Capítulo 17 Sentimientos
Capítulo 17 Sentimientos
Después de que Hans salió por la puerta, Elsa dejó salir el aire contenido en sus pulmones. Dio un vistazo rápido a la puerta y apoyó sus manos en su tocador, se miró al espejo por largo rato pensando en todo lo acontecido, inconscientemente dirigió una mano hacia sus labios, palpando la calidez y el hormigueo de ese beso. Recordó ese momento y la ira la inundó por completo, empezó a tirar las cosas de su escritorio y se dejó caer en el suelo, sollozando por lo que acababa de ocurrir.
—Es un animal, es un imbécil… ¿por qué hacerme eso? —dijo en un susurro para ella misma.
Rememoró los momentos de hace unos minutos y solo pudo sentirse humillada, indignada y enojada con el príncipe.
Si bien era cierto que hubo una época en su adolescencia en que llegó a fantasear con que su primer beso sería con Hans, este no era como lo había imaginado. No fue dulce, ni delicado, ni mágico, fue todo lo contrario y que además de todo solo lo hubiera hecho para salvarse de la muerte lo hacía odiarlo aún más. Soltó un gruñido de impotencia.
Las lágrimas comenzaron a fluir por sus mejillas con mayor fuerza. Se odiaba a sí misma por amarlo. Y ese era el problema, pese a que se lo negara muchas veces, tenía que admitir que lo amaba aunque el sentimiento no fuera mutuo, aunque él no sintiera absolutamente nada por ella más que deseos de venganza y odio por congelar su corazón. No podía evitar sus sentimientos.
Si pudiera te arrancaría de mi corazón.
Pasaron varios minutos en los que solo se maldijo mentalmente por sentir "eso" por Hans, hasta qué escuchó que la puerta nuevamente se abría. La furia nuevamente se apoderó de ella y estaba lista para gritarle que la dejaran en paz cuando justo a tiempo vio que se trataba de su hermana. Suspiró aliviada y su hermana la abrazó diciéndole que estaba haciendo todo lo posible para calmar a los ciudadanos.
—No te preocupes, Anna… estoy bien —le contestó en un tono que Anna no le creyó.
—No, no estás bien —dijo analizando su rostro y mirando el desastre en el piso—¿estuviste llorando? —le puso una mano sobre el hombro—. Cálmate, te aseguro que no estarás mucho tiempo aquí, no tienes por qué llorar, encontraremos una solución, te lo prometo.
Elsa asintió, deseando que Anna tuviera razón y que su único problema fuera salir de allí pero bien sabía que no era solo eso.
Anna se sacó un pañuelo y le limpió las lágrimas de las mejillas.
—¿Y cómo está todo allá afuera? —preguntó Elsa intentando pensar en otra cosa.
—No te voy a mentir las cosas no van nada bien, los aldeanos están cada vez más enfurecidos. Kristoff intenta ponerlos a nuestro favor pero no sé cuánto tiempo más podemos resistir —Elsa suspiró profundamente—. Y ese idiota de Hans no deja de..
—¡Ah! no me digas nada de ese imbécil, ¿quieres? —dijo Elsa tratando de sonar lo más neutra posible pero al ver la cara de confusión de Anna supo que no lo había logrado.
—¿Por qué? ¿Qué pasó? ¿Vino aquí?
Elsa negó pero fue infructuoso ya que Anna solo le había preguntado para saber qué le diría puesto que ya sabía que él acababa de salir hace unos minutos.
—Elsa ¿por qué me mientes? Yo sé que estuvo aquí —Elsa levantó la mirada y avergonzada la desvío—. Dime ¿te dijo o te hizo algo? Dímelo, me encargaré de romperle la cara.
Elsa negó con la cabeza y Anna insistió.
—Vamos, soy tu hermana. Dime qué está pasando.
—Nada nuevo, solo vino aquí para pedirme que le descongelara el corazón —dijo Elsa y Anna le instó a continuar pero Elsa permaneció callada—. Eso es todo, Anna.
Anna no muy convencida suspiró resignada y observó las cosas tiradas en el piso, decidiendo que algo ocurrió para que su hermana hubiera perdido el control.
—Está bien, si tú dices que no pasa nada, no pasa nada, pero sabes que puedes confiar en mí.
—Lo sé y te lo agradezco…
Ambas hermanas estuvieron charlando por un buen rato hasta que Anna se retiró para ver qué noticias había en el consejo.
Elsa suspiró aliviada cuando su hermana salió de la habitación, pensando en que no se había dado cuenta de nada.
Se sentó en el piso, apoyó su cabeza contra la pared y sin saber cómo o por qué, recordó la sensación de presión sobre sus labios y cómo Hans estrechó su cuerpo al de ella.
¡Maldición!
Ese fue su primer beso, el primer beso que daba en su vida y tenía que ser él… justo el príncipe que había jugado con ella y con su hermana. Y no solo eso, sino que en el palacio de hielo estuvo a punto de ceder y besarlo.
¡Soy una estúpida, estúpida!
Quiso tomar una almohada y gritar para desahogarse pero solo pudo ahogar un grito de frustración.
Eso ya era demasiado para ella.
Él no puede acercarse de esa manera, no podía tocarla así, sin su consentimiento y mucho menos besarla para salvar su pellejo.
¿Y qué pasaría si ese era el único beso que iba a recibir en su vida? Pensó y resopló fastidiada, dado que ella no era una experta en el tema y con toda sinceridad nunca le llamó la atención casarse.
Sacudió su cabeza ante esos pensamientos y dirigió su atención a intentar descongelar algo, tomó cualquier objeto y empezó a practicar.
…
Al otro lado del castillo, en la habitación de Hans para ser exactos, el príncipe se encontraba sentado en el sofá frente a la chimenea, con todas las mantas que había encontrado para ponerse en la espalda y aunque no le quitaban el frío al menos sentía que estaba haciendo algo por mantenerse caliente.
Desde el momento en que había llegado a su habitación pensó en soluciones para su problema pero después de un rato desistió y se dio cuenta que era superfluo continuar buscando algo que no existía y, sin embargo, las palabras de Elsa no dejaban de resonar en su mente. Pensó y pensó por mucho tiempo dándole vueltas al asunto, en qué sí lograba sobrevivir su vida efectivamente seguiría siendo vacía y que por más que obtuviera el poder nunca estaría satisfecho, siempre querría más y más.
Ella tiene razón, soy un estúpido, nunca conseguiré que alguien me ame a tiempo y mucho menos podría amar a alguien. Ni siquiera sé lo que es eso.
Observaba las llamas del fuego de la chimenea con toda la ira y odio que había mantenido oculto desde que llegó a Arendelle y después de largos minutos en los que sólo se autocompadeció, se agarró la cabeza, puesto que un dolor repentino y agudo le atravesó el cerebro, cerró los ojos y ahogó un grito de dolor, cuando la sensación de una presión punzante y fría lo golpeó, llevó su mano a su cabello y pudo ver como otro mechón rojo se convertía a color blanco.
Y en ese momento recordó las palabras de Elsa:
Aquí el único corazón de hielo es el tuyo.
Al traer de vuelta todas esas palabras que le había dicho la reina fue peor que recibir mil puñaladas en el corazón y al tan solo recuerdo lo hizo estremecerse, no solo de dolor sino también de culpa y vergüenza.
No debí hacerlo.
La expresión en su rostro cambió, su mirada se entristeció y una sombra de arrepentimiento se añadió en su mente. Apretó los puños, aunque con esto solo ocasionó que le dolieran más los huesos debido al frío, jadeó de dolor y sus ojos se concentraron en mirar el suelo y al cabo de lo que le pareció una eternidad, con voz apagada y derrotada se dijo a sí mismo:
Estoy congelado por dentro y por fuera… literalmente.
Aún así trajo a su mente la suavidad y calidez de los labios de Elsa contra los suyos, y se abofeteó a sí mismo, no se suponía que debía estar pensando en eso.
Si nunca me amó, ahora mucho menos. Debe odiarme aún más.
En ese instante se sentía como una verdadera mierda y una punzada de dolor en su pecho se hizo presente. Más allá de su estado físico ahora también se sentía deprimido, sosteniendo una almohada en su regazo y una manta envuelta en su espalda.
Soy la representación absoluta de la miseria y lo patético.
Negó con la cabeza y soltó una maldición, para acto seguido levantarse del sofá con un pensamiento corriendo por su cabeza. Estaba dispuesto a hacer bien al menos una última cosa en su patética vida.
...
Hola de nuevo, disculpen la demora. Me liado escribiendo mas capítulos de los que puedo avanzar y me he olvidado de actualizar. Prometo actualizar la próxima semana.
Dejenme un poco de amor (u odio en los,uno nunca sabe) en los comentarios.
¡Nos leemos!
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