Trastorno
Entre memorias de un pasado distante en el cual la felicidad todavía prevalecía por la inocencia de la niñez, una energética y peculiar jovencita llamada Nakano Yotsuba yacía dentro de un jardín privado, recortando algunas flores para su madre. La felicidad de aquella niña sonriente era incomparable aun cuando era vista y juzgada con el resto de sus hermanas, siendo señalada finalmente como un rayo de luz eterno.
Incluso, cuando aquellos días llegaron, poco tiempo después de que la desafortunada muerte de su madre fuera anunciada y confirmada por las mismas autoridades quienes llevaron el caso de suicidio por inestabilidad mental y descuido maternal, Yotsuba, quien normalmente se encontraba afectada por el suceso, nunca dejó su sonrisa de lado por algo como el dolor emocional de perder a un ser querido. El esfuerzo que conllevó vivir con una carga así, incluso después de haber escuchado en aquel entonces de su hermana menor, queriendo asumir el rol que su madre dejó atrás, no logró siquiera que su propia tiranía interior dejara de atacar a su propia persona desde lo más profundo de su ser.
Sin embargo, después de haber pasado años en una convivencia estable, junto a la de un padre del cual casi nunca veía por temas de trabajo, la estrecha y reñida sonrisa que estuvo manteniendo por un largo tiempo, aun cuando parecía insignificante, cada vez se soltaba ante la verdadera plenitud de la felicidad y demás cargas emocionales.
Ahora, sin siquiera entender una pizca de lo que estaba presenciando, aun cuando su moral de detener tal acto imperdonable dentro de su propia vivienda, Yotsuba, paralizada por el temor de verlos, no podía girar la perilla de la entrada principal. Aquella hermana que siempre fue la más tenaz en cuando a sus objetivos, ahora, siendo como el resto de personas mediocres que ella consideraba repugnante, se encontraba teniendo un encuentro carnal con un tipo que lo más probable no conocía en lo absoluto.
El amor que alguna vez sintió por sus hermanas, el aprecio y consideración que tenía hacia ellas por el apoyo brindado en su época más dura de sobrellevar, conforme seguía escuchando cada pequeño sonido que salía de la boca de su hermana, cada pequeño quejido de placer que era difícil de soportar, Yotsuba demostraba en respuesta ligeros temblores en su mano por la impotencia acumulada por todos estos años. Sin darse cuenta, conforme los años pasaban, Yotsuba había desarrollado un deficiente manejo contra situaciones estresantes.
Con una fuerte voluntad ante la posición en la que se encontraba metida, Yotsuba apartó su mano de la perilla para poder entrar a casa. Habiendo quedado en un estado deplorable por lo que acababa de oír claramente por el otro lado de la puerta, la lejanía que marcaba con cada paso que daba hasta llegar al ascensor y luego salir de recepción, la mirada perdida que tenía en ese momento, por supuesto, demostraba su rumbo sin un lugar en concreto... tan sólo quería llegar a un lugar en el cual pudiera descansar.
Y sin importar cuan fuerte sea la reacción al enterarse de su hermana, Yotsuba lo respetaría. No era su vida, más sin embargo tampoco podía olvidar las palabras que le había dicho hace tan sólo unos meses atrás.
- "La vida está llena de sorpresas. Nunca sabrás con seguridad si mañana seguirás con vida, así que, ¿Por qué no mejor disfrutar tú momento a tu manera?"
Aquella época que resultaba ser tan lejana, aquellos recuerdos que alguna vez vivieron... las palabras dichas por Fuutarou ese día, ¿acaso ya no significaban nada más que ser parte de una etapa más en sus vidas?
Yotsuba, quien apreciaba la claridad del cielo y sus estrellas, no mostraba más que incomodidad y desprecio injustificado. ¿Por qué se suponía que detestaba a su hermana si no había hecho nada malo? Tan sólo estaba disfrutando de su vida a su manera, tal y como en aquel entonces en su adolescencia. El amor que alguna vez sintieron por Fuutarou, el conflicto llevado por Ichika hace también un par de años, todo aquello por lo cual debió desahogarse simplemente lo dejó pasar manteniendo un perfil bajo... sin intromisión ante las vidas que no tenía permitida cambiar de alguna forma. Sin consejos, sin apoyo, Yotsuba no podía hacer nada más que plantearse sus valores de lo que era realmente estar en lo correcto.
Tal vez... y solo tal vez, Yotsuba deseaba que todas siguieran unidas por el amor que alguna vez tuvieron por aquel joven pelinegro llamado Fuutarou. Si las cosas nunca hubieran cambiado, probablemente, según Yotsuba, nada de esto estaría sucediendo con todas las demás. El amor, a fin de cuentas, era algo realmente cruel de experimentar.
¿Qué se suponía que debía hacer Yotsuba ahora?
La felicidad que alguna vez albergó en suinterior, y que pudo expresar con normalidad, ya no existía. Ni siquiera unagota de empatía. ¿Cuánto se suponía que debía de aguantar frente a ésta clasede situaciones? Yotsuba sólo quería respuestas, pero no las obtuvo.
Mientras tanto, volviendo nuevamente a Kioto, de noche, estando en la misma habitación junto a Fuutarou e Ichika, Nino yacía aferrada a su asiento como un signo de falsa determinación.
Todo por lo que alguna vez luchó, sus sueños de haber querido vivir una vida pacifica junto al hombre que tenía en frente, aquellas fantasías banales por las cuales había renunciado hace tanto tiempo, ¿Qué era lo que realmente quería lograr soltando aquella verdad de su hermana? A sabiendas del estado en el que se encontraba su hermana menor, Itsuki, para Nino esto resultaba un poco estresante... inclusive más de lo que se pudo imaginar.
Arruinar un estilo de vida a costa de la seguridad y el bienestar de su hermana menor era algo por lo que Nino estaba decidiéndose en su mente. Cada vez que pareciera que diría la verdad, una fuerte ola de recuerdo pasaban por su cabeza.
La mirada perdida que denotaba ante los dos presentes en la habitación, sin decir una sola palabra, compartieron opiniones a base de una simple observación. Pero, justo cuando se le iba a ser saber el estado en el que se encontraba, Nino viendo como era que Ichika se acercaba hacia ella... simplemente aprovechó.
Agarrando su brazo con fuerza y sin titubear, Nino tiró despreocupadamente a Ichika al suelo, quedando de rodillas. La situación indescriptible que estaba sucediendo entre ambos bandos era meramente una estúpida lección de alguien que simplemente no podía aceptar los hechos de años de progreso. La vida que alguna vez deseó con furor jamás se cumpliría. Tan sólo podía disfrutar del momento.
Nino, quien veía a Fuutarou exaltado por su actuar, pudo notar como también su mirada de preocupación aparecía por lo que pudiera decir. Y como si no se tratase de nada importante, acercándola lo suficiente hasta su oreja, Nino pronunció la sentencia de sus acciones.
- Itsuki está embarazada, Ichika. ¿Sabes de quién, verdad?
Después de un largo tiempo llevando una mentira demasiado lejos, por fin era que Nino sentía aquella libertad, la cual se le había sido arrebatada en el instante en que conoció el amor. Sin embargo, conforme sentía el alivio de haber hecho el bien por su hermana a su manera, el rostro de Ichika, que al principio lucía despreocupada, ahora, como su nombre decía, parecía más una flor marchita por el augurio proveniente de señales que ya iba notando en el actuar de su pelinegro. Fuutarou, sin nada más que poder hacer, simplemente agachó su cabeza, apoyando su frente entre sus manos que estaban entrelazadas.
La desdicha y la gratificación momentánea que se apreciaba en el ambiente no hicieron nada más que prolongar el odio que alguna vez estuvo apagado. El desagrado que cierta persona irradiaba en la habitación no logró más que la absoluta consecuencia de echar a Nino a la calle, sin importar lo que dijeran sus vecinos al respecto.
- ¡O-oye, suéltame!
- ¡¡VETE DE MI HOGAR!! – arrastrando a Nino por el mini pasillo hacia la salida para luego soltarla con fuerza hacia el suelo –
- Tú... tú no tienes el derecho a sentirte así. ¡Es Itsuki quien está mal ahora mismo, y todo porque te entrometiste en su vida! – Levantándose del suelo con un poco de dificultad – ¡Arruinaste nuestras vidas por tu actuar egoísta!
Sin haber obtenido una respuesta, Nino vio como Ichika retrocedía y se adentraba al lugar que llamaba hogar, para luego cerrar la puerta con normalidad. Lo inusual de su comportamiento, más por lo que significó haber oído tal confesión de su hermana menor, Ichika, al cerrar la puerta como solía hacer para no llamar más la atención de los vecinos, no hizo más que mirar a su pelinegro, quien se encontraba ahora de pie en el pasillo de la entrada... observándola de igual manera.
¿Qué se suponía que debían de hacer ahora? Dependiendo de lo que dijera Fuutarou, de lo que Ichika interpretara al respecto, la posibilidad de nunca más volver a lo mismo... a la relación que solían llevar hasta ahora, realmente, tener que liar con una confesión de tal magnitud los dejaba acomplejados vieran por donde lo vieran.
- Fuutarou-kun... -acercándose al pelinegro hasta quedar frente a él – Ayúdame.
A sabiendas de que Nino aún se encontraba afuera de su hogar, Ichika impedía que este pasara por sobre ella para ir a ver como estaba. Incluso con las palabras dichas por su hermana, Ichika quería que la mirada de aquel pelinegro estuvieran concentradas solamente en ella... el resto podía esperar. Fuutarou, sin embargo, mientras que aún mantenía su vista en Nino, la barrera que desataba Ichika ante él lo dejaba perplejo.
Sin importar cual fuera la verdad que decidieran creer, Fuutarou tomaría la decisión de aún seguir con Ichika después de todo. El amor que albergó por Itsuki en su etapa de adolescente hasta la adultez temprana, de alguna forma, no se podía comparar a las mismas palabras que ella misma le dirigió el día de su visita hace un tiempo.
Con un pensamiento que deseaba no salir más allá que eso, Fuutarou dejó a Nino a su suerte, pues su firmeza ante el abrazo que estaba contemplando por parte de Ichika era un sentimiento más fuerte que cualquier obstáculo del pasado... incluso si no existía afecto de por medio.
- Lo siento – aferrándose en Ichika –, pero esto no puede llegar más lejos que esto...
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