abiertamente y se levantó un poco, apoyando la mano en su cabeza sin dejar de mirarlo.

—¿Y dónde está ese hombre maravilloso?

Hans soltó una risa y se acercó un poco más a ella.

—Creo que necesitas unos lentes y ya que estamos en eso, también una actitud más grata —ella enarcó una ceja, sonriendo de lado—. Estoy tratando de ser tierno y romántico, y tú simplemente me insultas.

—No sé, creo que encuentro esto divertido, así que puede que lo haga más seguido.

—Vaya, quién diría que la reina de Arendelle podía ser tan maleducada —dijo burlón y ella le dio un golpecito en el brazo.

—Claro y tú eres muy educado.

Hans río en respuesta a su comentario irónico.

—Soy muy educado o ¿acaso ves a otro hombre tratando a una chica tan grosera y maleducada como tú con tanta paciencia y ternura?

Elsa rió de nuevo, negando.

—Ah, entonces ¿Debo agradecerte?

Hans se aproximó un poco más y besó su mejilla. Observó sus ojos un instante y habló:

—Aunque seas una maleducada y testaruda así te quiero —susurró—. No sé cómo demonios me gustas tanto —bromeó y ella le dio un golpecito en el hombro.

—El maleducado aquí eres tú —dijo fingiendo molestia.

—No soy grosero, solo soy honesto —susurró contra su cuello.

Elsa sonrió y cualquier respuesta mordaz murió al sentir sus labios posarse sobre su cuello dejando ligeros besos y mordisquitos.

A la mañana siguiente, Elsa por costumbre se levantó temprano y pudo darse cuenta que Hans aún dormía plácidamente a su lado, aferrado a su cintura. Ella con cuidado de no despertarlo, se incorporó, se puso el pijama y sonrió hacia su esposo.

Después de asearse, salió hacia el balcón, respiró el aire puro y dejó que sus pulmones se llenaran de él, estaba feliz y sabía que este era el comienzo de una nueva etapa en su vida. Observó el hermoso paisaje con una paz que no sentía hace mucho tiempo. Deseaba que Hans despertara pronto y pudiera disfrutar de las bellas vistas a su lado. Cerró los ojos por un momento, con las manos sobre el barandal del balcón.

El suave murmullo del viento mecía sus cabellos sueltos y todo parecía estar en orden, hasta que el viento comenzó no solo a mover su cabello, sino a traer un sonido que parecía ser un canto. Abrió los ojos sorprendida y se echó hacia atrás dejando una capa de escarcha sobre el barandal.

—Elsa —llamó Hans desde dentro.

Elsa parpadeó varias veces antes de asimilar su llamado y al no escuchar ese peculiar susurro concluyó que solo fue el viento jugándole una mala pasada.

...

Ante todo feliz año nuevo a todos los que aún me leen. Gracias por leer y llegar hasta acá.

Hoy se termina esta aventura congelada o será que tendrá continuación? 😏

Díganme en los comentarios si creen que deba continuarla.

Nos leemos!!!

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