Flores amarillas
Yifan era el hijo del florista más conocido de todo el pueblo.
En su gran invernadero tenía de todo tipo de flores, un mar de colores que destilaban asombrosos resplandores.
Flores de época, flores extravagantes y esas extrañas que la gente pocas veces buscaba en contraste con las comunes. Desde rosas hasta orquídeas, angélicas, girasoles y lluvia de estrellas que se alzaban listas para ser el toque perfecto en un arreglo especial para cualquiera que lo pidiera.
Y como el buen hijo del florista, Yifan era tan bueno como el mismo. Audaz y capaz de entender el crecimiento de las flores, ponerles nombres, cantar para ellas y decirles que no se portaran mal mientras iba a la escuela, era algo común, algo de familia.
Y Yifan, como todos, tenía aquellas consentidas, esas flores amarillas que solían crecer en casi todo el año, desde los aladiernos, amapolas, aleluyas y las bonitas aguaturmas, eras las favoritas del hijo del florista porque representaban alegría, como el mismo color que las cubría.
Y en ese lindo inicio de otoño, cuando su padre le pidió atender la tienda por la mañana, nunca pensó que era lo que encontraría.
La mañana fue relativamente tranquila, llena de pedidos comunes y venta de flores un tanto trilladas, un ramo de violetas de Minseok quien las entregaría al cumpleañero Jongdae, hasta el ramo de tulipanes que el riquillo Park se costeo para su novio Baekhyun, el hijo del alguacil del pueblo.
Todo tan cotidiano, tan normal que sus párpados no dudaron en comenzarse a cerrar.
Había tenido una semana demasiado agitada en la universidad de aquel lugar, donde aprendía de la Ingeniería de Agricultura, demasiadas cosas que solía poner en practica en el invernadero, siempre con permiso de su padre.
Y en ese pequeño instante, mientras estaba cayendo entre los lazos de Morfeo y entre su debate por el próximo fertilizante, la campana sonó quitándole todo rastro de sueño.
Su mirada se centró en ese chico que vestía una camisa de color amarillo y que al instante sonríendole comenzó a contarle que deseaba dar un regalo bueno, bonito y barato a su primo.
Moviendo sus manos como detallando con esos ademanes los detalles de su historia, desde el momento que dejó su casa en uno de los pueblos del otro lado del país para mudarse con sus tíos y quienes lo acogerían por un buen tiempo.
— Me perdí, ¡ni siquiera supe de dónde salía el sol! ¿Te imaginas lo que es no saber eso? Me sentí tan mareado que casi me vomito en el tren, pero entonces un joven amable me ayudó a llegar y me recomendó este lugar para comprar las flores, pero mi primo es muy especial...dicen que es medio amargado, o sea, yo sé que Luhan no es tan amable, pero ahora que lo vi, está...
Y esa forma en que sus colmillos se mostraban cuando sonreía y decía que se había perdido en el camino que apenas logró dar con el pueblo, gritó que nunca saldría de su casa sin un mapa.
Y el chico hablaba, y hablaba, llevándose los segundos de vida del florista, y quizá un poquito más de él.
Era tan gracioso, tan lleno de alegría que el sueño del florista se esfumó mirando ese brillo encantador en la divertida mirada de Oh Sehun, el nuevo chico de la ciudad.
Y recibir un regaño de su padre por cerrar la floristería dos horas más tarde no valían nada en comparación con las risas que tuvo en compañía de ese extraño que era seguro, robó más que solo dos horas de su trabajo.
— ¿Me estás oyendo Wu Yi Fan?
— Amarillo...
— ¿Qué?
— Eso eso, ¡fue la magia del amarillo!
Y gritando aquello dejó en la sala a un aturdido Junmyeon que no comprendía lo que había hecho mal al criar a su hijo.
Pero tanta magia parecía ser falsa, aquello enebró los sentimientos de un Yifan el día lunes que volvió a clases y observó ahí a Oh Sehun riendo y atrayendo las miradas de todos los chicos, solteros y no tan solteros de la pequeña universidad.
Y así fue, como Yifan se dio cuenta de que aquel chico no solo destilaba alegría para él, sino, que la alegría era tanta la que emanaba del joven que hechizaba a todo el lugar.
— ¿El chico nuevo? Yifan, tenemos que terminar de germinar esto, vamos.
— Sí, ya voy.
Y con una última mirada dirigida a la nueva sensación en el lugar, tomó sus guantes y fertilizantes para irse al invernadero de la institución.
Las flores amarillas que tanto el quería hacer crecer, se mantuvieron pequeñas y ocultas por mucho tiempo más.
•••
Me encantan las flores, y el amarillo es de mis colores favoritos, ¿cuál es el de ustedes?
♥
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro