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Capítulo 3

Matthew se apartó de golpe, como si la situación le hubiese parecido espantosa. Tomó a toda prisa el celular del suelo y contestó sin revisar quién le llamaba.

—¿Hanabi? —preguntó a los pocos segundos—. No conozco a ninguna chica con ese nombre.

Me puse de rodillas junto a él y metí las manos en mis bolsillos para encontrar mi celular. Al no hallarlo, confirmé que Matthew lo tenía. Traté de arrebatárselo tan pronto como me fue posible, pero retrocedió con una gran sonrisa tras comprender que aquel no era su teléfono y que me urgía recuperarlo.

—Yo soy Matthew. —Se levantó antes que yo. Comenzó a alejarse—. ¿Tú eres su novia?

—¡Espera, Matthew! —Mis intentos por quitárselo fueron inútiles.

Dimos vueltas por enfrente del escenario, yo persiguiéndolo y él huyendo mientras seguía su conversación con Hana. Chocamos contra los asientos, anduvimos entre las hileras en una ciega persecución. Logró burlarme con mucha agilidad y siguió recto para que nuestro juego continuara.

—Oye, si yo fuera tú, me preocuparía por Carven. —Lo escuché decir con burla—. En cualquier momento puedo robarme su corazón.

Su comentario tan vergonzoso causó que aumentara la velocidad de mi caminata, dejara de jugar y pudiera así tener de vuelta mi celular. Se lo quité en un arrebato, aunque Matthew no pusiera ninguna resistencia.

—¡Hana, lo siento! —Fue lo primero que se me ocurrió mencionar—. Matthew tomó mi teléfono.

Al momento de alzar la mirada para tener más clara la imagen de mi bromista, noté que se sentaba sobre la primera fila de asientos, revisando su respectivo celular con interés y ni una pisca de arrepentimiento.

—¿Quién es Matthew? —Sonaba un poco confundida—. Carven, ¿en dónde estás?

Comenzó a ganarme el nerviosismo, ¿qué podía contestar? No le iba a revelar que estaba encerrado en el auditorio escolar, a oscuras y a solas con un chico que apenas conocía. Aquello no sonaba para nada bien. Intenté calmar un poco a mis alborotados pensamientos. Me senté a unos cuantos lugares alejado de Belmont para razonar mejor.

—Es un chico de la obra en la que participaré —aclaré—. Estoy con él en... la cafetería.

Al girarme para comprobar si Matthew escuchó la mentira que acababa de soltarle a Hana, vi que se tapó la boca para contener una risa y no delatarme. En verdad se divertía.

—Yo no escucho ningún ruido —Su curiosidad incrementó—. ¿Acaso están solos?

Me pasé una mano por la cara y suspiré. O yo era muy malo mintiendo, o ella bastante buena para detectar la verdad. Las manos me sudaron, volví a sentirme nervioso. Al ver mis reacciones Matt se levantó, se acercó lo suficiente y pegó su oído contra mi teléfono para escuchar el resto de la llamada.

—No realmente... —Mi cerebro fue incapaz de inventar algo. La voz me tembló un poco.

—¿Estás bien? —Imaginé una gran sonrisa imaginaria en su rostro.

Mi corazón se aceleró sin una razón en particular. Quería terminar la charla pronto, sin más malentendidos e incidentes incómodos. Abrí la boca para contestar, pero Matthew se me adelantó.

—Ya descubrió que eres gay —Casi tiré el teléfono por el atrevimiento de sus palabras— y que la engañas conmigo.

A través de la bocina, Hanabi escuchó cómo le reclamaba a Matthew con bastante vergüenza por sus estupideces. También percibió las carcajadas de mi acompañante de entre mis maldiciones.

—Ignóralo, Hana. —Intenté recuperar lo que me quedaba de dignidad.

Matt trató de quitarme una vez más el teléfono y por culpa de la brusquedad de nuestros movimientos, colgué por accidente. Me quedé como una estatua, viendo fijo a la pantalla que ya no mostraba ninguna llamada en curso. Matthew por su parte, volvió a reírse.

—No puedo creer que hayas dicho eso. —No supe de qué forma manifestarle mi irritación.

Lo dije en serio, aún con el rostro enrojecido de pena y coraje. Caminó de vuelta hasta las sillas, sin voltear ni decir nada. Se recargó cómodamente en el asiento, cruzó los brazos y estiró las piernas. En sus gestos noté un poco de arrepentimiento.

—Lo siento...

Me aproximé hasta él y me senté sin responder a su disculpa. Al iluminarlo con el flash de mi celular, distinguí en su rostro un puchero de niño regañado. Fue entonces cuando dejé de lado mi enojo hacia él y me reí. No podía molestarme ni tomarme tan en serio su broma.

—¿Keira reacciona bien a tus bromas extrañas? —pregunté para que dejáramos de concentrarnos en mí. Fingí curiosidad por su romance.

Matthew se quedó pensativo por un momento.

—No bromeamos mucho. Es una chica muy tranquila y seria —mencionó—. Lo es tanto, que a veces llego a sentir que no me quiere ni un poco.

En el instituto su relación era de las más populares entre los alumnos, pues Matthew y Keira nunca pasaban desapercibidos. Él por ser bastante extrovertido y ella, por su lado, muy destacada y bonita.

Era evidente que Keira lo quería, tal vez más de lo que su rostro neutral reflejaba. Lucía más relajada y feliz, un poco más despreocupada y libre. Yo, que la conocía de varios años, podía distinguir un cambio positivo, uno que su breve relación de tres meses con Matthew le trajo.

Matt, sin ninguna duda, alegraba a la gente.

Aunque estuviera saltándome unas cuantas clases por acompañarlo al auditorio, no podía negar que me encontraba cómodo y que pasaba un buen rato con él. Mis pocas preocupaciones se quedaron en el exterior, lejos de nosotros. Matt también parecía sentir lo mismo que yo, así que nos fue fácil conversar hasta que todas las clases del día terminaron y el timbre nos interrumpió.

Era la primera vez que me atrevía a hacer algo así y ni siquiera me sentí culpable por ello. Cada hora conociendo a mi futuro compañero de obra había valido la pena y quería que esto se repitiera de nuevo. Por eso, con más confianza que al principio, decidimos que el auditorio se convertiría en nuestro punto de reunión. Y si alguien nos preguntaba por qué acudíamos a él con tanta frecuencia, nos excusaríamos con los ensayos que de todos modos teníamos que hacer.

Ese mismo día caminamos juntos hasta mi casa. Él visitaría a Keira para compensar su ausencia por estar conmigo casi todo el día.

En el instituto conversamos sobre una infinidad de cosas y nos conocimos mucho mejor. Aunque nos quedamos casi todo el día en el auditorio, el tiempo no fue suficiente. Hablamos sin parar.

Matthew era muy interesante... y él creía lo mismo de mí.

Le gustaba el rojo, todo tipo de música, odiaba los espacios pequeños y no era bueno para deportes como el basquetbol o el soccer, igual que yo. No tocaba instrumentos ni sabía dibujar, pero era bueno actuando y escribiendo.

Tenía una hermana mayor que él por seis años y una relación un poco disfuncional con sus padres. Por lo visto, no interactuaba mucho con ellos. No se mostró afectado al hablar de eso conmigo, pero cuando yo dije tranquilamente que mi situación familiar era opuesta a la suya, no pudo evitar quedarse en silencio por unos cuantos segundos, pensativo.

Nos alejamos lo más posible de los temas profundos, personales e íntimos, ya que coincidíamos en que sacarlos durante la charla podría afectar nuestra tarde entera. No era agradable quedarse recostado sobre la cama, a solas, sin moverse y con el pasado infestando al cerebro.

Le interesó que yo supiera dibujar, que me gustara mucho el teatro y que quisiera ser actor escénico. Eso sí, se indignó porque no quería hablar de eso con mi familia. Tuvo razón cuando me dijo que ellos se enterarían de la obra escolar tarde o temprano, así que me sugirió —casi en broma—que cambiara los motivos por los que estaba participando ahí. Algo más por obligación que por gusto. La verdad, deseaba mantenerlo en secreto tanto como me fuera posible.

El sol ardió sobre nuestras cabezas para demostrar que marzo comenzaba y que el frío y el cielo gris del invierno se iban. Nuestro estómago gruñó por la falta de comida, pero resultó más estresante percibir que nuestras bocas estaban secas y que por eso la conversación se pausaba cada vez más.

Luego de parar en una máquina expendedora y comprar lo más barato —botellas de agua natural— continuamos nuestro camino y llevamos la plática hacia un tema completamente distinto.

—Keira y yo vamos a hacer una fiesta para celebrar que fuimos seleccionados en la obra. —Pasó un brazo por detrás de mi cuello y me atrajo hacia él sin dejar de caminar—. Como también eres protagonista, deberías festejar con nosotros.

Alcohol, una casa sola, música a alto volumen y un montón de adolescentes ebrios , no me pareció muy tentador. Matthew notó de inmediato mis dudas, así que trató de convencerme.

—Vamos, solo será un rato. —Se giró un poco para verme a los ojos. Intenté no voltear porque lo sentí demasiado cerca—. Además, vives a pocos metros de ahí. Si no te gusta puedes volver a tu casa.

No tenía muchas ganas de ir porque no era el mayor fanático de las fiestas, pero por primera vez, y tras escucharle, sentí un poco de curiosidad. A fin de cuentas esta fiesta también era en honor a mi futura interpretación de Thomas; y sinceramente yo también merecía celebrar.

Luego de pensarlo por unos segundos, acabé cediendo a su petición con mayor facilidad y me odié un poco por ser tan flexible ante él. ¿En serio quería enfiestarme para festejar que saldría en la obra? ¿O acaso lo haría para que Matt no me creyera tan asocial? Aunque no quise responder con un sí a esa última pregunta, era cierto que buscaba en Matthew una especie de aceptación. Suspiré al considerar que estaba siendo muy estúpido.

—Fantástico. —Me revolvió el cabello y se apartó—. Pasaré a tu casa para que lleguemos juntos.

Cuando la hora de la fiesta se acercó, me metí al baño y me duché con calma. Después, ya de vuelta en mi habitación, me olvidé por completo de vestirme y me distraje un rato con el celular. Hana me había llamado unos cuantos minutos atrás, pero no le devolví la llamada ni pensé en hacerlo más tarde. En ese momento solo tenía en la mente una cosa: que la noche terminara temprano y bien.

Volví a mi realidad cuando llamaron al timbre de mi casa. Supe entonces que Matthew había llegado y que yo ni siquiera traía puestos los calzoncillos. Corrí al clóset y lo abrí de par en par para ponerme lo primero que encontrara. Sin embargo, el nerviosismo, la urgencia y la prisa causaron que tuviera una especie de bloqueo, de esos que tienen las personas cuando se les junta todo de golpe.

Mientras paseaba los ojos de un lado a otro, escuché a mi espalda que la puerta se abría con ligera agresividad. Dado que mi toalla descansaba sobre la cama y yo seguía sin ropa, lo único que se me ocurrió en ese momento fue ocultarme a toda velocidad dentro del clóset.

—¡Mamá, toca antes de abrir! —exclamé—. Dile a Matthew que espere abajo, ya voy a salir.

—Lo siento. —Vi que la puerta se cerró con rapidez.

Afuera escuché la risa de Matthew. El color se me subió de golpe al rostro en cuanto supe que fue él quien entró a mi habitación. De repente el pecho me dolió tanto como las mejillas e incluso mi respiración se aceleró.

—Apúrate —me dijo desde el otro lado—. Nos están esperando.

Apreté los párpados y me abofeteé ligeramente las mejillas; suspiré con pesadez para que se reordenaran mis pensamientos y no volviera a detenerme en esas emociones que aún no tenían nombre.

Una vez recuperado me coloqué los calzoncillos y los primeros pantalones que aparecieron en el cajón. Después, un poco apenado por hacer que me esperara afuera, le dije a Matt que ya podía entrar.

—Te juro que no vi nada. —Se cubrió los ojos con el antebrazo para pasar.

—Ya puedes ver, tonto. —Arqueé una ceja hacia arriba y los labios también.

Sin preguntar antes, se lanzó a mi cama. Llevó los brazos a su nuca y se dedicó a mirar con interés el techo de mi habitación. En lo que él se perdía en la nada, yo terminé de vestirme. Me pasé la toalla por el cabello para secarlo y después sacudí la cabeza para que se acomodara de la forma que me gustaba.

—Carven, no creerás algo que recordé cuando venía...

Ni siquiera sentí curiosidad suficiente a causa de mi nerviosismo por la fiesta. En realidad esperaba que mencionara alguna tontería, como el recuerdo de cuando molestó a Hanabi horas atrás o sobre nuestra conversación de camino a mi casa. Aunque hubiéramos dicho cosas interesantes, no sentí que su recuerdo importara tanto.

Le dije que me lo mencionara después y él, algo desanimado, pospuso el asunto sin insistir más. Creí que lo olvidaría con el tiempo, pero no. Más tarde y durante la fiesta lo intentaría de nuevo.

Al salir de mi habitación, ya listos y con la aprobación de Matthew y el permiso de mis padres, nos encaminamos a la otra orilla de la calle, donde se encontraba la casa de Keira.

La música poco a poco fue más perceptible. Luces emergían de las ventanas de su hogar y una hilera de autos aparcaba en ambos lados de la calle. Había gente en el jardín charlando, algunos recargados sobre sus vehículos y otros más cerca de la entrada, llenos de energía y sonrisas. Reconocí a muchas personas del instituto, aunque ellos poco se detuvieron en mí.

Matthew hizo su entrada como una celebridad. Saludó a todo el que se le cruzó, chocó los puños decenas de veces y besó la mejilla de varias chicas con amabilidad y alegría.

En la entrada Keira lo esperaba con una media sonrisa. Al vernos llegar sonrió con un poco más de amplitud y se encaminó hasta su novio para abrazarlo. Yo aguardé a que se despegaran, haciendo de mal trío en pleno recibidor. Keira me saludó con un intercambio de besos en las mejillas, me invitó a entrar y pidió que me divirtiera junto a los demás.

Por eso me separé de ellos y seguí mi propio camino, temeroso pero emocionado a la vez.

Comencé a adentrarme entre la gente, saludé y miré a otros desconocidos como el total desadaptado que era. No encontré a nadie con quien hablar, por eso me arrepentí de no haber invitado a Hana.

Había gente por todas partes tomando alcohol, fumando, flirteando y bailando. Me acerqué a la barra de la cocina para intentar ambientarme con un vaso de alcohol. Permanecí de pie como un idiota aislado mientras bebía, observando el resto de la fiesta desde mi cómoda distancia.

Definitivamente no encajaba ahí, por más que fuera una celebración a mi audición exitosa. Había pasado menos de una hora y ya quería volver a casa a dormir.

—Carven, quiero hablar contigo. —Matthew se acercó, interrumpiendo mi incomodidad, sonriente y con un vaso rojo en la mano.

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